Efecto Rashomon #1

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Revista trimestral - Año I Nº 1 - Distribución gratuita

No queremos cholos en «el trigal» o d a c o v i u q e l E o p r e u c l e d u espirit

Al final

del arcoiris

L (cuento) - Recomendados - Sección poesía 1

Contenido La

pieza incorrecta:

El

equivocado espíritu

(pag. 4) Las Fuerzas Armadas aún encubren a los responsables de los crímenes de lesa humanidad de la época de violencia política. de cuerpo

Efecto Rashomon Revista cultural año 1 - n° 1 - octubre de 2008 Lima - Perú Esta es una publicación auspiciada por el Centro Federado de Estudios Generales Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha colaborado en este trabajo el colectivo www.limafotolibre.com

Colaboraciones especiales: Krishna Castillo Thorne Giuliana Delgado Palacios Sandra Ballón Avilés Hans Burkli Burkli Patrick Salazar Caso Hernán Tello Otrera Diseño y diagramación: Rosa Alfaro Infante [email protected] Fotografías: Carátula: Diseño de Rosa Alfaro a partir de la fotografía Vista desde el castillo McGregor de Javier Pizarro.

Edición y corrección: Javier Pizarro Romero Apoyo en la selección de textos: Hans Burkli Burkli

Interiores: Cedidas desde el sitio web www.limafotolibre.com, salvo la de La pieza incorrecta de Renato Constantino y la de L de Javier Pizarro. Fotonota: Krishna Castillo. Contracarátula: De Susana Montesinos para el sitio web www.quito-ushuaia.com

Centro Federado de Estudios Generales Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Av. Universitaria 1801, San Miguel, Oficina del Centro Federado de EE.GG.LL.

Algunas

contradicciones de la mujer

de clase media en

Lima

(pag. 6)

Los ingresos económicos como factor predominante en la toma de decisiones de las mujeres de clase media.

Mi

Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Nº 2008 – 12713 Impreso en los talleres gráficos de la imprenta “Tania y Pamela” Jr. Camaná 1123, int. 2090, Cercado de Lima Tiraje: 300 ejemplares

guitarra quiere matar a tu madre:

al final del arcoiris (pag. 10)

Una intensa reseña del In rainbows de Radiohead, uno de los álbumes más esperados del año.

L

(pag. 7)

El cuento de este primer número explora con lucidez y desencanto la soledad de dos sobrevivientes de un bombardeo apocalíptico.

Primera edición Lima, octubre de 2008

La fotonota: No queremos «El Trigal» (pag. 15)

Queda prohibida la reproducción total o parcial de los artículos de esta revista sin permiso del editor y los autores. El contenido de cada artículo es de responsabilidad exclusiva de su autor o autores y no compromete la opinión de la revista o del editor. Esta revista se distribuye gratuitamente. Prohibida su venta.

Presentación

cholos en

Sorprendente forma de expresión de los vecinos de «El Trigal» ante la inminente construcción de un complejo multivivienda.

[50] caras idóneas, Veintiséis, Centro y Son (pag. 12)

La sección de poesía de este primer número destaca por su variedad formal y estética.

Recomendados: The Bedlam in Goliath, Los Mutantes y Leonera (pag. 16)

Reseña sobre los recientes trabajos de The Mars Volta, Mariano Vargas y Pablo Trapero; música, literatura y cine respectivamente. Y mucho más.

Contra viento y marea, por fin salió el primer número de Efecto Rashomon. Después de semanas en espera de anunciantes que nunca llegaron, los que nos implicamos en este proyecto no perdimos el ánimo y reaccionamos favorablemente. Trabajamos con más ganas, a pesar de todo, porque teníamos muy presente cuántos compañeros (autores o no) esperaban que este primer chispazo creativo se materializara en nuestra Facultad. Nosotros nos propusimos hacer algo memorable. Felizmente, de a pocos, se nos abrieron algunas puertas y ahora, tan cerca del cierre definitivo de la primera edición, puedo darme el gusto de decir que lo logramos gracias al trabajo de todos. Si bien se trata de una revista modesta, la dedicación que hemos puesto seguramente sobrepasa cualquiera de nuestros proyectos anteriores, al menos como editor lo siento así. Ha sido un trabajo más complicado de lo que habíamos previsto, incluso nos sobrepasó en algún momento, pero supimos confiar en nuestro ingenio para sortear las dificultades que siempre están. Y es que nuestro ímpetu de inconformes alumnos de Estudios Generales Letras (y, en general, de universitarios) todavía tiene fuerza para pelearse con la indiferencia de la que tanto nos acusan. Aquí hay una prueba de que antes que hacer ruido, solo esperábamos la manera y el momento adecuado para que escucharan nuestra voz. Los autores de este primer número demuestran que existen ganas de sobra y talento prometedor, pero que aún faltan canales para manifestarse.

Efecto Rashomon nació con la intención de ser una selección inclusiva de textos de disciplinas literarias, sociales, políticas y artísticas en general. Como sucede con el nombre de la teoría etno-historiográfica que inspiró su nombre, esta revista apuesta por el diálogo y la tolerancia que creemos necesarios en cualquier ámbito académico, en especial frente a una sociedad con múltiples conflictos y desigualdades como la nuestra. Así, esperamos que este primer número sea solo el despegue de un proyecto en mejoramiento constante, en el que personalmente estoy comprometido y del que hago partícipes desde ahora a las siguientes generaciones de alumnos de Estudios Generales Letras. No quiero terminar esta presentación sin darle las gracias a Antonio Tuya, quien me brindó oportunos consejos sobre el trabajo de edición; de la misma manera, debo agradecer las observaciones que Marta Miyashiro, mi profesora de edición, hizo de la versión preliminar de la revista. Tampoco puedo olvidar a Rosa Alfaro, en quien confié el diseño y la diagramación de Efecto Rashomon, y quien satisfizo con creces nuestras expectativas. Sería imposible dejar de mencionar a los chicos del colectivo www.limafotolibre.com, cuyas fotografías le han dado a esta revista el aspecto fresco y original que buscábamos. Finalmente debo agradecer a la mesa actual del Centro Federado por confiarme este proyecto, en especial a Krishna Castillo y a Sandra Ballón por seguirme en esta aventura.

ita / www.limafotolibre.com

El editor

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La Pieza

Incorrecta El equivocado espíritu de cuerpo Renato Constantino

Uno de los más comunes errores en

que solemos caer todos es olvidar el verdadero fin (telos dirían los griegos, un término más adecuado) de las actividades que realizamos. Lo olvidamos nosotros, los seres humanos, y lo olvidan también las personas que forman parte de diferentes instituciones. Muchas veces, al olvidar

el verdadero fin podemos dejar pasar los errores cometidos, pues ante una nueva meta, esos yerros (otros conchudamente dirían «excesos») pueden ser fácilmente ignorados. En mi corta vida, he pertenecido a varios grupos, pero solo a dos de forma consistente: el equipo de fútbol de mi colegio y el elenco de teatro del mismo. Abandoné el primero de los grupos porque me sentía perdido en él, constantemente culpado de goles que no eran mi culpa, no encajaba por distintas razones. Pero había algo que continuamente me exasperaba: los beneficios de ser deportista en el colegio. En mi colegio, y en muchos otros por lo que oído, el deporte no es un medio para educar mejor al alumno, sino un fin en sí mismo. O más bien, es un fin en tanto los triunfos deportivos se pueden traducir en copas, trofeos, medallas, distinciones, menciones en periódicos y en radio. Claro, esto no tendría nada de malo si el deporte fuera parte del desarrollo integral del alumno. Pero esto no era así. Como la mayoría de jugadores buenos eran precisamente aquellos con problemas de conducta o de notas, los directivos del cole-

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gio, en muchos casos, se hacían de la vista gorda. El apañamiento era lamentable. Trastocar el fin humanista de la educación por un fin basado en el puro éxito deportivo desluce cualquier ideario educativo. Lamentablemente así funciona. Si el equipo debía ser imagen del colegio, lo más óptimo era no participar con alumnos que no cumplieran en lo académico, sino con aquellos que, además de rendir en los estudios, pudieran destacar en lo deportivo. En pocas palabras, se practicaba un equivocado espíritu de cuerpo donde un apañador de mayor cargo defendía la permanencia de los jugadores en el equipo, pues el fin trastocado ya no apuntaba al desarrollo integral del alumno, sino a mantener ese equipo para conseguir reconocimiento. En el Perú esto parece vivirse constantemente. Diversas instituciones parecen olvidar sus finalidades: Congreso, Poder Judicial y, claro está, las Fuerzas Armadas. Lamentablemente, un mal entendido espíritu de cuerpo provoca que muchas faltas y delitos de los miembros de estas instituciones queden sin sanción. En el caso concreto de las Fuerzas Armadas, este es mucho más cruel e inhumano. Aproximadamente 400 miembros de las Fuerzas Armadas enfrentan

juicios por crímenes denunciados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación; sin embargo, muchos de estos procesos no avanzan porque el Comando General del Ejército y el Ministerio de

Defensa se niegan a proporcionar la información necesaria, la documentación militar de los años ochenta en las zonas de conflicto. ¿Por qué el encubrimiento? ¿No son acaso el individuo y la sociedad los fines supremos del Estado consagrados en la Constitución? En efecto, por ello, las instituciones del Estado deben colaborar con esos fines. Durante el conflicto, el Ejército pasó de ser quien «contribuye a la paz social respetando los DD.HH.» (no es chiste, lo he sacado de la web del Ministerio de Defensa, de la sección Derechos Humanos, Derechos Humanos, parte D) a «eliminar al enemigo»1. Este cambio en el fin del Ejército los ha llevado a pensar que cualquier afrenta a su papel durante el conflicto es un golpe a la institución, pues lo que se debía hacer era eliminar sin mirar a quién. La institución debe separar a los elementos que la deshonran, no hacerse de la vista gorda para aparentar perfección. En palabras de Silvio Rendón (aunque para otro caso): El argumento es conocido: «no mancillar el nombre de la institución» (...) tapando la verdad. Así el abuso queda cubierto, tapado, minimizado, impune. Lo que mancilla el nombre de la institución resulta ser la denuncia, no el abuso en sí. La complicidad con el abuso resulta ser lo moralmente correcto. Tonta actitud que, en contra de lo que piensan sus impulsores, verdaderamente debilita a la institución2. Las Fuerzas Armadas no proporcionan la información que se

necesita. Así lo ha denunciado Salomón Lerner Febres en diferentes entrevistas. Ellas se hacen de oídos sordos y alegan que todo aquel que se pronuncia en contra del encubrimiento solo busca crear conflictos sociales innecesarios en el país. Pues no es así. Curioso es que tanto el presidente de la CVR como el ministro de Defensa hayan sido compañeros en mi colegio, La Salle. ¿Habrá sido Flores-Aráoz un deportista apañado?

Las Fuerzas Armadas, para limpiar el nombre de la institución, tienen que facilitar la información sobre los acontecimientos ocurridos durante el conflicto. No se mancilla el nombre de la institución con acusaciones, sino más bien tapando las acusaciones y negando sus razones. Su fin es la protección de la Nación y deben cumplir con ello colaborando con la justicia. Siguiendo a sus pares de Argentina y Chile, las Fuerzas Armadas deberían pedir disculpas3 al país, no por los «excesos», sino por los crímenes cometidos, y aceptar las culpas que conllevan. Solo con el sinceramiento verdadero, solo sabiendo qué pasó, será posible la reconciliación. 1

Testimonio de Petronio Fernández Dávila, ex jefe del Comando Político Militar en Ayacucho, en el juicio a Alberto Fujimori el 25 de abril de 2008. 27/09/2008

2

Rendón, Silvio en “FAP: La violación continua”, en el blog Gran Combo Club. 27/08/2008

3

Las Fuerzas del Orden (FAP, Marina, Ejército y PNP) firmaron un acta pidiendo disculpas al país por los crímenes en 2001; sin embargo, no han colaborado con la justicia. 15/09/2008

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Algunas contradicciones de la mujer de clase media en Lima Victoria Maraví

un obstáculo para las mujeres del Perú de todos los estratos. En estratos más bajos, el problema del dinero se intensifica junto con cuestiones culturales y educativas.

Si bien el Perú es uno de los varios

países subdesarrollados de América Latina que lucha contra la pobreza, un sistema educativo mediocre e inequidad de géneros (entre otros problemas cotidianos), debo admitir que no he tenido que lidiar con ellos todos los días, pues tengo a mi alcance muchas oportunidades, sobre todo porque vivo en Lima, ciudad urbana y capital. Esta posición me ha permitido observar algunos aspectos de esta sobrepoblada y contaminada ciudad que otros pueden no haber percibido. Uno de ellos es el rol de la mujer en la clase media. Empecé mi observación un par de días atrás, mientras veía la serie My wife and kids. El esposo, Michael, estaba con su esposa, Jay, en terapia de pareja porque querían encontrar la solución a sus problemas caseros. Encontré un parecido con muchas mujeres casadas de mi ciudad. Una mujer de clase media o media alta en Lima usualmente no encara la pobreza extrema y suele contratar a una empleada; no obstante, los lujos que posee esconden la terrible verdad: que es subyu-

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gada por su marido. Puede que no sea visible para otras personas, ya que ella lo esconde con una personalidad despreocupada, un trabajo aparentemente exitoso o con una atención excesiva a la vida escolar de sus hijos. Desde mi punto de vista, el principal problema es el siguiente: casi nunca aporta ingresos tan altos como los de su pareja, ya que el mismo entorno condiciona que las mujeres perciban menos dinero que un hombre con la misma capacitación. El dinero es un factor muy importante en las relaciones sociales que establecen las mujeres de este estrato. Por ende, cuando llega el momento de decidir cómo gastar el presupuesto mensual, qué comprar para los niños o dónde ir durante esas «lindas» vacaciones, lo que dice es simplemente una sugerencia, nunca la decisión final; de hecho, sus elecciones son secundarias o menos prioritarias que las de su marido. Todos somos conscientes de la importancia del dinero en nuestra sociedad. Sea un cambio positivo o negativo a futuro, en el presente es

Sé que esto debería ser decisión personal de la mujer. La mujer de clase media o media alta puede incluso estar bastante cómoda con la forma en que vive. Pero ¿qué podemos hacer para que ella cambie esta actitud? ¿Cómo podemos generar las condiciones para que esa elección de sometimiento no sea atractiva? Podríamos empezar señalando quiénes influyen en ella. Veamos: esta mujer es a quien se dirigen los comerciales de productos del hogar, comestibles, infantiles, para adelgazar, los talk shows… En suma, los vendedores están obsesionados con lo que ella haga (o compre), por lo que esta influencia aumenta las actitudes sexistas que recibe. Culpen a la propaganda que la quiere encasillar con ropa más blanca y comida para bebés. Culpen a la política, que siempre parece corta de representantes femeninas, e incluso a algunas representantes conservadoras que no promueven suficientes iniciativas para cambiar esta mentalidad. Pero no culpen a aquellas mujeres que quieren hacer el cambio, pues son quienes necesitan ayuda en esta revolución. Necesitan recibir ese impulso positivo de los medios y de sus representantes para que dependan de sí mismas y no de otras personas. No estoy pidiendo que el mundo cambie en un instante. Definitivamente no estoy sugiriendo matar a todos los hombres; no soy radical. Solo pretendo romper sus cadenas. Ella no es el objeto que complementa a un hombre, es su igual. Por ello debe ser tratada de manera apropiada. Ella lo merece.

L

Cuento

Javier Pizarro

Género

César Jumpa

El

día en que Lima fue bombardeada por algún país que todos conocían por la tele, los vecinos corrieron a refugiarse a sus cuartos antibombas, con sus bidones de agua y sus latas de conserva, preparados para lo que creían sería un gran invierno nuclear. Lidia y yo, que no veíamos la tele y tampoco conocíamos el mal, mirábamos pasar la guerra como quien ve pasar a un unicornio. Acostados en la somnolescencia de la tarde, refugiados entre sábanas, no vimos venir la explosiva mariposa de luz. Así que cuando despertamos, luego de hacer el amor toda la noche y dormir el resto de ella, éramos ya los únicos sobrevivientes. (…) Tardamos un poco en acostumbrarnos a todo esto de estar solos en el mundo (por la enorme ciudad que nosotros llamábamos mundo). Tenía sus ventajas y sus desventajas. Por ejemplo, éramos los primeros en todas las filas de las tiendas (que nosotros detestábamos), pero también éramos los únicos, y al final de la fila no había nadie a quien pagar. Eso resultaba más bien un inconveniente para Lidia y, al menos las primeras veces, no pude evitar que dejara siempre algo de dinero puesto en la caja, en la mesa o en la mano fantasmal del bodeguero, según decía ella. Yo por mi parte nunca he creído en fantasmas y, aunque no recuerde mucho del mundo de antes, podría apostar que Lidia tampoco. Ella sí creía, en cambio, en el fantasma de su propia honestidad. La honestidad a prueba de bombas que le hacía dejar el dinero acumulándose todos los días en el mismo lugar sin que nadie viniera a recogerlo. Pero yo, que la conocía mejor que ella misma, sabía que Lidia era una criatura de costumbres y la honestidad era una de ellas. Años de tratar al dinero como a un mal necesario se desvanecieron en algunos días. Primero por el placer secreto de un robo impune, después, por pura inocencia. Lidia comenzó a recoger los billetes acumulados en

las tiendas; los más nuevos hacían espléndidas ranas y aviones de papel, y los más viejos eran perfectos para iniciar y alimentar hogueras, suponíamos que por toda la grasa acumulada al pasar por millones de manos, o tal vez por su maldad inherente. Luego, llegó el invierno y pasó el tiempo de la inocencia. Comenzamos a quemar todos los billetes que encontrábamos sin importarnos si eran viejos o nuevos (y había muchos más de los que nunca habríamos imaginado). Claro que también había libros, pero nos dolía más quemarlos: los libros de derecho que habían sido de su padre, los tratados de medicina de su madre, las novelas que Lidia leía en su infancia solitaria. Mi familia, en cambio, no leía mucho, ni yo tampoco. Quizá fue por eso que Lidia decidía qué libros quemar primero cuando el frío ya no daba más remedio que hacerlo. Ese fue el invierno del año de la bomba, que no fue un invierno nuclear, pero sí un invierno frío. El más frío de la historia. Lo sé, aunque no pueda recordar bien cómo fueron los inviernos pasados, porque sé, con toda seguridad, que aquí nunca nevó y que Lima, rincón gris en medio del trópico, era la ciudad perfecta para andar desnudo todo el año si alguien se hubiera atrevido. Ahora, en cambio, necesitábamos de las hogueras que ardían en cada esquina de la habitación. Puedo recordar que, antes de eso, ya habíamos comenzado a olvidar. Puedo recordar que para ese tiempo ya no teníamos noción de las horas, que pronto perderíamos la noción de los meses, pero que aún conservábamos la secuencia de las estaciones. Una de las razones por las que escribo esto es porque me temo que pronto perderemos también la conciencia del olvido, la sensación de que algo falta donde debería estar, eso si es que no la hemos perdido ya para algunas cosas. Me dolería sobre todo perder a Lidia, no olvidarla solamente, sino perderla por completo, es decir, perder hasta su ausencia. Aunque supongo que si eso sucede, no tendría por qué sentir dolor alguno, pero yo quiero

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Me terminé de dar cuenta esa noche de invierno, en medio de una nevada que duró varios días, algún día entre julio y noviembre, entre un lunes y un sábado. Lo recuerdo, lo intuyo, por las hogueras de lata que ya ardían en todos los rincones fríos de la casa. Era una noche insoportable y dormíamos más abrazados que nunca, tratando de atrapar con nuestros cuerpos el calor que se nos escapaba por el aire, cambiando de posición cada vez que la tormenta azotaba la ventana. La noche era profunda cuando la tormenta bajó y yo ya estaba completamente dormido, aunque no tanto como ella creía, y entonces Lidia se despertó lentamente, liberándose de mi abrazo casi sin fuerza. Bajó descalza de la cama, con los dedos morados por el frío; bajó descalza por las escaleras, de puntas para no hacer sonar los escalones, y apagó en el camino el fuego que ardía en la puerta de la habitación con un poco de arena. Llegó a la cocina, regresó sobre sus pasos y subió las escaleras tan en silencio que solo la pudo delatar el crujido de sus rodillas vibrando en el aire. Entró a la habitación oscura, silenciosa como el fuego, avanzaba invisible como su locura

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Diez o quince minutos después, Lidia reaccionó. Para ese momento yo esperaba de ella cualquier cosa que rompiera mi concepción de lo previsible, y hasta de lo inesperado. Si ella tomaba la bandeja y me cortaba el cuello con el borde filoso, yo no me resistiría. Si en cambio decidía bajar al camino y hacer muñecos de nieve marrón y negra (Lima siempre fue una ciudad sucia), probablemente yo me enjuagaría la cara para bajar y ayudarla. Lidia tenía manos torpes y yo sé, aún ahora, que ella nunca podría hacer un muñeco decente.

Yo, desde el otro lado de la habitación, la miraba iluminado a medias por la ventana, la luz de la luna y algunas estrellas. Lidia se detuvo. Los restos de todo el destrozo cayeron al suelo como si hubieran estado detenidos en el tiempo. Lidia también comenzó a caer, pero a un tiempo diferente y hacia dentro de sí misma. Fue como una espiral terrible, como si Lidia se hubiera convertido a sí misma en un abismo interminable. Cuando al fin terminó su caída, Lidia durmió. Entonces yo, contra todas las leyes de la prudencia, con mucho amor y estupidez, me acosté a su lado en el suelo. Dormí poco esa noche, pero pude dormir de alguna manera. Tuve pesadillas en las que era perseguido por alguien cuya existencia no conocía, como si yo estuviera parado del otro lado de una pantalla y no pudiera advertirme a mí mismo del peligro. Mientras tanto, en la pantalla, el otro seguía con una vida común, dejando para mí el miedo. Fue así que despertaba con un recuerdo fresco de la persecución, cuando vi que Lidia acababa de preparar los desayunos para ambos, y entraba a la habitación con una bandeja. Por la ventana la tormenta se había detenido del todo y hasta empezaba a solear. Estaba subido en la cama sin saber cómo, acomodado entre los resortes sin que me cortara ninguno y aún se podían ver por el suelo los restos de la noche desgarrada. Apoyada en la pared, estaba una escoba. Lidia al lado de la escoba con su media sonrisa, desvelada y alegre. Traté de actuar con naturalidad y saludé yo primero, rápido, miré para otro lado. Ella parecía una muñeca de tela ahí parada, con la sonrisa innatural cosida en la cara. No supe qué más decirle y me cubrí con los restos de la almohada. Comencé a llorar por motivos comprensibles.

Y, en cambio, Lidia hizo lo que hacía siempre. Me preguntó acercándose a mí si había dormido bien. Pude adivinar por su voz que sus labios habían comenzado a descoserse, pero no del todo. Estaba la pregunta de todas las mañanas, pero no era una pregunta de verdad. Era una respuesta. Era un dormiste bien que preguntaba gentilmente cuán mal había dormido. Porque sabía que había dormido mal, o que debería de haber dormido mal (bastante mejor, en realidad, de lo que la situación haría suponer). Sabía, en pocas palabras, que había tratado de matarme. O tal vez todo es imaginación mía, me dije, cuando junté valor para mirarle a la cara. Ella se había inclinado como si quisiera verme por debajo de la almohada, así que cuando saqué mi cabeza de ahí, tuve a Lidia a un beso de distancia. La muñeca de tela había desaparecido. Quedaba la Lidia de verdad, mirándome como si no supiera por qué la miraba con un poco de rencor y pena, y su mismo rostro era un espejo que reflejaba la pena y purificaba el rencor. En ese momento, hubiera deseado salir a armar muñecos de nieve con ella. Lidia levantaría con nieve el futuro: nuestros hijos, un apartamento digno de la mejor ciudad ratonera, una bicicleta cursi de dos asientos; ella siempre fue una optimista, y yo, del otro lado de la vereda, trataría de moldear un pasado de nieve sucia que se derretía con rapidez.

están empezando a hacer ajenas. Lidia se está convirtiendo en un personaje entrañable, está dejando de ser ausencia para convertirse en una presencia ficticia como la de dios. Cada mañana al levantarme tomo estas hojas y hasta me he descubierto a veces dudando de ellas, que tal vez son los recuerdos de algún otro sobreviviente, que su Lidia es de él y no mía, que en realidad nunca hubo Lidia para mí. En algún punto de mi duda, punto que tampoco recuerdo, tomé un trozo de hierro filudo y me corté su nombre en el pecho, lo sé porque todavía puedo ver la cicatriz, y entonces, cuando veo la cicatriz, dejo las dudas, leo todo de nuevo y pienso en ella con mucha fuerza, como si quisiera invocar su presencia, y hay veces en que puedo verla cuando cierro los ojos, una silueta rasgada, una huella descalza sobre la nieve, un fragmento de tiempo, y recuerdo, a veces, como ahora, la última vez que no la vi. Fue esa tarde que, sin avisarle a Lidia, decidí salir a caminar. Más allá de mis excusas, sabía que no volvería. El sol aún no terminaba de derretir la nieve. Corrían riachuelos helados a lo largo de la calle, pero mis pies todavía se hundían medio metro para tocar el asfalto. Me alejaba poco a poco. Volteé a ver la ventana antes de doblar la esquina, la única ventana viva de la ciudad, con la única persona viva además de mí. La ventana estaba vacía, o al menos eso creía, antes de ver la cortina sacudiéndose como cuando alguien abandona una ventana y todos piensan que es el viento. No es mucho, pero es todo lo que tengo. Ahora que lo escribí, ya ni siquiera eso me pertenece. Estaré un par de días en blanco y, cuando lo vuelva a leer, dudaré. Porque aquí, donde todo se olvida, lo único indudable es el dolor, y si alguien me preguntara dónde me duele, no dudaría en levantar mi dedo en protesta contra el tiempo y señalar directamente a ese momento. (…)

(…) Lidia ya no está conmigo cuando escribo esto, me ha crecido la barba por el tiempo y ya no hay nieve para tapar nuestras miserias. Lo leo todo desde el inicio, sé que alguna vez la tuve y que ahora ya no la tengo. Porque hasta estas hojas se me tonipay / www.limafotolibre.com

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pensar que sí puede ser posible, que hay algún rincón de mi alma que es inmune a las trampas de la memoria. Alma. Una palabra para la que nunca conocí objeto referente, pero estos son tiempos extraños. Me refiero a que aún me queda su misterio, una ligera sombra de lo que alguna vez fue su significado completo. Alma. Lidia. Estoy seguro de que antes podía entender todo el sentido detrás de ella, no podía ser de otra manera o la vida sería un tormento imposible. Alma. Algo que está dentro, de naturaleza olvidada, pero tangible aún al sentimiento como evidencia de su existencia. Lidia. Cada vez me habla menos, cada vez más fuera de mí y más dentro de ella misma; ella que está afuera, ahí, en la ventana mirando hacia fuera, caminando hacia fuera, respirando hacia adentro y afuera, hablando hacia adentro solamente, con la puerta cerrada, dejándome afuera. No sé si cada vez la conozco menos o si cada vez me la olvido más. Lidia. A veces te veo y me pregunto quién eres. Empiezo a temer que ya no sé la respuesta como la supe antes, o que la respuesta que sé ya no te responde tanto.

y mi olvido, se inclinó sobre la sombra de una cama, levantó el cuchillo en el aire y lo bajó tan rápido que su silbido rellenaba el silencio. Comenzó entonces la orgía de sábanas y plumas, frazadas brutalizadas se elevaban como tratando de escapar de la violencia, las almohadas huían dando saltos y el colchón asesinado sangraba resortes afilados que raspaban a Lidia con cada estocada, pero ella no notaba el dolor y seguía, pues no le alcanzaba el corazón para nada más que la furia, y no le alcanzaba la furia para nada más que destruirme. No le alcanzaba la furia, ni siquiera para notar mi ausencia.

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A R R A T I U MI G Quiere Matar

a

Tu Madre

Al final del arcoiris Reseña de In rainbows

Camilo Uriarte

En

arcoiris, a colores, en todos esos colores, de varias formas, visto de tantas formas, alegre, feliz, optimista. El nombre del séptimo álbum de Radiohead hace evidente un nuevo ánimo en el grupo.

In rainbows comienza con una base rítmica electrónica, un beat espástico, un groove. De pronto entra la voz con una melodía animada, una tonada casi infantil. Entra la guitarra de Jonny Gre enwoo d con unos acordes elocuentes y la voz de Thom Yorke empieza con su sarcasmo. Ese tono impregna toda la canción. Todo fluye suavemente, sobre todo la guitarra inconfundible que Jonny rasguea con dulzura y ternura hasta el coro, donde se torna más reflexiva. Es fácil dejarse llevar y entonces cambian las texturas hacia un ánimo atmosférico, sobre el cual la voz regresa a la tonada inicial, pero de otra forma. Cabe recalcar el trabajo de Ed O’Brien, el guitarrista rítmico de la banda, quien trabaja gran parte de las texturas que se escuchan. El bajo de Colin Greenwood corta

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el ritmo dándole un empuje increíble. Llega el final del tema con una nota extraña, una duda. Una curva tras otra, este es el camino que siguen varias de las canciones de In rainbows: empiezan en un lugar y terminan en otro. Pero todas te llevan con ellas, son cambios que exaltan la emoción, los ganchos de la canción. Radiohead era una banda de tres guitarristas, en varias canciones incluso tocando al mismo tiempo. Luego del Kid A (2000), su cuarto álbum, la configuración de la banda cambió y, con ella, sus presentaciones en vivo. Todo esto le dio a la banda un arsenal más grande de posibilidades sonoras que han explotado desde entonces. Con tales posibilidades bien aprendidas, más allá de la reinvención, se siente una onda relajada en este álbum. La banda ya no necesita probar nada, ni siquiera a una disquera (a pesar de que actualmente ya tienen contrato de distribución). Ese es el valor más importante

del cambio y se nota a lo largo del disco. Desde el Hail to the thief (2003), el disco anterior, la banda cerraba un círculo. Retomaban las guitarras distorsionadas y el ánimo épico que tuvieron en los noventa, pero a la vez aplicaban lo aprendido con la nueva tecnología. Un camino similar se sigue en el In rainbows, pero uno mucho más directo. En el álbum, más allá de un concepto inmenso, priman las canciones. Canciones como «Nude» o «Reckoner» ejemplifican perfectamente eso. El primer tema es uno ya conocido para los seguidores del grupo, estrenado en vivo alrededor de la época del OK Computer (1997), su tercer álbum, grabado ahora en una versión distinta, minimalista, más fresca y original. La banda entra suavemente y prima la voz con el falsetto melancólico y sincero que tiene Yorke en las baladas. Es justo ese tono con el que la gente aprendió a señalar a Radiohead en los noventa, la banda que siempre hablaba sobre alienación y, a la vez, con la que

tantos se identificaban. El tema lo completan los arreglos de Ed y Jonny intercambiando mareas de efectos que entran y salen jugando con las melodías de la voz, con las armonías de las cuerdas. Deja un buen sabor de boca. «Reckoner» es otro tema que ya fue presentado en vivo un tiempo atras y que recién ha sido grabado. En su primera versión era muy distinto: guitarras llenas de distorsión, tonadas ácidas y efectos inmensos. Una canción rockera insolente. La versión que se grabó para el In rainbows es suave, una balada con una base rítmica cavernosa, un reverb que sienta muy bien el tono y unas guitarras arpegiadas con ternura y tristeza. No es para nada algo nuevo para Radiohead, es el tipo de canción que suelen hacer. Pero los arreglos, los instrumentos y la voz la componen como un tema tan hermoso que es difícil que no resalte simplemente por su belleza. «All I need» tiene un tono similar, aunque más que melancólico resulta esperanzador, parece una declaración, un manifiesto. Esta es la belleza que Coldplay trata inútilmente de lograr con sus canciones. «All I need» alcanza un clímax inmenso, lleno de texturas y timbres que parecen simplemente liberarlo todo en un momento de final lucidez. «Faust arp» es un tema que recuerda mucho a los Beatles. Realmente algo diferente para Radiohead. Minimalista, solamente unas guitarras acústicas y una orquesta de cuerdas añadiendo arreglos pop elegantes al tema. Corto y conciso. Otro corte distinto es «Arpeggi», que comienza optimista, con líneas de guitarras que se entrelazan circularmente creciendo poco a poco sobre una base rítmica motorizada, sencilla, que se va cargando hacia el clímax, donde se detiene. Aquí es donde siguen las curvas y las texturas

cambian hacia la incertidumbre. El tema es inmenso y el resultado final lleva a Thom Yorke a cantar de forma grave y sobria su salida: «I’ll hit the bottom. Hit the bottom and escape. Escape». Radiohead no ha dejado de lado su rostro más roquero y guitarrero, de lejos «Bodysnatchers» es la canción más fuerte del disco. Un tema memorable con los tres guitarristas tocando sobre un ritmo y efectos que remiten al hipnótico krautrock, pero sonando a Radiohead más que nunca. El trabajo de batería de Phil Selway es, por cierto, sumamente encomiable. Posee una buena técnica, su mayor cualidad es encajar el ritmo y acento preciso para cada canción. La banda hace crecer a «Bodysnatchers», y lo hace uno de los mejores cortes, como para agitar la cabeza insolentemente. «Jigsaw falling into place» es también otro tema en base a guitarras. Menos ruidoso, pero movido con melodías y arreglos muy gancheros resulta una de las canciones más directas del álbum.

mo, ya no está la frustración que Thom Yorke solía tener. Está feliz por todo lo que tiene, por su familia (a la que parece dedicarle el tema) y la paz consigo mismo: «No matter what happens now. You shouldn’t be afraid. Because I know today has been the most perfect day I’ve ever seen». Radiohead parece más satisfecho que nunca con su sonido actual y con ser una banda. Quizás por eso se sienta el álbum ligero, como una creación sin obligaciones, por puro placer. Sin duda merece una oportunidad de parte de los detractores. Atrás queda la grandilocuencia de lanzar un álbum que tenga un concepto inmenso y articulado con un rollo casi profético. Es para disfrutarlo y ya.

El tema más bajo del disco es, para mí, «House of cards»; sin embargo, no es malo, solo que no parece terminar de encajar con el resto. Es más lisérgico, sumamente sosegado, no crece, pero se mantiene en esa onda etérea, con efectos que vienen y van como brisas de ruido. El disco termina con «Videotape», una cadencia con cierto tono melancólico y con mucho corazón. Aquí la letra evidencia un nuevo áni-

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Sección poesía

Veintiséis

Hans Burkli

ita / www.pukllaytamunani.blogspot.com

inevitablemente estas ahí, apestando a hierba a hilos rojos en todo tu cuerpo diciendo que he venido a salvarte del mejor día de tu vida Una lluvia de estrellas / de rock decapitadas entre las alarmas de los coches Ametrallas palabras que no entiendo cómo despertarse con balas y agujeros en el pecho y no saber cómo llegaron ahí Y dices algo definitivamente dices algo hiriente inconscientemente lacerante distorsionado imposible pero esto no lo dices con palabras o por lo menos no parecen palabras sino un jodido silencio y una jodida caída

12 12

I

III

Soy el centro todos en un vórtice a mi alrededor yo soy un centro sin puertas soy más bien un centro con ventanas para ver para no sentir

¿Acaso el esplendor te cubrió tanto que nadie te logró encontrar? ¿acaso la nostalgia no te suele mirar a los ojos cada noche? Eres el centro por una sola decisión no entenderla, después de todo, no será importante todavía puede que –con suerte– quede algo de ternura y fe

Está la muralla al frente es sólida alta hasta la luz que me rodea con sus sonidos intermitentes de los que percibo la realidad aún sin creerla, son persistentes y suenan a las campanas que rompen el amanecer

SON

Gabriela Ramos Bonilla Baila Bailá Bailála Mientras la luna sigue enhiesta Bajo tus pies La hierba quema Mujer de brea mujer cadenas. La boca observa, la mirada roja. SON Tus manos mujer de brea donde sus penas esculpió la tierra.

Estás en el centro de un gran vacío se ha perdido el deseo, solo queda la razón y las raíces de los pasos cercanos que esperan por ti Los demás, en su extraña libertad, te mirarán pacientes, inocentes y no entenderán ni el centro ni a ti…

CENTRO Gaby Navarro II Estoy en el medio y lo que soy es muchas veces el reflejo múltiple de los espejos que dejan escapar cantando esa única verdad en los espirales del tiempo una ronda de miradas infinitas de la eterna repetición Al centro no llega el calor del fin de la estación porque por él pasa el viento de la lluvia salina y la sal en el aire después de la lluvia secará la memoria… y no termina de doler

IV Al final extraño lo que ya no puedo y lo que no puedo lo he dejado y parte de lo que logré también, nadie nos enseñó el camino al centro sin embargo, hemos llegado hasta él tantas veces que ya no existe infinito que ver ni palabra que recordar voy caminando rodeando la orilla con las últimas victorias atadas al corazón

En el centro se encuentra la sangre, el dolor de los cimientos y una inmensa soledad mayor incluso que la de los cielos

13 13

Noelia Chávez

50 caras idóneas que se repiten… [Inconclusas…] sin saber por qué. Cuatro cuerdas vocales suenan parónimas caminan y no miran para atrás… con cuatro pies encima… [Como inexistentes…] que someten… [¡Desgraciados!] pero solo siguen su canto repetido Son 50 repetidas sin pastillas de sueños madrugadas que para dormir concuerdan… ¿Dónde están los indocumentados? socialistas, epidémicos… diferentes y bohemios… aquellos locos más cuerdos que aburridos enternados que no hablan porque cantan… solo sueñan mientras viven… y no respiran... [Sino gris smog] Bienvenido a este mundo reducido y que gane el mejor peinado…

14 14

Krishna Castillo

olibre.com ww.limafot tonipay / w

[50] caras idóneas

Fotonota: No queremos

cholos en «El Trigal» Krishna Castillo

El centro comercial «El Trigal» albergaba año tras año a una po-

pular feria comercial. El terreno y la feria son propiedad de una cooperativa compuesta por los residentes de la zona, quienes hasta hace poco no se habían sentido perturbados en absoluto. Ahora bien, este año decidieron dejar de organizar la feria de «El Trigal» y vender los terrenos a una empresa constructora. Luego de enterarse de que la constructora planeaba construir un complejo multivivienda en la zona residencial, los vecinos manifestaron su desacuerdo. Han colocado pancartas contra la construcción argumentando la falta de desagüe o los problemas que puede traer a los negocios de la zona. Durante estos meses, posteriores a las primeras manifestaciones de los vecinos de la zona, la constructora colocó un cerco alrededor del terreno donde planea construir y, como respuesta, los residentes han escrito en las paredes del cerco manifestando más explícitamente su rechazo a la construcción de dicho complejo. En el anonimato del graffiti de esta fotografía se reflejan muchas de las verdaderas razones de los vecinos en contra del complejo multivivienda; es una muestra clara de racismo aversivo la consiga: «No al multivivienda / No a los cholos».

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Recomendados Los Mutantes Mariano Vargas (Estruendomudo, 2008) Hilarante, lúdica, intensa. Los Mutantes, primera novela de Mariano Vargas, es un acierto híbrido en el que convive una estética medio gore (algunas de estas páginas remiten a las escenas más logradas de Tarantino) salpicada de la áspera ternura de los personajes de Los inocentes (1961), de Oswaldo Reynoso. Esta influencia se extiende especialmente sobre la identidad los protagonistas, Nino y Gonzalo, dos púberes que asumen con ansiedad su tránsito hacia la adolescencia, ese mundo de seres crueles a los cuales observan e imitan con miedo y fascinación. En este camino, ambos personajes redefinen las fronteras de sus escrúpulos, puesto que ansían entender y aplicar las reglas de los mayores: se hacen cada vez más conscientes de su edad, su sexualidad y su violencia. Son personajes que ostentan algunos rasgos de las caricaturas de los gánsteres, los cuales, curiosamente, remiten a una realidad que no resulta tan ajena ni extraña, quizá porque la realidad a veces nos resulta incluso exagerada. Empleando eficazmente algunos recursos lúdicos, Vargas sale ileso mediante giros narrativos que desembocan en situaciones que rompen intencionalmente con lo verosímil. En paralelo al desarrollo de estos personajes, el autor introduce la inquietante presencia de la banda criminal «Los Mutantes», así como la de un grupo de nobles que controlan el mundo, lo cual termina por hilvanarse con un manifiesto que insta a la salvación humana a través del rescate de la imaginación.

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Leonera Pablo Trapero (Argentina, 2008) Resulta notable la manera precisa en que Leonera articula diversos aspectos cinematográficos: guión, caracterización, fotografía, música… como en toda buena película, el resultado es una unidad funcional. En este caso en particular, se trata de una exploración original acerca de los sentimientos más básicos y necesarios en las instancias más inadecuadas y precarias. ¿Qué situación resulta más compleja que la de una mujer embarazada aprendiendo a sobrevivir en una cárcel que se asemeja a una jaula de leonas? Lejos de cualquier cursilería o efectismo, Trapero ha construido una historia cuya solidez recae en su tratamiento de lo humano: Julia es una mujer de un carácter fuerte que no calza en los arquetipos de víctima o victimaria (incluso se torna natural preguntarse qué es la justicia). La protagonista es ambigua no solo porque está involucrada en un crimen del que no se sabe si es culpable, sino por su psicología compleja, incluso contradictoria, que soporta a la vez la sorpresa de saber que tendrá un hijo y las rencillas que mantiene incluso con su propia madre. El director de El bonaerense (2002) alinea el duro contexto carcelario al drama intimista de Julia; de esa manera, el manejo de cámara y la fotografía cumplen con crear escenas en lo que todo parece descubierto, mostrado en su más dura condición, como desde una ventana que invita a comprender una realidad brutal. La estrategia de Trapero consiste en atrapar al espectador mediante picos dramáticos muy efectivos (quizá el único levemente reprochable sea el del motín carcelario) que se cierran con un final contundente. Un par de detalles: Leonera arrasó con los premios del XII Festival de Cine de Lima y ha sido nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2008.

The bedlam in Goliath The Mars Volta (Universal, 2008) Luego del vigoroso y polémico Amputechture (2006), The Mars Volta vuelve a la carga con un álbum luminoso, intenso y lunático, muy a su estilo, que quizá se consolide como el favorito de sus seguidores. Y es que no es poco lo que se puede decir de The bedlam in Goliath: este proyecto empezó inocentemente con una extraña y antigua tabla que el guitarrista de la banda, Omar Rodríguez-López, compró en Jerusalén. Omar, junto con Cedric Bixler-Zavala (el vocalista), logró comunicarse con este extraño objeto (al estilo güija) en repetidas ocasiones: pronto tuvieron una serie de revelaciones acerca de un triángulo amoroso prohibido y violento que tradujeron en las letras que componen este álbum. Pero fuera de esa historia, el trabajo resalta por sus propios méritos, sobre todo por la conocida audacia con la que se conjugan voz, guitarra, bajo y percusión (increíble batería) junto con otros instrumentos que no han hecho más que reinventar el concepto ya inclasificable de la banda. El nivel de experimentación del álbum alcanza una riqueza y una complejidad que incluso en la banda es inédito: desde la calmada y ambigua «Tourniquet man», pasando por la poderosa y calculada «Ouroborus», hasta la explosiva y alucinante «Soothsayer». Siempre quedan cortas las descripciones para estas canciones y, de hecho, aunque algunos críticos señalen que este trabajo es tan impresionante como el De-loused in the comatorium (2003) en su momento, lo mejor es conseguirlo y hacer el intento de descifrarlo para sacar conclusiones propias.

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+ recomendados

CONVOCATORIA PARA EL SEGUNDO NÚMERO DE «EFECTO RASHOMON» Se convoca a los alumnos a participar en la revista cultural que auspicia el Centro Federado de Estudios Generales Letras. Aunque en esta segunda edición se dará preferencia cuantitativa a los alumnos de esa facultad, todos los alumnos de la PUCP están invitados a participar. Lo que se necesita para el segundo número es lo siguiente:

Sin lugar a dudas, lo que circula últimamente en las listas de películas, música y libros es considerable. En el ámbito nacional destaca Cumbia, el nuevo disco de Bareto, un original homenaje a exponentes clásicos de la cumbia nacional (como Chacalón y Los Shapis) y de Juaneco y su Combo, una de las agrupaciones fundadoras de la variante amazónica de este género musical; de la misma manera, el nuevo disco de Nine inch nails, The slip, que se puede descargar gratuitamente desde el sitio web oficial de la banda, destaca por su sonido industrial y sus guitarras ruidosas; por último, Dear science, de TV on the radio, es un álbum menos pretencioso que el anterior, Return to cookie mountain (2007), y compuesto por sonidos mejor fusionados, una letra estupenda y un juego de voz que siempre resulta novedoso. Por otro lado, la cantidad de libros publicados recientemente no se queda atrás; por ejemplo, se ha reeditado Adiós Ayacucho, la famosa nouvelle de Julio Ortega, la cual reconstruye a través de símbolos y una bien dosificada ironía buena parte de la problemática más profunda de la época de violencia política peruana; asimismo, en El narrador de historias, Enrique Congrains construye una novela sobre un futuro no tan lejano ni tan improbable, en la que se entreteje la crítica social, las tensiones bélicas y varios elementos de la novela policial; por último, en La casa de Dostoievsky, novela ganadora del Premio Planeta-Casa de América, Jorge Edwards construye una ficción a partir de una anécdota sucedida en la década de 1960, una época marcada por la influencia de la Revolución Cubana y de eventos como el «Caso Padilla», el cual dividió a los intelectuales latinoamericanos, aunque la novela también recrea acontecimientos tan recurrentes en los escritores chilenos como la época previa al golpe de Pinochet. Finalmente, un par de películas que vale la pena anotar son, en primer lugar, Cuatro meses, tres semanas y dos días, de Cristian Mungiu, calificada por algunos críticos como «anti-melodrama» debido a la economía de sus recursos cinematográficos: es notaria la intención de componer una historia por medio de descripciones naturales que eviten en el espectador cualquier posición maniquea, moralista o indiferente. En segundo lugar, Dioses, la película del peruano Josué Mendez (director de la notable cinta Días de Santiago), se estrenó en el Festival de Cine de Lima de este año con críticas favorables y desfavorables: se trata de una representación de las clases altas de nuestro país con un fuerte motor de desencanto y crítica. Dioses se estrena comercialmente en cines el 30 de octubre.

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-Textos

de tres páginas a espacio simple (como máximo). . Sociopolítica . Culturales . Artículos académicos en general. . Entrevistas, crónicas, etc.

-Un cuento de tres páginas a espacio simple (como máximo) de tema libre. -Poemas con versos de extensión múltiple y de tema libre. -Reseñas de libros, películas, álbumes musicales, páginas web y obras de teatro publicadas, reeditadas o puestas en escena este año. Las reseñas deben tener como máximo 1 página a espacio simple. -Una fotonota: enviar una fotografía de resolución aceptable (puede ser de celular) y un texto referente a ella que no sobrepase la media página a espacio simple. -Una fotografía para la portada, la cual podría ser modificada mediante herramientas de diseño digital (ver la portada del primer número). -Fotografías para los interiores de la revista. También puede ser alguien aficionado a la fotografía que haga tomas para la revista. -Dibujos para los interiores de la revista. También puede ser alguien aficionado que cree dibujos de acuerdo con las necesidades de la edición. La convocatoria cierra indefectiblemente el 10 de noviembre. Después de esa fecha no se recibirán trabajos. Todos los textos, fotografías y dibujos deben ser de la persona que se presenta a la convocatoria; los textos deben ser inéditos. Todo el material debe enviarse con los datos respectivos a [email protected] Si tienes dudas, quieres más información, tienes propuestas o deseas contratar publicidad en la revista, escribe a [email protected]

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Susana Montesinos

www.quito-ushuaia.com

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Ellos luchan con la tierra, descienden montañas de dos mil metros de altitud, después las vuelven a subir, recorren todas las montañas en bicicleta. «The Andes Trail», una ruta organizada por holandeses fanáticos de las dos ruedas, la historia de 18 hombres y mujeres que recorren 11 mil kilómetros con sus propias piernas. Desde Quito (Ecuador) hasta Ushuaia (Argentina). Desde la Mitad del Mundo hasta el Fin de la Tierra. Historias, anécdotas, amores secretos y no secretos, forman la parte de este complejo viaje que empezó inocentemente el 9 de agosto, y terminará el 14 de diciembre en la cola de América. Holandeses, irlandeses, belgas, canadienses, franceses y una peruana forman parte de esta expedición descrita en bicicleta por Susana Montesinos en www.quito-ushuaia.com.

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