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EL OCASO DEL PODER PRESIDENCIAL La reciente aprobación del presupuesto federal 2010, con toda su estela de inconsistencias y opacidad, sirvió para confirmar que los ejes del poder político en México se han movido. Del país presidencialista a ultranza que fuimos, estamos pasando en la práctica, no así en la reforma al sistema político, a una especie de régimen semiparlamentario-federalista, donde ocurre una transferencia de poder del centro hacia los estados y del Poder Ejecutivo hacia el Poder Legislativo. El poder casi absoluto que están tomando los gobernadores en sus estados, con los cambios aprobados en el presupuesto 2010 que les da un total control económico de los recursos federales que llegan a sus entidades, representa un México donde, por primera vez, hay mandatarios estatales más poderosos que el Presidente. En los hechos, sin reforma constitucional y de manera anárquica, tenemos un Poder Ejecutivo que se debilita mientras otros poderes, legales o ilegales (grandes empresarios, narcotráfico, televisión), se reparten a golpes y dentelladas los despojos del caduco régimen presidencial. (editado, Salvador García Soto) No. 141 23 / 11 / 09
UN GOBIERNO SIN RUMBO, ARROGANTE Y PREPOTENTE Las descalificaciones formuladas por los funcionarios federales en contra de Joseph Stiglitz – quien no es por cierto el primer Nobel de Economía en criticar abiertamente la actuación del calderonismo ante la crisis – denotan incapacidad autocrítica y arrogancia en el grupo gobernante, elementos que, según se ve, han impedido a los encargados del manejo económico del país enfrentar la presente coyuntura con un mínimo de sensibilidad y de realismo. Queda claro que el auge del desempleo, la pobreza y el deterioro generalizado de las condiciones de vida de la población en el país no son atribuibles por entero a la recesión mundial originada en Estados Unidos el año pasado (como lo manejan los corruptos medios de comunicación). Esos flagelos son producto de la conjunción entre esa crisis exógena y otra endógena que deriva de la aplicación, desde hace más de dos décadas, de las directrices económicas emanadas del llamado Consenso de Washington, así como de la falta de voluntad de las dos administraciones federales panistas para emplear los recursos públicos de que han dispuesto en la atenuación de las exasperantes desigualdades sociales, la reactivación de la economía y el mercado internos y la generación de empleos. En suma, las objeciones presentadas por los “funcionarios” calderonistas a lo expresado por Joseph Stiglitz ponen de manifiesto que, pese a que la crisis económica continúa y aunque sigue causando estragos sociales y sufrimiento en la mayoría de la población, el grupo en el poder continúa sin encontrar un rumbo de verdadero desarrollo para el país y, lo que es peor, no parece tener interés en hallarlo. (editado, Editorial, La Jornada, 20 / 11 / 09).