Dimision Del P Ceriani

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  • Pages: 44
1988: « OPERACIÓN-SUPERVIVENCIA DE LA TRADICIÓN » 2004-2009: INFRUCTUOSA OPOSICIÓN A LA « OPERACIÓN-SUICIDIO » O LAS RAZONES DE LA DIMISIÓN DEL PADRE JUAN CARLOS CERIANI… Estimado lector: Después de agradecerle que haya comenzado a leer esta carta, quiero advertirle sobre el contenido de la misma, para que no se desanime si la encuentra desmesuradamente larga (44 páginas). En realidad, la carta en sí consta de las primeras 10 páginas, suficientemente descomprimidas como para facilitar la lectura. Desde la página 11 hasta el final encontrará diez Anexos, necesarios para probar lo que avanzo en el texto y no ser acusado de afirmar gratuitamente sin demostrar. Dichos Anexos pueden descartarse, pero constituyen, en muchos casos, un verdadero material de estudio y de reflexión. Usted puede leer, eventualmente, sólo el Anexo XI, mi carta de dimisión, que resume mis razones. Yo diría que los puntos 7), 15), 16), 17) y 18) de esta carta contienen lo esencial del problema. Sin embargo, si para comprender el conjunto de mi resolución, quiere acompañarme pacientemente en la lectura, comencemos: En Buenos Aires, Argentina, pertenecí desde los ocho años hasta mi ingreso al Seminario de Paraná, a lo que se puede llamar una “Parroquia reaccionaria”; en la cual fui formado por los libros y conferencias de los Padres Leonardo Castellani, Julio Meinvielle, David Núñez, y de los Profesores Jordán Bruno Genta y Carlos Sacheri, entre otros. Agradezco a la divina Providencia de que en 1965, cuando tenía solamente once años, haya hecho llegar a mi Parroquia al Padre Carlos Morani, quien hasta su prematura muerte, en junio de 1970, fue el guía y el sostén del Centro de Estudios de Ortodoxia Católica, fuente de mi formación intelectual. En 1976, luego de un año de intensa lucha contra un nuevo Párroco, nombrado en 1975 para destruir material y espiritualmente nuestra Parroquia, llegó el momento de ingresar al Seminario. Tenía bien claro y definido que no podía ni debía hacerlo en el Arquidiocesano de Buenos Aires. Como tantos otros jóvenes en los años setenta, me orienté hacia el de la diócesis de Paraná, donde tuve la ocasión de conocer por los diarios la suspensión a divinis de Monseñor Marcel Lefebvre, sus motivos y sus consecuencias, así como las convicciones y la enseñanza del ilustre prelado. Hasta ese momento no se había planteado en mí la cuestión del Novus Ordo Missæ. Permanecí tres años en una atmósfera de más en más enrarecida, preguntándome siempre “¿qué Misa voy a rezar una vez ordenado?”, “¿qué hago con toda esta doctrina conciliar que se mezcla en la filosofía, la teología, el catecismo, la piedad, la liturgia, el derecho canónico?” Quienes me conocen, comprenderán que todo eso fue materia de discusiones con ciertos profesores y condiscípulos. Era claro que no podía continuar de ese modo. Enero y febrero de 1979 fueron para mí meses de reflexión y de oración para llegar a la resolución de que debía abandonar la Iglesia Conciliar

para asociarme al combate de Monseñor Lefebvre por la Iglesia Católica y su Tradición contra la Nueva Iglesia; que debía adherir a la Roma Eterna y rechazar la Roma neoprotestante y neomodernista. Al igual que tres años antes, esta nueva decisión, me valió otra ruptura con el ambiente eclesial y con mis amistades… Durante mi Seminario y mis primeros cinco años de sacerdocio en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, si bien se presentaron situaciones doctrinales complejas (el Indulto de octubre de 1984, por ejemplo), la presencia de Monseñor Marcel Lefebvre, sus intervenciones, y luego la lejanía y la falta de información desde mi puesto en Argentina, impidieron que las cosas llegaran a inquietarme demasiado. La primera alarma seria fue el ambiente inquietante en el cual tuvimos que vivir desde noviembre de 1987 hasta mayo de 1988. Después del anuncio en junio de 1987 de próximas consagraciones episcopales, ahora no sabíamos cómo iban a terminar las famosas conversaciones romanas. En junio de 1988, por intermedio de L’Osservatore Romano, tuve conocimiento del Protocolo de acuerdo firmado el 5 de mayo. Mi primera reacción fue decir: ¡Roma miente! Y Dios me es testigo de que yo no hubiese seguido a Monseñor, si él hubiese continuado con ese Protocolo, cuyo contenido completo es realmente el proporcionado por el diario del Vaticano y que, sin embargo, muchos de los sacerdotes de la Fraternidad y el conjunto de los fieles desconocen. Pero en junio, ya estaban decididas las consagraciones para el día 30, y consideré que el triste documento estaba verdaderamente relegado al olvido. Para comprender de qué se trata, ver en el Anexo X: carta del padre Ceriani a Monseñor Fellay del 29 de mayo 2009. Lamento mucho no haber solicitado en aquel entonces a Monseñor Lefebvre una clara y tajante retractación de la firma de ese documento que, incluso hoy en día, es tema de discusión en la Fraternidad y un arma peligrosa en las manos de la Roma conciliar. Durante 12 años, más o menos, gracias a la posición obtenida por las consagraciones episcopales de 1988, vivimos tranquilamente el desarrollo de todas las Instituciones de la Gran Obra de la Tradición Católica, que no es un movimiento más en la Iglesia Oficial como lo pretende Benedicto XVI (y como parece haber sido aceptado por Monseñor Fellay, puesto que leemos en la Carta a los Amigos y Benefactores Nº 74: “Habíamos pedido esto, desde el año 2001, como signo de benevolencia de la parte del Vaticano hacia el movimiento tradicional” (…) “Se teme un acercamiento entre la cabeza de la Iglesia y nuestro movimiento”). A partir del año 2000 se entabla la cuestión de retomar contacto con la Roma ocupada por el modernismo; y en 2001 aparecen los famosos préalables, prerrequisitos, condiciones previas. Dios y algunos miembros de la Fraternidad son testigos de que, desde el principio, la cosa me pareció muy equívoca; pero mis aprehensiones no pasaron de comentarios privados. Fue en julio de 2004 que decidí intervenir ante mis Superiores. En efecto, como puede comprobarse en mi Apelación (ver Anexo I), cuando Monseñor Bernard Fellay anunció en junio de 2004 que había pedido a Roma “oficialmente el retiro del Decreto de Declaración de las excomuniones” envié la misma carta a siete de mis Superiores (los cuatro Obispos, el Primer Asistente, el Ecónomo General y el Secretario General) para señalarles que ese pedido implicaba la aceptación de las excomuniones y de que, tarde o temprano, íbamos a terminar por aceptar lo inaceptable: el levantamiento de las mismas.

Monseñor Fellay y Monseñor Tissier de Mallarais se contentaron con responder que sólo se trataba de una “imprecisión de lenguaje”. Tres cartas importantes a dichos Obispos, incluyendo un trabajo canónico sobre la cuestión (ver resumen en el Anexo II), ni siquiera merecieron respuesta. ¿Cómo entender que se quiera disputar doctrinalmente con la Roma Conciliar y no se otorgue una respuesta a un miembro de la Fraternidad? Sobre el otro prerrequisito, el pedido de la “liberación de la Misa de siempre”, “la posibilidad de celebrar la misa tridentina”, no intervine hasta la publicación del Motu proprio del 7 de julio de 2007. ¿Por qué? Porque el argumento de autoridad basado en Monseñor Lefebvre era demasiado fuerte como para intentar, por un argumento de razón, oponerme al pedido de una igualdad litúrgica del rito católico con el rito bastardo. Monseñor Lefebvre, en efecto, en diversas oportunidades había hecho el mismo pedido, pensando que esta situación sería sólo temporaria y que la Misa de siempre rápidamente desplazaría el rito montiniano. Señalo, sin embargo, que no hice cantar el Te Deum a mis feligreses guadalupanos y que prediqué en dos oportunidades, en Guadalupe y en Martinica, para explicar la nocividad de este documento. No obstante haber realizado varios trabajos desde la publicación del Motu proprio para demostrar su nocividad y su oposición a la obra de la restauración de la Santa Misa, no pude publicar sino uno solo, y esto después de haber superado numerosas dificultades para vencer las reticencias de mi Superior de Distrito. La conclusión de ese artículo dice: a) Debido a su causa material este Motu proprio manifiesta que la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante continúa alejándose de la teología católica de la Santa Misa, tal como se formuló en la XXa sesión del Concilio de Trento. b) Debido a su intención, este Motu proprio es simple como la paloma y prudente como la serpiente; pero, es necesario decirlo, su benedicta simplicidad es una astucia más de la serpiente, capaz de inducir al engaño incluso a los mismos elegidos. Sin embargo, ténganlo por cierto, queridos fieles, su cabeza será aplastada por la Inmaculada… No me tomé la molestia de enviar los otros estudios porque sabía que no serían aceptados, por no ajustarse a la opinión del Superior General en lo que se refiere a la interpretación de este documento (ver resúmenes en el Anexo III). Pido perdón a la Iglesia, a la Obra de la Tradición, a la Fraternidad y a todos los fieles por no haber reaccionado antes. ¡Perdón por mi mal ejemplo! El 30 de diciembre de 2008 hablé personalmente con mi Superior de Distrito respecto del segundo prerrequisito (el “retiro del decreto de declaración de las excomuniones”) y sobre un editorial que él pensaba publicar el 1° de enero. Le entregué en propias manos el trabajo del Anexo II. Una vez publicado su editorial “De un prerrequisito al otro”, le envié una carta el 6 de enero de 2009 y nuevamente el 20 de enero, sin obtener respuesta. (Ver lo correspondiente a este tema en el Anexo IV).

Publicado el Decreto del 21 de enero, contrariamente a lo sucedido en casi todos los Prioratos, en nuestras capillas de las Antillas no se leyó la carta del Superior General a los fieles, pues contenía imprecisiones, contradicciones y una grave ambigüedad respecto a la aceptación del Concilio Vaticano II (esto fue reconocido y el texto se modificó, pero no el resto). Tampoco cantamos el Magnificat. El “levantamiento de las excomuniones” no nos inspiraba festejar… Por intermedio de mi Prior, que asistió el lunes 26 de enero a una reunión de Priores convocada por Monseñor Fellay en París, recurrí de viva voz a mis Superiores y pedí la revisión de la aceptación del Decreto del Vaticano en el plazo de una semana, sin que esto constituyese un ultimátum. En dicha reunión, Monseñor Fellay dijo que en su carta del 15 de diciembre de 2008 él no había pedido el levantamiento de las excomuniones, sino el retiro del decreto de declaración de las excomuniones, pero que no pediría a Roma una retractación. Tuve una larga conversación telefónica con mi Superior de Distrito el jueves 29 de enero, durante la cual le dije, entre otras cosas, que, si es cierto que el Decreto del Vaticano es falso, hay que denunciarlo como tal y rechazarlo. Me pidió un mes para ver cómo evolucionaban las cosas; y me dijo que él iba a hacer lo posible para cambiar la situación. Teniendo en cuenta la urgencia y la gravedad de tal contexto, le respondí que un mes me parecía demasiado tiempo y que, por lo tanto, mantenía el plazo de una semana. Pero como me dijo que iba a hacer lo posible para cambiar la situación, pensé que había comprendido el problema; y entonces le pedí que suprimiera del sitio oficial del Distrito de Francia, La Porte Latine, tres informaciones que no correspondían a la realidad: a) “El legajo completo del retiro del decreto de las excomuniones de 1988”. Dando a entender a los lectores que Roma concedió el “retiro del decreto de las excomuniones” y no el “levantamiento de las excomuniones”. b) Dos videos en los que se habla de la “rehabilitación de Monseñor Lefebvre”. Con lo cual los lectores interpretan que Roma ha reivindicado y desagraviado la persona de Monseñor Lefebvre. c) En uno de esos videos aparece una frase pretendidamente extraída del Decreto y que le hace decir: “Declaro privado de efectos jurídicos la censura de excomunión latæ sententiæ”. En realidad el texto original dice: “Remito (…) la censura de excomunión latæ sententiæ (…) y declaro privado de efectos jurídicos a partir del día de hoy el Decreto entonces publicado.” La diferencia es grande. ¿Qué se pretende hacernos creer? Pensando tranquilizarme, el Superior del Distrito me dijo que el texto del video había sido preparado antes de conocer el texto del Decreto… ¿Hubo, pues, diversos textos? ¿Hubo intercambio de ellos entre Roma y la Fraternidad? ¿Se llegó a un consenso? Porque las palabras son casi idénticas, pero no su disposición en el texto…

El sábado 31 de enero, desgraciadamente, nada había cambiado en La Porte Latine, sino que, al contrario, fueron publicadas dos entrevistas a Monseñor Fellay que contribuyen a aumentar la confusión. En la del semanario Monde et Vie, Olivier Figueras pregunta “¿Esperaba usted, Monseñor, este levantamiento de la excomunión?” Y Monseñor Fellay responde “Lo esperaba desde 2005, después de la primera carta de pedido del levantamiento de la excomunión que había dirigido a pedido mismo de Roma. Porque era claro que Roma no pedía esta carta para rechazar levantar la excomunión”. Comencé entonces por enviar mi Apelación a los cuatro Obispos y a los Superiores Mayores de la Fraternidad con la esperanza de que, como les suplico al final del texto, reconsiderarían delante de Dios la situación actual y de que, a ejemplo de Monseñor Lefebvre en momentos del Protocolo, volverían sobre sus pasos. Tenía la intención de extender el envío a sacerdotes y feligreses. En eso estaba cuando llegaron, con una hora de intervalo, dos mensajes: — un llamado del Secretario General diciendo que detuviese el envío porque en una hora saldría un Comunicado oficial de Monseñor Fellay aclarando las cosas. — un mensaje electrónico del Superior del Distrito diciendo que en la semana siguiente saldría dicho Comunicado, pero que la Casa General no había aceptado que se corrigiesen las inexactitudes que figuraban en La Porte Latine. ¡Es el día de hoy que allí figuran aún!… Sin haber recibido ningún Comunicado oficial, completé el envío a los Superiores Mayores y no seguí adelante, renunciando a extender el envío a ciertos sacerdotes y feligreses como había pensado hacer. El lunes 2 de febrero recibí el Comunicado oficial, confidencial, reservado solamente a los sacerdotes, en el cual se confirma la decisión de aceptar tal cual y sin censurarlo el Decreto del Vaticano. Para explicar porqué no se exigía a Roma una retractación, Monseñor Fellay se pregunta si, dadas las circunstancias y la situación de la Iglesia, podíamos esperar mucho más; y luego dice que “Roma no se retracta nunca”, que sería ilusorio e incluso peligroso pedirlo, y que nosotros debemos salvar el principio de autoridad. Me pregunto, ¿qué ha cambiado de la situación de la Iglesia entre el 15 de diciembre de 2008 y el 21 de enero de 2009? Además, ¿“Roma no se retracta nunca”? ¡Es erróneo! Tanto a Monseñor Fellay como a Monseñor Tissier de Mallerais les hice llegar unas referencias históricas sobre este punto (ver Anexo V). No podía avalar con mi silencio esta situación, que se tornaba de más en más ambigua: era obligación mía hacer pública mi Apelación. Lo hice el martes 3 de febrero. Si miramos hacia atrás, nos damos cuenta que desde hace veinte años, en efecto, la Fraternidad ha pasado por varias etapas bien diferentes, sin que nada justifique, aparentemente, este deslizamiento progresivo:

 Satisfacción y gozo por el hecho de ser declarada excomulgada por ese “sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar, iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista”, que se auto-excomulga por el mismo hecho (ver Carta Abierta de los Superiores en julio de 1988; Anexo I).  Declarar y tratar de demostrar que la excomunión no es válida, sin insistir en que la excomulgada es la Roma modernista.  En septiembre-noviembre de 2005, satisfacción, gozo y utilización de las declaraciones del Cardenal Castrillón Hoyos: “Ellos están al interior de la Iglesia. Existe solamente este hecho de que falta una plena, una más perfecta –como esto ha sido dicho durante el encuentro con Monseñor Fellay– una más plena comunión, porque la comunión existe”.  Reiteradas manifestaciones para señalar que el hecho de la declaración de la excomunión por parte de Roma constituye un obstáculo para el apostolado, y que, por lo tanto, hay que pedir el retiro de dicha declaración.  En fin, aceptación, satisfacción, gozo y agradecimiento del decreto que levanta la excomunión y remite la censura. El lunes 9 de febrero fui invitado por el Superior de Distrito a participar en una reunión de sacerdotes en el Seminario de Flavigny, Francia, para exponer mi posición y para aprovechar la ocasión para entrevistarme en privado con Monseñor Fellay y con él mismo. Las cosas cambiaron durante la semana y el lunes 16 me encontré con una situación muy distinta. Como era previsible, me impusieron silencio y recibí la Primera Admonición Canónica en vías de expulsión, si persistía en apelar públicamente. Por lo tanto, cuando el contexto respecto de Roma es de más en más ambiguo, suplicar públicamente a los cuatro Obispos de la Fraternidad que reconsideren delante de Dios la situación actual y que, a ejemplo de Monseñor Lefebvre, vuelvan sobre sus pasos, pedirles que confirmen nuevamente a sacerdotes y a feligreses en el buen combate por la Roma Eterna contra la Iglesia conciliar, ¡todo esto es considerado como un delito por las actuales autoridades de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X! A la Admonición Canónica respondí, por carta del 24 de febrero, diciendo: Afirmo que intervine públicamente porque la confusión de los términos que existe y la situación de humillación “de la operación supervivencia de la Obra de la Tradición”, que compromete su misma existencia, me pusieron frente a un verdadero “estado de necesidad”. Doy testimonio de que actué de “buena fe”, con “buena voluntad” y con “rectitud de conciencia”, sabiendo que desde 2004 había intentado, por la vía privada, evitar de llegar a la situación actual, pero sin resultados. El martes 17 de febrero había entregado en mano a Monseñor Fellay y al Superior de Distrito un trabajo en que desarrollo 4 puntos: 1) los dos preliminares no han cumplido su objetivo y se han mostrado ineficaces. 2) no se obtuvo lo que se pidió en ninguno de los dos casos. 3) en ambos casos se ha dicho que se obtuvo una cosa muy distinta de la realidad. 4) los dos actos legislativos de Roma han humillado la Santa Misa y la Operación Supervivencia de la Obra de la Tradición. (Ver Anexo VI).

Llamo la atención del lector sobre el hecho que la reunión de estos cuatro puntos constituye una utilización indebida de la Mediación de la Santísima Virgen María y un ultraje a la Madre de Dios. Además, arrojarse voluntariamente en esta “operación suicida” implica tentar a Dios, que ya salvó la Obra de Tradición en 1988… “Tú no tentarás al Señor, tu Dios”… También formulé en mi carta del 24 de febrero el pedido de que en la Carta a los Amigos y Bienhechores nº 74 fuese por fin aclarada la situación, tanto respecto de los fieles como respecto de la Roma anticristo y modernista: 1) por lo que se refiere a nuestros fieles: Que la Fraternidad reconozca las ambigüedades publicadas y las clarifique. 2) Por lo que se refiere a la Roma anticristo y modernista: A) Permanecer en la posición actual, sin buscar nuevos contactos. B) Si la Roma anticristo y modernista intenta tener nuevos contactos, especialmente debates teológicos, exigir como preliminares a todo debate, y no como materia de debate: a) La supresión de la distinción entre “forma ordinaria y forma extraordinaria” de un mismo rito. b) La rehabilitación sin ambigüedades ni condiciones de Monseñor Lefebvre y de Monseñor de Castro Mayer. c) La declaración formal y pública de que la FSSPX no pidió “el levantamiento de las excomuniones”, como dice el Decreto del 21 de enero de 2009. Entretanto, aquellas conferencias de Monseñor Fellay en febrero reservaban dos sorpresas. El primer sobresalto se produjo cuando Monseñor Fellay expresó con toda simplicidad: “Estoy cansado de discutir sobre las palabras”. Algunos días más tarde, en la ya citada carta del 24 de febrero, destaco la molestia del Superior General y expreso: “Compruebo que la confusión no ha sido creada ni por Roma, ni por los sacerdotes de la Fraternidad, ni por los fieles, sino por el Superior General y los Superiores de Distritos. En efecto, Roma siempre ha utilizado el mismo lenguaje, erróneo, pero claro y preciso. La Fraternidad, al contrario, a lo largo de los últimos ocho años, ha caído en la equivocidad en los términos, la cual ha engendrado confusión en los espíritus de los sacerdotes y de los fieles. La consecuencia de esta equivocidad en los términos y de esta confusión en los espíritus es la ambigüedad y la imprecisión en los comunicados oficiales y en los artículos aparecidos en la prensa”. (Ver Anexo VII). El segundo desconcierto fue provocado cuando Monseñor Fellay manifestó que “Algunos, para facilitar las cosas, hacen una identificación entre la Iglesia Oficial y la Iglesia Modernista. Pero es un error, porque hablamos de una realidad concreta”. Cuando llegaron las preguntas, simplemente hice referencia a una conferencia y a una entrevista de Monseñor Lefebvre, leyendo algunos pasajes.

Además, en la carta del 24 de febrero, pregunto si esta “realidad concreta” es “la iglesia visible” de Dom Gérard. Y digo que no quisiera que comience una nueva confusión sobre las palabras que conduzca al Superior General al cansancio por una nueva discusión; porque, en efecto: Roma ha siempre utilizado un lenguaje claro y preciso. Monseñor Marcel Lefebvre y las autoridades de la Fraternidad, también. Hoy, por el contrario, el Superior General expresa una idea insólita y desconcertante, desconocida en el lenguaje de nuestro Fundador; él debe utilizar fórmulas claras y precisas para evitar una nueva confusión, esta vez respecto a la identificación entre la “iglesia oficial” y la “iglesia modernista” o “iglesia conciliar”; él no puede cambiar la naturaleza de nuestro combate; si no quiere cumplir esta misión, él debe renunciar. (Ver Anexo VIII). Como no obtuve ni siquiera acuso de recibo de esta carta, envié otra el 10 de marzo. El 9 de marzo, el Superior de Distrito me escribe diciendo responder a mis cartas del 24 de febrero y del 10 de marzo (sic). En realidad, solamente contesta a mi descargo sobre la Admonición Canónica contenido en mi carta del 24 de febrero. En sustancia, me dice: “La Fraternidad no ha abdicado su voluntad de combatir los grandes errores y herejías transmitidos por la Roma conciliar. En consecuencia, las aproximaciones o contradicciones que usted deplora permanecen accidentales. Ellas no justifican una reacción pública como la que usted ha realizado. Sólo una verdadera capitulación de la Fraternidad en el combate de la fe habría podido legitimar esta protesta pública”. El 17 de marzo respondo a esta carta planteando el problema en su realidad concreta:  ¿Es accidental que el rito romano de la Santa Misa (que nunca había perdido su derecho) haya perdido, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial?  ¿Es accidental que la Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, lo haya humillado, relegándolo al rango de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único rito romano?  No haber reaccionado ante semejante innovación, ¿no constituye ya una verdadera capitulación de la Fraternidad en el combate por la fe?  La Roma anticristo y modernista, por el Decreto del 21 de enero de 2009, humilló la “operación supervivencia” de las consagraciones episcopales, presentándola no sólo como ilícita, sino también como digna de castigo y censurable. ¿Es accidental no haber exigido que se lave el honor de los obispos consagrados, de los dos obispos consagrantes, de la Fraternidad, de toda la Obra de la Tradición, y sobre todo el honor de la Iglesia? ¿Es accidental no haber reaccionado ante semejante difamación, que pone en entredicho la continuidad de nuestra misión? Si eso no constituye aún una capitulación probada de la Fraternidad en el combate por la fe, a eso conduce seguramente. Parece que el Superior General, para facilitar las cosas, no quiere hacer más la identificación entre la Iglesia oficial y la Iglesia modernista. ¿Es esto accidental? ¡No! No es accidental a nuestra lucha; se trata de una verdadera desnaturalización del combate de la Obra de la Tradición por la Iglesia Católica contra la Iglesia conciliar. El 21 de abril recibo un correo electrónico del Superior del Distrito, fechado el 18. Allí leo: “El combate de la Fraternidad es guardar, transmitir, propagar y confesar la Fe. Combatir, en consecuencia, todos los errores y los herejías profesados por “la iglesia conciliar” que la debilitan y la corrompen. Mantener su protesta contra estos errores y estas herejías, al mismo tiempo que se le harían algunas concesiones, mientras no se desactivasen los principios de la

revolución conciliar. Por fin, en las circunstancias actuales, y de acuerdo con la declaración del Capítulo General de 2006 así como a la estrategia sin cesar repetida por nuestro Superior General, de no aceptar celebrar acuerdos canónicos antes de haber obtenido la certeza moral que Roma haya renunciado a los principios mortíferos del Concilio. He aquí lo que constituye la parte fundamental de nuestro combate. Ninguna de las cuestiones que usted plantea afecta a lo único que es esencial”. Confieso que semejantes afirmaciones me desorientaron aún más. Según el Superior del Distrito:  es accidental que el rito romano de la Santa Misa haya perdido su condición de única forma ordinaria y oficial;  es accidental que la Roma anticristo y modernista lo haya humillado, relegándolo al rango de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”;  es accidental que no se lave el honor de los obispos consagrados, de los dos obispos consagrantes, de la Fraternidad, de toda la Obra de la Tradición, y sobre todo el honor de la Iglesia;  es accidental no hacer más la identificación entre la Iglesia oficial y la Iglesia modernista… Mientras reflexiono sobre la respuesta, llega la Carta a los Amigos y Benefactores nº 74, que confirma las ambigüedades y las contra-verdades ya denunciadas, al mismo tiempo que la intención de disputar con la Roma anticristo y modernista sin exigirle aclaraciones ni desmentir su falsedad. Toda esta estrategia, bien clara en sí misma, se encubre debajo de la “cortina de humo” de los 12.000.000 de Rosarios. Esta Carta motivó los comentarios del Anexo IX. ES EN ESE MOMENTO QUE DECIDO PARTIR DE LA FRATERNIDAD… En efecto, como dice el Padre Leonardo Castellani: “Vivir "protestando" no es un ideal religioso. Se protesta una vez contra un abuso; y después se comienza a vivir contra el abuso o afuera del abuso”. Después de intentar "vivir contra el abuso" durante estos últimos meses, presentando mis "protestas" en forma privada, he llegado a una situación tal que comprendí: — o que el abuso iba a expulsarme (ponerme afuera), si continuaba viviendo contra él, — o que debía tomar la decisión de vivir afuera del abuso. Del mismo modo que luché en nuestra querida parroquia reaccionaria de la adolescencia; así como elegí el seminario al que debía ingresar afuera de Buenos Aires; así como un día decidí abandonarlo; treinta años más tarde asumo la responsabilidad de partir de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, para defender cabalmente mi fe y mi sacerdocio, atacados por la Roma anticristo y modernista, inspiradora y difusora de la herejía conciliar. Mi resolución de partir ya contraída, el 29 de abril respondo brevemente la carta del Superior del Distrito: Ninguna de sus cartas me aporta una respuesta precisa a mis preguntas. Por lo tanto, puede estar tranquilo, puesto que no volveré sobre estos temas; veo que es inútil…

Quedaba aún una gran sorpresa. El 7 de mayo recibo una carta del Superior General, Monseñor Fellay, fechada el 11 de abril. ¡Primer correo después del 3 de junio de 2005! Es triste comprobar que no tiene otra finalidad que manifestar su enojo, desplegar amenazas y proferir insultos. La autoridad invocada, que no dejo de reconocer, le viene de Dios, ciertamente; pero no le ha sido conferida para insultar a sus súbditos. Obrando de este modo, demuestra, una vez más, que no tiene otro argumento que el voluntarismo: “sic volo, sic iubeo, sit pro ratione voluntas”. A esta altura de los acontecimientos, mi respuesta tiene simplemente por finalidad dar una lección al abuso de autoridad. Otras dos correspondencias verán la luz (Ver en Anexo X estas cuatro cartas). Soy perfectamente consciente de la trascendencia de la responsabilidad que asumo y de que, de ahora en más, se me considerará como “clericus vagus”, sin reconocimiento alguno, ni de parte de la Iglesia oficial (hace 30 años que he renunciado a él), ni de parte de la Obra de la Tradición que adhiere al nominalismo y al voluntarismo de las actuales autoridades de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, que les impiden continuar el combate por la Iglesia Católica contra la Iglesia Oficial, conquistada por el Conciliarismo. Este motivo, sumado al ultraje a la Santísima Virgen y a la tentación contra Dios, constituye la razón última de mi partida. Ver Anexo XI, 7), 15), 16), 17) y 18). Si es necesario, repito una vez más que contesto y tengo por nulos y sin valor, tanto de derecho como de hecho: — el Motu proprio Summorum pontificum, del 7 de julio de 2007, que pretende asimilar el Sacrosanto Rito Romano de la Santa Misa al “rito bastardo montiniano”, — las pretendidas excomuniones de 1988, el Decreto que procura declararlas y el Decreto del 21 de enero de 2009 que intenta levantarlas, dejando creer que eran válidas. Dicha impugnación y sus consecuencias las considero una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que el sacerdote al cual se dirigen no está en comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista. La Providencia divina ha querido que Monseñor Lefebvre, 21 días antes de fallecer, escribiese estas palabras tan consoladoras como proféticas, a ellas apelo: “El restaurador de la cristiandad es el sacerdote por la ofrenda del verdadero sacrificio, por la distribución de los verdaderos sacramentos, por la enseñanza del verdadero catecismo, por su papel de Pastor vigilante para la salvación de las almas. Es alrededor de estos verdaderos sacerdotes fieles que los cristianos deben agruparse y organizar toda la vida cristiana. Todo espíritu de desconfianza hacia los sacerdotes que merecen la confianza disminuye la solidez y la firmeza de la resistencia contra los destructores de la Fe”. (Prefacio al Nº 1 de la Documentación sobre la Revolución en la Iglesia, Ecône, 4 de marzo de 1991). Padre Juan Carlos Ceriani Fort de France, 4 de agosto de 2009 [email protected]

ANEXO I APELACIÓN DEL PADRE JUAN CARLOS CERIANI Visto que el Decreto del 21 de enero de 2009, firmado por el Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos, dice: “Por medio de la carta del 15 de diciembre de 2008 enviada a Su Eminencia el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Mons. Bernard Fellay, en su nombre y en el de los otros Obispos consagrados el 30 de junio de 1988, volvía a solicitar el levantamiento de la excomunión latae sententiae formalmente declarada por Decreto del Prefecto de esta misma Sagrada Congregación para los Obispos con fecha del 1º de julio de 1988 (…) Conforme a las facultades que me han sido expresamente concedidas por el Santo Padre, Benedicto XVI, en virtud del presente Decreto, remito a los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta la censura de excomunión latae sententiae declarada por esta Congregación el 1º de julio de 1988 y declaro privado de efectos jurídicos a partir del día de hoy el Decreto entonces publicado”. Visto que el Comunicado del Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X dice: “La excomunión de los obispos consagrados por su Excelencia Mons. Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988, que había sido declarada por la Congregación para los Obispos por un decreto del 1º de julio de 1988 y que nosotros siempre hemos rechazado, ha sido retirada por otro decreto de la misma Congregación con fecha del 21 de enero de 2009, por mandato del papa Benedicto XVI.” Visto que Monseñor Bernard Fellay, Superior General de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X ha declarado: “Después de estos largos debates [de noviembre de 2005] el Cardenal [Darío Castrillón Hoyos] dijo: “Compruebo que todo lo que exponen no les pone fuera de la Iglesia, por lo tanto están en la Iglesia”. Y siguió diciendo: “Le pido que escriba al Papa para pedirle que retire las excomuniones”. Desde entonces, permanecimos en este punto, ya que obviamente no vamos a pedir que se retire algo que no reconocemos. Siempre nos hemos negado a reconocer la validez de estas excomuniones, no podemos pues pedir que se retire algo que no existe”. (Sermón en el seminario de Flavigny, 2 de febrero de 2006. Fuente, DICI Nº 130). Visto que, cuando expuse a mis Superiores mis observaciones respecto al vínculo existente entre la “Declaración de una pena” y la “pena en si misma”, y por lo tanto que pedir “el retiro del Decreto de declaración de la excomunión” implica reconocer “la validez de la censura”, recibí las siguientes respuestas: “Usted confunde retirar un decreto de excomunión con levantar una excomunión (…) En todo documento oficial o de importancia tengo mucho cuidado de no mencionar o decir ‫״‬levantar la excomunión‫( ”״‬Carta de Mons. Bernard Fellay al padre Ceriani, 3 de agosto de 2004). “Usted puede comprobar que efectivamente el Padre Sommerville no leyó como lo hacen los sacerdotes de la Fraternidad ‫״‬el retiro del decreto de excomunión‫״‬, sino que habla de ‫״‬levantamiento de la excomunión‫״‬. No está informado simplemente de nuestra distinción y de la

insistencia que debemos tener en hacerla. Es necesario simplemente tomarlo como una manera corriente de hablar” (Carta de Mons. Bernard Fellay al padre Ceriani, el 26 de febrero de 2005). “Pienso y mantengo que se trata de una simple cuestión de imprecisión de lenguaje en el texto incriminado. ¡Nada más! No pienso que eso valga la pena para hacer un drama.” (Carta de Mons. Bernard Fellay al padre Ceriani, el 3 de junio de 2005). “Monseñor Fellay pidió oficialmente ‫״‬el retiro del decreto de excomunión‫״‬. No pidió el levantamiento o el retiro de la excomunión en si misma, que no reconocemos; pide precisamente el levantamiento del decreto, es bien diferente. ¿Pero entiende usted la diferencia? ¿Quiere reflexionar sobre esto? ” (Carta de Mons. Tissier de Mallerais al padre Ceriani, el 31 de agosto de 2004). “No comparto sus inquietudes en lo referente a los debates con Roma. Le dije en la última carta que es su carácter inquieto quien le juega malas pasadas, ya que objetivamente no hay materia para inquietud. En efecto, Monseñor Fellay mantiene bien firmemente los dos preliminares que ha planteado al cardenal Castrillón Hoyos hace cuatro años, a saber el reconocimiento del derecho imprescriptible de la misa tradicional y el levantamiento —no de las censuras sino— del decreto de excomunión de los obispos. Le expliqué que no es la misma cosa. El protocolo de 1988 preveía el levantamiento de las irregularidades y de la suspensión, Mons. Fellay pide el levantamiento del decreto: no reconoce, pues, la validez de las censuras.” (Carta de Mons. Tissier de Mallerais al padre Ceriani, el 18 de septiembre de 2004). Visto que el Padre de Cacqueray, Superior del Distrito de Francia, en su editorial de La Porte Latine, del 1º de enero de 2009, “De un Preliminar al Otro”, expresó: “En cuanto a las consagraciones del 30 de junio de 1988, se encontraron, ipso facto, sancionadas por la excomunión prevista en el nuevo Código de derecho canónico. Ahora bien la Fraternidad se niega con todo a pedir ‫״‬un levantamiento de las sanciones‫״‬. Pretende obtener ‫״‬el retiro del decreto de las excomuniones‫ ;״‬y no escapa a nadie que los términos que empleó para traducir su pedido han sido elegidos intencionalmente (…) Si se tratase realmente del retiro del decreto —y no de un levantamiento de las excomuniones— sería entonces el principio de la reparación de la injusticia inaudita conocida, y podríamos alegrarnos (…) Si, en cambio, se tratase de un ‫״‬levantamiento de las excomuniones‫״‬, las cosas serían de muy otra manera. No correspondería a nuestro segundo preliminar y no lavaría de ninguna manera a nuestros obispos de los malos pleitos que se les hizo. Dejando creer que las penas pronunciadas no eran nulas y que incluso se merecían, ¿no resultaría, en cierto sentido al menos, un nuevo mal más profundo? Roma entonces habría retirado, con una apariencia compasiva, sanciones que se encontrarían, por el mismo acto, confirmadas como válidas, e incluso impuestas legítimamente.” Yo, padre Juan Carlos Ceriani, APELO al Fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Monseñor Marcel Lefebvre, y a las autoridades de dicha Fraternidad, quienes declararon en el momento de las consagraciones episcopales: “Estando ocupados por anticristos la Cátedra de Pedro y los puestos de autoridad de Roma, continúa rápidamente la destrucción del Reino de Nuestro Señor al interior mismo de su Cuerpo Místico en la tierra (…) Es lo que nos valió la persecución de la Roma anticristo (…) Me veo obligado por la Providencia divina a transmitir la gracia del episcopado católico que recibí, para que la Iglesia y el sacerdocio católico sigan subsistiendo para la gloria de Dios y la salvación de las almas (…) Es por esto, convencido de cumplir la santa voluntad de Nuestro Señor, que les

pido por la presente carta acepten recibir la gracia del episcopado católico…” (Carta de monseñor Lefebvre a los futuros obispos. Fideliter Numéro hors série, Juin 1988, page 61). “Dado que después del Concilio Vaticano II hasta hoy día, las autoridades de la Iglesia Romana están animadas de un espíritu modernista, obrando contra la Santa Tradición (…) estimamos que todas las penas y censuras aplicadas por estas autoridades no tienen ningún peso” (Mandato leído en la ceremonia de consagración episcopal. Fideliter N° 65. Septembre-Octobre 1988, page 11). “Eminencia, reunidos en torno a su Superior general, los Superiores de los distritos, seminarios y casas autónomas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, piensan conveniente expresarle respetuosamente las reflexiones siguientes. Usted creyó deber suyo, por su carta del 1º de julio último, hacer saber su excomunión latae sententiae a Su Excelencia Monseñor Marcel Lefebvre, a Su Excelencia Monseñor Antonio de Castro Mayer y a los cuatro obispos que ellos consagraron el 30 de junio último en Ecône. Quiera usted mismo juzgar sobre el valor de tal declaración que viene de una autoridad que, en su ejercicio, rompe con la de todos sus antecesores hasta el papa Pío XII, en el culto, enseñanzas y el Gobierno de la Iglesia. En cuanto a nosotros, estamos en plena comunión con todos los Papas y todos los Obispos que han precedido el Concilio Vaticano II, celebrando exactamente la Misa que ellos codificaron y celebraron, enseñando al Catecismo que ellos compusieron, oponiéndonos contra los errores que ellos condenaron muchas veces en sus encíclicas y cartas pastorales. Quiera usted entonces juzgar de qué lado se encuentra la ruptura. Estamos extremadamente apenados por la ceguera de espíritu y el endurecimiento de corazón de las autoridades romanas. En cambio, nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable. No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles. Creemos en un solo Dios, Nuestro Señor Jesucristo, con el Padre y el Espíritu Santo, y seremos siempre fieles a su única Esposa, la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. El ser asociados públicamente a la sanción que fulmina a los seis obispos católicos, defensores de la fe en su integridad y en su totalidad, sería para nosotros una distinción de honor y un signo de ortodoxia delante de los fieles. Estos, en efecto, tienen absoluto derecho de saber que los sacerdotes a los cuales se dirigen no están en comunión con una iglesia falsificada, evolutiva, pentecostal y sincretista (…).” (Carta abierta a su Eminencia el cardenal Gantin, Prefecto de la Congregación de los Obispos. Ecône, 6 de julio de 1988. Fideliter N° 64. Juillet-Août 1988, pages 11-12). Siguen las firmas del Superior General, de todos los Superiores de Distritos, de Seminarios, de Casas Autónomas de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X: padres Schmidberger, Paul Aulagnier, Franz-Josep Maessen, Edward Black, Anthony Esposito, François Laisney, Jacques Emily, JeanMichel Faure, Gérard Hogan, Alain Lorans, Jean-Paul André, Paul Natterer, Andrés Morello, William Welsh, Michel Simoulin, Patrice Laroche, Philippe François, Roland de Mérode, Georg Pfluger, Guillaume Devillers, Philippe Pazat, Daniel Costura, Patrick Groche, Franck Peek. (Los padres cuyos nombres están señalados por una barra no pertenecen más a la Fraternidad). Dejo constancia de que hago mías todas las declaraciones de Monseñor Lefebvre y de las autoridades de la Fraternidad en el momento de las consagraciones episcopales, y que las suscribo.

Invito a las autoridades de la Fraternidad actualmente en vigencia a que las hagan suyas y las suscriban públicamente. Contesto y tengo por nulos y sin valor, tanto de derecho como de hecho, las pretendidas excomuniones, el decreto que procura declararlas y el decreto que intenta levantarlas, dejando creer que no eran nulas. Y suplico a los cuatro Obispos de la Fraternidad que reconsideren delante de Dios la situación actual y, a ejemplo de Monseñor Lefebvre, vuelvan sobre sus pasos. En circunstancias tan ambiguas, los sacerdotes y los fieles necesitan ser confirmados en el buen combate por la Roma Eterna contra la Iglesia conciliar. Nota: En la noche del 5 al 6 de mayo de 1988, Monseñor Marcel Lefebvre volvió sobre sus pasos y no siguió adelante con el Protocolo que había firmado en la víspera: “¡Si usted supiera la noche que pasé el día de mi firma sobre los famosos acuerdos! ¡Oh! como me tardaba que llegase la mañana para poder remitir la carta de revocación que había preparado durante la noche”.

ANEXO II Se insiste en la distinción entre excomunión y decreto de declaración de la excomunión. Parecería que no hay problema alguno si se pide “el retiro del decreto de declaración de las excomuniones”, y no “el levantamiento de las excomuniones”. Ahora bien, ¿cuál es la noción de la declaración de la pena? El canon 2223, § 4 dice: “declarar una pena latae sententiae se deja generalmente a la prudencia del superior; pero una sentencia declaratoria se impone sea a pedido del interesado, sea si el bien común lo exige”. Naz explica que “para producir todos sus efectos, las penas latae sententiae necesitan a menudo una sentencia declaratoria” (Tratado, L. V, Título IV, 958, 3). Además, la declaración obliga al culpable a observar siempre su pena, incluso en el fuero externo (canon 2332). La declaración tiene dos formas: de sentencia judicial o de precepto particular, y la diferencia es muy importante. En efecto, “se hace tal declaración en forma de sentencia judicial o, incluso, si el delito es absolutamente cierto, de precepto particular” (Naz, L. V, Título V, 969). Ahora bien, en nuestro caso, la declaración se hizo en forma de precepto particular, y no en forma de sentencia judicial. Por lo tanto, si aceptamos la Declaración, reconocemos que ¡el delito es absolutamente cierto! En su Diccionario, Naz precisa: “el juicio declaratorio tiene simplemente por objeto poner en conocimiento del interesado o de terceros una consecuencia que resulta automáticamente de la

autoridad de la ley. Por ello una sentencia declaratoria, sententia declaratoria, debe a veces dictarse en el caso de una pena latae sententiae. Se incurre en la pena en cuanto se comete la infracción de la ley. La sentencia del juez no tiene por objeto infligirla al culpable. Su objetivo es solamente establecer con certeza que el delito castigado se cometió, y de poner en conocimiento de terceros que se incurrió en tal penalización (…) El juicio declaratorio tiene finalmente por resultado obligar al culpable a someterse a la pena (…) La vía del precepto se impone cuando, el delito siendo cierto, no hay razones para establecer la materialidad por prueba judicial” (Naz, Diccionario de Derecho Canónico: DECLARACIÓN, página 1059). En consecuencia, aceptar la validez del decreto de excomunión equivale a aceptar haber violado la ley e, incluso, haber incurrido en la pena de la excomunión, que el decreto simplemente declara. Considero que queda bien claro que no se puede acepar la validez del decreto de declaración de la excomunión. La distinción que se quiere establecer entre la pena de excomunión (nula) y el decreto de excomunión o declaración de la misma (válido y a retirar) no tiene fundamento en el Derecho Canónico, no agrega nada, salvo mayor confusión. Por lo tanto, lo que corresponde es exigir a la “Roma neoprotestante y neomodernista” que reconozca que los dos Obispos consagrantes y los cuatro Obispos consagrados:  no incurrieron en ningún delito;  no incurrieron en ninguna pena;  y, por lo mismo, que se reconozca y declare la nulidad de la excomunión y la inconsistencia de la pretendida declaración de la misma. Pero, precisamente, el problema está en que no se quiere “exigir a Roma”, y en que ya no se trata más de la “Roma neoprotestante y neomodernista”… Y todo esto porque se quiere “dialogar con Roma”…

ANEXO III A) El Artículo 1 del Motu proprio y sus consecuencias El Rito Romano de la Santa Misa nunca había perdido su derecho, a pesar de la promulgación del Novus Ordo en 1969. Pero, con el Motu Proprio del 7 de julio de 2007 perdió, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial. La Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, humilló el Rito Romano de la Santa Misa, relegándolo a la condición de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único rito romano. La Fraternidad ha declarado:

“La Misa de San Pío V jamás ha sido abrogada” Pero esta proposición no corresponde a la realidad, ni explícita ni implícitamente. En efecto, el Motu proprio afirma: “El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la "Lex orandi" de la Iglesia católica de rito latino. El Misal Romano promulgado por San Pío V y reeditado por el bienaventurado Juan XXIII debe considerarse como la expresión extraordinaria de la misma "Lex orandi" y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo.” Por lo tanto, el Misal romano promulgado por S. Pío V ya no es la expresión ordinaria; y, de manera implícita, debe ser considerado derogado como expresión ordinaria de la Liturgia de la Iglesia. Para comprender esta conclusión es importante saber que la versión latina del Motu proprio permite una doble lectura (o…o…, una u otra): a) Está pues permitido celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición modelo del Misal romano promulgada por el B. Juan XXIII en 1962 y nunca abrogada como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia. (Proinde licet celebrare Sacrificium Missae iuxta editionem typicam Missalis Romani a B. Ioanne XXIII anno 1962 promulgatam et nunquam abrogatam uti formam extraordinariam Liturgiae Ecclesiae.) En este caso el adverbio “uti” modifica “abrogatam”. Y esto es una confirmación de la conclusión anterior: el Misal romano promulgado por San Pío V debe darse como abrogado en cuanto forma ordinaria de la Liturgia de la Iglesia. b) Está pues permitido celebrar, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia, el Sacrificio de la Misa según la edición modelo del Misal romano promulgada por el B. Juan XXIII en 1962 y nunca abrogada. (Proinde Sacrificium Missae licet celebrare, uti formam extraordinariam Liturgiae Ecclesiae, iuxta editionem typicam Missalis Romani a B. Ioanne XXIII anno 1962 promulgatam et nunquam abrogatam.) En este caso el adverbio “uti” modifica “celebrare”. Pero, ¿por qué “se permite pues” (proinde) celebrarla como forma extraordinaria y no como forma ordinaria? Se conoce la respuesta…: porque, en cuanto forma ordinaria, ha sido abrogada… Por lo tanto, para ajustarse a la realidad, es necesario decir:

La Misa Tradicional no se abrogó nunca como forma extraordinaria. La Misa Tradicional se abrogó como forma ordinaria. Está permitido celebrar la Misa Tradicional como forma extraordinaria. Está prohibido celebrar la Misa Tradicional como forma ordinaria. Aquí declaro que fue solamente con el tiempo que pude comprobar que los Superiores de la Fraternidad conocían desde octubre de 2006 esta distinción impía entre forma ordinaria y forma extraordinaria de un mismo rito, es decir, ¡por lo menos 9 meses antes de la publicación del Motu proprio!... Y, sin embargo, hicieron rezar a los feligreses pidiendo la “liberación de la Misa”… Es el día de hoy que no existe ningún documento oficial de la Fraternidad que condene este concubinato litúrgico… B) Ahora bien, según el Derecho, ¿la Misa Tradicional es la Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia?: a) Hasta 1969 = Sí. Por la Bula Quo primum tempore la Misa tradicional es la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. b) Desde 1969 hasta el 7 de julio de 2007: 1) En la realidad y la verdad del Derecho = Sí. Legal y legítimamente, la Misa Tradicional siempre ha seguido siendo obligatoria (y en consecuencia autorizada) como la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia, puesto que no se derogó nunca la Bula Quo primun tempore que la hacía obligatoria y la autorizaba a perpetuidad. El Misal de Pablo VI, que se podría pensar que integra o suprime todo lo que le precedió, deja planear incertidumbres sobre lo que se prescribe, se autoriza o se prohíbe en referencia tanto a la antigua como a la nueva Misa. Además, no se abroga el privilegio perpetuo concedido por San Pío V para decir la Misa según el rito promulgado por él. 2) Según los indultos de 1984 y 1988 = Las medidas tomadas en 1984 y 1988 contribuyen, de hecho, no al mantenimiento de esta Misa, sino a su ahogo por asfixia debido a las condiciones que exigen. 3) Según el Motu Proprio y la Carta a los Obispos de julio de 2007 = No. “El Misal romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de “lex orandi” de la Iglesia Católica de rito latino, y el Misal romano promulgado por S. Pío V y reeditado por el B.

Juan XXIII debe ser considerado como la expresión extraordinaria de la misma “lex orandi” de la Iglesia y debe ser honrado debido a su uso digno y antiguo.” “Es necesario decir ante todo que el Misal publicado por Pablo VI y reeditado a continuación en dos ocasiones por Juan-Pablo II, es y permanece obviamente la Forma normal - la Forma ordinaria - de la liturgia Eucarística.” “Obviamente, para vivir la plena comunión, los sacerdotes de las comunidades que adhieren al uso antiguo no pueden tampoco, por principio, excluir la celebración según los nuevos libros. La exclusión total del nuevo rito no sería coherente con el reconocimiento de su valor y su santidad.” Por lo tanto, el estado de Derecho de la Misa Tradicional, como Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia, es el siguiente: 1) Hasta 1969, por la Bula Quo primum tempore, la Misa tradicional era la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. 2) Desde 1969 hasta el 7 de julio de 2007, en la realidad y en la verdad del Derecho, la Misa tradicional era la única Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. 3) Según el Motu Proprio y la Carta a los Obispos de julio de 2007, la Misa tradicional ya no es la Misa oficial y ordinaria del Rito Latino Romano de la Iglesia. Es la forma extraordinaria… He aquí la triste realidad ante la cual los Superiores de la Fraternidad adoptan simultáneamente cuatro actitudes:  Intentan ocultarla.  No la denuncian ni la condenan.  Persiguen las inteligencias que la ven y la denuncian.  Rechazando reconocer que se trata de una monstruosidad, atribuyen el mérito a la intersección de la Santísima Madre de Dios…

ANEXO IV CON RESPECTO AL SEGUNDO PRELIMINAR (carta al Padre de Cacqueray) Usted escribe: “La Fraternidad se niega con todo a pedir ‫״‬un levantamiento de las sanciones‫״‬. Pretende obtener ‫״‬el retiro del decreto de las excomuniones‫ ;״‬y no escapa a nadie que los términos que empleó para traducir su pedido han sido elegidos intencionalmente. Ella quiere que

sea bien manifestada su convicción de la nulidad de las sanciones y, si Roma se decide a obrar, que lo haga dejando al menos la puerta abierta a esta hipótesis canónica”. Durante nuestra conversación, creo al menos haber sembrado una duda en su espíritu sobre este punto. En efecto, afirmo, apoyándome en el Derecho Canónico y en sus intérpretes, que aceptar la validez del decreto de excomunión implica aceptar haber violado la ley, y, por allí mismo, de incurrir en la pena de la excomunión que el decreto declara simplemente. Usted escribe: “Si, en cambio, se tratase de un ‫״‬levantamiento de las excomuniones‫״‬, las cosas serían de muy otra manera. No correspondería a nuestro segundo preliminar y no lavaría de ninguna manera a nuestros obispos de los malos pleitos que se les hizo. Dejando creer que las penas pronunciadas no eran nulas y que incluso se merecían, ¿no resultaría, en cierto sentido al menos, un nuevo mal más profundo? Roma entonces habría retirado, con una apariencia compasiva, sanciones que se encontrarían, por el mismo acto, confirmadas como válidas, e incluso impuestas legítimamente.” Es sorprendente, puesto que es precisamente lo que se puede encontrar un poco por todas partes en las publicaciones de la Fraternidad, en el sitio oficial la Puerta Latina y en lo que Mons. Fellay sugirió oficialmente: “Hablé entonces del acuerdo de Brest-Litovsk, como posible modelo de una solución. BrestLitovsk es el acuerdo que hizo reintegrar a los Ucranianos en la Iglesia Católica a principios del siglo XVII. Los Ucranianos dijeron: “De acuerdo, estamos listos para volver a Roma si pueden tomarnos tal como somos, con nuestra propia liturgia, nuestra lengua, nuestro propio calendario, nuestra propia disciplina, etc. ” Y se les concedió eso. Esta es la razón por la que había hecho mención de Brest-Litovsk.” (Conferencia. Kansas City, el 5 de marzo de 2002. Nouvelles de Chrétienté N° 75, mayo-junio de 2002). “Lo que se hizo por los ortodoxos podría a fortiori aplicarse a nosotros. Roma levantó la excomunión que les afectaba sin que de ningún modo hayan cambiado su actitud hacia el Vaticano. ¿No se podría tomar la misma medida respecto de nosotros, quienes no nos separamos nunca de Roma y siempre reconocimos la autoridad del Soberano Pontífice, tal como la definió el concilio Vaticano I? ” (Nouvelles de Chrétienté Nº 87, mayo-junio de 2004). “No vemos cómo podríamos llegar a un reconocimiento sin pasar por una serie de etapas. Entre estas etapas, la primera nos parece ser el retiro del decreto de excomunión. La excomunión que afectaba los ortodoxos pudo levantarse sin que éstos de ningún modo hayan cambiado su actitud hacia la Santa Sede; no sería posible hacer una cosa similar respecto de nosotros, quienes nunca nos separamos y siempre hemos reconocido la autoridad del Soberano Pontífice, tal como la definió el concilio Vaticano I” (Carta al cardenal Castrillón Hoyos, 6 de junio de 2004). De un preliminar al otro: Usted escribe: “Si se atrevió a conceder el primero, dará también el segundo de los dos preliminares (…) En cualquier caso, querríamos invitar a cada uno a reflexionar bien sobre la luz que proporciona la obtención del primer preliminar. La Fraternidad lo pidió y lo obtuvo”. Para usted, por lo tanto, es un hecho realizado. Sólo queda por esperar la obtención del segundo preliminar.

Por mi parte, me pregunto: si la “obtención” del primer preliminar se hizo en tales circunstancias… ¿qué podemos esperar del segundo?... ¿otro Protocolo? Y me digo: hay abogados muy hábiles que hacen una muy buena defensa de una mala causa. Para nosotros, no hay razón para hacer una mala defensa de una buena causa…

ANEXO V Dos puntos atrajeron particularmente mi atención: — Por una parte: ¿de qué Roma se trata? Conviene aquí hacer una distinción entre la Roma Eterna y la Roma anticristo modernista. La Roma anticristo y modernista no pierde la oportunidad de humillar a la Roma Eterna. En efecto, del seno de la Iglesia conciliar y hasta los más altos niveles, numerosas voces se han elevado para que la Iglesia haga “un honesto examen de conciencia”, “una autocrítica sin maquillaje”, y para que ella “pida públicamente perdón por sus faltas del pasado”. Se conocen, como mínimo, noventa y cuatro textos de Juan Pablo II en los cuales ha reconocido “culpas históricas de la Iglesia” o ha pedido perdón. En veinticinco de ellos, Juan Pablo II utiliza la expresión “yo pido perdón” o un equivalente, golpeándose siempre en pecho ajeno… Respecto a las consagraciones de 1988, precisamente porque se trata de salvaguardar el honor de la Roma Eterna, el Superior General debe exigir a la Roma anticristo y modernista que reconozca su falsedad y que restituya la reputación de la “operación supervivencia”. Si la expresión “Roma nunca se retracta” significa que la Roma anticristo y modernista puede decir o decidir cualquier cosa y que la Fraternidad debe aceptarlo, hay que temer que un día la Roma anticristo y modernista declare que la Fraternidad aceptó la “laicidad positiva y abierta”, y en ese caso, el Superior General se verá obligado a estar de acuerdo para no contradecir a Roma… — Por otra parte, incluso si se trata de la Roma Eterna, tenemos, en la historia de la Iglesia, ejemplos que contradicen la afirmación del Superior General: Juan XXII, Pascual II, Pío VII… Carta de Pío VII a Napoleón, 24 de marzo de 1813: “Por doloroso que resulte a nuestro corazón la confesion que vamos a hacer a su majestad, por más que esta confesión pueda causarle algún dolor a ella misma, el temor de los juicios de Dios, del que nuestra gran edad y el deterioro de nuestra salud nos acercan todos los días aún más, debe volvernos superior a toda consideración humana, y hacernos despreciar las terribles angustias que nos invaden en este momento. Obligados por nuestros deberes, con esta sinceridad, esta franqueza que conviene a nuestra dignidad y a nuestro carácter, declaramos a su majestad que, desde el veinticinco de enero, día en que firmamos los artículos que debían servir de base al Tratado definitivo del que se hace allí mención, los mayores remordimientos y el más vivo arrepentimiento no dejó de rasgar nuestra alma, que no puede encontrar más ni paz ni descanso. Reconocimos inmediatamente, y la continua y profunda meditación nos hace sentir cada día aún

más el error en el cual nos dejamos implicar, o por la esperanza de terminar los desacuerdos ocurridos en los asuntos de la Iglesia, o también por el deseo de complacer a su majestad. Un único pensamiento moderaba un poco nuestra aflicción: era la esperanza de remediar, por el acto del compromiso definitivo, el mal que acabábamos de hacer a la Iglesia suscribiendo estos artículos. ¡Pero cuál no fue nuestro profundo dolor, cuando, con gran sorpresa y a pesar de lo que habíamos convenido con su majestad, vimos publicar, bajo el título de concordato, estos mismos artículos que no era más que la base de un acuerdo futuro! Gimiendo amargamente y del fondo de nuestro corazón por la ocasión de escándalo otorgada a la Iglesia por la publicación de dichos artículos; plenamente convencidos de la necesidad de repararlo, si pudimos abstenernos por el momento de manifestar nuestros sentimientos y hacer oír nuestras reclamaciones, fue solamente por prudencia, para evitar toda precipitación en un asunto tan capital. Sabiendo que, dentro de pocos días, tendríamos la consolación de ver el sagrado órgano colegiado, nuestro consejo natural, reunido ante nosotros, quisimos esperarlo para ayudarnos de sus luces, y tomar a continuación una determinación, no sobre lo que nos reconocíamos obligados hacer en reparación de lo que habíamos hecho, ya que Dios nos es testigo de la resolución que habíamos tomado a partir del primer momento, pero por sí sobre la elección del mejor método que debía adoptarse para la ejecución de esta misma resolución. No creímos poder encontrar la más conciliable con el respeto que debemos a su majestad, que el de dirigirnos a su majestad ella misma y escribirle esta carta. Es en presencia de Dios, al cual nos veremos obligados pronto a dar cuenta del uso de la potestad a nosotros confiada, como vicario de Jesucristo para el Gobierno de la Iglesia, que declaramos, con toda la sinceridad apostólica, que nuestra conciencia se opone invenciblemente a la ejecución de los distintos artículos contenidos en el escrito del veinticinco de enero. Reconocemos con dolor y confusión que no sería para construir, sino para destruir que haríamos uso de nuestra autoridad, si tuviésemos la desdicha de realizar lo que prometimos imprudentemente, no por ninguna mala intención, como Dios es testigo, sino por pura debilidad y como ceniza y polvo. Dirigimos a su majestad, con relación a este escrito firmado de nuestra mano, las mismas palabras que nuestro antecesor Pascual II dirigió, en un breve a Enrique V, en favor quien había hecho también una concesión que excitaba con mucha razón los remordimientos de su conciencia; le diremos con él: Nuestra conciencia, reconociendo malo nuestro escrito, lo confesamos malo, y, con la ayuda del Señor, deseamos que sea roto completamente, para que no resulte ningún daño para la Iglesia, ni ningún perjuicio para nuestra alma”.

ANEXO VI

1) Los dos preliminares no alcanzaron su objetivo. Se mostraron ineficaces. ¿Por qué se los pidió? “Vistas las contradicciones romanas, era necesario pedir a Roma un acto concreto por el cual pondría de manifiesto a todos que hace un gesto verdadero en favor de la tradición”. “Se nos había engañado tantas veces que necesitábamos algo que nos probase claramente que Roma quería de verdad la Tradición”.

“La necesidad de recuperar la confianza”. “Para nosotros, antes de lanzarnos, queremos la certeza de la voluntad de Roma de apoyar la Tradición, las muestras de una conversión”. Por lo tanto, era para recuperar la confianza en Roma. Ahora bien, si lo que afirma la Roma anticristo y modernista es contrario a la verdad, con mayor razón si es una adulteración fraudulenta de la verdad de los dos prerrequisitos…, es imposible discutir con aquél que, no solamente niega los principios, sino que además corrompe la verdad de una manera deshonesta…

2) No se recibió lo que se pidió. a) ¿Qué se pidió? “Dar a los sacerdotes del mundo entero la posibilidad de celebrar la misa tridentina declarando que esta misa no se abrogó nunca y que es legítima”. “Que se retire el decreto de excomunión”. b) ¿Qué se ha obtenido? “El Misal romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la “Lex orandi” de la Iglesia Católica de rito latino. El Misal romano promulgado por S. Pío V y publicado por el B. Juan XXIII debe ser considerado como la expresión extraordinaria de la misma “Lex orandi” de la Iglesia. Estas dos expresiones de la “Lex orandi” de la Iglesia no inducen a ninguna división de la “lex credendi” de la Iglesia; son en efecto dos aplicaciones del único rito romano. Está pues permitido celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición modelo del Misal romano promulgada por el B. Juan XXIII en 1962 y nunca abrogada, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia”. “Por la carta del 15 de diciembre de 2008 dirigida a Su Eminencia, el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, el Presidente de la Comisión Pontifical Eclesia Dei, Mgr Bernard Fellay, en su nombre así como en nombre de los tres Obispos restantes consagrados el 30 de junio de 1988, solicitaba de nuevo el levantamiento de la excomunión latae sententiae formalmente declarada por Decreto del Prefecto de esta misma Congregación para los Obispos con fecha del 1 de julio de 1988 (…) Según las facultades que me han sido concedidas expresamente por el Santo Padre Benito XVI, en virtud del presente Decreto, remito a los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta la censura de excomunión latae sententiae declarada por esta Congregación el 1 de julio de 1988, así como declaro privado de efectos jurídicos, a partir de la fecha de hoy, el Decreto publicado en esta época”.

3) Lo que se dice haber obtenido no corresponde a la realidad. ¿Qué se dice haber obtenido?

“La Misa de San Pío V nunca fue abrogada; está pues permitido celebrar el Sacrificio de la Misa según el Misal Tradicional”. “Como lo anuncio en el comunicado adjunto, “la excomunión de los obispos consagrados por S. Exc. Mons. Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988, que había sido declarada por la Congregación para los Obispos por un decreto del 1 de julio de 1988 y que siempre impugnamos, fue retirada por otro decreto de la misma Congregación con fecha del 21 de enero de 2009, por mandato del papa Benito XVI ". Era la intención de oración que les había confiado en Lourdes, el día de la fiesta del Cristo Rey 2008”.

4) La publicación de los dos documentos romanos tuvo por consecuencia un mal aún mayor. En efecto, los actos legislativos romanos humillaron la Obra de la Tradición: A) Respecto de la Santa Misa. El Rito romano de la Santa Misa nunca había perdido su derecho. Pero, con el Motu Proprio del 7 de julio de 2007 perdió, de jure, su condición de única forma ordinaria y oficial. La Roma anticristo y modernista, por medio del Motu proprio, humilló el Rito Romano de la Santa Misa, relegándolo a la condición de “forma extraordinaria” y uniéndolo al “rito bastardo”, que sería la “forma ordinaria” del único rito romano. Por lo tanto, el Misal romano promulgado por S. Pío V ya no es la expresión ordinaria; y, de manera implícita, debe ser considerado abrogado como expresión ordinaria de la Liturgia de la Iglesia. B) Respecto de la “Operación Supervivencia”. (Monseñor Lefebvre, homilía del 30 de junio de 1988: “Pienso que es mi deber dar los medios para hacer lo que llamaré esta “operación supervivencia” de la tradición. Hoy es el día de la operación supervivencia, y si hubiera proseguido con Roma, al seguir los acuerdos que firmamos y prosiguiendo la puesta en la práctica de estos acuerdos, hubiese hecho “la operación suicidio”).

Desde las consagraciones del 30 de junio de 1988, día de la “Operación Supervivencia” de la Tradición, la Roma anticristo y modernista jamás había obtenido de parte de la FSSPX una “confesión” que reconociese la validez de la excomunión. Pero, gracias al Decreto del 21 de enero de 2009 se reconoce la validez de la pena y, por lo tanto, la realidad de delito y la ausencia del “estado de necesidad” que justificó las consagraciones. La Roma anticristo y modernista, por el Decreto, humilló la “Operación Supervivencia” de las consagraciones episcopales, presentándola no sólo como ilícita, sino también como digna de castigo y censurable. Se afirma que la FSSPX, lejos de confesar o reconocer la validez de la excomunión, la ha negado, antes y después del Decreto.

Antes, sí; ¡después, no!… Los comunicados oficiales y las entrevistas concedidas a los medios de información (incluso publicadas en sitios oficiales de la Fraternidad), dicen lo contrario. Por lo tanto estos dos preliminares no constituyen un medio de recuperar la confianza de Roma, y se transformaron en un arma de ataque de la Roma anticristo y modernista en materia de debate doctrinal. Reitero que la reunión de todos esos puntos constituye una utilización indebida de la mediación de la Santísima Virgen María y un ultraje a la Madre de Dios. Además, arrojarse voluntariamente en esta “operación suicida” implica tentar a Dios, que ya salvó la Obra de Tradición en 1988… “Tú no tentarás al Señor, tu Dios”…

ANEXO VII (resumido) RESPECTO AL

SEGUNDO PRELIMINAR

Monseñor Fellay dijo el lunes 16 de febrero en Flavigny: “Estoy harto de discutir sobre las palabras”. Hago constar que la confusión no fue creada ni por Roma, ni por los sacerdotes de la Fraternidad, ni por los fieles, sino por el Superior General y los Superiores de Distritos. I) Roma siempre ha utilizado el mismo lenguaje, erróneo, pero claro y preciso: Carta del cardenal Castrillón Hoyos, 7 de mayo de 2001: “Las dos condiciones que presenta para el retorno se consideraron atentamente: el permiso otorgado a todos los sacerdotes de poder celebrar libremente la misa de San Pío V y el levantamiento de la excomunión que pesa sobre ustedes. La Iglesia, como Madre, querría favorecer su vuelta a la plena comunión y, con este fin, el Vaticano tomó la iniciativa de este nuevo proceso. Como se lo dije varias veces, de viva voz y por escrito, el Papa tiene los brazos abiertos para acogerles”. Sermón de Mgr Fellay en Flavigny, 2 de febrero de 2006: “Después de estos largos debates el Cardenal dijo: ‫״‬Constato que todo lo que expone no les pone fuera de la Iglesia, por lo tanto están en la Iglesia‫״‬. Y siguió diciendo: ‫״‬Les pido escribir al Papa para pedirle que retire las excomuniones‫”״‬. Otro texto de Monseñor Fellay: “El 15 de noviembre, me entrevisto con el cardenal Castrillon en sus apartamentos. Lo acompañaban dos secretarios. El Padre Nély se me unió. El debate duró alrededor de dos horas y media y fue seguido de una comida, como es su práctica, alrededor de la misma duración (…) A raíz de este largo debate, el cardenal declaró: ‫״‬Todos estos puntos que describen no hacen que estén fuera de la Iglesia, por lo tanto están bien en la Iglesia. Lo invito a que escriba una carta al Soberano Pontífice en la cual pida el levantamiento de las excomuniones. No es necesario de manifestar un sentimiento de culpabilidad, pero un acto de humildad sería bienvenido‫”״‬.

Decreto del 21 de enero de 2009: “Por medio de la carta del 15 de diciembre de 2008 enviada a Su Eminencia el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, Mons. Bernard Fellay, en su nombre y en el de los otros Obispos consagrados el 30 de junio de 1988, volvía a solicitar el levantamiento de la excomunión latae sententiae formalmente declarada por Decreto del Prefecto de esta misma Sagrada Congregación para los Obispos con fecha del 1º de julio de 1988 (…) Conforme a las facultades que me han sido expresamente concedidas por el Santo Padre, Benedicto XVI, en virtud del presente Decreto, remito a los Obispos Bernard Fellay, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta la censura de excomunión latae sententiae declarada por esta Congregación el 1º de julio de 1988 y declaro privado de efectos jurídicos a partir del día de hoy el Decreto entonces publicado.” Nota de la Secretaría de Estado del 4 de febrero de 2009: “La gravísima pena de la excomunión latae sententiae, en la que dichos obispos habían incurrido el 30 de junio de 1988, declarada después formalmente el 1° de julio del mismo año, era una consecuencia de su ordenación ilegítima por parte de monseñor Marcel Lefebvre. El levantamiento de la excomunión ha liberado a los cuatro obispos de una pena canónica gravísima, pero no ha cambiado la situación jurídica de la Fraternidad San Pío X, que por el momento no goza de reconocimiento alguno en la Iglesia católica. Tampoco los cuatro obispos, aunque liberados de la excomunión, tienen una función canónica en la Iglesia y no ejercen lícitamente un ministerio en ella.” II) la Fraternidad, por el contrario, a lo largo de los últimos ocho años cayó en la equivocidad en los términos, que generó una gran confusión en el espíritu de los sacerdotes y de los fieles. Texto oficial de Monseñor Fellay: “Pero antes de entrar realmente en debate, pedimos al Vaticano dos preliminares: se trataba de dar a los sacerdotes del mundo entero la posibilidad de celebrar la misa tridentina, declarando que esta misa no se derogó nunca y que es legítima. Pedimos que se retire el decreto de excomunión”. Conferencia de Mons. Fellay, Kansas City, 5 de marzo de 2002: “El 13 de enero, organicé una reunión de los cuatro obispos de la Fraternidad. (…) Se nos había engañado tanto antes que necesitábamos algo que nos probase claramente que Roma quería de verdad la Tradición (…) En segundo lugar, habiéndose arreglado el Vaticano para marginalizarnos con esta excomunión que da miedo a la gente, pedíamos que retractara el decreto de excomunión”. Carta a los Amigos y Benefactores N° 62: “Pedíamos en consecuencia y en preliminar un gesto concreto por parte de las autoridades romanas: el reconocimiento de no derogación del rito tridentino y la anulación del decreto de excomunión. El cardenal Castrillón nos comunicó (…) en cuanto al levantamiento de la excomunión, se nos promete en el acuerdo” Carta de Mons. Fellay al cardenal Castrillón Hoyos, 6 de junio de 2004: “No vemos cómo podíamos llegar a un reconocimiento sin pasar por una serie de etapas. Entre estas etapas, la

primera nos parece ser el retiro del decreto de excomunión. La excomunión que afectaba a los ortodoxos pudo levantarse sin que éstos de ningún modo hayan cambiado su actitud hacia la Santa Sede; ¿no sería posible hacer una cosa similar respecto a nosotros, quienes nunca nos hemos separado y siempre hemos reconocido la autoridad del Soberano Pontífice, tal como la definió el concilio Vaticano I?”. Carta a los Amigos y Benefactores N° 66: “Recientemente pedimos oficialmente el retiro del decreto de excomunión como un primer paso concreto por parte de Roma. Eso cambiaría el clima y podríamos ver mejor cómo se desarrollan las cosas”. Conferencia de Mons. Fellay. Nouvelles de Chrétienté Nº 97, de enero-febrero de 2006: “Lo habíamos propuesto desde el principio, no sé si se acuerdan, desde el principio en 2000. Habíamos dicho a Roma: Antes de discutir, antes de ir más lejos, es necesario preliminares. Estos preliminares, habíamos dado dos: era la libertad de la misa, la libertad para todos los sacerdotes, ya lo tenemos nosotros, no es para nosotros. Y, puesto que se utiliza siempre esta excomunión como un espantajo para dar miedo a la gente, que se retire este espantajo” Sermón de Mons. Fellay en Flavigny 2 de febrero de 2006: “Después de estos largos debates el Cardenal dijo: ‫״‬Constato que todo lo que exponen no les pone fuera de la Iglesia, por lo tanto están en la Iglesia‫״‬. Y siguió diciendo: ‫״‬Le pido escribir al Papa para pedirle que retire las excomuniones‫״‬. Desde entonces, permanecimos allí, ya que obviamente no vamos a pedir que se retire algo que no reconocemos. Siempre nos hemos negado a reconocer la validez de estas excomuniones, no podemos pues pedir que se retire algo que no existe. Y antes incluso de realizar este acto, pedimos por supuesto el retiro del decreto de excomunión, su anulación; pero decir “anular” ya quiere decir que se reconoce algo. Lo habíamos pedido desde el principio; era uno de los preliminares que habíamos puesto. Y, por primera vez, Roma parece tomar este camino que les había propuesto en el año 2000”. Entrevista a Mons. Fellay. Nouvelles de Chrétienté Nº 102, de noviembre-diciembre de 2006: “Y por lo que se refiere a la excomunión, desde hace alrededor un año, Roma parece ya no ver obstáculos - según uno u otro comentario y según lo que se nos dice - Roma no tiene ya de verdad objeción para retirar esta excomunión”. Como ejemplos de confusión en los fieles, basta con considerar las intenciones inválidas que se publicaron como válidas en el sitio La Puerta Latina: “El levantamiento efectivo de las excomuniones” “Para este retiro de la excomunión” “Revenir sobre esta excomunión” “Que la excomunión que pesa sobre la Fraternidad San Pío X sea levantada” “El levantamiento de las sanciones” “Para la reunión en la comunión de todos estos hermanos que nos son tan cercanos” “Por el levantamiento de la excomunión de Monseñor Lefebvre” “Que levanten la excomunión” “Soy católico normal, y por eso ruego mucho por la reconciliación entre la Iglesia y la organización Pío X. Tal reconciliación sería un enriquecimiento enorme para la Iglesia Universal”. El Seminario de La Reja: “Rosarios ofrecidos por los Sacerdotes, Seminaristas, Hermanos, Hermanas, y fieles del Seminario Nuestra Señora Corredentora por la intención pedida por

Mons. Fellay en Lourdes: el retiro del decreto (¿de excomunión?) que pesa sobre Mons. Lefebvre, Mons. de Castro Mayer y los cuatro obispos de la Fraternidad”. El paréntesis es del original… ¡y original, por cierto!… El sitio oficial del Distrito de Sudamérica publicó: LA INTENCIÓN DE ESTA CAMPAÑA LANZADA POR MONSEÑOR FELLAY ES: “QUE POR LA INTERCESIÓN DE NUESTRA SEÑORA SEA DEROGADO EL DECRETO DE EXCOMUNIÓN DEL AÑO 1988”. ¿Conocerá el Superior del Distrito lo que significa “derogar”, es decir, abrogar en parte? La consecuencia de esta equivocidad en los términos y de esta confusión en los espíritus es la ambigüedad y la imprecisión en los comunicados oficiales y en los artículos aparecidos en la prensa: Carta a los fieles, 24 de enero de 2009: “Como lo anuncio en el comunicado adjunto, ‫״‬la excomunión de los obispos consagrados por S. Exc. Mgr Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988, que había sido declarada por la Congregación para los Obispos por un decreto del 1° de julio de 1988 y que siempre impugnamos, fue retirada por otro decreto de la misma Congregación con fecha del 21 de enero de 2009, por mandato del papa Benito XVI‫״‬. Era la intención de oración que les había confiado en Lourdes, el día de la fiesta de Cristo Rey 2008.” Entrevista a Mons. Fellay. El Tiempo, 26 de enero de 2009 (publicada en La Puerta Latina): “No temo nada. Puede haber una voz discordante aquí o allí. Pero el celo que los fieles pusieron para rezar los Rosarios para pedir el levantamiento de las excomuniones dice largo sobre nuestra unión; 1.700.000 Rosarios se dijeron en dos meses y medio”. Entrevista a Mons. Fellay. Mundo y Vida, 31 de enero de 2009 (publicado en La Puerta Latina): “Me esperaba este levantamiento de la excomunión desde 2005, desde la primera carta de solicitud de levantamiento de la excomunión que había dirigido a pedido de Roma misma. Porque queda claro que Roma no pedía esta carta para negarse a levantar la excomunión (…) Lo asigno en primer lugar a la Virgen. He aquí la señal manifiesta, con una respuesta casi inmediata. Acababa exactamente de decidir ir a Roma para llevar el resultado del ramillete de Rosarios que habíamos lanzado en Lourdes con esta intención explícita, cuando recibo una llamada de Roma que me invitaba a pasar”.

ANEXO VIII (resumido) RESPECTO A LA IDENTIFICACIÓN ENTRE

“IGLESIA OFICIAL” E “IGLESIA MODERNISTA” O “IGLESIA CONCILIAR” Monseñor Fellay dijo en Flavigny, el lunes 16 de febrero: “Algunos, para facilitar las cosas, hacen una identificación entre la Iglesia Oficial y la Iglesia Modernista. Pero es un error, porque hablamos de una realidad concreta”.

Yo me pregunto si esta “realidad concreta” es la “Iglesia visible” de Dom Gérard. Ahora bien: I) Roma siempre ha utilizado un lenguaje claro y preciso: Discurso de Pablo VI al Consistorio del 24 de mayo de 1976: “Por una parte, están los que, bajo pretexto de una mayor fidelidad a la Iglesia y al Magisterio, rechazan sistemáticamente las enseñanzas del propio Concilio, su aplicación y las reformas que derivan, su aplicación gradual aplicada por la sede apostólica y las conferencias episcopales, bajo nuestra autoridad, querida por Cristo (…) De hecho, estas personas se colocan fuera de la obediencia al sucesor de Pedro y de la comunión con él, y en consecuencia fuera de la Iglesia.” Carta de Mons. Benelli a Mgr Lefebvre, 25 de junio de 1976: “El santo Padre me encarga hoy mismo que confirme la medida que se le intimó en su nombre, de mandato speciali: usted debe abstenerse actualmente de conferir toda ordenación. No tome como pretexto el desasosiego de los seminaristas: es precisamente la ocasión para ellos de explicarles, así como a sus familias, que no puede ordenarlos para el servicio de la Iglesia contra la voluntad del Pastor supremo de la Iglesia. No hay nada de desesperante en su caso: si tienen buena voluntad y se preparan seriamente para un Ministerio sacerdotal en la fidelidad verdadera a la Iglesia conciliar, nos encargaremos de encontrar a continuación la mejor solución para ellos; pero que comiencen en primer lugar, ellos también, por este acto de obediencia a la Iglesia. ” Constitución Apostólica de Juan-Pablo II Sacræ Disciplinæ Leges, del 25 de enero de 1983: “Este instrumento que es el Código corresponde plenamente a la naturaleza de la Iglesia, especialmente como la describe el magisterio del Concilio Vaticano II en general, y en particular en su enseñanza eclesiológica. En un cierto sentido, hasta se podría ver en este Código un gran esfuerzo para traducir al lenguaje canónico esta doctrina de la eclesiología conciliar (…) Se desprende que lo que constituye la “novedad” esencial del Concilio Vaticano II, en la continuidad con la tradición legislativa de la Iglesia, sobre todo por lo que se refiere a la eclesiología, constituye también la “novedad” del nuevo Código.” II) Monseñor Marcel Lefebvre y las autoridades de la Fraternidad siempre han utilizado un lenguaje claro y preciso: Declaración del 21 de noviembre de 1974: “Nos adherimos de todo corazón, con toda nuestra alma a la Roma católica, guardiana de la fe católica y de las tradiciones necesarias para el mantenimiento de esta fe, a la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Nos negamos por el contrario, y siempre nos hemos negado, a seguir la Roma de tendencia neomodernista y neoprotestante que se manifestó claramente en el concilio Vaticano II y después del concilio en todas las reformas resultantes”. Carta a los Amigos y Benefactores N° 9, octubre de 1975: “El acontecimiento más importante es seguramente esa carta firmada por el Santo Padre que, bajo una nueva forma, reanuda los argumentos o más bien las afirmaciones de la carta de los cardenales. La recibí el 10 de julio último. Me pide un acto público de sumisión ‫״‬al concilio, a las reformas postconciliares y a las orientaciones que comprometen al propio Papa‫״‬. (…) El problema de Ecône es el de millares y millones de conciencias cristianas rasgadas, divididas, trastornadas desde hace diez años por este dilema martirizante: u obedecer a riesgo de perder la fe, o desobedecer y guardar su fe intacta; u obedecer y colaborar en la destrucción de la

Iglesia, o desobedecer y trabajar en la conservación y la continuación de la Iglesia; o aceptar la Iglesia reformada y liberal, o mantener la pertenencia a la Iglesia Católica. Es porque Ecône está en el centro de este problema crucial, que raramente se planteó a las conciencias católicas con esta amplitud y con esta gravedad, que se vuelven tanto las miradas hacia esta casa que eligió con determinación la opción de pertenencia a la Iglesia de siempre y rechaza la pertenencia a la Iglesia reformada y liberal. Y hete aquí que la Iglesia, por sus representantes oficiales, se pronuncia contra esta opción de Ecône, condenando así públicamente la formación tradicional del sacerdote, en nombre del Concilio Vaticano II, en nombre de las reformas postconciliares y en nombre de las orientaciones postconciliares que comprometen al Papa. ¿Cómo explicar esta oposición a la Tradición en nombre del Concilio y su aplicación? ¿Se puede razonablemente y se debe oponerse realmente a un Concilio y a sus reformas? ¿Se puede, por lo demás, y se debe oponerse a las órdenes de la jerarquía que obligan seguir el Concilio y todas las orientaciones postconciliares oficiales? (…) Se equivocan excesivamente, pues, los que hablan de una “mala interpretación” del Concilio, como si el Concilio en sí mismo fuera perfecto y no podría ser interpretado según las reformas y orientaciones. Las reformas y orientaciones oficiales postconciliares manifiestan con más evidencia que cualquier escrito la interpretación oficial y querida del Concilio. Ahora bien, aquí no tenemos que extendernos, los hechos hablan por sí mismos y son elocuentes, desgraciadamente, bien tristemente. ¿Qué permanece intacto de la Iglesia preconciliar? ¿Dónde no pasó la autodemolición?: Catequesis, Seminarios, Congregaciones religiosas, Liturgia de la Misa y de los sacramentos, Constitución de la Iglesia, Concepción del Sacerdocio…” Sermón de Mons. Lefebvre. 29 de junio de 1976: “He aquí lo que me dijeron los enviados oficiales del Vaticano. Nosotros no somos de esta religión. Pertenecemos a la religión católica, no somos de esta religión universal, como la llaman hoy. Ya no es la religión católica. No pertenecemos es esta religión liberal, modernista, que tiene su culto, sus sacerdotes, su fe, sus catecismos, su biblia, su biblia ecuménica. No los aceptamos”. Nota preliminar de Mons. Lefebvre. 12 de julio de 1976: “De este modo, parece imposible abordar el problema de fondo, que es el acuerdo de la Iglesia conciliar, como la llama Mons. Benelli en su última carta, y la Iglesia Católica. Que no se equivoquen, no se trata de un desacuerdo entre Mons. Lefebvre y el Papa Pablo VI. Se trata de la incompatibilidad radical entre la Iglesia Católica y la Iglesia conciliar, representando la misa de Pablo VI el símbolo y el programa de la Iglesia conciliar”. Reflexiones de Mons. Lefebvre sobre la suspensión a divinis. 29 de julio de 1976: “¡Qué de más claro! En adelante es a la Iglesia conciliar que es necesario obedecer y ser fiel, y no a la Iglesia Católica. Es todo nuestro problema precisamente. Somos “suspendidos a divinis” por la Iglesia conciliar y para la Iglesia conciliar, de la cual no queremos formar parte. Esta Iglesia conciliar es una Iglesia cismática, porque rompe con la Iglesia Católica de siempre. Tiene sus nuevos dogmas, su nuevo sacerdocio, sus nuevas instituciones, su nuevo culto, ya condenados por la Iglesia en muchos documentos oficiales y definitivos (...) Por eso los fundadores de la Iglesia conciliar hacen tanto hincapié en la obediencia a la Iglesia de hoy, haciendo abstracción de la Iglesia de ayer, como si ésta no existiese ya (…) Esta Iglesia conciliar es cismática porque tomó como base de su actualización los principios opuestos a los de la Iglesia Católica (…) La Iglesia que afirma semejantes errores es a la vez cismática y herética. Esta Iglesia conciliar no es, pues, católica. En la medida en que el papa, los obispos, sacerdotes o fieles adhieren a esta

nueva Iglesia, se separan de la Iglesia Católica. La Iglesia de hoy sólo es la verdadera Iglesia en la medida en que sigue y hace cuerpo con la Iglesia de ayer y de siempre. La norma de la fe católica es la Tradición (…) El pedido de Mons. Benelli es, pues, luminoso: sumisión a la Iglesia conciliar, a la Iglesia de Vaticano II, a la Iglesia cismática. Nosotros proseguimos en la Iglesia Católica”. Declaración de Mons. Lefebvre, el 4 de agosto de 1976: “Este concilio representa, tanto a los ojos de las autoridades romanas como a los nuestros, una nueva Iglesia, que llaman por otra parte la Iglesia conciliar (…) Entran en el cisma todos los que cooperan a la aplicación de esta convulsión, aceptan y adhieren a esta nueva Iglesia conciliar (como la designa Mons. Benelli en la carta que me envía en nombre del Papa, el 25 de junio último)”. Prólogo del libro Acuso al Concilio. Mons. Lefebvre, París, 27 de agosto de 1976: “Se piden y se imponen todas las reformas y orientaciones oficiales de Roma en nombre del Concilio. Ahora bien estas reformas y orientaciones son de tendencia francamente protestantes y liberales. Es a partir del Concilio que la Iglesia, o al menos los eclesiásticos ocupando los puestos clave, tomaron una orientación claramente opuesta a la Tradición, al Magisterio oficial de la Iglesia. Pretenden pasar por la Iglesia viva y maestros de la verdad, libres de imponer a los clérigos y a los fieles nuevos dogmas: el progreso, la evolución, el cambio, y una obediencia ciega e incondicional. Volvieron la espalda a la verdadera Iglesia de siempre, le han dado nuevas instituciones, un nuevo sacerdocio, un nuevo culto, una nueva enseñanza siempre en la búsqueda, y esto en nombre del Concilio. Es fácil pensar que cualquiera que se oponga al Concilio, su nuevo evangelio, será considerado como fuera de la comunión de la Iglesia. Se les puede preguntar ¿de qué Iglesia? Responderán de la Iglesia conciliar. (…) Este descubrimiento obliga a preguntarse: ¿cuál ha sido en toda esta obra el papel del Papa? ¿Su responsabilidad? En verdad, ella parece tremenda, a pesar del deseo de absolverlo de esta terrible traición a la Iglesia.” Carta de Mgr Lefebvre al cardenal Ratzinger, 24 de mayo de 1988: “Eminencia, me parece necesario precisarle lo que le escribía el 6 de mayo. Reflexionando, nos resulta claro que el objetivo de los coloquios y de la reconciliación es integrarnos en la Iglesia Conciliar, la única Iglesia a la cual hacía usted alusión en las conversaciones”. Conferencia de Prensa, 15 de junio de 1988: “El Cardenal Ratzinger lo repitió varias veces: “Monseñor sólo hay una Iglesia, no puede haber una Iglesia paralela”. Le dije: “Eminencia, no somos nosotros quienes hacemos una Iglesia paralela, puesto que seguimos la Iglesia de siempre; son ustedes quienes hicieron la Iglesia paralela habiendo inventado la Iglesia del Concilio, la que el cardenal Benelli llamó la Iglesia conciliar; son ustedes quienes inventaron una iglesia nueva, quienes se hicieron nuevos catecismos, nuevos sacramentos, una nueva misa, nueva liturgia, esto no viene de nosotros. Nosotros, seguimos lo que se hizo antes. No somos nosotros quienes hacemos una nueva iglesia”. ¿Por qué esta interrupción de los coloquios? 19 de junio de 1988: “Y cuando pensamos en la historia de las relaciones de Roma con los Tradicionalistas desde 1965 hasta nuestros días, nos vemos obligados a constatar que es una persecución sin respiro y cruel para obligarnos a la sumisión al Concilio (…) La Roma actual conciliar y modernista no podrá nunca tolerar la existencia de un vigoroso ramo de la Iglesia Católica que la condena por su vitalidad”.

Homilía del 30 de junio de 1988: “¿Cuál es esta verdad para ellos, si no la verdad del Concilio Vaticano II, si no la verdad de esta Iglesia conciliar? Por lo tanto, queda claro que para el Vaticano, la única verdad que existe hoy, es la verdad conciliar. Es el espíritu del Concilio. Es el espíritu de Asís. He aquí la verdad de hoy. Y esto no lo queremos por nada del mundo”. Carta abierta al cardenal Gantin: “Nosotros jamás quisimos pertenecer a ese sistema que se califica a sí mismo de Iglesia Conciliar y se define por el Novus Ordo Missæ, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la sociedad. Sí, nosotros no tenemos ninguna parte, nullam partem habemus, con el panteón de las religiones de Asís; nuestra propia excomunión por un decreto de Vuestra Eminencia o de otro dicasterio no sería más que la prueba irrefutable. No pedimos nada mejor que el ser declarados ex communione del espíritu adúltero que sopla en la Iglesia desde hace veinticinco años; excluidos de la comunión impía con los infieles.” Ecclesia Dei afflicta. Mons. Bernard Tissier de Mallerais: “Concluyamos: La ruptura esencial es bien de naturaleza doctrinal. Pero no es un cisma de Mons. Lefebvre con la Iglesia. Es la ruptura (por no decir el cisma, ya que no tenemos la autoridad para pronunciarlo), la ruptura de la Iglesia de Vaticano II y de la Roma ocupada, con la verdadera tradición viva. La declaración de excomunión del Arzobispo fiel, de su colega en el episcopado y de sus cuatro hijos es la declaración oficial por Roma de esta última ruptura: es la Roma ocupada la que declara su propia ruptura con la tradición (por no decir su propio cisma y su propia excomunión). Para nosotros, no declaramos nada, si no que permanecemos en comunión con todos los papas de la Iglesia Católica que precedieron esta “Iglesia conciliar” que aflige y mancha el rostro de la Esposa inmaculada de Jesucristo”. Conferencia de Mons. Lefebvre, el 9 de septiembre de 1988: “Ustedes continúan y representan de verdad la Iglesia, la Iglesia Católica. Creo que es necesario convencerse de esto: ustedes representan de verdad la Iglesia Católica. No que no haya Iglesia fuera nosotros; no se trata de eso. Pero este último tiempo, se nos ha dicho que era necesario que la Tradición entrase en la Iglesia visible. Pienso que se comete allí un error muy, muy grave. ¿Dónde es la Iglesia visible? La Iglesia visible se reconoce por las señales que siempre ha dado para su visibilidad: es una, santa, católica y apostólica. Les pregunto: ¿dónde están las verdaderas notas de la Iglesia? ¿Están más en la Iglesia oficial (no se trata de la Iglesia visible, se trata de la Iglesia oficial) o en nosotros, en lo que representamos, lo que somos? Queda claro que somos nosotros quienes conservamos la unidad de la fe, que desapareció de la Iglesia oficial. (…) Todo eso pone de manifiesto que somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible. Si hay aún una visibilidad de la Iglesia hoy, es gracias ustedes. Estas señales no se encuentran ya en los otros. (…) Por supuesto, se podrá objetársenos: “¿Es necesario, obligatoriamente, salir de la Iglesia visible para no perder el alma, salir de la sociedad de los fieles unidos al Papa?” No somos nosotros, sino los modernistas quienes salen de la Iglesia. En cuanto a decir “salir de la Iglesia Visible”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial a la Iglesia visible. Nosotros pertenecemos bien a la Iglesia visible, a la sociedad de fieles bajo la autoridad del Papa, ya que no rechazamos la autoridad del Papa, sino lo que él hace. Reconocemos bien al Papa su autoridad, pero cuando se sirve de ella para hacer lo contrario de aquello para lo cual se le ha dado, está claro que no se puede seguirlo. ¿Salir, por lo tanto, de la Iglesia oficial? En cierta medida, ¡sí!, obviamente. Es necesario, pues, salir de este medio de los obispos, si no se quiere perder el alma.

Pero eso no basta, ya que es en Roma donde se instala la herejía. Si los obispos son herejes (incluso sin tomar este término en el sentido y con las consecuencias canónicas), no es sin la influencia de Roma. (…) Esta es la razón por la que no podemos vincularnos con Roma. Suceda lo que suceda, debemos seguir como lo hemos hecho, y el Buen Dios nos muestra que siguiendo esta vía, cumplimos con nuestro deber. No negamos la Iglesia Romana. No negamos su existencia, pero no podemos seguir sus directivas. No podemos seguir los principios del Concilio. No podemos vincularnos. Me di cuenta de esta voluntad de Roma de imponernos sus ideas y su manera de ver. El cardenal Ratzinger me decía siempre: “Pero Monseñor, sólo hay una Iglesia, no es necesario hacer una Iglesia paralela”. ¿Cuál es esta Iglesia para él? La Iglesia conciliar, queda claro. Cuando nos dijo explícitamente: “Obviamente, si se les concede este protocolo, algunos privilegios, deberán aceptar también lo que hacemos; y por lo tanto, en la iglesia Saint-Nicolasdu-Chardonnet será necesario decir una nueva misa también todos los domingos”… Ustedes ven que quería traernos a la Iglesia conciliar. No es posible, ya que queda claro que quieren imponernos estas novedades para terminar con la Tradición. No conceden nada por aprecio de la liturgia tradicional, sino simplemente para engañar a aquellos a quienes lo dan y para disminuir nuestra resistencia; insertar una cuña en el bloque tradicional para destruirlo. Es su política, su táctica consciente. No se equivocan, y ustedes conocen las presiones que ejercen”. Entrevista de Mgr Lefebvre un año después de las consagraciones: “Son cosas que son fáciles de decir. Ponerse dentro de la Iglesia, ¿qué es lo que eso quiere decir? Y en primer lugar, ¿de qué Iglesia se habla? Si es de la Iglesia conciliar, sería necesario que nosotros, quienes luchamos contra ella durante veinte años porque queremos la Iglesia Católica, volviésemos a entrar en esta Iglesia conciliar para supuestamente volverla católica. ¡Es una ilusión total! No son los súbditos los que hacen a los superiores, sino los superiores los que hacen a los súbditos. En toda esta Curia romana, entre todos los obispos del mundo, que son progresistas, yo habría sido ahogado completamente. No habría podido hacer nada, ni proteger a los fieles y a los seminaristas. (…) Es increíble que se pueda hablar de Iglesia visible en relación a la Iglesia conciliar y en oposición con la Iglesia Católica que nosotros intentamos representar y seguir. No digo que seamos la Iglesia Católica. Nunca lo he dicho. Nadie puede acusarme de haber querido tomarme por un papa. Pero, nosotros representamos de verdad la Iglesia Católica tal como era antes, puesto que seguimos eso que siempre ha hecho. Somos nosotros quienes tenemos las notas de la Iglesia visible: la unidad, la catolicidad, la apostolicidad, la santidad. Es eso lo que constituye la Iglesia visible. (…) Que se nos comprenda bien, no estamos en contra del Papa como representante de todos los valores de la Sede Apostólica, que son inmutables, de la sede de Pedro; pero estamos contra el Papa que es un modernista, que no cree en su infalibilidad, que hace ecumenismo. Obviamente estamos en contra de la Iglesia conciliar, que es prácticamente cismática, incluso si no lo aceptan. En la práctica es una Iglesia virtualmente excomulgada, porque es una Iglesia modernista. Son ellos quienes nos excomulgan, mientras que nosotros queremos seguir siendo católicos. Queremos permanecer con el Papa católico y con la Iglesia Católica. He aquí la diferencia.

Pienso, pues, que no hay que tener ninguna vacilación ni ningún escrúpulo respecto de las consagraciones episcopales. No somos ni cismáticos, ni excomulgados; no estamos en contra del Papa. No estamos en contra de la Iglesia Católica. No hacemos una Iglesia paralela. Todo eso es absurdo. Somos lo que siempre hemos sido: católicos que continúan. Es todo. No hay que buscar mediodía a las catorce. ¡No constituimos una “pequeña Iglesia”!” Prólogo al libro Itinerario Espiritual, 29 de enero de 1990: “No hay que tener miedo de afirmar que las autoridades romanas actuales, desde Juan XXIII y Pablo VI, se hicieron las colaboradoras activas de la francmasonería judía internacional y del socialismo mundial. Jean Pablo II es ante todo un político filocomunista al servicio de un comunismo mundial con color religioso. Ataca abiertamente a todos los Gobiernos anticomunistas, y no aporta por sus viajes ningún renuevo católico. Estas autoridades romanas conciliares no pueden, pues, sino oponerse feroz y violentamente a toda reafirmación del Magisterio tradicional. Los errores del Concilio y sus reformas permanecen la norma oficial consagrada por la profesión de fe del Cardenal Ratzinger de marzo de 1989. (…) Escucho decir: “¡Usted exagera! Hay cada vez más buenos obispos que rezan, que tienen la fe, que son edificantes…” Aunque fuesen santos, en cuanto admiten la falsa libertad religiosa (por lo tanto el Estado laico), el falso ecumenismo (por lo tanto la admisión de varias vías de salvación), la reforma litúrgica (por lo tanto la negación práctica del sacrificio de la Misa), los nuevos catecismos con todos sus errores y herejías, contribuyen oficialmente a la revolución en la Iglesia y a su destrucción. El Papa actual y estos obispos ya no transmiten Nuestro Señor Jesucristo sino una religiosidad sentimental, superficial, carismática donde no pasa ya la verdadera gracia del Espíritu Santo en su conjunto. Esta nueva religión no es la religión católica; es estéril, incapaz de santificar la sociedad y la familia…” Prólogo de Mons. Lefebvre al N° 1 de la Documentación sobre la Revolución en la Iglesia, Ecône, 4 de marzo de 1991: “El Padre Giulio Tam, miembro de la FSSPX, de origen italiano, y que recibe diariamente L’Osservatore Romano, Diario Oficial de la Curia Romana, creyó bien para la información de sus colegas, recoger los pasajes más significativos de los discursos del Papa y de las autoridades Romanas sobre los temas más actuales. Esta reagrupación lanza una luz tan clara sobre la Revolución doctrinal inaugurada oficialmente en la Iglesia, en el Concilio, y seguida hasta nuestros días, que no puede impedirse de pensar en la “Sede de Iniquidad” predicha por León XIII, o en la pérdida de la Fe de Roma predicha por Nuestra Señora de la Salette. La difusión y la adhesión de las autoridades Romanas a los errores masónicos condenados muchas veces por sus antecesores es un gran misterio de iniquidad que arruina en sus fundamentos la Fe católica. Esta dura y dolorosa realidad nos obliga en conciencia a organizar por nosotros mismos la defensa y la protección de nuestra Fe Católica. El hecho de sentarse sobre las sedes de la autoridad no es ya, ¡desgraciadamente!, una garantía de la ortodoxia de la fe de los que las ocupan. El propio Papa difunde en adelante sin parar los principios de una falsa religión que tiene por resultado una apostasía general.”

ANEXO IX COMENTARIO RESUMIDO DE LA CARTA A LOS AMIGOS Y BENEFACTORES Nº 74 La Fraternidad San Pío X organizó dos Ramilletes Espirituales de Rosarios. El primero fue en octubre de 2006, y se pidió: 1. Obtener del Cielo para el papa Benedicto XVI la fuerza necesaria para que libere completamente la Santa Misa de siempre; 2. El retorno de la Realeza Social de Nuestro Señor Jesucristo; 3. El triunfo del Corazón Inmaculado de María. Ninguna de las tres intenciones ha sido obtenida. En efecto, la Santa Misa no fue completamente liberada. Se la puede rezar, pero con condiciones y como forma extraordinaria de un mismo rito, del cual la forma ordinaria es la misa bastarda de Pablo VI. En cuanto a la segunda intención, basta leer los discursos de Benedicto XVI en Turquía, Estados Unidos, Francia o al Congreso de Juristas Italianos para comprobar que para él la prioridad no es el retorno de la Realeza Social de Jesucristo, sino la laicidad positiva y abierta del Nuevo Orden Mundial, a cuyo servicio está. Respecto del triunfo del Corazón Inmaculado de María tenemos como respuesta el nuevo templete ecuménico en el propio lugar de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, en la Carta de Monseñor Fellay a los fieles, del 7 de julio de 2007, leemos: “Queridos fieles, el Motu Proprio Summorum Pontificum del 7 de julio de 2007 restablece la misa tridentina en su derecho. Se reconoce claramente que no se ha abrogado nunca (…) No cabe duda de que este reconocimiento del derecho de la misa tradicional sea el fruto de los numerosos Rosarios dirigidos a Nuestra Señora en nuestra cruzada del rosario en octubre pasado...” El segundo Ramillete, de noviembre-diciembre de 2008, tenía por finalidad “Obtener por la intercesión de Nuestra Señora el retiro del decreto de excomunión”. La intención no ha sido obtenida. Como sabemos, Roma otorgó el levantamiento de las excomuniones por pedido expreso de Monseñor Fellay. Sin embargo, en la Carta de Monseñor Fellay a los fieles, del 24 de enero de 2009, se lee: “Queridos fieles, como lo anuncio en el comunicado adjunto, “la excomunión de los obispos consagrados por S. Exc. Mons. Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988, que había sido declarada por la Congregación de los Obispos por un decreto del 1° de julio de 1988 y que siempre

impugnamos, fue retirada por otro decreto de la misma Congregaciones con fecha del 21 de enero de 2009, por mandato del papa Benito XVI ". Era la intención de oración que les había confiado en Lourdes, el día de la fiesta de Cristo Rey 2008.” Ahora, Monseñor Fellay lanza un nuevo Ramillete de 12.000.000 de Rosarios. En la Carta que lo anuncia encontramos varios motivos de perplejidad. Analicemos. Monseñor Fellay dice: “Así como sucedió con nuestra primera petición (…) plugo a la Virgen María concedernos una segunda gracia aún más rápidamente (…): el decreto de remisión de las "excomuniones".” Sin embargo, el Decreto romano habla de levantamiento de las excomuniones. El texto oficial del Vaticano no lleva comillas… Estas aparecieron bajo la pluma de Monseñor Fellay para, parece ser, atenuar el significado de la palabra excomuniones. En todo caso, su significación no corresponde a lo que se encuentra en el documento romano, ¡y que ha sido efectivamente obtenido! Entonces, si los cuatro obispos pidieron el levantamiento de las excomuniones, es Monseñor Fellay quien deforma la realidad. ¿Miente? Dios lo sabe. En cambio, si los cuatro obispos pidieron el retiro del decreto de declaración de las excomuniones, es Roma la que deforma la realidad. ¿Mienten los romanos? Dios lo sabe. Lo que nosotros sabemos es que ambas partes no pueden decir la verdad. Monseñor Fellay continúa: “Lo habíamos pedido desde el año 2001 como signo de buena voluntad de parte del Vaticano hacia el movimiento tradicional.” Lo otorgado por Roma sería, pues, un signo de buena voluntad. Pero, si es Roma la que ha mentido, no manifiesta ninguna buena voluntad… Monseñor Fellay insiste: “Mientras esa confianza no sea restablecida parcialmente —decía entonces— nuestras relaciones seguirían siendo mínimas.” Nosotros insistimos también: si Roma ha mentido, no se puede decir que se ha restablecido la confianza; y, por lo tanto, las relaciones deben seguir siendo mínimas. En efecto, ¿cómo discutir teológicamente con mentirosos? Los prerrequisitos no se obtuvieron, los dos actos romanos han humillado la Santa Misa y la Obra de la Tradición, y los romanos mienten… Luego la desconfianza ha crecido… Entrar en discusiones doctrinales en tales circunstancias ¡es tentar a Dios!

ANEXO X CARTA DE MONSEÑOR BERNARD FELLAY AL PADRE CERIANI, 11/4/09 Padre, en la Iglesia como en toda sociedad organizada según los principios tradicionales y no revolucionarios, la autoridad viene de arriba. No es porque el comunicado que me emplazaba a publicar para el segundo domingo de Cuaresma no ha sido hecho, es que usted tendría el derecho de atentar un pleito contra mí, ¿o acaso se habría convertido en el Moderador supremo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X? ¿Por quién se toma usted? ¿Cómo se atreve a decir no estar en conflicto con la autoridad mientras instruye contra mi un pleito a carga, falso, deshonesto e injusto, que no hace más que poner en plena luz del día su espíritu limitado, unívoco y rebelde, y su insoportable pretensión por regularlo y controlarlo todo? ¿Por quién se toma usted? ¿Piensa que acumular citas hace un razonamiento? ¿Cree tener la ciencia infusa o ser el único a poseer el espíritu de nuestro fundador para pretender así ser su único y fiel defensor? Usted pretende deber recurrir contra mí a autoridades más altas: la de nuestro fundador y la de Nuestro-Señor Jesucristo, con el fin de salvar “la operación supervivencia de las consagraciones episcopales”. Me imagino que habrá escrito también a los otros obispos, comprometidos a mi lado en este mismo planteamiento, que se autoriza a denunciar como una traición. La verdad es que usted hace de una cuestión de prudencia (1), que solamente la autoridad puede zanjar - el Gobierno de una sociedad - una cuestión de fe o de dogma (2), intangible porque irreformable. Y eso porque usted afirma que (1) pone necesaria e inevitablemente en entredicho (2). Pero si usted es hábil para afirmarlo, es incapaz de probarlo. Por lo tanto, usted miente y está en plena petición de principio, sin darse cuenta, tan preso está de sus cortas vistas ideales y sofísticas. Ya que si tuviera razón, ¿cómo explica que el mismo Mons. Lefebvre haya previsto negociaciones con la autoridad oficial en la Iglesia, y eso: - después de la carta a los futuros obispos donde denuncia los anticristos, por su correo al cardenal Gagnon del 21 de noviembre de 1987 y sus propuestas para un acuerdo (véase Cor Unum n°30); - después de las consagraciones, imponiendo sus condiciones, las mismas que seguimos, a saber debates doctrinales y no un acuerdo canónico, a diferencia de las negociaciones de 1988 con el cardenal Ratzinger? Para terminar, ¿tendría usted el coraje de decirme exactamente cuál es su responsabilidad directa o indirecta en la petición que circuló en Guadalupe y, sobre todo, en el texto enviado a Radio Cristiandad y difundido a fines del mes de marzo? Aguardo sus respuestas precisas y leales, esperando que sea aún capaz de ello. Que la Luz de Pascua le ilumine y le guíe en la fidelidad a sus deberes de sacerdote y miembro de nuestra querida Fraternidad.

CARTA DEL PADRE CERIANI A MONSEÑOR BERNARD FELLAY, 29/5/09 Excelencia, su carta del 11 de abril me llegó el 7 de mayo, y me causó una cierta sorpresa puesto que esperé mucho tiempo sus respuestas a mis preguntas, y no había recibido ningún correo de vuestra parte desde el 3 de junio de 2005… En 2004, le expuse en privado mis observaciones con respecto a la relación que existe entre la “Declaración de una pena” y la “Pena en sí misma”, destacando en particular que el hecho de pedir “el retiro del Decreto de Declaración de la excomunión” implica reconocer “la validez de la censura”. Me respondió el 3 de agosto de 2004: “usted confunde retirar un decreto de excomunión con levantar una excomunión. En todo documento oficial o de importancia tengo mucho cuidado de no mencionar o decir ‫״‬levantar la excomunión‫”״‬. Desde entonces le escribí el 2 de septiembre de 2004: y no tuve respuesta. El 14 de marzo de 2005: no hubo respuesta. El 26 de mayo de 2005: sin respuesta. El 28 de junio de 2005: le envié copia de una carta que había enviado al Padre Selegny y nuevamente no tuve respuesta. Por fin el 2 de agosto de 2005, le envié una última carta con copia de otra que había enviado al Padre Selegny, y no obtuve ninguna respuesta ni de vuestra parte, ni de la del Padre. En estos distintos correos le había pedido no utilizar esas imprecisiones de lenguaje que no podían sino favorecer la aceptación de lo inaceptable… Usted no me volvió a hablar de estas cuestiones hasta el 17 de febrero de 2009, en Flavigny, una vez aceptado lo inaceptable… Me permito recordarle los textos siguientes, que le dirigí sin obtener respuesta: a) mi Apelación del 31 de enero de 2009, b) el trabajo que le entregué en propias manos en Flavigny, c) la carta del 24 de febrero de 2009, d) y por fin mi última carta del 10 de marzo de 2009. Y después de todos estos silencios de vuestra parte, me pregunta ¿por quién me tomo? La respuesta a esta cuestión, ya la tiene; la recibió en Flavigny el 17 de febrero último cuando le dije: “Me siento como un niño que se da cuenta que su padre le mintió en un asunto grave”. En ese momento, su sola respuesta ha sido bajar los ojos, luego la cabeza, delante del Padre de Cacqueray que asistía a nuestra entrevista. Ahora, no contento con haber traicionado mi confianza, se enfada contra mí, me amenaza y me insulta. Esa autoridad, que usted alega justificadamente al principio de su carta, le viene del Buen Dios, pero no le confiere de ninguna manera el derecho de insultar a sus sacerdotes. Al actuar de esta forma prueba, una vez más, que no tiene respuesta para darme y que no tiene otro recurso que enfadarse para protegerse contra mis interrogaciones. ¿Por qué mis interrogaciones le molestan? ¿Por qué no tiene respuesta para darme?

Probé lo que avanzaba en mi correo utilizando citas. Éstas no constituían mi razonamiento, sino estaban allí para apoyarlo. Me asombro de que no lo haya comprendido. Probé lo que afirmaba con respecto a los dos preliminares. Y aunque fuera incapaz de probar nada, eso no significaría, sin embargo, que sea un mentiroso. Su descontento le hizo perder el sentido de la medida. Por su parte, por el contrario, en su Comunicado y en la Carta a los fieles con respecto al Motu proprio del 7 de julio de 2007, en su Carta a los fieles del 24 de enero de 2009 y en la Carta a los Amigos y Benefactores n° 74, usted adulteró los textos oficiales del Vaticano. Además usted deja (o usted hace) aparecer en el sitio La Puerta Latina expresiones que no corresponden a la realidad. Si a eso se añade la intención de engañar a los lectores, esto podría ser considerado como verdaderas mentiras… Y usted habla de coraje y lealtad… Habría de qué reír si la situación no fuese tan dramática. Usted ha afirmado, sin probarlo, que “Roma no se retracta nunca”. Por mi parte, probé que su afirmación es inexacta si se trata de la Roma Eterna, dado que para la Roma anticristo y modernista, los hechos están allí… (Le hago gracia de las citas, puesto que, de todos modos, me responderá que eso no prueba nada). Sin embargo, no dije nunca que “si bien usted es hábil para a afirmarlo, es incapaz de probarlo”. No dije tampoco que usted “miente y está en plena petición de principio, sin darse cuenta, tan preso está de sus cortas vistas ideales y sofísticas.”… No lo dije… Pero habría podido hacerlo. Y ahora, me pregunto si no debo hacerlo… Mis cuestiones le molestaron. En adelante puede estar seguro que ya no lo haré… Estoy decepcionado y herido como un niño que comprende que su padre le mintió; añadiré que el niño engañado tiene, inevitablemente, vergüenza del que lo ha traicionado. Usted habla en su carta de los textos del Cor Unum n°30. Con respecto al Protocolo de acuerdo, firmado el 5 de mayo de 1988, puede leerse en la página 34: 6. PROBLEMAS PARTICULARES (a solucionar por decreto o declaración). 6.1. Levantamiento de la “suspensio a divinis” de Mons. Lefebvre y dispensa de las irregularidades incurridas a causa de las ordenaciones. 6.2. [prefiero no asumir la responsabilidad de la publicación de este párrafo] Usted sabe muy bien que el párrafo 6.2 se ha ocultado a los fieles y que la mayor parte de los sacerdotes no lo conocen. Eso prueba que la adulteración de los textos no es un fenómeno reciente. Ver Iesus Christus N°1, suplemento sobre las consagraciones episcopales y Fideliter Numéro hors série – 29-30 juin 1988. ¿Tendrá usted el coraje y la lealtad de difundir este texto para que los sacerdotes y los fieles sepan en qué terminan, ineluctablemente, las negociaciones con las autoridades oficiales de la Roma anticristo y modernista de la Iglesia conciliar? Cuando el padre haya demostrado coraje y lealtad, tendrá derecho a exigir a su hijo que lo imite.

Tenga por seguro, Excelencia, que sigo, a pesar de todo, rezando por usted. Con mis religiosos sentimientos en Jesús y María.

CARTA DE MONSEÑOR BERNARD FELLAY AL PADRE CERIANI, 21/6/09 Padre, La copia de su correo a Mons. Fellay con fecha del 29 de mayo que usted me envió me llegó bien y le agradezco. El Superior general me encarga que responda en su nombre, como había hecho en tiempo del Padre Sélégny. Es decir que sus reproches de no responder a sus correos sucesivos son injustificados, puesto que él le respondía sea oralmente, sea por medio de Padre Sélégny. En cualquier caso, le invito que relea la carta de Mons. Fellay del 7 de abril que respondía a sus misivas del 31 de enero, 24 de febrero y 10 de marzo de 2009. A su Apelación del 31 de enero, en la que usted se atrevía a emplazar al Superior general a explicarse, Mons. Fellay le respondía: “No es porque el comunicado que me emplazaba a publicar para el segundo domingo de Cuaresma no ha sido hecho, es que usted tendría el derecho de atentar un pleito contra mí, ¿o acaso se habría convertido en el Moderador supremo de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X? ¿Por quién se toma usted?” A sus cartas del 24 de febrero y 10 de marzo en que se atrevía intimar al Superior general de dimitir, Mons. Fellay les respondía: “¿Cómo se atreve a decir no estar en conflicto con la autoridad mientras instruye contra mi un pleito a carga, falso, deshonesto e injusto, que no hace más que poner en plena luz del día su espíritu limitado, unívoco y rebelde, y su insoportable pretensión por regularlo y controlarlo todo? ¿Por quién se toma usted?” Teniendo que leer su prosa, me pregunto cómo se atreve a escribir que Mons. Fellay insulta a sus sacerdotes, cuando usted desde hace tiempo perdió todo respeto y toda retención en sus acusaciones, o en sus correos, o difundiendo o dejando difundir textos que lo cuestionan directamente. Sobre todo, al envolverse repentinamente en su honor o en sus sentimientos de niño herido, observo que no responde a la cuestión que Mons. Fellay le planteaba: “¿tendría usted el coraje de decirme exactamente cuál es su responsabilidad directa o indirecta en la petición que circuló en Guadalupe y, sobre todo, en el texto enviado a Radio Cristiandad y difundido a fines del mes de marzo? Aguardo sus respuestas precisas y leales, esperando que sea aún capaz de ello.” Sobre el fondo, usted no responde a los dos ejemplos dados por Mons. Fellay acerca de la actitud de Mons. Lefebvre hacia las autoridades de la Iglesia oficial que, por otra parte, nuestro fundador no se las había bien con ella. Por fin, le señalo su actitud muy negativa, mientras que el hecho de que el conjunto de los obispos y superiores mayores de nuestra sociedad hace cuerpo detrás de Mons. Fellay debería

iluminarle sobre el carácter de verdad terco de su actitud. Querría tener derecho a respuesta a cada una sus cartas, prescripciones o emplazamientos, pero Mons. Fellay le recuerda en primer lugar sus deberes de sacerdote y miembro de una sociedad gobernada por el principio de autoridad. Por favor, no los pierda de vista. Cuando releo sus correos de este invierno, me planteo en particular la cuestión de ¿cómo querría usted que nosotros ayudásemos a la Iglesia a salir de la formidable crisis por la que atraviesa sin nunca dirigirnos a las autoridades oficiales? ¿Cómo estos espíritus erróneos se esclarecerán, si nadie les predica la Verdad? Es todo lo que está en juego en los futuros debates doctrinales. Por supuesto, no nos hacemos ninguna ilusión y, a vista humana, estos debates pueden parecer bien limitados en su alcance. Pero darán su fruto si sabemos dar cuenta de esperanza que está en nosotros. Me atrevo aún a señalarle que la observación del segundo Asistente del distrito de Francia con respecto al sedevacantismo me parece en su caso especialmente justificada, en todo caso en la práctica y por consecuencia lógica de sus tesis. Rogando a su intención, asegurándole mis sentimientos in Christo et Maria, le saluda atentamente Padre Christian Thouvenot

CARTA DEL PADRE CERIANI A MONSEÑOR BERNARD FELLAY, 20/7/09 Excelencia, En el correo que me envía el 21 de junio, a petición suya, el Padre T HOUVENOT me escribe: “El Superior General me encarga que responda en su nombre, como había hecho en tiempo del Padre SELEGNY.” Ahora bien, esto es falso. El Padre SELEGNY me escribió únicamente a título personal. En su carta del 22 de junio de 2005 (de la cual le envié copia a usted) me decía, en efecto, que le había pedido permiso para responderme. En la carta que le envié a él el 28 de junio de 2005 (de la cual le envié copia a usted), respondí: “Por lo que se refiere a su frase: “Pedimos (…) la anulación de las excomuniones aplicadas contra Mons. Lefebvre y los cuatro obispos que consagró”: 1) Mons. Fellay afirma: “Pienso y mantengo que se trata de una simple cuestión de imprecisión de lenguaje en el texto incriminado”. 2) Y usted afirma: “Elegí precisa e intencionalmente este término para significar la anulación de las excomuniones aplicadas contra Mons. Lefebvre y los 4 obispos. Es el término conveniente en francés… ”. (…) Entonces, espero: - sea, una rectificación de su parte y una ratificación de Mons. Fellay; - sea, una ratificación de su parte y una rectificación de Mons. Fellay.

En cualquier caso, sus dos pensamientos no pueden permanecer firmes y coexistentes. O usted se equivoca, o Mons. Fellay se equivoca; y es necesario entonces reconocerlo. Por favor, terminen, usted y Mons. Fellay, con las imprecisiones que no pueden sino favorecer la aceptación de lo inaceptable.”

En la carta que me envió el 25 de julio de 2005 (de la cual le envié copia a usted), el Padre SELEGNY me respondió: “No soy responsable de lo que escribe Monseñor Fellay”. Entonces, si el Padre SELEGNY escribía en su nombre, explíqueme, se lo ruego, ¿cómo puede usted afirmar, por su intermediario, que usted no es responsable de lo que escribe?... Eso parece un colmo…; con todo, yo temo que sea la triste realidad… El 2 de agosto de 2005, respondí al Padre en cuestión (de lo cual le envié copia a usted): “Si bien es verdad que no es responsable de lo que escribe Mons. Fellay, usted debe asumir la responsabilidad de lo que publica en nombre de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X; con mayor razón si usted lo ha hecho con una “elección precisa e intencionada”. Ahora bien, el Superior General pidió al Cardenal Castrillon Hoyos “el retiro del decreto de excomunión”; y usted declara “pedimos la anulación de las excomuniones”. Por lo tanto, a sabiendas y obstinadamente, usted ha adulterado un texto oficial.”

Por todo esto, es falso decir que me respondió por el intermediario del Padre SELEGNY. ¡Y si usted quiere hacer creer que, efectivamente, me respondió por su intermediario, entonces sería una mentira! Le recuerdo que en esa carta del 2 de agosto añadí este apartado de triste y candente actualidad: “No juzgo las intenciones del Superior General; simplemente me refiero a los hechos. Entonces, así como Mons. Lefebvre ha firmado el 5 de mayo de 1988 “levantamiento de “suspensio a divinis” de Mons. Lefebvre y exención de las irregularidades incurridas a causa de las ordenaciones” ; considerando los antecedentes desde agosto de 2000, “es bien posible” (como usted lo ha dicho, o muy probable, como yo temo) que las autoridades de la Fraternidad terminen por aceptar de la Roma modernista una fórmula como “retirar la excomunión” o “levantar la excomunión” o “anular la excomunión”.”

En lo que se refiere a sus respuestas “orales”… Hasta ahora no recibí de vuestra parte ninguna. Desde su carta del 3 de junio de 2005, nos vimos en tres ocasiones: en primer lugar, el 29 de marzo de 2006 cuando vino a Dijon, donde me encontraba como vicario; luego, en septiembre de 2008 cuando pasamos 48 horas juntos en Guadalupe. En ninguna de estas dos primeras ocasiones intentó abordar este tema conmigo. Por fin, el 17 de febrero de 2009 en Flavigny, después de mi Apelación del 29 de enero; allí incluso, no me dio ninguna respuesta. A mi objeción sobre lo que pidió a Roma y lo que Roma le concedió, en presencia del Padre de CACQUERAY, usted se refugió detrás de esta insólita respuesta: “Compréndalo bien, Padre, todo esto es sólo política”. Por lo tanto, es falso decir que me respondió “oralmente”. ¡Y si quiere hacer creer que, efectivamente, me respondió oralmente, entonces sería una mentira!

Luego, el Padre THOUVENOT, siempre en su nombre, escribe: “Le invito a que relea la carta de Mons. Fellay del 7 de abril en la cual respondía a sus misivas del 31 de enero, 24 de febrero y 10 de marzo de 2009.” Y afirma (o usted afirma) “A su Apelación del 31 de enero…. Mons. Fellay le respondía: “No es porque el comunicado que me emplazaba a publicar…” Ahora bien, esto es falso: nunca respondió a mi Apelación del 29 de enero, y, por otra parte, no se encuentra en ella ninguna solicitud de comunicado para el segundo domingo de Cuaresma… ¡Esto se encuentra en mi carta del 24 de febrero! (Todo esto me lleva a pensar que el error contenido en su comunicado del 24 de enero con respecto al Concilio Vaticano II no fue accidental…) El Padre continúa (o usted continúa): “Sus cartas del 24 de febrero y 10 de marzo, donde se atrevía a emplazar al Superior General de dimitir, Mons. Fellay las respondía: `¿Cómo se atreve a decir que no está en conflicto con la autoridad mientras que instruye contra mi un pleito a cargo, falso, deshonesto e injusto que no hace más que poner en evidencia su espíritu limitado, unívoco y rebelde y su insoportable pretensión de regularlo todo y controlarlo todo?' ” Usted me hace reproches, ¡pero no responde a ninguna de mis preguntas! ¿Las mismas le molestan a tal punto que no se atreve abordarlas? Por lo tanto, es falso decir que respondió a mi Apelación del 29 de enero y a mis cartas del 24 de febrero y 10 de marzo. ¡Y si quiere hacer creer que, efectivamente, lo ha hecho, entonces sería una mentira! Para defenderse, utiliza, y no es la primera vez, el argumento democrático del número: “… le señalo su actitud muy negativa, mientras que el hecho que el conjunto de los obispos y superiores mayores de nuestra sociedad hace cuerpo detrás de Mons. Fellay debería iluminarle sobre el carácter de verdad terco de su actitud.” Este reproche, Pablo VI y Juan-Pablo II habrían podido hacerlo (¡y lo hicieron ciertamente!) a nuestro fundador, y Benedicto XVI podría hacérselo hoy a usted: no hace cuerpo con el conjunto de los obispos detrás del Papa… ¡No es el número lo que importa! ¡Somos discípulos de la verdad! Por fin, termina uniéndose al Segundo Asistente del distrito de Francia para acusarme de sedevacantismo. Es el argumento ad hoc hoy en día… Anteriormente, los conciliares agitaban en nuestra dirección el espantapájaros de la supuesta excomunión. La Fraternidad, siguiéndoles el paso, se sirve hoy del sedevacantismo como de un “Cuco” para intentar obstaculizar las legítimas reacciones. Parecería ser que el hecho de afirmar, hoy, con Mons. Lefebvre y todos los Superiores Mayores de la Fraternidad (argumento no de número, sino de autoridad, en plena continuidad

con las grandes declaraciones de la Fraternidad: quod semper), que no se ha querido nunca pertenecer a este sistema que se califica a sí mismo de Iglesia conciliar, y se define por el Novus Ordo Missae, el ecumenismo indiferentista y la laicización de toda la Sociedad, implica el sedevacantismo… Parecería ser que el hecho de afirmar, hoy, con Mons. Lefebvre que “en cuanto a decir “salir de la Iglesia VISIBLE”, es equivocarse asimilando Iglesia oficial e Iglesia visible”, implica el sedevacantismo… Usted me acusa gratuitamente de ser sedevacantista. Habría razones para pensar que usted es conciliar; usted, ¡que ya no quiere hacer más la identificación entre Iglesia oficial e Iglesia modernista! Le agradezco, pues, que quiera reconocer que lo que escribe en su carta del 21 de junio de 2009 es falso cuando afirma haber respondido, por escrito u oralmente, a mis distintos correos desde 2005. Le agradezco que se retracte. Usted no puede escribir o dejar escribir falsedades. Como se lo decía en mi carta del 29 de mayo, cuando el padre haya demostrado coraje y lealtad, tendrá derecho a exigir de su hijo que lo imite. Mientras tanto, tenga por cierto, Excelencia, que sigo rogando por usted. Con mis religiosos sentimientos en Jesús y María,

ANEXO XI DIMISIÓN DEL PADRE JUAN CARLOS CERIANI 1) Visto que no he obtenido respuesta del Superior General a mis correos o estudios con fechas: 2 de septiembre de 2004, 14 de marzo de 2005, 26 de mayo de 2005, 28 de junio de 2005, 2 de agosto de 2005, Apelación del 31 de enero de 2009, 17 de febrero de 2009, 24 de febrero de 2009, 10 de marzo de 2009, y que el Superior General pretende demostrar, falsamente, que sí ha respondido, 2) Visto que en estos distintos correos le había pedido al Superior General no hacer más uso de “imprecisiones de lenguaje” porque favorecían la aceptación de lo inaceptable: el levantamiento de las excomuniones; lo cual, desafortunadamente, ha sucedido, 3) Visto que los dos preliminares no alcanzaron su objetivo y que se mostraron ineficaces, 4) Visto que no se recibió lo que se pidió por medio de los ramilletes de Rosarios,

5) Visto que el Superior General afirma, sin embargo, haber obtenido lo que se pidió, lo cual no corresponde a la realidad, 6) Visto que la publicación de los dos documentos romanos tuvo por consecuencia un mal aún mayor, puesto que esos actos legislativos humillaron la Obra de la Tradición, tanto respecto de la Santa Misa como respecto de la “Operación Supervivencia”, 7) Visto que la reunión de los puntos 5) y 6) constituye una utilización indebida de la Mediación de la Santísima Virgen María y un ultraje a la Madre de Dios, 8) Visto que en la Carta a los Amigos y Bienhechores nº 74 el Superior General no ha reconocido las ambigüedades publicadas, ni las ha clarificado, todo lo contrario, 9) Visto que el Superior General no exige a la Roma anticristo y modernista la supresión de la distinción entre “forma ordinaria” y “forma extraordinaria” de un mismo rito, 10) Visto que el Superior General no exige a la Roma anticristo y modernista la declaración formal y pública de que la FSSPX no pidió “el levantamiento de las excomuniones”, 11) Visto que el hecho de no desmentir y de no contestar el Decreto vaticano implica el reconocimiento de la validez de las excomuniones, 12) Visto que el Superior General no exige a la Roma anticristo y modernista la rehabilitación sin ambigüedades ni condiciones de Monseñor Lefebvre y de Monseñor de Castro Mayer, 13) Visto que en estas condiciones no puede pretenderse haber recuperado la confianza en Roma, sino todo lo contrario, 14) Visto que el Superior General acepta, sin embargo, entablar discusiones doctrinales en esta situación de desconfianza y engaño, 15) Visto que, si se entablan disputas doctrinales en este clima de desconfianza crecida, resultará lo afirmado por Monseñor Lefebvre en su sermón de las consagraciones episcopales: “si hubiera proseguido con Roma, al seguir los acuerdos que firmamos y prosiguiendo la puesta en práctica de estos acuerdos, hubiese hecho "la operación suicidio"”, 16) Visto que entrar voluntariamente en esta operación suicida implica tentar a Dios, que ya salvó la Obra de Tradición en 1988… “Tú no tentarás al Señor, tu Dios”… 17) Visto que ningún católico, sea sacerdote, sea simple feligrés, puede aceptar tentar a Dios u ofender a su Santísima Madre, 18) Visto que el Superior General no ha clarificado su pensamiento respecto a la idea insólita y desconcertante según la cual la “Iglesia Oficial” no se identifica con la “Iglesia Modernista”, Yo, padre Juan Carlos Ceriani, presento mi dimisión como miembro de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X Padre Juan Carlos Ceriani Fort de France, 1 de agosto de 2009

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