¿Nuestro amor de padres perjudica a nuestros hijos? El amor de los padres está en la naturaleza. Todos los animales lo tienen hasta el punto de no dudar en arriesgar sus vidas para salvar a sus hijos. Es lo que ha explicado la supervivencia de las especies y la prologación de la vida en nuestro planeta. En su vertiente natural es algo institivo, grabado en nuestros genes. Quizás el problema viene cuando los humanos lo racionalizamos y/o socializamos. En nuestra sociedad se dan los dos extremos: la falta y el exceso de cariño. Nuestra sociedad es acaparadora de los adultos social y laboralmente hablando. En muchas familias acomodadas es palpable la escasez de tiempo para atender a los hijos; esa falta de atención trata de ser compensada y suplida por la concesión de un bienestar material que, en muchos casos, llega a alcanzar el despilfarro y una influencia negativa en los hijos. En estos casos hay una actitud hacia los hijos que puede caer en: • Educación muy permisiva en general. • Excesivo tiempo en juegos (TV, Play Station, videojuegos...) y otros caprichos. • Permitir actitudes caprichosas y escasa capacidad para asimilar la disciplina. • Educación sin valores. • Escasa comunicación entre padres e hijos. En la adolescencia esa "siembra" educativa suele traer consecuencias muy negativas que revierten en una mayor incapacidad de comunicación entre padres e hijos y una preocupante actitud de los adolescentes hacia la vida en general. Tan mala es la falta de cariño como el exceso de cariño, especialmente si va traducido en actitudes excesivamente proteccionistas hacia los hijos. Estos deben aprender a ser independientes, a valerse por si mismos, a asumir sus propias experiencias, que en definitiva, les convertirán en personal adultas. Dosificar nuestro amor de padres es una tarea compleja, pero imprescindible a la hora de no influir negativamente en nuestros hijos: ni por exceso, ni por defecto. La psicóloga Claudia Mendieta da esta serie de pautas y consejos a los padres sobre como tratar a sus hijos adolescentes: -Mantener el control, no dejarse llevar por la ira. -Ser tolerantes en las pequeñas cosas y exigir en las fundamentales. -Pacientes y muy observadores. -Valoren lo bueno, trasmitirles nuestro orgullo, a ellos les gusta la alabanza les reafirma en su conducta. -Escucharlos poniéndonos en su lugar. -En general respetar su privacidad pero incentivarlos para que compartan vida familiar. -Dialogar e informarles de todo (sexo, alcohol,...) con naturalidad. -Valorar sus ideas, opiniones, no decirles que es un disparate. Así la comunicación será fluida se sentirán respetados y podremos trasmitir valores. -Reglas sí, pero que fomenten la autonomía y la responsabilidad.