El Fantasma Ggw

  • June 2020
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EL CONCEPTO DE FANTASMA EN PSICOANÁLISIS Guillermo García Wong El fantasma es el escenario de la imposibilidad de la relación –directa- del Sujeto con el objeto; esto se halla en el matema de los cuatro discursos. En el discurso de la generación de lalengua, conocido como discurso de Amo – porque en él, el lugar del agente productor de la enunciación es el Significante Amo o S1-, bajo la barra de la batería significante mínima (S1, S2), no hay relación entre el sujeto y el objeto, aunque sí la hay entre S1 y S2: tanto por la representación por S1 del $ ante S2, como por el après coup progradiente o retrogradiente, mientras que del lugar del producto, ocupado en este discurso por a, no hay manera de ir al lugar de la verdad que sustenta el discurso, en este caso ocupado por $. Ergo, no hay representación posible que vaya desde el producto o resto a la verdad en que se sustenta –ello porque la perspectiva lacaniana deja claro que el sujeto ni representa ni para él se representa, él es lo representado y el objeto es sólo el resto que queda de esa representación; no se trata de una teoría de la comunicación, el sujeto no es actor del drama simbólico, sino una función – una relación entre variables que más bien lo engendran y lo mantienen suspendido de la estructura que así se configura. Los que representan son los significantes: para la máquina simbólica consiste en el sujeto sujetado de la cadena significante1. Igualmente, el objeto-resto a, tampoco puede representar, él es apenas una viruta, el ripio que queda debido a la puesta en acto del discurso de Amo: el plus que hace falta, que incompleta el circuito discursivo, la partícula que sobra o no calza; que aunque tienda a cero aún es algo 2, lo suficiente para imposibilitar la racionalidad de la fracción discursiva. El objeto es lo que queda como efecto insoslayable y no suturable del acto discursivo en el que el resultado es el engendramiento del sujeto.

S1 ---$

S2 ---a

Esta imposibilidad de la relación directa Sujeto-objeto bajo las respectivas barras que los separan del plano manifiesto del discurso (S1 a S2) se debe a 1

Máquina simbólica que se viene a estropear en su funcionamiento porque algo le queda excluido – fracasa como máquina de Turing-, lo Real, y porque hay efectos en el sujeto atinentes a lo Imaginario; de lo contrario, sujeto sería sinónimo de robot; es decir, de inteligencia artificial y por ende no habría lo inconsciente. 2 En alguna parte anoté, una especie de constante de Plank discursiva”.

2 que entre a y $ se interpone inevitablemente el A, el conjunto de lalengua; es que a (a), como a cualquier objeto, sólo podemos acercarnos por medio de los recursos que proporciona A, el lenguaje. Inclusive respecto al objeto a, que si es inefable, lo es por referencia a la función que permite A –sin A, no se puede hablar. Si bien, a es lo que incompleta, lo que se ha caído de A, y por lo tanto lo precipita, en tanto sistema, en la incompletitud; sin embargo, dado la condición de que necesariamente sólo podemos referirnos a un objeto acorde a lo que A permite, por más tachado y a falta que esté A –porque precisamente le falta a-, por más que su nombre sea A, no hay otra vía para denotar al objeto a, que haciéndolo con los medios que pertenecen a A –los significantes. La insatisfacción de la demanda genera frustración, en el tratamiento analítico, el analizante presenta una demanda que no es satisfecha ni tampoco rechazada. La posición de la escucha analítica se caracteriza, de esta manera, por la neutralidad3 que insatisface la demanda; esa posición –el discurso de analista- provoca que el analizante siga hablando, produciendo discurso, hasta que en algún instante inesperado, por sorpresa, acaece el discurso libre. En ese acontecer discursivo, el sujeto se expone en las escenas de satisfacción en las que se ha sostenido; es decir, sin pudor, expone su fantasma. Eso se da gracias ha que se despliega la transferencia en la que puede discurrir el discurso libre; la transferencia muestra la posición del sujeto en el lenguaje: posición del sujeto en la estructura y su relación con los otros elementos de dicha estructura. El lenguaje es toda la red, todo el aparato significante –el aparato lenguajero o al lenguaje-, y, a su vez, un componente, una parte de esa red (A). Esta extraña relación es posible debido a que el lenguaje guarda combinatorias morfosintácticas, semánticas y pragmáticas infinitas –sus cambios tienen posibilidades infinitas (infinito potencial) y en acto también es infinito –la significación y la significancia lanzan a una referencia intralingüística infinita. Luego, como conjunto de infinitas asociaciones, el lenguaje es también un conjunto infinito; por ende, sus partes –como toda parte de un conjunto infinitoson también infinitas: sus partes no son menores al todo, a la vez que el todo abarca otras partes y no solamente la que se está considerando. Conste que todo esto ocurre en virtud de la incompletitud del lenguaje como sistema que lo avienta al cambio infinito o de infinitas posibilidades y conexiones. En la clínica, el analizante produce un discurso, en la medida en que ese discurso se sostenga y oculte como ocupante del lugar de su verdad, al sujeto, éste ofrenda esta enunciación en el altar del A, a la expectativa que éste satisfaga su demanda, personificado en un supuesto sujeto, el Sujeto supuesto al saber –en el que no sólo la condición de sujeto es un supuesto, sino también el saber4. 3

La neutralidad benéfica freudiana. Descripción que se asimila totalmente a la que hace Parménides acerca de la singularidad y exclusividad del ente: no hay nada fuera del ente, porque si hubiese algo fuera de él, entonces no sería –el primero no sería ente, pues el eleata concibe a lo ente como completo y sin falta- y si algo fuese fuera del ente, entonces [esto] sería –el segundo sería el auténtico ente. Ya que Parmenides cree que ente hay uno sólo, esta singularidad exclusivista es el nexo con la idea psicoanalítica de que hay un solo sujeto en la sesión. Lo que ocurre es que el sujeto supone –diríase en una jerga más clásica, proyectivamente- que hay un 4

3 Donde Sn es la lengua (todos y cada uno de los significantes hasta n); y donde a es el objeto que viene a faltar en ese conjunto –que debería hallarse incluido y sin embargo falta. [(Sn ⊃ a) ∩ (a ≡ φ ) ] Sn ⊃ φ El fantasma es el escenario ($ ◊ a) para un goce siempre fallido por un acontecer que acaece al Otro: no se halla al Otro absoluto y sin falla, el objeto mismo del goce lo incompleta en tanto no hay palabras para ese goce. No hay un significante que pudiese ocupar el lugar de ese goce en el código de la lengua. Por eso mismo, por fallido, este escenario es funcional para mantener la ilusión neurótica del goce porque lo escenifica y con esto pasa al plano de lo posible y a su vez se asegura que el deseo en juego5 no se cumpla, que no se cierre. De esa manera, consigue que el deseo del neurótico siga insistiendo. Al escenificar el goce, el fantasma plantea al goce en la modalidad de lo posible, desterrando la consideración de que sea imposible6. En el fantasma acaece la imposibilidad del goce y a la vez la suspensión infinita de esa imposibilidad: el sujeto no puede gozar del objeto 7 de manera directa y absoluta, se interpone el Otro (A), pues esa experiencia8 de goce deberá inevitablemente filtrarse por el lenguaje; Otro que resulta que es incompleto, a falta, y aquello de lo que carece es precisamente a, el objeto como causa del deseo, de la búsqueda de la equivalencia de los goces9. La experiencia del goce queda constreñida al A, a lo simbólico. El fantasma hace presente que el goce es inalcanzable fuera de lo simbólico, que lo real del objeto le estará excluido y que al ser escenificación, la aprehensión fantasmática es imaginaria. Por eso, la experiencia del fantasma se desplaza en los tres registros: Simbólico, Real e Imaginario. Pero, como el fantasma es ineliminable, se repite, esa repetición lo prolonga, aplaza hasta el infinito el saber esa imposibilidad. En el fantasma se escenifica un pacto entre aceptar la imposibilidad del goce y su posible realización. En el fantasma, el sujeto alcanza ficcionalmente al objeto; es ficción, es decir enlace entre imaginario y simbólico, porque el fantasma es una escenificación, conlleva restos mnémicos de sensopercepciones, desata emociones y sujeto otro, el que encarna la alteridad por excelencia: el analista, le atribuye la condición de sujeto – cuando, quien ejerce ese oficio, pone entre paréntesis su condición subjetiva, “se hace el muerto” en relación a los efectos de subjetividad, en tanto la ha trabajado en su análisis personal. Además, adjudica a esa subjetividad una substancia: el saber. Como Freud ya lo había señalado, el juicio de atribución precede al juicio de existencia: supone un saber y que éste otorga estatus de sujeto. Cuando se trata del propio saber que ha sido desterrado y colocado en el exterior del sujeto; de allí que ese exterior sea parte de su interior o que haya una banda moebiana de una torsión que los constituye en continuidad a ambos (mundo interno-mundo externo; Sujeto-Otro), esa banda es el discurso. 5 En tanto el deseo es el diferencial entre el goce buscado y el goce alcanzado. 6 Cómo va a ser imposible, si se lo sueña o ensueña. 7 Goce de un bien, del Bien máximo. 8 La experiencia alucinatoria de satisfacción, que Freud supone en el niño, queda como real pues carece de significantes que la hagan enunciable, que la transformen en objeto de la enunciación. 9 Equivalencia entre el goce buscado y el goce encontrado.

4 sentimientos, sostiene pasiones –todos ellos, afectos- y prolifera en significaciones posibles: en la escenificación, el fantasma se inscribe en el plano imaginario. Al coagularse inevitablemente en una o varias frases, en enunciados, el fantasma es también simbólico. Esta intersección entre lo registrado imaginaria y simbólicamente, hacen del fantasma un montaje de ficción. Lo escenificado en el fantasma es la relación sexual y dado que ésta no hay, esta escena monta un imposible; por ende, da sostenibilidad a la ilusión de la realización de esta relación. Relación que vale recalcar no es necesariamente genital, que puede responder a cualquiera de las organizaciones de la pulsión, en la que cualquiera de estas organizaciones de la pulsión siempre parcial puede predominar y dar un sesgo a la escena: oral, invocante, escópica, anal, o fálica; que además puede ser perversa. Esta relación pone en acto ficcional el goce del otro que, precisamente, es vacío en el Otro, pero sin tamizarse por el Otro, ese acercamiento del sujeto al objeto es imposible. El fantasma pretende arrojarnos al goce, pero esto no le es posible: cada acto de fantasma repite el intento y su fracaso. El fantasma es el consuelo del sujeto ante la imposibilidad de la relación sexual. El goce que se realiza en el fantasma responde a cualquiera de las organizaciones pulsionales o a sus condensaciones y desplazamientos; no necesariamente esa organización es la genital. De esa manera, lo que el fantasma intenta es la consumación del deseo, alcanzar y adueñarse del goce del otro, el encuentro y acople del sujeto y el objeto; en el fantasma el sujeto aspira a que el objeto se transforme en su bien y en consecuencia gozar de él –de la posesión de ese bien, luego de apoderarse del goce del otro. Mas la empresa está condenada a reiterar en el fracaso. En el fantasma, el goce localiza su único lugar posible; luego, en él, el deseo se estanca en su búsqueda interminable, debido a que ese goce al que aspira –sin tacha- es infinito. Por eso lo reiterativo del fantasma, su fracaso es su triunfo y viceversa, uno de sus logros es capturar al sujeto, aprisionarlo en su escenario; sin embargo, no hay forma de anular o deshacer al fantasma. Braunstein dirá que no se lo construye: es una dado, ya está allí, pero el sujeto puede deconstruir su posición en él, atravesar la red de significantes que lo constituyen en su faceta simbólica. Ello supone no la supresión del fantasma, que es imposible, sino la deconstrucción y paralela reconstrucción de la posición del sujeto en él. El fantasma se halla conformado por restos de textos, de inscripciones significantes, palimpsesto de huellas mnemónicas, de escrituras ensambladas para representar el gozar del otro –del objeto. En el fantasma, gracias a esos jirones, a esos restos, a esos retazos zurcidos, el sujeto alcanza al objeto y lo reduce a ser su fuente de goce. El fantasma es la matriz, paradigma y universo de las creencias que dicen llegar y aprehender el objeto a sin pasar por un gran Otro a falta, por A. Lo que el fantasma pretende obliterar es la falta de a en A –ausencia real. Plantea que el $ alcance al objeto real, el a –esto sólo ocurre imaginariamente. Aprehender

5 a para completar al A en su falta, suturar esa falta. Por ende, lo que queda obliterado en el fantasma es lo simbólico de su única consistencia. El fantasma hace posible imaginariamente lo que realmente es imposible: completar al gran otro fallido con el plus-resto que le falta, el a. Para esto le es inevitable la concurrencia de la palabra, ya que el fantasma se arma con ellas; sólo de esa manera logra que exista la relación sexual. Pero, el fantasma no es metáfora10 sino símil, imitación malograda, aunque no imita lo que es la relación sexual, sino que finge con su escenificación que hay esa relación. No imita lo que es, sino que finge ser lo que la relación sexual no es: ilusiona.

2008, 12, 07

10

Aunque su lógica supone la metáfora.

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