Idea de un Líder: De la Iglesia de Cristo a la Iglesia del “Yo” Como el consumismo mina nuestra fe y nuestra comunidad Original de Skye Jethani, editor contribuyente de “Liderazgo” Un artículo reciente en el New York Times reportó la apertura del primer megatemplo Hindú (el equivalente Hindú a una megaiglesia Americana.) El enorme edificio está diseñado para atraer y entretener a los sin-templo con una pantalla gigante, un paseo interno en bote e inclusive un hall con personajes animados. El director de relaciones públicas del templo orgullosamente admite: “No hay duda de ello, hemos tomado el concepto de Disneylandia”. Similarmente, la escritora para el Times ha reportado la lucha de clérigos Musulmanes Americanos para proteger su fe de la influencia del materialismo y el consumismo. Se indica que con tiempo, los hindúes americanos y líderes musulmanes seguirán a los Cristianos en sucumbir al canto de sirena del consumismo. Las criticas cristianas al consumismo se enfocan usualmente a los peligros de la idolatría – la tentación de hacer de los bienes materiales el centro de nuestras vidas en vez de Dios. Esto, sin embargo, falla en revelar la verdadera amenaza que representa el consumismo. Mi preocupación no es el materialismo, estrictamente hablando, ni siquiera el consumo de bienes – como seres dependientes, debemos consumir recursos para sobrevivir. El problema no es el consumir para vivir, sino el vivir para consumir. Nos hallamos en una cultura que define nuestras relaciones y acciones primariamente a través de una matriz de consumo. Como el filósofo Brouillard explica “el consumo es un sistema de significado”. Nos asignamos valor y a otros basado en los bienes que compramos. La identidad de uno está construida de la ropa que vestimos, el vehículo que manejamos y la música en nuestro iPod. En breve, somos lo que consumimos. Esto explica porque el ir de compras es la actividad de ocio número uno de los Americanos. Ocupa un rol en sociedad que perteneció una vez a la religión – el poder de dar significado y construir identidad. El consumismo, como correctamente concluye Peter Ward, “representa una fuente alternativa de significado al evangelio Cristiano”. No más un mero sistema económico, el consumismo se ha convertido en la manera Americana de ver el mundo – la estructura por la cual interpretamos todo los demás, incluso a Dios, el evangelio y la iglesia. Cuando nos acercamos al Cristianismo como consumidores en vez de verlo como una forma de vida comprensiva, un grupo interpretativo de valores y creencias, el Cristianismo se convierte en una marca más que consumimos como Gap, Apple y Starbucks para expresar identidad. Y la baja de nivel de Jesucristo de Señor a marca significa que vivir como Cristiano no lleva más una expectativa de obediencia y buenas obras, sino un perpetuo consumo de mercadería y experiencias – música, libros, polos, conferencias y joyería. El acercarse el Cristianismo como marca (en vez de una forma de ver el mundo) explica porqué la mayoría de gente que se identifica como Cristianos nacidos de nuevo vive no tan diferente de otros Americanos. Según George Barna, muchos creyentes no han adoptado un punto de vista bíblico, simplemente han añadido un sticker de pescado que dice JESÚS al parachoques de sus identidades consumistas no regeneradas. Como observa Mark Riddle, “la Conversión en los EEUU parece significar que hemos intercambiado nuestras compras en Wal-Mart, Blockbuster y Borders por la tienda Cristiana de la calle. Hemos tomado nuestra falta de control en compras a la tienda de Dios donde compramos útiles de oficina en el nombre de Jesús.”
En el fondo, no deberíamos sorprendernos que el Cristianismo Americano ha sucumbido al poder perverso del consumismo. Alan Wolf, un líder en sociología y director del Centro Boisi para la Religión y Vida Pública Americana, ha concluido que: “En los EEUU, la cultura ha transformado a Cristo, así como a todas la religiones que se encuentran en estos puertos. En cada aspecto de la vida religiosa, la fe Americana ha encontrado a la cultura Americana – y la cultura Americana ha triunfado.” Roger Finke y Rodney Stark, coautores de Las Iglesias en América, 1776-1990, alegan que el ministerio en EEUU es modelado en capitalismo con pastores funcionando como la fuerza de ventas de la iglesia y el evangelismo como su estrategia de marketing. Nuestra adoctrinación dispuesta para este sistema económico de ver el ministerio es tan competo que muchos pastores nunca cuestionan su validez o reconocen cuan imprecedente es dentro e la historia del Cristianismo. De acuerdo con Finke y Stark, la iglesia Americana adoptó el modelo de consumo porque la Primera Enmienda prohibía que la religión sea sancionada por el estado. Por lo tanto, la fe, al igual que la compra de bienes materiales, se convirtió en materia de opción individual y de auto expresión. Y “donde las afiliaciones religiosas son un tema de elección, las organizaciones religiosas deben competir por miembros y... la “mano invisible” del mercado no perdona ni a firmas religiosas inútiles ni a sus contrapartes comerciales.” Esto explica porqué los modelos corporativos, las estrategias de marketing y los valores de empresas seculares son dañinos para el ministerio Americano – estamos en competencia con otras iglesias y con otros proveedores de identidad y significado, para sobrevivir. Para llamar la atención de consumidores de religión, debemos modificar nuestras congregaciones – poner el logo de la iglesia en polos, tazas para café, y fundas de Biblia. Y nos esforzamos para convencer a un segmento sostenible del mercado religioso que nuestra iglesia es “relevante”, “cómoda” o “interesante”. Como resultado, el escoger una iglesia hoy en día no es meramente encontrar una comunidad en donde aprender y vivir la fe Cristiana. Se trata de “comprar una iglesia” para encontrar una congregación que exprese mejor mi identidad. Esto lleva a líderes Cristianos a diferenciar sus iglesias proveyendo más servicios y características que la gente quiere. Después de todo, en la cultura de consumo, el cliente, no Cristo, es el rey. Skye Jethani es pastor y maestro asistente de la ACYM de Blanchard, en Wheaton, Illinois y editor contribuyente a la revista “Liderazgo”. Su artículo en texto completo All We Like Sheep (Todos Nosotros Como Ovejas) aparece en la edición de verano de 2006 de “Liderazgo” (Leadership)