Judaísmo - 06/03/2008 Parashat Hashavua
``Pekudei'' Interpretación y comentario Un día, en la primavera del año 1948, llegó David Ben Gurión a una reunión del Consejo Provisorio del Pueblo en Tel Aviv. En la puerta había guardias que tenían claras instrucciones de no dejar entrar a nadie que no les mostrara la invitación por escrito. Por supuesto, no se trataba aquí de cualquier miembro del Consejo, pues Ben Gurión ya llevaba 13 años como presidente del Directorio de la Agencia Judía para la tierra de Israel y ahora, con 61 años, tenía el cargo de primer primer ministro del nuevo Estado. A pesar de ello, los guardias le pidieron la invitación. Los ayudantes de Ben Gurión se sorprendieron y hasta se enojaron, pero ``El Viejo'' los hizo callar: ``Ellos tienen razón'', les dijo, y les mostró la invitación que traía consigo. Enseguida ingresó al salón, junto con su grupo de acompañantes. Quizás Ben Gurión, que era un entusiasta amante de la Biblia, recordó entonces el antecedente de la parashá ``Pekudei''. A lo largo de cuatro de las últimas cinco semanas hasta esta semana (inclusive), leemos sobre la construcción del Tabernáculo, -un pequeño santuario portátil en el cual iban a ser ofrecidos los sacrificios en la época del de- sierto-, así como sobre las ropas del Cohen Hagadol y de los demás cohanim, que iban a vestir Aarón y sus hijos al ir a servir en el Santuario. Durante dos semanas, -en las parshiot ``Trumá'' y ``Tetzavé''-, estuvimos inmersos en la lectura de las instrucciones dadas por boca del Santo Bendito Sea, y ya hace dos semanas estamos ocupados -en las parshiot ``Vaiakel'' y ``Pekudei''-, en la ejecución de dichas instrucciones de manera detallada. Hacia el final de nuestra parashá, se completan -finalmente- las tareas de preparación. Al inicio del último capítulo del libro de Éxodo, Moshé recibe una orden del cielo: ``Debe hacer todos los preparativos necesarios para la inauguración del Tabernáculo''. En 15 versículos están descriptas todas las instrucciones detalladas, desde el levantamiento de la tienda y la organización de los utensilios hasta el lavado de Aarón y sus hijos, la colocación de su vestimenta sacerdotal y su ungimiento con el aceite de la unción. Moshé mismo debe ocuparse de la ejecución de cada acción: ``Y habló Dios con Moshé y le dijo: ...Erige el Tabernáculo, la Tienda de Reunión ...y colocarás ...y traerás... y darás ...y tomarás...''. Y en el versículo 16, leemos una síntesis de la ejecución: ``E hizo Moshé de acuerdo con todo lo que había prescripto Adonai, así lo hizo''. Sin embargo, -así como el libro de Éxodo no se conforma con el informe de un sólo versículo sobre la ejecución de las instrucciones de la realización de los componentes del Tabernáculo, sus utensilios y sus vestimentas que se extiende a lo largo de dos parshiot-, aquí también el libro relata largamente la ejecución de todas las instrucciones por parte de Moshé. Diecisiete versículos se dedican a ello: ``Y erigió Moshé el Tabernáculo... y dio ...y extendió ...y tomó...''. Moshé -después de dirigirse a los constructores secundarios para que creen el Tabernáculo, sus utensilios y las vestimentas sacerdotales- se transforma ahora en el ejecutor principal de la construcción. Finalmente, al final del versículo 33, leemos la conclusión de todas las consignas: ``...y completó Moshé toda la obra''. Y enseguida: ``Y recubrió la nube la Tienda de Reunión y la Gloria de Adonai colmó el Tabernáculo''. El Dios que dijo que vendría a establecerse entre los hijos de Israel cuando le construyan un santuario según sus instrucciones, efectivamente viene inmediatamente y llena con Su Presencia Su Tabernáculo. Y entonces viene el próximo versículo: ``Mas no pudo Moshé entrar a la Tienda de Reunión...''. Quien fue elegido por El Santo Bendito Sea y nombrado como promotor de la obra de la construcción del Tabernáculo, evita ahora ingresar al sitio que en ese momento acababa de erigir con sus propias manos. A nosotros también nos pasa a veces -ya sea en momentos especiales o en momentos simples- que cosas que nosotros mismos creamos se llenan de vida propia y cumplen funciones que van mucho más allá de las intenciones de aquél que las creó. ¿Puede ser que un miembro de la Junta Legislativa de un Estado diga que él está libre de obedecer una orden con el argumento de que él mismo participó de su legislación? ¿Qué escritor es capaz o que directora es capaz de establecer que su libro o su película reciban determinada interpretación y no otra? Es tonto esperar de los fundadores de una compañía o institución que traten de imponer su autoridad en cada rincón de cada dependencia, en lugar de confiar en aquellas personas a las cuales delegaron la autoridad de dirigir. Incluso la autoridad que tenemos sobre nuestros hijos es limitada de manera significativa, no sólo por las reglas de la sociedad, sino por el hecho de que ellos son seres humanos con sus propios derechos, que hasta pueden contradecirse con nuestra voluntad y necesidades. Como Moshé Rabenu, -que dio un paso atrás y salió del Tabernáculo y sus piernas no volvieron a pisar allí, y en lugar de ello vio cómo se llenó el Tabernáculo con la Gloria de Dios, es decir, con la Presencia de Dios-, así también nosotros debemos aprender a liberar lo que trajimos para realizar en este mundo, reconocer los límites que una vez pudimos cruzar y que ya no lo volveremos a hacer. Nosotros también debemos aprender
a respetar al otro en su unicidad y hasta en su santidad. Ese es el mensaje que enseñó Ben Gurión, aprendizaje que quizás obtuvo el padre de la nueva democracia del final del libro de Éxodo. Dedicado a la memoria de mi maestro, el rabino Shmuel Avigdor HaCohen z''l, que contó la anécdota sobre Ben Gurión en una clase en el Instituto Rabínico ``Schechter'' en el año 5759-1999 y agregó que él mismo fue testigo de aquel acontecimiento. * Editado por el Instituto Schechter de Estudios Judaicos, la Asamblea Rabínica de Israel, el Movimiento Conservador y la Unión Mundial de Sinagogas Conservadoras. Traducción: rabina Sandra Kochmann Por el rabino Peretz Rodean*