Gilson Langan - Pascal

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Centro Pieper

MAR DEL PLATA - ARGENTINA

€Blas Pascal• Etienne Gilson – Thomas Langan

“Historia de la Filosof•a Moderna” Etienne Gilson – Thomas Langan Emec„ Editores Buenos Aires, 1967

Material de Lectura para la Octava Clase Magistral del Ciclo Pensamiento Moderno

- 2009 -

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VIII. BLAS P ASCAL En el propio pa€s de Pascal, los profesores de filosof€a suelen comenzar sus conferencias sobre •l citando una c•lebre p‚gina de El genio del cristianismo, de Chateaubriand, que dice as€: “Hubo un hombre que, a los doce a„os, con l€neas y c€rculos, cre… las matem‚ticas; que, a los diecis•is, escribi… sobre las c…nicas el tratado m‚s docto que se conoci… desde la Antig†edad; que, a los diecinueve, redujo a mecanismos una ciencia totalmente existente en la inteligencia; que, a los veintitr•s, demostr… los fen…menos de la gravedad del aire y destruy… uno de los grandes errores de la antigua f€sica; que, a la edad en que otros hombres apenas comienzan a despertarse, hab€a

recorrido todo el c€rculo de las ciencias humanas, hab€a comprobado su futilidad y hab€a vuelto los ojos hacia la religi…n; que, desde este momento hasta su muerte (a los 39 a„os) y siempre enfermo y dolorido, fue capaz de fijar el lenguaje hablado por Bossuet y por Racine, dejando el modelo del m‚s perfecto ingenio y del m‚s profundo razonamiento; que, para terminar, en los breves intervalos de sus dolores, resolvi…, a modo de distracci…n, uno de los m‚s dif€ciles problemas de geometr€a, y fue grabando en el papel pensamientos que tienen m‚s sabor a Dios que a hombre. Este asombroso genio se llam… Blas Pascal”.

EL MÄTODO DE LA G EOMETRÅA Tanto para Pascal como para Descartes, el ello es su actitud frente a los experimentos de la verdadero m•todo en todos los dominios del presi…n del aire. Lo que se buscaba con las conocimiento natural era la matem‚tica, y para apariencias de Torricelli era saber si, despu•s de ambos “matem‚tica” equival€a a geometrÄa; ellas, todav€a pod€a seguir manteni•ndose con s…lo que esta significaba para Descartes su los aristot•licos que la Naturaleza aborrece el propia GeometrÄa, la de 1637, mientras que vac€o. Puesto que quedaba cierto vac€o en los Pascal ve€a tal ciencia representada por su tubos de Torricelli, la contestaci…n evidente Ensayo sobre las cÅnicas, que public… en 1640, parec€a ser negativa. Pascal est‚ dispuesto a en forma de simple pliego, cuando s…lo ten€a 16 aceptarlo as€, pero no enseguida. Se limit… a a„os. Se han perdido otros trabajos matem‚ticos decir que, de los experimentos realizados hasta suyos de la misma •poca; y s…lo los conocemos entonces s…lo se segu€a que la Naturaleza por cierto resumen que de ellos hizo Leibnitz aborrece el vac€o hasta cierto punto, pero quiz‚ con la intenci…n declarada de “encontrar un no absolutamente, y que se requer€an nuevas y m•todo contra otro m•todo: pura geometr€a diferentes experiencias para probar que existe contra ‚lgebra pura”. Es que Leibnitz, para realmente el vac€o en la Naturaleza. Pascal las enfrentar aquella geometr€a algebraica de realiz…, y s…lo entonces descans… su mente. Descartes, que usaba a las matem‚ticas como Consecuentemente, la geometr€a pascaliana una especie de llave maestra para resolver todos ten€a que servir a las mentes que procedieran los problemas, quer€a oponerle la nueva paso a paso en la investigaci…n de esta matem‚tica pascaliana, instrumento reci•n Naturaleza que es fundamentalmente inventado en cada caso por la mente del impredecible. Y habr€a que extra„arse si tal investigador para resolver cada problema en sirviente no diera plena satisfacci…n. particular. Descartes andaba detr‚s de una Su importante fragmento, Sobre el espÄritu de la ciencia especulativa de la Naturaleza, una f€sica geometrÄa, expresa bien las amplias ambiciones te…rica como la de sus Principios de FilosofÄa; de Pascal en lo referente a la demostraci…n Pascal, en cambio, deseaba pensar cient€fica, as€ como sus dudas acerca de la matem‚ticamente, sin tener que experimentar posibilidad de lograrlas. con la realidad f€sica. En el estudio de la verdad hay tres objetivos Este rasgo de los m•todos de Pascal expresa una principales: descubrirla cuando se la busca, de las tendencias m‚s €ntimas de su mente. demostrarla cuando ya se la encontr… y Conoc€a bien la geometr€a de Descartes, pero no distinguirla de lo falso mientras se la examina. se interes… en ella, porque no se preocupaba de Pascal, con gesto t€pico, deja aparte el primer obtener los resultados que con ella se pod€a punto, pues – por supuesto – la geometr€a, que lograr. Lo que m‚s le interesaba a Pascal de la sobresale en los tres aspectos de tal estudio de la Naturaleza era que sus datos no son deducibles verdad, ya ha dado respuesta a tal pregunta. Los a priori, y su principal cuidado era no saltar ge…metras llaman a eso “an‚lisis”, y no parece hacia conclusiones no seguras. Un ejemplo de que valga la pena discutir acerca de ello, http://centropieper.blogspot.com/ 2 [email protected]

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habiendo tan excelentes escritos en tal sentido. Directamente o no, Pascal prestaba aqu€ a Descartes merecido homenaje. Sus propias consideraciones acerca del m•todo resuelven el segundo punto, lo que, en realidad, incluye tambi•n al tercero, pues si sabemos probar la verdad, bastar‚ examinar tal prueba para saber si tal verdad est‚ realmente demostrada. Por esto, seg‰n Pascal, el €ntimo meollo de su m•todo consiste en el arte de la demostraci…n. De todos modos, Pascal reh‰sa tomar a la palabra verdad tan en serio como para aplicarla a algo que, aunque hallado, todav€a no ha sido “demostrado”. La demostraci…n verdaderamente convincente es la demostraci…n geom•trica, la que para Pascal equivale a la demostraci…n “met…dica y perfecta” en s€. Sin embargo, hay un m•todo aun m‚s perfecto que el de la geometr€a; pero como “lo que est‚ sobre la geometr€a, est‚ sobre nosotros”, ese m•todo ideal est‚ por encima de nuestro poder. “No obstante, hay que decir algo acerca de •l, aunque no podamos practicarlo nunca”. Esta demostraci…n “ideal”, que constituir€a (si pudi•ramos usarla) el m•todo m‚s excelente imaginable, tiene dos partes: 1Š, definir todos los t•rminos que se empleen, y 2Š, no adelantar jam‚s proposici…n alguna sin justificarla mediante verdades ya establecidas; es decir, que consiste en definir todos los t•rminos y probar todas las proposiciones. Es realmente un hermoso m•todo; pero ‹por qu•, Œay!, es imposible?: Porque no podemos definir todos los t•rminos, ya que la definici…n de un t•rmino implica el uso de otros que, an‚logamente, tienen que ser definidos y que, a su vez, implican otros y otros hasta el infinito. Por esta raz…n es imposible la demostraci…n perfecta. En cambio, muy cerca de ella anda la demostraci…n geom•trica, ya que en geometr€a hay t•rminos que son absolutamente primeros... por la sencilla raz…n de que es la mente del ge…metra quien los hace. •l tiene la libertad de partir de cualquier definici…n que se le ocurra y puede dar a su objeto cualquier nombre, con tal que siempre use el mismo nombre para significar la misma cosa. Manteni•ndose fiel a ese sistema de signos que •l ha establecido libremente evitar‚ el ge…metra toda equivocaci…n. El problema ahora es: ‹C…mo podremos extender ese m•todo geom•trico (en el que todos los t•rminos son definibles) hasta los otros campos del conocimiento, en los que no a todos los t•rminos podemos definirlos? La contestaci…n es que, absolutamente hablando, no puede hacerse tal extensi…n o traslado. Pero nuestra situaci…n no es del todo desesperada, pues en ese sentido podemos adelantar mucho,

lo m‚s que sea posible, con tal que no pretendamos llegar hasta el citado ideal inalcanzable. Ni siquiera en geometr€a pueden definirse todos los t•rminos, ni mucho menos. Las nociones de par e impar son perfectamente definibles, pero ya la de n‰mero est‚ lejos de ser tan clara; y lo mismo puede decirse de muchas otras, como espacio, tiempo, movimiento, igualdad, etc., a las que la geometr€a no define, porque sus nombres se„alan tan claramente a las cosas que significan, que cualquier intento por definirlas las oscurecer€a. Sus denominaciones son, por tanto, “nombres primitivos”, entendidos por todos y usados por todos en el mismo sentido... con tal que nadie intente explicar lo que significan. Lo mismo ocurrir€a en todos los otros campos del conocimiento, si los fil…sofos aceptaran, an‚logamente, filosofar partiendo de semejantes t•rminos primitivos, cuyo significado conoce todo el mundo. No hay nada m‚s enclenque que las as€ llamadas “definiciones” de los fil…sofos. ‹Qu• inter•s puede haber, por ejemplo, en definir lo que significa la palabra hombre?. O la palabra tiempo. O la palabra movimiento. Dej•moslas sin definir, pues todo el mundo comprende las mismas cosas cuando oye tales nombres; pero la raz…n por la que han de quedar indefinidas no es porque sus definiciones sean dif€ciles de hallar, sino porque son indefinibles, como podemos verlo en el caso de la palabra es. Cualquier definici…n que imaginemos de es comenzar‚ diciendo que es es esto y lo otro, lo que equivale a definir a es por s€ mismo. Casi todas las controversias suscitadas en filosof€a surgen por olvidar esta precauci…n. Para decirlo con m‚s precisi…n, perm€tasenos aclarar que con mucha frecuencia los fil…sofos confunden las meras proposiciones con las definiciones. Si se les pide que definan el movimiento, contestar‚n que es el acto de lo que est‚ en potencia solamente hasta donde est‚ en potencia. Ahora bien, esto no es una definici…n: es una proposici…n que consta de varios t•rminos, cada uno de los cuales tiene que ser definido a su vez. Y la cuesti…n no est‚ en saber si es posible definirlos, sino que lo que nos ocurre es que comprobamos que cualquier intento de definirlos termina en controversias, mientras que si los tomamos al pie de la letra, todo el mundo los comprender‚ en seguida y en el mismo sentido. Pascal concibe as€ la posibilidad de extender el m•todo geom•trico a todos los campos del conocimiento, (igual que Descartes lo estaba haciendo, tambi•n por entonces), pero con la diferencia de que, en vez de hacer a los conocimientos tan evidentes como las matem‚ticas, Pascal les impone a todos las

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limitaciones sufridas por la propia geometr€a. Todo conocimiento humano puede asumir la certeza de la geometr€a, si se conforma con las consecuencias estrictamente demostrativas que sean demostrables, tras partir de principios evidentes por naturaleza. En todos los …rdenes

del conocimiento la mente se detendr‚ cuando llegue aqu€, y entonces todo lo que sostenga ser‚ cierto, o porque es naturalmente evidente, o porque ha sido demostrado con absoluta correcci…n.

E SPÅRITU DE AGUDEZA Y ESPÅRITU DE GEOMETRÅA La universalidad es la suprema cualidad de la mente humana, seg‰n Pascal, cuyo ideal de hombre es el honnÇte homme (el hombre completo). Esta es una de las expresiones que es mejor dejar sin definir. Algunas gentes s…lo conocen “un caballero” cuando ven uno; as€ le pas… a un franc•s del siglo XVII: que s…lo conoci… “un hombre completo” cuando vio uno. Ten€a •ste un importante rasgo com‰n con aquel “caballero”: que tampoco era profesional, o al menos no lo parec€a, si por desgracia lo era. Esto resultaba cierto en la vida social, y tambi•n en la intelectual, pues un hombre as€ era igualmente capaz de hablar de matem‚ticas, de literatura, de •tica o de teolog€a... aunque nunca hac€a gala de sus conocimientos; por lo que nadie imaginaba que supiera algo de matem‚ticas o de poes€a hasta que naturalmente le llegaba la ocasi…n de expresar sus opiniones sobre tales temas. A este hombre imaginario es al que Pascal denomina “el hombre universal”. No tendr€a que andar mucho para encontrar uno as€; pero estaba impresionado por el hecho de que no todos lo fueran. Y entonces divide a los hombres en dos clases: los que est‚n dotados con aptitudes matem‚ticas y los que s…lo son aptos para manejar los asuntos humanos de cada d€a. Generalmente no coinciden las dos aptitudes en el mismo hombre; mientras que unos resultan rid€culos al arg†ir en estilo matem‚tico acerca de los sutiles problemas de la conducta humana, otros son incapaces de captar cualquier razonamiento matem‚tico. La primera clase posee el “esp€ritu de geometr€a” (esprit de gÉometrie), y la segunda, el esp€ritu de agudeza (esprit de finesse). Puesto que el m•todo de la demostraci…n es por doquier el mismo, ya que s…lo es una extensi…n del m•todo geom•trico, la diferencia entre esas dos clases de esp€ritus debe consistir en su respectiva relaci…n con los principios y, ‰ltimamente, en la propia naturaleza de dichos principios. El llamado “esp€ritu geom•trico” tiene visiones lentas, y es preciso e inflexible; pero en cuanto capta un principio, lo ve con tanta claridad y •ste resulta tan imponente, que abrumar€a aun a las mentes m‚s extraviadas que razonasen acerca de •l. La dificultad est‚ en verlo desde el primer momento. Los principios geom•tricos son tangibles y visibles, pero est‚n tan lejos del

uso com‰n, que a mucha gente le resulta dif€cil prestarles atenci…n. Pensemos en la gente que no puede comprender las matem‚ticas: se sienten perdidos desde sus comienzos, ya que no entra en su mente ni el significado de las nociones m‚s elementales. Las dificultades ocurren a la inversa con el “esp€ritu de agudeza”. Todos los principios de •ste son de uso com‰n y est‚n a la vista de todo el mundo; pero son tantos y tan sutiles, que hay que tener muy buena vista para verlos, y resulta casi imposible no confundir algunos de ellos. Ahora bien, el solo hecho de omitir un principio lleva inevitablemente al error. ‹Y qui•n puede ufanarse por ejemplo, de que conoce todos los motivos que deciden el comportamiento de un hombre, ni aun el suyo en particular? Hay que tener, por tanto, gran agudeza para discernir los principios de tales asuntos y para razonar correctamente acerca de ellos. Lo mejor ser€a estar dotado, a la vez, del esp€ritu de geometr€a y el esp€ritu de agudeza; tener al menos uno de •stos es bueno; no tener ninguno, significa no tener inteligencia. Pascal nos ha dejado fragmentos de un libro que nunca escribi…; al leerlos, tenemos que esforzarnos por hallar el quid de lo que quiere decir, en vez de aferrarnos a su terminolog€a, pues no tuvo tiempo de seguir su propia recomendaci…n de “usar siempre las mismas palabras en el mismo sentido”. Sin embargo, es importante saber el significado de algunas de las palabras que us… para indicar cu‚l es la clase de esp€ritu que se necesita para discernir los principios del intercambio social. El hombre s…lo tiene una mente; pero •sta funciona como razonamiento cuando tiene que demostrar las conclusiones que deriva de los principios; en cambio, cuando tiene que captar principios, mediante una especie de visi…n simple y comprensiva, funciona de modo diferente, de un modo que Pascal llama “por coraz…n”. Casi equivale esto a la cl‚sica distinci…n entre intelecto y raz…n, o a la m‚s moderna entre intuici…n y raz…n. De eso que Pascal denomina “coraz…n” sabemos con seguridad al menos dos cosas: Primera, que es la facultad por la que conocemos todos los principios, tanto los geom•tricos como los dem‚s. Esto puede tener que ver con el

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sentimiento, especialmente en las cuestiones morales y religiosas, pero no es indispensable que as€ sea. Los principios geom•tricos son captados por el “coraz…n” a primera vista, y no como conclusiones de ning‰n razonamiento, ni tampoco, en verdad, por sentimiento. Segunda: porque su propia esencia le hace actuar a simple vista, y as€ es como el “coraz…n” salta de las nociones a las relaciones existentes entre ellas. Y como estas “corazonadas”, este esp€ritu de agudeza, suelen faltarles a los hombres dotados de esp€ritu geom•trico, por eso resultan tan desma„ados en los asuntos de la vida diaria: porque siempre quieren probar, demostrar y deducir en cuestiones en que lo importante es ver. Una de las m‚s notables consecuencias de tal distinci…n es la diferencia que Pascal establece entre las dos principales actividades de la mente y entre los hombres que reflejan cada una. El tipo representativo del esp€ritu de agudeza era su joven amigo, el caballero De M•r•, a quien, naturalmente, le faltaba el esp€ritu de geometr€a. En vano trat… Pascal de abrir la mente de su amigo para que captara uno de esos principios geom•tricos tan alejados del uso com‰n, que algunos hombres jam‚s consiguen verlos: la noci…n de infinito. Si seguimos su discusi…n de este dif€cil principio, quiz‚ comprendamos mejor a Pascal y podamos participar algo en su esp€ritu geom•trico: Infinito es una noci…n fundamental que representa una propiedad com‰n a todas las cosas de la Naturaleza, y su conocimiento muestra a la mente las m‚s sorprendentes maravillas del mundo. Tal noci…n s…lo puede ser captada por la mente, pero no demostrada; lo cual equivale a decir que es un principio percibido por el “coraz…n”. Y aun muchos hombres dotados de mente excelente para otras captaciones, fallar‚n en captar •sta. En cuanto la captemos, veremos que la noci…n de infinito se divide en dos infinidades que se dan en todas las cosas: la infinidad de magnitud y la infinidad de peque„ez. Puesto que la infinidad las incluye a ambas y est‚ presente en todas las cosas, las dos clases de infinidad se hallan an‚logamente presentes en todo. La magnitud infinita se halla en el movimiento (por m‚s r‚pido que sea un movimiento, podemos concebir otro a‰n m‚s r‚pido); se halla en el espacio (por m‚s amplio que sea un espacio, siempre es posible pensar en otro mayor); pertenece igualmente al tiempo (por m‚s largo que sea un tiempo, siempre podemos sumarle otro momento m‚s). Y la peque„ez infinita est‚ asimismo presente en todas las cosas, pues no hay rapidez ni extensi…n ni duraci…n que no pueda ser concebida por nuestra mente como menor de lo que es. En

efecto: hay infinitos grados de lentitud entre cualquier movimiento y la inmovilidad total; y siempre podemos pensar en un espacio m‚s peque„o que el propuesto, sin que lleguemos nunca a la indivisibilidad; y an‚logamente podemos expresarnos acerca del tiempo, pues jam‚s se llega a ninguna duraci…n que no sea divisible. Generalmente hablando, esta infinidad de doble aspecto corresponde a todas las cosas porque pertenece al n‰mero, el que, seg‰n la Escritura, se halla en todo: Deus fecit omnia in pondere, in numero et mensura (Todo lo hizo Dios con medida, n‰mero y peso): Libro de la SabidurÄa, 11, 21. “Por grande que sea un n‰mero, podemos concebir otro mayor, y otro y otro m‚s, cada uno mayor que su antecesor, y seguir as€ hasta el infinito, sin llegar a uno que no pueda ser aumentado. Y al contrario, por peque„o que un n‰mero pueda ser, podamos hablar de su cent•sima o mil•sima parte o de partes mucho m‚s peque„as, siguiendo as€ hasta el infinito, pero sin llegar jam‚s al cero o nada”. Podemos decir, por tanto, que todas las cosas se hallan entre su infinidad y su nada y, lo que es aun m‚s importante, a infinita distancia de esos dos extremos. Estas verdades son los propios fundamentos y principios de la geometr€a: y no pueden ser demostrados, sino que tienen que ser vistos. En efecto, casi todos los hombres comprenden que no hay magnitud que no pueda ser incrementada, sea cual fuere su tama„o; por tanto, la “infinidad de magnitud” es concebible para casi todas las mentes. Pero no ocurre lo mismo con la “infinidad de peque„ez”, pues hay quien afirma que puede pensar en una magnitud hecha de dos partes indivisibles. La explicaci…n de esto es que tal persona es incapaz de imaginarse un contenido divisible hasta el infinito, por lo que concluye que “esa magnitud” no es realmente divisible. Es •ste un mal razonamiento o, m‚s exactamente, es la “natural enfermedad” del hombre, por la que cree que siempre va a captar las cosas directamente, y por eso se siente propenso a negar lo que no puede comprender. Tras lo cual, como si su propia epistemolog€a estuviera te„ida de jansenismo, Pascal indica que el hombre debe concluir lo inverso, pues de hecho “la ‰nica cosa que el hombre conoce naturalmente es su mentir (mensonge), por lo que s…lo debe considerar como cierto aquello cuyo contrario le parece falso”. En vez de negar una proposici…n porque no podemos comprobar su significado, debemos suspender nuestro juicio y examinar cuidadosamente la proposiciÅn contraria; y si su contraria es manifiestamente falsa, la proposici…n que primero est‚bamos examinando, por inconcebible que parezca, es verdadera.

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Eso mismo ocurre con la infinitud de peque„ez: que es absurdo sostener que, en cierto espacio que siempre se divide, eventualmente vamos a encontrar dos mitades que a su vez sean indivisibles. Es que el espacio es eso que tiene partes, cada una de las cuales es exterior a la otra; y si una mitad de un espacio es indivisible, no tiene partes y, por tanto, no es espacio. En consecuencia, es evidentemente absurdo eso del espacio indivisible. Adem‚s, supongamos dos indivisibles: ‹podemos concebirlos como toc‚ndose? Si lo hacen completamente, ser‚n s…lo uno; y entonces ‹c…mo podremos decir que cada uno de ellos constituye un solo indivisible distinto? Si no se tocan completamente, se tocar‚n s…lo en parte; y as€ mostrar‚n que tienen partes, por las que son, evidentemente, divisibles. Por todo ello, es cierto que todas las cosas son divisibles hasta el infinito, sea nuestra mente capaz o no de represent‚rselas como cosas infinitamente peque„as. Estas reflexiones impresionaron a Pascal con mayor profundidad porque se enlazaban en su mente con sus propios descubrimientos matem‚ticos, que lo llevaron hasta los umbrales del c‚lculo infinitesimal. Como la de Descartes, su filosof€a era una prolongaci…n de su visi…n espec€fica del mundo; y todo en ella era inteligible, excepto los principios de donde derivaba su inteligibilidad. Claro ejemplo de esto es la noci…n, aparentemente simple, del nÑmero uno, el que puede ser considerado como n‰mero, o no, seg‰n la definici…n que se d• de nÑmero. Euclides y otros matem‚ticos de la Antig†edad dieron una definici…n de nÑmero en la que cab€an todos los n‰meros menos la unidad, por lo que decidieron que la unidad no era n‰mero. Pero como el propio Euclides

admit€a que, sumada consigo misma, la unidad debe sobrepasar a cualquier n‰mero, la unidad, por tanto, tiene que compartir la naturaleza de los n‰meros, y puede con justicia llamarse n‰mero, si as€ se nos ocurre. Confirm‚ndolo, la suma de uno y uno da un n‰mero, y dos es de la misma naturaleza que uno, por cuya repetici…n se ha obtenido. No puede aplicarse esto a esos principios que algunos llaman “los indivibles” y que se supone constituyen el espacio. Si hubiere tal cosa como “un indivisible”, no tendr€a partes; y como por el contrario, la verdadera definici…n del espacio es tener partes, un indivisible, a„adido a otro u otros indivisibles, no puede producir espacio, ya que los indivisibles no tienen la naturaleza del espacio. En otras palabras: que por m‚s veces que a„adamos no-espacio a no-espacio, la suma nunca ser‚ espacio. El ‰nico verdaderamente indivisible de los n‰meros no es el uno, sino el cero, como tambi•n es indivisible el cero de la extensi…n, que es el espacio. Esta ‰ltima observaci…n lleva a Pascal a su conclusiones metaf€sicas aut•nticamente pascalianas: “La misma proporci…n hallaremos entre el reposo y el movimiento, o entre un instante y el tiempo, pues todas estas cosas son heterog•neas con sus respectivas magnitudes, ya que por ser multiplicadas infinidad de veces, s…lo pueden producir indivisibles, como lo hacen los indivisibles de la extensi…n, y por la misma raz…n. Habr‚, por tanto, perfecta correspondencia entre todas esas cosas, pues todas esas magnitudes son divisibles hasta el infinito sin caer en sus propios indivisibles, con lo que todas mantienen el tÉrmino medio entre el infinito y la nada”.

ENTRE EL PIRRONISMO Y EL DOGMATISMO Todo est‚ en el medio, entre dos infinitos opuestos. Tambi•n puede aplicarse esto al hombre, y sobre todo a su conocer. Dos epistemolog€as intentan atraerse a cada fil…sofo. Por un lado tira el escepticismo, del que ya hemos hablado, especialmente al estudiar a Montaigne; y por el otro el dogmatismo, sistema que asegura que la raz…n humana puede alcanzar la verdad absoluta. Ambas tendencias est‚n equivocadas. El escepticismo total es un error, pues no es cierto que el hombre no pueda alcanzar la certeza invencible, sino que no la alcanza mediante el razonamiento, sino por la “corazonada”. Los principios que capta el “coraz…n” son absolutamente ciertos. As€ lo dice Pascal; y esto es m‚s que suficiente para alejar de aqu€ todo escepticismo.

La ilusi…n contraria surge de que los esc•pticos no son capaces de distinguir entre la captaci…n de los principios, tanto los de la geometr€a como en los que requieren mayor agudeza, y la captaci…n de las conclusiones que aparecen al final de las demostraciones racionales. Los principios son ciertos cuando son naturalmente evidentes. Su evidencia no es la de las conclusiones demostradas, pues la mente no ve por quÉ son verdad, pero ve que son verdad. ‹Y c…mo ve la mente eso?: Porque cuando trata de negarles asentimiento, por m‚s que se empe„e en hacerlo, no lo consigue. •sta es la r•plica de Pascal a la “duda met…dica” de Descartes. Pascal hab€a visto perfectamente bien que Descartes nunca dud…, en realidad, de si estaba despierto o dormido, cuerdo o loco; pero ahora quer€a subrayar no s…lo que la duda de

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Descartes era fingida, sino adem‚s que, aunque lo hubiese intentado en serio, jamÖs habrÄa podido Descartes, ni nadie, dudar de tales verdades. Es que ellas se nos imponen por su propia naturaleza y no est‚ en nuestro poder el negarles asentimiento, pues en eso consiste su evidencia. Esta doctrina de la natural evidencia de los principios constituye la base de la refutaci…n con que Pascal se opone a los pirr…nicos, o esc•pticos. Su principal argumento dice que los principios que usamos en las demostraciones no son demostrables. Y por supuesto que no lo son, ni necesitan serlo, precisamente porque son principios. Descartes pregunta c…mo s• yo que no estoy so„ando. Lo que s• es que conozco esto, y ning‰n argumento del mundo me har‚ dudarlo. Tambi•n es verdad que deseo poder probar todo lo que sostengo como cierto, y el hecho de que no pueda hacerlo, s…lo muestra la debilidad de mi raz…n, pero no la incertidumbre de todo nuestro conocimiento, como pretenden los pirr…nicos. Las necesarias consecuencias que se siguen de los principios evidentes son indispensablemente verdaderas. El escepticismo triunfa con facilidad en probar que los principios no son demostrables, pero olvida, con demasiada ingenuidad, que tales principios no hay que demostrarlos. Los dogm‚ticos caen en an‚logo error. Tienen la audacia de demostrarlo todo, incluso los principios, en lo que, naturalmente, fracasan; y este fracaso les hace recorrer largos caminos, por lo que confirman a los esc•pticos en su respectivo error. Descartes, seg‰n Pascal, es uno de esos dogm‚ticos “in‰tiles e inseguros”. Es in‰til, puesto que se agita intentando demostrar proposiciones cuya verdad es evidente; y es inseguro, porque su modo de demostrarlas es tan complicado, que la mente se siente m‚s bien vacilante despu•s de haberlas seguido hasta el final. Seg‰n Descartes, no puedo estar totalmente seguro de que estoy despierto, o de que hay otros seres, hasta que haya establecido mi propia existencia (en la Segunda Meditaci…n), la existencia de Dios (en la Tercera y la Quinta), Su veracidad (en la Cuarta) y la existencia del mundo de los cuerpos, incluso el m€o (en la Sexta Meditaci…n). Ahora bien, puede ser, efectivamente, que yo no llegue a comprender esta larga cadena de razones ni a percibir su congruencia, lo que tambi•n puede ocurrir porque, sencillamente, carecen de ella. Pero eso importa muy poco, ya que en ning‰n momento he cesado de saber que estoy despierto y que no estoy loco. En resumen: que jam‚s he dudado de la verdad de lo que la Naturaleza me ense„a de modo mucho m‚s convincente: que los

principios no necesitan demostraci…n, pues su certeza est‚ por encima de toda demostraci…n. Otro campo donde el dogmatismo es particularmente da„ino es el de la filosof€a jur€dica, social y pol€tica. Aqu€ los esc•pticos no tienen dificultad en probar que las leyes, las costumbres sociales y las constituciones pol€ticas han ido cambiando con los tiempos, resultando diferentes y aun opuestas las de los distintos pa€ses, y que eso ha ocurrido, finalmente, sin justificaciones racionales decisivas. En esto tiene raz…n Montaigne; pero est‚ equivocado en su pretensi…n de que tales opiniones deben justificarse racionalmente, pues son justificables seg‰n ciertos principios que ni son demostrables racionalmente ni evidentes por naturaleza. El origen de la mayor€a de los c…digos de conducta es el uso largamente establecido: la costumbre (coutume); y varias veces podemos ver c…mo las costumbres llegan a establecerse. Naturalmente, si a los hombres se les pide que digan por qu• siguen ciertas reglas de conducta, la mayor€a contestar‚n que “porque son justas”. Si •sta fuera la verdadera raz…n, todos los c…digos de conducta, todas las leyes y todas las constituciones ser€an iguales en todo el mundo; y es evidente que no ocurre as€: que lo que es justicia de este lado del r€o, es injusticia en la otra orilla, y que, de hecho, la base de autoridad sobre la que se yerguen las leyes es la fuerza del soberano, en el caso de las monarqu€as, o la fuerza de la mayor€a, en los Estados no mon‚rquicos. Los hombres, “al no conseguir que lo justo se imponga, han hecho que lo que se impone sea tenido por justo”. Esto no es decir que no haya justicia, sino que, si no tiene fuerza, la justicia no puede hacerse respetar; por eso, la fuerza contradice a la justicia y dice que ella es la justa; y de este modo, confundidas as€ la fuerza y la justicia, hay por lo menos paz, que es nuestro m‚ximo bien. Pero a los dogm‚ticos no les satisface tal situaci…n, pues se empe„an en proporcionar las demostraciones necesarias para justificar las reglas de la conducta humana, de las leyes y de las constituciones: lo que ser€a excelente si las leyes y las constituciones fueran lo que deber€an ser. Pero eso de justificarlas tal como son, resulta muy a menudo imposible. Los dogm‚ticos ocasionan con sus esfuerzos dos perjuicios: Por un lado, al intentar explicar mediante la justicia las reglas cuya sola justificaci…n es la fuerza, dan a los esc•pticos mil ocasiones de f‚ciles triunfos; por otra parte, al revelar a los ciudadanos sometidos a la ley que lo que est‚n obedeciendo no es la justicia, sino la mera fuerza sin justificaci…n moral alguna, fomentan el desasosiego pol€tico y social. Se ocasionan as€ las revoluciones, que

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acarrean graves males a todos los que las sufren... y, tras ellas, la fuente de autoridad sigue siendo la fuerza, y no la justicia. Lo ‰nico que ha cambiado es que la fuerza ya no est‚ en las mismas manos. Para concluir: la verdad no est‚ en el dogmatismo ni en el escepticismo. No es cierto que todo sea inseguro y que nada sea conocido, puesto que en todos los ‚mbitos se presentan evidentes los principios a la vista de todos los que tengan ojos para mirarlos; y no es correcto decir que toda proposici…n verdadera es

racionalmente demostrable, ya que los principios no est‚n sujetos a demostraci…n y son, sin embargo, verdaderos. El hombre prudente no necesita ser ni Montaigne ni Descartes, pero puede hacer buen uso de las doctrinas de Montaigne contra los que comparten el dogmatismo de Descartes. Pascal nada entre las dos aguas: es esc•ptico para los dogm‚ticos y dogm‚tico para los esc•pticos. ‹Y no ser‚ •ste el fiel retrato de la condici…n humana?.

EL HOMBRE EN EL MEDIO Dios, autor de la Naturaleza, es infinito, y Sus obras llevan naturalmente la marca de Su infinitud. Por esto podemos prever que Su infinitud tiene doble aspecto – el de la magnitud y el de la peque„ez –, y que el hombre mismo, ser evidentemente finito, se encuentra en medio de esos dos infinitos que le exceden y desbordan m‚s all‚ de toda proporci…n. El Universo es infinitamente extenso en el espacio, y nuestro propio sistema solar no es m‚s que un punto apenas perceptible, si se lo compara con la inmensidad del firmamento. “Todo este mundo visible no es m‚s que un vestigio en el amplio seno de la Naturaleza”. Por mucho que lo intentemos, no conseguiremos imaginarnos la inmensidad de las cosas, pues lo que denominamos Universo no es m‚s que un ‚tomo, si se lo compara con el Mundo todo: esa esfera cuyo centro est‚ en cualquier sitio y cuya circunferencia no est‚ en ninguna parte. El hecho de que nuestra imaginaci…n se pierda en tal contemplaci…n, es se„al perceptible del absoluto poder de Dios... y tambi•n una invitaci…n para que el hombre compruebe que est‚ perdido en un peque„€simo rinc…n de la Naturaleza. ‹Qu• es el hombre, abismado as€ en el infinito?. Consideremos, por otro lado, los m‚s diminutos de los insectos conocidos, y hallaremos en ellos sistemas prodigiosamente complejos de peque„€simos miembros, venas en los miembros, sangre en las venas, gotas en la sangre, etc., etc. Y no es esto todo, pues podemos concebir a cada gota como otro Universo, el que a su vez contiene otros, con sus respectivos firmamentos, soles, planetas, y en cada planeta m‚s animales como el de nuestro ejemplo, y as€ hasta el infinito. En este caso, en vez de parecer el hombre un ‚tomo, como cuando se comparaba con el todo, ahora parece un gigante colosal; despu•s de resultar casi imperceptible frente al todo, ahora se ve como un todo, al compararse con esa disminuci…n que lleva a la nada, siempre inalcanzable. El que se

mire de este modo, sentir‚ aut•ntico miedo de s€ mismo; al examinar este revoltijo con que la Naturaleza lo ha largado y verse flotando entre esos dos abismos que son el infinito y la nada, se sentir‚ m‚s aut•ntico contempl‚ndolos en silencio, que someti•ndolos al escrutinio de su curiosidad. Se halla el hombre, por tanto, en medio de la Naturaleza, atrapado entre dos extremos infinitamente distantes; y esto le ocurre en todos los …rdenes de la realidad y del conocimiento. Como ser, apenas es nada comparado con el infinito; pero es un todo, si se lo compara con la nada. Como ser cognoscente, est‚ pendiente de dos inescrutables misterios: el de la nada, de la que fue criado, y el del infinito, en el que est‚ sumergido; ambos – su origen y su fin – est‚n muy lejos del alcance de su vista. En el campo de las ciencias, cada una lo lleva, an‚logamente, hasta el infinito, tanto por el interminable n‰mero de sus problemas, como por sus principios que son precisamente inalcanzables, pues siempre quedan otros m‚s all‚ de los alcanzados, y otros m‚s all‚ de aqu•llos, ya que los principios en que nos detenemos no son m‚s primeros que esos “indivisibles” en que los ge…metras deciden pararse. Si pudi•ramos llegar a considerar uno de esos dos infinitos, en seguida nos encontrar€amos con el otro, pues uno depende del otro; pero ambos se encuentran solamente en ese ser verdaderamente infinito que es Dios. Que el hombre se contemple as€, en ese tremendo medio, sin suficiente ser para captar la infinitud de la grandeza y con demasiado ser para captar la infinitud de la peque„ez. Pascal declara, con frase bien chocante, que “nuestra inteligencia mantiene, en el orden de las cosas inteligibles, la misma categor€a que nuestro cuerpo en el orden de la Naturaleza”. Esta observaci…n le sirve de fuente para interminables consecuencias psicol…gicas y morales: que nuestros sentidos no pueden percibir los extremos de sus objetos, ni el

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extremo calor ni el extremo fr€o, ni much€sima luz ni demasiado poca; que, por eso, el placer excesivo acarrea disgusto; que hasta la verdad excesiva embota la mente... raz…n por la que son tan dif€ciles de comprender los primeros principios; que tambi•n entorpece la mente el ser demasiado ni„o o demasiado viejo, o el haber recibido demasiada instrucci…n o apenas haberla iniciado. En resumen: que los extremos nos resultan como si no existiesen, y nosotros no existimos para ellos. O ellos huyen de nosotros, o nosotros de ellos. La conclusi…n pr‚ctica de estas reflexiones es decisiva para nosotros. Puesto que nada puede estabilizar a este ser finito que es el hombre, suspendido entre esos dos infinitos, lo m‚s

prudente es quedarnos quietos en esta condici…n en que la Naturaleza nos ha colocado. Como el medio que ocupamos est‚ siempre infinitamente distante de ambos extremos, poco importa que tengamos algo m‚s o algo menos de cualquier cosa, incluso de conocimientos; si sabemos un poco m‚s, estaremos algo m‚s elevados en nuestras demostraciones, pero siempre quedaremos a distancia tan infinita del primer principio como siempre estuvimos. Desde el punto de vista de dichos infinitos, todos los finitos son iguales. Tal certidumbre debe ayudarnos a mantenernos en paz, totalmente convencidos ya de las limitaciones inherentes a la naturaleza humana y procurando organizar nuestro vivir de acuerdo con ellas.

DIOS Y EL HOMBRE La propia estructura del hombre es lo que mejor le demuestra la centralidad de su posici…n. Tiene un cuerpo, como las bestias, y un alma, como los ‚ngeles; pero no es ni ‚ngel ni bestia. Es hombre, y hasta tal punto, que no puede pretender hacerse ‚ngel, sin hacerse tambi•n bestia. Esto no quiere decir que los dos elementos componentes de su naturaleza – cuerpo y alma – sean iguales en dignidad; por su cuerpo, el hombre es poqu€sima cosa en la Naturaleza; pero puede equipararse a ella por su mente. Por su ser material, el hombre es tan fr‚gil como una ca„ita; pero es una ca„ita que piensa. Cuesta muy poco quebrarla; pero aunque el hombre sea aplastado por el Universo, seguir‚ siendo m‚s grande que lo que le aplasta, pues sabe al menos eso – que est‚ siendo aplastado –, mientras que el Universo no sabe nada acerca de nada. La grandeza del hombre estriba en su pensar, que es admirable e incomparable por su naturaleza, pero rid€culo por sus defectos. Por esta misma raz…n, la grandeza del hombre puede ser medida por su miseria, y viceversa: sabe que es miserable, y lo es; pero tambi•n es grande, porque conoce su miseria. Como la Naturaleza le ha dotado de grandes deseos de felicidad, ans€a librarse de su miseria. A lograrlo se encaminan todas sus acciones. Algunos hombres van a la guerra con la esperanza de hallar all€ la felicidad; otros huyen de ella por la misma raz…n. Hasta los que se ahorcan, lo hacen por ese motivo. Toda la humanidad se queja: pr€ncipes y s‰bditos, ricos y pobres, viejos y j…venes, eruditos e ignorantes, enfermos y sanos, de toda edad, pa€s, condici…n y •poca... nadie est‚ satisfecho con su suerte y situaci…n. Debe haber una raz…n de la universalidad de ese deseo, unido siempre a la incapacidad de

satisfacerlo. Tal raz…n es: que el hombre posey… en cierta ocasi…n la verdadera felicidad, de la cual s…lo le queda ahora el recuerdo y el lugar vac€o; por lo que todos sus esfuerzos tienden a llenar ese vac€o y a recuperar lo perdido. Lo intenta permanentemente, mediante toda clase de placeres, juegos, entretenimientos y diversiones que apartan su atenci…n de su constante sentimiento de vac€o; pero nada lo llena realmente. Es que lo que el hombre posey… y ahora le falta es la perfecta felicidad; y los objetos finitos de que ahora dispone no compensan la p•rdida de aquel bien infinito, que es lo ‰nico que puede colmar sus ilimitadas ansias. Como •l mismo es cambiante y finito, el hombre halla en su coraz…n un infinito abismo, que s…lo un objeto inmutable e infinito puede llenar. Y tal objeto es Dios. Este problema, suscitado por la filosof€a, encuentra as€ su soluci…n en la religi…n. Los fil…sofos reh‰san con frecuencia aceptar tal soluci…n, entre otras cosas, porque no pueden hallar una satisfactoria demostraci…n de la existencia de Dios. Es que la verdad de la existencia de Dios es un principio, no una conclusi…n. Que hay Dios es una de las proposiciones que se perciben por “corazonada”, o ll‚mese como se quiera esa facultad del alma, innata en nosotros, por la que la Naturaleza nos revela las verdades fundamentales, sin las cuales la vida humana es insufrible, por no decir imposible. Y porque tal sentimiento se ha ido apagando en el coraz…n del hombre, el propio Dios se ha revelado, haci•ndose perceptible al coraz…n humano – y esto es la fe –, aunque no a su raz…n. De ah€ que el hombre conozca con perfecta certeza la existencia y nombre del bien que perdi…. Paralelamente, la religi…n le ense„a al hombre c…mo perdi… ese bien. La doctrina del pecado

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original es la ‰nica respuesta satisfactoria al enigma de la presente condici…n humana, pues ninguna otra cosa puede explicar las contradicciones inherentes a la actual naturaleza humana. La grandeza del hombre es la imagen de su Creador en •l, y su miseria es el efecto de aquel pecado. “Es aterrador que el misterio m‚s lejano de nuestro conocimiento – la transmisi…n de tal pecado –, sea algo sin lo que no podemos tener de nosotros mismos conocimiento alguno”. Por supuesto que eso es un misterio. Para nuestra raz…n es muy dif€cil comprender c…mo el pecado de Ad‚n ha podido hacer culpables a los hombres subsiguientes, tan extra„os a tal pecado; pero si suponemos que es as€, lo dem‚s ya resulta claro: “que el hombre es m‚s inconcebible sin este misterio, que lo que este misterio tiene de inconcebible para el hombre”. Por ‰ltimo, y tan importante como la anterior: si la religi…n que aceptamos es el cristianismo, aprenderemos el remedio de nuestras desgracias a la vez que su causa. Pascal intenta presentar una completa apolog€a del cristianismo, incluyendo todos los argumentos tradicionales en pro de la divinidad de la religi…n cristiana: milagros, profec€as, etc. Sus Pensamientos exponen muchos de los argumentos de tal demostraci…n; pero aqu€ estamos especialmente interesados en el impacto de la fe cristiana sobre las posiciones filos…ficas de Pascal. En tal sentido, no hay que olvidar que el problema filos…fico fundamental para •l es el de la permanente oposici…n entre el escepticismo y el dogmatismo. Tal oposici…n sigue porque ninguno de los dos ha sido capaz de vencer al otro, y la raz…n de ello es lo que m‚s sorprende a Pascal de esta contienda. M‚s aun: probablemente nunca hubo un esc•ptico total, por la sencilla raz…n de que, si un esc•ptico tomase en serio sus argumentos, no podr€a sobrevivir. En cambio, la perpetuaci…n del dogmatismo, a pesar de su incapacidad de lograr

conclusiones verdaderamente demostradas, es la se„al segura de que algo queda en el hombre de un estado de perfecci…n que perdi…. Pero el haber explicado as€ esta posici…n no la da por salvada. Hay un ‰ltimo y supremo misterio que ha de liberar al hombre de esa su €ntima contradicci…n, fuente de muchas otras: Jesucristo y la gracia aportada por la Redenci…n dan la ‰nica respuesta completa que tiene este problema. Expliqu•mosla filos…ficamente: Algunos hombres – los dogm‚ticos del grupo estoico – consideran incorrupta a nuestra naturaleza, por lo que no pueden evitar refugiarse en el orgullo; otros, como los pirr…nicos o esc•pticos, consideran que la actual corrupci…n de la naturaleza humana es su condici…n normal, con lo que nos deja ir perezosamente por el camino del mal sin luchar contra •l. S…lo la religi…n cristiana es capaz de liberar al hombre de esos dos viciosos extremos; y no lo har‚ eliminando al uno por medio del otro, como ha intentado vanamente hacerlo la terrenal ciencia de los fil…sofos, sino que expulsar‚ a los dos a la vez gracias a la divina simplicidad del Evangelio. S…lo la religi…n cristiana “ilumina al justo, a quien eleva hasta hacerle part€cipe de la divinidad misma, para que, a la vista de tan sublime estado, se libre de la fuente de corrupci…n que le expone, durante toda esta vida, al error, a las desgracias, al pecado y a la muerte; y al propio tiempo recuerdo con firmeza, hasta a los hombres m‚s imp€os, que todos son susceptibles de recibir la gracia del Redentor. Y despu•s de todo esto, a„ade Pascal como confidencialmente: “‹Qui•n puede negarse a creer y aceptar estas luces celestiales?”. S…lo el autor de tal filosof€a pod€a escribir, junto con sus ensayos sobre el m•todo de la geometr€a, las sublimes p‚ginas de El misterio de JesÑs, y llevar cosido en el forro de su traje, como permanente recuerdo de su m‚xima experiencia m€stica, el Memorial.

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