Cuaderno De Fragmentos

  • December 2019
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  • Words: 1,835
  • Pages: 65
CUADERNO DE FRAGMENTOS

Carlos Martín

2004

1

© Carlos Martín [email protected] Ediciones Tierra de las gárgolas [email protected] Edición electrónica compuesta con letrería digitalizada de Ibarra, 1772.

2

FRAGMENTOS I

4

Descifrar el cambio

El océano va tomando forma en el corazón azul de la borrasca. Amargas ofrendas llegaron hasta mi puerta y tiñeron de sombras las señales de la lluvia. El tiempo de la postración nutre el amanecer.

5

Después de la batalla

Nublado por el cansancio, el guerrero recoge sus armas y se retira del campo mientras observa los arroyos de la sangre que fluyen mansamente río abajo hacia las dársenas inmensas de la muerte. 6

Última luz en Tabarca

La espalda desnuda de la muerte abraza un cielo cárdeno. El espacio es un violento zigzag que vacía las entrañas. Para esa clase de soledad no existe la nostalgia. 7

Mea culpa

Tras las lomas que arden al poniente se levanta un viento descarnado que borra la memoria de aquellos besos. El fuego mancha de ceniza las heridas con su luz cenital.

8

La desnudez de tu cuerpo desciende a través de mí hacia los páramos del olvido donde se agostan los deseos.

9

El rumor de la vida

El rumor de la vida muerde la tierra, su frágil estela señala la distancia que media entre el latido profundo y el gris acendrado de la muerte.

10

Santuario de Covadonga

Reposo blandamente en la montaña mientras comprendo que en definitiva no hay suficientes moradas para todo ese agua que cae santamente y que todo lo mancha.

11

Buscando en vano hospedaje

Alcanzada la última costa, todo vuelve a perderse pues no hay acomodo en ningún paraje ni lecho que finalmente nos reconforte. Así que continuemos el viaje heroico que poco importan los bosques, las ciudades, el abrazo amargo de los hombres. 12

Cenizas No habrá más paradas en el tren que nos lleva -ámbitos, paisajes olvidadoshacia las ventanas de la lluvia. y una extraña emoción nos alcanzará casi al final del viaje de la mano poderosa de la muerte. 13

Abrazar con la mirada el perfil irreal del horizonte estremecidos fatalmente, con las marcas del vigor, con los signos concluyentes de la ceniza.

14

El fin de las cosas

No soñar más tardes cenicientas ni oficiar aún la última de todas, la más difícil de las liturgias: levantar la copa de sangre y de rosas y beberla allí mismo, justo en el borde donde el lenguaje de las cosas agoniza 15

y los signos son fragmentos atravesados por los espejos de la memoria.

16

Otoño

Hojas de álamo brillando temprano en el rocío y en el lecho del río, el frío sabor del otoño.

17

Estación I

Feliz silencio. Brillos negros del bosque traspasan la luz.

18

Jardines de Sabatini

La fuente se borra en el agua. Detrás del abrazo adolescente arden las fachadas blancas.

19

Nochebuena en Münster

A ras del suelo niebla de diciembre. Luz en el campo de los sueños.

20

Estación V

Renacimiento. La luz bebe de la primera hoja.

21

Conciencia

Somos conciencia, conciencia dolorosa de un mundo que se apaga y que tiembla oblicuamente en la periferia.

22

Nominalismo

La conciencia no está en la piedra ni en la ola que en la orilla agoniza, acaso habite en la luz que alumbra el silencio efímero de la rosa.

23

Última lección de pesimismo

El bodegón oscurece la sangre del ánade.

24

Münsterland

Horizonte gris de silencio. Árboles y cuervos traen en la tarde la tregua del invierno.

25

Reflejos I Despierto ensimismado en un esplendoroso septiembre. Siempre estuvieron ahí, ¡qué torpe!, el cielo, el oro y el verde.

26

II Se acerca el otoño el bosque está cambiando. El humo y la sierra borran el árbol.

27

III La fuente se ha secado. En cambio, el río está lleno de luz. IV La última mosca espera resignada. Llegan las lluvias.

28

La Casa del Bosque I Atardece rápido en la Casa del Bosque. Repaso con los dedos de la mente una y otra vez recuerdos que trepan por las rocas como jugos amargos de una ingrata digestión. 29

II Arriba sincopado, el silencio de la nieve ciñe el musgo de las piedras. Abajo, el barro de la niebla es testigo del gradual declive, de otras texturas que anuncian desmontes y derrumbes: la blanca fragmentación de la conciencia. 30

III Finalmente quebró la rama del invierno y un sol frágil y lento hizo detenerte y beber a pequeños sorbos la memoria de playas vacías y claras, del acre-santo olor a incienso cuando descansabas tus huesos 31

a la incierta luz de las ermitas. La memoria de las sombras a rayas de las meriendas, del inútil cabeceo de las barcas cuando las gaviotas se detienen y cuando todo el mar parece una colosal llanura ensimismada.

32

y IV Pura luz en la Casa del Bosque cristal y ramas, azul en la montaña. No estaré aquí cuando anochezca.

33

Lecciones de pesimismo

El dolor es la consciencia su paisaje, arenales baldíos en los surcos vencidos del horizonte. * Nuestros asuntos son el reflejo de Dios y Dios es la Inconsciencia. 34

* Cambiar las cosas de lugar eso es todo lo que nos ocupa. * Arde el céfiro en el Egeo mas todo lo que de la consciencia nos toca nos devolverá al centro compacto del invierno. * Ponemos luz en lo eterno pero solamente arrastramos 35

nuestra pequeña muerte entre los labios del tiempo. * No hay propuesta pues no hay Inteligencia ni nada que nos gobierne. Lo demás: la rabia, los suspiros, delirantes ejercicios del yo.

36

* Todas nuestras obras, claustros, bóvedas, caminos que transitaron hombres y bestias han resultado memoria derruida en nuestra búsqueda esencial de firmeza. * El temor reverente se decanta en el poso esencial de la vasija que traza formas ajenas y neutras.

37

* No hay respuesta pues no existe pregunta alguna que pueda ser correctamente formulada. * Si la consciencia es dolor y la inconsciencia vacío, 38

no hay acomodo posible en lo que es, en lo que está sucediendo desde la oscuridad más remota. * Acaso sólo existan aquellos instantes perfectos en los que íntimamente nos reconocemos, reveladores destellos de Compasión Incondicional. 39

Construyendo desde la emoción En lo más hondo de la noche ricamente ataviada, la emoción se presenta con enigmáticas promesas de regreso a casa. Ejercicio inútil: en la raya del alba el vahído arroja, 40

extravagantes y absurdas imágenes discontinuas que van ensuciando la mañana.

41

Barbecho El sino de los Hombres es fruto amargo en el arenal de la conciencia. Fruto, destino… tanto da, conciencia envenenada. Destilar la pérdida y esperar el límite, describir la esfera y aceptar la muerte. 42

Mientras, en el lejano barbecho, el sonido enigmático de los pájaros penetra la profundidad de la tierra.

43

Mal comienzo de estación A Antonio Gamoneda

La luz se rompe, la tarde se descompone pronto. Se agrietan los sueños de oro, comienza el otoño. Con todo, 44

la experiencia de la nube da en nosotros la medida exacta del duelo. Sentir el roce del párpado nos acerca a la sombra exangüe de la noche. 45

Detrás de las colinas del frío siempre estuvo la muerte.

46

FRAGMENTOS II

47

Bebiendo He cargado de ginebra el Martini esperando un melancólico aturdimiento. No es así. El áspero sonido de la lluvia me acerca a la única salida: navegar en todas las quimeras antes de que nos atrape el invierno.

48

Bebo obstinadamente. En cada trago la ginebra recorre el mapa del dolor, y explora con pulso firme las texturas del desconcierto. Así que, me sirvo otro vaso con el vano deseo de bogar y soltarme. 49

Miserable... gloriosa vida.

Sigue la tristeza su derrota más allá del horizonte.

50

Noviembre

El mes avanza maldito, como siempre. Las cárcavas de la noche me tiran hacia dentro, desde el borde. Hay un derrumbe de lluvia y unos tallos creciendo en el lodo. 51

La maldición de los días oscuros me ha alcanzado finalmente en la turbia luz de noviembre.

52

Limpia y fría El amanecer lleva en los labios el resumen de nuestra historia, recuento riguroso de desidias, desmanes, de batallas perdidas. El sonido de la ducha, el olor del café, la voz sin matices que da las noticias van colmando de oscuridad la mañana. 53

Cierras con tres vueltas de llave la puerta de tu casa para dejar a buen recaudo las señales de la noche, brasas y rescoldos cercados de memoria. Encoges los hombros, hueles el aire, enciendes móvil al pisar la calle 54

y así enfrentas el día que ya extiende sus manos amoratadas sobre la ciudad.

55

Prontuario de la estulticia

Agotada la intuición para saber de dónde viene el viento, el persistente dolor del mundo, así y no de otra forma, la estulticia cobra sus piezas para dar cuenta más adelante 56

cuando se apaguen las sonrisas, de un riguroso inventario de sujetos que danzan airados mientras el flujo helado del miedo recorre sus rostros, rayos trenzados de aturdimiento. Se extinguió la luz 57

en la máscara. La sospecha de un turbador zumbido disuelve tu esperanza de escoger sustancia, indicación o vestigio: estás ante un vasto prontuario que no explica nada, estás solo ante el remoto estuario del oprobio y de la violencia, 58

en el protocolo de la mentira reiterada, firme y asimétrica. Estás cercado por el zumbido de millones de zapatos que arrastran una cosecha sombría de agresiones, lodos y guerras. ¡Cálzate las botas! Hay un sendero que nace 59

de la sima caliente, discurre en el bosque que todo lo oscurece y muere en la marisma donde flotan silenciosas coronas de flores marchitas.

60

Letanías de domingo

Siempre es de agradecer que el tiempo pase, que no te encalles en ninguna escena, que alguna vez suene tu nombre, que el sonido tranquilizador de la radio guarde para más tarde las sombras. 61

Que te pesen cada noche los párpados, que amanezca, aunque frío y gris, un nuevo día y puedas pedir en el bar un chocolate caliente mientras atiendes algo distraído las noticias, la deslucida alegría que traen los amigos una mañana cualquiera de domingo.

62

Un paseo sin horizonte claro

Gestionas por la calle el duelo. No te es posible en ciertos momentos advertir en el asfalto un brillo húmedo, un reflejo inesperado de ti mismo.

63

Podrías acordarte en ciertos momentos de poner aire fresco en tus pulmones y aventar la aflicción a la luz del otoño: los árboles iluminados, el dulce aroma de las hojas, gris en el horizonte, lagunas de oro efímero.

64

El calor sube por las piernas, los túneles son una sucesión de luces y tinieblas y el volante una goma untuosa que te acerca hacia el ocaso. Insistes en gestionar la pena, sólo necesitas gastar el tiempo preciso en explorar cada una de sus trampas. 65

Pero es tan débil la coartada que te derrumbas rápidamente: el contestador está vacío, nadie te espera en casa.

66

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