El fantasma de Don Benito Todos los domingos Juan pasaba la tarde en la casa de su abuelita; solía pasársela jugando con su primo Marcos, ya que los dos eran más o menos de la misma edad. A la vuelta de la casa de su abuela, había una pequeña tienda ubicada en la esquina de la cuadra, a la cual los muchachos siempre iban a comprar sus chucherías; aquella tienda pertenecía a una pareja de viejitos que ya tenía más de cincuenta años de casados, pero que aún gustaban de valerse por sí mismos, sus nombres eran Doña María y Don Benito, ella era una anciana muy amable, y él un poco cascarrabias, y una persona muy difícil de olvidar, su calva, sus ojos arrugados, y su mala dentadura.
Pasaron algunas semanas que Juan no fue a casa de su abuelita porque estaba de vacaciones con sus papás, al volver de nuevo el domingo, su primo no se encontraba porque el llegaría hasta el lunes debido a que era puente y aún no volvía con sus padres; así que cuando tuvo antojos de dulces, Juan tuvo que ir solo hasta la tienda de los viejitos; llegó y se encontró con Don Benito que como siempre nunca hablaba y se veía un poco gruñón, pidió los dulces de siempre, cuando se disponía a pagar algo llamó su atención, mientras le entregaba el dinero al anciano, detrás de él, en el mostrador, sobre una repisa se encontraba una veladora encendida junto a una foto del viejito. En aquel momento se preguntó: ¿por qué hay una foto de él junto a esa veladora?, aunque después de todo no le dio mucha importancia al asunto, a fin de cuentas, Don Benito le regresó el cambio sin decir una palabra y Juan regresó a casa de su abuela a comerse sus confites tranquilamente viendo su programa favorito, aunque no fue igual sin su primo Marcos. Al siguiente fin de semana regresó a casa de su abuela; ahora junto con su primo Marcos fueron a comprar sus dulces a la tiendita, pero en esta ocasión los atendió la amable Doña María, mientras los atendía Juan notó que detrás de ella seguía aquella foto de Don Benito junto a la veladora encendida, en ese momento se preguntó por qué ya no estaban juntos atendiendo, le preguntó a la viejita el por qué de la foto de Don Benito junto a la veladora, a lo cual ella respondió con lágrimas en los ojos que su querido Benito había fallecido hace tres semanas; Juan se quedó helado, se puso pálido y no pudo articular una palabra, le dijo a Doña María que se dejara de bromas, que no creyera que iba a caer en esa, si Don Benito lo había atendido el domingo anterior, Doña María lo miraba algo contrariada y confusa, le dijo que no era ninguna broma y que dejara de jugar con la memoria de su esposo y los echó de la tienda. Su primo Marcos que estaba sorprendido no le creía a Juan su historia, por más que éste jurara que era real, le dijo que respetara a los difuntos, Juan no pudo dormir bien durante toda esa semana, y jamás volvió a entrar a la tiendita de Don Benito, incluso dejó los dulces.