Armas divinas Sr. Director:
24/3.98 Parece que hubiésemos nacido ayer. Cuando leemos que algunas diócesis inglesas invierten sus ingresos en acciones de fábricas de armamento, nos sorprende. Nuestra defensa contra la locura está más en olvidar que en recordar. Si tuviéramos siempre presentes en la memoria los momentos en que hemos visto traicionadas nuestras creencias, por aquellos que más hicieron por transmitírnoslas, hace tiempo que la fe se hubiera extinguido. Las fotos de Pío XII bendiciendo los cañones que iban a participar en la defensa del régimen fascista de Mussolini, todavía se pueden encontrar en las hemerotecas. No son una fantasía. Pero podríamos descubrir situaciones parecidas entre los sumos sacerdotes de otras religiones. No se libran los grandes patriarcas de Moscú, poniendo la Iglesia Ortodoxa al servicio del gran genocida José Stalin. O el Gran Rabino de Jerusalén, azuzando a judíos contra palestinos. Y, ¿qué me dicen del gran ayatola Jomeini? Inspirador de nuevas guerras santas. Parece como si la especialidad de las religiones fuese la sublimación de la hipocresía. Se ha de respetar la vida, pero sólo la vida de los creyentes es respetable. Es decir, de los creyentes en la particular verdad del predicador de turno, claro. Los demás, los infieles, si son hostiles, sobran. O, ¿qué otra cosa han significado las cruzadas y guerras santas? Las religiones expansivas no han tenido nunca inconveniente en venir tras la huella de los soldados. Primero debilitar, exterminar, para luego sustituir. América, Africa y el Oriente tienen larga experiencia de estas incursiones. Y, si nos molestamos en ver el trasfondo de los más encarnizados conflictos actuales, qué otra cosa hallaremos que disputas por la preeminencia de un grupo religioso. Católicos y protestantes en el Ulster. Judíos y musulmanes en Palestina. Ortodoxos, musulmanes y católicos en Yugoslavia. Laicos y religiosos en Turquía. ¿Son necesarios estos enfrentamientos? Seguro que al creyente de a pié, siempre que respeten sus creencias, no le importa mucho si el jefe de su gobierno se hace aconsejar de popes, rabinos, bonzos, pastores o sacerdotes. Pero éstos no pueden pensar lo mismo. Junto al poder está el fuego que preserva del frío invierno. Emilio del Barco, DNI 27.968.889, tel./ 928/780967
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