Estrategias culturales en el nuevo lesbianismo. Isabel Franc
Apartados 1. La cultura como producción colectiva de significados, modos de vida, costumbres, códigos, normas comunes (o no). 2. Tipologías de lesbianas según los modelos socio-culturales imperantes y otros más marginales 3. Trazado histórico de la transgresión lésbica. De Safo al Queer 4. Ventajas y distorsiones generadas por el matrimonio entre parejas del mismo sexo. 5. La resignificación de la familia Les. ¿Un nuevo orden conceptual y simbólico o el pasaporte a un Gingle Bells sin conflictos? 6. Hacia un nuevo lesbianismo. Propuestas formales: modelos de relación afectivo-social y de interacción con el entorno. El PACS y otras siglas. 7. Soluciones
Lema: Una lesbiana es una rebelde y si no, no lo es. (Teresa Meana)
Resumen: Empezaremos por darle una significación común al término “cultura” con el fin de entender lo inverosímil del título propuesto. Pasaremos, a analizar los aspectos comunes que unen a diferentes tipologías de lesbianas y, a continuación, haremos un recorrido por la natural tendencia a la transgresión implícita en las lesbianas de todas las épocas. Eso nos dará pie a entrar en un tema más delicado: las ventajas y distorsiones que ha generado la ley de matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y, de ahí, pasaremos a otro asunto más polémico todavía: la reflexión sobre si la familia lesbiana representa un nuevo orden simbólico o no es más que una forma de pasar las Navidades en graciosa armonía con el resto de la familia. Apoyándonos en todo lo desarrollado anteriormente, entraremos en propuestas formales de estrategias que nos lleven a una nueva concepción del lesbianismo y la legislación pertinente. El último apartado lo he titulado soluciones en el deseo de traducir con palabras claras todo lo anteriormente expuesto, ya que, por el tono conferencial utilizado, lo más probable es que resulte tan entretenido de descifrar como un crucigrama.
Introducción:
Theodor Ludwig Wilheim Bischoff (1807-1882) fue un importante anatomista alemán del s. XIX que se dedicó a pesar cerebros humanos. Tras años de acumular datos, observó que el peso medio del cerebro de un hombre era de 1350 gramos, mientras que el promedio para las mujeres era de 1250 gramos. Durante toda su vida utilizó este hecho para defender ardientemente una supuesta superioridad mental de los hombres sobre las mujeres. Siendo un científico modelo, a su muerte donó su propio cerebro para su colección. El correspondiente análisis indicó que pesaba 1245 gramos.1 Es lo que ocurre cuando se sacan conclusiones rocambolescas de estudios basados en métodos un tanto sui géneris. Hago referencia a él porque los argumentos que expondré en esta comunicación se apoyan también en la observación personal y, por lo tanto, pueden provocarme la humillación de ver como los resultados de mi exposición se vuelven en mi contra –circunstancia que no sufrió el profesor Bischoff, ya que se encontraba de cerebro presente-, pero, espero que, si más no, nos hagan reflexionar y sirvan para animar un encendido debate.
1. La cultura como producción colectiva de significados, modos de vida, costumbres, códigos y normas comunes (o no).
Entendemos
por
cultura
un
conjunto
de
modos
de
vida,
costumbres,
conocimientos, prácticas, normas, significados, etc. comunes a una sociedad o a un colectivo. Podríamos, por ello, referirnos a los diferentes movimientos de resituación social de un grupo determinado en términos de estrategias culturales, pero lo que parece una verdad de Perogrullo es, en el caso de las lesbianas, difícil de combinar. Ni nuestras costumbres ni los conocimientos ni, mucho menos, las prácticas resultan comunes; ni todas las lesbianas piensan igual, ni comparten ideología, ni los motivos que las han llevado a serlo son los mismos. Es más, unas nacen y otras se hacen, lo cual lleva a desarrollar significaciones muy diferentes de las mismas cosas. Sin 1
Aparecido en Scientific Américan, Marzo 1992.
embargo, esa producción conjunta (colectiva) de significados es necesaria. Dar el mismo sentido a una cosa, actuar de una determinada manera, establecer códigos comunes resulta imprescindible para crear estrategias de actuación o de interacción comunes. Pero ¿qué actuaciones o interacciones nos han unido durante los últimos tiempos? Dejando al margen formas de vestir, manifestaciones de la pluma o la natural tendencia a la tragedia amorosa y centrándonos en estrategias socio-culturales, tenemos: la aparición de lesbianas en series de televisión y en realities, una revista (Sales??) en la que las empresarias lesbianas se resisten a poner publicidad, la tímida aparición de las teorías Queer (de las que muchas todavía no han oído hablar ni saben qué es) y, eso sí, muchos bodas que festejar. El matrimonio resulta, pues, una práctica cultural que empieza a ser muy común. Analicemos algunos modelos de lesbiana y su posición ante el tema (siempre siguiendo el método Bischoff y aceptando que las clasificaciones solo sirven para hacernos sentir como botones de mercería, cada una en su debido compartimento).
2. Tipologías de lesbianas según los modelos socio-culturales imperantes y otros más marginales.
a. La enamoradiza compulsiva: modelo muy frecuente. Vive con la ilusión de encontrar a la “princesa azul” con la que casarse. No sabe estar sin novia por lo que emplea muy poco tiempo en pasar de una relación a otra a fin de conseguir el pasaporte al altar (entendido como metáfora de juzgado) b.
La camionera de toda la vida, le ha dado un giro a su denominación, ahora es Mujer Butch masculina performativa. Y, del mismo modo le ha dado un nuevo valor simbólico al matrimonio elevándolo a la categoría de “resignificación rreformativa” de los sistemas de valores y creencias que otorgan, según ella, un nuevo orden conceptual al intercambio de anillos. O sea, se casa; como performance, pero se casa.
c. La armarizada: espécimen curioso que necesita de gran imaginación para tener novia, vivir con ella y hacer creer a la familia que solo es una amiga y para explicar en el trabajo lo que ha hecho el fin de semana, no se casa porque tendría que salir del armario, pero, en ocasiones, se arma de valor y da el paso.
d. En la Casada y con descendencia (en todas sus variantes: adopción, inseminación, amigo gay que se presta, etc.) se observan, básicamente, dos variantes: - la que siempre ha querido tener una familia y le da igual el orden simbólico en el que se clasifique. - la que valora el matrimonio entre mujeres como una transmutación de la ceremonia nupcial y su modelo familiar como desestructurador del orden heterosexiasta y patriarcal. En ambos casos, se celebró con pompa el enlace y se procrea animosamente. e. La que tiene pareja pero no está casada: Considera que no es necesaria la firma de papeles para consolidar su relación. Pero, llega una edad en la que empiezan los achaques, se cuestiona que ni su pareja ni ella tienen derecho alguno sobre las posesiones de la otra y acaba claudicando la tercera vez que ha tenido que pedir vacaciones en el trabajo para cuidar a su novia. ¡Total, sollo es una firma! f.
La soltera con mascota: En muchos casos, vive lamentando lo mal que la ha tratado la vida por no haberle permitido celebrar su boda cuando tocaba. Ahora, ya, separada en varias ocasiones y sin ganas de meterse en jaleos, con la mascota tiene suficiente.
g. Por último encontramos el curioso espécimen Yo-no-soy-lesbiana-solome-gustas-tú, quien, tras varias experiencias con mujeres también acaba casándose, pero ésta, muchas veces, con un hombre.
Parece que desde que se instauró el matrimonio homosexual se va de cabeza a ese modelo como única opción posible. Parece que, más allá de la adquisición de derechos, no haya nada que decir o hacer. Sin embargo, el lesbianismo ha sido, por tradición, transgresor. Recordemos el lema de esta charla: Una lesbiana es una rebelde y si no, no lo es. Es decir, una mujer que opone resistencia a preceptos, leyes o estatutos discriminatorios, que se rebela contra el orden patriarcal, que rechaza el mandato histórico de subordinación a lo masculino, que cuestiona los modelos eróticos con los que se socializa a las mujeres y critica la iconografía femenina de los medios de comunicación, que plantea la ruptura de los límites de lo femenino, que se resiste al proyecto heterosexual establecido, que propone un modelo distinto de sociedad más allá y muy por encima de los valores masculinos. Una mujer que desestabiliza el orden social, que trastorna y transforma la moral, en definitiva,
una mujer que cambia y que propone un cambio. Y por esa subversión, por ese revolver el orden social y moral, ha sido perseguida y castigada a lo largo de los siglos.
3. La transgresión lésbica. De Safo al Queer
Por problemas de espacio y de tiempo no será posible hacer una relación exhaustiva de la transgresión lesbiana a la que hago referencia y que se ha manifestado hasta nuestros días desde antes, incluso, de Safo. Ya en Ella aparecen los primeros signos de rebeldía. No está claro si se casó o no, pero poco importa ya que en su época el matrimonio no era más que un contrato para asegurar la procreación mientras cada cónyuge “se lo montaba” por su cuenta. Lo que si hizo fue inventar el verso de tres endecasílabos y un adónico final de cinco sílabas conocido como oda sáfica que, además, interpretaba acompañándose de una lira. Algo de sedicioso tendría su innovación cuando, en el año 1703, la Iglesia Católica ordenó quemar todas las copias de sus poemas de los que sólo se lograron recuperar un tercio. Y hablando de iglesia católica, ¿qué podemos pensar de los conventos occidentales en los que se realizaban prácticas amatorias entre mujeres casadas con Dios ¿No hay en esas prácticas una actitud rebelde? La mismísima sor Juana Inés de la Cruz ¿No subvierte cuando le dice a otra mujer “yo ser tuya quiero” o “las almas distancias ignoran y sexo”? El hecho de casarse con Dios como único acceso al estudio, a la educación, a los libros… ¿no ha sido en sí una forma implícita y subversiva de cuestionar el matrimonio terrenal? También en la realeza encontramos vivos ejemplos de la rebeldía lésbica. Ahí está Cristina de Suecia que renunció al trono con tal de no casarse con un hombre. Y si hurgáramos, encontraríamos, seguro, otros muchos casos no descritos por motivos protocolarios. Entre la nobleza intelectual, un ejemplo a destacar es el de Madelaine de Scudéry, quien ya en el siglo XVII atacó enérgicamente el matrimonio y lo calificó de tiranía. No se casó, por supuesto, pero regentó un salón literario al que acudían las celebridades de la época y fue la primera mujer que obtuvo el premio de elocuencia de la Academia Francesa. El caso de las Amazonas, un pueblo de mujeres en cuyo gobierno no intervenían los hombres, por su obviedad, no requiere comentarios.
Como fenómeno a señalar en cuanto a subversión familiar, tenemos el “matrimonio bostoniano”, que bajo la máscara de amistad romántica creó un nuevo orden simbólico y práctico de relación entre mujeres que fue aceptado en los círculos intelectuales y sociales. Pero para transgresión y jarana pública y notoria están las mujeres de la Rive Gauche parisina donde, en los locos años 20, se instalaron un grupo de intelectuales y artistas estableciendo un entramado de relaciones precursor del Chart (cartografía de relaciones) propuesto por Alice en L World y que nada tiene que envidiarle. Curiosamente, se observa un paralelismo entre las mujeres que han rechazado o cuestionado el matrimonio (es decir, la pareja heterosexual) y su inclinación por las actividades culturales. Pura coincidencia, seguramente, aunque si aplicáramos el método Bischoff sacaríamos, sin duda, conclusiones muy interesantes. Para concluir este periplo de transgresiones es obligado nombrar a Monique Witting con su famoso lema “una lesbiana no es una mujer”. Ya en la década de 1980 Witting proponía utilizar nuestra sexualidad como “una herramienta de ruptura de la norma heterosexual”. Y, para rematarlo, llegan Judith Buttler y las teorías Queer haciendo tambalear la identidad de género y el concepto mujer en sí mismo cuando afirman que la orientación y la identidad sexuales o de género son una construcción social, los roles masculino/femenino no están inscrito en la naturaleza humana y lo que existen son formas socialmente variables de desempeñar uno o varios papeles sexuales. En definitiva, que la lesbiana, desde siempre, ha cuestionado la relación de pareja, un modelo creado por y para heterosexuales con el fin de garantizar la procreación y el cuidado de la descendencia. Y si no lo ha hecho, debería hacerlo.
4. Ventajas y distorsiones generadas por el matrimonio entre parejas del mismo sexo.
Uno de los problemas más complejos de resolver que ha provocado el matrimonio entre personas del mismo sexo, es el de qué ponerse en las bodas. Si el respetable público me lo permite, relataré mi experiencia personal. La primera boda Les a la que asistí se celebraba en el Ayuntamiento de un pueblo más bien pijo y con la alcaldesa de oficianta, por lo que consideré obligada una cierta etiqueta. Me puse de pluma en blanco y me encontré con un nutrido grupo de invitadas en shorts, camiseta y gorrita del Coronel Tapioca. Las únicas que íbamos como perifollos éramos la alcaldesa y yo. Poco más tarde se casaron otras dos amigas en una casa rural y escogí un look
campestre acorde con el medio natural. Mi sorpresa fue comprobar que todo el mundo iba de veintiuna plumas y yo parecía una zarrapastrosa de esas que se cuelan en los convites para picar de gorra. Finalmente he optado por el look “arreglá pero informal” que queda más o menos bien en todos los eventos. Otro problema, sin duda, es el gasto que nos genera el aumento tan considerable de ceremonias a las que asistir. Entre modelitos, regalos, despedidas de soltera y, posteriormente, bautizos o bienvenidas al mundo de la prole subsiguiente... una ruina. Por otra parte, el matrimonio también ha traído ventajas. La principal, relajar a las madres de las desarmarizadas, que hasta el momento veían la relación de su hija como un descarrío que había que aceptar2. A partir de la firma de papeles, lo asumen como una relación consolidada, estable, equilibrada, sensata y totalmente dentro de la norma, excepto en un pequeño detalle que encajan mucho mejor. Si además las hacen abuelas, la baba que resbale por sus barbillas limpiará todas las lacras pendientes. El matrimonio consigue que la pequeña sociedad en la que convivimos: tenderas, vecinas, familiares, amigas, compañeras de trabajo, colegas, socias del mismo club deportivo,… apruebe la idiosincrasia de las lesbianas. Desde el momento en que pasan por el rasero social y jurídico, todo está en orden (aunque sea un nuevo orden simbólico) y eso nos relajará mucho, muchísimo, casi tanto como a nuestras madres. Al fin y al cabo, toda hija de vecina quiere ser aceptada, reconocida, querida y, a ser posible, admirada. El pequeño mundo de la pareja, por tradición, estigmatizada la entenderá y aceptará, o sea, dará por buena su relación. La gran incógnita está en saber si esa unión es, en sí, una transgresión, una forma de romper el orden establecido o si es, pura y simplemente, la obtención de credenciales para asistir todos los años a la comida de Navidad con los mismos honores que el resto de la familia. Está claro que la unión matrimonial no siempre responde al deseo de romper el orden establecido, en muchos casos, lo que se reclama y con lo que se está conforme es la igualdad de derechos y punto. Entonces, habría que preguntarse: ¿Se transgrede cuando no hay conciencia ni intención de transgredir? ¿Es subversivo un divorcio homosexual? ¿Son más revolucionarios nuestros ceses temporales de la convivencia conyugal que el de los duques de Lugo? Como apunta Dolores Juliano recogiendo las Conclusiones de la trobada de lesbianes de Catalunya 2005, “la aprobación de una ley que reconoce el matrimonio de parejas del mismo sexo puede ser vista como un éxito en la medida que favorece la
2
Segunda acepción de la RAE. Aceptar: dar por bueno.
no discriminación por la opción sexual de las personas, pero, al mismo tiempo, es una derrota porque contribuye a reducir la pluralidad de relaciones posibles” 3
5. La resignificación de la familia Les. ¿Un nuevo orden conceptual y simbólico o el pasaporte a un Gingle Bells sin conflictos?
¿Cuál es el núcleo sustentador de la familia tradicional? Mentiras, secretos y silencios proclamó Adrianne Rich. Esa aparente guarida destinada a dar refugio y amparo a sus miembros, creada como ambiente acogedor de las individuas que la componen tendría que ser un generador de bienestar y, sin embargo, la mayoría de núcleos familiares tradicionales son una fuente de malestar. Herencias o interacciones económicas, malentendidos, insatisfacciones, peleas, abandonos, engaños ¿no son acaso el pan nuestro del cada día de la mayoría de familias que conocemos? Nada hace suponer que no se repita esa misma dinámica en núcleos formados por dos mujeres más descendencia venida de todas las formas posibles apuntadas anteriormente. De hecho, se repiten en muchos casos. Mamá no le ha dicho a mamá que el tedio hogareño le hace sentir una cierta estafa en el proyecto. Para compensar, tendrá sus escarceos en viajes de trabajo y salidas ocasionales o se conformará con reinventarse a sí misma en los chats de lesbianas. Secretos. La otra mamá no quiere que la abuela materna por parte de la otra madre, es decir, su suegra, se inmiscuya en la educación de la prole por lo que cuando llame para visitar a las niñas, le dirá que no es posible, que justo ese día tienen un compromiso. Mentiras. El descubrimiento de las cuales provocará recelos y discusiones. Pero todas callarán. Silencios. Las madres porque han aceptado que la pareja es así, no tiene remedio, pero mantenerla trae muchas compensaciones; la abuela porque si mete baza teme ser acusada de no haber aceptado nunca semejante unión (lo cual, por otra parte es cierto); y las niñas por aburrimiento: están hasta la coronilla de la retahíla de explicaciones pedagógicas que les dan sus madres (por partida doble) cada vez que se interesan por los temas familiares. El modelo familiar, entendido como lazos de parentesco establecidos por el vínculo del matrimonio al que se suma la descendencia biológica o no, es uno, que a
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Lesbianismo y roles de género. Dolores Juliano. www.rompiendoelsilenci.cl/artiene6.htm
muchas mujeres satisface y conforta, pero no tiene por qué ser el único. Y sin embargo, parece que, a partir de la legislación vigente, nos hayamos olvidado de que se pueden establecer otros vínculos tan válidos o más.
6. Hacia un nuevo lesbianismo. Propuestas formales: modelos de relación afectivo-social y de interacción con el entorno. El PACS y otras siglas.
Si se me permite, argumentaré este último punto con mi experiencia personal. El haber sufrido, recientemente, una enfermedad tan estigmatizada, desestabilizadora y peligrosa como el cáncer me ha llevado a reflexionar mucho sobre esta cuestión. En mi caso (tipología soltera con mascotas varias y sin familia a la que acogerse) fue el entramado de relaciones afectivas el que funcionó (y funciona). Las Amigas asumieron, por voluntad propia, una responsabilidad señalada por la conciencia o por la ética y no por el contrato. La acción, desde traer la comida preparada hasta poner la inyección correspondiente a cada sesión de quimioterapia, desde organizarse entre ellas para dar siempre compañía cuando era necesaria hasta hacerse presentes por los múltiples medios que la era de la comunicación nos ofrece (mail, teléfono móvil, fijo, sms), era una acción basada en la solidaridad y no en la firma de documentos. No hay pacto escrito, nada nos obliga. Y, aunque, en el fondo de nuestras conciencias, sabemos que escapar a esa responsabilidad es producto de la bellaquería, un acto propio de tránsfugas del afecto y la camaradería, nada nos obliga excepto la propia conciencia. ¿Está contemplado en algún lugar ese pacto tácito? ¿Nos darán permiso en el trabajo para acompañar a una amiga en una operación? ¿Le hacemos un favor o una mala pasada dejándole en herencia la casa a esa ex que se ha convertido en amigahermana? ¿Por qué no podemos tener con ella o con cualquier otra de intimidad semejante los descuentos por cuota familiar a los que se puede acceder por parentesco? La escritora Thais Morales afirmó (en conversación privada) que “todas deberíamos tener derecho a cuidar a una amiga”. No le resto razón, pero la picaresca latina me hace sospechar que de los 240 días hábiles que tiene el año, trabajaríamos 40 y el resto lo dedicaríamos a “cuidar amigas”. Por lo tanto, y aunque a muchas nos pese, no quedaría más remedio que legislar también ese tipo de acciones/relaciones.
A quienes nos repatea ver legisladas, incluso, las alternativas, siempre nos queda el “hecha la ley, hecha la trampa”. Correspondería a las mujeres juristas pensar el cómo y hacer propuestas al respecto, aunque, como la mayoría también quiere casarse, me temo que lo tenemos muy crudo. Ideas y precedentes ya existen. Las mujeres, en especial las lesbianas, hemos creado redes de solidaridad y relaciones alternativas que están esperando ser nombradas, o sea, reconocidas. La Ex, esa amiga-hermana a la que me refería anteriormente, esa
persona con quien la confianza y el vínculo tienen un valor
comparable al del parentesco, es una figura creada por las lesbianas. Por otra parte, ¿Quién no ha participado en lo que pondríamos llamar una BAD (Brigadas de Ayuda Desinteresada) o, si se prefiere, una BAS (Brigadas de Acción Solidaria), organizada para colaborar en la mudanza de una amiga, en la pintura de una casa o en la limpieza de un jardín? Y cuántas… ¡Cuántas veces hemos soñado y comentado ese proyecto idílico de una casa para mujeres con espacios individuales y comunes! Esa especie de comuna reciclada está, no solo en la mente de muchas sino en proyectos concretos. Invadir un pueblo, comprar una casa rural entre varias o hacerse con un edificio entero en la ciudad, son iniciativas que se están estudiando más allá de la fantasía de una noche de borrachera. Es un plan que me he atrevido a denominar Proyecto UTM mediante el cual, se solicita a las autoridades que nos dejen Un Trozo de Mundo a unas cuantas y ya nos lo montaremos. Utopías aparte y como iniciativa real están los PACS (Pactos Civiles de Solidaridad). No voy a referirme a los ya existentes, como es el caso de Francia, porque no representan el ideal deseable. Como apunta Margarita Pisano: Con leyes igualitarias no se arreglan nuestros problemas, ni se derrumba la feminidad como construcción cultural, la masculinidad sólo suma a su cultura a “los discriminados útiles” y ése es su juego de la diversidad.4 Se trataría de crear nuestro propio PACS o de discutir, al menos, sobre esa posibilidad. Una posibilidad olvidada en tanto que los esfuerzos se han volcado en conseguir la ley de matrimonio. Una vez obtenida, adquiridos los derechos, relajadas las madres y visibilizado el tema del que se habla con toda naturalidad en los medios informativos ¿no sería el momento de reconocer las uniones no matrimoniales? Y no me estoy refiriendo a la fórmula “pareja de hecho”, sino a relaciones, precisamente, no centradas en la pareja como modelo único y exclusivo, copia del patrón heterosexual, y que tiene una implicación sexual. Relaciones basadas en la amistad, en la solidaridad o en cualquier otro vínculo afectivo. ¿A quién dejarán su casa, su coche, sus libros las sin pareja que no desean
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Lesbianismo, un lugar de frontera. Margarita Pisano. www.mpisano.cl/articulos/lfrontera.htm
ese modelo y cada vez tienen menos familia: por abajo porque no han querido y por arriba porque se van marchando? El pacto civil sería otra opción sino “la otra opción”, para no solo establecer derechos y deber sino para mostrar/reivindicar socialmente que ese otro tipo de uniones existe. Hagámonos y respondamos con sinceridad a esta pregunta ¿entre el matrimonio y el PACS qué elegiría? Me pregunto si el resultado de esa consulta no tendría algo en común con las conclusiones del señor Bischoff. ¿Resolveríamos, según la muestra consultada, que la preferencia mayoritaria es el PACS, pero la mitad más una se casaría?
7. Soluciones a la encrucijada
Tal vez, uno de los quid de toda esta cuestión esté en el haber otorgado al amor la categoría de religión. De nuevo D. Juliano apunta: “en sociedades individualistas, donde todos los vínculos son débiles, el amor se ha transformado en el sustituto de la religiosidad, del cual se espera que de sentido a la existencia”. Probablemente, de esa valoración sacra del amor se deriva, en gran medida, la dinámica relacional propia de la endogamia lesbiana que provoca esos charts o redes de relaciones descritas en L Word o en Con Pedigree; provoca el cotilleo feroz que adjudica un noviazgo a la segunda vez que se va al cine con la misma amiga; provoca la imposibilidad de ser amable con una mujer a la que acabas de conocer porque se va a interpretar como un tirarle los tejos descarado… y provoca otras susceptibilidades y confusiones por el estilo. Y lo que es peor: que el amor de sentido a nuestra vida imprime un carácter de inferioridad a cualquier otro tipo de afecto y al vínculo que por él se crea. ¿Para qué hablar, entonces, de ello? Si lo importante es conseguir una pareja, la estabilidad emocional, el refugio del hogar, la comodidad de saber cómo y con quién pasaremos fines de semana y vacaciones y la seguridad de un caldito caliente en el resfriado anual ¿Para qué vamos a liarnos ahora con otras relaciones que cuestionen el orden social? A fin de cuentas, la parejita Les, de algún modo, ya lo cuestiona ¿O no?
Mi propuesta es la de reflexionar acerca de estos puntos:
1. ¿Existe más el deseo de normalizarse que el de ser respetada (no digo aceptada) con las propias diferencias? 2. ¿Es compatible la subversión con el subirse al carro de la norma social?
3. Podemos crear y creamos otros modelos de relación. ¿Por qué no proponemos un debate sobre cómo hacerlos encajar en la sociedad y si queremos que encajen? 4. ¿No solo de amor vive la lesbiana?
Por último, invito a las jóvenes lesbianas y a las que todavía no lo son (lesbianas) a diseñar esos pactos de solidaridad, esas relaciones atípicas con el entusiasmo la energía y la inocencia que la juventud proporciona
Eskerrik Asco