D O M I N G O

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  • Pages: 3
DOMINGO

No sabemos si el domingo fue el primer día de la creación o si fue el último. Sea como fuere el domingo se convierte en un día de largos bostezos, de abulia irreprimible, de esplín sin fronteras, de nada que hacer, no tanto por que no haya nada que hacer, sino porque no dejan hacer: La televisión y sus programas sin contenido, la entrada y salida de gentes en la casa, los ruidos y las voces, el ladrido del perro, cuando no, el aullido porque le tiran de la cola, la radio a todo volumen, la carcajada de cualquiera sin ningún propósito, la visita de cualquier desaprensivo no invitado, el teléfono que no para de sonar, el novio o la novia de mis hijos con sus motos y coches haciendo ruido, el grito destemplado del vecino llamando a su mujer , a sus hijos o reprendiendo al perro, y un largo etcétera que no vale la pena seguir registrando para no aburrir a quien lea estas líneas. Domingo, si fue el primer día de la creación, el día de “hágase la luz y la luz fue hecha”, fue tal su impacto que nos cegó, nos cegó hasta la luz de la razón a tal punto que hoy, después de tantos siglos, seguimos dando palos de ciego a diestra y siniestra. Palos de ciego contra todo y contra todos sin ningún concierto. Por el contrario, si fue el último día de la creación, entonces fue el día del gran bostezo. Me imagino a Dios, reclinado en una nube, muelle, resplandeciente, totalmente complacido por la creación, por su ingenio, tomando una taza de café de Colombia y fumando un buen tabaco habano, mirando por la pantalla gigante del cielo el magnífico espectáculo del planeta azul, absorto ante la aparatosidad de los fuegos artificiales, fuegos

fatuos, se imagina, que restallan e iluminan diversos puntos de la geografía del planeta, pero no toma nota, no se estremece, sigue placido en su lecho de nubes, es el día de descanso, es el día del señor. Los hombres, esos seres que creo a imagen y semejanza, -de ellos mismos-, claro está, pasan de la zancadilla a la dentellada, de la dentellada a la puñalada, de la puñalada a la bomba y de la bomba indiscriminada a la desaparición selectiva de todos los congéneres que no se le parecen por los cambios biológicos, étnicos, culturales o ideológicos por adaptación territorial o sociológica. Dios en su infinita sabiduría nos hizo semejantes en el “libre albedrio”, es decir, en la anarquía, no en el espíritu de concordia, ni en la caridad, ni en la voluntad de entendimiento, ni en el deseo de acertar en la convivencia. Imagino a Dios en su descanso dominguero, mesándose los cabellos, ralos y canos, soltando una carcajada frente a la gran pantalla. La visión que tiene ante sí, del planeta azul, no da para más. Además, no hay nada tan reconfortante y que alivie más el espíritu, que reírse de sus propios fracasos. De nuestros pequeños fracasos hacemos una tragedia, de nuestros grandes errores una sonora carcajada. Pero es domingo, el día de descanso, el día del señor. Si analizamos bien las cosas Dios no nos hizo iguales sino diferentes, diferentes hasta en la diferencia, diferentes a él inclusive. Pero si lo hacemos notar, si elevamos la voz y protestamos - ¿contra quién?- nos hablan, razones más, razones menos, del “libre albedrio”, es decir de la anarquía. Debe ser por aquello de que la creación también fue anárquica: Eva salió de una costilla de Adán, ahí también tiene su origen el “hueso gustador” tan en boga en tiempos de crisis, lo que no se nos dice es de donde saco Dios todo lo demás o, al menos, se nos hurta,

al fin y a la postre, tampoco nos importa. Y si queremos ser un poco racionales, los científicos en un acto de responsabilidad suprema, como si se le pudiera pedir responsabilidad al “libre albedrio”, nos hablan del Big Ban, de la tremenda explosión, de la que todavía se escuchan sus ecos, en la “radiación cósmica de fondo” o “radiación de fondo de microondas”, en Palestina, Colombia, Afganistán, Angola, Congo, Bangladesh, Guatemala, Irak, Liberia, Ruanda, Somalia, Turquía, Sirilanca, Sudan y en fin, allá donde el “libre albedrio” se utiliza con cualquier motivo… Pero dejemos de preocuparnos que hoy es domingo, el día de descanso, el día del Señor…

Carlos Herrera Rozo.

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