El Caminante

  • April 2020
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“EL CAMINANTE”: LLAMADO Y SENDA

“Caminante, son tus huellas el camino y nada más; caminante, no hay camino se hace camino al andar”1

El hombre contemporáneo posee algunas convicciones y prejuicios en su, como diría Gadamer, precomprensión del mundo, impidiéndole interpretarlo y discernirlo desde una perspectiva única, individual y genuina a todo aquello que lo rodea. Esta (es decir la precomprensión) define nuestra esencia y la manera en como construimos una imagen de la realidad. Gadamer, en su ensayo titulado Retorica, hermenéutica y critica de la ideología. Comentarios metacríticos a verdad y método I (1967), comenta lo siguiente: “(…) nadie es antes que los otros. Cada cual esta “en ello” y es “mano” en el juego. Eso acontece cuando comprendemos e incluso cuando descubrimos los prejuicios o desenmascaramos los pretextos que desfiguran la realidad. Entonces solemos “comprender” (GADAMER.1998:235) En el caso de Gadamer, los prejuicios son desenmascarados en el lenguaje y el dialogo con el otro, pues bien, Nietzsche de manera análoga (y diría extrema y ha desarrollar en otro contexto filosófico, puesto que arremete no a los prejuicios que se encuentran dentro lenguaje sino al lenguaje mismo) lo elabora en su texto Sobre verdad y mentira en sentido extramoral2 pero antes bien, comprenderá y acometerá a una de esas pre-comprensiones del mundo que desfiguran la realidad del hombre: el cristianismo como doctrina y con ello la idea de un Dios supremo y protector de los hombres, para así desocultar al hombre de esa cueva que lo ha mantenido a oscuras de lo más importante que ha olvidado o se ha rehusado a tomar partido de ello: la vida y su existencia. A continuación, intentaré elucidar la metáfora del “caminante” expuesto por Nietzsche en el texto Humano demasiado humano y relacionarlo con el aforismo 380 titulado “habla el caminante” del texto La Gaya Ciencia del mismo autor, con el objetivo de demostrar la invitación del presente filosofo a los hombres

hombre

“velados”

a

desplegar

su

voluntad

de

conocer,

ejemplificándolo por medio de aquellos que lo están por la doctrina cristiana. Al mismo tiempo, mostrare que esta metáfora puede servir de hilo conductor a la actividad filosófica actual.

Nietzsche considera que la misma palabra “cristianismo” es un “malentendido”3. El autor, en su texto El anticristo, contrapone la fe cristiana con la vida práctica de Jesús, considera que solo es cristiana la vida que vivió Cristo, es decir, el hecho de que haga énfasis en “practica” y “vida” en el texto, nos manifiesta que Jesús, esta siendo juzgado no por “sus” enseñanzas, sino por sus acciones. Según el filósofo, Jesús fue genuino porque hizo y no hizo. Vemos el hincapié: hacer y no una fe, y con ello, niega la esencia cristiana, Y ¿Porque no las enseñanzas? Pues, tal y como lo manifiesta en el texto, son la tergiversación de los verdaderos motivos de las acciones de Jesús por parte de su discípulo Pablo, quien estaba necesitado de poder. Podría afirmar que al desacreditar la fe, entierra los ideales del cristianismo: el “mas allá”, un “después”, la vida eterna, el propósito establecido por Dios, somos hijos de él y como tal le debemos respeto, obediencia, la indulgencia de nuestros pecados, entre otras. Sus máximos representantes pretendían masificar la figura de Jesús, entrando en contradicción, puesto que lo que hizo, no fue una doctrina o tuvo ese tipo de pretensiones, al contrario: fue una FORMA DE VIDA; la frase expuesta en el mismo texto nombrado anteriormente “la fe salva, luego ella es cierto”, es interpretada por el filosofo como una mentira, es una promesa y como tal no tiene, dentro de la realidad, prueba alguna de que ella es cierta, no hay hechos que la demuestren, por consiguiente, se concluye que la “fe significa negarse a saber la verdad”4. Incluso también se desprestigia a la ciencia, lo hacen ver como un pecado, el pecado original. Nietzsche reinterpreta el capitulo de la génesis de la biblia como la prueba del miedo de Dios a que sus hijos piensen y en consecuencia, el porque de la hambruna, enfermedad, la muerte, la vejez y otros males en la humanidad consiste en que Dios nos quiere sofocar nuestra sed de conocer, para no independizarnos de el, en efecto, no debemos pensar, sino sufrir. En el cristianismo, somos hombres fieles, por lo tanto, somos débiles, enfermos y ciegos a la verdad. La fe es la negación de la verdad, de querer saber dentro de una doctrina, puesto que los saberes están fundamentados a partir de interpretaciones que el sacerdote hace de la biblia, es decir, una mentira tras otra mentira5; que el sacerdote haya falseado los hechos por medio de la

interpretación, implica que los cristianos creen saber la verdad. La fe conlleva a una convicción, y los cristianos están convencidos de sus ideales, esto es lo que denuncia Nietzsche en el texto El anticristo: que la religión es peligrosa porque hace que el hombre se vea como un medio para que los designios de Dios sean cumplidos y no como un fin para sí, para su propio destino, ya que concebirse de esta manera le permitiría tomar control de su vida y sobre todo, se dejaría llevar por su voluntad, sus instintos e ideales. Frente a la imagen del hombre como un ser supeditado a la volición divina y sus consecuencias en la conciencia humana, Nietzsche confronta la metáfora “del caminante”: para hacer un llamado a las mentes pesadas de prejuicios avasalladores. En el caso de los hombres cristianos, sus mentes se hallan condicionadas y veladas por un Dios todopoderoso y aplastante. La figura del caminante invita a situarse fuera de todo prejuicio moral y ese “situarse fuera” implica, tal y como Zaratustra manifiesta, escalar la montaña y no quedarse en las llanuras, para liberarse de todo aquello que perpetúa esa condición; elevarse, alejarse y sobre todo superar el espíritu de la época en la que el hombre esta inmerso, para así discernir las valoraciones supremas, en este caso, la valoración suprema aquí es la idea de Dios. “El caminante”6 es lo que los hombres cristianos, e incluso todos aquellos que no tienen libertad de la razón, deberían alcanzar a ser: un hombre que no tiene punto de llegada, que no tiene un destino, puesto que esta consciente de que no lo hay, y esto hace que mire con mas agudeza lo que hay a su alrededor. No esta unido a nada, y solo dialoga con su sombra, le gusta cambiar de paisaje tal y como al vagabundo, también es consciente que pasara malas noches pero lo tomará como otra noche mas y anhelara las madrugadas, en donde empieza otro día, puede que incluso las mañanas sean peores que las noches y puede que por tener esa mirada sagaz, vea “mas suciedad, mas bellaquería y más inseguridad”7 en las personas y a su alrededor, pero ello no será algo que obstaculice su paso, pues es su condición. Esta condición propia de los hombres libres, aquellos que gozan de La Gran salud, está representada en la metáfora del caminante, quien no tiene miedo a

la soledad, quien por el contrario goza de ella en la cima de la montaña, un caminante “siempre en camino, pero sin una meta, sin un hogar“8; radicalmente opuesto al hombre oprimido, que tiene miedo de salir de su hogar por la protección y el confort que éste le provee; medroso de las personas, de los peligros que puede haber en el camino, temeroso de la vida, y de lo que puede pasar en los días siguientes, y que aun así, espera por una vida mejor después de la que tiene. Por su parte, “El caminante” se despliega en lo prohibido, en lo desconocido, errante por las lejanas gélidas tierras derriba todos los valores dogmáticos de su época y vive de sus impulsos, de sus ideales; sin embargo, para ello debe “irse de la casa de los padres y de las tradiciones, es necesario (para él) transitar el desierto y la soledad, porque éste es el camino a la gran salud, a la multiplicidad de perspectivas y de modos de pensar” (CRAGNOLINI. 2000: 56).9 Es precisamente en esa soledad, en donde el hombre entra en contacto consigo mismo y con la vida, aquella que permanecía oculta tras el velo de los dogmas del cristianismo, pero paradójicamente aquella vida a la que Jesús no le huyo. Ahora bien, frente a lo anterior cabría preguntarse: ¿Qué le espera al caminante en el transito a la altura de la montaña? En ese transito le espera la soledad,

aquella

etapa

de

incertidumbre,

pues

es

la

etapa

de

autoextrañamiento necesaria para dar el siguiente paso, donde el hombre que se ha sublevado vuelve de nuevo a la vida y mira de manera distinta las cosas que antes le rodeaban, le reprimían y velaban. Pero la cuestión esencial sigue siendo ¿Cómo pues, funciona este etapa como hilo conductor de la actividad filosófica? Para ilustrarlo, cito un apartado del texto “Humano demasiado humano”: “(…) y mientras se pasee bajo los árboles verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan que es lo que puede dar al día, entre la décima y

la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana”10 Es aquí pues, en donde esta metáfora del “caminante” puede llegar a ser una travesía, al igual que un llamado. Una senda para y de la actividad del filósofo, aquel que, al igual que el “caminante”, debe “preparar lo por venir, lo que (puede) llegar (si llega)” (HEIDEGGER.1997). Algo importante que anunció “el caminante”: los hombres, para llegar a conocer, deben superar los ideales de su época, deben pues oponerse a ella. Esto lo relaciono con uno de los postulados de Heidegger que realiza en su texto Introducción a la metafísica. Aquí, el autor enfatiza que la filosofía es inactual, en tanto proyección y reanudación, es decir, es póstuma a la época en donde se realiza y busca renovar el presente con la tradición; esto es lo que hace según Heidegger, que la filosofía pueda someter el tiempo a sus criterios, esto es lo que le otorga un poder. Sin embargo, en este caso, reanudar la tradición es precisamente el punto en donde se repelan los dos autores, puesto que Nietzsche considera que precisamente la tradición es lo que mantiene presa a la razón, y liberarse de ella e iniciar el camino es lo que le permite al hombre constituir su subjetividad, su perspectiva del mundo en el que actúa, incluso, le permite actuar en el. No obstante, habría que tener en cuenta a que apuntan, tanto Heidegger como Nietzsche cuando se refieren a “la tradición”. Por un lado, Heidegger trata de reconducirnos siempre a las experiencias originarias. En la filosofía, las experiencias originarias son las experiencias griegas y podemos observar que constantemente Heidegger re-significa el lenguaje para volver a ellas, puesto que considera que la lengua realmente hablada es la lengua griega y que el lenguaje filosófico es aquella que es conducida por la experiencia griega11 Por otro lado, Nietzsche se dirige a todo aquello que limita al hombre, ya sea costumbres, hábitos u valores que enferman u ocultan, aquello que obligue o encadene a la voluntad de conocer del hombre; la tradición filosófica, la considera una “carga”, un “cadáver” que el filosofo debe bajar de sus espaldas si quiere continuar su camino en el

“desierto”, el estado de la vida en solitario que el hombre o el filosofo debe atravesar en aras de realizar una labor intelectual creativa. En la contemporaneidad, es imposible hablar de un “desierto” como idealización de un estado de soledad total, debido a que los hombres están en constante dinamismo social, esto es, están inmersos en un contexto históricosocial desde donde expresan un punto de vista que evidencia su singularidad en su propia comprensión existencial. Para aclarar lo anterior es necesario volver a la metáfora del caminante y vincularla a la idea de “camino”, entendida como el paso de un forastero dentro de un bosque, en el uso heideggeriano; para referir metafóricamente a la vida y a ese estado en el que se encuentra el hombre a si mismo y en el que él se distingue de otros hombres, sin despegarse totalmente del contexto existencial en el que está inmerso. A diferencia del “desierto” nietzscheano, en el que el hombre se halla en medio de la nada y que corresponde al estado estéril y de soledad nihilista del hombre moderno. Los dos filósofos confluyen en un punto: “abrir camino”: Heidegger desde la tradición, puesto que para el, se comienza desde un punto, tal y como La pregunta por el sentido del ser que pretende reiterar en su texto Ser y Tiempo, afirma que “ya nos movemos siempre en cierta comprensión del ser”

12

,

tenemos una precomprension fundamentada ya sea en “opiniones o teorías tradicionales”, es decir, aquí la tradición es el horizonte del pensar, tanto para la pregunta como para la respuesta, mientras que Nietzsche la critica, niega y descentraliza por medio de la afirmación de la vida como único horizonte del pensar, autorealizandose el hombre en la soledad. Así las cosas, y sin pretensiones de conciliar a ambos pensadores, considero que el camino se abre dentro del camino, es decir, se abre camino en el y por el, porque allí es donde nos volvemos dueños de nosotros mismos y no instrumentos de los demás. El filosofo reanuda hasta cierto punto: las rehabilita pero no para perpetuarlas ni continuarlas sino para dejarlas o incluso criticarlas y controvertirlas si es necesario para construir su propio camino consecuente con sus pensamientos, siendo estos no una meta sino la ruta de su pensar propio. Lo importante por rescatar es la proyección de la que habla Heidegger,

ésta es pues la que le permitirá al hombre ensanchar sus prejuicios estrechos y absolutos. Ahora bien, la metáfora del “caminante” podemos verla como una particularidad del “preguntar filosófico”. Pero, ¿Por qué el “preguntar” precisamente es parte característica de la filosofía? Porque así es como el filósofo empieza su actividad como tal, a partir de los ¿Qué es? y/o ¿Cómo es?, así es como inicia, tal y como diría Wittgenstein, su actividad de carácter elucidatorio, en este caso, así es como logra emprender la ruta en el camino. Esa ruta, que se recorre dentro y por la filosofía, no tiene un destino u otra meta, más que adquirir una experiencia, experiencia que obliga a enfrentarnos a la vida o incluso a solo pasar por ella. El filosofo, por medio de ese “preguntar”, se atreve,

se

expone,

al

igual

que

“el

caminante”

en

su

etapa

de

autoextrañamiento y a pesar de que esta actividad tenga el aspecto de indecisión, de inseguridad, ella nos libera de aquello que nos restringe ocultamente. Vale la pena destacar que el verbo “preguntar” esta en modo transitivo y no en infinitivo porque precisamente, cuando Heidegger especula que “el preguntar se construye en un camino”13 quiere decir que para interrogar, se necesita estar en el camino. Cuando preguntamos, no tenemos otro camino más que el hecho de estar en camino y a su vez, estamos dirigidos, puesto que el preguntar no es un punto del cual empezamos o una frontera que cruzamos, por el contrario, el preguntar implica estar (ya) en el sendero del preguntar construyéndolo, inmersos en la ruta; no se trata de dar un paso, la pregunta nos rodea, no hay un punto que franquear. Es decir, estamos interpelados, solicitados,. Al igual “el caminante” es solicitado por la vida, está interpelado a vivirla, a transitar por ella, sin importar que ese camino pueda resultar tedioso y agitante, por mucho que el horizonte se torne lejano, que trate de no enfrentarlo y esconderse ante esa demanda, tiene que hacerlo porque es la vida misma la que lo está solicitando, no así el hombre Cristiano que critica Nietzsche. Así, el “preguntar”, acción hecha por el filósofo, se convierte en la senda filosófica del pensador y sus silenciosos pero amplios campos del pensamiento

bosquejaran de manera esencial la realidad. Por el camino transitado todo le será mas claro, más entendible, construyendo así su individualidad, llevando así a la filosofía, no a absolutismos sino a múltiples perspectivas, a diferentes modos de pensar, todos disímiles por los diferentes caminos sesgados por distintos transeúntes, así como “el caminante”, que conoce en el y por el camino, lo cual lo convierte en una experiencia única e intrínseca frente a las demás. Tal vez sea este uno de los sentidos de la existencia manifestado por Zaratustra: “Yo soy un caminante y un escalador de montañas, decía a su corazón, no me gustan las llanuras, y parece que no puedo estarme sentado tranquilo largo tiempo (…) Y sea cual sea mi destino, sean cuales sean las vivencias que aún haya yo de experimentar, - siempre habrá en ello un caminar y un escalar montañas: en última instancia uno no tiene vivencias más que de sí mismo”14 La figura del filósofo, en la contemporaneidad, más que un fantasma nietzscheano, mas que una sombra, espectro, producto de la soledad e insatisfacción de Nietzsche ante no haber estado rodeado de individuos libres de las valoraciones usuales que les resultaban sofocantes, debe y puede aspirar a convertirse directa o indirectamente, implícita o explícitamente, en un espíritu libre. En palabras del autor “quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante”15. La metáfora alude a algo indispensable para el filosofo: no puede sondar sin emprender el camino, el filosofo no lo es sino recorre el camino y sin antes bien dar los pasos para iniciarlo, es decir, no existe tal camino sin antes emprenderlo: el filosofo, pues, deja llegar, alcanzar el camino. El “caminante” es la senda de la filosofía, de suerte que el espacio-temporal de la actividad filosófica es la vida misma, aquella que el “caminante” busca rememorar en aquellas mentes débiles que la han olvidado o que se han resistido a recorrer aún cuando ésta esté próxima a su paso, aun cuando esta constantemente invitándolo.

BIBLIOGRAFIA CRAGNOLINI, Mónica B. (2000) “La metáfora del caminante en Nietzsche” En: Ideas y Valores 114, 51-64. GADAMER, h.g. (1998) VERDAD Y METODO II. Salamanca: sígueme. (2003) LOS CAMINOS DE HEIDEGGER. Barcelona: Herder. (Trad. A. Ackermann) HEIDEGGER, Martin. (1971) EL SER Y EL TIEMPO. México: Fondo de cultura económica. (Trad. J. Gaos) (1997/97)CONTRIBUCIONES A LA FILOSOFIA (DEL ACONTECIMIENTO). (Trad. P. Oyarzun) Versión digital. Http//: www.esnips.com. (2000)LA PREGUNTA POR LA TECNICA. Revista universidad de Antioquia. (Trad. J. Mejía) NIETZSCHE, Friedrich. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA. Versión digital. Http:// www.esnips.com. EL ANTICRISTO. Versión digital. Http:// www.infotematica.com.ar. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres.(Trad. E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998

1 Del poema de amor “Caminante no hay camino” del poeta Antonio machado. 2 “El lenguaje en una invención, cuyo objeto es proteger a los hombres unos de otros”. 3 Nietzsche, friedrich. EL ANTICRISTO. Versión digital http://www.infotematica.com.ar. Aforismo 39. 4 Nietzsche, friedrich. EL ANTICRISTO. Versión digital http://www.infotematica.com.ar. Aforismo 52. 5 De hecho, para el filosofo, ni siquiera mienten porque no disciernen la verdad, los sacerdotes son voceros de Dios, no quieren ver la verdad pero tampoco conocen cual es ella. 6 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres.(Trad. E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998 7Ibíd. 8 NIETZSCHE, Friedrich. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA (1883-1885). Versión digital. http:// www.esnips.com. 9 Zaratustra, a pesar de ser un caminante, no goza del todo de la Gran salud porque su condición de maestro lo subordina, necesita de los hombres, por ello, su sombra, en el texto Así hablo Zaratustra, se queja, le hace saber el cansancio y de lo extenuante que puede llegar a ser el estar en un camino sin un arribo y lo desamparado que puede sentirse el hombre en la soledad. Leer aforismos “De la redención”, “De la virtud que hace regalos”, “De la virtud empequeñecedora” Y “La sombra” respectivamente, del texto Así habló Zaratustra. 10 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres. (Trad. E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998 11 LOS CAMINOS DE HEIDEGGER. Barcelona: Herder. 2003. (Trad. A. Ackermann) Pág. 310. 12 HEIDEGGER, Martin. EL SER Y EL TIEMPO. México: Fondo de cultura económica. 1971. (Trad. J. Gaos). Pág.15 13 LA PREGUNTA POR LA TECNICA. Revista universidad de Antioquia. (Trad. J. Mejía).Pág. 48. 14 NIETZSCHE, Friedrich. ASÍ HABLÓ ZARATUSTRA (1883-1885). Versión digital. http:// www.esnips.com.

15 NIETZSCHE, friedrich. HUMANO DEMASIADO HUMANO. Un libro para espíritus libres. (Trad. E. GONZALEZ y E. CASTELLON). Madrid: Edimat libros. 1998.

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