El Caso De Juan Perilla

Sistema de Gestión de la Calidad

REGIONAL DISTRITO CAPITAL CENTRO DE GESTION ADMINISTRATIVA TECNOLOGO EN ADMINISTRACIÓN EMPRESARIAL SERVICIO AL CLIENTE – MARIA LUZMILA MEJIA S. LEIDY JOHANNA LÓPEZ FAJARDO – 70018 – LECTURA N° 2

Versión 1

EL CASO DE JUAN PERILLA El 28 de febrero a las 3.00 de la tarde aterrizó un avión de 4 turbinas de la compañía AVIANCA en el aeropuerto “EL DORADO”. Minutos después descendía por la escalerilla, mirando para todos los lados Juan Perilla. Un auto, que enarbolaba un gallardete con los colores de la bandera colombiana, lo esperaba cerca al avión. Dos soldados de la Guardia Presidencial reclamaron el equipaje, mientras Juan se sentaba cómodamente en el auto. Había sido invitado especialmente para permanecer 3 días en la casa de los presidentes de Colombia, el Palacio de Nariño. Cuando el vehículo ingreso al Palacio las rejas de hierro se cerraron pesadamente, al mismo tiempo se escuchó el chis de un fuerte estornudo dentro del auto y una mano regordeta tiró un pañuelo desechable al limpio enlozado, Juan tenía gripa. Bajó fumando un cigarrillo turco con olor penetrante. El capitán de la guardia y auxiliar de protocolo se acercaron a darle la bienvenida, Juan se limpió la mano derecha en el dorso de la chaqueta restregándola habilidosamente para saludar con limpieza a los dos caballeros. Tiró la colilla al piso, la estrujó fuerte y repetidamente con el zapato como verificando sus 92 kilos de peso, tosió fuertemente y murmuró: Buenas, escupió certeramente sobre una rosa amarilla muy bien cuidada en el jardín, ella humildemente se inclinó reverente. Al ser conducido a sus habitaciones se admiraba de adornos, cuadros y mobiliario tocándolos y pasando su mano sobre ellos como para captar mejor su contextura y solidez. Le comunicaron que a las 8.00 de la noche cenaría con el Sr. Presidente y con la Primera Dama. Colocó una de las tres maletas encima de un sillón con tan mala suerte que tiró al suelo la gran lámpara que estaba al lado del mueble, el celofán y la tela se rasgaron, el bombillo estalló amedrentadoramente, alzó la lámpara, la colocó en un rincón tratando de ocultar lo sucedido. Otra maleta la coloco en el suelo y la tercera sobre el tocador. De cada una sacó diversas prendas de vestir que acomodaba en uno y otro sitio de la habitación hasta que dejarla suficientemente adornada con colores y modelos. Al fin

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del fondo de una maleta sacó una caja de fósforos, eureka, eso era lo que buscaba Juan. En el iluminado comedor de Palacio en cena íntima con la familia presidencial Juan se sentía contento. La crema de cebolla era absorbida con maestría, a cada cucharada se escuchaba el shuss de Juan, no sin antes enfriar cada cucharada soplando sobre ella, el mantel blanco de encajes también cenaba con las salpicaduras de los soplidos de Juan. Un salero de vidrio Murano, tomado descuidadamente por Juan cayó en la bandeja de carne, la familia presidencial se acostó esa noche como cualquier vecino de las lomas sin probar carne. Al llegar a su habitación Juan aún tenía apetito; volvió a buscar en sus maletas reorganizando el desorden de la habitación, logró encontrar 2 paquetes de papas fritas con picante, un paquete de chitos y una lata de cerveza, los comió con fruición y arrojó el envase y bolsas debajo de la cama. El sillón, la alfombra y el cubre lecho quedaron condimentados con deliciosos pedacitos de papas y chitos, una mancha de cerveza también adorno el cubre lecho. La mañana estaba fría, Juan se miró al espejo del baño, detectó dos canas en su cabeza, fue por un paquete de tintura “silueta” y se realizó la operación tinturado a que se sometía su cabeza cada 15 días. El lavamanos quedó negro, el piso del baño con bolitas negras, como uno de los pantaloncillos que adornaban la habitación. Al calzarse se admiró de la suciedad de los zapatos, fue al baño tomó la toalla para manos y limpió pormenorizadamente los zapatos, una sonrisa de satisfacción afloró en sus labios. Bajó las escaleras fumando un cigarrillo importado, miró distraídamente un aviso que decía “Gracias por no Fumar”, hizo un movimiento de cabeza que se podía interpretar “a sus órdenes” y echó una bocanada de humo sobre él. Llegó al hall de entrada, hojeó el libro de visitantes, pero para hacerlo mejor tiró el cigarrillo a la alfombra, volvió a verificar sus 92 kilos sobre él y pensó, puede producirse un incendio; la alfombra quedó con quemadura de 5 cm. Pasó las páginas del libro de visitantes, le interesaron muchísimo tres, por las firmas de altos personajes que aparecían. Volteó la cabeza subreptiamente a todos los lados y arrancó una, dos, tres páginas del libro dorado, las guardo cuidadosamente y siguió su visita investigativa por el palacio. Entró a un pequeño salón de conferencias amoblado con 20 sillas estilo universitario, se sentó en una, descansando su humanidad sosegadamente. Una brillante idea llegó a su mente, sacó una pequeña navaja y rayó su nombre en el brazo de madera, alejó la cabeza un poco, miro como un artista su obra de arte, le dio dos o tres toquecitos al nombre pensando seriamente: Juan Perilla será recordado en el Palacio. Encendió un cigarrillo y tiró el fósforo al piso.

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Muy contento subió cantando a su voz en cuello “El Jibarito”, tres, cuatro, seis, personas salieron de distintas oficinas solicitando “Silencio”. Uno de los vidrios de sus gafas estaba empañado, al ver las limpias cortinas de un ventanal las tomó y limpió muy acuciosamente las gafas. Pensando que no era suficiente el recuerdo que había dejado en la sala de conferencias, entró en su habitación pasó inmediatamente al baño, cerró la puerta y comenzó a tallar en ella una frase que lo recordará a la posteridad. Después de trabajar arduamente durante media hora, se retiro y leyó lo grabado con la pequeña navaja: “Lo malo es ser bueno, Juan Perilla”. Esta vez su satisfacción llegó al paroxismo. Bajó a la cocina, solicitó una gaseosa y un emparedado que le entregaron envuelto en una servilleta desechable. Caminó por las instalaciones del Palacio, en un corredor tiró la servilleta, pero la botella si la acomodó en el piso al lado de una maceta. En su recorrido había pasado cerca de un cuarto de canecas de basura. Se sentó en un cómodo sillón que estaba en una salita de star corriéndose plácidamente hasta quedar casi en posición horizontal, pensó, “que cómodo es estar aquí; este sillón puede servir de cama”. Juan fue llamado a la oficina del jefe de protocolo. Al entrar a dicha oficina se encontró con el jefe de protocolo, quién después de haber sopesado los comportamientos inadecuados, las omisiones y fallas de Juan Perrilla, Había tomado una decisión y se la comunicó. N” 1 2 3 4

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Comportamientos Inadecuados Fumar

Omisiones Ser cortés

Fallas No cuidar las cosas del palacio Escupir Prevenir situaciones Votar la colilla y pisarla Dañar o hacer mal uso de las El aviso de no fumar Rayar la sala de cosas ajenas, cuadros, conferencias y la lámparas, baño, habitación… puerta del baño Sorber, manchar el mantel, no Comportarse El incidente con el respetar que habían personas educadamente en la salero ahí que no llevan el mismo estilo cena de vida Chismosear Dejar el lugar en No acoplarse a las perfecto estado normas de convivencia del Palacio Ser atrevido, intrometido y Hacerse cargo de sus grotesco errores

Recomendación: Reestructure su conducta, debe mantener unos parámetros de conducta acordes al momento, situación y vivencia cultural a la que te sea confrontado, existen normas de convivencia que deben ser acatadas.

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