Amor y Odio Emilio del Barco Agüimes, 02/08/07 Quien ama, ilumina. Quien no ama, está apagado en su interior. Quien odia, destruye. En primer lugar, a sí mismo. Encontrar ‘justicia para todos’, es un concepto que, en sí, lleva la confusión. No todos tienen la misma concepción de la justicia, ni sienten con la misma vehemencia, la necesidad de su cumplimiento. Lo normal es que ’una justicia igual para todos’ deje más descontentos que satisfechos. La vara de medir los derechos es desigual, según donde, cómo y quien la aplique. El concepto de la justicia es, siempre, individual. Cada uno la concibe de forma única, pues cree quien quiera creer. La Edad Media europea, oscura por tantos motivos, fue prolija en ideas religiosas. Los cabalistas judíos medievales, adoptaron algunos conceptos místicos, entroncados con viejas teorías pitagóricas, aristotélicas y mazdeístas, sobre la magia de los números y las influencias astrales. Las traducciones de Avicena, Averroes y Maimónides dieron paso a la posterior adaptación cristiana promovida por Tomás de Aquino. También recogieron y adoptaron ideas panenteístas, presentes en las religiones indias, que suponían aceptar la preexistencia de las almas en el seno de Dios, de donde salían y a donde regresaban, tras su breve periplo terrenal. Si hay un concepto cambiante, en las religiones de todo el mundo, ese es el de la interpretación religiosa de los fenómenos naturales, tales como nacimiento y muerte o el de la Naturaleza misma. Podemos afirmar que la historia religiosa es un producto de la fantasía humana. Pues, antes de encontrar respuestas científicas a su curiosidad, el hombre rellenó los espacios vacíos de sus preguntas existenciales con relatos dignos de cuentos infantiles. Que han quedado incrustados en la historia de la humanidad, como si de hechos comprobaos se tratase. Seguramente, los hombres sabios de otras épocas, forzados a mantener su reputación, hablaron por encima de su sabiduría, aportando datos que ellos mismos desconocían. A las secas raíces de la historia. Lo cierto es que, sin quitar, ni añadir, certeza a los textos religiosos, se va comprobando el camino recorrido por las convicciones. Si, en la más remota antigüedad, los ritos de la reproducción y la caza concentraban la casi totalidad de las manifestaciones religiosas, junto a los inherentes a la muerte, después, al desarrollarse las sociedades, pasando de itinerantes a sedentarias, de cazadoras a productoras, y creciendo en importancia la ganadería, la pesca, agricultura, comercio, artes, etc. , pareció al hombre primitivo que, cada rama del conocimiento y actividades humanas, debía tener quien, de forma especializada, se cuidase de ella. Un seguro a todo riesgo. Esto, probablemente, dio lugar a la proliferación de dioses sectoriales, menores, protectores de parcelas, a veces mínimas. Un análisis de sus motivaciones, no es lo más apropiado para asuntos tocantes con la fe. Se aceptan o no se aceptan, eso es todo.