Mujer y género en América Latina
2007
Ensayo 4
Transiciones conflicto - pos conflicto desde una perspectiva diferencial: Subjetividad Femenina, Violencia y Memoria Este ensayo se constituye como exploración de un conjunto de hipótesis en construcción respecto mecanismos de subjetivación desplegados por hombres y mujeres frente a las crisis de humanidad derivadas de la aplicación de violencia de manera sistemática en la construcción o fijación de determinados ordenes sociales.
En particular este ensayo se pregunta por la posibilidad del
reconocimiento de mecanismos de subjetividad femenina en procesos de transición conflicto - pos conflicto, particularmente respecto a la construcción de memoria sobre el daño y la pérdida. Para abordar esta pregunta partiré de una reflexión sobre las implicaciones psicosociales de los procesos de transición conflicto - posconflicto. En segundo lugar se planteará una discusión sobre los procesos de construcción de memoria y sus implicaciones sociales y subjetivas. Desde allí asumiré un enfoque analítico sobre el cual se explora la hipótesis inicial, esto es, la del feminismo de la diferencia o de la subjetividad diferencial. Finalmente se desarrollan algunas consideraciones sobre las agendas pendientes en asuntos de género en los procesos de transicionalidad. 1. Aspectos psicosociales en los procesos de transición: el reconocimiento del daño y la pérdida. Los procesos de transicionalidad comportan una noción de justicia contemporánea enmarcada genealógicamente en los procesos de rupturas políticas y redificiones estatales que producen las guerras, conflictos y dictaduras del siglo XX. La justicia transicional tiene componentes morales, políticos y legales que configuran el marco básico de regulación de la transición hacia la paz y la democracia, el enjuiciamiento de los responsables de graves violaciones de los derechos humanos, las formas de reparación de la victimas y las políticas de reconciliación nacional. En ese orden de ideas, la justicia transicional tiene que hacerle frente a las formas jurídicas y políticas de tramitar las violaciones masivas de derechos humanos, en esa tarea se ha vinculado la justicia transicional a las prácticas de la justicia restaurativa. La justicia restaurativa tiene como objetivo responder al crimen desde un trípode formado por la responsabilidad, la restauración y la reintegración. Así, el autor del delito responde por su crimen, la víctima es reparada por los daños y pérdidas sufridas –situación en que se entiende superada la condición de víctima- y el criminal es objeto de reintegración al contexto social y comunitario, sin perder de vista que ese ámbito asociativo fue dañado por la comisión de un delito. Los procesos de transición y de reparación desde la perspectiva psicosocial, asumen que los daños y las dinámicas provocadas por la guerra, se articulan a los procesos históricos de configuración Preparado por: Sandro Jiménez
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particular de la comunidad y de manera especial, a los aspectos culturales que dotan a la comunidad de formas particulares para leer, entender, explicar y actuar frente a los hechos de violencia. Así las situaciones vinculadas a la violencia política, provocan sufrimiento y malestar emocional, por lo que el enfoque psicosocial busca identificar los mecanismos que lo disminuyan a partir del despliegue de recursos (apoyos) individuales y colectivos, internos y externos. A ello se agrega la necesidad de advertir, que tampoco es posible homogenizar el daño, el sufrimiento y las respuestas para todos los miembros de la comunidad (no todos y todas sufren y enfrentan de la misma manera), pues hombres, mujeres, adultos, jóvenes niños y niñas, aunque comparten un mundo de significados, que les permite reconocerse y ser reconocidos como parte de una comunidad, son seres únicos, con trayectorias y experiencias vitales particulares que los dotan de mas o menos recursos y soportes y que les permiten incorporar de diversas maneras la experiencia a sus vidas. Desde esta perspectiva, se intenta romper con las dicotomías y separaciones radicales propias del pensamiento cartesiano que diferencian y hasta contraponen las categorías, cuerpo- alma, salud mental - salud física, individuo – colectivo y que “... concibió lo humano dividido en compartimentos estancos” (Najmanovich, 1995: 52). 2. La memoria y el olvido De otro lado partimos de dos de los aspectos mas controversiales, en las experiencias del reconocimiento del daño y la reparación, en los procesos de transición hasta hoy documentadas, la memoria y el olvido; y con ellos la dimensión subjetiva de lo político 1. Es necesario profundizar en las implicaciones que tienen estas dos categorías en los escenarios de verdad, perdón y reconciliación y en las búsquedas de justicia reparativa en el marco de la denominada paz social. En la conjugación de estos dos escenarios recobra importancia la pregunta por el significado de las pérdidas y los daños, en términos de lo reparable y de lo irreparable, en donde esto último entra en el dominio de la memoria y el olvido. Al igual que la memoria, el olvido se puede abordar a nivel personal, social y jurídico. En este sentido el olvido y la memoria se pueden tratar tanto desde el sujeto como desde el agente. En el primer caso se reconoce lo psicológico y lo fenomenológico, mientras que en el segundo se supone la interacción entre lo social y lo político. Veamos algunas reflexiones desde el sujeto que recuerda o que olvida. Lira (2001) resalta que el saber sobre lo traumático ha mostrado que las experiencias vitales de amenaza percibidas como amenaza de muerte, alteran el funcionamiento del registro de la memoria, 1
la aplicación de esta categoría en el ámbito de esta discusión refiere los conflictos de identidades y los antagonismos de representación (Richard, N. 2001)
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generando un olvido masivo que encapsula la totalidad de la experiencia o por el contrario, sobre amplifica la memoria haciendo literalmente inolvidable lo vivido, en sus detalles y significaciones. Aparece, así, imponiéndose el recuerdo una y otra vez, en un presente interminable, que no acaba de cerrar la experiencia invadiendo dolorosamente la vida del sujeto. Todas las investigaciones en este campo conducen a identificar que el psiquismo busca reencontrar su bienestar en intentos espontáneos, aunque muchas veces infructuosos, de cerrar la experiencia penosa y restablecer el equilibrio perdido. Correr el velo del olvido o dictar leyes de olvido han sido expresiones que vienen desde el siglo 19 y que han formado parte del discurso político en el pasado, generando la expectativa que los grandes conflictos de la sociedad se resolverían sin intentar resolverlos, dejando que el tiempo extinguiera la memoria, asumiendo que el olvido pacificaría los ánimos y las pasiones. Sin embargo esta proposición ha demostrado sus limitaciones tanto a nivel psicológico como político. Lira (2001: 45,46) El reconocimiento de tal emocionalidad del olvido o de la memoria, obliga también a destacar las profundas marcas de esa emocionalidad en las subjetividades individuales y colectivas de las sociedades en transición hacia la reconciliación y el perdón, como el último hito de construcción de memoria en donde se asume la posibilidad reflexiva del no olvido del olvido. El conflicto fundamental aparece en los intentos de manipulación de tales dinámicas de memoria y olvido. Para quien atravesó todas las secciones de configuración y refiguración narrativa, desde la constitución de la identidad personal hasta las identidades comunitarias que estructuran nuestros vínculos de pertenencia, el peligro principal, al término del recorrido, está en el manejo de la historia autorizada, impuesta, celebrada, conmemorada – de la historia oficial – El recurso al relato se convierte así en trampa, cuando poderes superiores toman la dirección de configuración de esa trama e imponen un relato canónico mediante la intimidación o la seducción, el miedo o el halago. Se utiliza aquí una forma ladina del olvido, que proviene de desposeer a los actores sociales de su poder originario de narrarse a si mismos. (Ricoeur, 2000: 572) Qué sucede, entonces, con el supuesto deber del olvido como condición para acceder a la paz social?
La proyección hacia el futuro de modo imperativo es tan incongruente para el olvido como
para la memoria, semejante orden equivaldría a una amnesia obligada. Si ésta pudiese salir adelante finalmente – y, por desgracia, nada impide flanquear la débil línea de demarcación entre amnistía y amnesia -, la memoria privada y colectiva sería desposeída de la saludable crisis de identidad, que permite la reapropiación lúcida del pasado y de su carga traumática. Más acá de esta prueba, la institución de la amnistía sólo puede responder a un deseo de terapia social de urgencia, bajo el signo de la utilidad, no de la verdad. (Ricoeur, 2000: 581)
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3. El feminismo de la diferencia o la subjetivación diferenciada en la construcción de memorias Hasta aquí, se ha presentado el encuadre situacional sobre el cual se plantea la pregunta por la manera en que la posicionalidad, la emocionalidad, y desde ellas. la memoria, se asume como manifestación diferenciada en concordancia a un modo de subjetividad femenino. Esta hipótesis se plantea en diálogo con Luce Irigaray y la corriente de pensamiento del feminismo de la diferencia, en donde esta autora es una de las piedras fundantes de este discurso. Su planteamiento parte de una posición radical y tremendamente provocadora, según la cual las mujeres han sido tradicionalmente asociadas con la materialidad y la naturaleza, ello a expensas del reconocimiento de una posición femenina como sujeto. En ese sentido esta autora sostiene que las mujeres aparecen en condición de sujeto sólo cuando se asimilan a la subjetividad masculina. De ahí que su argumento central es que esta condición denota la ausencia histórica de una posición del sujeto femenino y con ello la ausencia de una verdadera diferencia sexual. (Donovan: 2006)2 La importancia de este planteamiento es que la subordinación de las mujeres no se entiende sólo como producto de una tradición económica o una tradición cultural en donde la desigualdad es considerada producto natural del camino hacia el progreso – para el primer caso - ó como derivado de la reproducción ideológica de la domesticación femenina – para el segundo escenario - Muy al contrario, la subordinación es producto de que en la cultura occidental sólo existe un tipo de subjetividad, y esta es la masculina. Este argumento se sustenta en las formas de representar y de lenguar la manera en que entendemos y hacemos mundo. Para Irigaray, dado que la dominación masculina a definido la cultura occidental por siglos, el cambio sólo podrá venir de una nueva forma de subjetividad, no moderna y no ligada a la idea de un sujeto trascendental. Ella sugiere el paso de la lógica del amo/sujeto/hombre – esclava/otro/mujer, hacia otra donde tenga lugar modos diferenciados de sujetos y de subjetividad. Una discusión aplicada, derivada de la postura de Irigaray es la que desarrolla Cockburn (1999) al afirmar que: “Though the abstract term ‘gender’ is not much used in everyday speech, traditional perceptions of women and men, and of the relation between them, are everywhere inevitably ‘gendered’ perceptions. Though with varied inflections from one culture to another, a difference between men and women is normally emphasised. It is often represented as natural, rooted in biology and confirmed in history. Sex roles and responsibilities are accepted, even idealised, as contrasted and complementary. Gender blindness is the oddity that needs explaining. It derives from a relatively recent and rather unconventional ideology of ‘sex equality’, whose exponents say 'it makes no difference whether you are a woman or a man’. A stress on similarity of men and women, and equality between them, is associated with 20th century modernism, liberalism 2 Tomado de: The Internet Encyclopedia of Philosophy (http://www.iep.utm.edu/i/irigaray.htm). La traducción es del autor. Preparado por: Sandro Jiménez
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and individualism. It is an important ideal. But deploying the concept often obscures the fact that in practice gender differentiation and male power live on” (Cockburn, 1999: 2) Posiciones en esta misma línea, aplicadas al caso en discusión, como la planteada por Veena Das (2000: 205) citando a Butler (1997) y Mohanty (1993) afirma que en varias contribuciones recientes en la teoria de la subjetividad, se argumenta que la experiencia del surgimiento el sujeto esta ligada en distintas formas a la experiencia de la subyugación. Desde allí, Das afirma que en muchos de los discursos de poder - asociados a escenarios de conflicto y violencia – han generado formaciones discursivas según la cual se reconoce determinado tipo de subjetividad asociada a las mujeres en su condición de víctimas. Esto implica que la formación de la posición de la mujer como sujeto, fue determinada inicialmente por este tipo de construcción y no por ellas mismas. A pesar de ello, Das considera que si bien las mujeres hablan desde estas posiciones predeterminadas, que les asigna un lugar para el duelo sobre la perdida, al mismo tiempo ellas construyen posibilidades de narrar la violencia y los daños tanto desde esos lugares como fuera de ellos. (Das, 2000: 205). En este escenario la formación del sujeto como un sujeto diferenciado por el genero, es un modelo complejo que se construye sobre múltiples transacciones entre la violencia del momento originario y la violencia como continuo marcador de las relaciones que crea un tipo de atmósfera de la que no se puede escapar, no se puede salir (Das, 2000: 208). Este escenario pone el reto de la deconstrucción de si mismo, al lado de la articulación del trabajo de reparación desde otras narrativas y otras memorias. Estas formaciones alternativas en la narración y en la construcción de memoria es retomada por Jelin, cuando afirma que existe diferencias manifiestas en el contenido de las narrativas – y con ello en la posición subjetiva - entre los testimonios de hombres y mujeres víctimas de las dictaduras en el cono sur. Esta autora plantea que las mujeres tienden a recordar la vida cotidiana, la situación económica de la familia, sus miedos, los sentimientos de inseguridad.
Según Jelin, refiriendo la postura de
Leydesdorff, Passerini y Thompson (1996), las mujeres recuerdan el marco de las relaciones familiares, porque el tiempo subjetivo de las mujeres esta ligado a los hechos reproductivos y a los vínculos afectivos. (Jelin, 2002: 108) Pero dicha evidencia sería apenas circunstancial no se profundiza en los elementos sobre los cuales podemos estructurar y comprender las manifestaciones diferenciadas desde posiciones de sujetos diferentes ante los escenarios de violencia y de transición. A este respecto Cockburn (1999) nos propone tener en cuenta los siguientes elementos para articular análisis mas rigurosos basados en la diferencia sexual o de género: “I take a gendered look at four moments in the cycle of peace and war. In each of them gender relations can be seen producing effects through three interrelated things. First, the bodily Preparado por: Sandro Jiménez
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specificity of males and females; second, their characteristic roles in society; and third the gender ideologies in play. A gender analysis like this throws up (as we have already seen it tends to do) numbers and probabilities due to sex-distributions (more men here, more women there). But always these take on meaning through more abstract, but no less powerful, phenomena at work in each situation (and in my story telling): gendered imagery and representations, gendered ethical imperatives and political possibilities” (Cockburn, 1999: 5) 4. Consideraciones sobre las agendas pendientes en asuntos de género en los procesos de transicionalidad. Hasta ahora se han planteado los aspectos que se ponen en juego en un proceso de transición conflicto – posconflicto, particularmente en lo referido al daño, la perdida y la memoria de las huellas de la violencia. Se mencionó como este proceso tiene aspectos macro de decisión política, pero que finalmente el proceso no se completa si no pasa por la articulación de subjetividades al proceso de construcción de la paz. Estas subjetividades se manifiesta con diferencias de género en términos de la posición de los sujetos, del reconocimiento de modos de subjetivación diferenciados y de formas de narración y de construcción de memoria en igual sentido. Con todo esto parece que sigue abierta la pregunta por la forma en que estos procesos descritos afectan o son tomados en cuenta en los procesos de transición. En primer lugar es claro que el papel de las mujeres ha sido clave en los movimientos que han conducido a la apertura de procesos de transición y en la exigencia por procesos de justicia, verdad y reparación integrales. Ejemplo de ello son “The Women’s International League for Peace and Freedom” desde 1915, las madres de la manifestación ante la sede Yugoslava del Ejercito en 1991, las madres y las abuelas de la plaza de mayo, la presión por el reintegración familiar de las mujeres guatemaltecas y un ejemplo muy significativo es el movimiento “Women in Black” quienes reconocen que a pesar de que las mujeres no se pueden considerar como esencialmente pacifistas, si han podido escapar a las formas de socialización – y subjetividad – masculina – proclive a la agresión y la confrontación – lo que les ha permitido actuar con mayor libertad en movimientos pacifistas y de solución no bélica de los conflictos. (Cockburn, 1999: 14) Lo que esto ha permitido, es que las mujeres hayan aparecido en la escena pública como portadoras de la memoria social de las violaciones de los derechos humanos.
Según Jelin, su
performatividad y su papel simbólico tienen una carga ética significativa que empuja los límites de la negociación política (Jelin, 2002: 115) En este escenario la posicionalidad femenina parecen ser la fuerza mas importante ante el dominante discurso masculino de la transición hacia la paz, esto es, borrón y cuenta nueva, Preparado por: Sandro Jiménez
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característico de los procesos de memoria social que se construyen sobre perdones y olvidos impuestos, en donde las víctimas, se vuelven marginales a dicha construcción, pues pierden su condición de sujetos y pasan a la de beneficiarios de indemnización – en el mejor de los casos – o a obstáculos en los procesos de reconciliación y pacificación. Muchas de esas víctimas marginadas son mujeres, y como lo hemos visto aquí, no sólo porque la demografía de la guerra indique que la mayoría de muertos son hombres y por ende la mayor proporción de víctimas vivas son mujeres; sino porque ellas no son reconocidas en condición de sujetos, pues al final de muchos de los procesos de transición conflicto posconflicto, ni siquiera les reconoce el derecho a la construcción de memoria, pues son otros los que definen qué recordar, cómo recordar, pero sobre todo quién puede recordar y a quién se puede recordar, en este proceso es asimilada a la subjetividad de quien impone la memoria y el olvido y con ello pierde con posibilidad de ser sujeto de la memoria. Para finalizar asumo el llamado de Cockburn, no sólo como agenda política, sino como agenda de investigación: “What are the implications of this feminist gender analysis for action to avert war, stop violence or heal societies after bloodshed? In principle, as we have seen, gender consciousness calls for a sensitivity to ‘difference’. It invites us to see how women and men may be positioned differently, have different experiences, different needs, different strengths and skills; and how in different cultures these differences have different expressions. Secondly, it invites us to notice gender relations – to see how they shape institutions like the family, the military, the state; how they intersect with relations of class and ethnicity; to see how power, oppression and exploitation work in and through them. And not only, of course, to see. It invites us to act for transformative change.” (Cockburn, 1999: 20)
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Bibliografía: Cockburn, C (1999). Gender, Armed Conflict and Political Violence. Section 2 Workbook/Readings/3, Department of Sociology City University London Das, V (2000) The act of witnessing: violence poisonous knowledge, and subjectivity. En: Das, Kleinman, Ramphele y Reynolds. Violence and subjectivity, Berkley: University of California Press. Pag. 205-225 Donovan, S (2006), Biografía comentada de Luce Irigaray. En:
The Internet Encyclopedia of
Philosophy, URL: http://www.iep.utm.edu/i/irigaray.htm, descargado el 21 de marzo de 2007. Jelín, E (2002)
Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo XXI Editores. Pag. 99-115.
Lira, E. (2001). Memoria y Olvido. En: OLEA, Raquel y GRAU, Olga (Comp) (2001) Volver a la Memoria. Santiago de Chile: Colección Contraseña, Estudios de Género. LOM Editores. Najmanovich, D (1995) El lenguaje de los vínculos. De la independencia absoluta a la autonomía relativas. En: Dabas E y Najimanovich D. Redes el lenguaje de los vínculos, Barcelona: Paidós Ricouer, P. (2000) La Memoria, la Historia, el Olvido. México: Fondo de Cultura Económica. Richard, N. (2001). Recordar el Olvido. En: OLEA, Raquel y GRAU, Olga (Comp) Volver a la Memoria. Santiago de Chile: Colección Contraseña, Estudios de Género. LOM Editores.
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