Encontro Com Um Ser De Krasal

  • November 2019
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Krasal, un planeta fascinante Compartir una parte de mi vida, un parte extraordinaria. consciente de que no me van a creer.Viajé a otro planeta....interesante.....pues dímelo tu. CAPÍTULO 1. ¿POR QUÉ ESCRIBÍ ESTA HISTORIA? FUE POR CARLA. 21-01-2006 Ahora que estas leyendo esta líneas, puedes pensar que tan solo son letras una detrás de otra, pero asegurate de que es algo real, que no te lo estas imaginando. Barcelona, 20 de julio de 1998. Creo que debo ser sincero desde el principio, desde la primera línea de esta historia. Sabéis, he estado durante varios meses pensando en si debía o no contarla, si valía la pena recuperar de mi memoria los recuerdos de mi extraordinaria experiencia,o, tal vez, era mejor dejarlos donde estaban, fielmente guardados en mi cabecita, a modo de tesoro inexpugnable, único y mío. De pronto, una mañana desperté con una sensación diferente, el miedo a que quien se enterara de todo pensase que me lo había inventado y me tomase por un farsante había desaparecido casi por completo. Ahora creo que la culpa de este cambio repentino la tuvo una conversación que mantuve con mi amiga Carla. Explicar todos los detalles de aquella tarde serían, realmente, tema para otro blog.... considero que es, ahora, innecesario, aunque sí que quiero citar casi textualmente las palabras pronunciadas por mi amiga, las que quedaron revoloteando en mi cabeza.Ella dijo: " Jean, lo que nos debe importar en esta vida es creer en nosotros mismos" Jajaja, os estaréis riendo ahora, ¡ qué frase más tópica! Pues sí, lo es, pero se me quedó almacenada sin prestarle demasiada atención, formando parte de una amplia conversación sobre el modo de comportarnos las personas. Pero cómo ocurre muchas veces sin darnos cuenta, algunas palabras que hemos escuchado, quedan, sin querer, en nuestra memoria y, van, silenciosamente influyendo y modificando nuestro modo de pensar, y , un

día, sin más, relacionamos alguna conducta o decisión con algo que ya estaba dentro de nosotros mismos. Y, maravillosamente, todo adquiere un nuevo sentido. Como alguna persona pensará, no pretendo impresionar a nadie, tan solo contar algo que podría ser mentira para muchos pero verdad para mí. Aunque, ¿ que es la verdad? ¿ quién tiene la razón verdadera? ¿ lo que tú ves, es real o imaginario? ¿ alguien está construyendo un mundo para nosotros? ¿ formamos parte de un cuento? ¿ somos marionetas de un teatro construido en otro mundo para deleíte de otros entes? No lo sé, solo puedo comprender mi propia realidad y esa es la que quiero transmitir. Por todo esto y, evidentemente, por Carla, habéis leido esta capítulo. Aunque me creo si pensais que puede no existir ni siquiera tu propio ordenador y esto sea producto de tu imaginación. CAPITULO 2. SÓLO UN POQUITO DE MÍ 21-01-2006 Me acuerdo que mis profesores siempre decían en las reuniones con mis padres la misma frase curso tras curso. " sería un buen estudiante sino fuera tan vago en las asignaturas como historia..." Supongo que por eso siempre se me dieron mejor las matemáticas y la física, y peor las ciencias sociales. Aunque puedo asegurar que no repetí ningún nivel. Hasta que cumplí los seis años estuve viviendo en mi ciudad natal, París, en una calle que se llama Rue Lafayette, en un edificio de dos plantas. En esa zona, la mayoría de casas son como la nuestra. Mi familia y yo ocupabamos la segunda planta y mi habitación estaba en la buhardilla desde donde podía ver un parque llenos de árboles y comtemplar en las noches de cielo claro, las estrellas. Recuerdo que el día de mis sexto cumpleaños, el 4 de agosto, mi padre nos dió la noticia: ¡ Le habían trasladado a la sucursal que su empresa , la Tourgrotte, tenía en Barcelona! Siempre recordaré, además de esa notícia que

cambió mi vida, que aquel día mi padre me regaló una bicicleta azul fantástica, con pedales cromados y llantas brillantisimas, o eso me pareció a mí. Era la bicicleta que siempre había soñado. Después de soplar las velas y de haber pedaleado un rato, mis padres nos llamaron a mí y a Charlotte, mi hermana, que entonces tenía cuatro años, y nos explicaron que ibamos a cambiar de colegio en septiembre, que sería un colegio muy grande y bonito en Barcelona. Yo no sabía dónde estaba Barcelona y le pregunté si estaba cerca de casa. Mi padre, mirándome a los ojos dulcemente, me explicó que nos iriamos a vivir a España, a otro país. Yo no entendí demasiado bien lo que significaba un cambio de colegio y de país y tan solo recuerdo una cosas más de ese día. Le pregunté a mi padre si me podía llevar todos los juguetes a Barcelona. - Claro que puedes, Jean - me dijo con cara sonriente- nos lo llevamos todo. Aquel último verano en París fue un poco triste para todos. Yo jugaba con mis amigos y pensaba cuando volvería a jugar con ellos pero continuaba sin comprender lo que realmente significaba cambiar de país ¿ viajar a un lugar muy lejano quizás? En la mente de un niño de seis años eso puede llegar a ser lejísimos. Eso es lo que yo sospechaba. Una semana antes de irnos mis padres organizaron una fiesta de despedida con amigos suyos, de mi hermana y mios. Alec, mi mejor amigo entonces, me regaló un cromo de su equipo favorito, el Paris- Saint Germain y , aunque, no os lo creáis, aún lo tengo guardado. A veces, confieso que soy un poco romántico. Como estaba previsto, a mediados de septiembre viajamos a Barcelona. Nos instalamos en un ático soelado entre la Via Augusta y la Diagonal. Mi habitación tenía grandes ventanales desde donde podía ver el Tibidabo y a lo lejos, muy lejos, un poquito el mar. Aquella vista era nueva para mí y añoraba mi ciudad.... Poco a poco me fui acostumbrando a Barcelona y, sobretodo, a mi nuevo colegio. Por suerte pude continuar los estudios como en Francia, en el Liceo Francés de Barcelona, que es como un colegiio de mi país, las clases son en francés, aunque también

estudiamos inglés, español y catalán. Encontré amigos facilmente, casi todos eran hijos de padre o madre franceses y, como yo no sabía ni una palabra de español y mucho menos de catalán, todos los niños me hablaron en francés. Lo cierto es que pronto me sentí a gusto en esta ciudad que no tardó en parecerme la mejor de todas. Un niño tiene ese don de adaptarse facilmente a los cambios. A mi hermana le pasó igual que a mi, ella apenas recuerda París, bueno, después hemos ido muchas veces pero no recuerda los cuatro años que vivió allí. En poco tiempo ya hablabamos castellano y catalán y cada día tenía un nuevo amigo, en el colegio o algún vecino de mi edad. Me lo pasaba bien jugando al fútbol y muchos fines de semana ibamos todos a Sitges para jugar en la playa o a visitar a algún amigo de la empresa de mi padre que vivía cerca. Desde los seis años hasta los catorce, que fue cuando me ocurrió lo de Krasal, mi vida fue bastante normalita. Estudiando fuí aprobando los cursos, me apunté a clases de piano, de judo y Barcelona era ya mi ciudad. A decir verdad mis mejores amigos son catalanes. Ahora que ya me conoceis un poquito más quiero contaros una historia increible que me ocurrió, como ya os dije, cuando tenía catorce años. Ah, por cierto, ahora tengo 26. Quisiera advertiros que, quizás, os va a resultar muy extraño lo que vais a leer. Parece un sueño, lo sé, incluso para mí. Pero tantos recuerdos no pueden ser soñados... y si lo son, que más da, para mí son mi realidad. A mí, nunca me habían interesado demasiado los fenómenos extraños, tampoco demostré mucho interés por los ovnis, ni por los viajes espaciales, ni nada de eso. Ha llegado, pues, el momento de empezar mi historia. ¿ Qué es Krasal ? Poco a poco lo iréis descubriendo. Por Maria B | # enlace | Comentarios (0) | Referencias (0) | En: General CAPITULO 3. EL PRIMER CONTACTO. 22-01-2006

Recuerdo que me encantaba ir a jugar a los parques por la tarde, solía ir con mis amigos. Me gustaba sentarme en un banco y jugar con mi Game Boy a la sombra de los árboles,pero normalmente jugaba al fútbol o a los piratas, recuerdo que a mí siempre me gustaba ser el pirata malo y utilizaba un tobogan muy alto como si fuera mi barco de guerra. Un soleada tarde, después de despedirme de mis amigos, yo no tenía aún ganas de regresar a casa y me dispuse a jugar un ratito más, saqué mi máquina del bolsillo y me puse a jugar al Super Mario. En esa época yo estaba enganchado a ese juego y recuerdo que yo tenía una buena reputación por tener el record de puntos entre los de mi clase. El sol nublaba mi pantalla y me froté los ojos pues me picaban bastante. Al abrirlos fue cuando le ví por primera vez. Estaba sentado en la esquina de una banco dando de comer a los pajarillos con gran naturalidad. Nada fuera de lo común, ninguna actitud extraña o alarmante. Aunque, eso sí, me sorprendió su indumentaria: una tela roja a modo de túnica le cubría el cuerpo hasta los tobillos, en la cabeza llevaba una cinta verde con unos dibujos hechos a base de lineas curvas que parecían cosidos con un hilo dorado, sus pies estaban recubiertos por unas botas de piel marrón con suela de cuero roja y las llevaba atadas con cintas a las piernas. A pesar de hacer frio en Barcelona en aquella época del año, era febrero, aquel personaje no parecía notarlo a pesar de sus ropas tan ligeras. Yo llevaba abrigo, guantes y bufanda y la verdad es que no me sobraba nada. El parque aquella tarde estaba bastante tranquilo, unos niños jugaban en los columpios y chillaban imitando a los indios o a algún que otro personaje inventado. Movido por una gran curiosidad, me levanté del banco y caminé hacia el extraño hombre, me senté en un banco más próximo con la única intención de observarle. De todos modos no tenía nada más que hacer en aquel momento, no sé porque motivo alguna fuerza oculta me empujaba a quedarme allí sentado. Sentí ganas de acercarme más pero no lo hice, continué quieto unos minutos, no recuerdo cuántos. De pronto, noté una sensación intensa dentro de

mi cuerpo, como si estuviera sólo en el mundo y nadie pudiera ayudarme, intenté gritar pero no podía o no quería. Me es imposible describir aquella sensación, pero algo me decía que era buena o, al menos, señal de algo bueno. Era como si intentaran arrastrarme hacia alguna parte. Yo aún no había apartado la mirada del extraño ser, y , de repente, éste me miró fijamente. Me sobresalté y desvié la vista hacia los niños que jugaban. Tenía miedo, pero ¿ por qué? Entonces miré al cielo y pude observar que ya oscurecía, pensé que el parque no tardaría en cerrar y yo no quería marcharme. El hombre se levantó y se dirigió hacia mi lentamente, sin prisa. Mi cuerpo estaba como paralizado por el pánico. Intenté convencerme de que no ocurriría nada raro, de todos modos parecía un hombre normal, como yo, aunque lo que no podía negar era el intrigante misterio que le rodeaba. Un silbido sonó a lo lejos y dí un pequeño salto, era el silbato del guardia del parque anunciando a los visitantes el inmediato cierre del recinto. El hombre me miró a los ojos y con un gesto me invitó a seguirle. Ahora ya no oía nada a mi alrededor, tan solo escuchaba un murmullo y solo podía ver a aquel individuo ante mí. Sentía un miedo que a la vez era bienestar, algo dificil de comprender y mucho más de explicar. Le seguí unos pasos y me detuve pensando en lo que estaba haciendo. Mi cabeza daba vueltas sobre lo extraño de todo aquello. ¿ Por qué motivo me interesaba aquel hombre? ¿ Qué era aquella sensación que me llevaba hacia él? ¿ Por qué iba vestido con aquellas ropas? ¿ Quién era ? Nada tenía respuesta en aquel momento. El hombre me miró de nuevo y su cara expresaba extrañeza, extrañeza de que no le siguiera sin miedo. Cuando me di cuenta ya había oscurecido y el parque había cerrado con nosotros dos dentro. Me pregunté cómo es que el guardia no nos había visto. Continuaba siendo todo muy misterioso. De pronto, el hombre de la túnica roja se acercó y me dijo pausadamente que no tuviera miedo, que él era bueno. Me tranquilice un poco, solo un poquito.

Por Maria B | # enlace | Comentarios (1) | Referencias (0) | En: General

CAPITULO 4. ¿QUIÉN ERA WEBER? 28-01-2006 Nos sentamos en un banco, bajo un árbol, y el hombre extraño me empezó a explicar una historia increíble. La verdad es que yo no tuve tiempo de preguntarle nada y él ya estaba pronunciando respuestas sin preguntas. Empezó diciendo que era visitante de otra nación, al decir nación, pensé que se refería a algún país de Europa o América, pero no. Dijó que era una nación que se encontrabra en otra galaxia, una galaxia parecida a nuestro Sistema Solar, con un sol mucho más grande pero que irradiaba menos calor, mucho menos. Había venido a la Tierra porque su Atumano, que era la persona que según él gobernada en su ciudad, le había concecido una semana de permiso por haber salvado la vida de un niño de morir atrapado en una cueva helada. Continuó su relato diciendome su nombre, era Weber, estaba casado con una mujer llamada Onia, y tenía dos hijos, Habel y Cetera. Su planeta no era conocido en la Tierra porque me contó que por lo que había visto en mi planeta, aún nos faltan muchos años para poder viajar tan lejos. Por lo menos con los cohetes que nos dan a conocer, aunque me insinuó que podría haber alguna máquina secreta en algún lugar de la Tierra construida para realizar una viaje secreto a través del tiempo. El Atumano, el jefe supremo de su planeta, no permitía la entrada a nadie no identificado ni tampoco la salida de ningún habitante de KRASAL. - Sí, Jean, Krasal, recuerdalo - me susurró al oido. Krasal era el nombre de su planeta, que junto con otros cinco , cuyos nombres me citó en un orden , Kresinea, Kronos, Kraper, Kruber y Kretea, formaban la galaxia llamada Kromedea Sater, de seis planetas girando alrededor de su sol, al que llamaban Keip. Recuerdo esa tarde con gran detalle, pues mi

fascinación por aquella historia me cautivó hasta tal punto que quedé como hipnotizado por Weber. Continuó diciendo que era él el primero en viajar, en salir de su galaxia y lo consideraba un gran privilegio. Los otros cinco planetas también estaban habitados, aunque Krasal era el más grande e importante de todos. No era como en el Sistema Solar en que los planetas no tienen ningún vínculo, sinó que en Kromedea Sater existían como carreteras espaciales que permitían trasladarse de un planeta a otro como si de un viaje entre ciudades se tratara. Todo aquello, aunque como ya he dicho, me fascinó, me parecía irreal, y las preguntas se me amontonaban en la cabeza. ¿Soñaba? , me pregunté. Weber, entonces se levantó pausadamente y sin saber yo el motivo, me puse a caminar a su lado hasta salir del parque por una pequeña puerta que él consiguió abrir no sé de que modo. Ya en la Plaza Francesc Macià, cogimos un taxi y nos dirigimos a su hotel. En ese momento no sabía porque me iba con aquel hombre, nunca antes había hecho nada parecido, pero lo cierto es que no lo podía evitar, sentía una gran atracción por Weber. Es que no sabría como transmitiros la sensación de normalidad que tenía aquel encuentro, sino no hubiera tenido explicación el hecho que sin conocer a Weber, me fuera con él a no se sabe dónde. El taxista cogió la Avenida Diagonal y giró en Paseo de Gracia hasta detenerse delante del Hotel Majestic. Una vez én la calle, miré a mi alrededor y nadie parecia extrañado. Yo estaba bastante inquieto, con una gran curiosidad por saber más y más sobre Weber, su casa, su planeta, por todo. Él me miraba fijamente a los ojos, imagino que preguntándose si podía seguir confiando en mí. Cerró los ojos y continuó su explicación de este modo: - Como te he dicho, soy de Krasal. Nuestro origen se remonta hace billones de años, en nuestro libro Topuku, se explica que el universo era una gran bola caliente que explotó y dió lugar a todas las galaxias, con sus planetas, pero no toda la vida empezó al mismo tiempo en todos los planetas. Algunas bolas formadas por la explosión quedaron más calientes que otras, y la vida empezó a formarse en los planetas en los

cuales la temperatura descendió lo suficiente para evitar que cualquier especie muriera abrasada. Nuestra galaxia, Kromedea Sater, fue una de las primeras en aparecer organismos vivos. Algo tenía un cierto sentido en todo aquello, o por lo menos eso quería creer yo. Weber parecía aún más fascinado que yo y continuó así: - Yo soy científico y experimento nuevos sistemas de producción de metales. Estudio también los alimentos, las plantas, las comunicaciones, soy lo que en Krasal se llama un Humer, alguien que conoce muchas disciplinas y se preocupa por descubrir otras nuevas. Como te dije en el parque, me encuentro en tu país porque salvé la vida de un niño y le pedí al Atumano, como agradecimiento, que me dejase viajar con mi nuevo invento, El Yutral. El Yutral es un vehículo especialmente diseñado para poder viajar a muchos miles de kilómetros en pocos minutos. Tiene la apariencia de lo que tú conoces como un cohete. Sólo indicándole las coordenadas del destino, el Yutral te lleva en poco tiempo. Te confieso que cuando me dispuse a introducir las coordenadas , no sabía exactamente donde aterrizaría, porque, a pesar de conocer la existencia del Sistema Solar, en Krasal no conocemos con certeza las coordenadas exactas, podía haber llegado a Marte, a Saturno, Plutón, por ejemplo. Uff, que alivio, porque sé que esos planetas no estan habitados, o al menos eso parece. Por suerte, el Yutral me trajo a la Tierra, un planeta habitado. Llegué hace un Ghu, lo que para vosotros es un mes de vuestro calendario, durante este tiempo he ido observando y comprendiendo el modo de vida aquí en la Tierra y me interesa muchísimo. Aunque vuestro modo de vivir es distinto al nuestro, me he adaptado facílmente. Ahora recuerdo que el Atumano me hizo prometer que evitase cualquier problema, que simplemente anotara lo interesante y procurase pasar desapercibido. Le aseguré que sería prudente porque de hecho no conocía los peligros que podía encontrarme en mi destino. El tiempo máximo de mi estancia en la Tierra es de dos ghus, pasado ese tiempo he de regresar pues el combustible

del Yutral se neutraliza y se convertiría en hierro inservible para la propulsión. Nosotros podemos determinar su duración siendo el máximo de un año. Me he fijado un objetivo, y es anotar todo lo que me parezca diferente para poder utilizarlo en un futuro en Krasal. A pesar de estar mucho más evolucionados que vosotros, en Krasal pensamos que siempre de todo se aprende algo nuevo y su aplicación puede no ser inmediata, sino que algo que parecía insignificante puede ser vital en un futuro. Yo estaba alucinado con Weber. Siempre había pensado que los seres de otros planetas serían diferentes, parecidos a monstruos verdes, Pero ahora me doi cuenta de lo mucho que influye la televisión en el modo de hacernos creeer cómo son las cosas. La mayoria de las veces, las películas de ecxtraterrestres nos mostraban hombrecillos verdosos, extraños, viscosos, sin ropa y que daban miedo, cuya misión era destruir la Tierra. Weber nada tenía que ver con esa imagen ficticia. Me ofreció un refresco, a modo de pausa, para dejarme tiempo de asimilar un poquito sus palabras, pero yo necesitaba una eternidad para llegar a comprender tanta información. Al primer sorbo, Weber ya estaba hablando otra vez: - En el parque- dijo- cuando te ví sentado en aquel banco presentí que eras bueno y en algo te parecías a los habitantes de Krasal. La sensación que experimentaste la provoqué yo con mi mente, nosotros tenemos desarrolladas algunas áreas del cerebro que nos permiten transmitir sensaciones a otras personas sin que sepan quién se las envia. Aunque tenemos unos códigos individuales que utilizamos para identificarnos telepáticamente, aunque no los usamos siempre. Debes entender que os llevamos miles de años de adelanto. ¿ Cúentame algo de ti? Yo estaba tan absorto en su relato que ni mé dí cuenta de su pregunta. De pronto, reaccioné, volví a la realidad y le contesté: - Ah, sí. Me llamo Jean, soy francés, aunque vivo en Barcelona desde los seis años. Tan solo he viajado por Europa un par de veces, así que Krasal me parece tan lejano. Le conté nuestro modo de vida, nuestra educación, nuestros transportes, nuestras lenguas. Podéis imaginar que le conté lo que

podía contar un chico joven sobre la Tierra. Weber parecía saber más que yo de mi propio planeta y fui consciente de que poco sabía de nuestra galaxia, y que el Sol y los planetas eran temas que me habían interesado poco. sentí un poco de vergüenza por mi falta de información sobre todo lo que me rodeaba. Weber anotaba y escuchaba con atención, dibujaba garabatos en su libreta. Después de un par de horas con él, me di cuenta de que tenía que regresar a casa. Nos despedimos y quedamos en vernos a la mañana siguiente en la Plaza Catalunya. Al marcharme me hizo prometer que no contara a nadie aquel encuentro. Se lo prometí y regresé a casa bastante excitado. Por la noche, ya en casa, noté varias veces una sensación parecida al calor que notas al acercarte al fuego, y por unos segundos, creí oir algo, una suave voz a mi alrededor, pero no puedo asegurar si lo estaba soñando o era real. De lo que sí estoy seguro es de que algo ocurría en mi cuerpo. Por Maria B | # enlace | Comentarios (0) | Referencias (0) | En: General

CAPÍTULO 5. EL SEGUNDO ENCUENTRO. 29-01-2006 A la mañana siguiente me desperté a las ocho de la mañana, engulí en un momento un par de tostadas con mantequilla y un vaso de leche y les dije a mis padres que me iba a casa de mi amigo Guillem a terminar un trabajo de ciencias naturales. Salí corriendo hacia el lugar de encuentro con Weber. Era domingo, la ciudad estaba tranquila, pocos coches circulando, me dió la impresión de un lugar adormilado, más que nunca. Cogí el autobús y en el trayecto no dejaba de pensar en lo que me había ocurrido, el miedo se alternaba con la curiosidad hasta que llegué a la plaza y fué entonces cuando, de nuevo, noté aquella sensación indescriptible en mi cuerpo, era aquel hombre, seguro, debía de estar cerca pensé. Con mis ojos recorrí cada rincón de la

plaza, miré todos los bancos y ví a Weber sentado bajo uno cercano a un árbol, rodeado de palomas estaba aquel hombre, por un instante me pareció que mantenían una animada conversación. Me estoy volviendo loco, murmuré para mi mismo. Su indumentaria era tan extraña como la del día anterior. Esta vez llevaba unos pantalones de color azul oscuro, con una especie de pelusilla rara a lo largo de ellos, sus pies estaban recubiertos por unas botas de caucho marrones, brillantes y se protegía del frío con un abrigo rojo de plástico, parecido a los impermeables que algunos niños llevan los días de lluvia. Qué raro era Weber, pero como no iba a ser raro, todo era raro. Entrelazadas con el cabello podía distinguir unas bolitas rojas, como enganchadas a los pelos. Las pocas personas que caminaban cerca de él, lo miraban algo extrañadas y sorprendidas, pero lo tomaban por un extravagante con ganas de llamar la atención. Me acerqué despacio, intenté mostrar confianza y le saludé con un buenos días. Weber me miró, sonrió y me apretó la mano. - Estaba pensando en mis hijos - me dijo sonriendo - me recuerdas tanto a ellos. Se levantó y me invitó a seguirle hacia las Ramblas. Lejos del bullicio que presentan a media tarde, el paseo estaba bastante tranquilo. Weber no hablaba, tan solo miraba los edificios y los coches, en ocasiones parecía un niño enbelesado con lo que se le cruzaba por delante. Yo no me atrevía a romper aquel silencio y permanecí callado a su lado, observando lo que ya tenía muy visto, mi ciudad de cada día. De pronto, Weber se detuvo ante un edificio, era el Liceu, uno de los lugares admirados y famosos de Barcelona, me miró como esperando alguna explicación. Sin estar demasiado seguro de lo que iba a decir, le conté que era un teatro donde iban personas a escuchar música, óperas y conciertos, normalmente vestían muy bien porque era un teatro de lujo. Me parece que no lo entendió demasiado bien porque me dijo que en Krasal no existían estos edificios, allí la música se escuchaba por las calles. Todo lo controlaba un ordenador que emitía diferente música según la hora del día. Yo sonreí y le dije: - Claro, qué bonito. Contiuamos paseando hasta que Weber se

detuvo ante un barco enorme del puerto, parecía que anotaba algo de lo que allí ocurría. Yo no noté nada diferente a lo que habitualmente ocurre todos los domingos en el Moll de la Fusta, algunas famílias paseando, níños corriendo con sus bicicletas, barcos navegando.... Finalmente, algo cansados, nos sentamos en un banco cerca del agua, estuvimos callados unos largos cinco minutos hasta que él me preguntó si queria saber dónde estaba el Yutral. - Pues.... sí. Pero por qué? - le dije casi murmurando. Después de estas palabras mi mente se llenó de dudas. Dudas acerca de si se trataba de una trampa, porque no era muy normal que me lo propusiera cuando la noche anterior me había dicho que todo era un total secreto, su llegada, su origen, nuestro encuentro. Resultaba, también, completamente extraño. ¿ Por qué yo había sido escogido para aquella revelación? A menudo me iba y venía de la cabeza la idea de que todo aquello era un sueño y que en cualquier momento me despertaría. Por Maria B | # enlace | Comentarios (0) | Referencias (0) | En: General

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