Unidad II 1850-1880 ARGENTINA HACIA EL ESTADO LIBERAL A mediados del siglo XIX existía la convicción de que el mundo había cambiado, y el orden burgués desplegado a escala mundial llegaba a nuestras costas. En este período había dos grandes objetivos a realizar: a) Establecer un orden económico nuevo: Definir el territorio y sus fronteras, modernizar los medios de comunicación y transporte, articular la economía argentina con la demanda mundial, insertar a la Argentina en el nuevo orden económico como productor exportador de materias primas. En definitiva, dar contenido a la idea de progreso. Llevar adelante la construcción de ese nuevo orden quedó en manos de aquellos que tenían claros intereses privados por satisfacer: la Oligarquía. La política pública se convirtió en una cuestión de intereses privados. La meta fue abrir la economía argentina al mundo, y para ello reconvertir la producción nacional en base a los criterios del capitalismo moderno: capitales, mercado, derecho de propiedad y trabajo. b) Construir un sistema político unificado: La constitución de 1853 fue la herramienta para organizar la nación. A partir de un ideario liberal la Constitución estableció un país unificado en base al sistema republicano de tres poderes, con un Ejecutivo fuerte centrado en el Presidente. Centralización de las rentas aduaneras y centralización militar en un ejército permanente de tropas regulares. Se logró establecer un sólido sistema legal desplazando a la costumbre. Se definió el rol de Buenos Aires evitando la cristalización de una división del país con una Confederación por una parte y con Buenos Aires por otra, división que tuvo que ser resuelta con la guerra y el acuerdo. La representación política se guareció en los pasillos que transitaban las elites. Estas cúpulas gobernantes establecían acuerdos que luego simplemente se hacían refrendar por el voto popular. Pero décadas más tarde la aparición del agente transformador que fue el inmigrante trastocará este escenario de representación y abrirá el juego a la participación política popular. Este es un período de transformación, de una profunda mutación económica, política y social como consecuencia de la definitiva integración de la Argentina (mejor dicho de la pampa argentina) al sistema económico mundial, que no es otro que el capitalismo imperialista, jugando en el sistema el rol de exportador de productos primarios e importador de productos industriales en un modelo de librecambio dominado por la potencia hegemónica británica. La Argentina tenía amplias ventajas para usufructuar este modelo: abundancia de tierras, clima templado, escasez de fuerza de trabajo. Solo necesitaba capitales, tecnología y mano de obra; los tres factores abundaban en Europa. La incertidumbre de los tiempos de Rosas es reemplazada por la esperanza absoluta en el progreso. El atraso sería abatido por la inmigración, los ferrocarriles y la modernización económica.
LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO NACIONAL Terminada la batalla de Caseros y establecido el Acuerdo de San Nicolás en 1852 1 se abrió el camino hacia la redacción de la Constitución Nacional que diera definitivo esquema de funcionamiento a la Nación Argentina. Existían algunos elementos en el que había coincidencia entre los políticos encargados en llevar adelante la construcción de la nación post-rosista: Necesidad de inversiones extranjeras Fomento a la inmigración Avance de los transportes Educación Institucionalización política Pero a la hora de entender la conjunción de estos elementos había diversas ópticas. Sarmiento entendía que establecer un nuevo régimen político suponía necesariamente cambiar la sociedad. Incorporar los valores de la civilización con hombres portadores de tales ideales y a que la sociedad argentina carecía de estos ideales. Para Sarmiento no era el sistema sino los hombres el problema. Alberdi, por el contrario, pensaba que la barbarie que azotaba el país era fruto de las malas instituciones. Una organización moderna del país civilizaría la barbarie por sí misma. Para Alberdi no eran los hombres sino el sistema lo importante. Por otra parte privilegiaba el ideal de libertad por encima del de la igualdad, ya que consideraba que la primacía de este último valor era a su criterio la razón del autoritarismo del gobierno de Rosas. Para Alberdi la soberanía del número debía ser reemplazada por la soberanía de la razón. Dicho de otro modo, todos los habitantes debían gozar de los mismos derechos civiles, pero no de los mismos derechos políticos, ya que solo estrecho círculo de los portadores de la razón debían encargarse de ordenar y dirigir a la Nación hasta que el resto logre alcanzar el nivel racional necesario. Es la figura de un autoritarismo progresista, la República Posible. La importancia del pensamiento alberdiano obedece que su libro “Las Bases” sirvió como cimiento de la redacción del Constitución Nacional, y su esquema constituyó básicamente el del régimen oligárquico.
CONSTITUCIÓN NACIONAL DE 1853 Y LA SECESIÓN DE BUENOS AIRES Las elites bonaerenses una vez que Urquiza asumió el poder luego de la derrota de Rosas comenzó a recelar de este caudillo entrerriano ya que no lo consideraban suficientemente liberal para la hora. Al decir de Sarmiento, “un general de pocas luces” que para colmo había hecho su primer ingreso a la ciudad de Buenos Aires luego de derrotar a Rosas cabalgando vistiendo su poncho federal. Prueba de esta desconfianza es que en pocos meses una alianza de liberales retornados y ex rosistas se haría con el poder en Buenos Aires declarando la secesión (separación) de la provincia de la Confederación comandada por Urquiza. La razón de la división fue el Acuerdo de San Nicolás, que citaba al Congreso Constituyente, invitando a cada provincia a designar a dos representantes en igualdad de voto, con lo cual Buenos Aires quedaría en minoría estimando que la Constitución resultante no respetaría sus intereses.
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El Acuerdo de San Nicolás fue sumamente resistido por Buenos Aires ya que le otorgaba una serie de facultades extraordinarias a Urquiza, que lo convertía a los ojos de los bonaerenses en un nuevo Rosas.
En 1853 el Congreso Constituyente redacta la definitiva Constitución Nacional, en base a un sistema republicano y federal de tres poderes. La presidencia recaerá en Justo José de Urquiza. PRESIDENCIA DE URQUIZA (1854-1860) Se realizan elecciones sin la participación de Buenos Aires, Tucumán y Sgo. Del Estero. Urquiza es elegido Presidente y Salvador María del Carril como vicepresidente Se ordenan las finanzas públicas El problema es no poder controlar la aduana de Buenos Aires. Ley de Derechos Diferenciales: busca que los productos extranjeros ingresen directamente al puerto de Rosario sin hacerlo por Buenos Aires. Fracasa. Se crea el Banco Nación para emitir dinero. Fracasa. Se ponen en marcha los proyectos de colonización agrícola en Santa Fe y Corrientes. Se inicia la construcción de la red ferroviaria Se organiza el correo Se envían campañas militares al noroeste y Cuyo para sofocar revueltas. Dic-1854: Se firma un acuerdo de paz entre la Confederación y Buenos Aires. Ene-1855: se reestablecen relaciones, se acuerda una bandera única y la defensa integral del territorio nacional. May-1857: Buenos Aires elige Gobernador a Valentín Alsina, un autonomista partidario de la separación. Crece la tensión. May-1859: Mitre queda a cargo del ejército de Buenos Aires Oct-1859: Urquiza derrota a Mitre en la Batalla de Cepeda. Urquiza marcha sobre Buenos Aires. Alsina renuncia. Nov-1859: Pacto de San José de Flores. Buenos Aires se declara parte de la Confederación. Se compromete a reingresar una vez que se reforme la Constitución, ya que rechaza la capitalización de la ciudad de Buenos Aires y pretende mantener la soberanía provincial y el control aduanero.
bonaerense.
URQUIZA Y LA SECESIÓN DE BUENOS AIRES Abr-1852: Protocolo de Palermo. Se dispone dar cumplimiento al Pacto Federal y organizar la nación. May-1852: Acuerdo de San Nicolás: Se nombra a Urquiza Director Provisorio de la Confederación. Se cita a Congreso Constituyente. Buenos Aires se opone al Acuerdo de San Nicolás que despoja a la provincia de sus rentas aduaneras y de su ejército. Urquiza disuelve la Legislatura de Buenos Aires. Nov-1852: Revolución liberal en Buenos Aires que desconoce a Urquiza y al Congreso. Buenos Aires se declara separada de la Confederación. Abr-1853: Si dicta la Constitución Nacional: se establece la forma federal de gobierno, con un poder ejecutivo en manos de un presidente por 6 años no reelegible. Se ubica provisoriamente la capital en Paraná ante la imposibilidad de hacerlo en Buenos Aires.
En 1854 Buenos Aires se daba su propia Constitución, un verdadero símbolo de la diferencia, pero también de la voluntad de organización política. Durante seis años la provincia de Buenos Aires quedará formalmente separada del resto del país, pero siempre con la intención de ambos sectores de buscar la unidad, claro que con perspectivas diferentes de cómo debería darse esa unidad. Para apuntalar esta intención se da forma al Partido de la Libertad, liderado por Bartolomé Mitre, que se encargaría de convencer a Buenos Aires que no podía aceptarse la división de la Nación, que Buenos Aires debía formar parte del proyecto nacional, y para ello se enfrentó con Valentín Alsina, líder del autonomismo bonaerense. Después de Caseros pareció ponerse en cuestionamiento la hegemonía de Buenos Aires, por eso la provincia no dudó en reorganizar sus fuerzas para volver a avanzar hacia la recuperación de su poder. La estrategia fue primero tensar la confrontación (hasta llegar incluso a la división) para luego redefinir una nación unificada bajo el liderazgo
Una vez declarada la autonomía de Buenos Aires la Confederación urquicista puso sitio a la provincia con sus milicias pero sin afectar el normal funcionamiento de la ciudad, ya que el puerto estaba abierto al comercio y con ello el poder económico de Buenos Aires intacto. La esterilidad del sitio ratificó dos elementos sustanciales de la política nacional: 1. Quien tuviese dominio sobre el puerto y su aduana tendría un predominio económico indiscutible sobre el resto del país. 2. Buenos Aires solo aceptaría unificarse con el nuevo orden político nacional desde una posición de poder. Buenos Aires exigía como condición para unirse de nuevo al resto del país reformar la Constitución en base a una serie de principios que respetaran sus decisiones y sostuvieran su condición de poder. Cuando Urquiza termina su mandato el PRESIDENCIA DE DERQUI (1860-61) Derqui Presidente, Pedernera fracaso de la Confederación por lograr la Vicepresidente. unidad era su deuda política, y su Mitre, del Partido Liberal, asume como sucesor, Santiago Derqui, asumía con Gobernador de Buenos Aires evidente debilidad, ya que por un lado no San Juan es intervenida por un grave tenía el rigor político del caudillo conflicto entre liberales y federales. entrerriano y por otro el escenario Rebelión en Córdoba y conflictos en el nacional sin Buenos Aires se volvía Noroeste insostenible, económicamente inviable. Jun-1861: Cesan las relaciones entre Fue precisamente la victoria económica Derqui y Mitre de Buenos Aires la que sometió a la La Confederación declara a Buenos Aires Confederación a su designio, pues “provincia sediciosa” mientras Buenos Aires se sostenía Jul-1861: El ejército federal al mando de económicamente y hasta crecía, la Urquiza y el ejército liberal al mando de Confederación sufría el estrangulamiento Mitre se enfrentan en Pavón. Urquiza se retira sin dar batalla. comercial sin la posesión del puerto y su Mitre avanza sobre Santa Fe aduana. Acercamiento Mitre – Urquiza El campo de batalla no hará más que Dic-1861: Derqui renuncia ratificar lo que el campo económico ya Se encomienda a Mitre convocar al había determinado: el poder dominante de Congreso Legislativo. Buenos Aires. La victoria militar de Urquiza en Cepeda en 1859 fue solo un paso hacia la unidad, ya que el triunfo bélico de la Confederación posicionó a Mitre como el político más influyente de Buenos Aires por sobre Alsina ya que el primero pugnaba por la unidad. Cuando los ejércitos volvieron a encontrarse en 1861 en Pavón, el triunfo caería del lado bonaerense al rehuir Urquiza el combate y esta victoria será definitiva. El país volvía a ser uno bajo el liderazgo de Buenos Aires
PRESIDENCIAS DE LA TRANSICIÓN MITRE Con Mitre a la cabeza Buenos Aires se reintegraba a la unidad nacional, aunque no con el nivel de poder que hubiera deseado, por lo cual será necesario discutir alianzas y buscar acuerdos. A la victoria militar de Mitre en Pavón le siguieron una reforma constitucional que expresaba las posiciones bonaerenses y la renuncia del presidente Derqui. Más tarde la elección de Bartolomé Mitre a la primera magistratura y la realización de un raid militar de homogenización liberal que el general bonaerense dispuso por todo el país entre 1862 y 1864 con el nombre político de “guerra de policía”, con el propósito de disciplinar a las provincias que se oponían a la política que Mitre desarrollaba como cabeza de la nación. En general los antiguos federales de las elites gobernantes de las provincias viraron rápidamente al liberalismo y se encolumnaron detrás de Mitre y como resultado de la ofensiva militar mitrista se observarán los últimos estertores de las montoneras federales simbolizada con la detención y decapitación de José Ángel Peñaloza, el Chacho, en 18632. Más tarde el mismo destino seguirá su lugarteniente, Felipe Varela en 1867. El liberalismo triunfante a su vez quedaba dividido en dos facciones: una liderada por Adolfo Alsina que sostenía una limitación del gobierno central a favor de reconocer derechos soberanos en las provincias, un nuevo confederacionismo autonomista. Por el otro lado una vertiente liderada por Mitre que consideraba que el ejecutivo Nacional debía predominar soberanamente sobre las provincias. PRESIDENCIA DE MITRE (1862-1868)
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Mitre Presidente. Marcos Paz Vicepresidente. Reconstituye la Corte Suprema de Justicia. Se organizan los tribunales nacionales. Se adopta el Código de Comercio de Buenos Aires Se enmiendan las redacciones del Código Civil y Penal Se organiza un ejército nacional regular Mitre desarrolla una campaña militar (guerra de policía) en el interior del país para acallar toda disidencia y encolumnar a las dirigencias provinciales detrás del proyecto liberal. Ley de Compromiso: Buenos Aires recibe a las autoridades nacionales en calidad de “huéspedes” hasta se resuelve la cuestión capital. Alsina crea el Partido Autonomista y se alza con la Gobernación porteña Mitre declara a los ejércitos provinciales sublevados como “ejércitos irregulares” Las fuerzas nacionales derrotan en La Rioja a uno de los últimos caudillos federales, el Chacho Peñaloza. Las fuerzas mitristas derrotan al caudillo federal Felipe Varela. Mitre logra instalar en todas las gobernaciones a líderes liberales. Argentina entra en alianza con Uruguay y Brasil y declara la Guerra al Paraguay. Urquiza surge como candidato Federal a la presidencia. Los autonomistas proponen a Alsina. Los nacionalistas de Mitre a Elizalde. Ante la paridad de fuerzas surge la candidatura del entonces embajador argentino en Estados Unidos, Domingo Sarmiento, apoyado por el ejército combatiente en el Paraguay. Sarmiento de gran prestigio comienza a recibir adhesiones. Alsina acuerda con Sarmiento. Sarmiento es elegido Presidente
La historia recoge serias sospechas sobre la responsabilidad de Sarmiento, perseguidor de Peñaloza, en su ejecución.
Lo que intentaba Alsina era defender la ciudad, y su puerto, para la provincia de Buenos Aires; frente a la intención de Mitre de convertir a la ciudad de Buenos Aires en capital de la Nación y por lo tanto federalizar su aduana. La solución transitoria fue que la provincia “prestara” la ciudad de Buenos Aires por 5 años para que se asienten allí las autoridades nacionales, mientras se define una capital definitiva. Esta solución le permitía a Buenos Aires seguir beneficiándose de los ingresos de su aduana. El último toque a esta estrategia homogenizadora de tinte liberal impuesta por Mitre será el ingreso argentino a la Guerra del Paraguay (Guerra de la Triple Alianza), ya que el conflicto externo definió el silenciamiento de toda disidencia interna y acercó políticamente al país a la poderosa Gran Bretaña. Tal como lo afirman los historiadores Halperin Donghi y Mc Lynn, la Argentina entró en guerra porque de esta manera Mitre y la oligarquía comercial porteña lograban centralizar su poder sobre un estado frágil. Pero el esfuerzo de Mitre resultó en definitiva su debilidad. La Guerra del Paraguay constituirá un desgaste político para Mitre que se verá incapaz de imponer su propio sucesor a la presidencia y deberá someterse a la decisión de sus enemigo político Alsina quien trenzará una alianza destinada a colocar en la presidencia a Domingo F. Sarmiento con apoyo del ejército (nuevo actor político luego de su triunfo guerrero en el Paraguay).
GUERRA DEL PARAGUAY (1865-70)
El sur de Brasil apoya al oriental Venancio Flores que había iniciado una revolución en el Uruguay. Paraguay protesta por la intervención brasileña en Uruguay y pide a la Argentina autorización de paso por su territorio para sus tropas rumbo a Uruguay. Mitre niega el permiso, pero el presidente Paraguayo, Solano López, igual invade Corrientes para pasar al Uruguay. Argentina firma un Tratado con Brasil y Uruguay contra el Paraguay. Mitre es designado jefe de los ejércitos de tierra. El ejército aliado avanza en territorio paraguayo causando numerosas bajas. Asunción cae el 5 de enero de 1869 El Presidente Solano López es muerto defendiendo el último bastión en Cerro Corá. En 5 años de guerra la población paraguaya se redujo en 170.000 habitantes. Se firma la paz con Paraguay el 20-6-1870.
Sarmiento El ejército nacional (que se había constituido en un factor de poder luego de su participación en la Guerra del Paraguay) jugó un importante papel en la designación de Sarmiento como candidato a la Presidencia, en acuerdo con Alsina, uno de los líderes de Buenos Aires y enemigo político del Presidente Mitre, y un grupo de gobernadores de provincias. Uno de los temas centrales de su presidencia fue definir la cuestión Capital, cosa que no logró hacer. El Congreso sancionó dos leyes estableciendo la Capital de la Nación en Rosario una y en Villa María otra, pero el presidente Sarmiento, desdiciéndose de su anterior opinión en contra de la capitalización de Buenos Aires, vetó cada una de estas leyes.
En esta ocasión Sarmiento creía que Buenos Aires era la única ciudad que podía asumir ser Capital de la Argentina. En Buenos Aires se encontraban los capitales, el comercio y el crédito. Solo Buenos Aires representaba la confianza institucional que reclamaban los mercados externos para invertir. Y Buenos Aires se convirtió lentamente en una ciudad nueva, pero sufriendo también los perjuicios del cambio de la Gran Aldea a la Urbe Cosmopolita, uno de ellos las carencias sanitarias. En 1871 se declaró una violenta epidemia de Fiebre Amarilla situada en el sur de la ciudad, el sector habitado por la elite. La epidemia matará a una décima parte de la población de Buenos Aires, y producirá una rápida migración de los sectores PRESIDENCIA DE SARMIENTO (1868-1874) acomodados que partían a Sarmiento Presidente, Alsina Vicepresidente instalarse en el norte de la Primer Censo Nacional 1869 (1.837.000 hab) ciudad, el sur quedará por Se firma la paz con Paraguay siempre marcado por ser una Se extiende la red ferroviaria zona de marginación destinada “Necesitamos hacer de toda la República una escuela” a la ubicación de clases de Fundación de escuelas normales para la formación de menores recursos. docentes Para enfrentar el problema de la Se triplica el alumnado primario. salud pública el gobierno pondrá Creación de bibliotecas populares en marcha múltiples proyectos, Creación de la Academia de Ciencias uno de ellos la creación de un Se reforma el ejército. gran parque urbano, verdadero Comienza los tendidos telegráficos. pulmón de la ciudad, que se Se fundan los diarios La Prensa y La Nación establecerá en las viejas Se crea el Colegio Militar y la Escuela Naval. propiedades de Rosas, en En una emboscada cae asesinado Urquiza a manos del Palermo, una especie de caudillo Ricardo López Jordán. Versalles autóctono que para El ejército nacional aplasta a López Jordán que huye a mayor congoja de los rosistas Uruguay. llevará como nombre la fecha de Malones indios se lanzan sobre el sur bonaerense. la derrota del Restaurador: Tres La sucesión: Mitre se postula al igual que su rival Alsina. Sarmiento levanta la candidatura de su de Febrero. Ministro de Educación, Nicolás Avellaneda. Alsina También se procederá a mudar termina apoyando a Avellaneda que es sostenido por hacia Ensenada los inmensos los Gobernadores del interior. saladeros que se instalaban con Avellaneda gana la elección y Mitre desconoce el su insalubre tarea de matanza resultado y lanza una revolución, que fracasa. de animales en las costas del Riachuelo. Como complemento se dispondrá la construcción de un sistema de cloacas, desagües y provisión de agua. Cabe mencionar que en 1855 la esperanza de vida al nacer en Argentina era de 32 años y en 1869 había bajado a 26 años, producto de estas transformaciones sin la infraestructura necesaria. Recién en 1887 la esperanza de vida subió a los 31 años y comenzó a crecer para situarse en 1914 en los 50 años, a la altura de Nueva York; lo cual demuestra el esfuerzo sanitario que iniciado en el período sarmientino se sostuvo en todo el proceso de la creación del Estado Liberal. Uno de los costados políticos más recordados de la gestión de Sarmiento fue su aplicación para resolver el déficit educacional, siendo la educación el factor fundamental para la construcción de una nación moderna según el pensamiento sarmientino.
El censo de 1869 arrojó que en todo el territorio nacional existían 1 millón de analfabetos y entre la población adulta de la ciudad de Buenos Aires casi el 40% no sabía leer ni escribir. Estos números se agravaban en ciertos sectores, como entre los peones donde el analfabetismo llegaba al 58%, o la campaña donde alcanzaba el 77%. Sarmiento había notado que el primer impulso educacional lanzado en 1857 se había agotado rápidamente y el número de alumnos primarios había descendido, y acusaba por esto a las clases dominantes burguesas que con miras cortas privilegiaban la educación superior en la que ellos mismos se beneficiaban, ya que durante la presidencia de Mitre había prevalecido la atención sobre la educación media y superior destinadas a preparar a los futuros funcionarios del Estado. De todos modos detrás de la decisión de Sarmiento de impulsar fuertemente la educación primaria no solo se encontraba un ánimo de mejoramiento individual, sino también la ambición de que la educación sirviera como un efectivo disciplinador social. Para Sarmiento era más efectivo para mantener el orden social apostar a la educación que a la policía. Sarmiento agitaba ante las clases altas los fantasmas de un pasado dominado por el desorden social y la anarquía, levantando el combate a la ignorancia como el arma fundamental para que ese pasado no retornara. De nuevo la idea de terminar con la barbarie inyectando civilización, ahora mediante la educación. Esto terminó de convencer a las elites de que educación superior (dirigida al sector más privilegiado) y educación primaria (direccionada a los sectores más desprotegidos) no eran tareas contradictorias sino complementarias con el mismo objetivo, dar forma a una nación ordenada social y económicamente. Una de las tareas pendientes que realizó Sarmiento fue enfrentar a los últimos vestigios del viejo caudillismo pre-Caseros, en la figura de Ricardo López Jordán, caudillo entrerriano enemistado con Urquiza, al punto que lo manda a asesinar en 1870 y se hace nombrar Gobernador. Sarmiento intervino la provincia y envió al ejército que aplastó a López Jordán. Sarmiento intervino activamente en la designación de su sucesor, Avellaneda, dejando de lado a Mitre que aspiraba a volver a ser Presidente. La imposición de Avellaneda provino de una alianza entre, otra vez, el autonomismo porteño de Alsina y la flamante Liga de Gobernadores de provincia, antecedente directo del Partido Autonomista Nacional (PAN) que hegemonizará la política argentina desde ese momento y por casi tres décadas. El mitrismo quedaba así fuera del reparto. Y como era habitual, para resolver el conflicto político vuelven a tomar las armas.
Avellaneda Luego de su asunción en 1874 Avellaneda debió enfrentar durante su presidencia situaciones centrales para el futuro político argentino: Reducir al levantisco Mitre Enfrentar la más grande crisis económica que hasta ese momento se tenía memoria. Sufrir la muerte de su vicepresidente Alsina y acordar con Roca una nueva estrategia para darle un corte definitivo a la cuestión del desierto. Darle una definición a la Cuestión Capital. El primer paso consistirá entonces en apagar los ímpetus revolucionarios de Mitre que luego de su derrota en las elecciones se levantó en armas. Avellaneda dispuso sofocar militarmente la revolución mitrista para luego establecer con el líder nacionalista un acuerdo llamado “Política de la Conciliación”, por el cual los mitristas lograban una amnistía a cambio de someterse al juego político que marca la ley.
En lo económico Avellaneda debió enfrentar la crisis económica de 1873/76. La crisis obedeció a factores externos ya que se trató de un crack de carácter mundial que significó la interrupción de los flujos de capitales hacia la Argentina, cosa que combinada con una balanza comercial todavía deficitaria provocó el inmediato desplome de nuestra economía poniendo en riesgo el cumplimiento del pago de la deuda externa. El Presidente adoptó la decisión de pagar los intereses de la deuda, aún a costa “del hambre y la sed de los argentinos”. El alto costo que Avellaneda estaba dispuesto a pagar para cumplir con los compromisos financieros de la deuda obedecía a no sentar un precedente de incumplimiento que significara que al pasar la crisis los capitales no retornaran. La muerte del vicepresidente, el poderoso bonaerense Adolfo Alsina, alentó al gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor a afirmar que el presidente Avellaneda debía considerarse un “huésped” de la ciudad de Buenos Aires. La respuesta del presidente Avellaneda fue trasladar la capital a Belgrano y hacer aprobar en el Congreso la ley que estableció que la Capital de la Nación Argentina era la ciudad de Buenos Aires. La reacción militar del gobernador PRESIDENCIA DE AVELLANEDA (1874-80) bonaerense a esta ley no se hizo Avellaneda Presidente. Acosta Vicepresidente esperar enfrentándose al ejército Avellaneda lanza la Política de la Conciliación nacional en diversos combates en para acordar con Mitre. Puente Alsina, San José de Flores y En disidencia con la Política de la Conciliación, Barracas, impulsando a la renuncia Bernardo de Irigoyen y L. N. Alem fundan el a Tejedor y convirtiendo Partido Republicano. definitivamente a Buenos Aires en Creación del Club Industrial territorio federal y dictando además Se inaugura el Parque 3 de Febrero en Palermo una ley que prohibiría a partir de Crisis económica mundial de 1874 ese momento la existencia de Alsina, Ministro de Guerra, se pone al frente de la ejércitos provinciales. Campaña al Desierto. Muere Alsina. Este triunfo determinó la definitiva El Gral. Julio A. Roca se hace cargo de la entrega de la ciudad de Buenos Campaña al Desierto. Aires como Capital del estado Muere Rosas en el exilio inglés. nacional en camino a su inserción El Gobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, en el nuevo orden capitalista cuestiona la pretensión del Estado de hacer de internacional en base a la economía Buenos Aires la capital de la nación. primaria exportadora, y lo que se Se inaugura el Hospital de Niños y el Hospital suponía un triunfo del interior sobre Español la provincia de Buenos Aires selló el La sucesión: El ex Gobernador de Córdoba, destino de prosperidad de la ciudad Juárez Celman, crea la Liga de Gobernadores, que capital y todos los centros urbanos brindan su apoyo al Gral. Roca, mientras Buenos relacionados con ella. Aires levanta la de su gobernador, Carlos Finalmente Avellaneda encaró el Tejedor. gran desafío pendiente de la Tejedor rompe con el Estado central. organización nacional: integrar El ejército nacional se enfrenta y derrota a Tejedor en Barracas. Tejedor renuncia. territorialmente el desierto.
Se dicta la Ley de Capitalización que convierte a Buenos Aires en la Capital Federal de la República.
La conquista militar del desierto Ese desierto que en el siglo XVIII ya se describía como una especie de Libia o Tartaria americana estaba ocupado, pero ese “algo” que lo ocupaba no era lo deseado por el poder, era el indígena. La ocupación indígena se extendía desde los Andes centrales hacia la actual provincia de La Pampa en una imprecisa frontera que puede trazarse uniendo el Cabo Corrientes con Tandil, Azul, 25 de Mayo, Junín, Melincué y San Carlos (ver mapa). Por esos tiempos Calfucurá (Piedra Azul) era el jefe indio más prestigioso, que proveniente de la Araucania chilena sometió a las diversas tribus “pampas” y con la anuencia de Rosas se instaló en Carhué. Con la caída de Rosas el cacique perdió su resguardo político con el hombre blanco, pero como contrapartida se vio liberado para desatar nuevamente la acción de los malones. Los malones eran “el campo en movimiento”, como lo llamó Zevallos, cronista de la conquista del desierto, avanzaban sobre las fronteras generando una profunda sensación de inseguridad en todos los campos, saqueando a su paso. Claro que debe entenderse el malón como una estrategia de supervivencia indígena en medio de un escenario en profunda mutación. Ese escenario mutante era la nación toda que se insertaba en el mundo capitalista desde una posición subordinada de proveedor de materias primas, en este caso agricultura y ganadería, productos de la tierra. Por eso los malones constituían una disputa intensa entre los indios y los estancieros por el dominio de la tierra, nada menos que la riqueza en la que se asentaba el futuro argentino. Ante esta situación que comprometía la necesidad de asegurar el territorio como una de las herramientas vitales para presentar una Nación organizada al mundo e insertarse en el nuevo orden económico, en 1867 se promulga la Ley 215 de la Conquista del Desierto y la Ocupación del Río Negro. Acabar con el desierto era la consigna, porque tomando palabras de Manuel Oloscoaga en 1880 “la civilización y la barbarie eran dos fuerzas que vivían invadiéndose, no era posible un límite”, es decir, como es habitual en la historia argentina, solo había una solución que era que un sector se impusiera absolutamente sobre el otro. Con el fallecimiento de Adolfo Alsina en 1876,
quien había tenido a su cargo durante el gobierno de Avellaneda la política contra el indio manteniendo una estrategia de posiciones fijas mediante zanjas, la responsabilidad recaerá sobre el nuevo Ministro de Guerra y Marina, el General Julio A. Roca. A la táctica de “zanjas” como contención del indio que estableció Alsina, Roca le contrapondrá drásticamente una estrategia militar ofensiva de exterminio al indio mediante un avance sostenido e incansable, todo ello financiado por los propios sectores interesados (la elite ganadera) mediante la Ley de Empréstito. Con las herramientas del fusil Remington y el telégrafo someterán definitivamente al ocupante del desierto. Solo seis meses le bastarán a Roca para aniquilar a más de 20.000 indios y definir las nuevas fronteras de la nación. En 1885 se rendirá el último de los caciques, Sayhueque. Una vez establecida la nueva frontera será necesario determinar el destino de la inmensa cantidad de nuevas tierras públicas en poder del Estado. Y el destino fue la privatización de esas tierras mediante su puesta en venta a través de diversas metodologías. Las tierras fueron vendidas en su mayor parte al mejor postor, y fundamentalmente quedaron en manos de las tradicionales familias terratenientes como los Anchorena, los Alvear, los Tornsquist, y otros. Las tierras patagónicas serán el espacio que ocuparán las ovejas, desplazadas al sur para que las tierras de la pampa sean lugar de destino del ganado vacuno, la nueva joya de la economía argentina. En cuanto al indeseado ocupante indígena, aquellos que sobrevivieron al avance militar vieron desaparecer su cultura al ser privados de la tierra mediante la apropiación privada de tipo capitalista, y si algo faltaba para destruir sus sociedades de manera definitiva fue la introducción del alcohol de manera indiscriminada. Por ello la desintegración sistemática del orden social indígena significó su integración a la sociedad “civilizada” de manera absolutamente marginal.
LA UNIDAD NACIONAL Poblamiento, comunicaciones e inversiones Poblamiento La nueva elite política argentina venía a traer la modernidad al país, aquello que llamaban civilización, y mientras su cuerpo sería construido con acero y hormigón y su sistema circulatorio serían los ferrocarriles. Para esta elite la clave para imponer el orden era organizar el espacio. Y una de las bases de la organizar del espacio y la construcción del Estado Nacional será el poblamiento de un vasto territorio escaso de habitantes. Ya en la década de 1850 Pellegrini manifestaba la imperiosa necesidad de impulsar la inmigración. Y es a mediados de siglo cuando comienzan a darse los primeros ingresos de inmigrantes que servirán de marco a la impresionante marea de migración a nivel mundial que caracterizará todo el resto del siglo XIX. Lejos estaban las primeras experiencias desarrolladas en el país con la llegada en tiempos de Rivadavia de 220 inmigrantes escoceses para establecerse en Monte Grande, ahora comenzará una gestión ordenada y dirigida para orientar el fenómeno migratorio. En la segunda parte del siglo XIX se presentaron dos posibilidades migratorias: a) Migración planificada b) Migración espontánea El más claro ejemplo de migración planificada serán las colonias agrarias que se comienzan a instalar en el sur de Santa Fe a partir de 1856 y que tendrán su apogeo en la década del 70 donde se fundarán más de 22 colonias en base a una premisa permanente que une familia-propiedad-agricultura. Las colonias agrarias de inmigrantes preferentemente italianos que se instalan en el Sur de Santa Fe serán el más preciso modelo de ordenamiento de la migración masiva de fin de siglo. Una experiencia exitosa que conforma pequeños y medianos propietarios establecidos en pequeños y prósperos pueblos agrícolas. Santa Fe se constituirá en el principal exportador de cereales triplicando en menos de una década desde 1887 la extensión sembrada, y generando también una explosión demográfica que llevará la población de la zona sur de Santa Fe de 40.000 habitantes en 1858 a casi 400.000 en 1895. Otra historia se escribirá con los inmigrantes que optarán por la provincia de Buenos Aires como destino, se tratará del predominio de la migración espontánea, ya que las grandes propiedades los convertirán en trabajadores rurales asalariados o en arrendatarios de medianas extensiones y no en colonos. La mayor parte de esta inmigración terminará afincándose en la gran ciudad. El poblamiento de la campaña bonaerense por parte de los inmigrantes no fue proyectado como en Santa Fe sino absolutamente espontánea y libre. Otra experiencia exitosa de la época fue el establecimiento en 1865 de una colonia galesa en Rawson, actual Chubut, que significo un fenómeno de convivencia entre estos europeos blancos y sus vecinos tehuelches. Entre 1871 y 1895 arribarán al Río de la Plata 2 millones de inmigrantes, llegando a representar en Buenos Aires y Santa Fe el 50% de la población. El origen de estos primeros inmigrantes era mayoritariamente italiano y, en menor medida, españoles, franceses e ingleses. En todo este período la inmigración italiana fue creciente y predominante por sobre la española, mucho más lenta y estable en su número.
Si bien la inyección de “sangre nueva” que promovía Alberdi, como necesaria para construir la nueva Argentina, la deseaba proveniente de los países del noroeste europeo (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Holanda), el tiempo de la migración desde esta región de Europa se agota en 1870, a partir de ese momento la mayoría de los inmigrantes provendrá del sudeste europeo (España e Italia), países de menos prosperidad y desarrollo que los primeros. La diferencia es que los inmigrante del noroeste de Europa son obreros con algún grado de instrucción general, en cambio los que llegan del sudeste por lo general son campesinos pobres artesanos o jornaleros. La Argentina fue el país del mundo que recibió en este proceso de migración global la mayor proporción de extranjeros en relación a su población originaria. Comunicación Pero no solo la migración permitirá la organización del espacio, será necesario también asegurar la comunicación entre las largas distancias, y ese objetivo lo cumplirá el ferrocarril, el aparato circulatorio del cuerpo nacional. Los caminos de hierro comenzarán a ser trazados en este período, primero con capitales nacionales y luego mediante una avalancha de inversiones extranjeras, predominantemente de Gran Bretaña. El ferrocarril resultará vital para la organización económica en base al modelo primario exportador, ya que esos capitales británicos que construirán los caminos de los trenes tendrán como objetivo asegurar la fluidez del nuevo modelo económico. Todos los trazados partirán del puerto hacia las zonas de producción agro-ganadera como si Buenos Aires fuera el centro del sol y sus rayos los caminos del ferrocarril. Este panorama dibujaba sobre el terreno la realidad argentina: un país macrocéfalo, con una enorme cabeza llamada Buenos Aires.3 Pero además los ferrocarriles significaban un gran negocio inmobiliario, ya que su construcción representaba para el inversor un enorme beneficio: obtenía una garantía de ganancias de parte del Estado (7% anual sobre los costos de inversión), es decir que se aseguraba que su negocio no tendría pérdidas, y además se le entregaba en propiedad una legua4 de tierra a izquierda y derecha de la vía, una vía que atravesaba las más ricas tierras de la pampa argentina. Por ello las empresas ferrocarrileras desarrollarán también activos negocios inmobiliarios vendiendo esas tierras entregadas por el Estado a la propiedad privada, con ello se produce una fenomenal transferencias de tierras públicas que engrosarán la propiedad privada de los grandes terratenientes pampeanos que conforman la oligarquía nacional, detentadora del poder político y económico del período. Los trenes no hacen más que reproducir las viejas rutas de carretas y mulas e incluso los puntos de llegada y salida del ferrocarril serán las viejas estaciones de carretas de Buenos Aires: Plaza Miserere para el Oeste, Retiro para el Norte y Constitución para el destino al Sur. Por ello a diferencia de la experiencia norteamericana, el ferrocarril no fue avanzada de civilización, sino por el contrario avanzaba allí donde había garantías económicas y terrenos dominados. El ferrocarril no hizo más que consolidar las líneas de desarrollo que ya estaban planificadas por el proyecto liberal de insertar al país en el mercado agroexportador global. 3
En 1869 la ciudad y campaña de Buenos Aires concentraba el 14% de la población del país, y en 1895 ya esa concentración alcanzaba el 40%. 4 Una legua es una medida equivalente aproximadamente a cinco kilómetros y medio.
Allí donde los ramales no eran rentables debió ser el Estado argentino el que pusiera los capitales para introducir el ferrocarril, por ello esos ferrocarriles son de construcción más económica con la trocha angosta como característica. En la década del sesenta el tren solo vinculaba pueblos cercanos a Buenos Aires, pero en 1865 llegaba a Chascomús y ya en 1870 unía Rosario con Córdoba. Pero el gran desarrollo ferrocarrilero se dará a partir de 1880. Inversiones Inmigración y ferrocarriles son el comienzo del camino hacia la inserción capitalista de la Argentina como sistema primario exportador en base a las tierras fértiles del Litoral y las tierras pampeanas al sur que deberán ser ganadas al ocupante indígena. En 1850 los productos pecuarios (derivados del ganado) representaban 4/5 partes de las exportaciones argentinas, mayoritariamente cueros, dado lo cual los vacunos que poblaban la pampa tenían características no vinculadas a la explotación de carne, con animales flacos, de cuernos largos y cuero resistente. Por otra parte la producción de cereales estaba poco desarrollada, a tal punto que no alcanzaba a cubrir las necesidades locales. Cuando las exportaciones de cuero comienzan a decaer y la de tasajo (carne seca y salada) se desploma al cerrarse la mayoría de los mercados externos relacionados con el fin de la esclavitud (los esclavos eran destino final del tasajo como alimento) era necesario elaborar una nueva salida para la constitución de un país productor de materias primas. El producto de exportación elegido para la inserción en el mercado a mediados de la década de 1850 será la lana, dado lo cual el amplio ganado ovino radicado en el Litoral desplazará al vacuno hacia el sur. Para darnos una idea podemos mencionar que en 1850 existían 15 millones de ovejas y 3 millones de vacas, pero al finalizar el período en 1880 el número de lanares era de 58 millones y el de vacas no alcanzaba los 5 millones. En 1880 los ovejeros iniciarán un recambio de calidad en virtud del requerimiento de la demanda europea, se reemplazarán 40 millones de ovejas Merino por ovejas Lincoln. Respecto al ganado vacuno, deberá producirse un profundo recambio del plantel de animales mediante la inserción de razas traídas del exterior especialmente diseñadas para la producción de carnes, y el impulso final de este relanzamiento se dará con la llegada de la tecnología del congelamiento de la carne, pero este proceso recién comenzará obtener resultados económicos a partir de 1890. También se encaró un profundo recambio de calidad del ganado trayendo nuevas razas desde Europa, con lo cual se comenzó a gestar la Estancia Mixta, que compartía cría de ganado vacuno con cultivo de cereales y forrajes. En materia de tareas en el campo existían tres protagonistas: El propietario, que poseía el control de la tierra y el capital. El arrendatario, que alquilaba parcelas a riesgo de verse sometido a los avatares de una mala cosecha, con limitaciones para acceder al crédito. El peón, que podía realizar tareas permanentes o temporarias en los campos a cambio de un salario. Pero no fue el modelo agroexportador el único que se instaló con éxito en el país ya que hubo dos proyectos de amplio éxito que rompieron ese molde y que constituyó la creación de dos economías regionales cuyo centro no era Buenos Aires y cuyo mercado será el interno y no el externo, dos economía que no miran hacia fuera y que serán impulsadas desde el Estado, los proyectos económicos de Cuyo y de Tucumán, con los viñedos y el azúcar como motores respectivamente.
Las economías de Mendoza y Tucumán debieron abandonar sus viejas producciones ganadera uno y comercial otro en virtud del debilitamiento de los viejos circuitos comerciales que le daban sentido. Pero de la crisis surgirán dos nuevos modelos: el vitivinícola en Mendoza y San Juan y el azucarero en Tucumán que lograron adaptarse a las necesidades del mercado interno y acoplarse a la economía agroexportadora. La reconversión de la economía tucumana comenzó en 1870 y recibió un impulso mayúsculo con la crisis mundial de 1875 que derivó capitales a las actividades internas como la tucumana. El negocio del azúcar alcanzó su coronación con la llegada del ferrocarril. Por otra parte, el estado se ocupó de apuntalar esa incipiente economía regional azucarera protegiendo la producción tucumana respecto a la importación de azúcar barata de otros países, protegiendo el producto con un arancel del 25% para el azúcar extranjera con lo cual su precio no podía competir con el tucumano. Con respecto al caso mendocino con el auge de la ganadería pampeana su producción se vio opacada, lo cual impulsó la búsqueda de alternativas y la encontró en una actividad centenaria en la región solo necesitada de apoyo e inversión, la actividad vitivinícola. El apoyo del Estado estuvo en la exención impositiva para los nuevos viñedos y la promoción de la inmigración hacia los campos mendocinos5, así como el otorgamiento de créditos beneficiosos desde la banca nacional. De nuevo un factor central en la reconversión, así como sucedió en Tucumán, fue la llegada del ferrocarril, que abrió el mercado interno a los vinos mendocinos, fundamentalmente el poderoso mercado de Buenos Aires y el Litoral. Por otra parte tanto Tucumán como Mendoza tenían una ubicación que les permitía articular comercialmente no solamente con la gran cabeza de Buenos Aires sino también con la región del Pacífico, vía Chile y Perú. No debe perderse de vista que tanto Tucumán como Mendoza fueron gobernados por políticos liberales que controlaban la provincia y tenían fuertes intereses económicos en ellas; poderosos políticos del tronco oligárquico que participaron activamente en las decisiones de peso a nivel nacional garantizando en el Congreso la legislación protectora de sus economías.6 Ahora bien poblamiento y comunicaciones eran la base de la construcción del nuevo modelo, pero requerían de un tercer elemento para su consolidación: la inversión de capitales, capitales que llegarán desde el exterior. Las inversiones extranjeras se dieron en base a dos opciones: 1. Empréstitos hacia los Estados 2. Inversión directa En el caso de los empréstitos a los Estados fue el vehículo predilecto para acercar dinero necesario para que el estado lo invirtiera en la construcción de ferrocarriles, por ejemplo, ferrocarriles que después darían salida a las materias primas del eslabón del modelo agroexportador para beneficio del país que dio el empréstito. Como se ve todo el circuito financiero tenía el mismo objetivo que el circuito comercial: apuntalar el modelo primario agroexportador que insertaba al país en el capitalismo mundial liderado por Gran Bretaña. De este modo con el empréstito al Estado el capital privado se convertía en capital público, que luego invertido en ferrocarriles volvía a alimentar al capital privado. El capital extranjero se transformaba en capital nacional para luego derivar nuevamente en capital extranjero, pero con los beneficios lógicos del circuito comercial. 5 6
En la década de 1880 llegaron a Mendoza más de 10.000 inmigrantes. Vale mencionar como ejemplo solamente que los presidentes Avellaneda y Roca eran tucumanos.
En este sistema el Estado oficiaba entonces como gestor empresarial del capital privado, cuyo riesgo era mínimo. La opción de la inversión directa consistió en la instalación de empresas extranjeras, generalmente en el sector de los servicios para apuntalar el modelo agroexportador y el crecimiento urbano.
La oligarquía El concepto Oligarquía tiene una doble significación. Por un lado el gobierno de los que tienen el poder económico, y por otro lado considerar a esa clase gobernante como superior al resto de la sociedad, los notables, la elite. En la Argentina se dan ambos fenómenos. La burguesía argentina fue conformando en este período un esquema de poder sumamente concentrado, que unía poder político con poder económico. La regla de oro de esta burguesía era: cargos públicos igual a negocios privados. Este esquema de poder es el que recibió el nombre de oligarquía, que no se reduce al poder de la gran ciudad de Buenos Aires, sino que se extiende a las distintas burguesías provinciales consolidados económicamente durante el período independiente. En este marco Unidad Nacional es igual a unidad oligárquica. El historiador británico David rock caracteriza a la oligarquía de la siguiente manera: “La característica mas notable de la política de ese período es la relación entre el presidente y los gobernadores provinciales. En un sistema electoral, el presidente tuvo que buscar una mayoría en el Congreso, lo que implicó la búsqueda de apoyo político en las provincias. El principal mecanismo para conseguir respaldo provincial consiste en vincular a los gobernadores con el presidente, dado que los primeros pueden organizar y controlar las elecciones locales. Los presidentes obtenían el apoyo de los gobernadores mediante la concesión de recursos y respaldo a través de subsidios desgobierno central. Los gobernadores, por su parte, también instrumentaban medidas similares a los efectos de obtener apoyo local. En cada provincia, funcionarios subordinados organizaban las elecciones. El sistema político asumió así una estructura jerárquica que se fue haciendo cada vez más compleja a medida que aumentaban la población y el electorado. Si el gobernador se negaba a apoyar a la autoridad central, corría el riesgo que lo desplazara una intervención federal. En el siglo XIX el sistema operaba como una oligarquía en la que el presidente solo tenía que controlar a los gobernadores y tenía poca necesidad de apoyo popular”. Si algo caracterizó a la oligarquía argentina fue esa profunda interpenetración de intereses más allá de su localización en el espacio nacional con el único objetivo de controlar las decisiones del Estado en beneficio de intereses privados vinculados al modelo agroexportador. No había decisión política alguna dentro de la construcción de este modelo económico que no rindiera beneficios para el sector primario agroexportador y al comercio importador. La política era la utilización del espacio público para establecer negocios privados. La futura Liga de los Gobernadores será la más clara expresión político-electoral de esta mancomunión de intereses entre las burguesías de cada provincia alineadas detrás del poder central. Esta red oligárquica conformada por mercaderes, hacendados, militares, caudillos locales y profesionales estaba sustentada en una estructura parental muy fuerte que establecía dominios clientelares en cada provincia en base al empleo público. Familias y empresa articuladas por un entramado de relaciones económicas, sociales y políticas, base de la acumulación de la riqueza del sector oligárquico argentino. Un ejemplo puede darlo la familia Posse de Tucumán. Descendientes de un poderoso comerciante, tres de sus miembros (José, Wenceslao y Juan) llegaron a ser gobernadores de la provincia. Dueños de ingenios azucareros, solos o en sociedad, así como grandes ganaderos incluso en la provincia de Buenos Aires.
Pero esta oligarquía argentina tenía una profunda vocación de poder político pero no vinculaba esa expectativa con la legitimidad del voto popular sino con la propia imposición de su poder económico. Es decir, su ambición era dominar el poder político por el propio peso de su fortaleza económica. En las décadas del 60 y 70 solo el 10% de los habilitados para votar votaban, y este porcentaje estaba compuesto generalmente por individuos de los sectores sociales más bajos y analfabetos, coaccionados por dinero, alimentos u otras dádivas. El voto solo era una herramienta que se ponía en funcionamiento una vez que esta red oligárquica dirimía sus diferencias y alcanzaba un acuerdo. Un sistema paternalista en el que la elite establecía las políticas y los protagonistas, y “el pueblo” ratificaba estos acuerdos mediante el voto. Con el mero acto electoral empezaba y terminaba la actuación de la voluntad popular. No hay que olvidar que la Constitución de 1853 estableció que la elección presidencial fuera indirecta, es decir que lo que votaba el pueblo no era un Presidente sino un representante al Colegio Electoral, siendo el Colegio Electoral el que luego nombraba al presidente. Esto permitía resguardar los acuerdos de cúpulas hasta el último detalle violando en más de una oportunidad la voluntad popular, ya que el Colegio Electoral era un elenco integrado por hombres de la elite. Tampoco debe dejarse de lado que la mitad del Poder Legislativo estaba constituido por el Senado, que representaba a las provincias y no al pueblo como la Cámara de Diputados, con lo cual quedaba claro que esos senadores serían directos representantes de los intereses de la oligarquía de cada provincia ya que eran elegidos por las legislaturas provinciales. De este modo Poder Ejecutivo y Poder Legislativo quedaban dominados por la oligarquía. No debe perderse de vista que para estas elites oligárquicas la política era un camino directo a la defensa de sus intereses económicos particulares. “Nosotros somos la clase patricia de este pueblo ... Seamos nosotros la cabeza, que el pueblo sea nuestro brazo” puso Lucio V. López en boca de uno de sus personajes de La Gran Aldea. Lo que puede considerarse un avance fue la lenta superación del uso de la violencia para dirimir las diferencias entre las facciones de poder, que fuera reemplazada por el acuerdismo. Esa falta de vocación democrática de la oligarquía sobre la base de su ambición por monopolizar el poder de decisión política llevó a que esa vocación de poder no se vehiculizara en un partido político que levantara sus banderas, sino en la construcción de grupos de presión, las llamadas corporaciones. Este fenómeno da inicio a una modalidad del sistema político argentino hasta nuestros días en los que los Partidos políticos no son los que generalmente definen las políticas de gobierno sino que estas están delineadas por las corporaciones de poder que funcionan paralelamente a los partidos. Por ello la oligarquía organiza rápidamente tres corporaciones representativas: la Bolsa de Comercio fundada en 1854, con el objetivo de defender la actividad comercial; la Sociedad Rural Argentina fundada en 1866, en defensa de las posiciones de los intereses agroganaderos; y la Unión Industrial creada en 1877. Todas estas poderosas corporaciones creadas en el siglo XIX sobreviven en el siglo XXI. Básicamente la burguesía argentina fue la constructora del Estado Nacional, cuya función fue articular los intereses de las distintas vertientes de la propia burguesía (comercio, campo, industria, finanzas, etc.) dentro del capitalismo mundial. La unidad de acción de la burguesía argentina más allá de los rubros de procedencia se observaba en la forma en que el Estado Nacional, al servicio de esa burguesía
oligárquica, apoyaba las necesidades económicas de las provincias en un pacto tácito de auxilio económico a cambio del reconocimiento de la hegemonía de Buenos Aires y el Estado central. Los recursos del Estado Provincial resultaban insuficientes para equilibrar sus cuentas, lo que obligaba a las provincias a buscar capitales en dos fuentes: una fuente interna consistente en los subsidios otorgados por el Estado Nacional, y una fuente externa consistente en la concreción de empréstitos internacionales. Las provincias más pobres y menos beneficiadas por sus dificultades para insertarse en el modelo económico mundial (Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero o La Rioja por ejemplo) debían recurrir permanentemente al auxilio del Estado central, auxilio que derivaba en la mayoría de los casos a alimentar negocios privados de las familias dominantes, lo que las hacía perder autonomía respecto al gobierno nacional y por ende encolumnarse detrás de sus decisiones políticas. En el mundo de la oligarquía la supervivencia económica se pagaba con lealtad política.
El mundo del trabajo Desde 1850 se va dando forma a una capa de trabajadores urbanos asalariados, de procedencia extranjera en su mayoría. Estos inmigrantes se agruparan en sociedades mutualistas por oficios que serán el germen de los sindicatos futuros, la semilla del movimiento obrero. Es precisamente el sector de los trabajadores inmigrantes el pívot sobre el que girará la estructura ocupacional urbana a partir del fomento a la inmigración propulsado desde el Estado en base a la búsqueda de reconvertir la población de la Nación organizada. El censo de 1869 marcaba la presencia de un 12% de extranjeros en el país, pero si se pone la lupa sobre la ciudad de Buenos Aires la proporción de extranjeros era del 50%, ya que más del 90% de los inmigrantes extranjeros se asentaban en el litoral. En una sociedad en formación como la Argentina del último tercio del siglo XIX los extranjeros que ingresan incesantemente pasarán a jugar roles de importancia en todos los órdenes, especialmente en el laboral. Los oficios que comenzarán a diseñar el panorama obrero en Buenos Aires son los vinculados con la construcción, en medio de una ciudad que se transformaba aceleradamente. Pero junto a los oficios de la construcción se encontraban los relacionados con el consumo interno en una población que crecía incesantemente, como ser zapateros, sastres, costureras, talabarteros, etc.
El grupo de trabajadores más numeroso es el de los peones y jornaleros, sin oficio fijo y que van a parar a alimentar las grandes obras civiles, como ferrocarriles y obras públicas. Otro sector en crecimiento fue el del comercio, a través de pequeños comerciantes barriales y vendedores ambulantes. De estos diversos trabajadores nacerán las primeras organizaciones obreras, sociedades mutuales estructuradas por oficios, la más antigua de todas fue la Sociedad Tipográfica Bonaerense, nacida en 1857 y vinculada al negocio de las imprentas en tiempos en los que los medios de comunicación eran en su totalidad escritos. Luego se organizarán otros oficios como el de zapateros, el de panaderos, el de albañiles. Pero no solo los trabajadores se agruparon en base a sus oficios, sino que especialmente lo hicieron según sus orígenes. Organizaciones que unían a italianos, otras que agrupaban a españoles o a franceses. La Unione e Benevolenza así como el Hospital Italiano (1872) o el Hospital Español (1867), el Hospital Francés o el Hospital Alemán son creaciones de esta naturaleza, dando forma a una red de relaciones de solidaridad articuladas por la común pertenencia étnico-lingüística. Estas dos tendencias a agruparse según oficios o según solidaridades nacionales resultaban en muchos casos contradictorias, y por eso la creación de los sindicatos es posterior a la de las mutuales nacionales ya que los primeros intentarán romper esos lazos de unión puramente étnica para reemplazarlo por un lazo de identificación de clase. A partir de 1873 con la crisis económica y el aumento de la migración se produce una suba importante del desempleo lo cual genera un clima de inestabilidad social desconocido en la ciudad con manifestaciones callejeras. Este hecho despierta la alarma de los sectores burgueses más conservadores que observan en esta efervescencia social un temible antecedente sedicioso generalizándose un sentimiento profundo de xenofobia (odio al extranjero) que derivará en diversas acciones represivas de parte de la policía contra los locales de las organizaciones obreras. Esta situación se superó con el fin de la crisis y a partir de 1876 comienza un período de paz social que se extenderá por toda la década. Respecto a los dirigentes obreros, no eran personas de gran formación teórica, y comenzarán a construir sus organizaciones entrando a la década de 1880 de la mano de los anarquistas, que arriban a Buenos Aires en la persona de inmigrantes preferentemente italianos.