El Llamado De Dios

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El tema del llamado de Dios es muy importante para todos, ya que todos los hijos de Dios hemos recibido su llamado. Hay tres aspectos que se deben tomar en cuenta al hablar de este tema. Primero, los requisitos. Segundo, el proceso. Y tercero, la perfección total. Requisitos: La pregunta es, ¿cuáles son los requisitos para ser llamado por Dios. Ahora, pregúntese a sí mismo: ¿oro y leo la Biblia todos los días? ¿Ayuno por lo menos una vez a la semana? ¿Vivo una vida sin pecado? Creo que ningún lector cumple con todos estas características. De hecho, ningún ser humano puede lograrlo. ¿Cuáles son, entonces, los requisitos? ¿Acaso habrá alguno? Veamos que nos dice la Biblia. A continuación podrán leer un pasaje que se encuentra en el libro de Jueces capítulo 6. “1Pero los hechos de los israelitas fueron malos a los ojos del Señor, y durante siete años el Señor los entregó al poder de los madianitas. 2Como los madianitas oprimían cada vez más a los israelitas, estos, por temor a los madianitas, se hicieron escondites en los cerros, en las cuevas y en lugares difíciles de alcanzar. 3Siempre que los israelitas tenían algo sembrado, los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente los atacaban. 4

Acampaban en los territorios de Israel y destruían las cosechas

hasta la región de Gaza, sin dejarles a los israelitas nada que comer, ni ovejas, ni bueyes, ni asnos. 5Con sus tiendas de campaña y su ganado invadían el país y lo destruían todo. Venían con sus camellos en grandes multitudes, como una plaga de langostas.

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Por causa de los madianitas, los israelitas

pasaban por muchas miserias, y finalmente le pidieron ayuda al Señor. 7

Cuando los israelitas le pidieron al Señor que los librara

de los madianitas, 8él les envió un profeta que les dijo: Así dice el

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Señor y Dios de Israel: Yo los saqué a ustedes de Egipto, donde vivían como esclavos, 9y no solo los libré a ustedes de los egipcios, sino también de todos los que los oprimían. A ellos los fui echando de delante de ustedes, y a ustedes les di la tierra de ellos. 10Y les dije a ustedes que yo soy el Señor su Dios, y que no tuvieran miedo de los dioses de los amorreos, en cuya tierra viven ustedes ahora; pero ustedes no me hicieron caso. 11

Entonces vino el ángel del Señor y se sentó bajo la

encina que estaba en Ofrá, y que pertenecía a Joás, que era del clan de Abiézer. Gedeón, el hijo de Joás, estaba limpiando el trigo a escondidas, en el lugar donde se pisaba la uva para hacer vino, para que los madianitas no lo vieran. 12

El ángel del Señor se le apareció y le dijo: ¡El Señor está

contigo, hombre fuerte y valiente!

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Y Gedeón contestó: Perdón

señor, pero si el Señor está con nosotros, ¿por qué nos pasa todo esto? ¿Dónde están todos los milagros de que nos hablan nuestros antepasados, cuando dicen que el Señor nos sacó de Egipto? El Señor nos ha abandonado, y nos ha entregado al poder de los madianitas. 14

El Señor lo miró, y le dijo: Usa la fuerza que tienes, para

ir a salvar a Israel del poder de los madianitas. Yo soy el que te envía. 15

Pero Gedeón volvió a contestar: Una vez más, perdón,

señor, pero ¿cómo voy a salvar a Israel? Mi clan es el más pobre de toda la tribu de Manasés, y yo soy el más pequeño de mi familia. 16

Y el Señor le respondió: Podrás hacerlo porque yo estaré

contigo. Derrotarás a los madianitas como quien derrota a un solo hombre.”

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Lo interesante aquí es que Gedeón era un simple campesino. El no era ningún guerrero. De hecho, en el momento que Dios lo llamó, él se estaba escondiendo (versículo 11). Estaba limpiando trigo en un lugar que no le correspondía hacer esto “para que los madianitas no lo vieran.” Sin embargo, el ángel le dice: “Hombre fuerte y valiente.” Cualquier persona que conocía a Gedeón seguramente hubiera dicho que este ángel estaba loco, pues sería algo inconcebible pensar que un simple campesino que se estaba escondiendo sería realmente “fuerte y valiente.” Esto nos enseña que Dios no nos ve como los demás nos ven, sino como él planeó que fuéramos. Otro ejemplo de esto lo encontramos en 1 Samuel 16:7. Samuel estaba a punto de ungir a nuevo rey para Israel. Él vio al hijo mayor de Jesé y se dijo a sí mismo: Ciertamente este será el nuevo rey de Israel, pero el Señor le dice lo que encontramos en este versículo: “No te fijes en su apariencia ni en su elevada estatura, pues yo lo he rechazado. No se trata de lo que el hombre ve; pues el hombre se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón.” También es muy interesante que Gedeón dudo de sí mismo. Él mismo no creía que tenía la capacidad de cumplir con el llamado de Dios. Esto es un problema que muchos cristianos tienen hoy en día. Sienten que no merecen ser llamado, o que son demasiado pequeños, como dijo Gedeón. Sin embargo, no es lo que nosotros pensamos de nosotros mismos lo que es importante, sino lo que Dios planeó para nosotros. Como podemos ver, no existe realmente un requisito para ser llamados. Es importante destacar que si fuera por ser “buenos,” todos los cristianos estaríamos descalificados. Romanos 3:23 dice que “todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios.” El Proceso: En el momento que aceptamos el llamado, comienza en nosotros un proceso de perfección. 2 Corintios 5:17 dice: “Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo.” Sin embargo, para este cambio, hay que pasar por un proceso.

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Pero ningún proceso es fácil. Un ejemplo claro de esto es el proceso de la educación. Para poder aprender lo que la sociedad dice que debemos aprender, es necesario ir a la escuela, y después al colegio. En el transcurso de esta educación, recibimos explicaciones, pruebas y hasta disciplina. Pasar por todo esto no es fácil, pero sí necesario para obtener el resultado, que es el aprendizaje y el bachillerato. El problema es que muchas veces no entendemos por qué pasan ciertas cosas en nuestras vidas. A veces pensamos que todo está saliendo mal, y que quizás Dios se ha olvidado de nosotros. Pero esto está muy lejos de la verdad. Dios nos pone a prueba muchas veces, no porque nos odia, o porque quiere vernos sufrir, sino porque Él sabe que habrá un buen resultado después de esta prueba. Quizás se preguntan, “¿Pero cómo puede ayudarme una prueba?” Si es así, les responderé con otra pregunta: ¿Saben cómo se forman los diamantes? Un diamante es simplemente carbón, con la única diferencia de que tiene que pasar por un calor muy intenso. Después de esto, debe ser triturado y pulido. Debe pasar por un proceso que, si fuera algo vivo, sería muy doloroso. Pero al final, el resultado es un mineral precioso de un valor muy alto. Así mismo somos nosotros en las manos de Dios. Él nos pone a prueba, pero tenemos la confianza que el resultado será bueno. Romanos 8:28-30 dice: “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito. A los que de antemano Dios había conocido, los destinó desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el primero entre muchos hermanos.” ¡Qué texto tan hermoso! Esto nos dice no solo que Dios dispone todo para bien, sino que también nos dice que todo lo que Él ha dispuesto para nosotros es para que seamos como Jesucristo. La Perfección Total: Algunos se preguntarán ¿Cuándo llegaré a ser totalmente perfecto como Cristo? La respuesta la encontramos en Filipenses 1:6. “Estoy

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seguro de que Dios, que comenzó a hacer su buena obra en ustedes, la irá llevando a buen fin hasta el día en que Jesucristo regrese.” La verdad es que no existe un ser humano perfecto. El único que vivió una vida perfecta fue Cristo. Sin embargo, Dios nos va perfeccionando cada día. En esta vida el proceso nunca termina, pero sí terminará el día que Cristo regresa. Pero no hay que entristecerse por esto. Aunque no seamos perfectos ahora, hemos sido justificados por la Sangre del Mesías. Si hoy escuchas el llamado de Dios, asegúrese de aceptarlo. No pongas peros. No dudes del hecho de que Él te esté llamando, o de si eres capaz o no de hacer lo que Él te pide. Solo hazlo. Él estará contigo. Escrito por, Paul D. Gutiérrez Covey

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