Cap 3 La Casa De Beppo Scarampa

  • October 2019
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El restaurador y la madonnina della creazione

III.- LA CASA DE BEPPO SCARAMPA Beppo se encontraba ocupado dando instrucciones al capataz sobre los diversos trabajos que todavía quedaban por hacer antes de la llegada del verano y aunque las actividades de la explotación no constituían su principal fuente de ingresos, de manera especial desde que comenzara la guerra, al señor Scarampa todavía le gustaba dedicar una buena parte de su tiempo a atender las necesidades del viñedo. - Don Beppo, ha llegado la modista con su chaqueta. Le está esperando junto a la morera. - Muy bien. ¿has visto a la señora Scarampa? - Si señor, la vi subir con el bebé por el caminal de la fuente hacia la casa. - ¿Y porqué no te has llevado a la costurera si sabías que habían de encontrarse? –profirió con voz grave y potente, y cambiando de tema rápidamente se dirigió al capataz:- ven a comer y acabaremos de hablar de esos asuntos. Con sus pasos largos, seguido a duras penas por el muchacho que le había llevado el recado, emprendió el camino hacia la casa principal. De éste apenas se veía una pequeña mancha rojiza correspondiente al tejado entre las ramas superiores de la gran morera que, desde primavera hasta finales del verano, ofrecía el refresco de su sombra a los habitantes de la casa. Atravesó una pequeña parcela y salió al descampado frente a la casa a unos cien metros de ésta poco antes de que su mujer y su amante se encontraran frente a frente. Cuando Marcia le vio salir de entre los viñedos giró rápidamente y se dirigió a su encuentro, con paso decidido y una nube de tormenta en el semblante.

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Salvador Bayona

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¿Qué hace esa cualquiera en mi casa? Ya te dije que no quería verla por aquí. ¿Es que no te importa deshonrar a tu mujer delante de todos, e incluso de tus propios hijos?. - Yo mandé que le dieran aviso de que me trajera mi chaqueta en cuanto estuviera arreglada –dijo Beppo frenando la marcha en seco y fijando su mirada en su mujer mientras hacía acopio de toda su autoridad para evitar que la cosa fuera a mayores-. Y por lo que respecta a lo demás, que quede claro que en casa de Scarampa manda Beppo Scarampa, y ni ellos ni tú tiene que pensar nada al respecto de las decisiones que tomo. Y ahora ve a la cocina y asegúrate de que pongan un plato más para comer: vendrá Spinelli. Y mientras su mujer quedaba azorada y silenciosa, él reemprendió la marcha con la misma naturalidad con la que la había detenido, acabando la discusión antes de haberla comenzado, como solía hacer cada vez que los infernales celos de su mujer amenazaban con organizar una escena. Se hizo planes mentalmente para encontrar un hueco antes de la comida y devolver las aguas a su cauce. - ¡Señorita Mella!, me alegra que haya podido arreglar la chaqueta con tanta rapidez –dijo estrechando su mano, esperando que Laura entendiera el doble sentido de sus palabras- ¿Ha quedado bien? - Ciertamente me he esmerado en ello como en ningún otro trabajo, aunque me temo que no había mucha tela de donde sacar. - En ese caso será mejor que pasemos al interior y nos proveamos de un espejo –respondió Beppo, cuyo gesto apenas podía disimular que había comprendido la naturaleza de las noticias-. Laura le siguió al patio interior a través de un gran arco apuntado que se abría en el grueso muro de adobe que, como si de una muralla se tratase, protegía el lado sur de la casa principal y, desde allí a una pequeña estancia, sobriamente decorada, que hacía las veces de despacho y desde la que se tenía acceso al vestíbulo a través de una segunda puerta. Beppo cerró la mampara acristalada detrás suyo, pero no hizo ademán de correr las cortinas, de manera que el interior del despacho quedara a la vista de cualquiera que atravesara el patio y se dirigió a ella con aire impersonal: - Bueno, veamos esa chaqueta Observó a la muchacha desanudar cuidadosamente el paquete que había traído: sus manos mostraban un ligero temblor, que bien podía deberse al esfuerzo realizado con la bicicleta y, sin embargo su respiración - 14 -

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era normal, aunque un tanto irregular. Como era su costumbre, se esforzó por seguir observando en silencio para anticipar algún detalle que pudiera resultar valioso. - El silencio denota el poder, y sobre él se construye el respeto –pensó, recordando la frase que, con dieciocho años, su padre le había susurrado al oído, como haciéndole entrega de un valioso legado- y aunque no me gusta jugar a eso con Laura debo conservar el respeto de todos. Toda esta hacienda se basa en eso, y, si no hago concesiones a mi mujer, que me conoce más profundamente que nadie, mucho menos voy a hacerlas a mi amante. Y, ante la evocación de esta relación ilícita según la Iglesia, pero inevitable por su innata debilidad masculina, según él, fijó su mirada en las anchas caderas de Laura que oscilaban ligeramente con cada movimiento de sus manos. Sin hacer memoria de la cortina que él mismo había evitado recorrer levantó las suyas un instante antes que ella diera media vuelta y, viéndole con las manos extendidas, comenzara a vestirle la prenda. - ¡Aquí tiene usted la chaqueta, Don Beppo! –dijo con potencia para tranquilizar a los oídos que escuchaban en el vestíbulo, tras la puerta; a continuación, casi en susurros, se dirigió a Beppo:- ¿acaso no piensas preguntarme cómo ha acabado todo? - ¿Acaso no piensas contármelo tú? Durante un segundo sus miradas se encontraron y Beppo supo todo lo que necesitaba. - No hay nada que hacer –dijo ella, con toda la brusquedad que hubiera querido evitar-. Está decidido a comprarte la tabla y dice que ya no hay marcha atrás. - Lo esperaba. Y sin embargo no deja de ser desagradable. ¿Te ha dado alguna razón de su empecinamiento? - Si, y esto es lo peor. Dice que la Einsatzstab ya está al corriente de las negociaciones y que eso impide dar marcha atrás. Es más, ha asegurado que esperan que el cuadro pase a la custodia del príncipe en las próximas fechas. - ¿Quién dices que está al corriente? - No sabes lo que es la Einsatzstab ¿verdad? –dijo Laura con un tono de voz tierno que le molestó, por asemejarse demasiado a la compasión-. Es una parte de la administración del tercer reich que se está haciendo con las mejores obras de arte de Europa. Normalmente obligan a vender a los propietarios de las colecciones - 15 -

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con amenazas, incluso torturas, según dicen, nadie sabe bien, pero te aseguro que ponen todo su empeño. De hecho, dicen que Göring es la verdadera cabeza pensante en todo este asunto y sus agentes, marchantes, o como los quieras llamar, no dejan escapar las presas fácilmente. - ¿Y todo eso te lo ha dicho tu príncipe? - En primer lugar no es mi príncipe, sino el tuyo, puesto que está casado con la hija de tu adorado Vittorio Emmanuel –corrigió Laura con una sonrisa- y, en segundo lugar no nos interesa a ninguno de los dos saber todo lo que sabe el otro ¿verdad?. Eso me lo has enseñado tú. - Y tú, desde luego, has sido una alumna muy aplicada –respondió Beppo con picardía-. El enrojecimiento súbito de Laura le dio a entender que había captado aquella alusión a otro tema, que nada tenía que ver con el que les ocupaba. Sin embargo sus ojos no dejaron de mirarle abiertos y sorprendidos por aquella frase que podía haber sido escuchada por cualquiera que estuviera al otro lado de la puerta. - Comprendo –dijo Beppo mirando al espejo sin verse y volviendo al asunto de la tabla-. Entonces, ¿Hay alguna manera de sobornar a ese alemán? - ¿A Phillip? No lo creo. Tiene de su mujer y de sus contactos políticos mucho más de lo que necesita y parece ser que el tráfico de arte le reporta pingües beneficios. - ¡Ay, Laura! –suspiró Beppo con aire paternalista- no subestimes nunca la codicia ni la debilidad del ser humano. Tener bastante es un lujo que sólo los locos o los santos se pueden permitir, y me parece que tu príncipe no es ni lo uno ni lo otro. - La verdad es que, ahora que lo mencionas, me pareció escuchar que le andaba buscando Pontoni. - ¿Pontoni? Eso es interesante. Si ha frecuentado el casino de ese florero andante seguramente le deberá dinero. ¿Ves como nadie está satisfecho?. –Y por primera vez se miró al espejo y refiriéndose a la chaqueta agregó:- Bien, todo está muy bien. Ahora mismo doy la orden de que te paguen.

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