Andaban con cuidado, siguiendo al elfo que encabezaba el grupo. Aunque la distancia que les separaba del exterior era considerable, podían sentir sobre sus cabezas las pisadas de sus enemigos, enfrascados en la batalla, y el ruido de las espadas entrechocando, y de los gritos de los guerreros. Procuraron no distraerse cuando de pronto... PUM! un golpe seco inundó toda la zona de las mazmorras, haciendo temblar el suelo. Se pararon, observando su alrededor con total atención... PUM! Esta vez sonó mucho más cerca, tal vez a un par de pasillos de distancia, pero no eran capaces de ubicar con exactitud el lugar del que procedía en medio de toda aquella madeja de pasadizos y túneles... PUM!! El suelo tembló tanto que por un segundo se sintieron flotando... PUUUUUUUUM!! Ante ellos se alzaba un ser corpulento, prácticamente exacto a los devastores que vieran minutos antes, pero más fornido y un poco más alto, ataviado con ropajes de cuero y un casco bastante rudimentario. Al levantar uno de sus inmensos brazos dejó a la vista su arma, una maza de hierro, acabada en una corona de pinchos, que bailó sobre la cabeza del enemigo, balanceándose de un lado a otro como si se tratase de una pluma. El ser les miró, y de su garganta salió un rugido que les puso la piel de gallina. Por si aquello fuera poco, pronto pudieron oír el sonido de unos pasos que se acercaban a toda prisa por varios de aquellos túneles... La batalla que tanto habían intentado demorar se hacía ahora inminente... Ya no había tiempo que perder, y lo sabían muy bien. Sus miradas se cruzaron. El tiempo, pareció detenerse mientras sus cuerpos y sus mentes reaccionaban al peligro casi inconscientemente. Ash, desenfundando la larga espada de su vaina giró sobre sus talones al tiempo que alzaba la voz, firme, fuerte, decidida... Ashelin: Ilyära, Karel, cubrid el flanco izquierdo!. Shizu, Hash, Kaleth, la retaguardia!. Ignis, conmigo, cubriremos el flanco derecho!. Gael, Eozen, encargaos del grandullón!. Con rapidez, casi al unísono, como si lo hubieran ensayado cientos de veces, se posicionaron. Justo a tiempo, puesto que el silbido de la maza de hierro que portaba el enorme devastor no tardó en llegar a sus oídos, seguido del sordo sonido del metal contra la roca. PUUUUUUUM!!!. El impacto hizo estallar el rocoso suelo enmohecido en una vibrante lluvia verde y tierra. Eozen: Gael! No fueron necesarias más palabras. El joven, llevando su mano derecha a la espalda tomó su arma, un estilizado arco plateado de puntas y empuñadura negras. Con increíble rapidez y destreza calzó una flecha y apuntó. Ahí estaba, el blanco que buscaba. No vaciló, soltó la cuerda y la saeta voló, seguida casi al instante por otra, imparables hacia sus objetivos, atravesando piel, músculo y hueso de la parte interior del codo y hombro de la criatura respectivamente, arrancándole un alarido de dolor y haciéndolo soltar la maza que había vuelto a empuñar. Ya tenían la oportunidad que necesitaban, tan solo unos segundos de ventaja. Lo suficiente para que el elfo, presto, tomara sus armas, un par de largas y curvadas espadas de empuñaduras marfil y oro, que desprendían destellos color plata al contacto con la luz de las antorchas, y corriera al encuentro del devastor. Hubo de utilizar ambas hojas, cruzándolas, para detener la embestida del enorme mandoble que portaba el gigante en su otra mano. Éste era mucho más fuerte que el elfo, el cual no tardó en comenzar a flaquear. Por suerte su amigo apareció a su lado, desviando así la atención del adversario lo justo para que Eozen pudiera saltar, esquivando la estocada y colocándose a la espalda de aquel ser. Éste, enfurecido, volcó su ira sobre lo que tenía delante y más cerca de él, Gael, propinándole un fuerte manotazo con el dorso de la mano del brazo herido. El joven salió disparado para estrellarse bruscamente de espaldas contra el grueso muro; en el que se quedó apoyado, completamente dolorido y desorientado.
Entretanto, provenientes de los túneles, llegaban los suaves ecos de las pisadas apresuradas y el entrechocar del metal. Ecos distantes que a cada segundo se hacían más y más claros, más cercanos. Ya llegaban, se acercaban... Hasta que se hicieron visibles por cada desembocadura que daba a la estancia. Ilyära, Karel, Ashelin, Kaleth, Shizuka y Hash fijaron sus miradas sobre ellos, armas en mano, músculos tensados, preparados para la contienda. Su turno había llegado. Por su parte, Eozen, había aprovechado los breves instantes en los que el devastor había centrado su atención sobre Gael para clavar en la espalda de éste uno de los ganchos utilizados para escalar a los ventanales de la prisión. Poniendo todas sus fuerzas en ello tiró, intentando desestabilizarlo. Sin embargo, la tarea no iba a resultar tan sencilla como hubiera imaginado puesto que el gigante se revolvió y giró, obligándolo a soltar la soga, quedándose de nuevo frente a él. Eozen: Abuelo! realmente te has hecho viejo, ¿ya estás cansado?!! Gael: Ni hablar!! Eozen: Pues si es así mueve el culo de una vez y levántate!!. Esto se pone feo... El joven, con una mueca de dolor, se levantó. -Tsk, mañana esto va a doler... y mucho...- pensó mientras se llevaba una mano al costado y alzaba la vista para analizar la situación. Sonrió -está bien, vamos allá- con presteza corrió hasta la cuerda que aún pendía de la espalda de aquella montaña. Enrollándola alrededor de su brazo tiró, tiró, tiró... Hasta que logró que la criatura trastabillara. Gael: Vamos, vamos, vamos!! Eozen, AHORA!! El elfo, cogiendo impulso, cargó contra el devastor, el cual intentó detenerlo con una estocada de su espada, sin embargo el joven fue más rápido que él y pudo esquivarla impactando de costado con todas sus fuerzas en aquel enorme pecho, terminando así, con la ayuda desde atrás de Gael, de desestabilizarlo, haciéndolo caer al fin. Tal como el devastor alcanzó el suelo Gael se deshizo de la cuerda y empuñó su espada. Al mismo tiempo Eozen se incorporó posando las rodillas sobre el ancho tórax, tomando sus armas gemelas en ambas manos con increíble rapidez puesto que, su adversario, mandoble en mano, dirigía ya su contraataque hacia él. CLANC!!!. Las espadas chocaron. Las chispas saltaron. El enorme acero de la criatura contra la esbelta espada del elfo, el cual, a duras penas podía contrarrestar el embiste utilizando tan solo uno de sus brazos. Sabedor de su desventaja no se hizo demorar. Cambiando la posición de la empuñadura de la espada de su otra mano la asió con fuerza, la alzó y la clavó. Bajo sus pies no tardó en manar abundante sangre, así como de la boca del devastor. Seguramente le habría atravesado un pulmón, pensó, y el elfo sonrió. Sin embargo, aún malherido como estaba la criatura tan solo aflojó levemente su arremetida y Eozen ya no podía más; soltando la empuñadura de la espada que acabara de clavarle llevó su mano a la otra que pugnaba por no ceder, ganando así algo de aguante y de tiempo. La fuerza física no era su fuerte y, privado de la magia como estaba, pocas opciones de escape le quedaban. Un poco a la desesperada buscó a Gael con la mirada, el joven había tenido que volver a tomar el arco para ayudar a la retaguardia. Kaleth, acompañado de los inexpertos Shizuka y Hashiel, parecía tener problemas para contener a sus adversarios. Eozen: Gael... Termina de una vez... La respuesta a sus palabras fue instantánea. El canto de las flechas pronto se escuchó. Una, dos, tres, hasta cuatro saetas se clavaron a lo largo del brazo de
aquella mole, cuya extremidad al fin cayó, inerte, pesada. Como el resto de su cuerpo al exhalar el último aliento tras ser atravesado por la espada del humano, quien había salvado la distancia que los separaba para rematarlo. Gael: Se acabó... El elfo asintió, visiblemente aliviado mientras esbozaba una leve sonrisa. Pero no había tiempo para el descanso, aún no, puesto que más devastores seguían llegando. En el pasillo de la izquierda, Ilyära y Karel se pusieron en guardia, atentas a los dos enemigos que se acercaban a ellas con rapidez. Eran moles de músculo y carne oscura; uno de ellos llevaba una espada gigantesca, sin más florituras que un simple mango de cuero y cuerda, oscurecido por la sangre seca de antiguas batallas; el otro iba armado con una larga cadena de hierro con grandes eslabones, doblada en dos, que hacía girar sobre su cabeza, y una maza cuajada de púas de varios centímetros de grosor. Las dos jóvenes se miraron, tensas y sin apartar la vista de lo que se les venía encima. Karel le hizo unas señas a la elfa, dándole a entender que no debían dejar sus espaldas al descubierto o estarían perdidas. Ellos eran mucho más fuertes, pero las muchachas contaban con la agilidad y la destreza de años de entrenamiento. A pesar de no haber luchado nunca codo con codo tendrían que intentar sincronizar sus movimientos al máximo para no dejar a la vista ningún punto débil por el que les pudieran atacar. A medida que los devastores se iban acercando, aceleraban el paso, hasta que cuando sólo los separaban unas decenas de metros echaron a correr. Como por acto reflejo, las dos chicas se pusieron en posición de defensa, una pierna más retrasada, a la espera del impacto que supondría el chocar con esas dos masas a toda velocidad. No se hizo esperar, y en unos segundos los tuvieron encima. Bloquearon ambos ataques con sus espadas, pero la fuerza hizo que un calambre les recorriera el antebrazo, retrocediendo un par de pasos si bajar la guardia. Ilyära atacó al devastor de la cadena y la maza, con rapidez, sin darle tiempo a recuperar la posición de ventaja. Con un par de movimientos lo llevó hacia el lado contrario del pasillo, de forma que ahora ellas dos estaban en la zona central del mismo con una criatura a cada lado. Así, a la vez que atacaban al enemigo, se protegían mutuamente. Pero el hecho de que los esquivaran sólo hizo enfurecer más aún a las dos bestias, que cada vez arremetían con más fiereza. Un golpe, otro, otro más. La joven elfa los paraba con una de sus espadas, ayudándose con el otro brazo para hacer más fuertes las embestidas. Si no tomaba las riendas del combate estaría perdida. Así que sin pensárselo dos veces echó mano a su espalda, desenvainando otra espada, gemela de la que ya empuñaba. Dio un pequeño saltito para aumentar la distancia con su enemigo, y blandió sus armas sobre la cabeza. Antes de que el devastor pudiera darse cuenta, tenía a la elfa a un palmo de su horrible cara, con las espadas cruzadas a la altura del pecho, descargando sobre él todo su peso aunque sólo consiguió encontrarse de frente con la enorme maza de hierro. El monstruo trastabilló un poco y rugió de rabia, levantando la cadena y golpeando con ella a la joven, atontándola un poco. La maza de metal cayó sobre el hombro izquierdo de la elfa, rasgándole la piel en una herida bastante profunda que en pocos segundos había teñido de sangre el resto de su brazo y la empuñadura de la espada. Aprovechando su ventaja, volvió a alzar la maza sobre su cabeza, descargando varios golpes que Ilyära detuvo a duras penas hasta que las armas de ambos contrincantes quedaron entrelazadas. La elfa apoyó un pié en el estómago de aquel ser para deshacerse del abrazo de hierro, y aprovechó la torpeza del devastor para asestarle un nuevo golpe con una de sus espadas. Esta vez el metal se hundió en la carne hedionda de la pierna de piel oscura; rugió con fuerza hincando una rodilla en el suelo.
Karel: ¡¡Ilyära!! ¡¡Aquí!! La elfa volvió la vista rápidamente. Su compañera aguantaba con firmeza los ataques del otro devastor, pero la fuerza física de esos monstruos las superaba con creces. Mientras la otra bestia intentaba ponerse de nuevo en pié, Ilyära dio unos pasos hacia su amiga, y cuando estuvo junto a ella le hizo una señal casi imperceptible, pero que la otra joven comprendió al vuelo. Casi de inmediato, Karel lanzó su espada al aire, con la consiguiente sorpresa de su adversario que cometió el error de seguir el arma con la vista. Todo fue muy rápido... Las dos muchachas unieron espalda con espalda, Ilyära se inclinó un poco hacia delante, agarrando a Karel por los brazos y levantándola un poco del suelo. La joven alzó las piernas, poniéndolas por delante del pecho y balanceándose un poco hasta tener al devastor justo donde quería... Karel: ¡¡AHORA!! La elfa flexionó un poco las rodillas y se alzó con toda su fuerza, impulsando a Karel hacia delante para propinarle un golpe brutal al devastor en plena cara con tanta violencia que retrocedió varios pasos hasta darse de bruces con la pared del túnel. La espada de la joven casi había tocado el suelo, pero unos centímetros antes de caer, Karel se agachó y la cogió al vuelo. Desde esa misma posición y aprovechando la velocidad de caída, dirigió toda la fuerza hacia su adversario y le clavó el arma hasta cortarle la mitad de una pierna. La mole oscura soltó un grito grave de dolor y quedó de rodillas intentando incorporarse. Pero la muchacha no le dio tiempo, y le lanzó una nueva estocada. El filo de su espada salió por la nuca del devastor, arrancándole un último quejido sordo. Ilyära sólo había dado un par de pasos para reunirse con su compañera cuando sintió que todo el aire se le escapaba de los pulmones. No pudo gritar y el dolor hizo que soltara una de sus espadas. Se llevó una mano al cuello y sintió el frío metal de una gruesa cadena doble que la rodeaba impidiéndole respirar. La cara del devastor estaba a tan sólo unos milímetros de la suya, riendo con crueldad, soltando su aliento fétido. Los enormes brazos apretaron con más intensidad. La elfa comenzaba a marearse por la falta de aire, pero en un último esfuerzo agarró con las dos manos la única espada que aún tenía en su poder y la alzó con todas su fuerzas, clavándola en un tajo perpendicular a la altura del hombro de la bestia. La cadena aflojó, y el aire inundó de nuevo sus pulmones haciéndola toser. Se tocó el cuello, amoratado por la presión, y se volvió con una furia desmesurada hacia el monstruo que yacía de rodillas. Ilyära: Se acabaron las contemplaciones, bestia. Agarró la cadena con ambas manos, levantándola por encima de su cabeza, haciéndola girar varias veces a la vez que ella andaba hacia su adversario hasta que hubo tomado velocidad, para finalmente descargar un golpe violento sobre la cabeza del devastor. Una vez, y otra y otra más. Su presa se tambaleaba al ritmo de los golpes, hasta que finalmente quedó boca arriba. La elfa cogió sus espadas gemelas y se colocó sobre el cuerpo moribundo; cruzo las armas a la altura del enorme cuello y con un rápido movimiento le rebanó la garganta. La sangre negruzca y pastosa salía a borbotones, y tras unas cuantas sacudidas, el cuerpo quedó allí tumbado, inerte al fin. Ilyära: Tsch.... mala suerte. Sintió la mano de Karel sobre su hombro y al mirarla esta le hizo una señal hacia el otro lado del túnel. Al fondo se oía el rugir de más enemigos, aún no podían bajar la guardia.
Mientras tanto, aunque la retaguardia había comenzado bien, la inexperiencia de la elfa y el ángel había comenzado a dejarse notar conforme los minutos pasaban y la aparición de enemigos no cesaba, viéndose Kaleth obligado a doblar sus esfuerzos. Por una parte para vencer a sus adversarios, por otra para asegurarse de que ninguno de sus dos compañeros, en especial Shizuka, resultara herido o incluso muerto. Hash se había dado cuenta del esfuerzo que estaba haciendo Kaleth al intentar protegerlos, así que se obligó a controlar los nervios que sentía y centrarse en su, hasta el momento, mediocre actuación. Por suerte, la mano que les tendiera Gael resultó de inestimable ayuda, dándoles un respiro y algo de tiempo para recuperar fuerzas. Kaleth: No os relajéis demasiado, seguramente no tardarán en llegar más… Y no se equivocaba, pronto pudieron divisar a lo lejos las altas y fornidas figuras de cuatro devastores espadas, garrote y maza en mano. Kaleth: Preparaos. Dijo para luego tomar aire, relajar un poco los músculos y adoptar una postura de ataque. Hash hizo lo propio, intentando despejar la mente de todo cuanto no tuviera que ver con la batalla mientras preparaba rápidamente su arco. Por su parte, Shizuka, había devuelto su espada a la vaina y en su lugar había tomado la ballesta, la cual cargó. Las cuatro bestias habían apretado el paso, ya casi los tenían encima, de modo que no lo dudó y apuntó, esperó el momento adecuado y disparó. Un tiro certero que derribó a uno de ellos al impactar en su pecho, sin embargo esto no lo abatió; tras unos segundos comenzó a incorporarse de nuevo, no llegando a conseguirlo del todo puesto que a cada nuevo intento se veía atravesado por un proyectil procedente del arma de la elfa. Finalmente cayó. Muerto uno ya solo quedaban tres. Tres devastores contra los tres jóvenes. Las flechas de Hash silbaron de inmediato en el estrecho corredor, aprovechando hasta el último segundo antes de que se les echaran encima. Su objetivo fue un devastor que iba directo hacia él, garrote en mano. Intentó apuntar a la cabeza, pero fue su primer error ya que los nervios y la inexperiencia le hacían fallar. Se dio cuenta tarde, por lo que solo consiguió apuntar a un brazo y clavarle dos flechas de lleno en el hombro. Kaleth, situado un poco más avanzado con respecto a sus compañeros en la zona central del pasillo, fue el primero en cruzar su espada contra la del enemigo. El canto de los aceros resonó furioso entre las gruesas paredes, para luego mezclarse con el sordo sonido de la maza contra el escudo cuando el devastor contraatacó. Un tremendo ataque que el joven detuvo justo a tiempo y que hizo que su mano y el resto de la extremidad con la que lo sujetaba vibraran intensamente por el golpe; pero no tardó en recomponerse, giró el brazo que empuñaba la espada hacia atrás y agarrándola con fuerza devolvió con presteza una estocada al frente hendiendo el aire con intención de atravesar el costado del ser; sin embargo, su ataque fue desviado antes de llegar a término. El devastor sonrió. Ahora era su turno, alzó su maza y la dirigió de nuevo hacia al muchacho, quien interpuso nuevamente su escudo entre ellos. PAAAAM!. El impacto fue tal que Kaleth hubo de dar un paso atrás. Con ese segundo ataque su defensa quedó inservible de modo que, con un gesto rápido se deshizo de ella, cayendo al suelo fuertemente abollada y casi rota por los dos impactos. De éste modo, y durante unos segundos, ambos quedaron de pie, uno frente al otro. La bestia volvió a sonreír levemente, una sonrisa de macabra diversión, sin duda aquellos seres disfrutaban luchando y matando. Kaleth, con la mirada fija en aquellos ojos asesinos le devolvió el gesto. Él también disfrutaba enormemente de una buena lucha y, por muy monstruos creados para matar que fueran los devastores,
no podía negar que eran unos adversarios inmejorables. Con estos pensamientos en su cabeza no pudo evitar que la adrenalina bullera aún más por sus venas, haciéndolo afianzar con fuerza su mano alrededor de la empuñadura de su arma mientras que con la otra, la que sujetara el escudo, tomaba del cinto su espada corta. Era hora de volver a la carga... Por otro lado, a la izquierda del joven, Hash se encontraba en serios apuros, ya que se enfrentaba cuerpo a cuerpo, no precisamente su especialidad, con una criatura de tamaño descomunal, en un corredor estrecho, desprovisto de la agilidad que le proporcionaban sus alas. Por suerte había conseguido restarle movilidad al brazo derecho de su oponente por lo que flaqueaba al embestirle. Esto, unido al hecho de que el ángel tenía unos reflejos propios de un pájaro, le permitía arreglárselas para esquivar, no sin dificultad, los constantes ataques del devastor. Hash tenía sus dagas desenvainadas, dispuestas, pero no sabía encontrar el momento en que atacarle. Cada vez que lo intentaba el horrible monstruo preveía su inexperto movimiento y dirigía un mazazo en su dirección o bien, viendo que el brazo no le respondía, le asestaba un terrible golpe con su brazo sano que lo estampaba, literalmente, contra los gruesos muros de la mazmorra. Tardó unos minutos, ya visiblemente cansado y dolorido, en deducir una posible táctica. Amagaba un golpe, rápido y ágil, y cuando el devastor dirigía su golpe en esa dirección el ángel cambiaba bruscamente el movimiento, barriendo el aire con sus dagas, asestando profundos cortes en el torso de su oponente. La táctica era lenta, pero efectiva. Al otro extremo del túnel Shizuka libraba su propia batalla. Con la frente perlada de sudor intentaba con todas sus fuerzas resistir a los ataques del devastor. El más fuerte de todos a los que se había enfrentado hasta ahora, aunque quizá no fuera del todo así y aquella sensación fuera tan sólo fruto del extremo cansancio que la atenazaba, o quizá no, al fin y al cabo había intentado eliminarlo con la ayuda de la ballesta antes de que llegara a ella, pero aquel ser no pareció tan siquiera inmutarse ante el impacto de las flechas en su cuerpo, como si nada se había arrancado el par que habían hecho blanco en él. Pecho y muslo respectivamente. Y había continuado caminando hasta llegar a su altura, momento en el que había desenfundado su arma y la había atacado. Fue una estocada de tanteo, lo supo al instante puesto que de lo contrario aquella bestia la habría partido en dos. Tan solo unos minutos hicieron falta para que comprendiera que estaba jugando con ella, lo notaba en su manera de moverse, lo notaba en su forma de mirarla; la sabía inferior y con ello disfrutaba, haciéndola bloquear, esquivar e intentar anticipar sus ataques. Agotándola, desesperándola. Sin embargo todo juego toca a su fin, y aquel parecía haber llegado al suyo. La expresión del devastor cambió y Shizuka se estremeció. Alzando su enorme espada la blandió sobre su cabeza para luego hacerla descender formando un arco en dirección a la elfa. Ésta, a duras penas logró girar en el último momento esquivando así el mortífero filo. Apunto estuvo de suspirar de alivio cuando algo la asió con suma fuerza por el brazo con el que sujetaba el arma. Giró el rostro y no pudo otra cosa que contener el aliento, aquella bestia la había atrapado. Intentó zafarse, pero fue en vano. Sus ojos se movieron de forma frenética en un intento desesperado de buscar una salida, un modo de contraatacarle, hasta que se encontraron con los de él; en ese mismo instante lo que vió en ellos bloqueó por completo su cuerpo y su mente, dejándola en blanco, vacía de cualquier otro pensamiento o sentimiento que no fuera el terror. Entretanto la boca del devastor se curvaba en una mueca, una especie de sonrisa perversa, mientras su mano se afianzaba aún más en torno al antebrazo de la elfa, hasta que súbitamente su gruesa muñeca giró, rápida, implacable. El hueso crujió al tiempo que la parte media del brazo se doblaba en un ángulo grotesco. Un alarido retumbó entre las gruesas rocas de aquel pasillo de la prisión; sin embargo éste fue pronto ahogado cuando aquel ser colocó su otra mano tras el cuello de Shizuka para empujarla hacia adelante en un movimiento
rápido propinándole así un fuerte rodillazo en el estomago que la dejó sin aliento. Tras ello, tiró del brazo que aún tenía fuertemente agarrado, girándolo hacia atrás, en dirección contraria a su sentido natural. El hombro emitió un desagradable sonido al romperse, provocando en la elfa un desgarrador grito de dolor, el cual originó que toda la concentración y empeño que el ángel había puesto en salir airoso de su difícil situación se vinieran abajo al escucharlo. El joven, al igual que Kaleth, hizo un esfuerzo sobrehumano por no mirar, por no descentrarse, pero sabía perfectamente que no podía hacerlo. Miró un segundo en la dirección de la elfa… Prácticamente desfallecida sus piernas flaquearon, sin embargo no cayó, aquel ser aún la sostenía. Suplicante alzó el rostro, justo a tiempo para ver cómo el devastor llevaba su otra mano al cinto con intención de desenfundar de nuevo su espada. Pese a su estado comprendió que si aquel ser llegaba a hacerse con su arma sería por seguro su fin, estaría muerta. Puede que fuera por su entrenamiento, o simplemente fruto del fuerte instinto de supervivencia, aquel que empuja a todo ser vivo a luchar por seguir viviendo incluso ante las situaciones más adversas. Nunca lo sabría con certeza. Y realmente tampoco le importaba, el caso es que su cuerpo reaccionó y como guiado por hilos invisibles se movió, olvidándose momentáneamente del dolor. Alzó un poco su pierna izquierda, lo justo para alcanzar su bota con la mano del brazo sano, cogiendo del interior de ésta una pequeña daga. Apenas quedaba tiempo, el devastor ya sacaba el mandoble de su vaina. Agarrando con fuerza la empuñadura de su pequeña arma la dirigió con rapidez y decisión hacia el cuello del ser hendiéndolo con la fina hoja una, dos, tres veces, hasta que aquellos ojos diabólicos, que ahora la miraban con sorpresa y desconcierto, se apagaron. Su vida se escapaba a medida que de su grueso cuello la sangre manaba a borbotones, tibia, de un rojo escarlata, empapando la armadura y el brazo de la elfa. Finalmente su último aliento llegó y aquel enorme cuerpo se desplomó, arrastrando a Shizuka consigo. Hash siguió la escena con el corazón en la boca. Todo fue cuestión de segundos, pero le pareció una eternidad. Soltó un suspiro prolongado al ver que Shizuka había salido del paso, y consiguió destensar sus engarrotadas manos y volver en sí, justo en el momento en que el devastor se le echaba encima. La distracción le costó muy cara. Aunque su oponente estaba visiblemente herido y debilitado, aprovechó su ventaja y estrelló su mazo contra el costado del ángel, levantándolo en el aire y estrellándolo contra el muro. El devastor, con una mueca de victoria en el rostro, se dirigió hacia él dispuesto a acabar con su insignificante vida. Hash apenas podía respirar, ya que el golpe le había partido varias costillas y tenía diversos cortes profundos. Sin embargo, su situación pasó desapercibida, puesto que todos tenían centrada su atención en sus propias batallas, y en la elfa. Entretanto Shizuka se encontraba tirada en el suelo. Todo se había nublado, tan solo había dolor. Incapaz de moverse se mantuvo quieta, sollozando, esperando. En la lejanía discernía el sonido del frenético entrechocar de espadas y a alguien llamándola con desesperación. Quiso contestar, pero dolía tanto y estaba tan cansada... ¿Pasaron minutos o quizá horas? hasta que sintió que alguien la tocaba y le hablaba. Kaleth: Shiz. Aguanta, vamos, abre los ojos, dime algo. Venga, sé que puedes hacerlo. Shiz. El joven, tras dar fin a su contienda de forma desesperada tras escuchar los gritos de la muchacha, había corrido hacia ella, la había recogido en su regazo y con extremo cariño le acariciaba el pelo mientras le hablaba, intentando mantener
la calma, sin embargo la mano le temblaba. Kaleth: Shiz, por favor... Al fin, la elfa entreabrió los ojos, fijándolos no sin esfuerzo en los de él. Shizuka: K... Kaleth: Shizu... -con alivio le dedica una preciosa sonrisa- intenta no dormirte ¿vale?, ya casi estamos. Voy a buscar a Ash a ver qué podemos hacer con tu brazo. Shizuka: iià... iià tenna' lye (no... no me dejes) -le dice suplicante mientras le agarra el brazo y hunde la cabeza en su pecho al notar que se mueve con intención de dejarlaKaleth: Qüel káima, mereth... (está bien, tranquila...) -la tranquiliza arropándola de nuevo en su regazo y depositando un dulce beso en su frente[…]