Centauros Del Desierto

  • December 2019
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  • Words: 2,338
  • Pages: 5
CENTAUROS DEL DESIERTO (THE SEARCHERS 1956 ) PERSONAJES: Dorothy Jordan Walter Coy John Wayne Lana Wood Pippa Scott Robert Leyden Jeffrey Hunter Ward Bond Hank Worden Harry Carey Jr John Qualen Ken Curtis Henry Brandon Olive Carey Vera Miles Natalie Wood

Martha Edwards Aaron Edwards Ethan Edwards Debbie (pequeña ) Lucy Edwards Ben Martin Pawley Cap. Rev. Samuel Clayton Moss Harper Brad Jorgensen Lars Jorgensen Charlie McCorry Cicatriz Mrs. Jorgensen Laurie Jorgensen Debbie Edwards

El 16 de junio de 1955 comenzó el rodaje de una de las mayores epopeyas que el cine americano haya filmado jamás, así como una de las películas más personales de su autor; John Ford. Estamos hablando de Centauros del desierto. Cinco años después de haber rodado su último western; Río Grande y tras la decepcionante experiencia de Escala en Hawai, Ford se encuentra con más ganas que nunca de regresar a Monument Valley. A sus 62 años, Ford, acumulaba tras de si una serie de convicciones políticas y sociales bien arraigadas, frente a ellas surge una sociedad americana que abandona la senda del macarthysmo para introducirse de lleno en la lucha por los derechos civiles. En 1954 el Tribunal Supremo había declarado ilegal la segregación racial en las escuelas públicas norteamericanas, poco más tarde, en Montgomery (Alabama), Rosa Parks se niega a ceder su asiento, en el autobús, a un hombre blanco, dando paso de este modo al movimiento que con posterioridad liderará Martin Luther King y cuya historia es de todos conocida…

Algo estaba cambiando en la sociedad americana y Ford era testigo de excepción de lo que allí estaba ocurriendo, todo ello influirá de modo directo en su nuevo proyecto, empujándolo a abordar de forma decidida los miedos interraciales que acechaban a la sociedad blanca estadounidense. Sería cicatero afrontar un film de tal envergadura desde un solo ángulo, cuando críticos cinematográficos de primer nivel lo han abordado desde infinidad de perspectivas -y desde esta, me imagino, también-. Lo que se pretende en este artículo, es dar un repaso a un plano que no nos parece menor dentro de la infinidad de interpretaciones posibles. La actividad que proponemos a continuación se basaría en el ejercicio mental de sustituir a todos y cada uno de los indios o mestizos presentes en la cinta por personajes negros. Vamos allá… alea iacta est Ford sitúa la acción en Texas en 1868, cuando Ethan Edwards regresa a casa de su hermano, tres años después de acabada la guerra civil, contienda en la que había optado por el bando perdedor. En el porche lo esperan su cuñada, con la que tiempo atrás compartió algo más que parentesco, su hermano, su sobrino Ben y sus dos sobrinas Debbie y Lucy. Ford deja para más tarde la presentación del hijo adoptivo de la familia Edwards: Martin Pawley un joven mestizo con una octava parte de sangre cherokee y el resto de galés e inglés, personaje fundamental en el desarrollo del film. Poco después de la vuelta de Ethan, y en su ausencia, su hermano, su cuñada y su sobrino, son salvajemente asesinados a manos de un grupo de comanches liderados por el jefe Cicatriz. Los indios secuestran a las dos hijas del matrimonio, violando y asesinando con posterioridad a Lucy, la mayor. Ethan empleará siete años de su vida en la agónica búsqueda de su sobrina Debbie, en su deambular le acompañará un cándido e inexperto Martin Pawley. La primera de las reflexiones que llevaremos a cabo tiene que ver con las dos viviendas que aparecen en la cinta. La casa de la familia Edwards la podríamos vincular con el último refugio que le queda al nómada solitario, degradado y confuso que representa Ethan Edwards; un hombre derrotado en guerras y amores, puesto que luchó en el bando confederado y vio como su amada cambiaba sus brazos por los de su hermano. El hogar de los Edwards tiene, para el protagonista, reminiscencias de los viejos tiempos, en el vive la mujer a la que amó, junto con sus sobrinos a los que quiere como a hijos propios. Con la destrucción de la casa y el consiguiente asesinato de sus familiares a manos de los indios, sólo le resta la búsqueda desesperada de sus sobrinas para él “todavía blancas”. Convirtiéndose este vagar en el clavo ardiendo al que aferrarse para no perder todo referente vital.

Por el contrario, el hogar de los Jorgensen va a ser un espacio de concordia e integración, no es casual que Ford nos muestre a una familia de origen nórdico si no es para contraponerla con la sociedad predominante de extracción anglosajona. Para acentuar todavía más esta percepción nos describe a la señora Jorgensen como una maestra de escuela retirada, de temperamento pausado pero firme en sus convicciones y perfecta analista de lo que sucede a su alrededor, que no tiene ni el más mínimo reproche hacia Ethan tras el asesinato de su primogénito, y que no duda ni un segundo en prestar las ropas de su hijo muerto al mestizo Martin, prometido de su hija. Si prestamos atención a la estructura de las viviendas, Ford nos muestra dos casas completamente diferentes. La de la familia Edwards a modo de fortín, construida íntegramente en fría y sólida piedra, con ventanas a modo de saeteras, robustas puertas claveteadas y firmes vigas. La otra cara de la moneda la representa el hogar de los Jorgensen cuyo exterior está edificado en frágil y cálida madera, mientras que su interior está cimentado en firme piedra, en diáfana sintonía con el carácter de su dueña. No es casual, por tanto, la elección de los materiales, ni tampoco lo es que el ataque de los indios se centre en la vivienda, en principio, más robusta. Ya que Ford nos presenta el hogar de los Edwards como la recreación de una sociedad presa de sus propios conflictos y que finalmente caerá victima de sus contradicciones, en el instante que Moss, Ethan y Martin regresan al rancho Edwards el último refugio de los WASP está en llamas.

El protagonista de la cinta, Ethan Edarwds actúa como catalizador de la misma convirtiéndose de este modo en hilo conductor. Pocas veces un personaje de Ford ha tenido tantos flecos. No sabemos de donde viene ni hacia donde va. Su pátina de héroe fordiano se irá difuminando a medida que nos adentramos en la trama, hasta tal punto que llegado el momento no podríamos distinguir entre el heroísmo del protagonista y la maldad absoluta del jefe Cicatriz. Su presunta heroicidad es puesta en cuestión por el talento creativo de Ford, puesto que Ethan no alcanzará a llevar a buen puerto ninguno de los hitos que se le plantean a lo largo del film: encontrar el rastro de su sobrina Debbie, ya que será el “loco” Moss Harper quién lo halle, y acabar con el jefe Cicatriz, pues será Martín Pawley el encargado de darle muerte. De tal modo que lo único que resta a Ethan para saciar su frustración y su sed de venganza es cortar la cabellera del muerto, un hecho deleznable que le envía directamente al averno de los miserables, equiparando a través de esta acción la crueldad del héroe con la del villano; Cicatriz. Llegado a este punto, podríamos identificar a Ethan Edwards y al jefe indio con un mundo tradicional en franca retirada, en cuyo universo perviven los odios y resentimientos raciales. Donde ambos personajes se hermanan a través de un comentario en el que Ethan reflexiona acerca del continuo deambular de los comanches, semejante en todo al de los protagonistas de la cinta excluyendo, eso si, la persistencia psicótica en la búsqueda, algo impensable para los indios. Otro elemento común es que Cicatriz, al igual que

Ethan, es víctima y verdugo a la vez, puesto que ha perdido a dos de sus hijos en esa sangrienta espiral que enfrenta a hombres blancos con pieles rojas. Del mismo modo podríamos llevar a cabo otro paralelismo entre el resto de los personajes y la sociedad americana emergente, donde el embrión de una mayor justicia social está tomando forma. Pese a no existir marcha atrás en este proceso, las convicciones, por sólidas que parezcan, a veces se tambalean. A modo de ejemplo podemos citar el arrebato racista de la novia de Martín: Laurie, argumentando lo siguiente acerca de Debbie. -¿Y “qué” vas a traer? ¿Una india criada en el odio a nuestra raza y enamorada quizás del asesino de uno de los nuestros?¿Sabes lo que hará Ethan si se le presenta la ocasión? Meterle una bala en la cabeza. Y Martha no se lo impediría te lo aseguro. Tras esta perorata racista se esconde una ambivalencia obvia, por un lado el conocimiento que tiene Laurie de los pioneros, forjados a sangre y fuego, representantes del inmovilismo y a cuyos argumentos no es ajena. Y por otra parte la aceptación aunque probablemente inconsciente, ya que lo vive en primera persona, de que una blanca se puede enamorar de un indio, algo impensable para la mente de Ethan Edwards y para la sociedad americana tradicional. El “positivo” del héroe lo representa Martín Pawley, el hijo adoptivo de los Edwards, mestizo de sangre cherooke, al que Ethan desprecia abiertamente. Su personaje es sinónimo de los nuevos tiempos, perfectamente integrado dentro de la familia Edwards y dentro de la propia comunidad, no olvidemos que Martin es el prometido de Laurie; la hija de los Jorgensen. Ford aborda el personaje desde la simetría que establece con su “tio”, sus apariciones en escena son semejantes, ambos lo hacen a caballo y ambos se encuentran frente a frente con su gente, la diferencia estriba en que Martin incluye dentro del núcleo familiar al propio Ethan mientras que la operación no resultaría conmutativa de aplicarse en sentido inverso. Tras una breve imagen de Martin en el porche de la casa Edwards, reflexionando acerca de la nueva situación familiar que le depara la llegada de su “tío”, se levanta y besa en la frente a su tía Martha, del mismo modo que con anterioridad la besó Ethan gesto que se volverá a repetir con los mismos protagonistas secuencias más tarde. Es este, el guiño que propone Ford como lugar de encuentro y punto de apoyo para la homérica búsqueda, aunque partiendo desde perspectivas diametralmente opuestas. A Ethan le mueve el amor que profesaba a su cuñada pero su deambular lo alimentan el odio y el racismo que siente hacia los indios. Del mismo modo que a Martin lo impulsa el enorme cariño que le unía a su tía Martha, similar al que le une a su única familiar viva; Debbie. Pero el elemento fundamental que va a determinar su actitud es que se ha convertido, sin proponérselo, en el único contrapeso factible a un ser ciego de odio y venganza, que no dudaría ni un segundo en poner fin a la vida de su sobrina por considerarla un ser corrompido por haber mantenido contacto físico con los indios. En este vagar, Martin se convierte en el inseparable acompañante de Ethan y al mismo tiempo en blanco de su ira y de sus chanzas. Su personaje irá creciendo en importancia a medida que se va diluyendo la figura del protagonista, será el encargado de rescatar a

Debbie con vida, -frente a la iniciativa propuesta por el reverendo Clayton y apoyada por Ethan que la condenaba a una muerte segura- como consecuencia de su acción se verá en la obligación de dar muerte al jefe Cicatriz. Finalizada la tarea Martin regresa al hogar de los Jorgensen, donde le espera su prometida; Laurie, ambos atraviesan el umbral de la puerta cogidos del brazo en un gesto que podemos considerar como la integración definitiva del diferente dentro de la comunidad. Semejante destino le espera a Moss Harper, personaje que representa dentro del film al loco Shakespeariano, del cual no sabemos si se trata de un loco profundamente sensato o por si por el contrario se trata de un cuerdo decididamente chiflado. Desde el primer instante se nos muestra como el alter ego de Ethan Edwads. Sus vidas son del todo coincidentes, ambos son seres errantes en continuo deambular, perfectos conocedores del mundo indio, en el caso de Moss Harper podemos especular que su locura deriva de haber mantenido, en un pasado lejano, un contacto traumático con los indios. Moss personifica al loco intensamente cuerdo frente al cuerdo completamente ido que encarna Ethan. Para finalizar, señalar dos concesiones de Ford hacia su personaje, por una parte tal y como comentamos con anterioridad Moss se convierte en el alter ego del protagonista, pero, a diferencia de Ethan, tiene claro como le gustaría acabar sus días y Ford se encargará de que sus deseos se hagan realidad, concediéndole su ansiada mecedora y un lugar donde disfrutarla dentro del rancho Jorgensen. Además le otorgará su momento de gloria dentro del film puesto que será él quién descubra el paradero definitivo de Debbie, hito que no logra Ethan pese a llevar siete años de larga y agónica búsqueda. Todo ello convierte a nuestro entrañable “loco” en un personaje fundamental dentro de la trama, cuyo devenir existencial acabará cerrando Ford, cuando una sociedad más justa cambie las patadas e insultos por una mecedora y un hogar donde pasar sus últimos días. Para finalizar convendría reseñar que frente a numerosos críticos que apuestan por una clara identificación entre el racismo de Ethan y el pensamiento de Ford, nosotros en este artículo proponemos una catarsis a la que es capaz de llegar el segundo y a la cual le es imposible acercarse a Wayne. Mientras Ford pone punto final a la cinta con la vuelta de Debbie a la casa de los Jorgensen, para de este modo constituir un núcleo interracial. Ethan no es capaz de entrar en la casa ni siquiera para disfrutar de la efímera gloria, puesto que sus convicciones y su nomadismo no se lo permiten. Con su brazo izquierdo sujeta el derecho, gira sobre si mismo y se marcha sin mirar atrás. La puerta de los Jorgensen finalmente… se cierra sola.

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