Bol 129 Pag 10 Y 11 Web

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El gozo de los recuerdos Priostes de la Hermandad e cerraron las puertas de San Vicente y en su interior quedaron esos dos altares que sostienen a mis Benditos Titulares, esos con los que aprendí a rezar como se reza en Sevilla, con cera, flor, incienso, música y treinta y cinco corazones latiendo debajo de sus pasos a una sola voz, un solo motor, para mayor honra y gloria de Nuestra Señora de los Dolores y de su Divino Hijo, que lo dio todo por nosotros, como hay que darlo todo para que el sueño se cumpla.

S

Acabaron cuatro años de sacrificios, de sufrimientos, de “penas y dolores” al comprobar que la realidad es más dura y muy distinta que en el sueño, que el día a día de la Hermandad te conduce a donde no pretendías llegar, a hacer las cosas de formas distintas de lo que pensabas. También a desencuentros con quien no quieres, a sinsabores con los que no contabas y que nunca buscaste. Pero en el momento en que más caído te parece estar, cuando sientes que ya no soportas el peso de la realidad, encuentras algo o alguien que viene a tu encuentro y enjuga tu llanto y te da nuevas fuerzas para poder seguir luchando. Por eso, gracias a los que habéis permitido que se hiciera realidad nuestro sueño. Y gracias también, una y mil veces, a todos los que sienten algo por Nuestro Padre Jesús de las Penas y María Santísima de los Dolores, porque lo que hemos visto, oído y sentido en las calles de Sevilla cada Lunes Santo y otros tantos días en la Capilla, ha sido para nosotros como un nuevo Bautismo en el que nos hemos visto despojados de lo viejo para que naciera siempre algo nuevo y más hermoso. Ha llegado el día del alejamiento para nuestras manos, pero no para nuestros corazones. Estas manos a las que los grandes maestros, nuestros maestros, enseñaron a colocar el llanto de la cera y la alegría de la flor para nuestra Reina y Madre a la que pedimos que no permita que se apague la llama de nuestros corazones para que cada año, al llegar el gran día, vuelva a brotar en ellos esa flor que alegre sus Penas y Dolores. Dicen que “la historia la escriben los valientes”, y es por eso que en el mundo de las Cofradías en general y en nuestra Hermandad 10

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en particular tenemos una gran riqueza, gracias a valientes que creyeron que en nuestra Semana Santa, además del palio de cajón, cabían las cresterías o las bambalinas con bellotas; que un paso de Cristo puede llevar hachones o unos magníficos faroles de plata; que debajo de un antifaz de nazareno caminan con fe los cofrades sin que haya distinción por su aspecto físico, posición social, económica o sexo, que un Señor puede abrazar una cruz de carey y convertirla en un sello de identidad, y que pueda estar igual de bello con una túnica lisa o bordada. Comprendieron también que al igual que es un gozo para los sentidos el escuchar la marcha fúnebre de Chopin por la plaza del Salvador, emociona ver con qué recogimiento, seriedad y devoción se agolpa la gente junto a la antigua cafetería América para escuchar la marcha Madrugá mientras regresamos a nuestro

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templo, cumplida ya nuestra Estación de Penitencia. Han sido gozos y experiencias vividas de las que el tiempo nos dirá cuáles deben perdurar y las que habrá que cambiar, siempre teniendo presente el celo por respetar y conservar las tradiciones de nuestros mayores, pero con la valentía de cambiar o mejorar lo que no ellos no supieron o pudieron. Hemos intentado en este tiempo recuperar cosas que quedaron en el olvido de los años y aportar otras nuevas que, a nuestro entender, podían ayudar a engrandecer a nuestra Hermandad. Pero si en algo hemos puesto el mayor de nuestros empeños ha sido en tratar con el máximo cariño, devoción y respeto, lo que es lo más importante de nuestra Hermandad, Nuestras Benditas Imágenes Ti tul a res, seg uro s y convencidos de que sin Ellas nada de lo demás tiene sentido. La responsabilidad de un prioste va mucho más allá de limpiar o apretar tornillos. Mantener, sostener y defender la dignidad que se merecen la Madre de Dios y su Hijo es nuestra responsabilidad, no solo en lo ornamental de la vela y la flor, sino también evitando que estén sobre bancos de iglesia si pueden estar sobre peana, o utilizando materiales y artilugios que no son los apropiados, por mucho que la costumbre o la desidia de los años lo hayan convertido ya en costumbre. Ni que decir tiene, que a estas alturas, en estos momentos de la despedida, lo mejor que nos llevamos es haber podido comprobar con el mimoso cariño y la fe con la que muchos de nuestros hermanos y hermanas portaron a Nuestro Señor y a Nuestra Señora cuando hubo que trasladarlos hasta el altar de culto o bajarlos de su pedestal para vestirlos. Solo lamentamos no haberlo podido compartir con más cantidad de hermanos, porque verdaderamente los sinsabores de la priostía se vieron compensados Junio 2008

solo con ver las caras de todos ellos. Gracias hermanas, que nos acompañasteis cuando nos empecinamos en que debíamos trasladar a Nuestra Señora de los Dolores con el mejor de los respetos. Gracias a las familias que nos acompañasteis en un rato de oración en la capilla con las cortinas echadas, respetando la intimidad del momento. Gracias amigos, que siempre teníais unas palabras de cariño después de un duro trabajo de montaje. Gracias, Hermano Mayor, por ser sobre todo Santiago el amigo, el cuarto prioste, siempre presto a una llamada de teléfono, a echar una mano en lo que podías, por “prestarnos” a tu familia cuando hemos necesitado de ellos. Y sobre todo, gracias familia... Necesitaríamos un Boletín entero para exponer nuestra gratitud a todos y sobre todo para reconocer las muchas renuncias durante estos años de nuestros propios familiares, lo largos que le han debido parecer, pero estamos seguros de que el Señor de las Penas y María Santísima de los Dolores se lo han de premiar a todos. Y tras los agradecimientos, las disculpas a la Hermandad por todo lo que pudimos dejar sin terminar de arreglar y a los hermanos por cuanto pudo no terminarles de gustar. Y, cómo no, un reconocido recuerdo a todos los priostes que nos precedieron, porque de ellos aprendimos y de ellos quisimos recoger el testigo. A los que quedan por venir, pedirles que traten y cuiden de Nuestro Señor y Nuestra Señora con el mismo cariño o más aún si ello fuera posible. Son muchas las cosas que se quedan por contar y muchos los sentimientos por compartir. Cualquier lunes del año, después de nuestra misa de Hermandad, podemos charlar de todo ello si queréis, porque no os quepa duda que en nuestra mente quedará para siempre el tesoro de los recuerdos y en nuestro corazón el gozo de lo vivido.

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