ENTRE.OLAS] Por Marcos Witt En esta edición dedicada a los jóvenes tengo una pregunta para todo adolescente: ¿Sabes, sin duda alguna, que Dios te ha llamado a servirlo? La respuesta a esa preguntas es una de las cosas principales que mantendrán tu vida sellada con su protección. El reconocer que Dios tiene un propósito para tu vida es una de las cosas que te ayudarán a permanecer en él durante esos momentos. Desde que tengo ocho años de edad supe que DIOS tenia algo especial reservado para mi vida. Fue a esa edad que recuerdo haber hecho una entrega personal a Jesucristo y fuí bautizado en agua. Mis hermanos y yo acompañábamos con mucha frecuencia a mi papá a los pueblos para predicar. Fue en una de esas reuniones que supe, sin lugar a dudas, que Dios me había llamado para Su servicio. Me arrodillé al lado de un barco de madera para decirle al Señor " Heme aquí. Quiero servirte" Cuando regresé a la casa, recuerdo haberle dicho a alguien de los que estaban ahí, " Esta noche, Dios me llamó a Su servicio ". Nunca lo dudé después de eso. En mi casa, se consideraba un honor ser siervo del Señor. Venimos de una larga línea de siervos y ministros. Por el lado de mi mamá, soy la cuarta generación de ministros y por el lado de mi papá Jerry, tercera. Aun por el lado de mi papá( Francisco, segundo esposo de mi mamá), soy tercera generación. Mis padres siempre nos animaban diciendo que si Dios nos había llamado al ministerio, El se encargaría de proveer para todas nuestras necesidades. Cuando cumplí diez años, el 19 de mayo de 1972, me sucedió algo que sellaría, en cierta forma, el hecho que había sido apartado para la obra del Señor. Cada año mis papás se esforzaban para llevar a la familia a pasear a Mazatlán, México. Una mañana mi hermano, Jerry y yo habíamos salido a jugar en el mar. Mi papá nos había enseñado el arte de " surfear con el cuerpo" las olas del mar. Él había sido marinero por varios años y era un excelente nadador. Teníamos un par de días tratando de aprender este deporte, con algo de éxito. Tan era así, que mi hermano y yo empezamos a sentir un poco más de confianza de la cuenta. Jerry y yo empezamos a meternos un poco más adentro, para buscar esa ola perfecta.
Al caminar mar adentro, había unas mesetas en las que se caminaba, haciendo muy fácil el estar en el agua, porque no parecía que profundizaba. De pronto, llegamos a unos vados profundos, pero al otro ladito del vado estaba otra meseta. Así pasamos unos tres vados y ya estabamos bastante adentro. De pronto, lo que recuerdo es que entré confiado a otro vado, pero este no tenía una meseta esperándome al otro lado, sino que nunca volví a sentir el suelo. Las olas llegaban y cubrían mi cuerpo. Empecé a luchar por subir a la superficie. Buscaba tocar suelo con mis pies, para usar el fondo del mar como trampolín y así lanzarme hacia arriba. Pero no estaba funcionando. Tras una gran angustia, logré subir a la superficie y comencé a pedir ayuda. De reojo pude ver que Jerry estaba en la misma situación y que ya venia mi papá para rescatarnos. Yo daba manotazos y patadas, causando únicamente que me hundiera más cada vez. Oí que mi papá me gritaba, "Extiéndete sobre la superficie del agua" Intentaba hacerlo, pero estaba muy exhausto y desesperado. Sentía que el mar me llevaba. Supe que mi hermano había llegado a la orilla y todos miraban con mucha atención a mi papá que se acercaba rápidamente para rescatarme. No puedo describir la sensación que tuve cuando sentí la mano fuerte de mi papá que se colocó debajo de mi cuerpo y me dio el primero de muchos empujones que me hicieron regresar a tierra. ¡ Que alivio! Pase mucho tiempo sentado a la orilla del mar, reflexionado en lo que acababa de suceder. Observaba las olas que llegaban y se iban, gracias a Dios , sin mí. Ese día, en la cuidad de Mazatlán, fue uno de los momentos de los que se aprovechó el Señor para sellar en mi vida que sólo tenemos una oportunidad en esta tierra. Tenemos que hacer que todo cuente para Su gloria. Sé que Dios tiene un llamado y un propósito para tu vida. Lo importante es que tu lo sepas.