CONSIDERACIONES SOBRE LA VIOLENCIA Y EL MALTRATO
La familia, cuya función es la de proporcionar a sus miembros protección, compañía, seguridad, amor y apoyo emocional tan necesario para un desarrollo saludable, se ve seriamente lesionada cuando se instaura el abuso, la violencia y el maltrato como sistema de relación entre sus miembros. La Constitución y las Leyes en la mayoría de nuestros países, garantizan a toda persona, sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos y dice además que toda persona tiene derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad. Principios que en la violencia familiar no se respetan. La violencia familiar tiene repercusiones legales, culturales, familiares y de salud.: 1. Legales, pues se infringe la Ley al violar los derechos más fundamentales de las personas. 2. Culturales y sociales porque perpetúa comportamientos negativos y crea estereotipos culturales que pasan de generación en generación y se extiende a otros ámbitos de relación como son la escuela, el trabajo, el vecindario, la comunidad y además se repite en otra relación, cuando esta se disuelve. 3. Familiares, pues desencadena entre sus miembros una serie de reacciones en cadena de comportamientos violentos. 4. En la salud, pues es causa de estrés intenso y las consecuencias a nivel físico y psicológico pueden ser graves, gravísimas, reversibles o irreversibles, llegando incluso hasta la pérdida de la vida en el individuo que la padece. La violencia familiar es una realidad muy compleja que necesita la atención y cooperación de todos --ciudadanos, instituciones, gobierno--, pues afecta a todos los grupos sociales y se refleja en el comportamiento de los ciudadanos y la cultura del país. El tipo de familia que predomina en la actualidad — nuclear y monoparental — y el ingreso de la mujer al mundo laboral y a actividades fuera del hogar han propiciado la aparición de programas que fomentan el ingreso de los niños desde temprana edad a actividades pre-escolares o a soluciones a corto plazo para el cuidado de niños y de servicios de ayuda a los padres, al menos en horas laborales. Esto ha puesto de relieve la situación de maltrato y violencia en que se encuentran muchas familias y en especial niños maltratados por padres que generalmente viven bajo una fuerte y continua tensión producida por problemas familiares, laborales y sociales que no pueden controlar. Para prevenir el irrespeto y la disolución de las familias e intentar resolver el problema de la violencia familiar y los niños maltratados es necesario hacer énfasis en los derechos de los niños y en las responsabilidades de los padres hacia sus hijos y que se promueva un cambio fundamental de los valores sociales y las prioridades públicas que puedan aliviar las condiciones de pobreza, desempleo, vivienda inadecuada y problemas de salud de la gran mayoría de familias.
Es necesario que se eduque y se promueva la transmisión de valores de mutua tolerancia, autoestima, comprensión, solución pacífica de conflictos y preparación para la vida familiar con derechos y obligaciones domésticas compartidas entre hombres y mujeres y, en general, igualdad de oportunidades entre los géneros. La atención no debe de estar restringida únicamente a la denuncia de la víctima y al acuerdo o sanción del agresor. Son muchas las variables comprometidas dentro de la dinámica de la violencia familiar. La víctima resulta con graves secuelas psicológicas que influirán en su vida futura. Los hijos son también víctimas o espectadores de modelos de relación que también afectan su vida presente y su vida futura, pues más tarde repetirán estas conductas cuando adultos. El agresor, a pesar de la separación o sanción por su conducta, por lo general no llega a tomar conciencia de la gravedad de los hechos cometidos y continúa esta conducta o la repite en otra relación.. Debido a la situación considerada traumática de la violencia familiar y las consecuencias en la vida y la salud de la víctima y el resto de la familia, se requiere que en todos los casos, se hagan experticias con profesionales especialmente capacitados (médicos, psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales), que determinen la condición de la víctima y evalúen el comportamiento del agresor. El motivo de esta propuesta es que hoy por hoy, a pesar de que las leyes implementadas sobre Violencia contra la mujer y la familia han previsto la intervención de órganos especializados para el estudio evaluación y posterior tratamiento de los daños ocasionados a la víctima, por lo general en la práctica no se aplica, salvo en casos de gravedad extrema o en casos de violencia física. Esto hace que no se tomen en cuenta las diferencias individuales a la hora de tratar los casos ni tampoco puedan determinarse las consecuencias graves, gravísimas, reversibles o no reversibles, que causan las conductas de abuso, violencia y maltrato en la salud de las personas que la padecen. La intervención que actualmente se hace, únicamente persigue el cese de la conducta violenta, que como ya se ha dicho antes, no resuelve el problema. Según estudios a nivel internacional, se ha determinado que las víctimas sometidas a violencia familiar son personas consideradas sobrevivientes de una situación de estrés de grandes proporciones, solo comparable a cualquier experiencia trágica como es la situación de un secuestro o una de rehenes. Los funcionarios encargados de atender y tratar este problema, en su mayoría, desconocen esta situación y la legislación y los procedimientos jurídicos, que son los medios con los que hoy se aborda este fenómeno, no han previsto estas consecuencias, por lo que es urgente y necesario que se legisle al respecto, para así lograr un afrontamiento real y efectivo a este problema cotidiano que nos afecta a todos. El tratamiento del problema de la violencia familiar debe ser integral y simultáneo a todos los involucrados en estos casos (víctima, agresor e hijos), a fin de lograr la recuperación familiar y el aprendizaje de conductas más armónicas de convivencia, formas más positivas y pacíficas para resolver conflictos y una relación interfamiliar en la que se estimule el diálogo, el entendimiento y se respete la opinión de todos sus miembros, incluyendo a los niños y los mayores (abuelos cuando se convive con ellos), en las decisiones
importantes que afecten a todo el grupo familiar. Establecer redes de soporte familiar y social para romper el aislamiento e integrar a la familia a la comunidad con autonomía e independencia. Se trata además de darles apoyo y estímulo para que el pasado no los angustie, vivan el presente, y construyan expectativas para el futuro. En países como el nuestro, de tanta pobreza y adversidad es importante dirigir esfuerzos hacia una mejor calidad de vida de las personas a partir de la comprensión de los mecanismos que actúan a nivel individual, familiar y comunitarios que puedan traducirse en el desarrollo e implementación de programas de acción y educativos que refuercen y reconozcan fortalezas más allá de la vulnerabilidad y estimulen el desarrollo de mecanismos protectores físicos, psicológicos y ambientales. Esto es, promover factores de resiliencia que fomenten el desarrollo de capacidades que permitan a las personas, familias y comunidades, una aproximación activa hacia la resolución de problemas de la vida, interactuar efectivamente con gran cantidad de experiencias emocionales de riesgo, logrando la atención positiva de otras personas. Fomentar además en las personas, la habilidad para percibir sus experiencias de manera constructiva aún cuando estas hayan causado dolor y sufrimiento y promover un sentido de fe que les permita una visión positiva de la vida y un sentido de trascendencia. Consideramos importante además, la capacitación del personal encargado de la atención de estos casos, no solo en el conocimiento de las leyes, sino en la dinámica de este fenómeno, sus consecuencia y la repercusión que tiene en la sociedad y en la salud de los individuos. Asimismo, capacitar al funcionario en técnicas de comunicación, escucha activa, resolución de conflictos y en aquellas para el manejo del estrés que causa el estar expuesto a este tipo de ocupación tan especial. No todos estamos capacitados para realizar determinadas actividades, especialmente cuando nuestro trabajo consiste en interactuar con muchas personas en una labor de servicio y ayuda; más aún si tenemos que enfrentar y asistir a personas en conflicto. El desarrollo personal del trabajador debe tomarse en cuenta a fin de acercarnos al perfil psicológico que se requiere para labores de este tipo y esto es, ser una persona bien ajustada, con una adecuada capacidad mental general y capacidad emocional y social bien desarrollada. Se propone talleres para el desarrollo de estas habilidades y destrezas. El estrés que surge por el trato constante con personas inmersas en conflictos de difícil tratamiento, se puede manejar con técnicas de relajación, formación de grupos de reflexión de lo emocional entre los compañeros de trabajo y condiciones laborales adecuadas. El Síndrome de Burnout pasa generalmente desapercibido y no permite la adecuada atención a los usuarios a pesar de que sus efectos afectan no solo al trabajador, sino también a sus compañeros, a su familia y al usuario, pues se refleja en el deterioro del servicio y como consecuencia, el desprestigio para la institución. El funcionario debe de estar capacitado en procedimientos y técnicas de manejo de conflictos y saber diferenciar entre lo que se puede mediar o conciliar y lo que se tiene litigar dentro de los conflictos familiares.
Para conciliar o mediar no es necesario ser un profesional universitario o un profesional del derecho (Palacios A, 2002). Muchos de los profesionales del derecho entrampan la solución a los conflictos pues están entrenados para el litigio. Sin embargo, para establecer los acuerdos y la solución al conflicto, es imprescindible la presencia de un profesional del derecho pues estos acuerdos deben de estar ajustados a la Ley. Nuestra propuesta en este punto es capacitar a todo funcionario, desde los miembros de los órganos policiales hasta jueces, en técnicas de resolución de conflicto diferentes al litigio. Así se descongestionará el Poder Judicial, se podrá llegar a soluciones al conflicto con mayor celeridad y las personas tendrán la oportunidad de aprender a dialogar y buscar lo positivo, lo equitativo y lo armónico dentro de las relaciones con otras personas y podrán asumir con responsabilidad y creatividad, la solución a sus conflictos. Se trata entonces, preocuparnos por el funcionario y motivarlo para que desarrolle las habilidades y destrezas necesarias para una intervención óptima y eficiente, sin agotarse emocionalmente ni contaminarse, sin agravar el estrés de las personas a las que le presta su servicio y a su vez que protege su salud, la de sus familiares y la de sus compañeros de trabajo. Con el interés y la preocupación de todos podremos romper las cadenas estigmatizadas de comportamientos negativos que han pasado de generación en generación y que aún se repiten en nuestros días. Con fe, optimismo, esfuerzo y voluntad, lograremos eliminar la violencia familiar e instaurar una cultura de paz familiar y social.
“Lo que puedes hacer o has soñado que podrías hacer,debes comenzarlo. La osadía lleva en sí, genio, poder y magia”. GOETHE Autora: Alejandra Palacios Banchero Psicóloga Clínica y Comunitaria Conciliadora Extrajudicial especialista en familia Y articulista de la página TERAPIA Y FAMILIA http://www.terapiayfamilia.blogspot.com