Lección I
EL PROYECTO DIVINO Qué Significa Iglesia El término Iglesia viene de la palabra griega Ekklesía y designa la asamblea del pueblo. Esta palabra traduce el término hebreo qahal, empleado para designar la asamblea del pueblo reunido por motivos religiosos (Dt 4, 10). El "Catecismo de la Iglesia Católica" enseña que "la palabra Iglesia significa convocación. Designa la asamblea de aquellos a quienes convoca la palabra de Dios para formar el Pueblo de Dios y que, alimentados por el Cuerpo de Cristo, se convierten ellos mismos en Cuerpo de Cristo" (CIC 777). Los Hechos de los Apóstoles nos presentan a la Iglesia como a la comunidad de los hombres destinados a la salvación: "El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar" (He 2, 47b). Esta comunidad, en la cual y por la cual el Señor realiza la salvación, es fruto de la Pascua de Cristo. Pero sus raíces arrancan desde los orígenes de la humanidad. Exigencia de la Naturaleza Humana Dios, al crear al hombre, lo hace a su imagen y semejanza (Gén 1, 27). Sabemos que Dios, aun siendo uno en la naturaleza, es trino en las personas: es Dios-Comunidad que vive amando.
El hombre debe formar una comunidad que ama, participando así de la felicidad de Dios. Por eso, le ordena que se multiplique (Gén 1, 28) y le ofrece su amistad (Gén 3, 8). Pero el pecado viene a trastornar este proyecto de Dios. Adán, en vez de ser el jefe de un pueblo reunido para gozar de la familiaridad de Dios, es el padre de una humanidad dividida por el odio (Gén 4, 8; 6, 11), dispersada por la soberbia (Gén 11, 8ss) y que huye de su Creador (Gén 3, 8; 4, 14). Dios no se resigna a esta distorsión de su programa y piensa en un nuevo Adán (Gén 3, 15), que inaugure una nueva creación (2Cor 5, 17; Gál 6, 15). Cristo viene a reparar aquella ruptura, que sembró la muerte, constituyendo a todos en la justicia (Rom 5, 19). Cristo ofrece su vida para "reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11,52). Este proyecto de Dios tiene su preparación en el pueblo de Israel, que El elige como pueblo suyo y, por medio de los profetas, lo va acompañando por el camino que conduce a Cristo. Dios Vuelve a Empezar Este pueblo de Dios tiene principio en la vocación de Abraham. Dios habla a un hombre, que cree en sus promesas y lo elige como jefe de un pueblo y como bendición de todas las naciones: "Por ti se bendecirán todas las naciones" (Gén 12, 3). Según la enseñanza de San Pablo, entrando en la Iglesia de Jesucristo mediante la fe es como todas las naciones serán benditas en Abraham:
"La Escritura, previendo que Dios justificaría a los gentiles por la fe, anunció con anticipación a Abraham esta buena nueva: En ti serán bendecidas todas las naciones" (Gál 3, 8). Se trata, por lo tanto, de un pueblo que nace en la fe, creyendo en la promesa del Señor. Después de un largo período de pobreza y humillaciones, este pueblo toma consistencia mediante la intervención de Dios, que lo libera y le da su Ley (la Constitución Nacional del Monte Sinaí). El pueblo de Dios es engendrado en la fe de Abraham, se estructura con la Ley que Dios da a Moisés, y nace en la Alianza. Esta se firma con la sangre de los animales ofrecidos, sancionando el propósito de fidelidad al Señor de un pueblo que ya le pertenece. Con esta Alianza Yahveh viene a ser el Dios de Israel, e Israel el pueblo de Yahveh (Dt 29, 12; Lev 26, 12; Jer 7,23; Ez 11,20). Luego viene la conquista de la Tierra prometida y el período de los Jueces. Es entonces cuando el pueblo experimenta la fuerza de cohesión que le da la observancia de la Alianza: ser fiel a la Alianza pactada con Dios es disfrutar de la fuerza de un pueblo libre y soberano. Al contrario, cuando ya no vive conforme a la Alianza, termina de ser una comunidad y se convierte en hombres divididos y sumisos al poder enemigo (Jue 2, 11. 14). El Pecado Destruye a la Comunidad Se llega al reinado de David, durante el cual se fortalece la unidad nacional. Pero, por su pecado, Dios le anuncia por medio del profeta Natán la división entre sus hijos (2Sam 12, 11).
No obstante, la unidad nacional no sufre consecuencia alguna. Será por el pecado de Salomón que Israel se divide en dos: el reino del norte con capital Samaria y el reino del sur con capital Jerusalén. El pecado no disminuye. El pueblo dividido en dos bloques opuestos experimenta la destrucción. Primero es Samaria que viene conquistada por el Rey de Asiria después de tres años de asedio. Los israelitas fueron deportados a Asiria y a su tierra fue llevada gente extranjera, dando principio a un sincretismo religioso (721 a. C.) "Esto aconteció porque los israelitas hablan pecado contra Yahveh, su Dios" (2Re 17, 7a). El año 587 a. C., Nabucodonosor ocupó la capital de Judea, Jerusalén, y, a la gente más preparada del reino, la deportó a Babilonia. El motivo es siempre el mismo, el pecado: "Tan sólo por orden de Yahveh ocurrió esto en Judea, para apartarlo de su presencia por los pecados de Manasés" (2Re 24,3). Con la destrucción de Jerusalén y la deportación del pueblo, se acaba la nación. Aunque en varios lugares de Palestina se conserva el culto a Yahveh, Israel carece de una identidad precisa. Los hijos de la promesa ya no son un pueblo, una auténtica comunidad. Después de cincuenta años, la mayor parte de los exiliados regresa bajo la guía de Esdras para reconstruir el Templo y vivir conforme a la Ley del Señor. El número de los que regresaron a Palestina se considero asimismo, no como la totalidad, sino como un "resto" purificado de Israel a quien Yahveh había redimido de
La esclavitud y hecho heredero para el cumplimiento de sus promesas. La religión del período posetxílico está caracterizada por un tremendo empeño en la custodia de la Ley. El futuro depende del cumplimiento más riguroso de los preceptos de la Ley. Sin embargo, la masa común de la comunidad de la restauración no se distingue por un gran celo hacia la regularidad cultual. Por el contrario, a juzgar por los reproches de los profetas de la época (p.e. Malaquías), la mayoría no vive conforme a la voluntad de Dios, expresada en la Ley. Nueva Concepción Entonces se estructura una nueva concepción del pueblo de Israel: ya no estará compuesto por los descendientes de las tribus israelitas, o por los habitantes del antiguo territorio nacional, sino por un "resto" de Judá, reunido en torno a la Ley. Será miembro de Israel todo el que tome sobre sí la carga de la Ley. La institución de la Sinagoga facilita la realización de los grupos en torno a la misma Ley. Así fue funcionando la nueva comunidad israelita hasta que llegó el que iba a reunir a las tribus de Israel y a los otros pueblos de la tierra (Is 49, 6). El Mesías, Jesucristo, vino a sellar con su sangre la Nueva Alianza entre Dios y los hombres.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION •Por Iglesia se entiende el pueblo reunido por motivos religiosos. •La reunión del pueblo en una comunidad religiosa es una exigencia de la naturaleza humana. Dios nos ha creado para vivir en comunidad. •Dios no se cansa de nuestras miserias. Vuelve siempre a empezar, invitándonos a poner nuestra confianza en él. •Lo que hace que los hombres se reúnan es el auténtico amor que procede de Dios. El pecado divide. •Nueva concepción del Pueblo de Dios: pertenece a él quien observa la Ley divina. No es sólo cuestión de herencia, sino de aceptación de la voluntad de Dios.
Lección II EL NUEVO PUEBLO DE DIOS La Visión de Hermas Hacia el año 140 d. C; Hermas, hermano del Papa Pío I, escribió el "Pastor", obra de género apocalíptico, que tiene por objeto la reforma moral de la Iglesia y la predicación de la penitencia. Este libro gozó de gran autoridad en la Iglesia en los siglos II Y III, sobre todo en Oriente. En esta obra se relata una misteriosa visión, que su protagonista describe así: "Mientras yo dormía, hermanos, tuve una revelación que fue hecha por un joven hermosísimo, diciéndome: - ¿Quién crees tú que es la anciana de quien recibiste aquel librito? - La Sibila, contesté yo. - Te equivocas me dijo, no lo es. - ¿Quién es, pues?, le dije. - La Iglesia, me contestó. - ¿Por qué, entonces, le repliqué yo, se me apareció tan anciana? - Porque fue creada, me contestó, antes de todas las cosas, por eso aparece anciana y por causa de ella fue ordenado el mundo.
Otros Escritos Antiguos Esta concepción de la Iglesia la encontrarnos en otros escritos muy antiguos. San Ireneo en el siglo II, a propósito de ciertas inquietudes que había entre los primeros cristianos, se pregunta: "Si Cristo es la salvación, ¿por qué ha tardado tanto?" Luego responde: "Cristo estaba presente desde el principio del mundo ... y con Cristo la Iglesia". Orígenes, gran teólogo del siglo III, enseñó: "No vayan a creer que es únicamente desde la venida del Salvador en carne desde cuando yo llamo a la Iglesia su esposa, ella lo es desde el nacimiento del género humano y desde la creación del mundo. Mas: teniendo a Pablo por guía, yo descubro todavía mucho más arriba el origen de este misterio, concretamente antes de la constitución del mundo, es decir, en la mente de Dios. En efecto, San Pablo nos habla del proyecto divino, que ahora es manifestado por medio de la Iglesia" (Ef 3, 10-11). Los primeros cristianos se sintieron miembros del pueblo de Dios, que esperó al Mesías durante largos siglos. Cuando llegó el Mesías lo reconocieron y lo siguieron. Con él nace el nuevo Pueblo de Dios mediante la Alianza que él pactó con su sangre. Esto lo encontramos expresamente enunciado en el relato de la última cena: "Esta es mi sangre de la Nueva Alianza que será derramada ... para el perdón de los pecados" (Mt 26, 28; Lc 22,20; Mc 14,24; 1Co 11,25). Estamos ante una Nueva y definitiva Alianza, superior a la primera, y, consecuentemente, ante un Nuevo Pueblo de Dios. Con su muerte Jesús relaciona a los hombres con el Padre en una forma completamente nueva (Nueva Alianza): el
Perdón de los pecados y la efusión de su amor, el Espíritu Santo, sobre los que se adhieren a él. Dios Escoge a un Pueblo El Concilio nos presenta en forma magistral todo el proceso de maduraci6n del Pueblo de Dios. Es conveniente que leamos el No. 9 de la Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium). Al principio, nos explica por qué Dios escoge a un pueblo: "En todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia (cf. He 10, 35). Sin embargo, fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente. Por ello eligió al pueblo de Israel como pueblo suyo, pactó con él una alianza y le instruyó gradualmente, revelándose a Sí mismo y los designios de su voluntad a través de la historia de este pueblo, y santificándolo para Sí" (LG 9). Es importante captar aquí dos conceptos: primero, que en todo tiempo y en todo pueblo uno se puede salvar con tal de que tenga el santo temor de Dios y practique la justicia; segundo, que Dios ha querido particularmente santificar a los hombres, no aisladamente, sino mediante un pueblo elegido. A continuación, el Concilio nos enseña que la elección del pueblo de Israel como Pueblo de Dios sirvió de preparación para el nuevo Pueblo de Dios:
"Pero todo esto sucedió como preparación y figura de la alianza nueva y perfecta que había de pactarse en Cristo y de la revelación completa que había de hacerse por el mismo Verbo de Dios hecho carne. He aquí que llegará el tiempo, dice el Señor, y haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá ... Pondré mi ley en sus entrañas y la escribiré en sus corazones y seré Dios para ellos y ellos serán mi pueblo... Todos, desde el pequeño al mayor, me conocerán, dice el Señor" (Jer 31,31-34). Este pacto nuevo, a saber, el Nuevo Testamento en su sangre (cf. 1Co 11,25), lo estableció Cristo convocando un pueblo de judíos y gentiles, que se unificara no según la carne, sino en el Espíritu, y constituyera el nuevo Pueblo de Dios" (LG 9). Las citas del A. T. enriquecen la aportación de que Dios tenía programado el resurgimiento de un Pueblo Nuevo, con la característica de la presencia vivificadora del Espíritu. Características del Nuevo Pueblo de Dios Como se ve en este texto del Concilio, el nuevo Pueblo de Dios se caracteriza en que es animado por el Espíritu Santo. La gran originalidad del nuevo Pueblo de Dios es que éste tiene a Cristo como cabeza, posee una nueva Ley y cuenta con la presencia activa del Espíritu Santo. Entre el antiguo y nuevo Pueblo de Dios hay grandes diferencias: "Este pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo, que fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación (Rom 4, 25), y teniendo ahora un nombre que está sobre todo nombre, reina gloriosamente en los cielos. La condición de este pueblo es la dignidad y la libertad de los
hijos de Dios, en cuyos corazones habita el Espíritu Santo como en un templo. Tiene por ley el nuevo mandato de amar como el mismo Cristo nos amó a nosotros (cf. Jn 13, 34). Y tiene en último lugar, como fin, el dilatar más y más el reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra ...” (LG 9). Es importante subrayar la "condición" de este nuevo pueblo. Sus miembros tienen la "dignidad y la libertad de los hijos de Dios". Lástima que en la práctica sean muy pocos los que percatándose de esta dignidad se dejan dirigir por la presencia del Espíritu Santo en su vida. Qué es ser Pueblo de Dios Pertenecer al nuevo Pueblo de Dios es adquirir la dignidad de hijos de Dios y ser herederos de la felicidad eterna. Esta grandeza obliga a participar a los demás las riquezas de este Pueblo de Dios, mediante una acción evangelizadora. Nunca como hoy se ha insistido tanto en esta misión evangelizadora que tiene. Pero ¿cuántos se han percatado de esta vocación? El nuevo Pueblo de Dios es también una comunidad peregrina, una comunidad que camina por el desierto en busca de la patria definitiva y es constituida signo e instrumento de salvación: "Así como designa ya caminando también es
al pueblo de Israel, según la carne, peregrinando por el desierto, se le como Iglesia (cf. Ne 13,1; Núm 20, 4; Dt 23, 1ss), así el nuevo Israel, que en el tiempo presente busca la ciudad futura y perenne (cf. Heb 13, 14), designado como Iglesia de
Cristo (cf. Mt 16,18), porque fue Él quien la adquirió con su sangre (cf. He 20,28), la llenó de su Espíritu y la dotó de los medios apropiados de unión visible y social. Dios formó una congregación de quienes, creyendo, ven en Jesús al autor de la salvación y el principio de la unidad y de la paz, y la constituyó Iglesia a fin de que fuera para todos y cada uno el sacramento visible de esta unidad salutífera" (LG 9). El Concilio nos presenta, pues, a la Iglesia como la continuación del antiguo Pueblo de Dios, pero abierta a todos los hombres; animada por el Espíritu Santo, proyectada hacia la patria celestial, activa en el esfuerzo de incluir entre sus filas al mayor número posible de hombres.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION •Desde el principio del cristianismo, la Iglesia fue considerada como la continuación del "Pueblo de Dios" y tiene sus raíces en la mente de Dios, cuando creó al género humano. •Aunque en "todo tiempo y en todo pueblo es grato a Dios quien le teme y practica la justicia", sin embargo Dios quiso salvar a los hombres, "no aisladamente, sino constituyendo un pueblo que le confesara de verdad y le sirviera santamente". •El antiguo Pueblo de Dios existió para preparar la nueva y perfecta Alianza; entre el antiguo y nuevo hay continuidad y superación. • La singularidad del nuevo Pueblo es que éste tiene a Cristo como cabeza, posee una nueva Ley y cuenta con la presencia activa del Espíritu Santo. •Pertenecer al nuevo Pueblo de Dios supone ser parte de una comunidad que camina por un desierto en busca de la justicia definitiva y es constituida signo e instrumento de salvación.
Lección III
LA IGLESIA EN EL NUEVO TESTAMENTO La Iglesia en los Sinópticos Ante todo hay que decir que no nos contentaremos sólo con las conocidas citas que hablan de su fundación, sino que procuraremos profundizar más ampliamente sobre el pensamiento de Jesús al respecto. El empieza su predicación anunciando la llegada del Reino de Dios para todo el pueblo. Entre los depositarios de la acción salvadora de Jesús sobresalen dos grupos de personas: los discípulos (Lc 10, 1) y los apóstoles (Mt 10, 5; Mc 6, 7; Lc 9, 2). En la presencia de estos dos grupos, bien identificados por su participación activa en la misión de Jesús, veremos la fundación de la Iglesia. Los Discípulos Junto a todo el pueblo que recibe la predicación de Jesús se distinguen expresamente "los discípulos" (Mt 5, 1; 8, 21. 23; 13, 2. 10ss. 36; 14, 13ss etc.). Ellos son a los que Jesús instruye (Mt 5, 2); los que acompañan al maestro (Mt 12, 1; Lc 6, 1-5); los que comen con él (Mt 9, 10); son sus servidores (Mt 14, 15-22; 15, 32ss; 21, 2.6).
Ser discípulo significa caminar detrás de Jesús con decisión (Mt 4, 20. 22; 8, 22), dejando todo cuanto se posee y todas las ataduras terrenas (Mt 9,9; 10,37; 19,21. 27). Este seguimiento implica también que cada uno tome sobre sí la cruz, se niegue a sí mismo, pierda su vida por Jesús, cargue con su "yugo" (Mt 10, 38; 11, 29; 16, 24), y pase por la puerta estrecha (7, 13). Los "seguidores" de Jesús toman también parte en su misión (Lc 10, 1-16); son "sal de la tierra" y "luz del mundo" (Mt 5, 13-16; Mc 9, 50; Lc 14, 34-35). No obstante, estos discípulos, que se distinguen de la masa de la multitud, están llenos de defectos y debilidades. Los evangelistas con frecuencia mencionan su "poca fe" (Mt 8,26; 14,31; 16, 8ss; 17,20) Y su "miedo" (Mt 14, 26ss; 17,6). Necesitan corregirse los unos a los otros (Mt 18, 15; Lc 17,3-4); deben reconciliarse con el hermano (Mt 5,24; Mc 11,25; Lc 12,27-29); deben perdonarse (Mt 18,21-23; Lc 23,34); no deben dar escándalo a los "pequeños" (Mt 18, 6; Mc 9, 42; Lc 17, 1-2). Todo esto nos hace comprender cómo Cristo pensó en su pueblo nuevo y con cuánta riqueza de enseñanza quiso estructurarlo. Todos estos temas, que hemos mencionado y corroborado con abundantes citas, nos ayudan a comprender cómo debemos vivir nosotros que formamos el nuevo Pueblo de Dios. Los Doce Apóstoles Además del grupo de los discípulos, que se distinguen de toda la masa de personas que se acercan a Jesús, encontramos en los evangelios la presencia de otro grupo,
más reducido, de doce hombres, que siguen más de cerca al Maestro y luego son investidos de una gran misión. Las citas, que se refieren a los "doce", son también abundantes y significativas. Generalmente se les llama "apóstoles", aunque en algunos casos se les dice también "discípulos" (Mt 10, 1; 11, 1; 26, 20). La institución de este significativo grupo la presentan los tres sinópticos, dándonos hasta los nombres de cada uno (Mt 10, 2-4; Mc 3, 16-19; Lc 6, 13-16). También el libro de los Hechos nos recuerda los nombres de los apóstoles, que perseveraban en la oración (He 1, 13-14). Otro particular que nos ofrecen los evangelistas es que de cinco de ellos se relata la vocación; son: Simón, Andrés, Santiago, Juan y Mateo. He aquí las citas correspondientes a estas vocaciones: Mt 4, 18-22; Mc 1, 16-20; Lc 5, 1-11; Jn 1,35-42; Mt 9,9; Mc 2, 13-14; Lc 5, 27-28. El evangelio de Mateo subraya la misión y los poderes que se les otorgó, como quienes fueron escogidos para continuar la obra escatológica de Jesús: "Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios" (Mt 10,7-8). Es importante subrayar lo que el mismo evangelista dice a continuación en los versículos 11-15: ante los apóstoles se decide ya ahora, y después en el juicio, la salvación o desgracia de una casa a donde llegan ellos. Estos apóstoles representan personalmente a Jesús, que viene en nombre del Padre para salvarnos: "Quien a vosotros recibe, a mi me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a aquel que me ha enviado" (Mt 10, 40).
Importancia del Número Doce Una idea fundamental que nos guía en la interpretación de que Cristo fundó su Iglesia sobre los apóstoles la encontramos en el motivo por el cual el mismo Señor escogió a "doce", y no a diez o a trece. Como el pueblo de Israel, "pueblo de Dios", se había formado partiendo de los "doce" hijos de Jacob, así la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, arrancaría de los "doce" apóstoles. Esta intención la encontramos expresada claramente en Mt 19, 28: "Yo os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la resurrección, cuando el Hijo del Hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel". Un texto paralelo a éste lo encontramos en Lc 22, 30. También el Apocalipsis hace una directa mención de que los apóstoles son los cimientos de la ciudad celestial: "Tenia una muralla grande y alta con doce puertas; y sobre las puertas, doce Ángeles y nombres grabados, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel ... Las murallas de la ciudad se sientan sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del cordero" (Ap 21, 12-14). Todas estas citas no tienen que hacernos perder de vista lo que dijimos en el capítulo "El Nuevo Pueblo de Dios": la Iglesia es fruto del misterio pascual. Fruto de la Pascua El acta constitutiva de la Iglesia la encontrarnos en las palabras que el Señor pronunció el Jueves Santo, cuando realizo
sacramentalmente su Misterio Pascual: "Esta es mi sangre de la Nueva Alianza que será derramada para el perdón de los pecados" (Mt 26, 28; Mc 14, 24; Lc 22, 20; 1Co 11, 25). Como la primera Alianza dio inicio al Pueblo de Dios, así la "Nueva" Alianza da inicio al "Nuevo" Pueblo de Dios. Este concepto nos lleva a considerar la Iglesia como fruto del Misterio Pascual. El mismo día de la resurrección, Jesús se presenta a los apóstoles, reunidos a "puertas cerradas por miedo a los judíos", y les asigna la tarea de continuar su misión: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18b-19). La Importancia de los Apóstoles Para Lucas, la Iglesia es el tiempo de la actuación eficaz del Espíritu. Constantemente nos encontrarnos con una comunidad animada por el Espíritu Santo. En algunas circunstancias él no solamente influye, sino que toma decisiones determinantes: "El Espíritu Santo les había impedido predicar la Palabra en Asia" (He 16, 6). "Intentarán dirigirse a Bitinia pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús" (He 16, 7). Pero ¿cómo actúa el Espíritu Santo en su Iglesia? Principalmente por medio de los apóstoles.
Para Lucas, los apóstoles son una institución decisiva para la Iglesia naciente. El número "doce" es institucional y debe ser restablecido, cuando se disminuye con la muerte de Judas. El que lo sustituya debe ser uno de los varones "que nos han acompañado en todo el tiempo en que el Señor Jesús estuvo y anduvo con nosotros, empezando desde el bautismo de Juan hasta el día en que nos quedamos sin él" (He 1, 21). Los apóstoles son jefes y jueces escatológicos ante la Iglesia universal. En torno a ellos se reúne la primera comunidad de Jerusalén a la cual pertenecen "las mujeres y María, la madre de Jesús, y sus hermanos" (He 1, 14). Pedro Ocupa un Lugar Especial Cristo escoge a Pedro para una misión especial (Mt 16, 13-19; Jn 21, 15-18). Entre los apóstoles destaca Pedro, de tal modo que se habla de "Pedro y los demás apóstoles" (He 2,37), "Pedro con los once" (He 2, 14), "Pedro y los apóstoles" (He 5, 59). El es también el portavoz de ellos (He 1, 15; 2,14. 37ss; 3, 1. 3. 6. 11-12; 4, 2.8. 13. 19; 8,20). El tiene la dirección de la comunidad. Por su iniciativa se completa con Matías el número de los doce (He 1, 15ss). Ananías y Safira ponen "una parte del precio de la finca vendida a los pies de los apóstoles" (He 5, 2), pero después lo presentan a Pedro (He 5, 3. 8ss). Los Hechos también nos muestran a Pedro como iniciador de la misión entre los gentiles (He 9, 32. 34. 38ss). La acción del Espíritu Santo en los apóstoles es evidente. Pero también en esto Lucas pone en primer plano a Pedro. Es él quien habla en presencia del sanedrín "Lleno del Espíritu Santo" (He 4, 8). Pedro y Juan piden el Espíritu Santo para los samaritanos, quienes lo reciben mediante su
imposición de manos (He 8, 15ss); mentir a los apóstoles es "mentir al Espíritu Santo" (He 5, 3) o "tentar al Espíritu del Señor" (He 5, 9); el Espíritu Santo habla a Pedro (He 10, 19). La determinación de los apóstoles y los ancianos en Jerusalén es una determinación del Espíritu Santo: "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros... " (He 15,28). Otros Escritos del Nuevo Testamento San Juan La concepción que tiene San Juan de la Iglesia es un tanto diferente y complementaria de la que tienen los Sinópticos. Según San Juan, la Iglesia es esencialmente la comunidad de los creyentes que viven de Jesús. Esta comunidad puede ya reconocerse en el grupo de los discípulos del Jesús terreno y se manifiesta en el tiempo del Jesús glorificado, es decir, del Espíritu. "Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo" (Jn 20, 22). Pero San Juan nos permite reconocer también ciertas estructuras de este grupo, es decir, de la Iglesia. La misión que reciben los discípulos no es genérica, sino que constituye la continuación de la unión salvífica de Jesús: "como tú me has enviado al mundo también yo los he enviado al mundo" (Jn 17, 18). Los discípulos continúan la misión de Jesús como enviados suyos (13, 20). El pasaje más claro es 20, 21, donde el Resucitado dice solemnemente a los diez discípulos: "La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío”.
Luego les confiere el poder de retener o perdonar los pecados. En las palabras de la misión aparece la Iglesia misionera. También se advierte el principio de la tradición. Esto se insinúa en los versículos 14, 26; 15, 26; 16, 13ss. Según este principio, la predicación del Espíritu Santo es interpretación de la tradición. El Espíritu "no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga... Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros" (16, 13-14). Si no hubiera Espíritu, todo lo que Jesús "ha dicho" no sería más que un suceso incomprendido del pasado, un hecho muerto. En San Juan encontrarnos también indicaciones sobre los sacramentos. Del Bautismo se habla expresamente en el diálogo con Nicodemo (3, 11ss). Mientras Juan Bautiza con agua, Jesús bautizará con el Espíritu Santo (Jn 1,33). El Cap. 6 está dedicado por completo a la Eucaristía, manifestándonos la esencia y la importancia de este sacramento. Al final del evangelio encontrarnos al Resucitado que celebra la Eucaristía con los discípulos, dándonos a entender el autor que esta celebración está arraigada en la Iglesia. Por último recordamos el encargo y el poder que Jesús otorga a sus discípulos de perdonar los pecados (20, 23). San Pablo San Pablo, más que hablar de Pueblo de Dios, prefiere hablar de Iglesia. Solamente dos veces encontrarnos la primera expresión (Rom 9, 25ss; 2Cor 6, 16b); mientras
término Iglesia llena las cartas del Apóstol. Este vocablo arranca del concepto de comunidad del A.T. (qahal) y la llama el "Pueblo de Dios" "Comunidad de Dios, Iglesia de Dios" (1Co 1,2; 10,32; 11,16.22; 15,9; Gál 1,13; 1Tes 2,14; 2Tes 1,4), especificando y completando más, dice: Iglesia de Dios en Jesucristo (1Tes 2,14; Gál 1,22; 1Tes 1,1; 2Tes 1,1). Del contexto se desprende que la Iglesia es la continuación de Israel y que éste tiene su cumplimiento en ella. San Pablo habla de la Iglesia universal, llamándola simplemente Iglesia (1Co 10,32; 11,22; 12,28; 15,9; Gál 1,13; Fil 3,6), y de las Iglesias particulares. Estas son la Iglesia de Dios que se manifiesta en Corinto, en Roma, en Tesalónica o en cualquier otro lugar. Es por eso que el apóstol exhorta a vivir en la unidad, porque todos forman el cuerpo de Cristo (Rom 12,5; 1Co 12,12.27). Para San Pablo, la Iglesia es también el "Cuerpo de Cristo". Esto quiere decir que la Iglesia es Cristo en su cuerpo. Por eso lo llama "Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia" (Col 1,18) en virtud de la ordenación dispuesta por Dios (Ef 1,22). Mediante la idea de la cabeza queda claro que esta ordenación de Cristo a la Iglesia implica una superioridad de Cristo y una subordinación de la Iglesia con respecto a él. Cristo es el fundamento imperecedero de la Iglesia y su meta permanente. Otra semblanza, que nos revela San Pablo de la Iglesia, es la de "Templo de Dios". Conviene tener presente tres textos que se complementan mutuamente. El primero es 1Co 3,16ss: "¿No sobéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? ... el santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario". La Iglesia es el lugar donde habita el Señor.
El segundo texto es 2Co 6,16: "¿Qué conformidad entre el santuario de Dios y el de los ídolos? porque nosotros somos santuarios de Dios vivo". La comparación nos subraya más la necesidad de vivir en auténtica santidad. El tercer texto es Ef 2,21: "En Cristo toda edificación bien 'trabada' se eleva hasta formar un templo santo en el Señor". La idea de la construcción nos lleva a participar, cada quien con su vocación específica, activamente en la formación de la Iglesia. Importancia de la Palabra de Dios Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimenta-da por la Palabra y la Eucaristía, Los doce apóstoles son los servidores de la Palabra (Lc 1,2; He 6,4). Como apóstol, Pablo se ocupa "en el servicio del Señor" (He 23,1); habla de "el servicio" que yo he recibido del Señor; "dar testimonio de la buena noticia de la gracia de Dios" (He 20,24; 26,16). Los apóstoles y los diáconos sufren persecuciones por la predicación. El libro de los Hechos está lleno de las amenazas, prisiones, flagelaciones y muertes sufridas por los pregoneros del evangelio (He 4,3.5.25-29; 5,17-18.26-28. 41-42; 6,11-15; 7,54.5760; 13,50-52; 14,5; 15,26; 16, 19-24; 17,5-7). Mediante la palabra de los apóstoles surge la Iglesia. Es su fuente y su fuerza interior permanente. Las personas se reúnen por la palabra y "escuchan" lo que ella dice (He 13,15ss).
Acoger la palabra, y, por tanto, la realidad salvífica que en ella se expresa, equivale a ''venir a la fe" y creer (He 4, 4; 8, 14; 15, 7). Elementos Constitutivos de la Comunidad Como consecuencia de esta escucha de la Palabra, la comunidad se reúne. Estas reuniones están caracterizadas por estos elementos importantes: la enseñanza de los apóstoles, la convivencia, la oración y la partición del pan. Esta última acción es la celebración eucarística (He 2, 42.46; 5,42; 12,12; 20,20; etc.). Todos se sienten y se llaman "hermanos" pero esto no quiere decir que todos son iguales en el servicio que tienen que dar. Algunos son "profetas" (He 11, 27ss; 15,32; 21, 10). Entre los "hermanos" se distinguen los "apóstoles" (He 11,1; 12, 17). También se habla de "presbíteros" (He 14,23). Estos son constituidos por los apóstoles, mediante la imposición de manos; están encargados de vigilar por la comunidad (20, 28); tienen, juntamente con los apóstoles, poder de decisión en materia de doctrina y gobierno (He 15, 6). Antes de que los Hechos de los Apóstoles hablaran de los "presbíteros", nos narran la institución de los diáconos que vienen a ayudar a los doce en el servicio de las mesas de los necesitados (He 6, 1-6). En los Hechos de los Apóstoles encontrarnos los rasgos fundamentales de la organización eclesiástica. Con el tiempo, esta organización iría perfeccionándose, como veremos en otra lección.
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION 4.Los evangelios nos hablan de "discípulos", que Jesús forma según la nueva Ley: quiere que lo sigan, cargando la cruz, negándose a sí mismos y que sean sal de la tierra y luz del mundo (Mt 10, 38; 5, 13-16). En las relativas citas encontrarnos el estilo de vida del que decide ser cristiano. 7.Hay otro grupo, más restringido, que el Señor escoge y forma para cuidar el nuevo Pueblo de Dios, que son los doce apóstoles. El número doce, querido por Jesús, habla del "antiguo" Pueblo de Dios, que encabezaron los doce hijos de Israel. Ellos juzgarán a las doce tribus de Israel. Sobre ellos descansan "las murallas de la ciudad" (Mt 19, 28; Ap 21, 12-14). 9.La Iglesia nace de la Pascua del Señor. El mismo día de la resurrección, Jesús asigna a los apóstoles la tarea de continuar su misión: "Como el Padre me envió, también yo los envío" (Jn 20, 21; Mt 28, 19). 11.El nuevo Pueblo de Dios es animado por el Es-píritu Santo. Al presentarse por primera vez el Resucitado a los apóstoles, les confiere el Espíritu Santo: "Reciban el Espíritu Santo" (Jn 20, 22). Después de este don, les da el poder de
PRINCIPALES CONCEPTOS DE ESTA LECCION (cont.) Mateo,
perdonar los pecados (Jn 20, 23). En la última aparición recordada por San les da la orden de bautizar. En la última Cena les dio poder de celebrar la Eucaristía.
5.Uno de los apóstoles es escogido como jefe de ellos. Es Pedro que ocupa en las narraciones evangélicas siempre un lugar de preferencia (Mt 16, 13-20; Jn 21, 15-18; He 2, 14; 9, 32ss). 7.Es una Iglesia animada por el Espíritu Santo y alimentada por la Palabra y la Eucaristía (He 2, 42. 46) 9.Para Juan la Iglesia es esencialmente la comunidad de los creyentes que viven de Jesús. El está al centro de todos, y ellos continúan la misión que Jesús recibió de su Padre. 11.Pablo es el que más nos habla de la Iglesia. Para él la Iglesia es el Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Templo de Dios. Predomina en él la concepción de una comunidad carismática animada por la presencia activa del Espíritu Santo. 13.Las comunidades que nos presentan los Hechos de los Apóstoles se caracterizan por estos elementos importantes: la enseñanza de los apóstoles, la convivencia, la partición del pan y la oración.
los ángeles, implorándoles la ayuda de su intercesión. Los santos, que tienen nuestra misma naturaleza, nos sirven de maestros en el camino a la santidad con su vida. El amor a los santos tiende a Cristo y termina en Cristo, que es corona de los santos (LG 50). María Madre de la Iglesia Un capítulo especial está dedicado a la Santísima Virgen, Madre de Dios y de la Iglesia. Redimida en previsión de los méritos del Hijo de Dios, del cual es Madre, María es hija predilecta del Padre y Templo del Espíritu Santo. Aunque superior a todas las criaturas celestiales y terrenas, María está unida en la raza de Adán a todos los hombres, necesitados de salvación; sin embargo, como Madre de Cristo y de sus miembros, le es reconocido un puesto singular en la Iglesia, de la cual es figura (LG 53). La Iglesia en Otros Documentos He aquí en síntesis la doctrina de la Constitución dogmática sobre la Iglesia del Vaticano II Pero como hemos dicho en un principio, y es necesario repetirlo, para comprender mejor lo que es la Iglesia, hay que tener presente los otros documentos conciliares. Aunque no nos es posible hacerlo en forma exhaustiva, conviene que toquemos solamente algunos puntos más sobresalientes. Sintetizando a lo máximo, podemos decir que el Concilio nos presenta una Iglesia que: 36
a) Dialoga Se trata de una actitud nueva sumamente evangélica de una Iglesia que percibe los logros y fracasos del mundo para leer en ellos los signos de los tiempos y buscar la respuesta inspirada. Toda la constitución pastoral "Gaudium et spes" pone a la Iglesia en un estado de diálogo. b)Escucha Antes de ser maestra, la Iglesia escucha la Palabra de Dios. La constitución dogmática sobre la divina revelación "Dei Verbum", elimina todo prejuicio en contra de la Biblia y demuestra la necesidad que hay de escuchar la Palabra de Dios. "Es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza deje para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual (DV 21). Es necesario tener presente que la misma Constitución dogmática une la Escritura con la Tradición: "La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia" (DV 10). El mismo número concluye: "La Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros" . c) Ora y celebra Otra Constitución, la "Sacrosanctum Concilium" presenta a la Iglesia como una comunidad orante. La oración oficial de la Iglesia se llama Liturgia. En ella "Cristo asocia consigo a su amadísima esposa la Iglesia". "Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia, cuya eficacia, 37