De noche en la Biblioteca Respiraba levemente mientras se acercaba, temía encontrar algo que lo dañara; era muy posible que lo hiciera. El lugar era lúgubre, y debido a la hora, era difícil poder verse a si mismo, tal era la oscuridad que lo rodeaba… una sombra a lo lejos… era una computadora… otra sombra más allá… el escritorio destinado a atención de usuarios… y escondida entre la oscuridad, acechando, una extraña presencia, algo que no podía ver, pero que lo hacía temblar de miedo. No entendía porqué tuvo que quedarse solo a esa hora, él ni siquiera era el encargado de cerrar la Biblioteca, y lo asustaba el hecho de saber que ésta había sido anteriormente un manicomio; lo atormentaba la idea de encontrarse el alma de algún paciente vagando por ahí, y no sería la primera persona que lo hiciera; de hecho, en sus cuatro años de trabajar en ese lugar, era prácticamente el único al que no habían asustado… todavía. Siguió caminando hacia su destino: la hemeroteca. No podía ver nada, y se arrepintió de no haber pedido un foco a alguno de los misceláneos. Caminaba sigilosamente, adentrándose poco a poco en la oscuridad del lugar, que más bien parecía una bodega. Las luces se encendieron, estaba programadas para que lo hicieran cada vez que detectaran la presencia de alguien. Y entonces, un gemido… Largo y triste, melancólico… pensó en el viento a través de los árboles, en la brisa que mecía las hojas y que lo hacía escuchar suaves canciones, que en su imaginación se escribían con notas verdes y armoniosas… pero la imagen no logró tranquilizarlo, porque sabía que no estaba solo. De nuevo un gemido, esta vez más cerca, porque sin querer había buscado el lugar del que provenía, y ahora sólo quería huir, porque podía verla… la sombra que lo acechaba había tomado forma. Si estuviera viva, podría sentir su respiración, podría incluso escuchar los latidos de su corazón, porque estaban muy cerca… pero no oía ni sentía nada, porque ella era un fantasma, y se movía lentamente entre los estantes, translúcida, tan blanca que la nieve se vería sucia a su lado, tan triste que su dolor inundaba la habitación… y lo hacía llorar. Sentía las lágrimas correr por sus mejillas, cálidas… y veía las de ella, y se imaginó que eran frías como témpanos de hielo… y se le acercó, buscando consolarla, pero no podía, porque ella estaba ahí, pero al mismo tiempo no estaba, porque ahora sólo era una sombra de lo que había sido en vida… y las sombras no pasan de ser eso… Ella se acercó, y el no se movió… ya no le tenía miedo, sólo quería comprenderla… y al verla de cerca, se sorprendió de lo hermosa que era, con su cabello largo y su figura esbelta; y sin embargo, había algo en sus ojos que lo hacía sentir miedo de nuevo, porque eran fríos y distantes; pero aún así, no podía resistir el deseo de estar cerca de ella. Alargó su brazo, y quiso tocarla, quería enjugar sus lágrimas, pero ella se apartó, caminando… flotando… hacia el fondo de la habitación… él la siguió, ansioso por hacer algo para ayudarla. La veía flotar, etérea, sigilosa y ágil como una bailarina, y por un momento, creyó amarla… Ella se detuvo al llegar a la pared, y se volvió a mirarlo, aún con sus ojos llenos de lágrimas. Él se detuvo a sólo unos pasos. La mujer levantó su brazo y quiso acariciarlo, acariciar su rostro… pero no podía tocarlo… sólo paseo sus dedos a lo largo de su cara, dibujando cada uno de sus rasgos… sus ojos pequeños y llenos de lágrimas, su nariz algo respingada, sus labios entreabiertos… y sonrió. Pero no fue una sonrisa de afecto o simpatía, fue más bien una mueca malévola, llena de odio, que lo hizo asustarse de nuevo… vio sus ojos, que ahora parecían sonreír también, pero de una forma maligna, incluso parecía que ardían. Quiso correr, pero sus miembros no respondían; quiso gritar, pero su voz desapareció junto con su coraje… y ella se acercó más… y bajó su mano hasta su pecho, justo donde estaba el corazón… e increíblemente, pudo tocarlo. Su rostro se volvió más cruel todavía, mientras él veía, impotente, cómo la mano espectral se hundía en su pecho, y sentía cómo apresaba su corazón, que dejó de latir casi inmediatamente. Y quedó tendido en el suelo, aún con lágrimas en los ojos, pero con una mirada de terror que ahora conservaría para toda la eternidad.