TITULO: PEPA DE MANGO. Autora: Yoli Regino Negrete. Colombia. 6 de Mayo 2009. Ya había pasado todo el trajín de la mañana del domingo: levantarse temprano, barrer la casa y el patio con la escoba de barbasco, lavar los platos, fregar el baño para luciera limpio, darle manduco a la ropa para que le saliera el mugre; y después de todo esto reposarse bajo uno de los palos frutales del patio. En esa estaba ella sentada cuando de repente sintió una ráfaga de viento junto a su lado izquierdo que con mucha pericia pudo esquivar para que no le hiciera un chichón en su cabeza. Recogió el mango del suelo, lo miro, estaba tan lindo con sus colores amarillos mezclado con rojo, su olor hacia que se hiciera agua la boca del dulce que contenía, fue a la alberca, lo lavo y lo seco, volvió a su taburete recostado en el horcón de su kiosco ya viejo por el paso de los años, con su palma húmeda por el invierno, que colindaba con la trocha que llegaba al camino principal del pueblo “El Ceibal”. ¡Ualdina! ¡Ualdina! – Se oye un grito - ¿Dónde estás?, decía su mamá Audila. Aquí en el patio descansando un poco, respondió Ualdina. En ese momento, apareció un hombre con abarcas tres punta, pantalón blanco, camisa remangada azul, su mochila sucia cruzada en el pecho, su machete ajustado en la cintura, sombrero vueltio, junto con su burro que cargaba en su lomo palos secos que vendería como leña, ya que la única manera para preparar los alimentos por esos lados eran por medio de las hornillas de barro, eso sí, salía tanto humo de las casas que parecían que se incendiaban, pero lo que si quedaba rico era la comida con ese sabor a humo sello del campo. Se oyó un grito: ¡Ueih comae!, ¿Cómo está?. Ualdina salto de un brinco al escuchar la voz y giro su cabeza para ver quién era. El hombre le pregunto: ¿Cómo te llamas?. Ella respondió: Ualdina, ¿Y usted?. - Yo me llamo Aurelio. ¡! Eres una muchacha muy bonita!!. ¿Me regalas la pepa de mango que estas comiendo? -, respondió el.
Ualdina lo pensó mucho para dar una respuesta a esta petición, pero no le pareció mal, y le dijo: Aquí tienes!!..... ¿Qué vas a hacer con ella?. Respondió el: La sembraré…. ¡¡ Vuelvo por ti la próxima semana !!, le dijo alejándose de la casa y estirando su mano como señal de despedida. Los días siguientes, en la casa de la familia Martíneztodo paso en total normalidad, mientras que en la choza de Aurelio pasaban cosas extrañas. Ese sábado siguiente se levanto a las 2 de la mañana, se fue al río San Jorge a purificarse e invocar sus dioses, después regreso a su hogar, saco sus libros de hechizos , sus hierbas y la pepa de mango que Ualdina le dió. Grabo en el piso una estrella de cinco puntas, se metió en ella, zarandeó sus hierbas, hizo sus oraciones con la pepa de mango en la mano izquierda y conjuro: “Que me ame, que haga todo lo que yo quiera, que nunca me deje por más que ella desee, que sea ella mi sierva, y planto esta semilla como señal de mi pacto y mi deseo”. En ese momento, se sacudieron los arboles y un viento oscuro y tenebroso que producía escalofrió salió directo para la persona en que se deseaba actuar. Ualdina que descansaba en su cama de lona, sintió un estremecimiento desde sus pies hasta su cabello, se despertó como si luchara con alguien, toda sudorosa y agitada se puso en pie, pensó que todo había sido una pesadilla y se fue a buscar un vaso con agua, volviendo luego a su cama de tijera. Al día siguiente, Aurelio tomo su burro y fue a la casa de los Martínez. ¡Ueih… compa!- dijo al dirigirse a Plinio el padre de Ualdina. Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarle?- le respondió Plinio. -¿Cómo esta señor?, mi nombre es Aurelio, soy campesino de profesión, vivo cerca de aquí junto al rió, y le pido permiso de casarme con su hija-, dijo Aurelio seguro de ser aceptado por la familia. Respondiendo Plinio: Ualdina ya es una mujercita mayor de edad, ¿Y qué me ofrece a cambio de ella?-, pensando dentro de sí que ya era hora de quedar libre de la responsabilidad de seguir manteniendo a su hija y además que era un buen momento de recibir una gratificación por tanto sacrificio durante todos estos años. Aurelio, respondió: Le ofrezco 2 cabezas de ganado y 5 gallinas. Plinio, contesto sin pensarlo mucho: Trato hecho!!!, ¿Cuándo lo traes?. Y Aurelio dijo: Mañana.
Plinio pego un grito: Ualdina, Ualdina, ven aca!!!. Ella que estaba pilando el arroz para la cena, salió a ver para que la llamaba su padre. Al ir llegando al kiosco del patio pudo divisar al mismo hombre que la semana pasada había conocido y se le puso los pelos de punta, asustada, recordó las últimas palabras que le había dicho: “La próxima semana vuelvo por ti”. Se acerco un poco más y saludo. ¡Ualdina!- dijo su padre, mañana te vas con este señor, el me ha pedido que tú fueras su esposa. Ella en ese momento, no pensó nada, sintió como si se le callera el techo encima y en ese instante se le cerraron sus labios para no protestar ni mucho menos gritar. Toda esa noche, ella andaba como zombi de un lado para el otro. Plinio y Audila dialogaban en el otro cuarto sobre lo que harían con los animales que iban a recibir, consintiendo los dos que lo que hacían estaba bien, que era una manera segura de conseguirle un futuro a su hija junto a un hombre trabajador. Llego la mañana y con ella Aurelio, las cinco gallinas amarradas al burro y las dos vacas. Ese fue el día más triste para Ualdina, sus padres no volvieron a saber más de ella hasta después de un terrible año lleno de golpes, malos tratos y esclavitud. Ualdina muchas veces quiso huir pero algo hacia que volviera sintiendo pesar y lastima por Aurelio. Una vez, llego al pueblo donde vivía un pastor con don de profecía y liberación llamado Raul, y dada la casualidad que Ualdina pasaba por donde se estaba haciendo una reunión con el pastor. Raul al ver a la mujer triste y demacrada le expreso: “Mujer, el Señor te dice: que El quiere que seas libre de tu esclavitud”. Ualdina solo pudo llorar y acercarse para recibir la ayuda que le estaban ofreciendo. Raul le pregunto: ¿Mujer como conociste a tu esposo?, y ella le conto toda su historia. Raul le dijo: No has podido ser libre de ese mal hombre porque él hizo un hechizo con la pepa de mango, pero no te preocupes hija, El Señor Creador de los cielos y la tierra dió a su Hijo, el Mesías, para que todos seamos sanos y libres. Ese día, Ualdina fue libre de esa influencia maligna, pudo regresar a su casa, recoger sus pocas cosas y decirse a Aurelio que ya no iba a permitir que le hiciera más daño y que no la buscará en toda su vida. Ella afirmando su rostro, cerró la puerta y salió por el camino, sólo con el rumbo y entendimiento de pensar bien las cosas antes de actuar, pero sobre todo confiar en El Señor para tomar sus decisiones y nunca más ser prisionera de nadie ni de sus temores.