En La Noche

  • May 2020
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  • Words: 874
  • Pages: 3
En la noche ¿Puedo escribir completamente vacío? Es de noche, el ruido de los insectos envuelve el jardín y un aire fresco, lento, arrastra hasta aquí el aroma de las plantas y las flores. Vacío y con la mente despejada, con los sentidos plenamente abiertos a la noche; respiro desde este cuarto el olor de Alesa, cálido, mullido, ronroneando fuera de su cuerpo. Oigo los insectos y el motor de un camión cruzando la carretera. Si estoy vacío puedo ver un montón de cosas y siento, finalmente, como la noche se abre y brilla y me rodea mientras escribo. Todo se ha vuelto más intenso últimamente; el dolor es más fuerte y más sutil, también. Las dudas han cambiado y me siento más cerca de mi Maestro: el momento donde el sufrimiento se funda y desaparezca está todavía lejos. Siento dolor, tristeza, miedo y confusión, tal vez más claramente. Pero me he acostumbrado a sentirlos y estoy menos ansioso. Estos años han pasado rápido: Conocí a Alesa y me enamoré de ella. Mi mamá se ha vuelto más dulce que nunca, está más viejita y parece sentirse muy a gusto con ella. Mi hermano vive en Europa. Mi familia, millones de recuerdos, imágenes, pedazos de amor en la memoria; cada vez que abro uno de ellos los siento, dentro de mi, como si estuvieran vivos. Luis decía en un libro que todo lo que había pasado en nuestras vidas y en la historia del mundo estaba esperando atrás de cada una de estas puertas de memoria, esperando que alguien las abriera para ser sentidas otra vez. Así que si abro las puertas de mi familia inevitablemente los ojos se llenan de lágrimas y mis células de amor y, en una noche como esta, ese amor se mezcla con el ruido de la calle, con el frío y con el viento. Recuerdo a mis abuelitos, la dulzura de la piel de los brazos de mi abuela y la ternura de mi abuelo, espantado la tarde de hace muchos años cuando el taxi que trabajaba se quemó. También me acuerdo de todo lo que he escrito, de lo que

escribí para ganar dinero, de lo que escribí y tiré o desapareció, de lo que escribí que cambió mi vida. Me acuerdo de una noche cómo esta hace 20 años (cuando tenía 27) al lado de mis perras (Princesa, Vaca y Abuela) escribiendo una autobiografía que me habían pedido en la escuela dinámica de escritores. Antes de escribirla y antes de esos días, había pasado años sin escribir, en una etapa necesaria pero muy dolorosa que casi me había partido en dos, dejándome en la línea, muerto de miedo y orillado a cambiar, romper todo, acercarme y confiar. No hay mucho que quiera contar en este momento de estos últimos veinte años. Prefiero abrir más los ojos e ir por una chamarra porque ahora hace más frío. Quiero dejar la pluma y meterme en silencio entre las cobijas y acariciar el cuerpo tibio de Alesa; despertarla, besarla y hacer el amor con ella. Pero antes de eso intentaré avanzar en la novela. En la historia que escribo, el viejo -el personaje principal- ha vivido durante mucho tiempo en una paz absoluta, meditando desde hace 20 años, en Safi, una pequeña y fea ciudad costera en la costa de Marruecos. De pronto, sus sueños y Dios le sugieren que todo está por cambiar, le dicen que tiene que parar, que no puede seguir así, que si quiere crecer tiene que sufrir otra vez. No ha alcanzado nada todavía, esos 20 años han sido solo una preparación y ahora, por más que medita, se evade y se ejercita, su cuerpo empieza a sentir el rumor y la incertidumbre y el miedo. Su corazón se opaca, desacostumbrado a los sentimientos. Quiere llorar y se emociona, está angustiado y no sabe que hacer. ¿Qué quiere Dios para él? ¿Salir a la calle, recorrer el mundo? No tiene idea, solo sabe que sufre y que está perdido. Aparte del viejo hay otras tres historias, de tres personas, que se desenvuelven paralelamente a la del viejo, al que conocieron brevemente en los primero capítulos del libro. De ahí, las historias no comparten nada más, solo el primer encuentro y el rumor que aparece, al miso tiempo en cada historia, avisándoles que algo está por cambiar, que todo lo que durante largo tiempo construyeron, está a punto de derrumbarse. Me detengo y respiro, reviso las líneas que hice ayer y escribo: “El viejo, todavía temblando, con lágrimas en los

ojos, se levantó y prendió la vela que manchaba apenas visiblemente la habitación. Vació la superficie de la mesa, con un solo movimiento, rápido y tembloroso. Trato de reponerse y finalmente se agacho, tomó un pedazo de papel, una pluma y escribió:

Una dulce tarde de viernes Sobre las rocas de un acantilado Salpicados Por la brisa árabe;

Alguien se avienta al vacío Con el corazón abierto en dos. Una suave canción Y el ruido de los pájaros Cortando el aire.

Un solo deseo Quiero volar junto a Él Fundirme en el amor más intenso Con una fuerza que rompe las olas Y corta de tajo las ilusiones, Tan tranquila como las tardes de sol

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