El concepto de fraternidad Un enfoque histórico-filosófico INTRODUCCIÓN El objetivo del presente trabajo es explorar la evolución que ha tenido, a lo largo del tiempo, un concepto que consideramos de fundamental importancia en lo que se refiere a la concreción de un entorno de valores que, de lo contrario se convierten en conceptos vacíos. Nos referimos al concepto de fraternidad. Por supuesto que no pretendemos agotarlo, ni en lo que se refiere a sus dimensiones conceptuales, ni a su temporalidad. Centraremos el análisis en un período acotado. Pretendemos recorrer la evolución desde la aparición de la Stoa, hasta el período de la Revolución Francesa. El concepto de Fraternidad ha perdido vigencia. A tal punto esto es constatable, que resulta bastante ardua la tarea de su rastreo en la bibliografía disponible. Por otra parte, como afirma Doménechi dicho concepto se ha convertido en una “noción amorfa”. En el Diccionario de la Real Academia Española encontramos la siguiente definición: “fraternidad, del Latín “fraternitas”, amistad o afecto entre hermanos o entre los que se tratan como tales”. Si bien esta definición es breve, nos da pie como para comenzar el análisis del concepto. La fraternidad desde el punto de vista etimológico alude al amor fraterno. Luego, en la etimología de la palabra fraternidad está implícita la noción de amor, entendido como “ágape”, no como “Eros”. El término “Eros” nos remite, en principio, así sentimiento que se manifiesta en un sujeto carente de algo respecto de aquello que lo posee. Es en tal sentido que en el pensamiento griego, y fundamentalmente en Platón, eros es aspiración de lo menos perfecto a lo más perfecto. “Ágape” por su lado, alude a la necesidad de brindar lo mejor de sí al otro. En el primer caso se trata de obtener aquello de lo que se carece, en el segundo de dar lo que se posee. Así, en el pensamiento cristiano “ágape” se refiere a un sentimiento que se origina en lo amado pero no como causa final, en la medida que consiste en un movimiento de lo superior a lo inferior con el fin de protegerlo. No se trata, como en el caso de eros, de un apetito o deseo sino de un sentimiento que mueve a la entrega incondicional de lo mejor de sí mismo. Como vemos tampoco puede ser asimilado a la compasión. El amor agápico es el amor mediado por Dios-Padre, y es en ese sentido que puede asimilarse a los conceptos de caridad y fraternidad.
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La definición del Diccionario de la Real Academia, si bien es breve, contiene un elemento fundamental en lo que se refiere a la comprensión del concepto, se trata de la referencia a los hermanos o los que se tratan como tales. Tal como vimos, la fraternidad debe ser el sentimiento con el que los hombres se traten entre sí por el sólo hecho de ser hombres. En conclusión, humanidad es sinónimo de hermandad, por lo tanto no tiene cabida ningún tipo de distinción ni de trato diferencial.
I - FRATERNIDAD EN EL MUNDO GRIEGO En la Grecia antigua no aparece ningún concepto que se aproxime a la idea de fraternidad, entendida como amor entre hermanos (philadelphía). Debemos esperar la aparición de las escuelas helenísticas, en especial de los filósofos de la Stoa, para encontrar una precisión del concepto de fraternidad como amor desinteresado. La decadencia de la polis, ante la cual se produce el surgimiento de la filosofía helenística, tiene un profundo efecto en el mundo griego; pierde vigencia el ideal del “zoon politikon”, las virtudes éticas ya no son virtudes políticas produciéndose con ello una separación entre Ética y Política. Y es precisamente en este contexto que encontramos referencias precisas al concepto de fraternidad, entendida como amor desinteresado. Una vez desaparecida la Polis, el hombre tiene ante sí la tarea de organizar una sociedad universal, basada en la razón. Se trata de construir una comunidad moral de todos los hombres. Con los Estoicos desaparecen las barreras de las nacionalidades establecidas por los Estados. El Estado que surgirá estará integrado por todos los hombres, será un reino de alcance universal. El estoicismo fue el resultado de aplicar la mente dialéctica y razonadora, propia de la filosofía griega, a la nueva situación del hombre, al desaparecer la polis. Lo que le queda al hombre es una naturaleza cósmica y humana, regida por una ley natural (logos), que provoca el pasaje de la polis a la cosmópolis. De este modo el cosmopolitismo pasó a ocupar el lugar que antes ocupaban los deberes del ciudadano. Si el mundo es uno y el mismo para todos, si ya no existen barreras políticas, entonces todos somos parientes, con el mismo origen y el mismo destino. Encontramos en los estoicos la idea de hermandad universal, (léase: fraternidad) desprendida de connotaciones políticas. En Cicerón (De fin., V, 23,65) “de todas las cosas buenas…ninguna salta a la vista ni tiene tan amplia acción como la unión de hombre y hombre consistente en una comunidad y reciprocidad de intereses y amor al género humano que se extiende primero bajo forma de parentesco de la sangre, luego de parentesco por alianza, luego por la amistad y por último al vecino, al conciudadano, al aliado político, al amigo político y a la humanidad entera”. Y en Cicerón, (Los oficios, X, 271), “Nunca
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deben anteponerse a la amistad las utilidades aparentes, como son los honores, riquezas, deleites y otras cosas semejantes.” Del mismo modo encontramos en Marco Aurelio el elogio al parentesco y la solidaridad entre los hombres, ya que éstos han nacido los unos para los otros. Sostiene que aún el pecador es “pariente mío” porque participa de la misma inteligencia y destino divino, ya que todos hemos nacido para la cooperación, como las distintas partes del cuerpo. Así como la unidad del cuerpo se produce por la cooperación entre sus miembros, del mismo modo los seres racionales diferentes han sido creados para colaborar en la misma obra. Por lo tanto aquel que se aleja de aquellos que por naturaleza son parientes y amigos suyos, es un desertor.ii Como señala Domenechiii “ El encartes estoico es, pues, más “profundo” psicológicamente que el socrático, tiene más “libertad interior”, su concepto presupone… la formación de preferencias de tercer orden, las únicas que pueden hacer de él un buen ciudadano …, pero también un hombre sereno y feliz fuera de ella; en la selva, o bajo monarquías o tiranías….Pues el sabio estoico no tiene ahora enfrente al resto de los ciudadanos libres de la polis, sino a la cosmópolis toda, a la humanidad entera. Y así como el pórtico finge que la naturaleza está regida por una inteligencia divina sin mácula, así también finge que esa humanidad constituye una comunidad, una koiné, ligada no, evidentemente, por tradición o lazo comunicativo alguno, no articulada por la división del trabajo, o por instituciones políticas tangibles y a todos accesibles, sino cuajada por mutua oikeiosis, …(…) En ese orden natural los hombres son buenos, tienen naturales sentimientos de amor y lealtad, de compañerismo; son gregarios, como corresponde al rebaño de Zenón”.
Si nos remitimos al pensamiento de Zenón o de Crisipo, con respecto a que el hombre sólo puede ser feliz si lleva una vida adecuada a la naturaleza, entonces no es difícil aproximarnos a la vinculación entre fraternidad y felicidad. El hombre forma parte de un orden universal, regido por una ley superior contra la cual no puede ni debe rebelarse. Con esta apelación al orden universal se vuelve artificial toda separación entre leyes humanas y leyes naturales. La distinción entre nomos y Physis que jugara un rol importante en el apogeo de la polis pierde su vigencia. Cuando los hombres siguen manteniendo esta distinción, caen en el error, pues intentan crear leyes que no respetan dicha unidad. De ese modo se alejan de la virtud, y por ende, de la felicidad. Cuando el hombre olvida sus lazos de parentesco, de hermandad universal, cae en los excesos que llevan a la creación de leyes e instituciones que rompen la armonía establecida por la inteligencia suprema, pretendiendo entonces pretende ejercer el dominio sobre aquellos que son sus iguales, sus hermanos. El Estado ideal de los estoicos pensado por Zenón, rechaza las barreras de nacionalidad o las que establecen los Estados históricamente dados. Se trata pues de una comunidad racional de vida de todos los hombres. Todos formamos parte de una hermandad universal, por lo tanto cualquier acto que atente contra la cohesión de dicha unidad es un acto deplorable.
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Evidentemente la virtud ética consiste en la aceptación y racionalización de éste origen y destino común. La felicidad no consiste en un logro individual que lleve al sacrificio de los intereses de los demás hombres en pos de la conquista de mis intereses particulares. Plutarco señaló que dicha comunidad había sido de algún modo anticipada por Alejandro Magno, y luego llevada a cabo por los romanos. Sin embargo debemos precisar que existe una diferencia importante entre lo realizado por los Romanos y el ideal de los estoicos, En ningún momento los estoicos concibieron el reino universal como una fuerza política, sino que lo concibieron como el reino de la armonía espiritual del conocer y del querer. Por eso frente a la diversidad de Estados, los estoicos mantienen la idea del cosmopolitismo, es decir de la comunidad moral de todos los hombres, borrando diferencias de rango, nacionalidades, etc. El concepto de fraternidad se asienta en los ideales de justicia y de filantropía, que constituyen los más altos imperativos de la comunidad racional. Es importante destacar que será precisamente el legado estoico del cosmopolitismo basado en la fraternidad universal uno de los argumentos más fuertes utilizado por el Imperio Romano. Si ya no hay fronteras entonces el mundo es uno sólo y por lo tanto se legitima el dominio. Los intereses políticos del Imperio marcarán un retroceso con respecto al legado filosófico estoico, que se verá recuperado, con la aparición del Cristianismo.
II - Fraternidad en el contexto del Cristianismo El Cristianismo tomará este concepto pero además lo dotará de un elemento que definitivamente lo separará del concepto de eros griego. Se trata de la idea de un Dios del cual emana el amor agápico. Si el hombre es capaz de amar al prójimo, es porque Dios ha puesto en él esa capacidad y le ha dado el ejemplo al amar a todos los hombres pues todos son sus hijos. Si nos remontamos al origen del concepto de ágape, encontramos que este tiene sus raíces en el Cristianismo. Ágape es sinónimo de charitas, caridad o amor, y junto con la esperanza y la fe, constituyen las tres virtudes “teologales”. San Pablo (I Cor., XIII, 1-3) decía “puedo hablar lenguas de hombres o de ángeles, pero si no tengo caridadiv no soy sino bronce que resuena o címbalo que retiñe. Puedo tener el don de profecía y conocer todos los misterios; puedo tener fe como para trasladar montañas, mas si no tengo caridad, no soy nada. Y si repartiere todo cuanto tengo o incluso diese mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, en nada me aprovecha”. En San Agustín encontramos la referencia a la caridad como la virtud que ama lo que debe ser amado (virtus est charitas qua in quod diligendum est diligitur) {Ep. CLXVII}.
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Si bien los Estoicos hablan de una hermandad universal, del cosmopolitismo, falta el elemento que aporte unión a los hermanos. La existencia de un padre fortalece la hermandad, y esto se alcanzó con el Cristianismo. Con el Cristianismo quedará definitivamente perfilado el concepto de fraternidad, concebido como amor al prójimo. Podríamos preguntarnos, “¿quién es el prójimo?”; el prójimo es el otro, y el otro es cualquiera. Como señala Attaliv “(…) la fraternidad aparece en la Biblia y en los otros textos fundadores del monoteísmo como el conjunto de las condiciones que permiten a todos los hombres, y por tanto también a los hermanos, olvidar rivalidades intrínsecas para ayudarse, amarse y tolerarse en sus diferencias y sus aspiraciones, alegrarse del éxito ajeno y sentirse dichosos de la dicha ajena.”( p.89).
Jesús propone a los hombres la idea de que somos todos hijos de un padre común, y, por ende, cada uno de nosotros es depositario de valores que poseen también los demás por el origen común. Esta renovación que supuso el mensaje de Jesús, trajo aparejada una profunda transformación en lo que respecta a la relación del hombre con Dios. Será a partir de ese momento que la relación basada en el temor, predominante en el pensamiento hebreo, dará paso a la relación basada en el amor.vi Con el Cristianismo se introduce la idea de una moral abierta y no limitada a un pueblo elegido. Esta apertura rompe con la condición impuesta por los lazos sanguíneos característica de la moral hebrea. Dicha condición había implicado el afianzamiento a una concepción nacionalista cerrada que encontramos reflejada en muchos pasajes de la Biblia. La hermandad del pueblo judío se vio reforzada por el pacto o alianza entre Jehová y el hombre. Así leemos en Génesis: 6; 18, “Mas estableceré un pacto contigo…”, “Y habló Dios a Noé y a sus hijos con él diciendo; Yo, he aquí que yo establezco mi pacto con vosotros y con vuestra simiente después de vosotros.” (Gén: 9; 8, 9) “Acordóse siempre de su alianza; de la palabra que mandó para mil generaciones” (Salmos: 105, 8)
El mensaje de Jesús no está sujeto a pacto alguno, más que el que pueda provenir del compromiso afectivo del hombre con Dios. Desaparece por otra parte el elitismo proveniente de la condición de consanguinidad de los hebreos. Esta ampliación de los marcos morales supuso la extensión del concepto de fraternidad, que, de algún modo retoma el espíritu con que se había manifestado en el Estoicismo romano. En Mateo 12; 47 al 50 y Lucas; 8; 20, encontramos interesantes manifestaciones de esta idea. “Y le dijo: He aquí tu madre y tus hermanos están fuera, que te quieren hablar. Y respondiendo él al que le decía esto le dijo: ¿Quién es mi madre y quienes mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia los discípulos, dijo: Ge aquí a mi madre y a mis hermanos. Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre, ese es mi hermano y hermana y madre”.
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La paternidad que introduce el Cristianismo es fuente de amor hacia sus creaturas y fundamento del sentimiento de hermandad universal. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis los unos a los otros como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros. En eso conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros “ (Juan, 13; 34, 35) “Bien has dicho: amarás al prójimo como a ti mismo, más que todos los holocaustos y sacrificios”. (Marcos; 12; 33) Carta de Pablo a los Gálatas: “La promesa no depende de la ley”, “Hermanos, hablo desde el punto de vista humano; aunque sea de un hombre, un testamento debidamente otorgado nadie puede anularlo ni se le puede añadir una cláusula. (…) Quiero Decir esto; una herencia ya debidamente otorgada por Dios no iba a anularla una Ley que apareció cuatrocientos treinta años más tarde, dejando sin efecto la promesa; y en caso de que la herencia viniera en virtud de la Ley, ya no dependería de la promesa, (….) . Entonces, ¿para qué la Ley? (…) Entonces, ¿contradice la Ley a las promesas de Dios? (…) Así la Ley fue nuestra niñera, hasta que llegara el Mesías y fuéramos, rehabilitados por la fe, ya no estamos sometidos a la niñera, pues por la adhesión al Mesías Jesús son todos hijos de Dios; porque todos, al bautizarse vinculándose al Mesías, se revistieron del Mesías. Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón y hembra, pues ustedes hacen todos uno, mediante el Mesías Jesús…”vii
En la Carta citada, (III, La libertad cristiana), encontramos planteos interesantes en lo que se refiere a los vínculos entre el hombre y Jesús. “Para que seamos libres nos liberó el Mesías; así que manténganse firmes y no se dejen atar de nuevo al yugo de la esclavitud. Miren lo que les digo yo, Pablo: si se dejan circuncidar, el Mesías no les servirá ya de nada. Y a todo el que se circuncida le declaro de nuevo que está obligado a observar la Ley entera. Los que buscan la rehabilitación por la Ley, han roto con el Mesías, han caído en desgracia. Por nuestra parte, la anhelada rehabilitación la esperamos de la fe por la acción del Espíritu, pues como cristianos da lo mismo estar circuncidado o no estarlo; lo que vale es una fe que se traduce en amor…”viii
Más adelante, en el mismo texto, dice Pablo: “A ustedes, hermanos, los han llamado a la libertad; solamente que esa libertad no dé pie a los bajos instintos. Al contrario, que el amor los tenga al servicio de los demás, porque la Ley entera queda cumplida con un sólo mandamiento, el de “amarás a tu prójimo como a ti mismo”ix
También en la primera Carta de Juan, encontramos manifestada la necesidad de que ágape, el amor o charitas se constituya en el vínculo de la hermandad universal. “(…) Amigos míos, no les comunico un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que han tenido desde el principio; ese antiguo mandamiento es el mensaje que escucharon. Y, sin embargo, el mandamiento que les comunico es nuevo, cosa que es verdad de él y de nosotros, porque se van disipando las tinieblas y la luz verdadera ya brilla. Quien habla de estar en la luz mientras odia a su hermano, no ha salido de las tinieblas. Quien ama a su hermano está en la luz y en sí no encuentra tropiezo. En cambio quien odia a su hermano está en tinieblas y camino en tinieblas sin saber adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.”x
En la Carta que venimos citando, San Juan nos dice:
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“Miren qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre: que nos llamemos hijos de Dios; y además lo somos. (…)Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. No amar es quedarse en la muerte, odiar al propio hermano es ser un asesino, y saben que ningún asesino conserva dentro la vida eterna. Hemos comprendido lo que es el amor porque aquél se desprendió de su vida por nosotros: ahora también nosotros debemos desprendernos de la vida por nuestros hermanos. (…) El que diga “Yo amo a Dios” mientras odia a su hermano, es un embustero, porque quien no ama a su hermano, a quien está viendo, a Dios, a quien no ve, no puede amarlo. Y éste es precisamente el mandamiento que recibimos de él; quien ama a Dios, ame también a su hermano”xi
Si nos trasladamos a algunos textos de San Agustín, encontramos reflexiones interesantes sobre el concepto de ágape. “El amor nos remonta allá, y vuestro buen Espíritu encumbra nuestra bajeza, sacándola de las puertas de la muerte. La paz se halla en la buena voluntad. Todo cuerpo con su gravedad tiende a su lugar. Y el peso no va necesariamente hacia abajo, sino hacia su centro. El fuego sube arriba, la piedra baja al suelo…Mi peso es mi amor, él me lleva a dondequiera que soy llevado. Con tu don nos inflamamos y somos llevados hacia arriba; nos enardecemos y subimos…”xii
La caridad o amor divino redimió al hombre de su esclavitud del amor terreno, elevándole hacia el verdadero amor. Dicha elevación supuso la liberación del hombre. La charitas cristiana es el medio liberador del hombre. Este concepto de amor supone una nueva vida, vida basada en el amor a Dios y amor al prójimo. “El motivo de amar a Dios no es amarle por mí mismo, sino por sí mismo,…Llamo caridad al esfuerzo del amor para gozar de Dios por sí mismo y de sí mismo, y del prójimo por Dios.”xiii
A modo de conclusión, el hombre es el único ser que puede hacerse partícipe de la sabiduría, bondad y caridad divinas. El amor de Dios que penetra en los corazones humanos, lleva a los hombres a aspirar a formar una comunidad unida en el amor a Dios. De este modo, los conceptos de amor, ágape y charitas, constituyen el fundamento de la fraternidad.
III – Fraternidad en el contexto de la Revolución Francesa
Hasta el advenimiento del proceso revolucionario en la Francia de 1789 no volvemos a encontrar referencias al concepto de fraternidad. Nos centraremos entonces en algunos personajes, hechos e ideas que son representativos de dicha reaparición. Intentaremos al mismo tiempo realizar el análisis del contenido que en este período de la Historia, posee dicho concepto. Si nos retrotraemos en el tiempo, encontramos que hubo diversos intentos de formar comunidades o fraternidades, las cuales se desarrollaron hasta que constituyeron una amenaza para la Iglesia. Una vez que ésta se convirtió en un 7
poder político, trató por todos los medios de reservar como un derecho exclusivo, la formación de hermandades. Es así que en el concilio de Aviñón del 13 de junio de 1326 prohibe las hermandades laicas (“es decir, las reuniones de los que se dan el nombre de “hermanos”). Sin embargo el esfuerzo por eliminar todo tipo de hermandad que no estuviera bajo la égida del poder de la Iglesia, no perduró demasiado. Una prueba clara de ello es que de todos modos prosperaron las hermandades laicas, entre ellas las del orden masónico. Pero de hecho, la mención explícita al concepto de fraternidad, recién la encontramos en Kant, bajo el nombre de “hospitalidad universal”. Durante el período de la Ilustración, sin embargo, no encontramos referencias al concepto de fraternidad, y cuando se lo menciona, se lo vincula a ciertos grupos cerrados como ser el de la masonería o las fraternidades religiosas. La Revolución Francesa recuperó este valor, aunque con connotaciones que, en la mayor parte de los casos, se distancian del las estoicas y cristianas. Creemos pertinente a esta altura tomar algunos de los textos pertenecientes a los documentos aprobados durante el período revolucionario, con el fin de analizar la referencia, en algunos casos implícita, apenas insinuada, y en otros, la referencia explícita, al concepto que pretende abarcar este trabajo. Como se señala en el Vocabulario Básico de la Revolución Francesa (18. pp 119) -bajo el título “Derechos del hombre y del ciudadano”-, los artículos 1 y 6 de la Declaración de los derechos del 26 de agosto de 1789, rechazan las diferencias marcadas por el antiguo régimen basadas en el nacimiento. “Las diferencias sociales no pueden fundarse más que sobre la utilidad común (art. 1) (…) Puesto que todos los ciudadanos son iguales a sus ojos (de la ley) han de ser igualmente admisibles a todas las dignidades, lugares y empleos públicos, según sus capacidades y sin que medie otra distinción que la de sus virtudes y la de sus talentos (art. 6). Encontramos aquí la referencia a la noción de ciudadano, que nos lleva a percibir ya algún matiz con respecto al concepto de fraternidad usado por el Estoicismo. Si bien es cierto que también los Estoicos hablaron de ciudadanía, se refirieron, como ya vimos, al ciudadano del mundo. Aquí encontramos la referencia al ciudadano y a su posición ante la ley. Como es notorio se está haciendo referencia a la comunidad política, ya que ninguno de los dos conceptos tendería sentido si no es en el marco de una comunidad jurídico-política. El Diccionario de la Academia definía ciudadano, en 1786, como: “el habitante de una ciudad, de una localidad… se dice que un hombre es un buen ciudadano para indicar con ello que es un hombre lleno de celo por su patria… “. El ciudadano es el hombre que puede gozar de derechos civiles y políticos. De hecho en el título de la Declaración de derechos de 1789 versa: Declaración de derechos del hombre y del ciudadano, de donde se desprende la distinción entre el hombre y el ciudadano, así como una distinción entre los derechos de uno y de otro. Por un lado estarían los derechos que el hombre trae por naturaleza y por otro, aquellos que adquiere como miembro activo de la
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comunidad política. Hablamos de miembro activo, pues los mismos constituyentes establecen la distinción entre los ciudadanos activos y pasivos. A medida que avance el proceso revolucionario se verá que el término ciudadano pasará a designar a todos los franceses. Hubo en el período revolucionario otros dos conceptos que asumieron mucha importancia. Se trata de los conceptos de: patria y nación. Dichos conceptos se encuentran estrechamente vinculados al concepto de fraternidad en su acepción revolucionaria. Como puede verse en la definición de “Patria” aportada por el caballero de Jaucourtxiv , palabra patria se encuentra asociada al lugar, al sentimiento, a la libertad, y a la felicidad. La asociación de dicho concepto al lugar de nacimiento, posee relevancia, sobretodo si intentamos precisar los matices entre la idea de fraternidad estoica y la manejada por los revolucionarios. Como vimos, entre los estoicos la fraternidad comprendía a todos los hombres por igual, sin distinciones de ningún tipo. No existían las fronteras, por lo tanto, los ciudadanos no pertenecían a un lugar determinado, o, más bien, pertenecían al mundo, de allí la noción que ya vimos de cosmopolitismo. Por otra parte, es interesante recordar que uno de los símbolos emblemáticos de la Revolución, La Marsellesa (Chant de guerre pour l’armée du Rhin), comienza haciendo un llamado a los hijos de la patria. El decreto de la Convención del 9 de termidor del año III, exalta “el amor sagrado por la Patria”. Luego el concepto de patria será desplazado paulatinamente por el de Nación. La Constitución de 1791 se funda en este principio, en tanto define la nación como el conjunto de los ciudadanos. La escarapela nacional, cuyo uso se tornará obligatorio, será el emblema que permita identificar a los patriotas o ciudadanos de Nación. Otra idea que aparece estrechamente vinculada con la de la nación es la de Federación. Su origen está ligado a las guardias nacionales de la primera etapa de la Revolución. Un ejemplo de su importancia lo encontramos en la fiesta de la Federación celebrada en París el 14 de julio de 1790 en el aniversario de la toma de la Bastilla. Los franceses se unen en París en torno al altar de la Patria. Sin lugar a dudas uno de los representantes más destacados en lo que respecta al estímulo de la exaltación patriótica, es Robespierre. La toma de Tolón del 5 de nivoso del año II y la fiesta del Ser Supremo del 20 pradial del año II, constituyen hechos que buscan mantener vivo el sentimiento nacionalista subyacente en la idea de fraternidad. En la Constitución de 1791 encontramos una clara referencia a la vinculación entre fraternidad, el ciudadano y la patria: “Se creará y organizará una instrucción pública común a todos los ciudadanos, gratuita respecto de las partes de enseñanza indispensables para todos los hombres…Se establecerán unas fiestas nacionales para conservar el recuerdo
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de la Revolución francesa, mantener la fraternidad entre los ciudadanos y vincularlos a la constitución, a la patria y a las leyes “ Sin embargo, hubo algún intento, aunque breve, durante el proceso revolucionario, que, si bien mantiene connotaciones políticas, podría aproximarse a la idea de una fraternidad Universal, proclamada por algunos representantes del estoicismo. La distancia conceptual fundamental se encuentra en que en este caso, es Francia quien se arroga el derecho de llevar a otros pueblos sus conquistas revolucionarias, y que los otros serán miembros de una fraternidad universal en tanto acepten los logros revolucionarios. Un claro ejemplo de la idea que venimos manejando se encuentra en algunos pasajes de La Marsellesa. “La república una e indivisible lleva a todos los pueblos la libertad, la igualdad y la fraternidad…..” Durante la etapa de la Asamblea Legislativa y de la Convención, Francia se arrogó el derecho de brindar fraternidad, libertad y ayuda a todos aquellos pueblos que compartieran los postulados revolucionarios. Es más, hubo en cierto momento iniciativas, en algún caso concretadas, de crear una asociación de Repúblicas unidas por lazos de hermandad. Dicho emprendimiento que fue obra del Directorio tenía, sin duda intenciones anexionistas. Los Sans Culottes constituyen un grupo a tener en cuenta en el ideario que dominó buena parte del proceso revolucionario. Formaron el sector pujante de las jornadas parisinas, y estaban integrados por trabajadores, pequeños propietarios que defendían la libertad, la fraternidad y la igualdad como condiciones de la felicidad. Sostenían que no era posible pensar en una sociedad feliz, sin la instauración de la igualdad. Este mismo ideal se expresa en el pensamiento de Robespierre. En su “Informe sobre los principios de moral política que deben guiar a la Convención”, plantea que la igualdad debe ser la esencia de la república. “El principio fundamental del gobierno democrático o popular es la virtud pública…esta virtud consiste en el amor a la patria y a sus leyes… Como la esencia de la república o de la democracia es la igualdad, se deduce de ello que el amor por la patria incluye necesariamente al amor por la igualdad… y supone o produce todas las virtudes…”.
Los Sans Culottes proclaman el principio de la soberanía popular y lo ponen en práctica realizando asambleas públicas ya que consideran que el ciudadano, es el que practica la virtud y dicha virtud se practica en el ámbito privado como buen esposo y padre, así como en el ámbito público, haciendo uso de su voluntad en las votaciones. Consideran que la fraternidad sólo es posible entre quienes practican las virtudes ciudadanas, y, por ende se oponen a la depravación que caracteriza a los aristócratas. Quiere decir entonces que el concepto de fraternidad, está unido al concepto de Nación.
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De este modo vemos que entre la fraternidad concebida por el Estoicismo, la “fraternitas”, difundida por el Cristianismo, y la fraternidad revolucionaria hay diferencias importantes. Con los revolucionarios se rescata el concepto de fraternidad pero se le da un tinte político que no poseía previamente. Es evidente que “virtud privada y virtud pública” que con los Estoicos se habían escindido, vuelven a unirse. Conclusión La Estoa había introducido el concepto de fraternidad rescatando la concepción presocrática de unidad de la Physis. El hombre, como integrante de la misma y regido por la inteligencia universal, daba muestras de su racionalidad descubriendo su origen común y respetándolo. Todo acto que se apartara de dicha racionalidad era propio del necio. Nomos y Physis debían constituir una unidad. De allí que para los filósofos de la estoa fueran inaceptables las diferencias creadas por el hombre. Había una comunidad universal de hombres y viernes, una hermandad universal, y la fraternidad se desprendía del origen y destino común. Con el imperio romano el concepto de fraternidad se vio desvirtuado ya que se asoció a ambiciones políticas. La inexistencia de fronteras constituyó un buen argumento para las intenciones anexionistas del imperio. La noción de fraternidad pasó a designar la hermandad de los hombres gobernados por el poder imperial. Es con la aparición del cristianismo que el concepto de fraternidad se vio fortalecido. La presencia de un padre común hizo posible la concreción de la fraternidad universal deslindada de fines políticos. Todos los hombres como hijos de Dios somos hermanos, por ende toda distinción es artificial y se aparta de los dispuesto por el creador del orden universal. La fraternidad pasó a designar el modo de relación entre los hermanos fundada en el amor agápico, amor que el padre da a sus hijos. Por último, en la revolución francesa reapareció el concepto de fraternidad. Sin embargo, como vimos, este valor volvió a estar asociado al contexto político. De este modo la noción de fraternidad perdió la esencia de universalidad que lo caracterizó durante el período estoico y el cristianismo. Prof. Marta Bayarres Profesora de Historia de la filosofía Antigua y Medieval (IPA)
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Bibliografía - Ángel Custodio Vega, Las Confesiones, Séptima Edición, B.A.C, Madrid, 1974 -Attali, Jacques Fraternidades- Una nueva utopía, Ed. Paidós, Barcelona, 2000 -Biblia, Ed. Cristiandad, Huesca, Madrid, 1986 - Camps, Victoria Historia de la Ética, T, 1 Ed. Crítica Barcelona, 1992 - Canals Vidal, Textos de los grandes filósofos – Edad Media, Ed. Herder Barcelona, 1976 - Cicerón Los Oficios, Tratados Morales, Ed. Jackson Bs. As. 1949 - Doménech, Antoni De la Ética a la Política, Ed. Crítica Barcelona, l989 - Doménech, Antoni “…y fraternidad “, Isegoría, 1993 - Juliá, Victoria, Boeri, Corso Las exposiciones antiguas de ética estoica, Ed. Eudeba, Bs. As. , 1998 - Laercio, Diogenes, Vidas opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres. El Ateneo, Buenos Aires, Argentina 1947. - Real Academia Española, Diccionario, Editorial Espasa, España, 2000. - Victorino Capanaga, San Agustín, B.A.C, Primeros Escritos, quinta edición, Madrid, 1970 - Windelband, Wilheim Historia Helenístico-Romana, T. II, Ed. Robredo, México, 1941
Notas al pie i
Doménech [1993] Marco Aurelio Pensamientos, Citado en Windelband [1941] iii Doménech Antoni, De la razón erótica a la razón inerte iv Es de destacar que algunas traducciones optan por el término “amor” en lugar de “caridad” en este pasaje. De todas formas es claro que en ese caso se trata del amor agápico y no del amor erótico. v Attali [2000] vi “El principio de la sabiduría es el temor a Jehová”(Salmo 111; 10) “Si dejaren sus hijos mi Ley y no anduvieren en mis juicios; Si profanaren mis estatutos y no guardaren mis mandamientos; Entonces visitaré con vara su rebelión y con azotes sus iniquidades” ( Salmos: 89; 30 al 32) vi Carta de Pablo a los Gálatas II, 3 Sal 143,2 b Gn 15,6 vi Ibd, IV, Gn 21,10. 13, 19. vii Carta de Pablo a los Gálatas II, 3 Sal 143, 2 b Gn 15,6. viii Carta de Pablo a los Gálatas; III, a Is 54,1. ix Ibd., IV, Gn 21,10. 13, 19 x Primera Carta de San Juan; I, 2. xi Op. Cit. III, 3; IV. xii Confesiones, XIII, IX, 10. xiii Sobre la doctrina cristiana, III, 16. xiv “… el lugar de nacimiento…el sentimiento que asociamos a familia, a sociedad…, un estado libre cuyas leyes garantizan nuestras libertades y nuestra felicidad. No existe patria bajo el yugo del despotismo…los griegos, los romanos declaraban que es bello, que es dulce morir para conservarla…” Encyclopedie ou Dictionnaire Raisonné des Sciences, des Arts et des Métiers (1751-1765). ii
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