El caminante (“Nunca pares”)
Veo la lluvia caer por mi ventana y el frío se apodera de mi piel haciendo que que mis huesos ardan, casi de manera irónica y es en días así, en donde se abre paso la nostalgia y le doy cabida a la reflexión personal. Ante todo me gustaría comenzar hablando alguito sobre mí; un tipo común, de 1.80, chistoso, a veces. Con cierta fascinación por “el caminante”, un libro que aún en mi adultez releo y ni hablar del olor del café que preparaba mi mamá en aquellas tardes nubladas como ésta. Nací y me crié en el seno de una familia sumamente humilde de Caracas, a mi madre, la recuerdo como una señora de cabello negro y ojos rayados, sentimental pero de carácter fuerte, que se encargó toda su vida del rancho y de la comida, mi padre por otra parte, trabajaba en un cartonaje cercano a la casa, siempre se imponía con seriedad apenas cruzaba la puerta, y fue una vibra que me intimidaba y admiraba. Recuerdo el olor a aceite en su ropa, cuando el jefe le pedía ayuda con el camión y luego se quedaba rato hablando con su mujer de su día. Vivíamos en la sencillez y atrapados en la cotidianidad del día a día, pero éramos felices. Sin embargo todo esto dio una drástico giro cuando a los 16 mi amada mamá padeció de cáncer en fase 4 y de un día a otro pasé a estar llorando al lado de su cama, y como todo hijo culpable, pedía perdón por alguna malcriadez mientras me suplicaba débil que sólo me encargara de perseverar ante las adversidades que me esperaban, y así fue, como 3 años después mi padre tras una profunda depresión por perder a su esposa mezclado a la calidad de vida que paulatinamente decaía, se suicidó, ahorcándose en su cuarto. Y he aquí, en dónde un tipo común, de 1.80, quedó hundido en la profunda soledad, y en aquél sitio humilde que alguna vez llamamos hogar se percibía un desgarrador silencio. Me esforcé cada día en los muchos trabajos que tuve para subsistir y mantenerme a como diera lugar, sin embargo, sentía que la depresión me comía vivo, el dolor en mi alma era tan fuerte que se hacía físico, y en una de las tantas madrugadas en las que éste no me dejaba dormir, lo decidí. Terminaría con mi vida. Lo cuadré todo, desde el método que usaría hasta la carta que le dejaría a mi vecina, la Sra. Gladys, muy amiga de mi mamá, que de vez en cuando me visitaba y me ayudaba con comida, quise agarrar el valor suficiente así que lo pauté para la
mañana siguiente, ahí fue cuando el cansancio me venció y fui participe de algo que más que un sueño lo llamaría un trance cargado de recuerdos, anécdotas y momentos con mi pequeña familia, desde el olor de aceite que cargaba mi papá al llegar del trabajo, hasta mi última conversación con mamá “Prométeme que perseverarás, y aunque la circunstancia esté fuerte mijo, nunca pares” desperté de golpe, sudando frío y las lágrimas salían de mis ojos solas, sonreía y lloraba, porque sentí a mis padres tan cerca como hacía años, y ahí lo comprendí: debía seguir adelante. Me paré y ése día fui a trabajar con la mejor sonrisa y disposición que pude, y así pasaron semanas y meses, y del empleado fui ascendido a un nuevo y mucho mejor puesto. Durante todo ese tiempo reflexione que las malas temporadas no son eternas, forman parte de la vida y ellas de algún modo, eventualmente mejoran. Resulta que yo no era el único pasando por algo así, a mi alrededor, todos los días, cientos de personas cargan con sus propias vivencias que podían ser incluso peor que las mías, a veces es difícil deducir la historia detrás de una brillante sonrisa, no imaginamos que otro pueda estar pasándola igual. Supe entonces que debía despertar, tenía que luchar por lo que quería. Comencé a dejar de lado miedos y tristezas, borre de mi vocablo el “No puedo” “Lo hago después” “Es imposible”; me implante una disciplina implacable que poco a poco me levantaba del subsuelo. Tengo convicción, creo en mí y ahora todas las mañanas me levanto ansioso, con una meta en la mente, con los ojos iluminados agradeciendo por todas las bendiciones que recibo y las cosas que tengo, queriendo sorprenderme. Inclusive si los días son malos, aprovecho para aprender de ellos, de eso se trata. Quiero graduarme, me preparo para eso, quiero una vida mejor, me preparo para eso, me preparo para lo que quiero y salgo a la calle a buscarlo, no dejo de insistir, no me detengo por obstáculos, no me dejo dominar por el miedo, ni me permito pretextos, confió en que mis pies me lleven a donde quiero, soy el caminante de mi destino, soy el caminante de mis sueños y soy el caminante de mi vida por eso no me detengo, por eso “Nunca voy a parar” .