Descubriendo el cuerpo II – Los Músculos Movemos los dedos, estiramos las piernas y, si tenemos un espejo a mano,¡poniendo una cara divertida!, todas estas acciones tan sencillas suponen el funcionamiento de cientos de “dispositivos para el movimiento”: los músculos. El cuerpo tiene alrededor de 640, que funcionan por parejas o por equipos, para dar lugar a movimientos corporales suaves y coordinados. Los músculos funcionan de una manera sencilla, acortándose con fuerza, es decir, contrayéndose en respuesta a las instrucciones del cerebro, enviadas por la red de nervios que recorre nuestro organismo. La compleja disposición de los músculos y la forma en la que pueden tirar de los huesos y de otras partes del cuerpo hacen posible la producción de una amplia gama de movimientos, desde el simple parpadeo de un ojo hasta el levantamiento de una pesada carga. Los músculos en la naturaleza. El mundo vivo está lleno de movimiento. Las raíces de los árboles se hunden en el suelo, los tallos de las plantas crecen hacia el sol, las hojas se despliegan en las ramas, los pétalos de las flores se abren a partir de los capullos y los organismos microscópicos se filtran a través del barro en charcas y lagos. Estos movimientos no implican la participación de músculos. En cambio, prácticamente toda acción animal depende de los músculos y de las finas fibras que los componen. Gracias a estas estructuras son posibles los movimientos de criaturas tan pequeñas y simples como los gusanos o los insectos, y de organismos grandes y complicados, como los seres humanos, los cocodrilos o las ballenas. Los músculos del ser humano Muchos de los músculos están dispuestos en grupos iguales a cada lado del cuerpo. Estos grupos musculares son los que permiten todos nuestros movimientos, desde levantar los párpados hasta balancear las piernas. También son responsables de la forma del cuerpo, con la ayuda de algunas almohadillas de grasa. Dado que la mayoría de estos músculos de fijan a los huesos del esqueleto, se denominan músculos esqueléticos, y se pueden controlar mediante decisiones conscientes. Las pequeñas fibras que los constituyen forman un patrón de bandas estrechas, por eso también son denominados músculos estriados. Pero el organismo cuenta con otros dos tipos de de tejido muscular: el cardiaco y el liso. El músculo cardíaco se encuentra en el corazón, constituye las gruesas paredes del corazón, tiene una estructura especializada, lo que significa que nunca se cansa de bombear sangre a todo el cuerpo, incluso cuando dormimos. Mientras que el músculo liso se localiza en las paredes de los órganos internos, realiza muchas funciones en las que no somos conscientes, como empujar el alimento a través del intestino. Los músculos esqueléticos del cuerpo están básicamente ordenados en dos capas. La capa superficial es la capa de músculo que está más cerca de la piel. Debajo se encuentra la capa muscular más profunda. Anatomía de los músculos Sea cual sea su forma y tamaño, todos los músculos esqueléticos o voluntarios tienen la misma estructura básica. La masa principal del músculo, denominada vientre, es la parte que se contrae o que se acorta. En cada extremo se encuentran los tendones que fijan el músculo en su posición. La forma del vientre del músculo influye en la fuerza y en la amplitud de su movimiento. Cuanto más largo es un músculo, más se puede contraer y, en consecuencia, mayor es la amplitud del movimiento de esa determinada parte del cuerpo donde se encuentra. Por ejemplo, los músculos de la pierna tienen vientres largos y pueden flexionar la pierna completamente, mientras que los cortos músculos de la mandíbula sólo permiten pequeños movimientos. El tendón más largo, grueso y fuerte del cuerpo es el de Aquiles, localizado justo encima del talón. Une la musculatura de la pantorrilla con la parte posterior del hueso del talón, el calcáneo. Cuando los músculos de la pantorrilla se contraen y tiran del talón hacia arriba para
estirar el pie, ese tendón se ve sometido a una tensión. En ocasiones se desgarra o se lesiona, especialmente cuando, en la práctica de algunos deportes, se gira el pie hacia un lado y el cuerpo y la pierna tiran bruscamente hacia el lado opuesto. Riego sanguíneo La sangre suministra nutrientes a los músculos. Los vasos sanguíneos se ramifican para llegar a todas partes. Durante el ejercicio, los músculos necesitan más nutrientes, de modo que los vasos se ensanchan y el corazón bombea más deprisa. Interior de un músculo Como la mayoría de las partes del cuerpo, un músculo tiene un revestimiento externo de tejido conectivo, resistente y a la vez flexible, llamado vaina muscular o epimisio. Por debajo de éste, el músculo se halla integrado por estructuras progresivamente más pequeñas. Los elementos que constituyen el grueso de la masa de un músculo son los fascículos musculares, haces de células musculares bien apretadas, llamadas fibras musculares. Cada fibra muscular tiene el grosor aproximado de un cabello humano. Dichas fibras están constituidas por estructuras más pequeñas, denominadas fibrillas, y dentro de éstas existen cientos de microscópicos miofilamentos. Estos son las unidades más pequeñas de la célula muscular, constituidos por diminutas hebras de proteína. Existen dos tipos de miofilamentos: el más grueso se denomina miosina, y el más fino, actina. Estos minúsculos filamentos son los que, deslizándose unos sobre otros, dan lugar a la contracción muscular. Aunque cada uno de ellos cubra una longitud de movimiento muy escasa, la acción combinada de millones de estos microscópicos filamentos se convierte en el movimiento de un músculo largo. Como funcionan los músculos Las articulaciones más simples tienen dos movimientos: flexión y extensión. Pero los músculos que permiten estos movimientos sólo pueden ejercer una fuerza de tracción. Por tanto, deben trabajar en grupos opuestos para crear el movimiento completo de la articulación: un grupo tira para flexionar la articulación y el otro tira para extenderla. Esta tracción se consigue mediante el movimiento de los minúsculos filamentos musculares de actina y miosina. ¡No hay duda! Es más fácil sonreir que poner caras raras. Cuando sonreimos se ponen en movimiento alrededor de 20 músculos faciales, mientras que, por ejemplo, para expresar disgusto utilizamos más de 40. La mayor parte de los músculos de la cabeza se usan para producir la amplia gama de expresiones faciales que es capaz de mostrar el ser humano. Estos músculos faciales son pequeños, para poder originar los delicados movimientos necesarios. También son pequeños los músculos encargados de mover los ojos. Pero la cabeza cuenta, además, con unos fuertes músculos. Entre ellos se encuentran los músculos de la mandíbula, que nos permiten masticar, y los potentes músculos del cuello. El tronco: la parte central del cuerpo humano, llamada tronco o torso, cuenta con varios juegos de músculos. Los del cuello se extienden hacia arriba hasta el cráneo y la cabeza. Los encargados de mover el brazo se encuentran en la región del hombro y de la caja torácica. Alrededor del estómago, una serie de láminas musculares forman paredes que protegen el aparato digestivo. Además, dentro de la caja torácica existen grupos musculares que te ayudan a respirar y a mantenerte vivo. Los movimientos respiratorios dependen de dos grupos principales de músculos. Uno de ellos es una lámina en forma de cúpula, el diafragma, que se encuentra en la base de la caja torácica, debajo de los pulmones. El otro es el grupo de los músculos intercostales, que se localizan entre las costillas. Los brazos y las piernas Los músculos más grandes y fuertes que mueven los brazos y las piernas se encuentran en los hombros y la cadera. En comparación con ellos, los músculos de las extremidades son pequeños: esto las hace más ligeras y, para moverlas, es necesaria menos energía, especialmente cuando se realizan acciones rápidas, como correr.
Además de efectuar movimientos que requieran fuerza, como saltar, andar o correr, las extremidades realizan acciones pequeñas y precisas, aunque no menos importantes, por ejemplo hojear un libro de lectura. Los músculos en los órganos internos Existen dos tipos de músculos situados más profundamente dentro de nuestro cuerpo: el músculo liso y el músculo cardíaco. Este último se encuentra sólo en las paredes del corazón, impulsando la sangre desde su interior hacia las arterias. Los músculos lisos se localizan en las paredes de los órganos internos, como el aparato digestivo, en general se distinguen dos capas, una que lo reviste longitudinalmente y otra que lo hace en sentido circular, estas capas se contraen para empujar el alimento por el conducto digestivo, en un movimiento denominado peristaltismo; y el respiratorio, en las paredes de las vías respiratorias alojadas en la caja torácica, incluidas la tráquea, las principales vías aéreas o bronquios de cada pulmón y, especialmente, los conductos más finos y cortos, denominados bronquiolos. También se encuentran en las paredes de algunos vasos sanguíneos, ayudando a controlar el flujo de sangre por todo el cuerpo. Energía y músculos La principal fuente de energía para el cuerpo es el azúcar de la sangre, o glucosa, que procede de los alimentos y es transportada por vía sanguínea hasta las células. Dentro de éstas, la glucosa se descompone y libera energía, que es utilizada por las células en sus funciones vitales; por ejemplo, las células musculares necesitan energía para contraerse. La descomposición de la glucosa tiene lugar en las mitocondrias, estructuras microscópicas existentes en el interior de cada célula. Cuantas más mitocondrias tenga la célula, más glucosa podrá convertir en energía disponible. Pues bien, el ejercicio aeróbico incrementa el número de mitocondrias existente en cada célula muscular. Mantener los músculos en forma sólo es cuestión de hacer un poco de ejercicio. Pero este no es suficiente para que los músculos no sufran lesiones, que tanto pueden ser leves como muy graves. El ejercicio físico no puede aumentar la cantidad de músculos, pero sí incrementar el volumen del músculo sobre el que se trabaja.