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Fútbol con garra. Una sala fría descolorida, muy pequeña. El marcado olor del café y las conversaciones de los elementos sobre actos terribles resaltaban la realidad de ese lugar La vibra era de mucha tensión, desconcertados, esperando mientras gritos y discusiones floreaban el lugar, para donde los sentidos se fijaban no detectaban una sola pizca de esperanza en se lugar donde el rigor y la nula compasión estaban presentes. Jóvenes todos, muchos sin saber que pasaría en ese pequeño mundo al que fuimos llevados, sentados en el duro piso esperando el veredicto por el terrible acto que acabábamos de cometer. Era un bello día de verano, el año 2013, una juventud en potencia tenía a cuestas mías con la energía que viene con ella, como casi todos los días de ese periodo, salía a jugar inmediatamente al despertar, la emoción emanaba por montones, partíamos algunos amigos y yo de la zona habitacional en la que vivíamos hacia el norte, a una cancha de pasto sintético; al llegar al lugar, la gran masa de jóvenes ya muy bien organizada, todos esperando su turno para entrar a ese maravilloso campo de sueños. Pasado un largo tiempo, tal vez una o dos horas, la oportunidad casi obligada llegó, nos tocaba entrar a combatir el honor a través del esférico. Los contrarios, probablemente promediaban una edad más alta que la nuestra, pero en ese momento, ya no importaba nada, el objetivo era simple, ganar. La batalla comenzaba, ellos dominaban ampliamente, no podíamos quitarles la pelota, aún con ello, en una oportunidad algo fugaz, logramos apoderarnos del balón, y con un esfuerzo para mantenerlo en nuestros pies, logramos sacar un tiro potente y anotar el primer tanto. Ese gol nos dio ánimos, el ambiente cambió positivamente, ahora ya no eran “los dominantes”, ahora eran iguales; estaban molestos por que de alguna forma ya teníamos más controlado el partido, ellos con enojo, dejaron el juego de un lado y empezaron a llegar de manera muy fuerte, agresiva, los ánimos se “calentaron”, ellos seguían molestos, nosotros empezábamos a enojarnos por su manera de jugar, pero a pesar de los malos actos, logramos anotar el segundo gol, que nos convertía en ganadores, ellos salieron molestos, nosotros estábamos más contentos, no nos importó lo que había pasado.

Pasaron las horas, se jugaron infinidad de partidos, entre todos se sentía una euforia impresionante. Siendo ya horas nocturnas, los partidos seguían, parecía que el tiempo no hubiese pasado, todos seguían emocionados, entre azares del destino, suerte y oportunidades pasadas, nos tocó jugar contra esos “enemigos” que habíamos conseguido en nuestro primer partido, parecían furiosos, resentidos, nosotros sin mucho problema entramos al campo. El partido se tornó tenso, ellos continuaron con su postura de agresividad, nosotros comenzamos a cansarnos, fueron choques constantes, poco amistosos, uno en especial fue lo que desencadenaría todo el show. En na entrada muy fuerte a un compañero, se marcó una falta a favor nuestra, ellos protestaron y no querían hacer válida la falta, uno de ellos, se acercó cobardemente a la espalda de otro de nosotros y lo golpeó sin razón, hay entonces donde la furia desató lo peor, los rozones pasaron a ser golpes, la empatía empezó a hacerse presente entre todos los jóvenes, unos apoyándonos y otros apoyándolos, entonces eso pasó a ser una batalla campal. El enojo, la sed de venganza, una venganza infundada, solo incitaba a golpear a quién tenías en frente, después de un breve tiempo, perdió sentido el enfrentamiento. La lucha sin sentido era grande, parecía imparable, pero a lo lejos, se escuchaban unos sonidos, familiares para muchos, pero que no tenían importancia en ese pequeño instante, la golpiza no se detenía, pero esos sonidos se acercaban, más fuerte a cada instante, muchos despavoridos empezaron a huir, pero la mayoría seguíamos ciegos y sordos; entonces pasó, vehículos negros, en una cantidad exagerada, con esas luces que irritaban los ojos, molestaban la tranquilidad más recóndita del cerebro, esos sonidos que penetraban entrañas del oído más sordo, se hacían presentes, derrapones por doquier, los alrededores estaban cubiertos, algunos escaparon, lo que quedamos en la zona quedamos perplejos. -¡Todos a la pared!¡todos a la pared!, ya paren mocosos de mierda- los policías gritando, confundido y con la razón volviendo a mi cabeza, vi lentamente que pasaba, uno podría pensar que esa batalla campal llamó tanto que tuvieron intervenir las autoridades, pero había algo más, casi en medio de la cancha, yacía golpeado y sangrado un pequeño niño que tuvo la mala fortuna de encontrarse hay, a unos metros su madre gritando desesperada, angustiada y asustada, corrió hacia su hijo, fue terrible ver lo que habíamos causado, esos segundos me ayudaron a aclarar, pero entonces vi la otra realidad, estábamos siendo arrestados, la preocupación volvió a mi, la humanidad me llegó con un temblor corporal que mostraba

mi temor a flor de piel. Agarraron grupos de jóvenes, todos amarrados de las manos con cinta gris, nos empezaron a subirnos a esas bestias que lograron calmarnos a su llegada, y con gran rapidez nos trasladaron a la estación policial, curiosamente estaba frente donde vivía, al llegar, bajaron a todos, con agresividad pura, los oficiales nos introdujeron en el edificio y nos tumbaron en el suelo, con amenaza de cárcel, preguntaron nuestros nombres, números de teléfono y direcciones. Pasaron unos minutos, después del interrogatorio general, empezaron llamadas continuas a padres y tutores, los policías no decían nada, nos tenían a la expectativa, muchos con temor al encarcelamiento, la esperanza no existía. Entonces, como luz en un pozo lleno de obscuridad, llegaron algunos padres, preocupados, se escuchaba llantos, gritos, fue una tranquilidad perturbadora. Mis padres llegaron a la par que muchos de los primeros, al verme pareciera que sus mentes revivieron, aunque estaban impactados por la escena tan extraña y trágica que posiblemente nunca pensaron experimentar, mi madre rompió en llanto, mi padre con una fuerza imponente, me cargó hasta la salida de ese horrido lugar, al bajarme mi madre me miró, se notaba tranquilidad en sus ojos, me abrazó fuertemente, conectando su protección materna a mi cuerpo, acercó su boca a mi frente y terminó ese enlace de sentimientos un cálido beso que por un momento pareció cubrirme con un escudo de protección total, me dio tranquilidad interna, sanó aquel susto, borró lo que viví en ese día.

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