La nueva iglesia parroquial de Castrillo de los Polvazares (II)
Parece claro que es a partir de 1681 cuando queda definitivamente reubicada la iglesia parroquial, en la ya ampliada y sustancialmente mejorada ermita de San Juan Bautista, entrando así la antigua de Santa Magdalena en un continuado proceso de deterioro y abandono, que concluyó con su definitiva desaparición hacia el año 1766, fecha en la que ante su lamentable estado, y teniendo en cuenta que en ella solo se decía una misa al año, D. José Sánchez Cabezón ordena su demolición, enterrar las imágenes ridículas e indecentes que en ella había, las buenas llevarlas a la nueva iglesia, los materiales de derribo utilizarlos en hacer una nueva capilla mayor y remodelar el cuerpo de la actual parroquia, tal y como proyectaba su párroco D. Andrés Salvadores Botas, y el solar donde estaba ubicada cercarlo y colocar en su centro una cruz, para que en todo tiempo se supiese que anteriormente fue un lugar sagrado. Iglesia de Santa Magdalena Como dijimos, durante la permanencia como vicario de D. Andrés, se proyectaron importantes obras en la iglesia parroquial, realizándose estas parcialmente hasta su muerte en 1771. En 1773, el obispo D. Juan Manuel Merino Lumbreras, ordena a los herederos de D. Andrés se presenten a rendir cuentas de las obras, resultando sorpresivamente para el obispado un saldo favorable para los herederos de 600 reales, que les fueron devueltos por la fábrica ese mismo año. Las obras continuaron hasta 1.806, año en que parece quedaron totalmente concluidas con el remate de de la bóveda, correspondiendo a D. Jerónimo Herrán Salcedo, sucesor de D. Andrés, el impulsar y mejorar sustancialmente el anterior proyecto desarrollándose durante los años de su administración, la mayor parte de las obras, que fueron definitivamente concluidas con el párroco D. Antonio Prada entre 1801 y 1806. El volumen importante de la obra tuvo lugar entre 1773 y 1784, en ellos se desmontó el cuerpo de la iglesia reconstruyéndolo nuevamente, se realizó la bóveda de media naranja, las capillas adyacentes y el presbiterio, todo ello incluido en la capilla mayor y crucero. Se hizo una nueva sacristía y otras obras menores como el pórtico. Durante estos doce años se gastaron 22.443 reales, 10.111 fueron aportados por la fábrica, 800 por el Concejo, 1.000 por el Obispado, 3.000 por Marta García viuda de Bernardino Botas, 625 por la cofradía de Las Ánimas y el resto por diversos donativos entre los que cabe destacar por orden de magnitud, los de Pedro Botas, Blas de la Puente, Tirso Botas, Esteban y Manuel Manzanal, Antonio y Santiago Botas, Antonio de la Puente y Toribio García: Se tomó también un censo a la fábrica y rectoría
de la iglesia de San Miguel de Astorga de 6.000 reales, que rentaban anualmente 180, y que fue redimido casi 70 años después tras la devolución de la cantidad prestada en 1842, con lo que los intereses ascendieron prácticamente al doble del valor del censo. 270 carros de piedra Es de resaltar el apoyo prestado por los feligreses, como por ejemplo en el arranque de 270 carros de piedra, juntado de arena, derribo de la antigua iglesia de Santa Magdalena, cava del barro, acarreos diversos e infinidad de jornadas de trabajo. Otras obras y adquisiciones fueron realizadas en estos fructíferos años, como por ejemplo el arranque en los años 1785/6, de 180 sepulturas realizado con un coste de 1.043 reales por Ángel y Miguel Alonso, vecinos de Cuevas, para que posteriormente por 1.696 reales Andrés Alonso, vecino de Rectivía, enlosara la iglesia, con la losa que labraron por 1.272 reales José Otero y Juan Riesco también de Rectivía y que fue adquirida en una cantera por 774 reales. También en 1.786 se sacaron fuera de la capilla mayor, los altares de San Antonio y Nuestra Señora de la Soledad. En 1.789 Blas del Río y su hijo Antonio, vecinos de Santa Catalina hicieron la estupenda cajonería en nogal de la sacristía con un coste de 4.189 reales, colocándoles al año siguiente la cerrajería que se había adquirido en la Coruña. En 1.797, la poderosa cofradía de Las Ánimas, entrego a la fábrica 3.300 reales como aportación a las obras de la iglesia, y le regaló un palio que costo 687. Como dijimos en 1806 se concluyeron las obras de remodelación en la iglesia, con el remate de la bóveda que costó 11.717 reales, de los cuales 5.591 fueron aportados por la fábrica, y el resto por el Concejo fundamentalmente y también con donativos de algunos vecinos. Ya en 1841 se trasladó desde el convento de Cereal del Bierzo un retablo, que había sido donado, siendo el coste de desarme, transporte en siete carros y posterior montaje 1.552 reales. En 1845/6 se rehizo el pórtico por un coste de 2.300 reales, en 1852, se arreglaron los retablos, se hicieron tres mesas de altar y se compró a la iglesia de Tremor de Abajo una cúpula para la custodia y a la de Posadilla un copón. En 1860 se fundió por 1732 reales la campana grande, costeando la mitad el Concejo por compartir su uso tal y como era acostumbrado. En 1877/8 se colocaron las verjas de madera por 10.620 reales, tardándose 22 meses en ejecutar la obra. Cementerio prohibido En 1856 se realizó un exhaustivo inventario de las propiedades de la iglesia, describiéndose pormenorizadamente libros, vasos sagrados, alhajas, ornamentos, ropas, muebles, etc. Se aprecia de su lectura que era una iglesia bien dotada, tanto en cantidad como en calidad. Como hechos asociados a la parroquia, citemos que en 1834 se construyó el cementerio, iniciándose en un lugar que posteriormente prohibió la Justicia de Astorga, a solicitud de algunos vecinos, y cuando ya se habían invertido 111 reales. El coste del definitivo fue de 2.240, siendo reedificado en el año 1856 por 3.125. Mencionamos también que en 1735, el obispo D. Francisco Bermúdez, ante la penuria que se encontraba la casa rectoral, y que además a juicio del obispo adolecía de un elemento tan importante como la panera, que obligaba al cura a guardar el grano y frutos en la del hospital de San Andrés, y por cuyo servicio debía pagar carga y media de grano, autorizó al cura D. Felipe González García a vender un prado que poseía el curato en “Las Llamas”, camino de la antigua iglesia de Santa Magdalena, y con el dinero de la venta construir una casa rectoral nueva, eso si, con panera, y en caso de no llegar el dinero, debería ser el propio D. Felipe quien lo complementase. J. L. G. FERRERO