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“Sobre prácticas participativas y formas de participación en el gobierno escolar”
El presente documento intentar profundizar la propuesta de participación estudiantil, a fin de ir conformando Centros de Estudiantes en las escuelas como una forma de organización propia de los alumnos. En documentos anteriores, hemos planteado la necesidad de democratizar las prácticas docentes, priorizando la inclusión de la construcción de ciudadanía partiendo de la convicción de que “niños y adolescentes deben formarse en la participación ciudadana ejerciendo en las escuelas la participación estudiantil”.1 Partimos del reconocimiento de los adolescentes y jóvenes como sujetos de derecho, y es por ello que abordamos la participación como un derecho y una práctica social de valioso significado, ya que su práctica real permite aprender y ejercer plenamente la ciudadanía, prepararlos para el mundo adulto y vincularlos con el medio social donde se desarrollan. Desde el marco normativo, la Ley de Educación Provincial establece en el Artículo 16 inc A) Artículo 8° que la Provincia de Buenos Aires, a través de la Dirección General de Cultura y Educación, garantiza “establecer una formación ciudadana comprometida con los valores éticos y democráticos de participación, libertad, solidaridad, resolución pacífica de conflictos, respeto a los derechos humanos…” Es en la escuela donde se deben generar mecanismos de participación en el gobierno escolar de los estudiantes que aseguren el aprendizaje del ejercicio ciudadano y su práctica real. ¿Cómo pensar las instituciones y las prácticas? La participación real es una práctica compleja, un proceso que supera la mera y formal representatividad de las democracias tradicionales. Es justamente en la participación efectiva donde los sujetos modifican su relación con el entorno, al construir colectivamente las competencias y capacidades para lograr cambios en su medio. El objetivo debe ser la democratización de las relaciones y la inclusión crítica, esto significa pensar en distribuir el poder (animándose a discutirlo) y co-laborar. Permitir que los jóvenes y adolescentes puedan participar en la toma de decisiones sobre la formulación de proyectos favorece el desarrollo de la autonomía y la responsabilidad en su proceso de aprendizaje. Esto alude al actor principal e introduce la categoría conceptual de PROTAGONISMO, la cual refiere a la posibilidad de los jóvenes de dejar de ser beneficiarios de las acciones y estrategias desarrolladas por las instituciones u organizaciones y apropiarse de su propia historia personal y colectiva, reconociéndose en un contexto social y comunitario, trabajando junto con otros para transformar la realidad. Sin embargo, hay que tener presente que todos los procesos de construcción suelen ser lentos y en un primer momento suelen estar promovidos externamente a partir del apoyo de los adultos. En este sentido, consideramos que el hecho de que el adulto -desde la autoridad y responsabilidad que le competen- sea referente, no afecta la posibilidad de participación de los jóvenes, en tanto encamine sus acciones hacia la gestión compartida y la progresiva autonomía de los integrantes del grupo. Se trata de que adultos y jóvenes trabajen conjuntamente, pero con grados de responsabilidad diferenciados. Los adultos actúan mediante el reconocimiento del aporte juvenil a la sociedad, la aceptación positiva del joven y brindando oportunidades reales de participación efectiva en procesos de protagonismo creciente. Como menciona Débora Kantor: “Implica asumir que ellos/as pueden pensar y actuar en términos de procesos, alternativas, conflictos, elaboración de planes y desarrollo de acciones, y por lo tanto,
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intervenir en la gestión de proyectos que los identifican como destinatarios.”2 Por lo tanto, los espacios participativos tienen que ser asumidos por convicción, pues de lo contrario, estarán lejos de asumirse como espacios valiosos, convocantes y/o verdaderamente participativos. Retomando la Ley de Educación Provincial, ésta menciona en el inc. J): “propiciar la participación democrática de docentes, familias, personal técnico y profesional de apoyo, estudiantes y comunidad en las instituciones educativas de todos los Niveles y Modalidades, promoviendo y respetando las formas asociativas de los alumnos”. En el documento “Organización escolar para la participación. Formación de ciudadanos con voluntad de realizar una comunidad organizada”3 mencionábamos la importancia de reconstruir una cultura comunitaria que encuentre modos organizativos propios de participación ciudadana, a través de los cuales todos los miembros puedan expresarse y encontrar ámbitos y lugares adecuados para poder decidir sobre las cosas que los afectan en su vida cotidiana. En este sentido, poner en el centro de la política institucional la participación, implica despertar y movilizar fuerzas a fin de convertir toda actividad escolar rutinaria en una “práctica creativa y transformadora”. “Se aprende a participar participando” Reconocer la importancia de la participación en las instituciones nos remite a la diferenciación que plantea M. T Sirvent (1999)4 entre participación real y participación simbólica. La primera denota un cambio en quién decide, qué se decide y a quién se beneficia, es decir, denota una modificación en la estructura de poder. Ocurre cuando miembros de una misma institución o grupo ejercen poder en todos los procesos de la vida institucional a través de sus acciones: - En la toma de decisiones en diferentes niveles tanto en la política general de las instituciones como en la determinación de metas, estrategias y alternativas específicas de acción. - En la implementación de las decisiones - En la evaluación permanente del funcionamiento institucional o grupal. La participación simbólica, en cambio, genera la ilusión de un poder existente, un “como si” y asume dos formas: - Al referirse a acciones a través de las cuales no se ejerce en grado mínimo influencia a nivel político y del funcionamiento institucional. - Al generar en individuos y grupos comprometidos, la ilusión de ejercer un poder inexistente. En este tipo de participación, se observa que cuando los grupos se organizan toman el modelo conocido de concentración del poder:
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- Unos pocos tienen información, piensan y deciden. - Una gran mayoría queda ajena al proceso de decisiones, actúa en la implementación de las acciones.
Es bien sabido que se aprende a participar participando (opinando, discutiendo, decidiendo, eligiendo, representando, siendo representado, etc.) y si la participación se aprende, hay cosas que debemos enseñar, situaciones que debemos generar y que poseen un valioso carácter pedagógico: identificar en los alumnos situaciones o problemas que les resulten convocantes, reflexionar individual y colectivamente, discutir y confrontar perspectivas y opiniones, brindar y solicitar información y manejarla responsablemente, comprometerse con las ideas y acciones, presentar propuestas, tomar decisiones de distinto tipo, considerar la viabilidad y las implicancias de las decisiones, actuar en consecuencia. Formas de participación en la escuela: Los Centros De Estudiantes La Ley de Educación Provincial, en el artículo 65 menciona los siguientes objetivos: “B) Promover modos de organización institucional que garanticen dinámicas democráticas de convocatoria y participación de los niños, adolescentes, jóvenes, adultos y adultos mayores en la experiencia escolar.” “H) Integrar asociaciones, cooperativas, clubes infantiles y centros de estudiantes u otras organizaciones comunitarias para participar en el funcionamiento de las instituciones educativas.” En el camino hacia la constitución de un Centro de Estudiantes en la escuela, es posible identificar variadas formas de participación para tener en cuenta. La mayoría de las escuelas han impulsado la elección de delegados y profesores referentes de curso abordando las características de estos roles y sus funciones. Por otra parte, han logrado conformar equipos institucionales que han ido orientando sus acciones hacia una “conducción institucional y de los aprendizajes más participativa”. Asimismo, han realizado Asambleas de curso, con reuniones periódicas registradas en libros de actas o cuadernos y atendiendo a las propuestas que fueron surgiendo de los estudiantes. Avanzando en este proceso participativo, nos encontramos con la conformación del Cuerpo de Delegados (compuesto por todos los delegados de los cursos) donde se intercambia información, se transmiten propuestas o problemas que plantean los representados y finalmente la creación del Centro de Estudiantes (con su campaña y elección de autoridades) como espacio de organización estudiantil. Además de abordar diversos temas de su interés, es posible conformar Comisiones de Trabajo las cuales, a través de proyectos formulados por los propios estudiantes, estarían destinadas a realizar actividades de distinta índole: culturales, recreativas, deportivas, académicas, de salud, de comunicación, etc. dependiendo de los intereses y/o necesidades de los diversos grupos. En función de lo anteriormente mencionado, retomamos lo expuesto en el documento “Jornada Extendida: procesos y síntesis 2004-2006” cuando expresábamos que es en el
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ámbito particular del aula, dónde “se deberán desarrollar acciones que sitúen las prácticas de enseñanza en un encuentro con el conocimiento; que generen espacios participativos reales fundados en la distribución democrática del conocimiento.” En este sentido, la participación se convierte en un estilo de vida institucional (comunicacional, vincular, etc.) y el ámbito específico del aula, se expresa en las prácticas de enseñanza que favorecen la interacción sujeto –conocimiento (acceso y democratización) en el desarrollo curricular. Coincidimos con R. M. Torres (2001) cuando señala que la participación ciudadana en el ámbito educativo “no es un lujo o una opción: es condición indispensable para sostener, desarrollar y transformar la educación en las direcciones deseadas. Es un imperativo no sólo político-democrático - derecho ciudadano a la información, a la consulta y a la iniciativa, a la transparencia en la gestión de lo público - sino de relevancia, eficacia y sustentabilidad de las acciones emprendidas. Porque la educación y el cambio educativo involucran a personas y pasan, por ende, por los saberes, el razonamiento, la subjetividad, las pautas culturales, las expectativas, la voluntad de cambio y el propio cambio de personas concretas (…) La participación ciudadana no es pues una concesión, o un mal que no queda más remedio que aceptar, sino condición de dicha construcción y por tanto una responsabilidad que el propio Estado y la sociedad civil tienen para consigo mismos y para la ciudadanía en general.”5
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