Ex. 14.16. Hay Un Camino Delante De Ti

  • November 2019
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Hay un camino delante de ti Exodo 14: 1-18 Introducción Hoy concluimos las Jornadas que la Unión de Mujeres de nuestra iglesia ha celebrado durante esta semana. Y han elegido un pasaje como lema que podemos coger nosotros, toda la iglesia, como lema para este año 2007... y que nos sirve como introducción perfecta para el mes de mayordomía que tendremos a partir de la próxima semana. En muchas ocasiones, posiblemente por estar muy atareados, no somos conscientes del camino que el Señor ha abierto delante de nosotros. Es cierto que estamos celebrando el año del 50 aniversario de la constitución de la iglesia y recordamos los hermanos que nos han precedido y que han sido ejemplos para nosotros de una fe real. Y los tiempos que ellos vivieron no son los tiempos que nos ha tocado vivir a nosotros. Y con vergüenza tenemos que decir que, a pesar de que las oportunidades de testificar que tenemos nosotros son mucho mayores que las que ellos tuvieron, parece que nosotros estamos más relajados... 1. El temor de Israel (vv. 10-12) Cuando los israelitas se dieron cuenta de que los egipcios venían tras ellos,... temieron muchísimo y

clamaron a Jehovah (v. 10). El verbo "clamar" siempre indica una queja a causa de una gran angustia. No era una petición de salvación, sino era más bien una queja culpando a Dios por ponerles en tal situación. Posiblemente nosotros no somos tan honestos y no nos quejamos a Dios de esa forma tan directa, pero también lo hacemos. Nos quejamos cuando las cosas no salen como nosotros esperamos, cuando no llega el avivamiento cuando y como nosotros queremos, cuando nuestros sueños de recién convertidos en los que nos transformábamos en héroes de la fe han desaparecido hace tanto tiempo que ya casi ni los recordamos... Y así, poco a poco, de una forma casi imperceptible, nos vamos debilitando. La debilidad de la fe de los israelitas se hacía evidente. Mientras todo iba bien salieron osadamente (v. 8b); sin embargo, con el cambio aparente de la suerte, culparon a Dios y a Moisés su mensajero. ¡Qué curioso! Siempre tendemos a echar las culpas de lo que pasa a otros en lugar de hacer un examen de conciencia serio para ver qué parte de responsabilidad tenemos en las situaciones por las que pasamos. Ciertamente, es muy difícil ayudar a nuestros hermanos a cambiar ciertas actitudes, o a rechazar según qué vocabulario, etc. pero sí podemos sacar la viga de nuestro ojo para poder ver mejor el camino que el Señor ha abierto delante de nosotros en lugar de fijarnos en la paja en el ojo de nuestro hermano. Era más fácil sacar la gente de la esclavitud que sacar la esclavitud de la gente. Los largos años de servidumbre en Egipto habían dejado su marca psicológica sobre la

personalidad israelita. En el momento les preocupaba más la seguridad que habían gozado en Egipto (v. 11). ¿y qué decir de nosotros? ¡Nos pasa lo mismo! Después de tanto tiempo de inactividad no nos sabemos poner en marcha... Después de tanto tiempo de ver como las cosas no cambian, aceptamos que las cosas jamás cambiarán... Y lo peor es que puede ocurrir que estemos tan cómodos así que ni siquiera queramos cambiar. Eso era lo que les pasaba también a los israelitas. Mientras vivían la gloria de la salida triunfante, Moisés era un héroe, pero ahora, con el terror, el pueblo lo culpaba por la crisis. Lo culpaba por traerles al desierto para morir. Con amarga ironía le preguntaron: ¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para morir en el desierto? (v. 11) La respuesta era evidente: ¡Claro que había sepulcros en Egipto! No había otro país en el mundo tan preocupado con la muerte como Egipto; el país era famoso por sus tumbas y pirámides gigantescas. ¡Mejor nos habría sido servir a los egipcios que morir en el desierto! (v. 12) La fe en su Dios poderoso se había desvanecido. Desde luego, es mucho más fácil tener fe cuando las cosas van bien que cuando estamos en medio de la prueba. Lo que pasa, es que si sólo tenemos fe cuando las cosas nos van bien, ¿qué clase de fe tenemos? O mejor dicho, ¿en quién estamos depositando realmente nuestra fe?

2. La fe de Moisés (vv. 13-14) Moisés hizo uno de los desafíos de fe más grandes de la Biblia: ¡No temáis! Estad firmes y veréis la liberación que Jehová hará a vuestro favor. A los egipcios que ahora veis, nunca más los volveréis a ver. Jehová combatirá por vosotros... (vv. 13, 14). Lo que Moisés les está diciendo es que necesitan un cambio de actitud profundo; deben dejar el temor, la comodidad, y sobre todo la confianza en sí mismos, para empezar a confiar en la obra poderosa de Dios. Y ése es precisamente nuestro problema hoy en día también; debemos abandonar nuestro derrotismo casi genético, nuestro “no es posible” y transformarlo en un “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Probablemente Moisés les dijo lo que era más difícil de entender en medio de esa batalla: “estad firmes” o “estad quietos” para ver la liberación del Señor. ¿Cómo? ¿Cuando tenemos a los egipcios persiguiéndonos los talones y el mar enfrente nuestro es cuando nos tenemos que estar quietos? ¿Entonces cuándo tenemos que actuar, cuando estemos muertos? La esperanza no está en estar inmóvil, sino en el significado psicológico; veréis la liberación de este enemigo porque el Señor está luchando a vuestro favor. Hoy para nosotros, esto es también lo más difícil que podemos escuchar. Cuando hay tantas cosas que hacer (cuidado con el activismo), y tan pocos están dispuestos a dedicar tiempo a las cosas del Señor, ¿cómo nos vamos a estar quietos en plan contemplativo? ¡Cuidado hermanos!

La Obra del Señor no depende ni de nuestros esfuerzos ni de nuestra disponibilidad, sino del Señor. Si la Obra es suya, irá hacia delante con nosotros o sin nosotros, y si no es suya, no prosperará hagamos lo que hagamos. El reto que el Señor quiere ponernos delante hoy es precisamente que aprendamos a depositar nuestra fe de verdad en Él y no en lo que podemos o no podemos hacer, que en lugar de mirar los obstáculos que tenemos delante (y detrás) hemos de abrir nuestros ojos para ver el camino que el Señor nos está abriendo justo delante de nosotros. Ése es un ejercicio de fe, de una fe bien depositada. Sí tan sólo aprendiésemos a esperar sin precipitarnos confiando en que “sendas Dios hará, donde piensas que no hay” otro gallo cantaría. 3. La respuesta divina (vv. 15-18) Dios le respondió: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen (v. 15). A veces es más fácil proclamar la fe que practicarla, y a veces molesta la respuesta que Dios da a las inquietudes. Para Israel, ponerse en marcha sería entrar en el mar. No había salida; los egipcios se acercaban por atrás y el mar quedaba en frente. ¿Notáis el contraste entre “estad quietos” y “marchad”? Desde luego el Señor jamás nos llama al inmovilismo sino a la confianza en Él. No se trata de que no hagamos nada, sino de que no hagamos nada que Dios no quiera que hagamos. Es decir, el problema no es hacer cosas para el Señor, sino hacerlas como Él las haría, a su manera y no la

nuestra, de tal forma que su nombre sea glorificado. Si los israelitas hubiesen vencido a los egipcios sin la intervención de Dios, ¿cómo se habría glorificado el nombre de Dios? Y peor aún, ¿cómo creería las generaciones posteriores en Dios en lugar de en ellos mismos? Lo mismo podemos decir de nosotros mismos; si todo lo hacemos por nosotros mismos según nuestras propias capacidades, ¿cómo glorificaríamos a Dios? ¿Y cómo mostraríamos a los demás que es un Dios confiable? Entonces el Señor mandó a Moisés que alzara la vara y extendiera su mano sobre el mar y lo dividiera para que el pueblo lo pasara en seco (v. 16). Cuando quedaron cerrados todos los caminos de escape, el Señor abrió uno nuevo. Dios hizo lo imposible: no mostró un camino para rodear la dificultad, sino que abrió uno nuevo que la atravesaba. Sin embargo, el pueblo y Moisés tendrían que confiar y obedecer a Dios. El pueblo tendría que marchar hacia el mar, y Moisés tendría que dividir el agua. Al seguirles los egipcios en el camino, Dios mostraría su gloria en el faraón, en sus carros y en sus jinetes (v. 18). Los cristianos hemos perdido la capacidad de creer que Dios puede hacer cosas imposibles. Después de la curación de Esther Cabezos me diréis que no es verdad, que incluso hoy vemos cómo Dios tiene poder para sanar enfermedades incurables. Pero entonces si eso es así, ¿por qué no somos capaces de creer que Dios ha abierto un camino nuevo delante de nosotros para que la iglesia bautista en Cartagena camine por él? ¡Ah! Es que no lo vemos. Pues entonces tendremos que esperar que el Señor nos abra los ojos y

seamos capaces de verlo; nos tendremos que poner de rodillas y suplicarle a nuestro Padre todo amoroso que nos dé gracia para caminar por ese camino. Lo que no podemos hacer es quedarnos donde estamos, seguir como hasta ahora, no esperar nada especial de parte de Dios. Y no lo podemos hacer porque entonces esteremos traicionando a nuestro Dios no haciendo su voluntad. No podemos quedarnos eternamente en la encrucijada de seguir hacia delante o volver atrás. Nuestro llamamiento siempre es a marchar, ir hacia delante, conquistar lo que el Señor ya nos ha concedido. Conclusión El Señor tiene hoy para nosotros el mismo mensaje que tuvo para su pueblo al sacarlo de Egipto: ¡mira, he abierto un nuevo camino delante de ti! Claro que nosotros, igual que los israelitas, sentimos temor, o nos sentimos cómodos como estamos y por eso no acabamos de ponemos en marcha. Por eso, igual que ellos, el Señor nos presenta un reto de fe para que podamos comprobar por nosotros mismos cómo obra el Señor hoy. ¿aceptaremos ese reto? ¿Dejaremos pasar esta oportunidad o le pediremos al Señor que nos dé gracia para caminar por ese nuevo camino?

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