EL CUATRO DESTEMPLADO Autor: P. Daniel Albarrán
Había una vez un cuatro destemplado. Sonaba horrible, según los expertos en música. Lo hacían sonar al lado del violín, y el violín se reía del cuatro, porque no podía seguirlo. Iban por caminos diversos. Otro tanto sucedía con el arpa y con los demás instrumentos de la orquesta. Pero, el cuatro no se amilanaba. Seguía sonando como sonaba. Un buen día, sintió deseos de sentirse pequeño. Las críticas le hacían daño. Y llegó a pensar que era mejor, ser violín, o arpa, o piano, u otro instrumento; mas no, el cuatro. Pensó cambiarse las cuerdas para sonar mejor. Como, igualmente, darse unos cambios, para sentir que agradaba a todos los que lo oyeran. Sentía ganas de halagos y de palabras dulces. Y quería sentirse alabado. Muy justo en sus aspiraciones. Pero, inmediatamente recapacitó, y se dijo: “si yo, que soy un cuatro destemplado... y sé lo bien que me siento, porque no tengo que parecer lo que no soy... ¿por qué tengo que cambiar mis atributos? Soy cuatro. Soy destemplado. ¡Y cuántos no cantan y bailan conmigo! ¡Si vieran las fiestas que armo y la algarabía que doy, y lo que disfrutan, aún, siendo destemplado! ¡Un momento! ¡No soy violín! Y no puedo sonar como violín. Sueno como lo que tengo y soy, en mi esencia de instrumento musical. No me voy a despersonalizar, pretendiendo ser lo que no, y dejando de ser lo que sí...” Y volvió a recobrar valor para seguir siendo lo que era. Sin comparaciones, ni diferencias, ni parecidos, ni semejanzas; sino, con identidades. Entonces, sus cuerdas dieron un chasquido musical, como queriendo decir: “Soy cuatro destemplado, y como tal, sueno”. Un no sé qué de aire de grandeza se le dibujó en ese momento. Y todos los aplaudieron, por su gallardía y valentía, despertando con ello, más la admiración y el respeto, que de hecho, sabía imponer con su origen y esencia. Y eso sirvió también, para que el violín y todos los demás instrumentos musicales lo respetaran, y se dieran, ellos mismos sus lugares y ubicaciones...