No volvió a ser el mismo desde que habló de los avistamientos ovnis. De por sí era raro y solitario, luego de confesar una supuesta abducción, sus pocos amigos terminaron por irse de su lado. Y cómo no si estaba en un delirio constante de alienígenas invadiendo su casa y su cuerpo cada quince días. Al principio lo tomamos, cómo si no, con burla. -¿Y te han metido algo por el trasero? -¿Se cansaron de buscar en tu cerebro, por eso te dejaron y no te llevaron con ellos? Las risas eran más con la cerveza encima, cada reunión era hablar del mismo tema para amenizar la reunión. Él dejó de ir. -Pero, oye, no te lo tomes tan en serio- le decía para tranquilizarlo. –Es solo una broma y nada más. Relájate. Pero él no se relajaba, cada semana cuando lo visitaba, estaba peor. Se había encerrado a cal y canto, olía a soledad y descuido, repetía una y otra vez lo que había visto en los documentales y seres de alienígenas. La situación era ya preocupante.