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  • Pages: 7
Había una vez… …Un príncipe que quería casarse con una princesa, pero pretendía una princesa como la que él había imaginado en sueños. Por lo que se dedicó a buscarla por el mundo entero, aunque inútilmente, ya que a todas las que le presentaban les hallaba algún defecto. Princesas había muchas, pero nunca podía estar seguro de que lo fuesen de veras: siempre había en ellas alguna cosa que le disgustaba. Así que regresó a casa lamentando no haber encontrado la princesita que él andaba buscando, pues ¡deseaba tanto una verdadera princesa! La princesa y el frigol Llegó una noche en que se desató una tormenta muy fuerte, en que pululaban los rayos y los truenos y la lluvia caía a cántaros. En medio de la terrible tempestad, tocaron a la puerta de la ciudad, y el viejo rey fue a abrir en persona. En el umbral había una princesa. Pero, ¡santo cielo, cómo se había puesto con el mal tiempo y la lluvia! El agua le chorreaba por el pelo y las ropas, se le colaba en los zapatos y su estado era deplorable. A pesar de esto, ella insistía en que era una princesa real y verdadera. “Bueno, eso lo sabremos muy pronto”, pensó la vieja reina. Y, sin decir una palabra, se fue a su cuarto, quitó toda la ropa de la cama y puso un frijol sobre el bastidor; luego colocó veinte colchones sobre el frijol, y encima de ellos, veinte almohadones hechos con las plumas más suaves que uno pueda imaginarse. Allí tendría que dormir toda la noche la princesa. A la mañana siguiente le preguntaron cómo había dormido. –¡Oh, terriblemente mal! –dijo la princesa–. Apenas pude cerrar los ojos en toda la noche. Estaba muy incómoda ¡Vaya usted a saber lo que había en esa cama! Me acosté sobre algo tan duro que amanecí llena de cardenales por todas partes. ¡Fue sencillamente horrible! Oyendo esto, todos comprendieron enseguida que se trataba de una verdadera princesa, ya que había sentido el frijol nada menos que a través de los veinte colchones y los veinte almohadones. Sólo una princesa podía tener una piel tan delicada. Y así el príncipe se casó con ella, seguro de que la suya era toda una princesa verdadera. Y el frijol fue enviado a un museo, donde está exhibido todavía, salvo que alguien se lo haya robado. Y no pueden negar que este fue un verdadero cuento, ¿Verdad?

Cuento un papá muy duro Ramón era el tipo duro del colegio porque su papá era un tipo duro. Si alguien se atrevía a desobedecerle, se llevaba una buena. Hasta que llegó Víctor. Nadie diría que Víctor o su padre tuvieran pinta de duros: eran delgaduchos y sin músculo. Pero eso dijo Víctor cuando Ramón fue a asustarle. - Hola niño nuevo. Que sepas que aquí quien manda soy yo, que soy el tipo más duro. - Puede que seas tú quien manda, pero aquí el tipo más duro soy yo. Así fue como Víctor se ganó su primera paliza. La segunda llegó el día que Ramón quería robarle el bocadillo a una niña. - Esta niña es amiga del tipo más duro del colegio, que soy yo, y no te dará su bocadillo - fue lo último que dijo Víctor antes de empezar a recibir golpes. Y la tercera paliza llegó cuando fue él mismo quien no quiso darle el bocadillo. - Los tipos duros como mi padre y yo no robamos ¿y tú quieres ser un tipo duro? - había sido su respuesta. Víctor seguía llevándose golpes con frecuencia, pero nunca volvía la cara. Su valentía para defender a aquellos más débiles comenzó a

impresionar al resto de compañeros, y pronto se convirtió en un niño admirado. Comenzó a ir siempre acompañado por muchos amigos, de forma que Ramón cada vez tenía menos oportunidades de pegar a Víctor o a otros niños, y cada vez menos niños tenían miedo de Ramón. Aparecieron nuevos niños y niñas valientes que copiaban la actitud de Víctor, y el patio del recreo se convirtió en un lugar mejor. Un día, a la salida, el gigantesco papá de Ramón le preguntó quién era Víctor. - ¿Y este delgaducho es el tipo duro que hace que ya no seas quien manda en el patio? ¡Eres un inútil! ¡Te voy a dar yo para que te enteres de lo que es un tipo duro! No era la primera vez que Ramón iba a recibir una paliza, pero sí la primera que estaba por allí el papá de Víctor para impedirla. - Los tipos duros como nosotros no pegamos a los niños, ¿verdad? - dijo el papá de Víctor, poniéndose en medio. El papá de Ramón pensó en atizarle, pero observó que aquel hombrecillo delgado estaba muy seguro de lo que decía, y que varias familias estaban allí para ponerse de su lado. Además, después de todo, tenía razón, no parecía que pegar a los niños fuera propio de tipos duros. Fue entonces cuando el papá de Ramón comprendió por qué Víctor decía que su padre era un tipo duro: estaba dispuesto a aguantar con valentía todo lo malo que le pudiera ocurrir por defender lo que

era correcto. Él también quería ser así de duro, de modo que aquel día estuvieron charlando toda la tarde y se despidieron como amigos, habiendo aprendido que los tipos duros lo son sobre todo por dentro, porque de ahí surge su fuerza para aguantar y luchar contra las injusticias. Y así, gracias a un chico que no parecía muy duro, Ramón y su papá, y muchos otros, terminaron por llenar el colegio de tipos duros, pero de los de verdad: esos capaces de aguantar lo que sea para defender lo que está bien.

Cuento el hada fea

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Goldi, una princesa diferente El cuentito El niño de las mil cosquillas

Había una vez una aprendiz de hada madrina, mágica y maravillosa, la más lista y amable de las hadas. Pero era también una hada muy fea, y por mucho que se esforzaba en mostrar sus muchas cualidades, parecía que todos estaban empeñados en que lo más importante de una hada tenía que ser su belleza. En la escuela de hadas no le hacían caso, y cada vez que volaba a una misión para ayudar a un niño o cualquier otra persona en apuros, antes de poder abrir la boca, ya la estaban chillando y gritando: - ¡fea! ¡bicho!, ¡lárgate de aquí!. Aunque pequeña, su magia era muy poderosa, y más de una vez había pensado hacer un encantamiento para volverse bella; pero luego pensaba en lo que le contaba su mamá de pequeña:

- tu eres como eres, con cada uno de tus granos y tus arrugas; y seguro que es así por alguna razón especial... Pero un día, las brujas del país vecino arrasaron el país, haciendo prisioneras a todas las hadas y magos. Nuestra hada, poco antes de ser atacada, hechizó sus propios vestidos, y ayudada por su fea cara, se hizo pasar por bruja. Así, pudo seguirlas hasta su guarida, y una vez allí, con su magia preparó una gran fiesta para todas, adornando la cueva con murciélagos, sapos y arañas, y música de lobos aullando. Durante la fiesta, corrió a liberar a todas las hadas y magos, que con un gran hechizo consiguieron encerrar a todas las brujas en la montaña durante los siguientes 100 años. Y durante esos 100 años, y muchos más, todos recordaron la valentía y la inteligencia del hada fea. Nunca más se volvió a

Cuento los malos vecinos Cuentos con valores similares   

Nunca te burles de un rinoceronte El árbol mágico El niño que insultaba demasiado

Había una vez un hombre que salió un día de su casa para ir al trabajo, y justo al pasar por delante de la puerta de la casa de su vecino, sin darse cuenta se le cayó un papel importante. Su vecino, que miraba por la ventana en ese momento, vio caer el papel, y pensó: - ¡Qué descarado, el tío va y tira un papel para ensuciar mi puerta, disimulando descaradamente! Pero en vez de decirle nada, planeó su venganza, y por la noche vació su papelera junto a la puerta del primer vecino. Este estaba mirando por la ventana en ese momento y cuando recogió los papeles encontró aquel papel tan importante que había perdido y que le había supuesto un problemón aquel día. Estaba roto en mil pedazos, y pensó que su vecino no

sólo se lo había robado, sino que además lo había roto y tirado en la puerta de su casa. Pero no quiso decirle nada, y se puso a preparar su venganza. Esa noche llamó a una granja para hacer un pedido de diez cerdos y cien patos, y pidió que los llevaran a la dirección de su vecino, que al día siguiente tuvo un buen problema para tratar de librarse de los animales y sus malos olores. Pero éste, como estaba seguro de que aquello era idea de su vecino, en cuanto se deshizo de los cerdos comenzó a planear su venganza. Y así, uno y otro siguieron fastidiándose mutuamente, cada vez más exageradamente, y de aquel simple papelito en la puerta llegaron a llamar a una banda de música, o una sirena de bomberos, a estrellar un camión contra la tapia, lanzar una lluvia de piedras contra los cristales, disparar un cañón del ejército y finalmente, una bomba-terremoto que derrumbó las casas de los dos vecinos... Ambos acabaron en el hospital, y se pasaron una buena temporada compartiendo habitación. Al principio no se dirigían la palabra, pero un día, cansados del silencio, comenzaron a hablar; con el tiempo, se fueron haciendo amigos hasta que finalmente, un día se atrevieron a hablar del incidente del papel. Entonces se dieron cuenta de que todo había sido una coincidencia, y de que si la primera vez hubieran hablado claramente, en lugar de juzgar las malas intenciones de su vecino, se habrían dado cuenta de que todo

había ocurrido por casualidad, y ahora los dos tendrían su casa en pie... Y así fue, hablando, como aquellos dos vecinos terminaron siendo amigos, lo que les fue de gran ayuda para recuperarse de sus heridas y reconstruir sus maltrechas casas. considerar en aquel país la fealdad una desgracia, y cada vez que nacía alguien feo, todos se llenaban de alegría sabiendo que tendría grandes cosas por hacer.

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