En Busca Del Spondylus - Rutas Y Simbolismo

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EN BUSCA DEL SPONDYLUS R U T A S

Y

S I M B O L I S M O

PABLO MARTIN-RAMOS

“Saqué del mar, abriendo las arenas, la ostra erizada de coral sangriento, Spondylus, cerrando en sus mitades la luz de su tesoro sumergido, cofre envuelto en agujas escarlatas, o nieve con espinas agresoras” (Pablo NERUDA. Molusca Gongorina).

“El Spondylus "pan de los dioses" Agua Blanca reliquia primera, Machalilla ermita cimera son joyeles del suelo natal” (ANÓNIMO. Himno de Puerto López).

“ ... Fonga Sigde, tras la ceremonia de purificación, envió a sus hijos a las profundidades del mar para que recogieran la roja comida que agradaba a Naylamp, el dueño de nuestros días. Los hijos de Fonga Sidge buscaron la comida sagrada y la recolectaron” . (APÓCRIFO. Historia de Yampallec).

“ ... Todo esto (objetos de oro y plata, mantas de lana y algodón y esmeraldas) trayan para rescatar por unas conchas de pescado de que ellos hacen quentas coloradas como corales y blancas, que trayan el navío cargado de ellas ...” (Bartolomé RUIZ. Páginas finales del Códice CXX de la Biblioteca Nacional de Viena, también llamadas Relación Sámano-Xerez).

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El Spondylus y sobretodo, la concha del Spondylus princeps ha sido un objeto emblemático y ceremonial de las culturas prehispánicas americanas. El molusco se reproduce en las cálidas aguas del Pacífico nororiental, adherido a rocas sumergidas a una profundidad que oscila entre 20 y 60 metros, lo cual hace difícil y arriesgada su extracción y le convierte en un bien codiciado. Su presencia presagiaba la aparición de lluvia y la fertilidad, por lo que su posesión fue señal de buenos augurios. Su empleo en la fabricación de collares y otros objetos de uso ritual reforzó su fuerza simbólica. También fue instrumento de intercambio comercial, característica que le transformó en verdadero antecesor de la moneda americana. Las rutas de su comercialización (marítima, costera y serrana) cumplieron un papel equivalente al Camino de Santiago en la Europa Occidental, curiosamente también asociado a la concha de un molusco, Pecten maximus. Hoy, se pretende rescatar el contenido simbólico del Spondylus para potenciar la cooperación entre Perú y Ecuador, y con ella el progreso económico y cultural de los habitantes de la América centroandina.

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Introducción Las conchas, probablemente como ningún otro producto de la naturaleza, han desempeñado un importante papel en la historia de la humanidad, unas veces como símbolo en el que se encarnaban creencias míticas y religiosas, otras como valioso objeto de comercio o como material para fabricar toda clase de adornos, instrumentos musicales o simples enseres domésticos; y la mayoría de las veces como fuente de inspiración estética para crear obras artísticas y arquitectónicas de singular belleza. Hasta donde los hallazgos arqueológicos y antropológicos permiten saber, las conchas constituyeron un símbolo sexual como encarnación de lo femenino, formaban la parte central de las ceremonias religiosas y su poder se prolongaba más allá de la muerte. El significado de las conchas como símbolo religioso en las épocas prehistóricas del hombre pasó a incorporarse, aunque con otras características, a civilizaciones como las mesopotámicas, la griega y la romana o la hindú. Así, en el sur de Babilonia, en la tumba de Shub-ad (una soberana que reinó en Ur hacia el 2500 a.C), los arqueólogos encontraron un conjunto de conchas del género Cardium, que posiblemente constituyeron una ofrenda. En las mitologías clásicas europeas se cuenta, por ejemplo, cómo Afrodita o Venus, diosa del amor y la belleza, nació del mar y una concha. En la civilización hindú, las conchas levógiras son consideradas un poderoso símbolo y a Vishnú, dios protector de la vida, se le representa asiendo con uno de sus cuatro brazos una de tales conchas. Las civilizaciones precortesianas de Iberoamérica emplearon también con profusión cierto tipo de conchas en sus ceremonias religiosas. Se decía que Quetzalcóatl emergió de la concha de un gasterópodo. La mayoría de los templos dedicados a este dios estaban ricamente decorados con conchas y es frecuente su representación sentado en un pedestal con forma de ellas, como sucede en el templo que le fue dedicado en Teotihuacan, México. No obstante, el referente americano más antiguo es el Spondylus princeps (Fig. 1), original de las antiguas sociedades agro-alfareras aldeanas de Valdivia, en la costa de Ecuador, quienes desarrollaron un rito propiciatorio de lluvias en el que se utilizó esta concha. El culto se llevó hacia el sur andino ecuatoriano y de allí a los Andes del norte de Perú, donde se convirtió en la insignia de un culto de lluvia, agua y fertilidad. Esta concha espinosa de valvas encarnadas fue valorada como un emblema sagrado, pero también como materia prima para joyería y como dinero primitivo. La utilización de las conchas de moluscos como moneda ha estado muy generalizada. Con la almeja Venus mercenaria, abundante en las costas de América del Norte, los indígenas fabricaban el wampum que utilizaban en sus transacciones comerciales. La especie Spondylus americanus, originaria de los litorales del Golfo de México que vive también en las Antillas y el Caribe, así como en el Océano Pacífico, desde México hasta Panamá, también era muy usada por aztecas y mayas como objeto de valor que se entregaba en tributo a los emperadores y como ajuar fúnebre de personajes importantes.

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Aún en la actualidad, ciertos pueblos se sirven de ellas, como algunos africanos y australianos que utilizan el caurí (Cypraea moneta). Se cuenta que en África Occidental hasta muy recientemente el varón podía comprar una esposa ofreciendo entre 20 y 60 mil de estas conchas. Los nativos de Sudán también utilizan a los cauríes como dinero o como ornamento, colocando en todo su cuerpo cadenas de tales conchas. Un equivalente al Spondylus en el hemisferio norte es la "almeja peregrina" (Pecten maximus) que habita en las costas de Galicia, España y que recibe este nombre porque con ella adornaban sus hábitos los peregrinos que acudían a Santiago de Compostela a visitar el sepulcro del apóstol. Esta concha fue adoptada como símbolo por la compañía petrolera Shell Oil Co. que publicó en 1957 el hermoso libro The Seas Scallop Studies of Shell and Influences on Humankind, editado por In Cox London Shell Transport and Freeman Co. y que constituye la mejor revisión en malacología.

El Spondylus El Spondylus sp. es un género de moluscos de la clase de los lamelibranquios, orden de los tetrabranquios, ostráceos, familia de los espondílidos. Se trata de un bivalvo que habita exclusivamente en las aguas marinas cálidas, entre 20 y 60 metros de profundidad, generalmente formando colonias. Se conocen cerca de un centenar de especies dispersas en las Antillas, océano Indico, Australia, China, Filipinas, océano Pacífico, costa Oeste de América, Canarias y Litoral mediterráneo. La fuente de extracción más importante se halla en las costas de Ecuador, principalmente en el Golfo de Guayaquil (zona que, como se sabe, ejerció una gran atracción para las culturas precolombinas que florecieron en la América centroandina). Una localización también importante, aunque secundaria, es el Golfo de California. De todas las especies de Spondylus, sólo dos son oriundas de las costas ecuatorianas: Spondylus princeps y Spondylus calcifer. Precisamente, ambas se encuentran presentes en los contextos ceremoniales del Perú Antiguo y son a las que vamos a dedicar toda nuestra atención. La especie más difundida es la de Spondylus princeps, también conocida como el mullu de los Incas (una voz de origen quechua con que se le designó tardíamente), que se caracteriza por su fuerte color rojo coral y la presencia de espinas en la parte externa de las valvas. Dadas sus características estéticas y simbólicas fue utilizada, en antiguos rituales, tanto en su forma natural como desprovista de sus partes blandas y reducida a polvo rojo. Sus atractivas conchas encontraron aplicación en la elaboración de joyas y accesorios ceremoniales. La otra especie de Spondylus citada y que se localiza a menores profundidades que el S. princeps es la Spondylus calcifer, conocida también como Ostión, y que se caracteriza por el color rojo-púrpura de la banda interna de las valvas. La utilización de esta especie, menos ostentosa, quedó limitada a la fabricación de pectorales, cuentas para collares, y otros adornos. Los Spondylus tienen conchas macizas, infladas, opacas y no esmaltadas, constituidas por las dos valvas mencionadas. Poseen un costillar radial, en general con protuberancias espinosas, muchas veces bastante largas (en ocasiones fioláceolamellosos en la valva inferior). Las charnelas presentan una compleja articulación y

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son muy robustas, de un aspecto que recuerda las vértebras humanas (de aquí el nombre). Las dos valvas que componen la concha de Spondylus no solo difieren en cuanto a su forma sino también a la función que cumplen en el crecimiento y alimentación del molusco. Mientras una de las valvas fija y sostiene al animal a un sustrato (roca, madrépora o, incluso, restos de barcos), la otra lo nutre. La anatomía del Spondylus refleja una cierta complementariedad entre ambas partes, una suerte de dualidad en la función de ambas valvas, la cual posiblemente haya tenido un paralelo con la cosmovisión andina de la época. Por otra parte, la dualidad de colores presentes, rojo y blanco (Fig. 2), se prestó a asociaciones sangre/tierra-semen/agua, con connotaciones de procreación, rejuvenecimiento e inmortalidad. No podemos olvidar que uno de los significados de la voz mullu es sangre de los dioses.

El descubrimiento del mullu Desde muy antiguo (2600-2250 a.C.), los sacerdotes de la cultura Valdivia (que tuvo por núcleo la costa de la actual provincia ecuatoriana de Manabí) observaron el comportamiento del Spondylus y llegaron a la conclusión de que el molusco abandona su hábitat en aguas profundas justamente antes de la llegada de las lluvias, momento en el que emergen colonias enteras y enrojecen la superficie del Pacifico, como si se tratara de una señal. Por ello, lo consideraron mensajero de los dioses ante los hombres y, más tarde, correo o vehículo de comunicación en ambos sentidos. Los sacerdotes valdivianos también pudieron conocer que puesto que el molusco solo se reproduce en aguas cálidas, noticias de su eventual presencia al sur de Tumbes (en las costas peruanas) era indicadora de un aumento de la temperatura del mar (claro síntoma del "fenómeno del Niño"), lluvias muy abundantes y una mala cosecha. Por el contrario, si la presencia de Spondylus sp., era o es escasa en esa región quiere decir que las aguas del norte (habitualmente calientes) han bajado su temperatura media. Esto genera un fenómeno inverso al del Niño, y con seguridad será un año de sequías. De este modo, el control de los avistamientos de mullu pudo ser muy importante para planificar las campañas agrícolas. Las anteriores consideraciones nos permiten comprender la veneración dada al mar o Mamacocha y el papel que tienen las conchas como intermediarias entre el mar y el agua de lluvia o agua dulce. Por ello, el mar, los lagos importantes y las fuentes de agua fueron concebidas y tenidas como pacarinas, lugares especiales en los cuales tuvieron su origen los antepasados. En este sentido, los Spondylus están ligados también a los rituales de los ancestros o a la fiesta de los muertos. Fue a través de esta relación con el agua y con la fertilidad, con la vida y con todo lo positivo como el Spondylus se convirtió en ingrediente fundamental y obligatorio en todos los rituales y fue colocado en las sepulturas junto a los difuntos de alto rango, a fin de asegurarles un dialogo fructífero con el más allá. Otras veces, llega a emplearse como material para representar a los mismos ancestros (urcuyayas).

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Derivaciones económicas de un símbolo religioso La valoración del Spondylus como principio religioso por la cultura de Valdivia encontró una aceptación generalizada (incluso suplantó como símbolo al molusco de agua fría Choromytilus chorus, anteriormente adoptado) que propició el nacimiento de una trama comercial, en la cual se complementaban la pesca, la manufactura y la distribución del bivalvo. Así pues, el Spondylus dio lugar, por obra de los sacerdotes del grupo Valdivia, al inicio de un interesante movimiento mercantil, destinado a convertirse en una de las principales fuentes de riqueza para los pueblos que lo explotaron. Subsiguientemente a su buen conocimiento del medio y al auge del Spondylus, los sacerdotes de Valdivia se hicieron con el control del poder y organizaron la sociedad alrededor de un eje espiritual bastante definido. Con ello, dio comienzo el desarrollo de una fórmula económico-religiosa que se va a imponer, a medio o largo plazo, en casi todos los grupos andinos: la teocracia. Esta espiritualidad y la capacidad de organización socio-económica de los valdivianos se manifestó también en otros aspectos de interés panandino, como la fundación de ciudades y la estructuración en clases. Se acepta que el grupo Valdivia fue pionero en el diseño urbanístico de un centro ceremonial, el de Real Alto (costa sur de Ecuador), con una serie de cabañas de planta elíptica y paredes de caña o madera, que se ubican alrededor de un espacio central, la plaza. En ella se elevan dos montículos artificiales, concebidos para el establecimiento de los santuarios. En las últimas etapas de este enclave, al conjunto de los templos se añaden silos para almacenar alimentos. Al mismo tiempo, sin embargo, se produce una disminución del número de habitantes permanentes. Por lógica, se debe suponer que en esta sociedad valdiviana existía ya una noción rudimentaria de clase, y algunos de sus miembros se habrían liberado, total o parcialmente, de los trabajos agrícolas y de la pesca y recolección de mariscos. Otros asentamientos que dan indicación de la extensión geográfica de la cultura Valdivia, más allá de Manabí, son los límites meridionales de la costa de las Esmeraldas, la península de Santa Elena, la isla Puná y la provincia de El Oro. Después de la cultura Valdivia, en la costa se desarrollaron Machalilla (18001000 a.C.) y Chorrera (1200-500 a.C.). En la Sierra norte alcanzó gran importancia la cultura Cotocollao (2000-500 a.C.); en la Sierra sur, los asentamientos de Cerro Narrío o Chaullabamba (1500-500 a.C.); y en la Amazonia, la Fase Pastaza y los pueblos vinculados a la misteriosa cueva de los Tayos, donde también se han encontrado Spondylus. Durante la etapa de Desarrollos Regionales (500 a.C. a 750 d.C.) se produjo un florecimiento cultural tanto costero como serrano del que dan cuenta culturas como Tumaco-Tolita, Jama-Coaque, Bahía, Guangala, Jambelí, Tejar-Daule y Guayaquil por una parte (Fig. 3) y Capulí, Tuncahuán y Panzaleo, por otra. En la costa siempre fueron importantes la pesca y recogida de mariscos y moluscos (sobre todo de Spondylus), al igual que la caza en todo el espacio considerado.

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El comercio marítimo del mullu. Bases económicas de la Confederación de Mercaderes Los pueblos de la costa septentrional desarrollaron desde el periodo Formativo habilidades marineras, que encontraron su máxima expresión en cuanto a navegabilidad (las grandes almadías oceánicas, de velas cuadradas, podían llevar hasta 50 hombres, mas una carga de 30 toneles) y a uso práctico en lo que se viene llamando la Confederación de Mercaderes. (Esta denominación, basada en el relato de Bartolomé Ruíz recogido en el Códice CXX de Viena, fue acuñada por Jijón y Caamaño en 1938). Se ignora a partir de qué momento los manteños, huancavilcas y punenos inician la alianza que dio lugar a la mencionada Confederación. Hay autores que remontan al 500 a.C. la alianza entre los Mantas y los Huancavilcas de Puná y algo posteriores las formadas con Milagro-Quevedo y Atacames, pero existe suficiente acuerdo en estimar que no resultó consolidada hasta que se alcanzó el auge comercial en torno a la comercialización masiva del mullu (hacia 900 d.C.). Posteriormente, se fortaleció por la necesidad de disponer de un potencial defensivo mayor frente a las incursiones cuzqueñas, que desde tiempos de Tupac Yupanqui y a lo largo del reinado de su hijo, Huayna Cápac (entre 1493 y 1527), intentaron conquistar la parte meridional del territorio de la Confederación. Cada grupo tuvo su capital, donde residía el curaca (o cacique). En los últimos años el señor de los huancavilcas fue también la máxima autoridad de la Confederación y residió en Salango. Comercialmente, explotaron el mullu, la sal y las maderas de la zona del Guayas. También distribuyeron productos serranos, como la obsidiana y manufacturaron otros para su venta en distintos mercados (tianguez). Establecieron enclaves coloniales en el mismo territorio ocupado antiguamente por gentes de La Tolita - Tumaco, cuando estas declinaron culturalmente. De ellos aprovecharon, para fines comerciales, los antiguos lugares-santuario (isla de La Tolita, en la desembocadura del río Santiago) y de ellos obtuvieron elementos de intercambio de origen colombiano o de la sierra ecuatoriana, como esmeraldas, oro y coca. Crearon dos tipos de moneda: una en forma de hoja de hacha, con múltiplos y divisores, para fines profanos; y otra, el Spondylus, para fines religiosos o afines. Esta última, que era un requisito importante para el culto, actuó de propulsor del comercio en toda el área andina. La especialización de los distintos gremios productores fue muy alta. Comerciantes, pescadores, artesanos que manufacturaban el mullu, agricultores y tejedores ocupaban zonas definidas para realizar sus actividades. La isla de La Plata, el más antiguo puerto de intercambio del mullu (2600 a.C.), después santuario Bahía (500 a.C. - 500 d.C.), se convirtió también en centro transformación del Spondylus, así como Salango. En Agua Blanca (en el sur de Manabí) se cultivaron y procesaron gran cantidad de alimentos, excesivos para el numero de habitantes locales, de modo que se hizo precisa la ampliación de su red de venta. En la Sequita, población al norte de Manta, la gran cantidad de fusayolas (torteros) indica una alta concentración de la industria textil. La Confederación de Mercaderes se comportó como una alianza de naciones ricas y organizadas (interesantes para ser anexionadas por el imperio incaico), con una gran voluntad de independencia (que hizo fracasar una tras otras las incursiones

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de los emperadores incas) y una irrenunciable vocación comercial. Esta característica hizo que, incluso en periodos de guerra, sus mercaderes especializados (mindala) mantuvieran la actividad comercial sobre el mullu con los funcionarios incas especializados en su provisión (los llamados mullu chasqui camayoc).

El comercio terrestre del Spondylus. Rutas de intercambio y entrada del Spondylus a la región centroandina La presencia del Spondylus en los Andes centrales desde el período Precerámico Tardío en adelante permite suponer la existencia de rutas terrestres de intercambio entre la zona norandina (actual territorio de Ecuador) y centroandina (actual territorio del Perú). Estas rutas, sin duda complejas y cambiantes debido a las coyunturas económicas y sociales de cada época, habrían sido tan importantes como, para Europa, la ruta del ámbar y, más tardíamente, el camino de Santiago. La utilización prioritaria de la vía terrestre frente a la marítima fue sugerida por primera vez por Anne Marie Hocqenghem. Esta autora considera que el acceso al Spondylus por parte de las sociedades centroandinas se llevó a cabo, fundamentalmente, por vía terrestre debido (entre otras razones) a la gran dificultad de la navegación en contra de la corriente de Humboldt, de norte a sur. Los caminos prehispánicos de la sierra y de la costa habrían sido los grandes ejes de comunicación entre los Andes centrales y septentrionales. Las evidencias arqueológicas desde el período Formativo hasta el Imperio Inca indican las relativas variaciones en estas rutas y la existencia de diversos centros de intercambio (tianguez) en la zona de interacción. Éstos habrían sido Cerro Narrío, Chongoyape y Cupisnique durante el Formativo, la zona de Vicús (Mochica) durante el Período Intermedio Temprano, la zona de la margen izquierda del río Piura durante el Horizonte Medio, y Tumbes durante el Período Intermedio Tardío (Chimú) y el Horizonte Tardío (Inca). Sin negar la complejidad de tales rutas terrestres, la observación de la localización de estos centros de intercambio sobre un mapa permite advertir su posicionamiento costero (con la excepción de Cerro Narrío) a lo largo de una “ruta mayor”, de la que constituirían un primer tramo. El segundo tramo, que comenzaría a partir de Chongoyape o Cupisnique, se abre con dos opciones: la costera (desde Chan Chan a Pachacamac y Nazca) o la serrana, con desviación hacia Cajamarca, Huaraz y Jauja para acceder, por Huamanga, a Cuzco. De estas opciones, la segunda aparece como más probable para constituir el segundo tramo de la “ruta mayor” pues la costera peruana, a causa de su carácter desértico, no llegó a competir ni con la comunicación marítima de cabotaje. De hecho, la “ruta mayor“ propuesta parece coincidir con la seguida por Pizarro para la conquista del imperio Inca (Fig. 4). Las rutas secundarias estarían constituidas por los márgenes de los ríos que desembocan en el Pacífico. El cuadro vial se completa con la carretera cañari que partiendo de Quito pasa por las ciudades de Ambato, Achupallas (al sur del actual Chimborazo), Ingapirca y Tomebamba (la actual Cuenca) y Catamayo (Fig. 5) y serviría para conectar Quito y Cuzco más directamente. A este respecto, Jorge Luna-Yepes indica que “los indios preferían en sus vías la línea recta, pareciendo importarles poco las gradientes a cambio de la cortedad del espacio”. De un modo resumido, podemos hablar de dos grandes rutas, una costera y otra serrana, más varios ramales transversales que las conectaban; y de una “ruta

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mayor” constituida, probablemente, por la ruta costera ecuatoriana y la ruta serrana peruana. De confirmarse la existencia de esas rutas como vías de difusión del Spondylus, podría hablarse de los “caminos del Spondylus” de modo similar a como en Europa se habla de los “caminos de Santiago” (camino Francés, camino del Norte o Primitivo, camino Inglés, camino de Fisterra, camino Portugués, Vía de la Plata y ruta del mar de Arousa-Río Ulla). Tal analogía sería útil para enriquecer, si cabe, el pleno contenido simbólico de ambas rutas con las resonancias mutuas.

Cerro Narrío, distribuidor comercial de Valdivia Cerro Narrío, surgió como ocupación temprana (hacia 2850 a.C.) en la provincia del Cañar, en la sierra del Ecuador y aunque siguió las mismas pautas que el resto de grupos contemporáneos (la búsqueda de la estabilidad, basada en la agricultura y en la progresiva utilización de técnicas en curso de aparición) poseyó una característica única del mayor interés: se constituyó en el primer intermediario en el comercio que estableció Valdivia. Esta particularidad le proporcionó una personalidad específica, que mantuvo y potenció en épocas posteriores. Así, durante la práctica totalidad del Formativo (2200-1300 a.C.) estableció una relación de permanente intercambio con la costa. La razón del éxito de esta vía de comunicación costa-sierra hay que buscarla en la especial situación geográfica de Cerro Narrío (cercano a Cuenca), que lo convierte en asentamiento clave para las comunicaciones. Es sabido que, en la época prehispánica, éstas siguen los cursos naturales del agua, y Cerro Narrío se encuentra en el vértice entre la vertiente oriental, que se dirige a la cuenca amazónica, y la vertiente occidental que se dirige al Pacífico. O lo que es lo mismo, en la encrucijada de una fácil ruta natural que sigue los drenajes de los ríos Pastaza y Paute. Según Lavallée, la mayor parte de la actividad redistribuidora del mullu por parte de Cerro Narrío se realizó utilizando el valle del Marañón. De hecho, este gran río, paralelo a la costa, sirve de paso hacia puntos vitales en la zona peruana, como Kotosh (1200-870 a.C.), en la región del Huanuco y Chavín (850-200 a.C). Cerro Narrío fue también un lugar de transformación del mullu. Entre las producciones locales destaca la de pequeñas piezas, de las que hay una notable variedad de diseños durante el periodo conocido como Cerro Narrío Medio. Algunos arqueólogos subrayan el papel de Cerro Narrío no solo como centro de transformación del mullu (con una gran parte de su población dedicada al procesado del Spondylus en forma de cuentas) sino como centro de intercambio del molusco con la Amazonia, donde el diseño de la concha aparece en muchas de las cerámicas descubiertas allí.

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La Confederación Guayacuntur Se trata de una alianza integrada por los grupos étnicos Ayahuaca, Caxas y Paltas, distribuidos por las montañas del norte de Perú y la selva alta piurana, que llegaron a controlar uno de los centros de intercambio comercial más importante del Spondylus: la zona de Frías. Su operatividad parece estuvo asegurada desde el Formativo Temprano (1000 a.C.) aprovechando su privilegiada ubicación geográfica, a medio camino entre las altas tierras de la montaña y las polvorientas tierras del bajo Piura y todo el bosque seco. En este lugar se darían cita las grandes caravanas de camélidos que desde el sur traerían cobre, piedras preciosas y tejidos teñidos y bordados, y los comerciantes de Guayaquil que, desde el norte portarían el codiciado mullu y diversos objetos de fina orfebrería en oro y platino. La existencia de la Confederación Guayacuntur está testimoniada por el cronista Miguel Cabello de Balboa (1586) y el expediente de Diego de Figueroa Caxamarca, recopilado por Espinoza en 1975. Por ellos se sabe también que la Confederación Guayacuntur fue asimilada con éxito por los Incas durante el gobierno de Huayna Cápac.

Los mercaderes chinchanos La extensión del comercio del mullu por la costa y hacia las latitudes más sureñas se realizó a través de los chinchanos o chinchays (800 – 1400 d.C.), pobladores de la isla de Chincha y la actual costa sur del Perú. Según documentos coloniales muy tempranos, la numerosa población de Chincha excedía a sus posibilidades agrícolas y hubieron de fomentar su actividad comercial intercambiando el cobre de las regiones productoras de Bolivia y Chile por la madera de balsa y el mullu de la costa ecuatoriana (Fig. 6). Simultáneamente, liquidaban sus excedentes pesqueros. Algunos investigadores, como María Rostworowski, creen que los mercaderes chinchays habrían navegado hasta Puerto Viejo, en la actual provincia ecuatoriana de Manabí, y desde allí habrían transportado las conchas de Spondylus hasta las costas meridionales. Se sabe que en la ciudad de Chincha, en 1530 (a la llegada de los españoles), había 10.000 personas dedicadas al comercio de oro, esmeraldas y espóndilos, y en 1570, al menos 6.000. De Chincha al interior (área de Cuzco), el transporte habría sido terrestre. Luego de ser conquistados por los Incas, siguieron ejerciendo sus actividades mercantiles a pesar de que, en principio, quedaron fuera de las premisas de la organización incaica. Su acreditada calidad de expertos comerciales a los ojos de los incas y sus fuertes contactos con la Confederación de Mercaderes, les convirtieron en excelentes intermediarios ante ambos colectivos. Se dice que el comercio del “oro rojo” permitió a los chinchanos alcanzar un estatus de igual a igual ante los Incas.

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Los mercaderes chimúes y el tianguez de Tumbes Contra la opinión de María Rostworowski, investigadores de la talla de Daniel Sandweiss consideran que antes del control Inca, no eran los Chincha, sino los Chimú (habitantes de la costa norte peruana) los que monopolizaban el acceso al mullu, lo cual podría estar corroborado por la abundante presencia de objetos y representaciones del Spondylus en contextos y sitios Chimú y la virtual ausencia de los mismos en contextos Chincha. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que la ruta del mullu era un asunto político y, como tal, hubiese sido peligroso quizás dejarlo en manos de un reino tan poderoso como el Chimú, de tal manera que al consolidarse el dominio de los Incas, estos habrían preferido que el reino de Chincha monopolizara este tráfico. Mediando en esta discusión, Anne Marie Hocqenghem cree que tanto en el Período Intermedio Tardío (Chimú) como en el Horizonte Tardío (Inca), el principal centro de intercambio del mullu fue Tumbes. Además, tal como se verá más adelante, Tumbes funcionó como taller principal de la transformación del Spondylus.

La recolección de las conchas sagradas La adquisición de las conchas de Spondylus se inicia por el proceso de extracción del molusco de sus lechos de arena en las profundidades marinas. Si bien la explotación de las conchas de Spondylus podría haberse realizado tanto por buceo como por arrastre, es definitivo que la recolección de estas conchas era una tarea de especialistas. Las imágenes más detalladas relativas a este proceso, se presentan en ornamentos, principalmente de plata, de las culturas Lambayeque y Chimú. En orejeras, narigueras, broches y cuencos se representa a los buzos (Fig. 7), nadando con cuerdas atadas a la cintura recogiendo Spondylus, siendo en algunas ocasiones clara la imagen de otros personajes sosteniéndolos en plataformas de buceo. Otras veces, las representaciones han sido bastante simplificadas, pero se puede identificar por asociación con las imágenes más complejas. En las orejeras, la nariguera y el huso de plata presentados en la famosa exposición “Spondylus, ofrenda sagrada y símbolo de paz” (conmemorativa del Tratado de Paz entre Perú y Ecuador y que tuvo lugar en el Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, desde el 14 de mayo hasta el 22 de Agosto de 1999) se pudieron apreciar versiones distintas de la escena de recolección de las conchas de Spondylus.

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El transporte de las conchas El transporte de las conchas desde los lugares de extracción, en el mar, hasta los almacenes se realizaba, en bolsas de red (para evitar en lo posible la rotura de las espinas o excrecencias), sobre pequeñas embarcaciones de juncos o madera de balsa (Fig. 8). Para la comercialización masiva se utilizaban grandes balsas de vela análogas a la que utilizó en 1521 el piloto Bartolomé Ruíz a lo largo del Tumbes y que estaba maniobrada por 20 personas y transportaba “lingotes de oro y plata, coronas, diademas, cinturones, cascos y armaduras, pectorales, tenazas, campanas, collares, espejos decorados de plata, mantas de algodón, camisas y vestidos” (Relación Sámano-Xerez). Transportaban todo esto para cambiarlo “por esas conchas con las que hacen cuentas de color coral...”. En tierra, las conchas eran transportadas probablemente por porteadores o, más al sur, por caravanas de llamas, como se dijo más arriba.

Talleres de transformación del Spondylus El Spondylus es un material difícil de trabajar. Poco es lo que se conoce acerca de los talleres y la talla del Spondylus en el área central andina. Algunos talleres han sido identificados en las zonas de La Plata, Batán Grande (Lambayeque) y Tumbes. Desde 1978, las excavaciones de J. Marcos y P. Norton han evidenciado en la isla de La Plata una factoría que funcionó desde la fase Valdivia III (aproximadamente 2500 a.C.) hasta la llegada de los españoles. Hallaron que el suelo estaba recubierto con centenares de conchas sucias, limpias o medio trabajadas, mezcladas con fragmentos de cerámica pero en un determinado lugar, se encontraron centenares de conchas que habían sido limpiadas cuidadosamente. Según estos arqueólogos, solo la parte rojiza del molusco (chaquira colorada) parecía ser apreciada. A partir de las evidencias arqueológicas encontradas en los talleres de Tumbes y Rica Playa, Anne Marie Hocquenghem nos ha brindado información acerca de los instrumentos y técnicas utilizados en la talla del Spondylus y de otros materiales malacológicos. Son principalmente instrumentos de piedra tales como cantos rodados, piedras porosas y lascas las que se utilizaron para raspar, pulir, cortar, tallar y perforar las conchas, que fueron definitivamente seleccionadas según la especie, edad y belleza. Al trabajar las conchas, se obtenían concreciones, de las cuales se prepararían los nódulos alisando los contornos. Los nódulos se recortaban con lascas hasta obtener las figuras deseadas, que se perfeccionaban mediante el pulido. En los diversos ornamentos que figuran en las exposiciones y fondos museísticos, podemos apreciar los distintos tipos de trabajo de la concha del Spondylus, desde las diminutas cuentas o chaquiras, cada una de las cuales habría demandado horas de trabajo, hasta los collares formados por nódulos pulidos (Fig. 9), pasando por los collares con pendientes que representan diversas figuras logradas por los artesanos del mullu aproximadamente mil años atrás, sin olvidar los espectaculares pectorales (Fig. 10).

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Spondylus y posiciones de poder en las sociedades centroandinas Desde tiempos muy tempranos, el Spondylus estuvo presente en la cosmología y los rituales andinos. Tanto los objetos confeccionados con la concha de este molusco, como las representaciones del mismo en cerámica y otros materiales aparecen en contextos funerarios y ceremoniales desde el período Precerámico Tardío. Piezas de cerámica en tumbas Cupisnique/Chavín costera (800-300 a.C.) representando al Spondylus, conchas de Spondylus pulidas y pectorales de cuentas de Spondylus en tumbas de la élite Mochica (100 a.C. - 700 d.C.) (Fig.11), orejeras y narigueras de plata con la escena de obtención de este molusco por buzos, frecuentemente representada en la iconografía Lambayeque (900 d.C.), talleres Chimú de confección de objetos de Spondylus (1300 d.C.), figuritas y adornos de Spondylus acompañando a personajes de alto estatus de la sociedad Inca (1500 d.C.) son sólo algunos de los ejemplos de la presencia del Spondylus en las sociedades que se desarrollaron en el área central andina. Si bien es constante, esta presencia varía en frecuencia. Por ejemplo, hay que mencionar que las representaciones y ornamentos hechos de Spondylus son prácticamente inexistentes en el arte Nazca, haciéndose mucho más frecuentes a partir del año 800 d.C., lo cual puede observarse en los contextos Huari (Fig. 12) y Lambayeque (Fig. 13). Ya para tiempos Chimú, la representación del Spondylus constituye uno de los motivos más recurrentes en el arte de esta cultura (Fig. 14) y son abundantes los ornamentos fabricados con la concha de este molusco (Fig. 15). La asociación entre el Spondylus y las posiciones de poder de las sociedades precolombinas se hace más clara a partir de los relatos que aparecen en las crónicas (Cabello de Balboa y Rubiños de Andrade) en las que se cuenta la famosa leyenda de Naylamp o Naymlap, héroe fundador del reino Lambayeque que llega en balsas a las costas norteñas de Perú acompañado de sus esposas, concubinas y 40 sirvientes. Entre sus seguidores se destaca la presencia de Fonga Sigde, personaje encargado de derramar polvo de Spondylus en el camino por donde había de pasar su señor. Por las evidencias etnohistóricas, arqueológicas e iconográficas es de suponer que la extracción, el depósito y la trasformación del Spondylus en objetos de alto valor simbólico estuvo dirigido por un grupo de funcionarios especializados ligados a la estructura social dominante de la época. Alguien tuvo que ser el encargado de establecer contactos directos y formar acuerdos a fin de poder tener acceso al Spondylus, monopolizado por el reino ecuatoriano de Salangone. Por lo tanto, podría sugerirse, como lo hace Alana Cordy-Collins, que el oficio de Fonga Sigde aparecería en tiempos Lambayeque y a partir de este entonces el comercio de este bien se institucionalizaría.

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Spondylus en la cultura Moche: los Señores de Sipán Los mochicas son uno de los pueblos peruanos más conocidos y divulgados a través de su inigualable cerámica. Su cultura, centrada en los valles de Moche y Chicama, llegó al valle de Lambayeque por el norte y englobó culturas menores como la Virú. No tuvieron ciudades pero sí dieron lugar a una arquitectura monumental (pirámides de adobe), producciones cerámicas y pinturas murales. Por ellas sabemos que diferenciaban entre jefes políticos y religiosos. En febrero de 1987, un grupo de arqueólogos peruanos detuvo el saqueo y destrucción de uno de los lugares más significativos de la costa norte: Sipán, ubicado a 40 Km. al sureste de la actual Chiclayo. Aunque una importante tumba de cámara ya había sido expoliada por los profanadores, los arqueólogos pudieron rescatar del saqueo un pectoral de recortes alargados de concha, una máscara de cobre de 25 centímetros de ancho y un espectacular bastón o cetro de cobre fundido de 1 metro de longitud y cuatro kilos de peso. Tras estos primeros hallazgos, la excavación de la parte superior de la estructura funeraria proporcionó 1150 vasijas de cerámica, restos de alimentos, 4 coronas de cobre, huesos de llamas y el esqueleto de un hombre, dispuestos para que acompañasen a alguien de muy alto rango ("El Señor" o Siec, en idioma Mochica). Sucesivamente y en perfecto orden aparecieron los restos fragmentados del cráneo de quien ya se llamaba "El Señor de Sipán", con dos pares de orejeras de oro y turquesas a ambos lados. Luego, tres lanzas agudas y discos de cobre. Los pies del Señor, calzados con sandalias de plata, estaban orientados hacia el norte cardinal y la cabeza hacia el sur. Alrededor del fardo funerario, originalmente envuelto en mantos de algodón, se encontraban muchas conchas de Spondylus traídas desde el Golfo de Guayaquil. Progresivamente, se fueron desvelando estandartes cuadrados con figuras humanas en cobre laminado representando un personaje con los brazos y puños en alto, un par de réplicas en oro de los ojos del Señor y dos ligeras narigueras de oro. Luego, se pudo ver que el cráneo del Señor descansaba sobre un casquete también de oro y se halló un tercer par de orejeras en oro y turquesas que representaban a un venado en actitud de correr. Entre los hallazgos más llamativos de la tumba del Señor de Sipán (270 a.C.) se incluyen 11 “pectorales” de pequeñas cuentas de conchas rojas, blancas y anaranjadas de Spondylus, dispuestos no solo sobre el pecho sino también sobre las piernas y debajo del cuerpo. Destaca un pectoral blanco compuesto por 68 hileras de cuentas blancas organizadas sobre cuatro armazones de cobre con perforaciones (Fig. 16). Además. cientos de cuentas de turquesas de apenas 2 milímetros formaban los elegantes brazaletes del Señor. Y sobre el pecho, aparecieron dos filas con un total de 20 frutos metálicos de maní; la mitad de oro y la otra mitad de plata. Esta simbólica dualidad o bipartición resultó una importante constante entre los objetos rituales del entierro, pues el Señor al estar orientado de sur a norte, su lado derecho estaba asociado al naciente, es decir, al sol; y la plata de la mitad izquierda ligada al poniente, o sea a la luna. Este orden dual se encontró en otros importantes objetos y ofrendas del ajuar funerario. Así, un lingote de oro reposaba sobre la mano derecha y otro similar de cobre en la mano izquierda. La derecha sujetaba también el más importante símbolo de su poder y jerarquía terrena: una especie de cetro y cuchillo coronado por una vistosa pirámide invertida de oro, con relieves en los que un jefe

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guerrero ricamente ataviado, tomaba por el cabello a un prisionero y dirigía con la otra mano un mazo hacia el rostro. Excavaciones más recientes en la zona han permitido descubrir otras dos tumbas, la del Sacerdote y la del Viejo Señor de Sipán, esta última especialmente rica en hallazgos de Spondylus trabajados. Formando parte del atuendo funerario del Viejo Señor y debajo del pectoral, se encontró un primer juego de collares representando a un personaje sobrenatural con ojos alargados y amenazadora boca felina, de agudos colmillos, conformada por perfectas incrustaciones rojas de concha Spondylus que resaltan su expresividad (Fig. 17). Un segundo grupo estaba integrado por rostros más pequeños con la boca replegada en actitud de mostrar los dientes, confeccionados también con Spondylus pero sin alcanzar la felinización de los anteriores. El último juego tiene un tamaño intermedio y representa cabezas humanas de formas semejantes pero de formato absolutamente realista y sin ningún atributo especial.

La sacerdotisa y el Spondylus Una de las más inquietantes representaciones del Spondylus es la encontrada en san José de Moro en la que una sacerdotisa mochica ofrece la concha (una concha simétrica de Spondylus) a una diosa (Fig. 18). Tal escena, fechada poco antes de la invasión Huari, presenta particularidades interesantes. La primera es que la oferente es la única mujer de alto estatus que ha aparecido representada en las excavaciones arqueológicas de la cultura Moche y una de las pocas representadas en el arte precolombino (las mujeres de Bonampak son también sacerdotisas). Otra es que el Spondylus aparece asociado con la izquierda (mientras que para los indios de la Columbia las conchas aparecen vinculadas con la derecha y los varones). De este modo, y puesto que en la cultura moche la plata está asociada con la izquierda y las mujeres, parece consistente asociar al Spondylus con este metal. La asociación puede extenderse si incorporamos correspondencias de culturas próximas como la Luna con la plata: Spondylus – mujer – izquierda - Luna – plata Volviendo con la representación de la sacerdotisa y el bivalvo, parece existir acuerdo en la interpretación de la función del Spondylus como copa contenedora de sangre. La asociación del Spondylus con la sangre es clara, pues cuando no es la sangre de los dioses, es la sangre para los dioses o una copa para contenerla y cuando no, un sustituto de la sangre (como lo fue el cinabrio).

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Spondylus y tumis en la cultura Lambayeque La cultura Sicán (a la que anteriormente nos hemos referido como cultura Lambayeque), que fue posterior a la Mochica y anterior a la Chimú, floreció en la zona de Batán Grande, La Leche y Zaña entre los años 700 y 750 d.C. y destacó por su ideología religiosa y tradición funeraria. Según el Dr. Izumi Shimada, director del Proyecto Arqueológico Sicán, es rara la excavación en la que no se encuentren conchas de Spondylus, lo que da una idea de la intensidad comercial con las costas ecuatorianas. En una tumba expoliada (huaqueada) en Batán Grande (en la que se extrajeron algo mas de 200 objetos de oro y plata y entre ellos un tumi con el Señor Sicán alado) el relleno de la tumba se hizo con capas superpuestas de 1 a 2 m de Spondylus, esmeraldas, lapislázuli, y cinabrio. Como es sabido, el tumi es un cuchillo de mango rectangular y hoja semicircular que ya era conocido en el periodo Vicús-Mochica. Los tumi planos de cobre se hallan tanto en contextos domésticos como funerarios mientras los de oro servían para propósitos ceremoniales. Las representaciones que se plasman en la cúpula del tumi incluyen animales, Spondylus, a Naylamp y, en el caso que nos ocupa, al Señor Sicán (para algunos autores, el propio Naylamp) en una serie de posiciones y diferentes atributos. El Señor Sicán suele presentar un tocado semicircular (muchas veces compuesto por tres spondylus) con incrustaciones de turquesa, lapislázuli y spondylus, decorado en la cresta con hilos de oro en forma de olas, y con pendientes de pájaros en los lados; una cara estilizada, una túnica, rodilleras y sandalias. Reposa sobre una plataforma o un cojín. En algunos casos aparece con los brazos flexionados, agarrando en cada mano una esfera; otras, asiendo una copa con ambas manos; y en alguna ocasión, con las piernas cruzadas, alado y con una esfera en una mano y un tumi en otra.

Spondylus en las culturas Huari e Inca: la fundación de Pikillacta y el Inti Raymi La importancia del Spondylus en la culturas posteriores a la Chimú puede ser estimada a partir de su presencia, como elemento ritual, en la fundación de ciudades y en la celebración de festividades. Con el establecimiento de la cultura Huari (800-1200 d.C.) parece ir parejo la utilización del Spondylus en las ofrendas fundacionales de ciudades y fortalezas. Un bello ejemplo es el constituido por los hallazgos en los cimientos de la fortaleza de Pikillacta, cercana a Cuzco: está compuesta por un gran clavo de cobre, unas valvas de Spondylus pictorum y un conjunto de figuritas de turquesa en tamaño decreciente (Fig. 19). Los personajes están finamente trabajados y aparecen ataviados con vestidos diferentes, a excepción de un prisionero desnudo. Para los Incas, el Inti Raymi fue sin duda la más grande y espectacular festividad que se tuvo en época prehispánica. Se llevaba a cabo en el solsticio de invierno del Hemisferio Sur (el 21 de junio de cada año), en la gran Plaza Principal del Cuzco. Estuvo destinada a rendir culto al Sol o Inti, enaltecer al Inka, agradecer las cosechas y pedir protección para los hijos. Los preparativos debían llevarse a

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cabo en el Corikancha o Templo del Sol y en el Haukaypata que era el sector nororiental de la gran Plaza Principal, reservada a la nobleza. A la salida del Sol, la población debía saludar al Dios Sol con la much'ay (emitiendo besos sonoros ofrecidos con las manos) y luego entonando cánticos con llanto (wakay taky). Posteriormente, el Inka tomaba en sus manos dos vasos ceremoniales de oro (akilla) que contenían chicha (cerveza de maíz) y los ofrecía uno al Sol y otro, tras haber bebido, a los nobles. El Sumo Sacerdote (Willaq Uma) debía efectuar, con un tumi, el sacrificio de una llama completamente negra o blanca y con las manos, extraerle el corazón palpitante y otras vísceras para efectuar predicciones. Después, debía producir el fuego sagrado recibiendo los rayos del sol en un medallón cóncavo que además contenía algún material resinoso para que entrara en ignición. Sucesivamente, se debía consumir el sanqhu, una especie de alimento sagrado preparado en base a harina de maíz y sangre de la llama sacrificada (que comparte con el Spondylus los colores blanco y rojo que caracterizan la comida de los dioses). La fiesta tenía lugar, simultáneamente, en el resto del imperio y terminaba con el reparto gratuito de comida y chicha abundante, a cargo del Inka o de los depósitos públicos. De modo paralelo, en los templos y oratorios, se realizaban innumerables sacrificios de llamas de color negro, doncellas y niños (hasta 500) y ofrendas de Spondylus. En la actualidad, se escenifica el Inti Raymi en el Chukipanpa o la explanada de Saqsaywaman, el día de San Juan (24 de junio).

Spondylus como ofrenda a los apus Juanita es la momia de una niña que fue sacrificada cuando tenía entre 12 y 14 años. Su cuerpo congelado fue encontrado, el 8 de septiembre de 1995, en el nevado Ampato (región de Arequipa, sur de Perú), a 6300 m de altitud, por el antropólogo Johan Reinhard y el arqueólogo José Antonio Chávez. La doncella inca habría sido sacrificada, según estudios, hace más de 500 años a los apus o montañas sagradas. La ofrenda, al parecer, tuvo por finalidad aplacar la furia de los volcanes Misti y Sabancaya que por esa época, año 1466 aproximadamente, estaban en plena erupción. Su ajuar consta de 25 objetos: figurillas de oro y plata, Spondylus, vasos, cántaros y platos de cerámica, así como alfileres o tupos con los que sujetaba sus ropas y textiles. El objeto más bello de este ajuar es, sin duda, la figurita de una llama fabricada en concha de Spondylus (Fig. 20). En 1996, patrocinado por la National Geographic Society, Reinhard volvió a hallar otra momia similar a Juanita en las alturas del nevado Picchu Picchu, en la zona de Arequipa. Figuras de llamas y conchas de Spondylus están también presentes en los ajuares funerarios de las momias infantiles de Salta y en los cerros Aconcagua (6960 m) y El Plomo (5200 m)(Fig. 21), que pueden corresponder al ritual apacocha (ceremonia para celebrar el nacimiento del inca, coronación, enfermedades, muerte o participación en alguna guerra, en la que el niño moría por congelación en vez de golpeado).

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La pérdida de un símbolo de identidad Pedro Cieza de León, al describir los pueblos de Manabí, nos dice: “Traen en su personas algún adornamiento de joyas de oro y algunas cuentas muy menudas, a quien llaman chaquira colorada, que era rescate extremado y rico. Y en otras provincias he visto yo que se tenía por tan preciada esta chaquira, que se daba hasta cantidad de oro por ella”. Esta situación contrasta drásticamente con la que pocos años después se produciría con la imposición de los criterios económicos y culturales de los conquistadores: las conchas dejaron de tener valor a todos los efectos y la actividad de extracción y trabajo del mullu fue declinando paulatinamente hasta casi desaparecer. Cien años después de la presencia española, toda actividad en torno al Spondylus resultaba falta de interés económico, pudiendo justificarse con toda propiedad el cantar: “Muchachos, a trabajar si quieren tener mujer; pues no la han de mantener con las conchitas del mar” El Spondylus ha llegado a nuestros días con un bagaje económico y espiritual minimizado (relegado a elemento de colección o de fetichería) que, sin embargo, puede ser activado y revalorizado, si ecuatorianos y peruanos así lo quieren. Esto puede conseguirse de dos modos: recuperando su significado como elemento de identidad cultural indígena y enriqueciendo su contenido simbólico con nuevos objetivos.

La recuperación del Spondylus como símbolo de cooperación entre Perú y Ecuador Si en el pasado el Spondylus fue alimento de dioses, ofrenda a las divinidades masculinas del mar y de la noche, símbolo de fertilidad, auspiciador de lluvias y atributo de poder y prestigio, hoy en día, se ha enriquecido con otro significado: el de símbolo de entendimiento y cooperación entre Perú y Ecuador. La historia de los pueblos de América ha conocido épocas de amistad y de discordia. En la actualidad, la amistad de los países andinos parece consolidada y algunas fórmulas de cooperación están cobrando forma. De hecho, el entendimiento de los dignatarios de Perú y Ecuador, alcanzado a raíz de la resolución del conflicto de fronteras en 1998, ha constituido el primer paso para la deseada cooperación. El siguiente paso es transmitir ese objetivo a ambos pueblos a través la adopción de un símbolo común, que es la mejor manera de acceder al subconsciente colectivo. La fe y los deseos son normalmente plasmados en símbolospara hacerlos evidentes. Los símbolos son importantes porque ayudan a asociar algo con un contenido, ayudan a comunicar sin que se hable, a sensibilizar valores sin tener que explicarlos y a proyectar visiones. Tienen una connotación histórica que, a su vez,

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trasmite un mensaje, e identifican al portador con un determinado credo y con un proyecto de vida. En el mundo andino, el dios Wiracocha (el jaguar con los dos báculos), fue uno de estos símbolos y como tal fue representado, amplia y generosamente, desde Nazca hasta Huari, de la costa a la sierra, en el norte y en el sur, integrando los Andes a través de una visión común. En ese mismo sentido, el Spondylus se convirtió, para la mujer y el hombre precolombinos, en una posesión más valiosa que el oro, las esmeraldas u otras piedras preciosas, más que los animales y la comida. Lo más importante que se podía dar a los dioses, por debajo del sacrificio humano, era el Spondylus. Hay muestras del Spondylus en los ajuares funerarios del Señor de Sipán y de la momia Juanita, ya referidos . En Pachacamac se puede ver una puerta de adoración con ocho Spondylus. En la parte superior de El Lanzón de Chavín de Huántar se distingue, esculpido, al Spondylus. Su presencia es reconocible en los mantos Paracas. Es una constante en la cultura Chincha y componente esencial de las demás culturas preincas. Sin embargo, el valor del Spondylus no sólo está en su bagaje histórico o su carácter de pieza de intercambio cultural y comercial sino, principalmente, en el simbolismo de unión que encierra. Su valor ha obligado a los políticos peruanos y ecuatorianos, como a los antiguos buzos, a sortear las difíciles aguas de las discrepancias de los últimos sesenta años de historia para rescatar dos mil años de unión entre sus pueblos, al objeto de ofrecerles una perspectiva deseable. El Spondylus es el símbolo de una paz con futuro y de un futuro con paz. Y vuelve a ser, como lo fue para los antiguos peruanos y ecuatorianos, el bien más preciado, porque un desarrollo en paz es el legado más valioso que se puede ofrecer a las futuras generaciones.

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Apéndice 1. Cronología de las culturas del Ecuador Ecuador Costa

Ecuador Sierra Inca

Integración

Atacames Manteña Milagro-Quevedo

500 – 750 d.C.

Desarrollo Regional

Tolita Jama-Coaque Bahía Guangala

Tuncahuán Carchi

1200 – 500 a.C.

Formativo Tardío

Chorrera

Narrío

1500 – 1200 a.C.

Formativo Medio

Machalilla

3500 – 1500 a.C.

Formativo Inicial

Valdivia

7000 – 3500 a.C.

Arcaico

750 – 1533 d.C.

Cañari Cuasmal Puruhá Panzaleo

Apéndice 2: Cronología de las culturas del área andina central Costa Norte

Costa Central

Costa Sur Inca

1460-1532 d.C. 1200-1460 d.C.

Chimú Lambayeque

Chancay

Ica-Chincha

Chanca

Mochica Recuay Virú Vicús

Lima

Huari Nazca

Huarpa

800-1200 d.C. 400-800 d.C. 400 a.C.-400 d.C 2000-400 a.C. 7000-2000 a.C.

Sierra

Paracas

Cupisnique

Chavín Periodo arcaico

Apéndice 3: Horizontes y Cronología generales

1440-1532 d.C.

Horizonte Tardío

Denominación Luis G. Lumbreras Imperio Inca

1100-1440 d.C.

Periodo Intermedio Tardío

Reinos y Estados Regionales

600-1100 d.C.

Horizonte Medio

Imperio Huari (Wari)

200 a.C.- 600 d.C

Periodo Intermedio Temprano

Culturas Regionales

1000-200 a.C.

Horizonte Temprano

Formativo Medio y Tardío

1700-1000 a.C. 2500-1800 a.C. 4500-2500 a.C.

Periodo Inicial Pre-cerámico Tardío Pre-cerámico Medio

Formativo Temprano Arcaico Tardío Arcaico Medio

6000-4500 a.C.

Pre-cerámico Temprano

Arcaico Temprano

Denominación Lowe

24

Pies de figuras Fig. 1.

Concha de Spondylus

Fig. 2.

Dualidad de colores en la concha de Spondylus princeps

Fig. 3.

Culturas de Ecuador

Fig. 4.

Ruta de Pizarro

Fig. 5.

Ruta Cañari

Fig. 6.

Ruta del mullu

Fig. 7.

Buzo

Fig. 8.

Vasija Lima con escena de transporte de Spondylus (reconocible por la presencia de tres pescadores sobre sus respectivos caballitos de totora y la actitud del personaje central mostrando un Spondylus) Datación: 1-800 d.C.

Fig. 9.

Collar a base de cuentas de Spondylus princeps. Datación: 200 a.C. -1532 d.C

Fig. 10.

Pectoral a base de cuentas de Spondylus princeps. Datación: 200 a.C. -1532 d.C.

Fig. 11.

Pectoral de chaquiras de Spondylus princeps, reconstruido según modelo de pectorales provenientes de enterramientos Mochica del valle de Virú. Datación: 1-800 d.C.

Fig. 12.

Vasija de cerámica Huari con dos cuerpos escultóricos que representan Spondylus. Datación: 800-1300 d.C.

Fig. 13.

Pieza Lambayeque con dos cuerpos escultóricos que representan conchas de Spondylus. Sobre uno de los Spondylus se encuentra un personaje sentado. Datación: 800-1300 d.C.

Fig. 14.

Huso Chimú, en plata, que representa a un buzo con un Spondylus en sus manos. Datación: 1300-1532 d.C.

Fig. 15.

Pendiente Chimú 25

Fig. 16.

Pectoral del Señor de Sipán

Fig. 17.

Máscara del Viejo Señor.

Fig. 18.

La Sacerdotisa y el Spondylus.

Fig. 19.

Recreación de la ofrenda fundacional hallada en los cimientos de la fortaleza de Pikillacta, cercana a Cuzco. Datación: 800-1200 d.C.

Fig. 20.

Ajuar de Juanita.

Fig. 21

Momia de El Plomo.

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