El Inevitable Partir

  • May 2020
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  • Words: 584
  • Pages: 1
Me encontraba en una habitación completamente blanca, mi cuerpo y todas las prendas que sobre mí estaban, se tornaban impolutas, todo mi ser compaginaba perfectamente con aquél cuarto, incorrupto en su totalidad. Pasado el asombro que producía tal muestra de pureza, observé con incredulidad y algo de temor, que decenas de personas salían de la nada, y caminaban de un modo parsimonioso por todo el recinto. Al igual que yo, estaban vestidos de blanco y de ellos se desprendía cierta luz, que en ocasiones lograba cegarme, no comprendía lo que allí sucedía y mucho menos el por qué estaba yo allí, inmersa en una atmósfera casi virginal, y rodeada de unos seres casi diáfanos. Seguía formulándome cuál cantidad de preguntas, cuándo algo me sustrajo de mi ensimismamiento. Alguien, no sé si del mismo grupo anterior, se detuvo frente a mí, como si hubiese encontrado lo que estaba buscando desde un comienzo. Digo que tenía la duda, de si tal ser pertenecía a aquel grupo, porque era el único hombre de avanzada edad, ya que todos, a excepción de él, tenían rostros jóvenes, angelicales y llenos de vida. Lo más extraño de todo, es que, a pesar de las arrugas que cubrían su cara, ésta se me hacía demasiado conocida. No sabía de dónde, pero de lo que si estaba segura, era de que ese rostro me era completamente familiar. Estaba intentando descifrar aquel acertijo, cuándo de su boca brotaron las siguientes palabras: “¿Alexa, sabe quién soy yo?”. Tal fue mi sorpresa, al darme cuenta de que me conocía, que por eso, no pude articular palabra. Nuevamente, formuló la pregunta: “¿Alexa, sabe quién soy yo?”, yo, estupefacta, continuaba sin responder, pero él, con tono firme y decidido seguía interrogándome, “¿Segura de que no me reconoce?”. Entonces, en un momento de lucidez, al escuchar esa voz y ver ese rostro tan familiar para mí, comprendí, de que no se podía tratar de alguien más, sino de mi padre, ¡Dios mío!, por qué, no le reconocí antes. El arribo de las lágrimas no se hizo esperar, al instante las sentía resbalar por mis mejillas. Es increíble ver, como el paso del tiempo, hace que con el transcurrir de los segundos, estemos un paso más cerca del día último, aquél en el que lo terrenal pasa a formar parte del pasado, y un mundo completamente desconocido para nosotros se abre a nuestros pies. Está en nuestra razón, somos conscientes de que algún día, eso a lo que conocemos como alma y que muchos asocian al ser, inevitablemente tendrá que abandonar esa parte material, dotada de forma que habita el mundo. Este marchar infinito e imparable del tiempo, se ve reflejado en nuestra carta de presentación al mundo exterior, el rostro y asimismo en la cárcel del alma, el cuerpo. En el presente logra pasar inadvertido, pero al memorar días anteriores, logramos darnos cuenta que la inalterabilidad de su paso ha dejado huellas tanto en nuestro ser como en nuestro existir. Dotado de una transparencia e incorruptibilidad omnímodas en sí, lograba conseguir que la movilidad de mis miembros se perdiese en la impunidad de sus actos. De repente, un impulso incontrolable hizo que me abalanzara sobre él, sin lograr contener tal deseo de estrecharle. Al momento, en que mis brazos le rodearon, sentí como su frágil cuerpo, se esfumaba de ese profundo abrazo, al instante comprendí cuán delgada es la línea que separa nuestra permanencia en este mundo de la estadía en otro totalmente ignoto para cualquier ser terrenal.

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