Golpe Maestro

Golpe Maestro Por Emilio Esteban Araya Burgos. http://elhuevomundano.blogspot.com Contenido Protegido por Licencia de Creative Commons. La Reproducción del mismo está autorizada parcialmente siempre que se aluda pertinentemente al autor original. Trabajos derivativos NO están autorizados sin previa autorización por escrito del autor.

Los esclavos de bronce empujan la voluminosa torre a través del surco sin matices. Siguen el pulso de sus corazones mecánicos. “¡Más aceite, más aceite!”, gritan los hombres rojizos mientras el horno bufa y la pesada maquinaria de producción sigue vomitando campesinos. Las rueditas oxidadas marcan pequeños surcos en el recto sendero que conduce al Enemigo. Uno de los Caballeros Negros fue reducido a chatarra en el frente dicen las noticias, al precio del Paladín, comentan otros. Pero no importa. Una de las ratas romperá la octava fila y lo traerá de vuelta de la gran pila de chatarra. Hay que poner a trabajar a los herreros. “¡Más leña y carbón, más leña y carbón!”, gritan de este otro lado. “¡Viene el otro Caballero Negro!” Sale el Mago, como un trueno que hace retumbar las lozas de latón. Con un movimiento tieso alza la mano y el yelmo del adversario revienta en tuercas y plata fundida. En el blasón del casco había una piedra de jaspe y otra de ónix. Cuando los peones redoblan los esfuerzos, la torre de chatarra pasa por encima y un pájaro de estaño cruza el campo, sobre los vapores de la batalla. En la octava fila, el corazón de la Reina de Tinieblas se hunde. Es un presagio que sus garras metálicas no pueden ahogar. Un peón de calderilla avanza echando humo. Su sangre está en casi por entrar en el furor de la ebullición. Sus rueditas oxidadas flaquean al pasar bajo los estribos del segundo Caballero Negro. Marcha el Terror a vengar a su hermano asesinado por el Mago Blanco. No tiene tiempo para la escoria. La Torre avanza a tirones. Un peón tullido cae al suelo, interceptado por la lanza del rey que juró derrocar. Como las mandíbulas de un gigante cruje el martillo del Rey de los Mundos Subterráneos. “Más leña y carbón, más leña y carbón”, gritan los blancos. Pájaro o no pájaro, la batalla aún no está decidida. No todo el bronce se ha fundido. Allá lejos, en el silencio de la muerte, un peón cabizbajo entra en la Séptima Línea. Sólo hay yelmos hendidos interceptando su paso. La Torre viene todavía muy atrás para hacerle sombra. “¡Más leña y carbón!”, gritan en el infinito, allí donde la Verdad sólo llega en rumores. La Reina divisa al pobre zángano. Se arrastra como un gusano mientras, en paralelo, viene un caballo marcando surcos de león en la tierra. El Caballero Blanco viene por su hermano. Viene por la línea de la victoria. Un motor de cien caballos de fuerza empuja las ruedas. Su

corazón de león tiene tres calderas. La Reina y el rumor de las ruedas rompiendo el ripio. La Reina de Sombras tiene miedo porque su destino está cerca. El Caballero Blanco viene, pero ¿Dónde está el Rey? La Torre le ha caído encima. “El Rey ha Muerto, Viva el Rey!” El peón corazón de hojalata entra en la Octava Línea. Lleva su horquilla en las manos, y el Caballero Blanco todavía está lejos. La Reina está perdida en el miedo. La Reina trata de protegerse el vientre lleno de tuercas y un corazón de estaño. El peón corazón de hojalata y su pobre corazón de segunda mano. Carne para el cañón, pistón de cuarta categoría, chatarra desechable. El Caballero Blanco todavía está lejos. No va a llegar. Un peón negro le ha cortado la pata y cae. En respuesta, el peón blanco alza la horquilla oxidada sobre su cabeza de tuerca, y corta. La cabeza de la Reina cae con gran estrépito. El juego había terminado hace rato, pero había que matar al heredero.