El Final De Todos Los Dogmas

  • Uploaded by: Miguel Aponte
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El final de todos los dogmas El marxismo nace en el siglo XVIII y desde sus comienzos se manifiesta como la más poderosa arma crítica contra todos los esquemas de dominación y explotación del hombre por el hombre, especialmente se erige en crítica mortal contra el régimen imperante: El capitalismo. Marx analiza detalladamente su funcionamiento, su proceso lógico, su imaginario y descubre mitos y vicios, descubre sus neurosis y sus taras filosóficas y psicológicas. Como expone Castoriadis, descubre que es un sistema que basa su funcionamiento en el “dominio de lo racional” y en el más ingenuo imaginario de “progreso como ley y fuerza social”. Descubre que representa una promesa delirante y enferma de crecimiento permanente sustentado en lo económico como reino del deber ser. En lo filosófico, el capitalismo es la superación del mundo teológico medieval y su sustitución por el mundo

antropológico propuesto por el humanismo: el centro del mundo no es dios, es el hombre. Finalmente, propone que de lo que se trata no es de interpretar al mundo, sino de cambiarlo. Es trascendental su propuesta, no solo porque con esta postura entra a cuestionar todas las instituciones de la vida social, sino porque reasume una actitud liberadora que no se veía desde la Grecia clásica. Es el hombre asumiendo la responsabilidad ante sus leyes y las instituciones que crea, sin intermediarios. Es libertad y creación puras. Es el Marx de la liberación. Pero filosóficamente, Marx se atasca en su camino. Porque supera la idea de que son de dios las leyes que debemos seguir en la tierra, para caer en otra, igualmente errónea: es la naturaleza y sus leyes quienes realmente nos determinan. Es la ciencia nuestro nuevo dios. Con este giro, Marx repite la postura que critica: las leyes no le pertenecen al individuo y la sociedad, sino que derivan de entidades del más allá, autoridades meta – humanas. Es el mismo

oscurantismo medioeval ahora vestido de ciencia y modernidad. Marx descubre toda la trama capitalista, elabora su crítica demoledora pero, cuando construye su propuesta revolucionaria, deja intacto los supuestos básicos: (1) es lo económico, la infraestructura, lo que define el resto, la superestructura social, a la que casi no dedica tiempo; (2) es la idea ingenua de progreso, como orientación inevitable de la sociedad; (3) es el dominio de lo racional sobre la historia. Todo esto vestido con la tesis de la “ley de la historia”, objetiva y real que funciona sobre la acción humana y de la cual ésta no puede escapar. Puro positivismo y puro determinismo. La ley es para el hombre, pero no le pertenece, ni depende de él, la sigue imponiendo una fuerza superior. Ahora nuestra dictadora es la fuerza de la historia. Así, Marx termina creando una obra que traiciona sus propias intenciones iniciales. Lo traiciona porque si el marxismo representa la verdadera interpretación de las leyes de la historia, entonces de lo

que se trata es de imponerlo. Conseguir la libertad se convierte en imponer la libertad. El objetivo libertario y liberador ahora se transforma en la imposición de un único esquema, el esquema marxista. Así es como el marxismo termina cancelando las posibilidades liberadoras de su mismo proyecto y dejando la puerta abierta para el totalitarismo. Luego vendrá Lenín con su tesis del partido único, controlando todo en nombre de la revolución, monstruo represivo cuya única justificación es conseguir el poder y luego mantenerse en él. Es el poder por el poder mismo. Así, el proyecto de la libertad humana continúa pendiente de ser comprendido y llevado a la práctica liberadora. Continuará pendiente hasta que se asuma que son los individuos y la sociedad los únicos responsables de las leyes que se dan a sí mismos, así como los responsables de su transformación y mejora, entender que estas leyes nunca serán perfectas. Habrá que entender que no hay dogmas que no conduzcan a la intolerancia y a contradicciones mortales e inhumanas.

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