Fentra - Borrador.docx

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“Fentra” – Gonzalo Seudo Capítulo 1Corría un día cualquiera, en la capital del Río de la Plata. Llovía en Colonia, desde el aula se podía escuchar el tránsito de la sobrepoblada ciudad. Yo sentado en clase de Sociología, con el famoso Profesor de Sociología. Por algún motivo nos prohibían saber su verdadero nombre, pero eso pasaba con todos, no sólo con el de esta materia. Este era famoso por, sobre todos los demás, tener calidad para dejar caras rojas de alumnos que él consideraba “imbéciles”. La única cara que no habíamos visto roja de los golpes era la Marcos. Porque es negro, claro está. Proseguía el monólogo del quien apodábamos Manolo. Qué original, je. El tipo nos hablaba de que hacía ya 52 años que había llegado la época superior, que antes de ello había barbarie y carencia tecnológica pero paz y harmonía entre los humanos. Nos contaba que habían llegado los Fentranos, cuyo único objetivo era arruinar a la humanidad, pero que gracias a la acción militar de los héroes de la Gran Guerra habíamos logrado subyugar a los invasores, que debían pagar por ello. Y que por eso debían trabajar para los humanos por toda su vida. Todos oían y anotaban sin pensar. Lo único que queríamos era aprobar e irnos, y si era posible evitar tantas “piñas” como pudiéramos, era cómico como Marcos le decía a las cosas. Todos hacían lo mismo excepto uno. Pawel se levantó de su asiento, como dispuesto a hacer algo. Lo mirábamos con cara de loco: interrumpir una clase de cualquiera era ya un insulto. Interrumpir una de Manolo.... que las Fuerzas te cuidaran. -“Profesor, ¿Qué más se sabe de la era de la barbarie?”-Dijo mi amigo. -“Nada que no se haya visto en la clase, Marowski, siéntese antes de que lo siente yo.”-Respondió autoritariamente. -“Pero, Profesor, este es nuestro último año, y todo lo que hicimos hasta ahora es ver en detalle la Era Superior. Todo lo que sabemos de la Barbarie es que terminó hace 52 años, después de la Gran Guerra. ¿Qué era de la humanidad antes? ¿Quiénes eran nuestros abuelos? ¿Y nuestros bisabuel...?Pawel no llegó a terminar esa frase. Un golpe seco, agudo, sonó en su blanca, pálida cara. -“Le dije que se callara y se siente una vez. Yo no advierto dos veces, Marowski. Estoy decepcionado, pensé que usted tendría futuro. Pero se ve que nada ha aprendido desde que está acá. La barbarie se llama barbarie por algo, Marowski.” Dijo el Profesor, propinándole otro golpe, este en el abdomen. Pawel se acomodó y sentó como si nada hubiera pasado. -“Paw, ¿estás bien?”- Pregunto Lowena, siempre preocupada. -“Sí, Lowa, calma, ni mi hubiera levantado si no sabía lo que venía.”-Dijo sin alarma Pawel. -“¡Siallen, cállese! ¿O usted necesita que le haga entender las reglas, al igual que su compañero?”- Le exclamó Manolo a Lowa, asustándola. No hubo respuesta. El profesor prosiguió con la clase. La verdad es que Pawel tenía razón, nunca habíamos visto más que eso. Clases que hablaban maravillas de todos los gobiernos, que eran perfectos e indiscutibles, que

había que exterminar a los fentranos pero sólo una vez que pagaran su condena, que la humanidad tenía derecho a decidir cuándo era ese momento. Me enfadó eso, la verdad es que poco me importaban los fentranos, pero el hecho de que el Profesor se negara a responder una duda simple me irritaba. Y pegarle a Pawel, que es mi amigo desde tiempos inmemoriales, era un plus: estábamos acostumbrados a que nos “fajaran”, pero este caso no creo que lo ameritara. Entre otras cosas que habíamos visto una y mil veces en Sociología estaba la Gran Guerra. Promediando los últimos días de Barbarie, una raza alienígena invadió la tierra con el sólo propósito de subyugar a la humanidad para seguir dominando el universo que conocían. Pero la humanidad había dejado sus diferencias de lado para aliarse y así poder acabar con la amenaza, y para pagar su deuda los extraterrestres, que venían de Fentra, debían ser esclavizados hasta que la humanidad decidiera ponerles fin. La gente los odiaba, y el que simpatizaba con los esclavos era un paria social. El mundo se reorganizó tras la guerra, y al Río de la Plata llegó una inmigración enorme de Europa. Con Buenos Aires en ruinas y Montevideo siendo poco más que una barraca con vista al río, no sorprende que mudaran la capital a Colonia del Sacramento. Pasó de ser un lindo pueblito a... una ciudad enorme, gigantesca, en cuestión de 15 años. Las condiciones ecológicas son una lucha constante: el río se protege con el alma, pero la sobrepoblación es difícil de manejar. Ya nadie le prestaba atención a Manolo, que se había cebado hablando de los esclavos y no podía parar de hablar mal de ellos, haciendo un verdadero show que de no ser por el miedo que imponía, habría dado risa. Lowa se mordía las uñas esperando a que la clase terminara, quería hablar con Pawel. Siempre preocupada, mi querida. El timbre tocó y Lowena no se hizo esperar: -“Paw, hay un golpe muy fuerte en la cara, ¿estás seguro de que estás bien?”-“Sí, no hay problema Lowa, ya ni nos duele. A los chicos nos pegan mucho más. Ni siquiera tengo sangre, solo unos dedos marcados, pasa.”- Respondió Pawel -“Mal che, ya estamos re acostumbrados a que nos fajen... uno de estos días nos vamos a romper las pelotas y los vamos a re cagar a piñas. Ya van a ver...”- Dijo Marcos -“¿Para que nos venga a buscar la policía y nos lleve a todos a laburar como esclavos? Prefiero que nos peguen. Igual me enoja que le peguen a Paw, no hizo nada.”-Dije yo. -“Jave, se fueron al carajo...”-Me dijo Marcos. Los 3 esperábamos la traducción.-“...osea, fue muy exagerado.” Marcos hablaba un español más informal, típico del Río de la Plata, porque era el único que no era hijo de inmigrantes, su mamá había nacido en La Plata, y su “viejo” nunca nos lo quiso revelar. Pawel era hijo de polacos. Su apellido, Marowski, lo delataba. Lowa era de mamá rusa y papá noruego. Yo soy hijo de serbios, aunque los abuelos eran de otros países creo. La clase siguiente no la tuvimos, en su lugar vino un tipo uniformado como la policía para hablarnos de los esclavos. No dudé y al momento que vi al oficial me acerqué a Marcos para preguntarle cómo se le decía a la policía en su familia. Marcos río.

-“Je, la yuta o la cana. Ni idea de por qué.”-Me respondió, con su típica “ye”. Antes de que empezara la clase, pasaron lista de nuevo. -“¿Jave Damer Levic?” -“Acá”-Respondí. El policía, de tonada nativa, empezó a hablar. -Muchachos, vengo a hablar de un tema serio. Se sabe que últimamente hubieron escapes de esclavos en los campos cercanos. Hoy vamos a mostrarles cómo proceder en caso de tener un encuentro cercano con alguno. Básicamente fue una hora de charla acerca de que son criminales por naturaleza, que no van a dudar en matarte o robarte porque somos humanos y nos odian. Nos dieron un repaso sobre leyes básicas, que no se puede asilar o simpatizar ni tener contacto con ningún fentrano a excepción de que sea para subyugarlo hasta que la policía lo arrestase, que matarlos no era un crimen y hasta podía ser recompensado, y que quebrar las leyes anteriores puede hacer que pierdas tu status de humano y seas mandado a trabajar como esclavo como los otros fentranos. Eso era nuevo. Después el tipo quiso hacer la cosa interesante y armó una ronda de preguntas. No estábamos acostumbrados a contribuir a la clase, así que muchos hablaron gustosos. Como siempre, Lowa no tardó en aparecer. Siempre tiene anécdotas por contar, aunque no la hayas visto por 10 minutos. -“Yo vi como arrestaban a un fentrano en directo... fue aterrador, pensé que lo iban a matar frente a mis ojos.”-Dijo mi amiga. El policía se sonrió. La verdad es que la gran mayoría sabía todo lo que iba a decir el oficial, a excepción de lo de ser mandado a trabajar con los fentranos. Ya empezaba a llover torrencialmente. Yo nunca había visto de cerca a un fentrano. Una vez en una excursión con la escuela pasamos por al lado de un campo de trabajo y vimos unos a la lejanía, pero no llegué a apreciarlos. Es más, si no me lo decían probablemente podría haberlos confundido con algún animal. Yo me preguntaba a veces si el castigo a los fentranos no era exagerado. Si no se “iba al carajo”, como diría Marcos. Pero realmente se sabía tan poco que hasta los 11 años pensaba que eran un cuento para asustar a los chicos, así que hacer algo por ellos era una locura. Se terminaba el día bajo una lluvia intensa. Saludé a Lowa, Pawel y Marcos, tomé mis cosas y arranqué hacia mi casa. Sería una tarde de descanso, realmente no tenía nada que hacer. Mi casa quedaba a 11 cuadras de la escuela, así que sin importar cuán malas fueran las condiciones yo iba caminando. Arranqué por Saravia hasta Av. Herrera. De ahí seguí una cuadra más y giré en Zufriategui hacia la ruta 21. Eran 2 cuadras, normalmente tomaría directo la 21 en la rotonda pero los días de lluvia me gustan y decidí hacer unas cuadras demás. Antes de la 21 había una intersección con Spikerman. Y ahí fue. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue cómo diablos, estando a metros de una escuela, en donde un efectivo policial estuvo dando charla, podía estar ella. Bajo un gran árbol, al lado de un edificio nuevo que acababan de construir y todavía no habían inaugurado. Tez azul oscura, pelo azul,

ojos naranja radiantes... dedos sin uñas... cara rara, distinta a la humana. Llorando, andrajosa, muerta de frío, y con una herida en el brazo, segregando un líquido oscuro que supongo, sería su sangre. Verdaderamente no veía el peligro en esa criatura, y no estaba en contra del sistema como para asilarla a propósito... pero verla así me tocó mis fibras más intimas. No podía denunciarla, no era humano. Contra todo lo que me dijeron en la vida me acerqué. La fentrana se sobresaltó asustada. -“Calma, no pasa nada.” – Dije, aunque no estaba seguro de que hablara, y menos español. Se quedó inmóvil. -“Tu brazo parece lastimado... ¿Te duele mucho?”-Le dije. -“No te preocupes, la piel fentrana cicatriza en 4 horas.”-Me respondió, aclarando mi duda. -“No pregunté eso, ¿te duele?”-Dije yo. -“Sí, muchísimo...”-Me dijo con los ojos llenos de lágrimas. -“Acercate”-Le dije. No supo qué hacer. -“Sin miedo, no voy a hacerte nada”- La alenté. Finalmente decidió confiar en mí. Saqué unos pañuelos de papel de mi mochila, que no tardaron en mojarse con la lluvia. Improvisadamente, lavé su herida. -“¿Te sientes bien? ¿Frío? ¿Hambre?”-Le pregunté. Los hijos de inmigrantes variábamos entre español más rioplatense y más neutral de forma vaga. -“¿Porqué te preocupás tanto por mí? Soy fentrana, ya lo que estás haciendo es un delito...” -“No me parece bien que una... criatura sean tan maltratada. ¿Vos hiciste algo malo?”-Le pregunté -“No... Nací en un campo, y me escapé hace unas horas. Muchas de las cosas a mi alrededor no sé ni qué son ni para qué sirven.”-“¿Y entonces por qué te castigan? Vos no elegiste ser fentrana. No son tan distintos a nosotros...”Se largó a llorar fuertemente. La abracé como abracé a Lowa cuando se murieron sus padres. Estaba mintiendo como los mejores. Esos argumentos los inventé en el momento... la verdad es que nada más quería hablarle. Me sentía especial y además, era muy linda... Me sonrió emocionada, de nuevo con lágrimas en los ojos. -“Sí, tengo frío y sueño. Hambre no, ya había comido hoy.”-“OK, mirá... si te quedas acá, aunque por alguna rareza no te agarren, te vas a morir de frío o de hambre a la larga. Toma mi abrigo y cúbrete la cara con esto.”-Le di más pañuelos de papel-“Salí por esta calle, que es la ruta 21, haz una cuadra para la derecha y toma la primera calle a la izquierda...”-“No te entiendo”-Me confesó.

-“Eso, lo negro, es el pavimento, la calle... cada línea es una calle distinta, tienen nombres. Lo que no es pavimento es vereda, y cada vereda entre dos calles es una cuadra. ¿Se entiende?”Asintió convencida. Me di cuenta de que aprendía rápido: le pregunté a ver si me había entendido y me explicó con fluidez. -“OK, vamos de nuevo. Salí por esta calle, que es la ruta 21, haz una cuadra para la derecha y toma la primera calle a la izquierda, se llama Municipio. Caminá mucho por esa, hasta que encuentres algún rincón donde puedas cobijarte, no debería costarte mucho, los suburbios empiezan a las 10 cuadras.”-“¿Qué es suburbios?”-“No importa, andá...”-“¿Cómo te dicen?”-“Me llamo Jave, ¿y tú?”-“Mi nombre real nunca lo supe. Mi dueña me bautizó Leona.”- Me dijo ella. Me abrazó fuerte, muy fuerte, me agradeció y prometió estar ahí al día siguiente para devolverme mis cosas. Me fui a mi casa con mucho para pensar, con alguna que otra lágrima, y pensando en una buena excusa por mi campera extraviada. Llegué a mi casa con una sensación rara. No tenía problema en mentirle a mis padres, pero trataba de evitarlo lo más posible. Por suerte tenía llave, abrí la puerta con cautela, como esperando a que algo me dijera que no había nadie en casa. Las noticias no fueron buenas. -“¿Jave, eres vos?”- Dijo con su acento serbio tan marcado, mi madre. -“Sí, mamá, ¿qué tal?”- La dije, saludándola con el abrazo habitual. Nunca supe si abrazar para saludar fue una costumbre que trajeron de Europa o si la adoptamos de aquí. -“Bien, hijo, trabajé todo el día... como siempre”- respondió. -“¡Anka! ¿Quién llegó?”-Se oyó desde arriba, la voz de mi padre. -“No sabía que papá estaba en casa, ¿no fue a trabajar...?”-Pregunté. -“Es Jave, Bogdan, ¡baja a saludar!”-Le gritó mi madre, y volviéndose hacia mí:-“Volvió temprano, parece que no tenía demasiado qué hacer hoy y volvió para estar con nosotros.”-Dijo sonriéndose. Mi padre bajó y también me abrazó, y acto seguido besó a mi mamá. En esa imagen parecían muy buena gente, tranquila, pacífica y amorosa. Hasta que se oyó el televisor desde arriba: -“Otro escape de esclavos en los campos circundantes a la región Este. Serían aproximadamente 30, ampliaremos...”-Dijo la presentadora de noticias. Mi padre se sobresaltó enfurecido. -“Pero ¡mierda! ¡Cómo puede ser que estos esclavos anden sueltos por ahí! ¡Mátenlos a todos de una buena vez! ¡Por dios!”-

-“Calma, Bogdan, son sólo 30, ya los van a encontrar... “-Trató de calmarlo mi madre. -“Pero por todo lo que importa, ¿Cuánto cuesta usar esas armas que para algo las tienen? Maten de una buena vez a esa manga de insectos antes de que se sigan escapando... Mierdas invasoras, lo mejor que podría pasar es que se haga el decreto y se los mate a todos, uno por uno.”-Dijo mi papá. Lo que dijo me dejó sin aliento. No sabía qué pensar. Yo era un traidor, un hijo de puta más que había ayudado al cáncer de la humanidad. Me quedé mirando al piso sin saber qué pensar. Mala idea. -“Jave... ¿y tu campera? Te vi llevártela de casa hoy por la mañana.”-Dijo mamá. -“Uh, debo haberla dejado en la escuela... ¡Ya sé! En el aula de Historia. Qué tonto, seguro que va a estar ahí mañana.”-Dije. Y me pregunté por qué me metí en ese revuelo cuando podría haberme buscado una escuela de teatro. No la necesité para esta ocasión: Mamá se rio. -“Ay mi niño Jave que no llega desnudo a casa porque ahí sí le va a dar frío...”-Dijo riendo de nuevo, mi madre. Oírla reír me calmó un poco. Apurado me fui a mi cuarto. Me acordé que igual era un imbécil y un traidor y volví a sentirme mal. Una tormenta me azotaba la cabeza. Por un lado, todo el mundo me había dicho toda la vida que los fentranos eran malos, la escoria y el cáncer de nuestra sociedad... Mis padres, amigos, familia, profesores, ¡todos!... Y sin embargo la imagen de Leona llorando lastimada bajo la lluvia me hacía pensar lo opuesto. Desde chico también en la escuela me habían enseñado a compartir, ser solidario y bueno con los demás... ¿y por ser fentrano hay que hacer lo opuesto? Pero son los mismos que invadieron la Tierra y abandonaron Fentra sólo con tal de acabar con la Humanidad. Pero... ¿Leona? ¿Leona sería capaz de matar a alguien? ¿La misma... fentrana que vi en Spikerman y Zufriategui, llorando desesperada y lastimada en un brazo? Saltó hacia atrás muerta de miedo en cuánto me vio. No podía ser. O me estaba engañando... El sólo pensar eso me dolía... Y lo otro que me dolía hasta el fondo de mi ser era la idea de que la ayudé porque me pareció linda. Era verdad. Traicioné y puse en peligro a mi sociedad... por un cara linda. “Hijo de puta”, un cartel que se veía radiante en mi cabeza. Leona no era más que una sirena, y seguramente no iba a estar en la equina al otro día. Pero una cosa me extraña... Leona en un momento me preguntó porque me preocupaba tanto por una fentrana. Y encantado por una cara linda, dije cosas raras que parecían tener sentido.... “¿Vos hiciste algo malo?” “¿Entonces por qué te castigan?” “Vos no elegiste ser fentrana” “No son tan distintos a nosotros” Parecían ser ciertas... Le creí ciegamente que había nacido en un campo de trabajo, pensé por un lado. Ya nada parecía de creer... me dolía la cabeza y estaba haciendo un fiero esfuerzo por no llorar. Todo esto dejando de lado el hecho de que la cantidad de cosas malas que podrían pasarme si encontraban a Leona con mi campera puesta era enorme. Ya no me quedaban pañuelos de papel para secar mis lágrimas. Encendí la comunicadora. La conexión a la red de contactos era restrictiva, a veces no funcionaba porque al gobernador le habían servido el café frío y decidía cerrarla.

Había una sola persona que sabía más de mí que yo mismo, y era a quien iba a consultar. Sabía que guardaría el secreto. Abrí una conversación con Lowa36. -“Hola Lowa, ¿cómo estás?”-Le escribí. -“Jav! Qué tal?”- Me respondió. Aunque mensajes de comunicadora fueran, se leía la alegría y el júbilo de su personalidad floreciendo del texto. Qué persona fuerte es Lowena por adentro, la admiro. -“Bien... haciendo la tarea para Manolo como siempre... y vos?”- Le escribí. Me aflojé un poco, ni yo ni nadie se concentra demasiado en la ortografía en la comunicadora. Salvo Pawel, je. -“Acá, recien terminamos de cocinar para la noche con la Abu... un poco aburrida.” – Me dijo. Era el ambiente ideal para confiarle lo de Leona. -“Tenés un minuto, Lowa?” -“Si... te pasó algo?” -“Me vas a matar...” - Le confesé de antemano. Podía imaginarme su cara desde ahí. -“Que hiciste, Jave?” – me escribió. -“Estaba volviendo a casa por Zufriategui y vi una persona tirada en la calle llorando. Pensé que era una chica negra, a golpe de vista pero no. Era una fentrana...”-Ya podía imaginármela tapándose la boca.-“Y no sé qué me paso, pero al verla lastimada me compadeci... y me sente al lado de ella, le lave la herida q tenia en el brazo y la abrace. Le deje mi campera y le dije como escaparse.” -“ESTAS TOTALMENTE ENFERMO, JAVE?”-Me contestó en mayúsculas. Me agarré la cabeza.-“Son esclavos, Jave, la policía te va a buscar, ahora la van a encontrar con tu campera y te van a venir a buscar!!”-“Ya sé... soy un hijo de puta... ayudé a un esclavo, lo tendría que haber matado cuando tuve oportunidad...”-Traté de decir lo que ella quisiera oír. -“Ay no Jave, te llega a pasar algo y no sé, no se que hago, me voy a querer matar entendes?”-Me dijo. -“Estás llorando, no...?”-Intuí. Erré, o por lo menos eso me dijo. -“No... pero me preocupás! Pero, porque no gritaste, no pediste ayuda, algún vecino iba a llamar a la policía!”-“Lowa, no la podía dejar ahí... una pobre criatura, encima estaba lastimada... me dio pena, la tenia q ayudar”-Le escribí buscando excusas -“Es esclava, jav, te quiso engañar y caíste, q mal... no escuchaste lo que nos dijo el policía hoy mismo en la escuela?!”-“No se... quede en verla de nuevo mañana, misma hora y lugar...”-Le escribí. Me arrepentí al momento.-“jurame que no le dices a nadie por favor”

-“Ok, no le digo a nadie pero no vayas.”-“No puedo, necesito recuperar la campera...”-“Y si es un atraco y ahora viene con más fentranos a robarte o golpearte!?”-“tengo que tomar ese riesgo...”-“Te conozco desde que tengo memoria, Jave... no vas por la campera. ¿Era linda, no? Eres fácil, querido”- Me dijo. Respondí por instinto. -“NO!! Que me estás diciendo...” – Y después entendí que a Lowena no puedo mentirle.-“Bueno, un poco...”-Admití. -“Prométeme que no vas a ir, Jave, por favor te lo pido”-Me escribió. Me tocó el corazón, es una de mis mejores amigas y tiene mucha influencia en mí. -“Ok. No voy a ir. Perdoname por el susto, Lowi...”-Le dije, buscando algo que me dijera que todo estaba bien. -“Me preocupo por vos, Jav...”-Me escribió. Maldita, sí que sabía conmover cuando quería, je. -“Me llaman a comer, Lowa, nos vemos mañana, sí?”-Le escribí. Buscaba calmarla pero no mentía. -“Pásala bien, Javi, nos vemos.”Apagué el comunicador. Mientras bajaba las escaleras tuve la idea justa. Me senté a comer y, aunque no me sentía muy distinto, actué mi mejor cara de triste y amargado. Empezamos a comer y la pregunta de mamá no se hizo esperar. -“Jave, estás muy cabizbajo, ¿qué pasa m’hijo?”- Busqué la mejor forma de no dejarme en evidencia para responder eso. -“Estoy... pensativo.”-Le dije. -“¿Y en qué piensas?”-Preguntó mi padre. -“Fentranos... me generan dudas. ¿Porqué debemos esclavizar y lastimar aún a los hijos y nietos de los fentranos? Me refiero a los que nacieron después de la guerra, los que no existían aún en la guerra...”-Dije, buscando un gesto de compasión hacia la otra raza. Mi madre me miró extrañada. Papá se sobresaltó furioso. -“Son esclavos, Damer, son los mismas mierdas vivientes que nos quisieron matar a todos, uno por uno... Estar en contra de la humanidad está en sus genes, vamos, entiendes cosas más complicadas que esto a diario, Damer.”- La respuesta fue dura. Y no sé porqué a mi padre se le daba por llamarme por mi segundo nombre. Moría de ganas de responderle que había conocido una fentrana que era buena gente y no me había tratado mal, pero creo que no hace falta aclarar porqué no podía hacer eso. No respondí. Miré cabizbajo y en silencio, terminé mi cena.

Capítulo 2 Fuerte historia la de Lowena. Creo que ya lo marqué antes, qué persona fuerte que es mi nena. Mis viejos siempre fueron de mucho trabajo y yo me iba a jugar a la casa de Lowa, que era mi amiga desde bien chicos. Su papá trabajaba pero su mamá y su abuela estaban todo el día en casa, innumerable cantidad de tardes jugando a idioteces (o “boludeces”, como dice Marcos) en el patio de Lowa con Pawel. Eso marcó mi infancia. Además nuestros padres se llevaban bien, así que era genial... Y un día, mis viejos estaban escandalizados... yo no entendía nada, tenía 7 años... salimos a todo apuro para el Municipal de Colonia... pero ese hospital maltrecho nunca iba a andar bien. Verla cara de Lowa, llorando desconsolada, con un papel apretándose la herida en la frente y con la Abuela, pobre señora con una cara de tragedia y de desesperación sin saber qué carajo hacer. Éramos niños, chicos, nenes, guríes como dicen en la familia de Marc... tardamos en entender que los papás de Lowa no iban a estar nunca más para ella. Pero ella no, ella entendió todo de una. Ella entendía lo que había pasado... Papá se equivocó, tomo una que otra copita de vino demás... y se mandó a manejar la vuelta a casa... el auto, además de viejo, venido a mal porque no podían pagar al mecánico... una curva difícil... y pobre Lowa. Y la abuela Helga, incansable. Qué señora de alma buena. La conocí más que al resto de la familia de Lowa, una segunda madre para mí. Cuando éramos niños e íbamos a lo de Lowa, ella nos cocinaba tortas o cosas ricas para la merienda... a pesar de los años y de que vivían de una pensión mísera del estado, Helga se tomaba el trabajo de prepararnos algo rico para que pasáramos una linda tarde. Un gestazo, y fue repetido. Por esta misma pensión miserable que el estado les concedía, Lowa salió a trabajar desde los 13 años. Al principio trabajaba en un mercado, después de la escuela iba y descargaba camiones que venían de Melo y de Rosario con mercadería. A veces íbamos a ayudarla, pero un día el jefe del mercado no nos dejó seguir porque dijo que le “iban a armar un quilombo” con lo del trabajo infantil. Marcos nos lo tradujo cuando lo conocimos, significa tener problemas. Después pasó a trabajar de cadete en una empresa del gobierno. Esos sí que eran unos hijos de puta, cómo la explotaban... me daba ira y asco, pero teníamos miedo. A los 15 había encontrado, tras mucho esfuerzo, un trabajo que le gustaba: ayudante de una modista. Laburando para la clase alta, mírenla a Lowi nomás... Siempre me pareció una “pendeja linda” (no puedo parar de decir frases que se me han pegado Marcos). Piel blanca, pálida... pelo y ojos marrones, algunas pecas en la cara, pero siempre fue bonita. Igual jamás le tocaría un pelo, no sería capaz. Es prácticamente una hermana para mí. Pawel es mi otro gran amigo del alma. Sí, también es un hermano para mí. Él no tuvo la vida jodida de Lowa, pero sus viejos lo molieron a golpes desde siempre. Nunca me atreví a hablar mucho con sus padres, Dagmara y Bartek, parecían gente complicada, de mucho trabajar. Pawel siempre fue de buen corazón... sólo hay que conocerlo bien. Admito que no todos tienen la paciencia para conocerlo, pero es una gran persona. Eso sí, el tipo tiene un cerebro increíble... qué tipo inteligente, por dios. Yo no me considero un tonto... pero vaya si lo soy al lado de él. No trato de pensar en él de ese modo, yo soy amigo de Pawel, no del cerebro atrás de él. Físicamente es casi tan alto como yo, rubio como el sol y

pálido, como dije antes. Ojos celestes tremendos, causaban frío de verlos nada más. Supongo que eso fue lo que le consiguió las pocas mujeres que yo no tuve. Paw fue mi primer amigo. Lo conocí en el primer año de formación infantil... nos sentaron juntos en la misma mesita y no podíamos parar de hablar de las cosas más bizarras y carentes de sentido que se me puedan ocurrir. Recuerdo cuando los dos conocimos a Lowa. Pawel y yo hablábamos de la idiotez más grande que recuerdo, creo que era que no nos gustaba el jugo que habíamos tomado en casa la tarde anterior. Poco nos importaba el sabor, teníamos plata para comprar aire y poco más, así que como habíamos juntado ese dinero para comprarnos algo en la tienda de la rotonda nos lo tomamos todo aunque lo odiáramos... debíamos tener 5 años. Y Lowa se había peleado con las amigas de la otra mesa, vaya uno a saber porqué. Se nos acercó: -“¿Puedo sentarme con ustedes? Odio-me con las de la otra mesa...”-Nos dijo quien sería mi gran amiga, hablando mal como todo niño de esa edad. Yo lo miré dubitativo a Pawel, que asintió tranquilo... por un tiempo sospeché que gustaba de ella. Erré, Pawel nunca pensó en Lowena... creo en ese sentido que le pasa lo mismo que a mí: la ve como una hermana. Con el tema mujeres... agh. Siempre fuimos el dúo solitario... Pawel alguna vez tuvo algo con alguna chica de por ahí, pero yo fui siempre un verdadero 0 con las chicas. Nada es nada, eh. Lowi sí, tuvo varios pretendientes y varias veces novios. Pawel y yo los odiábamos, éramos muy celosos en ese sentido, pero ninguno duraba mucho: Lowena trabajaba y a la larga los novios se aburrían de que ella no tuviera nunca un rato para ellos. Excepto Niclas, el chico danés, ese sí que duró un tiempo largo... y Pawel y yo ya éramos casi amigos suyos. Pero un día desapareció y nunca más lo vimos. Niclas Amundsen... algún día sabremos qué fue de su vida. Lowa estuvo mal por un tiempo, pero supo superarlo. Marcos entró en el grupo tarde, en segundo año de la secundaria. Nosotros, que oficialmente éramos de clase media y así y todo éramos sumamente pobres al lado de la gente para la que Lowa trabajaba, éramos millonarios al lado de los del barrio de Marc. Normalmente no se le habría permitido entrar a una escuela que no fuera de clase baja, pero el rector de su escuela lo hizo recomendar porque se mataba estudiando. Sus viejos lo habían convencido de que era la forma de salir de ese agujero. En algún sentido también lo era para nosotros, según nuestros padres. Manuel y Claudia, papás de Marc, eran buena gente. Mucha hospitalidad, aunque no tuvieran ni un solo Peso para darnos. De alguna forma, Marc se alimentaba. Aunque conocía la casa de los tres, rara vez el negro venía a nuestros barrios… no podía volver a casa muy tarde, tenía que ayudar a Manuel con el taller. En contraste con el resto de la gente de su barrio, Marcos era muy negro. Su mamá ya era oscura, y su padre decididamente no debía ser del Río de la Plata (aunque así lo afirme). Se debe haber criado acá, eso debe ser. De todos modos, culturalmente Marcos era mucho más rioplatense que casi toda la escuela… por robo. Guitarrita y mate amargo, je… un día Marc trajo mate y nos enseñó a cebar a todos. Eso fue genial. Recuerdo cuando se nos acercó por primera vez. Estaba tirado sólo ahí y decidió incorporarse al mundo, je.

-“Buenas, muchachos… soy Marcos, ¿y Ustedes?” – Nos dijo con una tonada simpática. Tengo que admitir que con esa frase, nos cayó bien de una, como él lo dice. El día siguiente arrancó normal. Temprano a la escuela y a estudiar. Esta vez me tocó a mí… Clase de ciencias. -“La energía se puede transmitir y convertir de muchas maneras distintas. La energía cuando no está activa se denomina energía potencial…” - Decía el profesor y todos anotaban. -“Lowa… tenemos que hablar de lo que te escribí ayer…” – Empecé a decirle a mi mejor amiga. El grito me cortó. -“¡LEVIC! ¡Aporte al silencio!” – Vociferó el profesor. Debí haberme callado pero no, elegí hablar. -“Perdóneme, profesor, era un asunto de importancia pero ya está resuel…” – -“¡No me responda!” – Exclamó acercándose… y yo ya sabía qué se avecinaba. Por un momento, surgieron de mí ganas de defenderme… pero muy tarde. El golpe tuvo un dolor raro, pero nada que no esté acostumbrado… Lowa miraba horrorizada y ocurrió algo que no esperaba: un segundo. Ese si dolió mucho… Pawel miraba furioso, quería saltar a mi defensa pero no podía. A decir verdad, siempre que nos tocaban a nuestros amigos queríamos saltar a matar al tipo. Pero no había con qué darle, los problemas podían ser gigantes si nos atrevíamos… Nunca nada me había dolido tanto como ese segundo golpe, justo en el parietal de la cabeza… el golpe me movió e hizo que me golpeara la nariz contra la mesa, pero ese dolorcito no era nada contra el de la cabeza. No pude seguir la clase, me quedé muy dolorido… o quizás odiaba tanto al tipo por el golpazo que me acababa de propinar que no tuve ganas. Tocó el timbre, Marcos y Pawel se miraron como diciéndose algo y salieron corriendo. Lowa, como ya podrán intuir, se preocupaba: -“Ay Jav… ¿estás bien?”-“Sí, Lowa, no te hagas problema…” -Traté de calmarla. Al ver que seguía mal, la abracé. Eso la calmó… fue un lindo momento, fue saber que tenía el poder de hacerla sentir bien. Me sentí muy altruista, y eso por algún motivo me hace sentir bien. Volvieron corriendo mis otros dos mejores amigos. Traían papel del baño y ahí entendí porqué tanto revuelo, y por qué me dolía tanto la cabeza: ese infeliz me había hecho sangrar la cabeza. Dejé que mis amigos me atendieran. -“¿Te duele mucho, hermano?” – Me preguntó… ya saben quién. -“No te preocupes, negro, está bien… ya estaba pasando. Gracias eh, son de gran ayuda.” – Les agradecí.

-“Toma, úsalos la clase que viene.” – Me dijo Pawel – “Casi lo mato al tipo este… con ese segundo golpe se pasó de la raya…” – Pawel estaba por estallar de la furia. Marcos saltó a contenerlo, tomándolo de los hombros. -“Calma, loco, calma que está todo bien… ya está, para esto estamos nosotros, che… cuando lo fajan a Sheiv tenemos que estar, cuando te fajen a vos tenemos que estar, al que venga… Estos forros no merecen tu bronca, boludo…” – Dijo mi negro, trayendo calma.- “Vení, tomate un matecito y sacate la bronca… está muy amargo, lo único, pero está bueno…” – Dijo, iniciando la ronda con un gestazo.

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