El Obispo empantanado Marqués de Sade
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El Obispo empantanado
Marqués de Sade
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http://www.librodot.com Es algo bastante singular la idea que algunas personas piadosas se hacen de los juramentos; imaginan que ciertas letras del alfabeto, ordenadas en tal o cual sentido, tanto pueden agradar infinitamente al Eterno en uno de esos sentidos, como ultrajarlo cruelmente, puestas en otro. Y este prejuicio es, sin duda, uno de los más divertidos de todos los que ofuscan a la turba devota. A esa clase de seres pertenecía un anciano obispo de Mirepoix, tenido por santo a comienzos de este siglo; yendo un día a visitar al obispo de Pamiers, su carroza quedó empantanada en los horribles caminos que separan a estas dos ciudades; los esfuerzos eran inútiles, los caballos no se movían. -Monseñor -dijo por fin el amenazante cochero-, mientras usted se quede ahí, mis caballos no darán un paso. -J por qué, a ver? -replicó el obispo. -Sucede que es absolutamente necesario que yo jure, y Vuestra Grandeza se opone; pero le puedo asegurar que vamos a dormir aquí si no me lo permite. -Bueno, bueno -contestó el complaciente obispo, haciendo la señal de la cruz-, jure entonces, hijo mío, pero muy poco. El cochero jura, los caballos vuelven a arrancar, monseñor vuelve a subir... y llegan sin más accidente.
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