Agroecologia Y Acceso A Mercados

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AGROECOLOGÍA Y ACCESO A MERCADOS Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

AGROECOLOGÍA Y ACCESO A MERCADOS Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

Didier Bloch Consultoría para Oxfam/GB

Abril de 2008

Sumário | Sumario Resumen

05

Siglas

07

Introducción

09

El mercado, nueva frontera de las ONG rurales Foco en los agricultores pobres, produciendo según el paradigma agroecológico La comercialización de la agricultura familiar: discusión de tres experiencias Estructura del texto

09 10 10 11

Primera parte: producir para comercializar

13

Contextualización El peso y la diversidad de la agricultura familiar brasilera ¿De qué agricultores familiares estamos hablando? Algunos elementos de la economía de la agricultura familiar nordestina Políticas públicas para la agricultura familiar El contexto nacional e internacional: factores favorables y desfavorables Las polarizaciones brasileñas

14 14 16 19 21 24 26

Los tres proyectos en la región Nordeste del Brasil: la producción agroecológica generando ingreso 28 El Programa de Medios de Vida Sostenibles de Oxfam Avances tangibles: la producción agroecológica generando ingreso Un breve balance de las 3 experiencias

Agroecología y acceso a mercados

28 31 44

Producir en la perspectiva agroecológica

46

La producción agroecológica Un ambiente favorable a la producción agroecológica Avances y dificultades en la transición agroecológica Lecciones para la sostenibilidad de la producción con fines de comercialización

46 51 54 60

Agregar valor a la producción: desafíos tecnológicos y organizacionales

62

El beneficio de la producción en unidades de tamaño mediano Un doble desafío: agregar valor y agregar gente Avances y dificultades en la transformación de la producción

62 63 65

Segunda parte: vender sin venderse: lecciones de las tres experiencias

70

En búsqueda de mercados diferenciados Lidiar con el mercado para incrementar el factor “ingreso” en la economía familiar Acceder a los mercados, enfrentarlos y desarrollarlos Evitar los mercados convencionales y los intermediarios Buscar mercados diferenciados

71 71 73 74 79

Foco en tres mercados: orgánico, institucional y justo

83

El mercado local de las ferias orgánicas El mercado institucional El comercio justo del algodón Los diversos mercados del babazú

Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

83 89 93 103

¿Cómo vender sin venderse? Las lecciones de la práctica

109

La dura realidad de la economía de mercado Equilibrio y tensión entre lo político, lo económico, lo social y lo ambiental Desafíos y nudos organizacionales

109 124 139

Género y Mercado

148

El reconocimiento todavía limitado de las mujeres en la agricultura familiar nordestina Género en la familia, en los grupos productivos y en las organizaciones de mujeres Mayor fuerza política, aunque beneficios económicos limitados para las mujeres ¿El mercado emancipa a las mujeres? ¡Sí!... y ¡no!

148 149 151 155

Tercera parte: más allá de lo local

160

Ampliar el radio de accíon más allá de la familia y de la comunidad ¿Qué futuro habrá para los jóvenes? Intensificación y expansión de las iniciativas agroecológicas Conquistas políticas

161 161 163 168

Nuevas políticas públicas en la confluencia entre agricultura familiar, agroecología y economía solidaria

172

Agroecología y economía solidaria: objetivos comunes y estrategias complementarias SECAFES y SCJS: nuevas políticas públicas para la agricultura familiar y la economía solidaria Elementos adicionales de políticas de comercialización de la agricultura familiar

180 184

Conclusión: el futuro de la agroecología en el Brasil

190

Notas finales

196

Referencias bibliográficas

203

Anexo: Flujogramas de aprovechamiento del babazú y del algodón

207

Agroecología y acceso a mercados

172

Resumen

En Brasil, las organizaciones de agricultores y las ONG de asesoría a trabajadores rurales han hecho grandes avances en los campos de las tecnologías adecuadas y la producción agroecológica. Han sabido también consolidar el espacio y la acción no gubernamental y, a partir de esa base más sólida, superar el tabú de la asociación con el Estado. El tema álgido esta vez es el Mercado. La comercialización de la producción en su estado natural o procesada es ciertamente uno de los más grandes cuellos de botella de la agricultura familiar y representa un enorme desafío para los agricultores pobres de la región nordeste de Brasil. El presente trabajo discute la viabilidad de la agricultura familiar con base en la experiencia acumulada en tres proyectos de comercialización de la producción agroecológica, desarrollados por las organizaciones Esplar, Diaconía y Assema, apoyadas por el Programa de Medios de Vida Sostenibles (PMVS) de Oxfam Gran Bretaña. La primera experiencia, de Adec - Associação de Desenvolvimento Cultural de Tauá (Asociación de Desarrollo Cultural de Tauá), en el sertão de Ceará, asesorada por Esplar, tiene que ver con el comercio justo del algodón orgánico. La segunda, de AAOEV - Associação dos Agricultores Agroecológicos Oeste Verde, en el sertão de Rio Grande do Norte, asesorada por Diaconía, se orienta al abastecimiento de ferias locales y mercados institucionales con hortalizas. La tercera gira en torno a la producción de aceite de palma de babazú que hace la Coppalj - Cooperativa dos Pequenos Productores Agroextrativistas do Lago do Junco, con asesoría de Assema - Associação em Áreas de Assentamento no Estado do Maranhão, cuya historia está vinculada a la lucha de miles de mujeres que trabajan quebrando la castaña de babazú, llamadas quebradoras.

Agroecología y acceso a mercados

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Esas tres iniciativas aportan la base empírica para discutir tres maneras de comercialización de la producción agroecológica: el mercado local (ferias); el mercado institucional (compra directa por parte del gobierno) y el mercado justo internacional, con o sin certificación orgánica. Este documento fue producido, principalmente, a partir de visitas a las tres experiencias de referencia, efectuadas en septiembre de 2007, y de la lectura de documentación producida en el ámbito de estas experiencias. Además, se consultaron estudios brasileños recientes sobre la comercialización de la producción agroecológica, así como diversas publicaciones relacionadas con los temas de agroecología, de agricultura familiar y de economía solidaria. El resultado es un amplio panorama en el cual la sistematización de la práctica en sus sucesivas etapas de producción, transformación, comercialización y difusión de la experiencia, aporta una cantidad importante de informaciones y reflexiones. Se trata también de un texto en el cual el autor defiende determinadas posiciones y plantea preguntas, a veces polémicas, con el ánimo de alimentar debates. Uno de los principales aspectos que el estudio ha constatado es que en todas las etapas se presentan serias dificultades. A pesar de estas dificultades, las tres iniciativas muestran que es posible hablar de la viabilidad de la producción agroecológica y de su comercialización, en el ámbito de experiencias localizadas (grupos de productores familiares o de asentamientos). Sin embargo, su viabilidad a mayor escala depende de las políticas públicas todavía incipientes y que todavía siguen siendo minoritarias, a pesar de la presencia de fuerzas favorables a la agroecología en instancias gubernamentales.

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Siglas

AAOEV ADEC AMTR AMTR ANA ASA ASSEMA ATES BSC CEB CMDR CONAB COOPAESP COPPALJ EES EFR EMATER GAM GCO GIPAF IBD IBGE INCRA MAPA MDA MDA/SDT MIQCB MST NEAD ONG OXFAM GB P1MC PAA PMVS

Asociación de los Agricultores Agro ecológicos Oeste Verde (en Rio Grande do Norte) Asociación de Desarrollo Cultural (de Tauá) Asociación de las Mujeres Trabajadoras Rurales del Lago do Junco y Lago do Rodrigues (MA) Asociación de Mujeres Trabajadoras Rurales (en Maranhão) Articulación Nacional de Agroecología Articulación en el Semiárido Asociación en Áreas de Asentamiento en el Estado del Maranhão Asesoramiento Técnico, Social y Ambiental (para asentamientos de la reforma agraria) Bases de Servicio de Comercialización (en el SECAFES) Comunidad Eclesial de Base Consejo Municipal de Desarrollo Rural Compañía Nacional de Abastecimiento Cooperativa de los Pequeños Productores Agroextractores de Esperantinópolis (Maranhão) Cooperativa de los Pequeños Productores Agroextractores de Lago do Junco (Maranhão) Emprendimiento Económico Solidario (el SECAFES) Emprendimiento Familiar Rural (en el SECAFES) Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural (del Gobierno Federal) Grupo Agroecología y Mercado (varios municipios del interior del estado de Ceará) Grupos de Consumidores Organizados (en el SECAFES) Grupo de Interés en Investigación para Agricultura Familiar Instituto Biodinámico Instituto Brasileño de Geografía y Estadística Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento Ministerio del Desarrollo Agrario Secretaría de Desarrollo Territorial del MDA Movimiento Ínter estatal de las Quebradoras de Coco Babazú Movimiento de los Sin Tierra Núcleo de Estudios Agrarios y Desarrollo Rural (del MDA) Organización No Gubernamental Oxfam Gran-Bretaña Programa Un Millón de Cisternas (de ASA) Programa de Adquisición Anticipada de Alimentos (del Gobierno Federal) Programa Medios de Vida Sostenibles de Oxfam GB

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Siglas | PNPB PNRA PNUD POM PRONAF SCJS SECAFES SENAES/MTE STR

Programa Nacional de Producción y Uso de Biodiesel (del Gobierno Federal) Programa Nacional de Reforma Agrária Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Programa de la Organización de la Mujer Quebradora (de Assema) Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar Sistema Nacional de Comercio Justo y Solidario. Sistemas Estatales de Apoyo a Comercialización de la Agricultura Familiar y Economía Solidaria Secretaría Nacional de Economía Solidaria del Ministerio del Trabajo y Empleo Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras Rurales

Tasa promedio de cambio en febrero de 2008: U$ 1,00 = R$ 1,75

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Introducción El mercado, nueva frontera de las ONG rurales Las ONG que ofrecen asesoría a los trabajadores rurales, los movimientos sociales y los agricultores familiares mostraron avances significativos durante las dos últimas décadas. Después de desarrollar, evaluar y difundir una serie de tecnologías apropiadas para la agricultura familiar; después de llevar a la práctica el paradigma agroecológico; después de superar el tabú de la colaboración con el Estado, herencia de los años de la dictadura y de un modelo de desarrollo centralista y vertical, ha llegado la hora de enfrentar el mercado y sus arenas movedizas habitadas por seres poco frecuentados. Todavía son escasas las ONG que han tomado la decisión de explorar el complejo universo de la comercialización y convertirlo en un eje prioritario de su trabajo. Esta situación puede cambiar rápidamente, como lo muestra, por ejemplo, el número cada vez más grande de discusiones que vinculan economía solidaria con agricultura familiar y agroecología. Lo que más se siente aquí es la fuerza de la necesidad: la comercialización es un tema inagotable y muchas preguntas siguen sin tener respuestas satisfactorias. ¿Dónde vender los excedentes de los cultivos de subsistencia? ¿Cómo lidiar con los “intermediarios”? ¿De qué manera introducir nuevos cultivos para la generación de ingresos? ¿Es todavía posible crear un mercado local diferenciado para la producción orgánica? ¿Vale la pena buscar otros mercados, más distantes? ¿Es el comercio justo una opción viable para todos? ¿Hasta qué punto es posible actuar al margen de la economía capitalista?

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Foco en los agricultores pobres, produciendo según el paradigma agroecológico Entre las diversas categorías de agricultores familiares vamos a referirnos aquí al contingente mayor y más pobre, e indagaremos bajo qué condiciones es posible su acceso al mercado, cuáles son los avances y los obstáculos para lograrlo, y hasta qué punto ese acceso es sostenible. La producción de la que hablaremos no es simplemente “orgánica”. El tema que nos interesa es la producción “agroecológica”, mucho más exigente en términos ambientales, sociales y políticos. Para los agricultores que la practican y las ONG que la promueven, la agroecología representa un verdadero proyecto de transformación social. Es decir, no se trata sólo de cambiar un modo de producción por otro más saludable. Un número todavía reducido de agricultores practican la producción agroecológica; por lo tanto, el volumen de producción también es reducido. No obstante, sus defensores estiman que se trata del único paradigma de desarrollo agrícola sostenible, en un mundo en que importantes indicadores ambientales están en rojo.

La comercialización de la agricultura familiar: discusión de tres experiencias No nos proponemos hacer una síntesis exhaustiva del estado del arte o de las reflexiones ya producidas sobre el tema de la comercialización de la producción de la agricultura familiar. Este no es un estudio teórico; se trata más bien de la visión de un periodista que, a pedido de Oxfam GB, fue al campo en septiembre de 2007 con el fin de reunir información y de sistematizar tres experiencias de comercialización en la agricultura familiar agroecológica. Estas experiencias constituyen el eje articulador del presente trabajo.

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Muy pocos de los trabajos recientes sobre la comercialización de la producción de la agricultura familiar tratan de la comercialización de la producción agroecológica. Aún así, esas pocas referencias1 examinan la cuestión desde diversos ángulos (emprendimiento, economía solidaria…) y han sido suficientes para las necesidades del presente estudio. Las tres experiencias que se visitaron forman parte del Programa Medios de Vida Sostenibles (PMVS) de Oxfam-GB en Brasil, el cual apoyó estas y otras iniciativas en la región semiárida del Nordeste de Brasil entre los años 2000 y 2007. El texto es el resultado de la sistematización de esas tres experiencias, del diálogo con los responsables del PMVS en Oxfam y de consultas de la literatura disponible. Le hemos pedido también a los responsables de las tres iniciativas en las que se enfoca el artículo una revisión de la información que les corresponde. El texto final es de entera responsabilidad del autor y no refleja necesariamente la opinión de Oxfam.

Estructura del texto El estudio ofrece un amplio panorama que incluye la sistematización de la práctica de las tres experiencias en sus sucesivas etapas - producción, transformación, comercialización y difusión-, a partir de la cual se hacen cuestionamientos, a veces polémicos, que trascienden el ámbito de las experiencias mismas. En recuadros insertados a lo largo del texto principal se ofrece información complementaria y se sintetizan teorías, en la perspectiva de que contribuyan a alimentar la reflexión. En varias ocasiones el autor toma partido deliberadamente, con la intención de provocar debates sobre temas que no han sido suficientemente discutidos. Después de tratar el tema de la agricultura familiar en general, la primera parte, hace una breve presentación de las tres experiencias sistematizadas y, sobre esta base, inicia la discusión sobre la producción agroecológica y sus eventuales fases posteriores de beneficio o procesamiento. Queda así abierto el camino para pasar en la segunda parte a abordar el acceso a los mercados, enfocándose

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más específicamente en tres de ellos: el mercado orgánico, el mercado institucional y el mercado justo. Los aprendizajes de las prácticas de comercialización muestran que quien ambiciona “vender sin venderse” debe siempre tener en consideración las duras realidades económicas y procurar equilibrarlas con aspectos políticos, sociales y ambientales. En esta segunda parte se destacan también dos grandes temas: los desafíos organizacionales de la comercialización, y las relaciones entre género y mercado. La tercera y última parte extiende la sistematización y la reflexión más allá del ámbito local actual, e indaga sobre el futuro de los jóvenes agricultores, la expansión de las iniciativas agroecológicas y las conquistas políticas. Se destaca en particular la tentativa actual de construcción de políticas públicas en el punto en el que confluyen la agricultura familiar, la agroecología y la economía solidaria. Finalmente, constatamos en la conclusión del documento la viabilidad de la producción agroecológica y su comercialización en el ámbito de experiencias puntuales de grupos y asentamientos de productores familiares. Pero concluimos también que su viabilidad a mayor escala depende de políticas públicas que todavía son incipientes y que, a pesar de la presencia de fuerzas a favor de la agroecología en instancias gubernamentales, estas todavía siguen siendo extremadamente minoritarias. Brasil todavía no se percibe a sí mismo como el gigante ambiental que, de hecho, es; continúa percibiéndose como un gigante económico que estimula el desarrollo agrícola predatorio, y consolida un marco institucional en el cual la agricultura, si bien puede sobrevivir en el corto plazo, tendrá muchas dificultades para crecer.

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PRIMERA PARTE: Producir para comercializar

Contextualización El peso y la diversidad de la agricultura familiar brasilera La mitad de la población del planeta es rural y la agricultura aún es la principal actividad en las regiones más pobres. En Brasil, donde hubo en los años 50 y 80 importantes flujos de migración interna rumbo a las ciudades, alrededor del 20% de la población vive hoy en las áreas rurales. El sector agropecuario desempeña un papel primordial en la economía brasileña, ya que representa el 33% del PBI nacional y dos tercios de los excedentes comerciales del país2. Es común dividir la agricultura brasilera en dos segmentos opuestos. Por un lado, la agricultura “patronal” o “empresarial”; por el otro, la agricultura familiar3, donde “la propiedad, la gestión y la mayor parte del trabajo provienen de personas que mantienen entre sí vínculos de sangre o matrimonio4”. Hecha esta división, un estudio de la Universidad de Sao Paulo mostró que: “El segmento familiar de la actividad agropecuaria brasilera y las cadenas productivas asociadas a ella respondieron, en 2003, por un 10,1% del PBI brasileño, lo que equivale a R$157 billones en valores de ese año. Teniendo en cuenta que el agronegocio nacional en su conjunto respondió, en ese año, por 30,6% del PBI, es evidente el peso de la agricultura familiar en la generación de riqueza del país11”. El mismo estudio destaca también el hecho de que la agricultura familiar representa “la base de importantes cadenas de productos de origen animal”, y es incluso mayoritaria en el caso del porcino (59% del PIB de la cadena), de la leche (56%) y de las aves (51%). Es necesario destacar que la agricultura familiar, a pesar de abarcar apenas 30% de las tierras, ocupa 75% de la población agrícola activa y produce 60% de los alimentos consumidos en el país. Es decir, es equivocada la

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imagen “de una agricultura familiar descrita como un sector poco productivo, especializado en el abastecimiento del mercado local6”. Al interior de la propia agricultura familiar, tendríamos también, en un extremo, la agricultura familiar tecnificada e integrada a la agroindustria, participando en “cadenas estratégicas para la consolidación del sistema agroalimentario urbano (lácteos, aves/porcinos)” y en las dinámicas de exportación7. En el otro extremo, encontraríamos a la familia campesina pobre, a merced de las variaciones climáticas y económicas, a duras penas produciendo lo suficiente para su propia subsistencia. La primera, más “moderna” y dinámica, se encontraría en su mayoría en el Sur y Sudeste del país, mientras que la otra, más tradicional, sería típica en la regiones Norte y Nordeste. Esta descripción corresponde parcialmente a la realidad. Más de la mitad de los 4,14 millones de establecimientos familiares brasileros, “los 2,8 millones correspondientes a los segmentos más pobres, producen apenas 7,7% del valor bruto de la producción agropecuaria8”. Además, “de hecho, los agricultores familiares del Sur concentran la mitad de los créditos destinados a la agricultura familiar del país y 47% de los agricultores familiares del Sur utilizan asistencia, mientras que sólo 2,7% lo hace en el Nordeste”. Sin embargo, para Sabourin esa triple dicotomía (patronal/familiar, moderna/tradicional, Sur/Norte), además de caricaturesca, esconde una realidad mucho más heterogénea. “Esta lectura tiende a generalizar una visión parcial de la agricultura familiar, muchas veces restringida a los estados de la región Sur del Brasil, sin tener en cuenta la diversidad de realidades que hay entre las agriculturas familiares locales; reduce la diversidad de situaciones locales en términos de estructuras y capacidades de acceso a los mercados, al crédito, a la capacitación y a la innovación, en un contexto de abandono de la educación rural y de falta de recursos para la extensión rural. También subestima la fragilidad y las fluctuaciones rápidas y frecuentes del mercado capitalista de las grandes cadenas (leche, cereales, tubérculos), y desconoce la herencia de varios sistemas campesinos locales, la cual es todavía la principal garante de la reproducción de las

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unidades familiares, gracias tanto a la autonomía (de los insumos externos, del mercado capitalista, del financiamiento público) como a la flexibilidad con que se adapta a las demandas de mercados diversificados o de proximidad9”. Además, para ese mismo autor, cuando se trata de la agricultura familiar, es preciso examinar las cifras con mucho cuidado porque “las estadísticas oficiales y los estudios de cadenas no toman en cuenta el papel que juegan el autoconsumo y la redistribución no monetaria y no mercantil en la consolidación de la seguridad alimentaria”. Esa visión limitada al gran mercado capitalista también “ignora los efectos positivos de los circuitos cortos (ventas directas, ferias locales, mercados de productores y ferias agroecológicas)”, especialmente en el abastecimiento de las pequeñas y medias ciudades, que representan el 90% de los municipios brasileros9.

¿De qué agricultores familiares estamos hablando? El presente estudio se centra en los agricultores familiares que viven en tres áreas pobres del Nordeste de Brasil. Dos de ellas se ubican en el Sertão, extensa región semiárida con más de 20 millones de habitantes; la tercera se ubica en el Estado del Maranhão, en una región de transición entre el Sertão y la Amazonia. En cada una de estas tres áreas la situación de los agricultores puede variar bastante en cada una de las experiencias visitadas. Algunas familias se encuentran en situación realmente precaria, mientras que otras, aunque no son ricas, disponen de los recursos suficientes para vivir dignamente. Si bien la gran mayoría produce de forma autónoma, algunas familias trabajan o han trabajado integradas a la agroindustria (ver el caso del tabaco en el recuadro abajo). La mayoría también es propietaria de sus tierras, sea en pequeñas propiedades particulares, o en los asentamientos que sufrieron la reforma agraria. Sin embargo, las mujeres quebradoras de Maranhão recolectan en tierras ajenas la mayor parte de las castañas de babazú (Orbignya sp.) que le venden a la cooperativa. En las tres experiencias, la producción familiar puede ser comercializada en su estado natural o pasar por un proceso de beneficio y, como veremos más

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adelante, los tipos de mercados son también muy diversos. En síntesis, aún en la pequeña muestra aquí considerada, es grande la heterogeneidad de situaciones. Sin embargo, es necesario resaltar que, a diferencia de lo que sucede en el Sur de Brasil, son bien pocas las cooperativas rurales económica y políticamente exitosas en la región del Nordeste. Así, la Coppalj - cooperativa de aceite de babazú de Lago do Junco, en Maranhão, y la Adec - asociación de comercialización del algodón orgánico de Tauá, en el sertão de Ceará dos de las tres experiencias seleccionadas -, pueden ser consideradas como excepciones en la región del Nordeste. Al contrario, la tercera experiencia, en Rio Grande do Norte, aprovecha y reformula una tradición muy antigua en la región, que es la feria local.

La agricultura familiar integrada con el agronegocio: cada vez menos ingreso y de forma cada vez más insostenible En el estado del Rio Grande do Norte, como en todo el Brasil, la casi totalidad del tabaco es producida por la agricultura familiar “integrada” a la agroindustria. En el río Umarí, en el área de actuación de Diaconía, cerca de cien familias producen tabaco para una gran empresa, la Souza Cruz, que exige contratos de tres años, financia el sistema de irrigación, proporciona las semillas y compra la totalidad de la producción. Aún así, según el equipo de Diaconía, “mucha gente quiere dejar de producir tabaco y buscar nuestra asistencia técnica”. La razón es sanitaria - mucha gente enfermó debido a las altas cantidades de veneno usadas en la plantación -, aunque también es económica. Por un lado, el tabaco tiene altos costos: el equipo de irrigación cuesta R$ 18 mil, se requiere contratar mucha mano de obra, los insumos son caros y las bombas consumen mucha energía eléctrica. Por otro lado, el precio del tabaco depende de su calidad, la cual es determinada por la misma Souza Cruz.

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Lázaro, quien ha cultivado 2,5 hectáreas de tabaco irrigado durante 8 años, dice que la inversión ya no compensa: “Antes, un kilo de tabaco pagaba un jornal. Hoy, el jornal cuesta quince reales y el kilo de tabaco, nueve.” Gracias a la asistencia de Diaconía, en un área menor, Lázaro gana más plantando hortalizas y frutas. Con un paquete de irrigación más sencillo, mano de obra exclusivamente familiar y costos más bajos, consigue comprobantes de ingresos del orden de mil reales al mes vendiendo en las ferias. O sea que el nuevo negocio es más saludable, más simple y más rentable que el tabaco. Para Ricardo Abramovay, la integración puede incluso ofrecer ventajas económicas, pero es social, ambiental e inclusive éticamente poco sostenible: “La integración agroindustrial le ofrece, tanto a la industria como a los agricultores, un horizonte de estabilidad, respectivamente, de oferta y de ingreso. Además, los agricultores integrados encuentran más facilidades de acceso a créditos bancarios precisamente debido a esa estabilidad. Sin embargo, se presentan ahí serios problemas. En el caso del tabaco, además de los problemas relacionados con la salud pública, los problemas ambientales y las condiciones de trabajo hacen que el cultivo del tabaco sea siempre asumido como un mal necesario, una especie de etapa de acumulación primitiva por la que el productor tiene que pasar para cambiar a otras actividades. Los datos de la Agenda 21 muestran que el uso de agrotóxicos en la producción de tabaco aumenta cada año. En relación con la cría de porcinos y aves, en el Brasil ya empiezan a enfrentarse algunos de los problemas ambientales más graves, pero ni siquiera se discute un tema fundamental hoy en Europa, que es el bienestar animal. La integración vertical proporciona un producto estandarizado, masificado y es muy probable que, al igual que sucede en los países desarrollados, el

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consumo se dirija a productos de alta calidad cuyos atributos ambientales hagan parte de los factores que influyen en la decisión del consumidor11” John Wilkinson, especialista en mercados agrícolas, observa a su vez que la integración vertical de la agricultura familiar con el “agronegocio” (corporaciones transnacionales dedicadas a los negocios del agro) sigue siendo crucial, aunque va perdiendo su fuerza: “… la reubicación espacial, los efectos de escala y los nuevos estándares de calidad mínima han debilitado la participación de la agricultura familiar en productos (commodities) claves tanto para el mercado doméstico como para exportación: aves, porcinos, leche. Las mismas tendencias parecen prevalecer también en el caso de productos frescos que se venden directamente a través de las redes de ventas al por menor. Así, la participación de la agricultura familiar tradicional como eslabón agrícola, hasta cierto punto privilegiado en las cadenas agroindustriales, aunque relevante en muchos casos y hasta predominante en otros - como el tabaco, por ejemplo -, ha perdido importancia en las últimas dos décadas. Al mismo tiempo, con el aumento de importancia de productos no tradicionales de exportación - carcinocultura, flores, frutas y hortalizas, - los agronegocios se están organizando más alrededor de aspectos salariales que con base en contratos con la agricultura familiar. La expansión de la caña de azúcar y la renovación de la cadena de café refuerzan esa misma tendencia18

Algunos elementos de la economía de la agricultura familiar nordestina Refinando un poco más el panorama de la agricultura familiar del nordeste, retomamos la descripción del modo de producción de los establecimientos familiares en el semiárido brasilero hecha por el Proyecto Sertão13. Esta descripción es válida también para el área de Maranhão donde actúa Assema: a pesar de que las tasas de precipitación son relativamente altas, allí, al igual que en

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el Sertão, existen dos estaciones: el “verano” seco, sin lluvia durante más de la mitad del año, y el “invierno” lluvioso.

Hay cinco principales fuentes de ingreso en esas dos estaciones: 1. La agricultura basada en cultivos cruciales para la alimentación familiar y de fácil comercialización (fríjol, maíz, yuca...), y en un cultivo anual comercializable (algodón, castaña de anacardo, higuerilla, etc...) 2. La cría de animales (bovinos, caprinos, ovinos, aves de corral) menos vulnerables a las variaciones climáticas y que representa un ahorro para enfrentar a los momentos de mayor vulnerabilidad. 3. Las actividades de extracción (madera, piedras, castaña de babazú...) para el uso de la familia y generación de ingreso. 4. El trabajo temporal en actividades agrícolas en las haciendas de los alrededores. 5. Las migraciones estacionales durante el verano seco, hacia las áreas urbanas (servicios domésticos para las mujeres, servicios poco calificados para los hombres) o rurales (fruticultura irrigada, por ejemplo). Otro elemento esencial de la economía familiar nordestina son los “años malos” de sequía en el sertão. Son años (y a veces, varios años seguidos) en que las lluvias de invierno son insuficientes o irregulares. Sin embargo, el mayor problema no es el clima en sí; es la fragilidad de la estructura económica. Como dice la economista Tania Bacelar, “el problema de la sequía empieza en los años buenos”: “En los años de lluvia regular, los pequeños productores producen, pero no logran acumular. Descapitalizados al final de cada ciclo productivo, son incapaces de enfrentar un año de sequía14”.

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El acceso al mercado de esos agricultores más vulnerables es precario. Se da a través de las ferias y de los intermediarios que compran la producción a bajo precio directamente en las comunidades. Otra práctica común es la venta en “cantinas” (o “barracones”), donde la producción puede ser intercambiada por mercaderías.

Políticas públicas para la agricultura familiar Los agricultores familiares son objeto de diversos programas gubernamentales, tales como el Programa Nacional de Fortalecimiento de Agricultura Familiar (Pronaf), un programa de crédito cuyos recursos aumentaron significativamente en el gobierno del Presidente Lula; el Programa Nacional de Reforma Agraria (PNRA), que si bien avanza muy lentamente, ha tenido mejoras cualitativas interesantes en términos de asistencia técnica y educación; el Programa de Adquisición Anticipada de Alimentos (PAA), sistema eficiente de compra directa de producción, aunque dotado de un presupuesto muy reducido; y más recientemente, el Programa Nacional de Producción y Uso de Biodiesel (PNPB), muy controvertido, que busca “integrar agricultores familiares a la oferta de biocombustibles y así contribuir al fortalecimiento de su capacidad de generación de ingreso15”. Los dos principales programas, el Pronaf y el PNRA, también buscan insertar a los agricultores familiares pobres en los mercados. Uno de los problemas es que: “La mayoría de las veces el acceso a activos (tierra, crédito, transferencia directa de ingresos) no logra romper con las formas tradicionales de inserción en los mercados que caracteriza a la pobreza16”. Por otro lado, políticas estructurales de gran envergadura están cambiando paulatinamente la realidad rural. Este es el caso, entre otros, de los programas Luz para Todos (electrificación rural) y Salud de la Familia (con acciones preventivas en las comunidades), al igual que algunos programas

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de educación de jóvenes y adultos (en particular, nuevas iniciativas en asentamientos de reforma agraria). Sin embargo, la principal marca social del Gobierno Lula es, sin duda, el programa “Hambre Cero”, cuya parte más visible, el “Bolsa-familia”, llega a millones de familias a través de la transferencia directa de ingreso. Sumándose a la jubilación (que en las familias pobres representa una importante fuente regular de ingresos monetarios), la “Bolsa-familia” ha sacado de la miseria a un alto número de familias urbanas y rurales en pocos años. Sin desconocer la importancia de esas políticas sociales, y menos aún, el principio de la redistribución de riqueza por parte del Estado, no podemos dejar de hablar de sus efectos colaterales. Las transferencias de ingresos, junto con los salarios pagados por las alcaldías del interior, configuran lo que Maia Gomes llama “una economía sin producción17”, que puede llegar a ser muchas veces superior a la economía más “moderna” del sertão (sumando la agricultura irrigada, la industria de calzados y textiles, la soya e inclusive la marihuana…). Maia Gomes muestra también que “la capacidad multiplicadora de las transferencias públicas de ingresos es muy pequeña: además de contribuir (en forma precaria) a la supervivencia de la población (…), dinamizan el comercio local y las ferias, pero son lentas en estimular nuevas actividades productivas.” Los análisis que recogemos de las tres experiencias mencionadas indican que, en algunos casos, las políticas compensatorias pueden llegar incluso a desalentar las actividades productivas. La elección que hacen las familias es bastante racional: ¿por qué trabajar horas y días bajo el sol tórrido del sertão, si el gobierno provee mensualmente lo suficiente para sobrevivir? Cuando esto ocurre, representa un obstáculo para las ONG y asociaciones que buscan incentivar la agroecología, que ofrece buenos rendimientos, aunque lentos y limitados, y es bastante exigente en términos de tiempo, conocimiento, esfuerzo y cuidado.

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Una de los temas de fondo, según Eric Sabourin, es que, a pesar de los avances recientes del Gobierno de Lula con el PRONAF, todavía prevalece una política de apoyo productivo a una agricultura familiar de tipo europeo, es decir, dirigido a la empresa familiar integrada a las cadenas del mercado capitalista, reservando el apoyo social a los segmentos menos ligados a este tipo de mercados (parte de la reforma agraria, de la agricultura familiar diversificada o campesina). “La tendencia es a asignar la prioridad al apoyo productivo dirigido a los agricultores capaces de integrarse al mercado capitalista, y a reservar un tratamiento de asistencia social (bolsa-familia, ayuda alimenticia) a los sectores menos dependientes del mercado capitalista, a nombre de la lucha contra la pobreza18…”. Por otro lado, si bien es cierto que esas políticas incentivan la demanda, no siempre benefician a la producción local. Así en el ámbito de Hambre Cero: “los 50 reales mensuales distribuidos a las familias pobres (…) no se hicieron en dinero, sino en forma de una tarjeta magnética de uso restringido a los supermercados conectados a las redes bancarias. Esa medida sólo consiguió aumentar la compra de alimentos y productos manufacturados provenientes de la agricultura empresarial y no de la producción local…” Sabourin llama la atención sobre el peligro de una visión dicotómica heredada de las agencias multilaterales, que conduce a: “Una desarticulación entre políticas sociales y políticas productivas, contraria al principio tripartita del desarrollo sostenible (equilibrio entre lo social, lo económico y lo ambiental). Esos enfoques (previsión, jubilación rural, bolsa alimentaria, bolsa familia) reducen lo económico al principio del acceso de las poblaciones rurales pobres al mercado capitalista y

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mantienen su dependencia de los supermercados y de las grandes compañías de agroalimentación.” ¿Qué hacer, entonces, si las políticas compensatorias tienen efectos perversos y si las políticas de incentivos a la producción para los más pobres no logran modificar el esquema de comercialización, hasta ahora desfavorable a los pequeños agricultores? Abramovay destaca “la importancia creciente del trabajo de las ONG”, lamentando al mismo tiempo que no tengan “la amplitud suficiente para revertir ese esquema, aunque ofrezcan lecciones decisivas para las políticas públicas.” Esta es precisamente la idea que motiva el presente estudio: extraer los aprendizajes de la práctica de tres iniciativas de comercialización. En la parte final hablaremos también de nuevas políticas gubernamentales dirigidas a fomentar la comercialización de la producción de la agricultura familiar en la perspectiva de la economía solidaria y de la agroecología.

El contexto nacional e internacional: factores favorables y desfavorables Para finalizar el aspecto contextual, es necesario resaltar el veloz crecimiento de la agricultura empresarial en Brasil, que probablemente se convertirá en el primer exportador mundial de productos agrícolas dentro de pocos años. Esa ola de crecimiento, alimentada en gran medida por el mercado de los biocombustibles (desde el punto de vista ambiental y económico la caña de azúcar brasileña es muy superior a otros cultivos como el maíz, el trigo o la remolacha) y del biodiesel (obtenido a partir de higuerilla, palma africana, girasol, babazú, maní, piñón manso (Jathropa curcas) y soya), ya tiene efectos directos sobre la agricultura familiar. Si bien es cierto que hay una preocupación real del gobierno por incluir la agricultura familiar en el Programa Nacional de Producción y uso del Biodiesel (PNPB), es también cierto que el gobierno incentiva al agricultor, por ejemplo, a asociar la higuerilla con cultivos de subsistencia como el

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fríjol o el maíz. Aún así, existe una controversia en cuanto a si la producción de higuerilla (o de piñón, o de palma africana) para biodiesel perjudica o no la producción de alimentos. Para no afectar la diversidad y la sostenibilidad de la agricultura familiar, se requeriría, en la práctica, la sólida presencia de programas de asistencia especializada en sistemas integrados de producción de alimentos y energía25, lo que dista mucho de la realidad de la asistencia técnica y la extensión rural en Brasil. Por otro lado, agricultores y grandes inversionistas brasileños y extranjeros están comprando enormes extensiones de tierra para sembrar soya, algodón, eucalipto o caña de azúcar, expulsando familias y creando “desiertos verdes”, social y ambientalmente insostenibles. Uno de los casos más alarmantes ocurrió en la Amazonia, con la expansión impresionante de la soya en Santarém, donde: “en 2000, la hectárea de tierra valía alrededor de R$70,00 y, hoy [2006], cuesta hasta R$2.000,00 (…) Muchos habitantes fueron expulsados o, entusiasmados por las ofertas de los empresarios del Sur del país, vendieron sus tierras. Sin tierra, la opción es ir a la ciudad, a las carreteras o a lugares distantes. Los que permanecen, en poco tiempo se ven rodeados de un paisaje muy distinto, de suelos desnudos, donde antes había bosque20”. En la región del Nordeste ocurre lo mismo con la expansión del eucalipto en Espírito Santo, de la soya en Piauí y del algodón en Bahía. Esa nueva ola de la “Revolución Verde” viene también acompañada por la difusión de los transgénicos (genéticamente modificados). “La soya transgénica entró ilegalmente a Brasil, de contrabando desde Argentina (…). La ausencia del Estado convirtió la contaminación con transgénicos en una estrategia bastante eficaz.”

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Lo mismo ocurrió con el algodón que, como veremos más adelante, puede crear serios problemas de contaminación en la producción nordestina, impidiendo la posibilidad de certificación agroecológica. Dicho eso, el escenario nacional e internacional presenta también otra cara, bastante favorable para los agricultores familiares. El crecimiento vertiginoso del consumo de productos orgánicos, tanto en el exterior como en Brasil, es una buena noticia. Tiene repercusiones positivas, no sólo para quien logre organizarse para exportar (caso del algodón y del aceite de babazú en las entidades estudiadas), sino también para quien vende verduras y frutas en las ferias de los pequeños municipios nordestinos. En efecto, los medios han divulgado en diversas ocasiones los beneficios de los alimentos orgánicos y, en poco tiempo, los hábitos de consumo han cambiado, incluso en los lugares más lejanos. Por otro lado, el comercio justo y solidario está creciendo rápidamente en el exterior y también, aunque de manera más tímida, en Brasil. De modo más amplio, en Brasil la economía solidaria está pasando de la fase de discusión y estructuración hacia la fase de implementación. La mayor fuerza la adquirió en 2002, cuando la sociedad civil obtuvo del Gobierno Lula la creación de la Secretaría Nacional de Economía Solidaria (SENAES) y la designación de su titular. Finalmente, conviene anotar que Brasil cuenta con un buen número de iniciativas de cooperativas de producción21, empresas de insumos orgánicos22 e, inclusive, redes de consumo solidario23. Sin embargo, la mayor parte de esas iniciativas está concentrada en el Sur y el Sudeste de Brasil.

Las polarizaciones brasileñas En síntesis, podemos decir que el contexto brasileño presenta fuertes polarizaciones: Hay mucha miseria al lado de una de las más fuertes producciones agroalimentarias del mundo. Hay también dos ministerios de agricultura distintos: el Ministerio de Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento (MAPA) dedicado a la agricultura empresarial, y el Ministerio del Desarrollo Agrario (MDA), para

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la agricultura familiar. Además, las realidades de las zonas rurales del Sur y del Nordeste de Brasil son también muy diferentes. Debido a la enorme desigualdad que reina en el país, Brasil es, al mismo tiempo, un “jugador global” en el mercado agrícola internacional y un país que todavía cuenta con más de 50 millones de desnutridos. Su política agrícola no deja de ser un tanto esquizofrénica, con dos ministerios distintos, uno patronal y el otro familiar. Aunque los recursos destinados a la agricultura familiar aumentaron considerablemente a lo largo de los últimos años (especialmente el Pronaf), la agricultura patronal es tratada con toda la consideración como motor de la economía; en efecto, dispone de recursos mucho mayores que la agricultura familiar en todos los ámbitos (investigación, enseñanza, crédito…). Finalmente, si la región Sur de Brasil es de hecho la más avanzada en los diversos aspectos de la economía solidaria y de la agricultura orgánica, conviene recordar que existe un gran número de experiencias consolidadas de agroecología en la región Nordeste. En particular, muchas ONG que trabajan en zonas semiáridas gozan de fuerza política, reconocimiento nacional e internacional. Eso se debe, en gran parte, a su capacidad para formar redes, uniendo fuerzas alrededor de un objetivo común. El ejemplo más famoso es la Articulación en el Semiárido (ASA) con su Programa “Un Millón de Cisternas (P1MC)”, que congrega alrededor de 800 entidades de la región semiárida, también apoyado por Oxfam24.

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Los tres proyectos en la región Nordeste del Brasil: la producción agroecológica generando ingreso

El Programa de Medios de Vida Sostenibles de Oxfam Este estudio se basa en la experiencia acumulada por tres entidades no gubernamentales con la comercialización de determinado tipo de productos: ? Assema en el estado de Maranhão (castaña de babazú); ? Esplar en el estado de Ceará (algodón) y; ? Diaconía, en el estado de Rio Grande do Norte (hortalizas y frutas). Las tres iniciativas recibieron el apoyo de Oxfam, en el ámbito de su Programa de Medios de Vida Sostenibles (PMVS): el PMVS, en su versión brasileña, benefició a un conjunto de diez organizaciones, y tiene cuatro líneas de acción: 1) Seguridad Alimentaria y Acceso a Mercados; 2) Acceso al agua (Programa Un Millón de Cisternas - P1MC); 3) Políticas Agrarias, Agrícolas y Comerciales; y 4) Equidad de género. Estas cuatro líneas, interrelacionadas, buscan mostrar de qué manera es posible asegurar la sostenibilidad de los medios de vida para la agricultura en la región del semiárido brasileño. El PMVS brasileño es parte del PMVS global de Oxfam GB (Gran Bretaña), que trabaja a través de alianzas con organizaciones que actúan como contrapartes nacionales y locales. El enfoque del PMVS está basado en derechos: el derecho a disponer de medios de vida sostenibles (sustainable

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livelihoods), el derecho a ser escuchado, y el derecho a la equidad de género. Este enfoque parte del supuesto de que el acceso al mercado puede ser beneficioso para los pequeños productores, quienes en la mayoría de los casos son explotados por el mercado. De ahí surge la propuesta de contribuir a que los pobres tengan más “poder en los mercados”, replanteando la relación con los intermediarios y contribuyendo a que los pequeños productores y los asalariados rurales, organizados, puedan tener más “voz” en las decisiones económicas que los afectan. En Oxfam GB el ejercicio del derecho a disponer de MVS se da a través de un conjunto de estrategias complementarias. En el caso del PMVS brasileño, el programa busca promover la seguridad alimentaria a través de la agroecología y comercializar los excedentes de la agricultura familiar en el mercado local. En esta perspectiva, estabilizar sistemas agroecológicos es una condición necesaria para la sostenibilidad. Es decir, estamos muy lejos de la maximización de las ganancias propia de los enfoques más empresariales. Se trata, eso sí, de aumentar el poder de compra de los agricultores, garantizando que las reglas del juego económico les sean más favorables. En este sentido, Oxfam entiende la agroecología no sólo como un conjunto de herramientas de carácter técnico, sino también como una disciplina que busca cambiar profundamente las prácticas y los comportamientos, empoderando a jóvenes y mujeres, por ejemplo.

¿Por qué continuar invirtiendo en la zona rural? ¿Por qué no abandonar de una vez la zona rural a su destino, invirtiendo sólo en las ciudades hacia donde migra un gran número de agricultores, sobre todo los más jóvenes? La primera razón es que más de 30 millones de personas, casi la sexta parte de la población de Brasil, aún vive en la zona rural, donde mucha gente está involucrada en la agricultura familiar

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(85% de los 4.86 millones de establecimientos agropecuarios brasileños son familiares, de acuerdo con el censo de 1995). Además, la agricultura familiar responde en buena parte por la producción de alimentos y desempeña un rol crucial en la economía de las pequeñas y medianas ciudades. El mundo rural ha conocido diversos cambios demográficos en los últimos años, algunos de ellos sorprendentes, como la existencia en ciertas regiones de una alta migración de retorno de quienes fueron a trabajar en la metrópoli y regresaron. Durante la fase de campo del presente estudio, pudimos observar que programas federales, como el “Luz para Todos” (electrificación rural) o el programa “Bolsa Familia”, están favoreciendo el retorno a la zona rural de quienes habían migrado hacia la zona urbana del mismo municipio. Sin embargo, el éxodo rural, aunque con menos fuerza que en el pasado, todavía sigue siendo elevado y es causa, al mismo tiempo, del envejecimiento y la masculinización de la población rural. En otras palabras, “afecta fundamentalmente a los jóvenes y las niñas25”. En esas condiciones, ¿por qué continuar invirtiendo en las pequeñas ciudades del interior, en lugar de hacerlo en las ciudades más grandes hacia las cuales los jóvenes están migrando en busca de educación, esparcimiento y trabajo? Esto se debe esencialmente a que los núcleos urbanos están absorbiendo a los inmigrantes rurales de manera extremadamente precaria: “La gran mayoría de quienes dejan el campo, sobre todo los más jóvenes, corresponde justamente a aquellos que encuentran más dificultades en integrarse a los mercados urbanos de trabajo”, afirma Ricardo Abramovay26, quien desarrolla varias propuestas de generación de ingreso en el medio rural, en la línea del emprendimiento social (bajas inversiones de alto impacto, participación de los agricultores familiares en mercados dinámicos e innovadores etc.). Finalmente, lo más importante quizás sea que el apoyo a la agricultura familiar “garantiza la existencia de un tejido social capaz de generar diversas actividades más allá de la propia agricultura27”.

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Avances tangibles: la producción agroecológica generando ingreso

São Luis

Fortaleza

1

MA

2

CE RN

3

PI

Natal

PB PE PE

Recife

AL

BRASIL

SE BA

BRASIL

En las tres experiencias apoyadas por Oxfam GB, la comparación de la situación que existía con anterioridad al trabajo de comercialización de la producción y la situación actual no deja lugar a dudas: hubo una mejoría sustancial en las condiciones de vida de los agricultores. La producción agroecológica y el acceso al mercado les permitieron pasar de una situación de pobreza, a veces extrema, hacia una situación de vida digna.

La Assema: mujeres quebradoras de “Babazú Libre”, cooperativa de aceite y fábrica de jabones

NORDESTE 1. Médio Mearim (MA) 2. Inhamuns Crateús (CE) 3. Alto Oeste (RN)

La Asociación en Áreas de Asentamiento en el Estado de Maranhão (Assema), fue constituida en 1989, con el objetivo de apoyar a familias extractoras de la región del Medio Mearim. La sede está ubicada en la ciudad de Pedreiras, cerca de 300 kilómetros al sur de Sao Luis, la capital del estado de Maranhão. En el Medio Mearim, a partir de los años 40, llegaron varias oleadas de inmigrantes que huían de las sequías del Sertão, en búsqueda de mejores condiciones climáticas y tierras fértiles. En los años 70, el Estado decidió apoyar la llegada de grandes empresas pecuarias, las cuales se adueñaron de tierras públicas hasta entonces ocupadas por los agricultores familiares. Éstos perdieron su derecho tradicional de libre acceso a la tierra y a los bosques naturales homogéneos de palma de babazú, y estos babazuales, de los cuales obtenían la mayor parte de su ingreso, fueron sustituidos

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por pastos. Se inició entonces un período de luchas violentas por la tierra y los recursos naturales. La situación sólo atenuaría un poco a mediados de los años 80, a raíz de la creación de asentamientos de reforma agraria. Sin embargo, en diversos municipios del Medio Mearim los conflictos continuaron. No era raro que los terratenientes fuesen al mismo tiempo los comerciantes que controlaban el mercado de castaña de babazú, quienes utilizaban ese poder para subyugar el movimiento de los agricultores y de las mujeres quebradoras de castañas. Fue en ese contexto que nació Assema, ya con la meta de organizar la comercialización del babazú. Los resultados son impresionantes. Veinte años atrás, el babazú, principal producto generador de ingreso, era vendido a un precio insignificante y las familias vivían en condiciones miserables; se requería vender 10 kilos de babazú para poder comprar un kilo de arroz. Hoy en día, la proporción es de un kilo de castaña por uno de arroz, gracias a la Coppalj, la cooperativa de producción y comercialización del aceite de babazú, la cual logró establecerse después de enfrentar todo tipo de adversidades desde su creación en 1991. Fue esa misma cooperativa la que, por medio de su propia red de cantinas comunitarias, pasó a comprar la castaña de babazú por un valor muy superior al precio del mercado, forzando a los intermediarios a hacer lo mismo. Poco a poco, Assema, Coppalj y el movimiento de las quebradoras de castaña de babazú pasaron a figurar entre las principales fuerzas económicas y políticas de la región. Consiguieron la promulgación de leyes municipales inéditas que, superando el principio sagrado de la propiedad privada, autorizan el libre acceso a los babazuales que crecen en las grandes haciendas. Iniciaron una serie de experimentos con plantaciones orgánicas, consorcios agroextractivistas y otras iniciativas agroecológicas. Además de crear dos cooperativas de procesamiento del babazú (de aceite y harina respectivamente), abrieron una fábrica de jabones en plena zona rural y una tienda en la capital, Sao Luis. Hoy en día, exportan parte del aceite orgánico de babazú a grandes empresas internacionales de cosméticos.

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Retrato de Diocina, quebradora y productora de japones, y Toinho, director de la Coppalj. Diocina Lopez dos Reis, de 55 años, se presenta como “quebradora, labradora y productora”. Tras su amplia sonrisa y su hablar pausado hay una “mujer de fibra” que cosecha y quiebra el babazú desde su más tierna infancia; trabaja duro en la roza y cuando aparece un pedido, también fabrica jabones. Diocina es socia de la AMTR, la Asociación de las Mujeres Trabajadoras Rurales, que reúne a 120 mujeres de dos municipios. La AMTR dio origen a la fábrica y a otros núcleos productivos como la “farmacia viva”, los talleres de papel reciclado y el laboratorio de esencias; en su vertiente política, promueve también discusiones sobre ciudadanía, preservación ambiental e ingreso familiar. Para Diocina, este conjunto de actividades termina siendo una jornada triple “en el trabajo, en las reuniones políticas y en casa, como esposa y madre,” la cual asume como “un desafío que consolida la lucha”. La voz de Diocina se hace más dura cuando recuerda las luchas pasadas y las humillaciones por las que ha tenido que pasar. “Antes, los poderosos nos miraban como si fuéramos bichos raros, solamente se acordaban de nosotros en época de elecciones. Nos reunimos con frecuencia y trabajamos duro para que nuestros hijos tuvieran educación. Después de tanta masacre y sufrimiento, tenemos organización, unión y conseguimos un medio de vida dentro de la comunidad. Yo no estudié, pero mi hijo asesora a un grupo de productores. Y ganamos el respeto, hasta de los gobernantes”. Antonio Soares, “Toinho”, 33 años, pertenece a la segunda generación. “Mi padre es un antiguo líder político y sindical, y es socio fundador de la cooperativa. Fui testigo de muchas luchas, sobre todo entre 1986 y 1993.”

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Toinho estudió hasta el octavo grado; se casó, trabajó y volvió a los estudios de magisterio. Es socio de la Coppalj desde 1994, donde ha administrado una cantina, ha sido vicepresidente de la cooperativa y, recientemente, fue elegido gerente. “El gerente es el responsable comercial. Yo me encargo de la organización de la casa, de las ventas, de las cuentas…” Junto con el directorio, conformado por agricultores, con la presidenta -que es una quebradora- y con la asistencia técnica de Assema, Toinho supervisa el trabajo de los dos operarios de la Coppalj que manejan las máquinas; atiende los 156 socios y los 2.000 no socios que entregan el babazú a ocho cantinas comunitarias, y supervisa la transformación de las 330 toneladas de castañas que se procesan anualmente en 170 toneladas de aceite orgánico. Cerca de 35% de ese aceite es exportado a empresas de comercio justo; entre ellas, la inglesa Body Shop, que usa la linda sonrisa de Diocina para divulgar su marca en todo el mundo, en pancartas donde se lee en letras grandes: “hecho con pasión”.

El trabajo de Assema en números Assema, Associação em Áreas de Assentamento no Estado do Maranhão, tiene un equipo técnico integrado por 25 personas, que apoyan a 1,500 familias en siete municipios de la región del Medio Mearim, en el Estado de Maranhao. La sede de Assema está ubicada en Pedreiras (37,984 habitantes, área de 289 km2). Son 76 asociados individuales y (sobre todo) colectivos. Assema asesora y participa en diversas redes, consejos y espacios de coordinación estatales y nacionales. Una de las más antiguas, el Movimiento Interestadual das Quebradeiras de Coco Babaçu (MIQCB) representa los intereses de cerca de 300 mil mujeres de Maranhao y de los estados vecinos de Tocantins, Pará y Piauí.

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Assema apoya a dos cooperativas, asociaciones y grupos productivos informales, involucrando directamente a cerca de 300 familias en la fabricación de diez productos distintos. Más exactamente, en el 2006: ? La Coppalj, Cooperativa dos Pequenos Produtores Agroextrativistas de Lago do Junco, procesó 331.5 toneladas de castañas para producir 169.1 toneladas de aceite de babazú y 98.1 toneladas de torta de babazú. ? La AMTR, Associação de Mulheres Trabalhadoras Rurais, cuenta con 146 familias productoras. En la fábrica de jabones, 22 familias han producido 43,814 unidades. ? En la Coopaesp, Cooperativa dos Pequenos Produtores Agroextrativistas de Esperantinópolis, 53 familias procesaron 12.4 toneladas de pulpa para producir 8.2 toneladas de copos, gran parte de las cuales fueron comercializadas a través de programas gubernamentales que lo destinaron a niños de las escuelas municipales de la región.

Diaconía: pequeña irrigación, parcelas productivas y ferias agroecológicas Diaconía, una ONG evangélica fundada en 1967, tiene su sede en Recife y oficinas en los estados de Pernambuco, Ceará y Rio Grande do Norte. En este último, Diaconía está presente hace más de treinta años en la región de Umarizal, en la parte más occidental del estado, llamada Medio Oeste Potiguar o “trompa de elefante”, debido a su forma peculiar en el mapa. Esa región semiárida, una de las más pobres del mundo, presenta una gran diversidad de ambientes - caatinga, (vegetación característica de la transición entre los ecosistemas semiárido y de selva), várzea (vegas), pantanos bajos, sierra, desierto- donde las condiciones de vida también varían, sea de un área a otra, sea a lo largo del año o de un año para otro, como es común en el Sertão. El maíz, el fríjol y los animales se encuentran siempre presentes en todo el territorio; pero la cera de la palma de carnaúba, que en otras épocas constituyó una fuente importante de ingresos para las familias de agricultores, se

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encuentra sólo en los pantanos bajos, donde esta palma ha sido fuertemente diezmada. La palma de marañón (Anacardium occidentale), que a su vez, prospera en suelos profundos y fértiles, ha visto su productividad amenazada debido a la falta de manejo de los suelos y de conservación de la biodiversidad, hecho que redundó en la amplia dispersión de la mosca blanca, que recientemente provocó la caída brutal de la producción28. El cultivo del tabaco, a su vez, se desarrolla en la ribera del río Umarí, donde un centenar de agricultores familiares, integrados verticalmente a la empresa de cigarros Souza Cruz, se endeudaron para comprar paquetes tecnológicos de irrigación. Finalmente, como sucede en muchas otras regiones del semiárido nordestino, los intermediarios están presentes en todas las comunidades. Diaconía trabaja con todo tipo de familias, incluso con las más pobres, aquellas que no poseen tierra, no pertenecen a ninguna asociación y venden su fuerza de trabajo en las haciendas de la región para sobrevivir. Las intervenciones de Diaconía son múltiples. Antes de interesarse por la comercialización, el eje de su trabajo era el agua, insumo fundamental en el semiárido. Los territorios en los que Diaconía concentra su actuación cuentan ahora con más de cien depósitos subterráneos de agua y cisternas residenciales de almacenamiento, construidas en asocio con el gobierno federal, el gobierno estatal y asociaciones comunitarias. Ya se iniciaron las obras para garantizar el flujo permanente de agua a lo largo de cincuenta kilómetros del río Umarí. Además, Diaconía, en su condición de Unidad Gestora Microrregional de la Articulación en el Semiárido (ASA), ya construyó cisternas para captar el agua de la lluvia en prácticamente todas las comunidades de la región. Además del agua y del apoyo a la organización, Diaconía abrió otros frentes de trabajo, como la cría de animales, o el cultivo del algodón, que retomó más recientemente. Sin embargo, los avances más espectaculares se dieron gracias a la combinación de las “parcelas productivas”, irrigadas con sistemas simples y baratos, con el acceso al mercado local en forma de

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puestos de venta de productos orgánicos en la feria. Por medio de donaciones o de fondos rotatorios solidarios, decenas de familias han podido adquirir motores, tuberías y micro-aspersores para irrigar sus hortalizas y frutas, que son vendidas semanalmente en las cuatro ferias municipales de la región. La simple posibilidad de tener ingresos monetarios seguros y regulares, aunque modestos, ha cambiado la vida de esas familias, al tiempo que ha incentivado la creación de asociaciones, entre ellas la Asociación de Agricultores y Agricultoras Agroecológicas Oeste Verde (AAOEV). Este ligero aumento en los ingresos ha generado un rápido cambio en los márgenes de ganancia de las familias (Ver mayor detalle abajo en el cuadro “El trabajo de Diaconía en números”).

Las trayectorias fulgurantes de Iranildo y Lázaro Iranildo y su esposa Lucivânia son jóvenes agricultores que concentraron toda su energía en salir de la miseria. Y lo lograron. Ellos viven en la comunidad Cacimba do Meio, a 25 kilómetros de distancia de la sede del municipio, Caraúbas. Hace dos años, Iranildo solía trabajar como jornalero, alquilando de hacienda en hacienda su fuerza de trabajo. “Yo salía a las tres de la mañana y volvía a las ocho de la noche, sin tener la certeza de conseguir trabajo al día siguiente”. Iranildo conoció a Diaconía mientras trabajaba para un vecino en un cultivo de hortalizas; empezó a participar en las reuniones y así decidió arriesgarse, plantando hortalizas en la parcela de su casa. “Aproveché mi oportunidad. Al inicio, la tierra de mi parcela no servía; tuve que cargar toda la tierra en mi carretilla hasta la parcela. Tampoco tenía sistema de irrigación: regaba las plantas con un botellón.”

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Con el dinero de la feria y de la venta en la comunidad (en total, cerca de 500 reales por mes) Iranildo se sintió seguro y adquirió un paquete tecnológico de irrigación junto con una cisterna de placas. Hoy en día, en su parcela de 650 m2 produce culantro, lechuga, cebollita china, yuca, maíz, fríjol, guandú, camote, papaya, caña de azúcar, maracuyá, guayaba y varias plantas medicinales. La alimentación de la familia mejoró y la incertidumbre financiera prácticamente terminó. El principal problema ahora es el transporte. Pagar el costo de transporte para vender en la feria no compensa e ¡Iranildo hace el trayecto de 50 km ida y vuelta todos los sábados bajo el sol abrasador del Sertão con su bicicleta sobrecargada! En vista de que no existe ninguna perspectiva de que la alcaldía pueda garantizar el transporte colectivo, el sueño de Iranildo es adquirir una moto y una carreta. En la misma comunidad, don Lázaro plantaba tabaco hasta hace poco tiempo. “El tabaco fue un buen negocio cuando la inflación era alta. Al cabo de un tiempo, apenas alcanzaba para pagar los gastos y el veneno estaba acabando con mi salud.” Al ver la rápida transformación de la familia de Iranildo, Lázaro decidió cambiar el cultivo del tabaco por el fríjol irrigado, las frutas y las hortalizas. En un año, con la asistencia técnica de Diaconía, dejó de usar agroquímicos, logró cuidar la tierra sin ayuda (al contrario del tabaco, que exige mucha mano de obra) y pasó a ganar más que antes (1,000 a 1,500 reales por mes). El principal factor limitante ha sido el abono, escaso y caro en la región, por lo que su salida, a corto plazo, sería criar ovejas. Esto representaría un avance en la conversión agroecológica en la medida en que subproductos de la cría de especies menores en zonas secas fueran redistribuidos hacia la horticultura irrigada.

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El trabajo de Diaconía en números El equipo de Diaconía en el Medio Oeste Potiguar, estado de Rio Grande do Norte, cuenta con 11 técnicos. El número de familias que cultivan y comercializan frutas y verduras ha pasado de 11 en 1999 a 250 en 2007, distribuidas en cuatro municipios: Caraúbas (19,739 habitantes en 1,095 km2), Umarizal (10,640 habitantes en 240km2), Lucrecia (3,418 habitantes en 31 km2) y Rafael Godeiro (3,131 en 100 km2). Sumando todos los proyectos de Diaconía (algodón, animales, depósitos subterráneos de agua, entre otros), más de 3,500 familias han resultado beneficiadas en Rio Grande do Norte. Diaconía desarrolla otro programa similar en el Sertão do Pajéu, en Pernambuco. En ambos territorios (Pajéu Medio y Oeste Potiguar), en 2002, comenzó con cuatro familias comercializando su producción en dos ferias agroecológicas. En el 2007, ya había 77 familias comercializando sus productos en siete ferias agroecológicas. Se cultivan 76 productos: hortalizas, frutas, legumbres, cereales, raíces, tubérculos, bulbos, tortas, dulces, miel, panela de caña de azúcar, artesanía, quesos, huevos, cabezas de ganado en canal, entre otros). A través de las ferias, se calcula que un total de 7,300 personas tienen acceso a una alimentación más saludable, sin contar con más de 500 familias de agricultores que consumen su propia producción. Una investigación mostró que en 2004, el 49.17% de las familias tenía un ingreso inferior a un salario mínimo29, el 42.84% tenía entre uno y tres salarios mínimos, y el 7.98% tenía ingresos de

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más de tres salarios mínimos. En 2007, 41.63% de las familias tenían un ingreso inferior a un salario mínimo, 40.81% ganaban entre uno y tres salarios mínimos y 17.55% (10% más, comparando con 2002) ganaban más de tres salarios mínimos.

Esplar: renacimiento del algodón y comercio justo Esplar fue fundada en 1974, en plena dictadura militar, con el objetivo de prestar servicios a las organizaciones de trabajadores rurales en el estado de Ceará. Inicialmente se concentró en las Comunidades Eclesiales de Base y, más tarde, en los sindicatos y organizaciones vinculadas a la Iglesia. En 1984 la organización se redefinió como entidad autónoma de la sociedad civil y participó en la creación de la Red PTA, pionera en agroecología. En 1990 organizó el primer “Grupo de Investigación del Algodón” con 12 agricultores de siete municipios de Ceará, orientado a la implantación de Consorcios Agroecológicos. En 1993, en el municipio de Tauá, en el Sertão Central, Adec, Associação de Desenvolvimento Educacional e Cultural de Tauá, que hasta entonces albergaba a grupos de producción artesanal se reestructuró para implementar el Plan de Desarrollo Agroecológico y Participativo de los Pequeños Productores de Tauá, en asocio con Esplar. Una de las actividades de ese Plan fue el cultivo de algodón en consorcios30. Al poco tiempo, Adec empezó a adquirir equipos y experiencia hasta convertirse en el elemento central del proceso de beneficio del algodón orgánico en la región. En el estado de Ceará, como sucede prácticamente en todo el interior del Nordeste, el algodón “mocó” (arbustivo), principal producto generador de ingreso, fue considerado durante mucho tiempo como el “oro blanco del sertão”. Hasta mediados de los años 80, dos terceras partes del algodón de Ceará se producían bajo el régimen de sociedad. Los grandes terratenientes cedían la tierra limpia y los “socios” (los agricultores) se responsabilizaban por todo el trabajo; además eran obligados a ceder el 50% de la cosecha al propietario como “renta de la tierra” y…¡a venderle la otra mitad a un precio definido por el comprador31! La desigualdad del sistema y su ilegalidad (en relación con el Estatuto de la Tierra) empezaron a generar muchos conflictos a finales de los años

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70 e inicios de los 80. Se produjo a continuación una rápida secuencia de eventos muy intensos: cuatro años sucesivos de sequía, entre 1979 y 1983, que provocaron la migración de miles de “socios”; la construcción de cercas en las propiedades y la expropiación de los socios-habitantes, y expropiación de innumerables latifundios, que fueron transformados en asentamientos a partir de la segunda mitad de los años 80, ya en la época de redemocratización del país. Además, en ese mismo contexto se expandió la plaga del “bicudo” (Anthonomus grandis Bh.), insecto que ataca los botones de las flores, que terminó de hacer inviable el cultivo del algodón. Al analizar ese período particularmente difícil, el equipo de Esplar hizo el siguiente diagnóstico: “El sector seguramente más castigado por la crisis fue la agricultura familiar, que tenía entre sus principales fuentes de ingreso la explotación del algodón arbustivo y que, hasta ahora, no ha encontrado otra alternativa económica32”. A lo largo de muchos años de investigación, ensayos, errores y aciertos, Esplar fue experimentando y divulgando en el sertão de Ceará una buena cantidad de Consorcios Agroecológicos donde el algodón (esta vez herbáceo) ha sido el elemento central. El beneficio de la producción se hace en su totalidad en Adec, en Tauá. Toda la fibra de algodón es vendida, como orgánica, principalmente a una empresa francesa de comercio justo, la Veja, que fabrica zapatillas-tennis. Otra parte, menor, constituye el primer eslabón de la cadena productiva solidaria brasileña Justa Trama, que produce camisetas. Gracias a los contratos con Veja y con Justa Trama, Adec está actualmente en condiciones de pagar a los agricultores dos veces el precio de mercado. Tiene a la vista un futuro prometedor en la medida en que la demanda de algodón orgánico es muy superior a la oferta. Además, los Consorcios Agroecológicos producen alimentos para el consumo de las familias y cuentan con una fuente adicional de ingreso que proviene del ajonjolí (que combate plagas y tiene un buen valor de mercado), y del “nim” (Azadirachta indica), un insecticida natural. Finalmente, el apoyo de Esplar fue solicitado por otras ONG del nordeste y su experiencia se está extendiendo hacia fuera del sertão, particularmente en el estado de Rio Grande do Norte, donde Diaconía asesoró la primera cosecha en 2007.

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João Félix y Doña Antonia, mejor preparados para convivir con las sequías Joao Félix de Sousa, de 42 años, y Antonia Dantas de Souza, de 40, de la comunidad de Riacho do Meio, ubicada a 17 km de la sede del municipio de Choró, crearon su Consorcio Agroecológico en el 2003, a raíz de una visita de intercambio con otra comunidad. “Al encontrar algodón, ajonjolí, maíz, fríjol, habas, guandú, todo esto en una hectárea, entendí cuán equivocado había estado y empecé también a plantar con las especificaciones de los Consorcios Agroecológicos: curvas de nivel, vallas de contención, cobertura muerta, etc. En 2004 obtuve una buena cosecha. Vendí 23 arrobas (345 kg) de algodón a 17 reales la arroba. Antes, plantaba algodón, pero perdía casi todo y usaba veneno en el maíz y en el fríjol”. Entre 2004 y 2007 hubo momentos difíciles: “En 2007 faltó la lluvia y perdí el 70% de la cosecha de maíz y fríjol. Pero la venta de algodón sí resultó. Lo bueno del consorcio es efectivamente eso: siempre se cosecha algo.” Influenciados por Joao Félix y por el buen precio del algodón, 11 de las 63 familias de la comunidad también crearon consorcios y la asociación local puso en marcha un banco de semillas. Además, para poder certificar el algodón como orgánico, las familias necesitan dejar de usar veneno y de practicar las quemas. Joao Félix y su esposa, Doña Antonia, probablemente nunca serán ricos pero, a diferencia de sus padres, ya están mejor preparados para convivir con el impredecible clima del semiárido.

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El trabajo de Esplar en números Esplar actúa directamente en municipios del semiárido de Ceará, desarrollando actividades dirigidas a la agroecología y al servicio de la agricultura familiar. Realiza trabajos de desarrollo de sistemas agroecológicos; procesamiento y comercialización de la producción agrícola, en la perspectiva de la socio-economía solidaria; fortalecimiento de organizaciones de trabajadores rurales para la incidencia en las políticas públicas relevantes para la agricultura familiar; promoción de la equidad de género, con enfoque feminista, de clase y de combate a la discriminación racial y étnica; justicia ambiental y calidad de vida, a partir del derecho a la tierra, al agua y a la biodiversidad. Su sede está en Fortaleza, capital del Estado de Ceará, y su equipo está conformado por 22 funcionarios. En el área de desarrollo de sistemas agroecológicos, además de los Consorcios Agroecológicos con los productores de algodón, Esplar asesora también a cerca de 950 familias en actividades como el manejo de ganado caprino y ovino, la cría de abejas, el manejo y almacenamiento del agua (cisternas de placas) y la gestión y conservación de semillas criollas. El trabajo con consorcios y algodón orgánico se concentra específicamente en 5 municipios del sertão del estado de Ceará: Tauá (54,273 habitantes en 4,018 km2), donde también está ubicada la Adec, que procesa el algodón, Quixadá (76,105 habitantes en 2,020 km2), Choró (12,790 habitantes en 816 km2), Canindé (73,878 habitantes en 3,218 km2) y Massapê (33,256 habitantes en 572 km2). En 2007, 245 consorcios con cerca de una hectárea cada uno, produjeron 42,6 toneladas de algodón en 256 hectáreas. Después de haber sido procesado en Adec, el algodón en rama produjo 15 toneladas de fibra, de las cuales 13 fueron vendidas a Veja (zapatillas-tennis) y 2 a Justa Trama (confección).

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En 2006, la producción total fue de 36 toneladas de algodón, 19 toneladas de fríjol, 30 toneladas de maíz, 1,5 toneladas de ajonjolí y 12 toneladas de sandía. En 2005, 148 familias cultivaron 180 hectáreas y vendieron su producción por R$ 70 mil (US$ 40 mil). El ingreso bruto adicional fue de cerca de R$ 500 (US$ 285) por familia.

Un breve balance de las tres experiencias Del conjunto de esas experiencias destacaremos en la segunda parte de este documento tres grandes tipos de mercados para la producción agroecológica: la feria local (Diaconía), el comercio justo internacional (Esplar y Assema) y la compra garantizada por el gobierno (Diaconía). Esos tres mercados tienen algo en común: el precio de compra de las hortalizas, del algodón, o del babazú está por encima del valor de mercado. Por último, pero no por ello menos importante, se destaca que esos mercados también han logrado garantizar la estabilidad del precio en el nivel óptimo alcanzado. Las experiencias muestran que pequeñas inversiones en la producción (asistencia técnica, agua, equipos básicos, organización, intercambios de experiencias y, a veces, pequeños subsidios), asociadas al beneficio de la producción y al ingreso a un mercado más justo y más estable, pueden significar mejorías en la alimentación, el ingreso, la autonomía, y la salud, tanto para la familia como para la comunidad. Las organizaciones existentes también se fortalecieron, se crearon nuevas asociaciones y cooperativas y el medio ambiente se benefició de diversas maneras: menos fuego, menos veneno, mayor protección de los suelos, más agua y más vegetación. Sin embargo, todavía persisten diversas limitantes, sobre las cuales volveremos a hablar más adelante. Entre ellas podemos destacar la fragilidad de las cadenas productivas involucradas y la reducida escala de las intervenciones. Si bien el éxito de esas tres ONG y de las organizaciones de

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productores muestra que el mercado puede ser visto realmente como una oportunidad para la agricultura familiar, el acceso a ese mercado continúa siendo un problema que dista mucho de ser resuelto. No basta con producir (ver recuadro a continuación), se hace necesario hacer el beneficio de la producción, aprender a conocer los mercados y los clientes, organizarse en asociaciones, administrar cooperativas, vender, innovar, buscar nuevos mercados, entre otras acciones. Volveremos a hablar más adelante sobre estos temas con una pregunta recurrente en mente: ¿hasta qué punto el camino de la agroecología y de los mercados diferenciados son viables para la agricultura familiar?

El desafío del mercado A continuación se citan apartes de un artículo escrito por Ricardo Abramovay en 199833, cuyo contenido tiene vigencia actual: “Es en la construcción de nuevos mercados tanto para los productos hasta el momento predominantes, como, sobretodo, para las actividades que recién empiezan a desarrollarse, donde reside el desafío más importante del desarrollo rural. Esa construcción no va a resultar de la acción espontánea de los agentes privados, sino de la organización de los productores apoyada de manera decisiva por los movimientos sociales y por el poder público.” “Hasta hace poco los agricultores eran profesionales de la producción, aunque no de la venta, de la cual se encargaban grandes organizaciones, como las cooperativas y las agencias públicas a las cuales, frecuentemente, destinaban sus productos. Hoy, por el contrario, los agricultores y sus organizaciones, tienen bien entendido que necesitan conocer cada vez más cuál es su cliente, en qué rubro de mercado van a insertar sus productos y a qué demanda de la sociedad serán capaces de responder. En suma, su base económica dejó de ser vista de la puerta para dentro; supone un profundo conocimiento del mercado con el cual se relacionan. La idea de que los agricultores producen y los mecanismos de la política agrícola garantizan su ingreso tan presente hasta hoy en la conciencia de los líderes rurales brasileños ha sido definitivamente superada.”

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Producir en la perspectiva agroecológica

Para poder vender es necesario producir. En la perspectiva agroecológica no es el lucro la variable prioritaria. Desde esta óptica, seguridad alimentaria, medio ambiente y mercado están estrechamente vinculados. Para algunos, incluso, una vez que el paradigma de la Revolución Verde (monocultivo, fuerte dependencia de insumos externos y capital, visto como altamente dañino e insostenible) está en crisis, el modelo agroecológico sería el único sostenible. Al mismo tiempo, la llamada “transición” o “conversión” agroecológica no es obvia ni rápida. El primer eslabón de la cadena, la producción ecológica propiamente dicha, ya representa un gran desafío para los agricultores y las ONG, en por lo menos dos aspectos: la práctica experimental y su difusión en gran escala.

La producción agroecológica Las distintas dimensiones de la agroecología Para Esplar, más importante que la maximización de la ganancia es procurar la interacción permanente de los tres componentes que constituyen lo que denominan el “trípode de soporte” de los Consorcios Agroecológicos. Los tres componentes son: 1) La estabilidad dinámica del agroecosistema, la cual incluye la “conservación de los recursos naturales involucrados en la producción (agua, suelo, vegetación), y un componente de biofertilización y defensas naturales (nim, ajonjolí); 2) la seguridad alimentaria (fríjol, maíz, sandía) y 3) la generación de ingreso (algodón, ajonjolí)”. Es la estabilidad dinámica del agroecosistema lo que le asegura la capacidad de convivir con las condiciones climáticas extremas del semiárido (resistencia) o, en el peor de los

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casos, recuperarse rápidamente después de sufrir sequías prolongadas u otros imprevistos climáticos extremos (resiliencia). La seguridad alimentaria corresponde a la necesidad de asegurar, a partir de las posibilidades que ofrece el agroecosistema, una adecuada alimentación, nutrición y salud a las familias productoras. La “generación de ingreso” incluye un esfuerzo importante y continuo en dirección al mercado, cuya línea principal en este caso es el comercio justo de la fibra de algodón orgánico. Mas allá de los aspectos técnicos, productivos, económicos y ambientales, la agroecología tiene también un fuerte componente político y social: “comporta aspectos referentes a la equidad social, la solidaridad, el asociativismo, la valoración cultural, la autonomía de las comunidades locales, etc.34” Autores como Guzmán llegan a considerar la agroecología como una “estrategia metodológica de transformación social” que apunta al “establecimiento de dinámicas de transformación dirigidas a construir sociedades sostenibles” como “alternativas a la actual crisis civilizatoria35” . Si bien las ambiciones de Esplar y de las otras ONG de este estudio son ciertamente más modestas, en todas ellas están presentes las dimensiones técnico-productiva, ecológica, económica, política, social y cultural. Todas se contraponen con el modelo de la Revolución Verde y ponen en práctica, poco a poco, lo que puede llagar a ser un nuevo paradigma para la agricultura sostenible (Ver abajo el recuadro “La insostenibilidad de la agricultura convencional”). La agroecología como camino para la sostenibilidad en sus más variadas dimensiones es lo que buscan las 500 familias que cultivan algodón en los consorcios de Esplar; las 1,550 familias del programa de producción agroextractora de Assema; y las 300 familias que, con la ayuda de Diaconía, producen frutas y hortalizas, verduras y plantas para uso medicinal.

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¿Orgánica o agroecológica? ¿Cuál es el volumen de la producción brasileña? Hablar de producción agroecológica no es lo mismo que hablar de producción orgánica. En una primera aproximación podemos decir que toda producción agroecológica es orgánica, mientras que lo inverso no es cierto. La producción estrictamente orgánica se preocupa por aspectos técnicos más vinculados a las dimensiones ambientales y de salud, por ejemplo, sustituyendo agroquímicos por insumos naturales. En rigor, la práctica del monocultivo de plantaciones de guayaba, por ejemplo, importando estiércol de una hacienda distante y explotando trabajadores temporales en época de cosecha, podría vender su producción como “orgánica”, siempre que no use insumos químicos36. La agroecología, como hablamos antes, va más allá. Hecha esta distinción, una reciente investigación37 indicó que el 2007 cerca de 31 millones de hectáreas ya estaban bajo cultivo orgánico en el mundo. El primer productor orgánico del mundo es Australia, con 11.8 millones de hectáreas, seguido por Argentina, con 3.1 millones de hectáreas (sobretodo cereales y carne), y en tercer lugar por China, con 2.3 millones de hectáreas. Brasil se convirtió en pocos años en uno de los mayores productores y ocupa el octavo lugar en extensión, con 842 mil hectáreas (en 2000 eran solo 100 mil hectáreas). Habría también un fuerte potencial de crecimiento, estimado en 30% al año, y el área podría llegar a los 3 millones de hectáreas a corto plazo, según el Instituto Biodinámico39. El país tendría también el mayor potencial de producción del mundo, con 90 millones de hectáreas listas para el cultivo. En el mercado mundial, que ya mueve cerca de 30 mil millones de dólares americanos, si bien el aporte del mercado de Brasil todavía es pequeño (USD 250 millones), su potencial de crecimiento anual sería cercano a un 25%. Actualmente Brasil exporta un 60% de su producción orgánica, esencialmente para Japón, EEUU y Europa.

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Podemos notar que los datos existentes se refieren a la producción orgánica. ¿Y qué sucede con la producción agroecológica brasileña? Lógicamente debería ser menor que la orgánica. Sin embargo, un artículo publicado en julio de 2005 por la revista Carta Capital39 empezaba con la siguiente información: “Brasil es el vicecampeón mundial en área de producción orgánica, con 6.5 millones de hectáreas. Adelante de él, está solamente Australia”. Esa información, que no coincidía con las estadísticas conocidas hasta entonces, tenía como fuente el Ministerio de la Agricultura, Pecuaria y Abastecimiento (el MAPA, enfocado en el agronegocio de gran tamaño) que decidió “incluir entre la superficie considerada como de extracción sostenible 5.7 millones de hectáreas de zonas donde hay azaí, látex y otros productos del bosque. Esto ayudó, según el ministerio, a darle visibilidad a la agroecología, la cual tiene el mercado externo como su principal objetivo”. La polémica estaba lanzada, con cada parte tratando de “jalar la brasa para su sardina”. La mayor certificadora orgánica brasileña, el Instituto de Biodinámica (IBD) declaró que “éstos serían números serios, si todas las áreas extractoras fueran auditadas” (¿mejor aún si fuera el IBD el que las auditara?) “La producción agroecológica está subestimada”, respondió un técnico del Ministerio de Desarrollo Agrario (el MDA, vale decir, el otro ministerio brasileño, más preocupado con el componente familiar y con la reforma agraria). “La contabilidad oficial, dice él, incluye solamente a los proyectos certificados, los cuales reúnen a productores tanto individuales como organizados. Pero habría un gran número ignorado por las estadísticas, constituido por productores no certificados que venden la cosecha localmente, en general en los cinturones verdes de las metrópolis.” En el mismo artículo, una investigadora de la EMBRAPA Ecología (Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria) calcula que el tamaño promedio de las unidades de producción orgánica es de 44 hectáreas (en las unidades convencionales es de 73 ha) de tal manera que los “productos orgánicos estrella del Brasil (…) son el azúcar, la soya, el café, y la carne.”

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Por otro lado, el reportaje ofrece información interesante proveniente de una investigación de Doctorado de Renato Lindares de Assis sobre agroecología. El investigador comparó los productores afiliados a dos asociaciones orgánicas con pequeños agricultores familiares no certificados, apoyados por la ONG AS-PTA, todos de la región Sur de Brasil. Constató lo siguiente: “La agroecología tiene prácticas menos intensivas en uso de capital y más intensivas en uso de mano de obra. Punto a favor de la agricultura familiar. Para grandes productores, el proceso de conversión es una inversión de alto riesgo: la descontaminación de la tierra afectada por agroquímicos puede llevar hasta tres años; además, el costo de la mano de obra, también pesa.” Otro autor citado por la revista, el Doctor Mabel Baltasar Costa, de la USP y Piracicaba, evaluó cuatro décadas de agricultura en 25 municipios de la región metropolitana de Curitiba. Su primer resultado es el siguiente: “El agricultor fue el más perjudicado. En 40 años todos los precios agrícolas cayeron; sin embargo, los insumos agrícolas aumentaron de precio.” La observación de 32 sistemas agrícolas, en forma independiente de su condición de orgánicos, mostró también que tan sólo “el 30% de las propiedades reveló patrones aceptables de sostenibilidad. El saldo negativo surgió tanto en la agricultura convencional como en parte de los sistemas orgánicos, donde el único cambio real fue la sustitución del uso de agroquímicos por insumos orgánicos.” Costa concluye que, si bien la agricultura orgánica “es menos impactante, no es suficiente para garantizar la sostenibilidad.”

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Un ambiente favorable a la producción agroecológica La base política y organizativa de la producción Uno de los elementos comunes a las tres regiones visitadas es la presencia de una sólida base política y organizativa, previa al apoyo técnico y económico de las ONG. Fueron así las luchas políticas las que condujeron a la creación de Assema en el estado de Maranhão. Esto aplica también para el Sertão central de Ceará, donde los sindicatos de trabajadores rurales representan una fuerza importante desde los años 60, al igual que para el Medio Oeste Potiguar, donde el tejido asociativo rural siempre fue sólido. En las tres regiones estudiadas, organizaciones vinculadas a la Iglesia también dejaron su marca, ya sean Comunidades Eclesiales de Base (CEB), entidades pastorales, u organizaciones evangélicas como Diaconía, presente en Umarizal desde los años 70. Duros conflictos fortalecieron la organización política, los sindicatos rurales, y afianzaron la influencia social de las iglesias, creando lazos de solidaridad. Esta fue la base sobre la cual se desarrolló inicialmente el trabajo productivo. Más tarde, las áreas de interés y preocupación se centraron tanto en la agroecología como en la comercialización de la producción.

La ola ambiental ya llegó al Sertão El anterior recuadro mostró el crecimiento acelerado de la producción orgánica en el mundo, respondiendo a un incremento muy rápido de la demanda. Se trata, sin duda, de una coyuntura extremadamente favorable para quienes apostaron por el algodón orgánico o el aceite de babazú al inicio de los años 90. La demanda actual de algodón orgánico es muy superior a la oferta. Y las zapatillas-tennis que produce Veja Fair Trade, la empresa francesa que compra el algodón de Adec en el estado de Ceará, tuvieron una aceptación muy buena, más allá de lo previsto.

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El consumo de productos orgánicos no es exclusivo de la clase media del hemisferio Norte. Si las ferias agroecológicas se están extendiendo rápidamente por el interior del nordeste de Brasil, no sólo se debe a que ofrecen precios asequibles, sino también porque la ola ambiental ya llegó al Sertão, a través, por ejemplo, de programas de televisión como Globo Rural o Globo Ecología, los cuales figuran como los favoritos de las familias rurales. Esto significa que hasta en los municipios y comunidades más distantes, los consumidores y productores poco a poco han ido sensibilizándose sobre los beneficios ambientales y las mejoras en la salud, ligadas a la calidad de la producción agrícola. Por esta misma razón, un número creciente de consumidores conscientes prefiere comprar, al mismo precio y en la misma feria municipal, culantro orgánico producido y vendido directamente por pequeños agricultores del municipio, antes que comprarle un culantro aparentemente idéntico a un comerciante que lo obtuvo de un intermediario, quien a su vez recorrió 200 km para traerlo de una hacienda irrigada, donde lamentablemente se usó mucho veneno en su producción.

La insostenibilidad socioeconómica y ambiental de la agricultura convencional En una demostración de gran claridad40, Peter Rosset diagnostica la doble cara ecológica y socioeconómica de la crisis de la agricultura convencional. A partir de ahí, critica la simple sustitución de insumos (el enfoque estrictamente orgánico) y argumenta a favor del enfoque agroecológico, más integral. Para empezar, Rosset presenta varios indicadores de la crisis del modelo convencional, tomando como base la agricultura norteamericana. El primero de ellos, que involucra las dimensiones económica y social, es la considerable reducción del número de agricultores por motivos económicos.

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“Debido a la superproducción y al monopolio de la comercialización por parte de las empresas transnacionales, los precios de los alimentos se han mantenido estables durante mucho tiempo, mientras los costos de los insumos industrializados han aumentado considerablemente.” En consecuencia, los agricultores que se han endeudado para comprar equipos pesados, “no logran cubrir las tasas de interés de sus deudas, lo que ha generado problemas.” La crisis del modelo convencional tiene también una dimensión ecológica. Aquí, el principal indicador es “la desaceleración en el rendimiento promedio de las plantaciones”, debido a “una constante degeneración de la base productiva de la agricultura mediante prácticas insostenibles.” Surgieron varios problemas: erosión del suelo, salinización, desertificación, reducción de la eficacia de los agroquímicos, enfermedades y así en adelante. Las causas de esa doble crisis radican en la lógica que orientó el nacimiento y desarrollo de la agroindustria moderna: “Desde el principio la ciencia agrícola americana estuvo orientada a aumentar al máximo la productividad del factor que más limitaba el desarrollo de su economía: la mano de obra.” Por ello la mecanización condujo rápidamente al monocultivo, y en este contexto, la ciencia se concentró, por un lado, “en la definición de variedades y en el aumento de la densidad de los cultivos” y, por otro lado, “en los fertilizantes químicos, los cuales permitían sustituir las prácticas más arduas”. Los problemas pasaron entonces a producir círculos viciosos. Por ejemplo, el monocultivo en grandes propiedades provocó el surgimiento de plagas, las cuales fueron controladas con insecticidas sintéticos. Los costos de los productos químicos y de otros insumos aumentaron, favoreciendo las propiedades de gran tamaño, el monocultivo, la mecanización y la especialización de la producción. Todo eso condujo al uso de mayores cantidades de insecticidas sintéticos y gastos cada vez mayores:

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“…un indicador importante de la crisis de la agricultura convencional es el grado de utilización de capital (…). Históricamente el capital se ha “apropiado” de los elementos del proceso productivo, sustituyendo los mecanismos naturales de control de plagas por el uso de agroquímicos; la fertilidad natural de la tierra por la aplicación de abono químico, y así sucesivamente. El resultado inevitable de todo eso es el conflicto de intereses, identificado por la gran cantidad de dinero en juego para mantener una agricultura industrializada, la cual depende de fuertes inversiones de capital, convirtiendo tanto a los países como a los agricultores en dependientes de proveedores, de insumos y equipos. Sin duda, la apuesta hacia caminos alternativos y tradicionales evitaría el lucro excesivo en el mercado de insumos…” La única alternativa, según Rosset, es la agroecología: “…la estrategia de sustitución de insumos se basa únicamente en la búsqueda de insumos agrícolas alternativos, menos perjudiciales al medio ambiente; no cuestiona ni la estructura de los monocultivos ni la dependencia de insumos externos. “Cualquier modelo alternativo (…) debe considerar las cuestiones ecológicas, sociales y económicas.”

Avances y dificultades en la transición agroecológica Muchos avances… La transición del sistema tradicional hacia el agroecológico parece ventajosa para el agricultor familiar desde varias perspectivas. De hecho, es posible observar avances importantes en las familias que han adoptado ese enfoque innovador para el desarrollo de sus sistemas. No obstante, muchas no aceptan el desafío y, entre aquellas que lo hacen, la distancia entre teoría y práctica no es recorrida tan fácil ni tan rápidamente.

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Los progresos aportados por el desarrollo de “nuevos” agroecosistemas son, en muchos casos, palpables. Producción de alimentos más diversificada y más continua; alimentos más saludables; mejorías en el suelo; reservas de forraje para los animales; mejorías en la salud al dejar de usar agroquímicos. Estos resultados son muchas veces mencionados por los mismos agricultores. El aumento en los niveles de ingreso es visible también en el consumo (cocina nueva, refrigeradora, a veces una motocicleta), así como en las propiedades (más agua, más vegetación, más pájaros, más vida arriba, sobre y dentro de la tierra). En otros casos, el resultado no es tan visible, pero contribuye de la misma manera al bienestar de la familia. “Quien abraza la propuesta agroecológica y respeta el calendario agrícola obtiene resultados”, resume Valdener, técnico de Assema. “Por lo menos la alimentación y la salud mejoran y gracias a eso gastan menos.” Otra contribución importante es la disminución de la incertidumbre respecto al futuro, debido a la mayor estabilidad de la producción y del ingreso. La diversificación de la producción (“siempre se cosecha algo”) también contribuye a la sostenibilidad de la propuesta y a la calidad de la alimentación: como se cosechan diversos productos a lo largo del año, siempre es posible estar variando lo que se come. Estudios científicos sobre los Consorcios Agroecológicos han demostrado que, si bien es evidente que la productividad de cada tipo de cultivo es menor que en el monocultivo, es mucho mayor la eficiencia energética, tanto en la relación entre los productos obtenidos (cereales, verduras, algodón, calidad de la tierra, forraje), como en cuanto a los insumos necesarios para producirlos (semillas, trabajo familiar). En términos ambientales los avances son claros. Se ha logrado plantar algodón sin veneno al probar todo tipo de defensores naturales (nim, ajonjolí, orín de vaca, entre otros), alimentando con eso investigaciones académicas originales. En las comunidades ha pasado lo que los economistas llaman “externalidades positivas”. Aún en las propiedades que no han optado por la propuesta ecológica, mucha gente ha dejado de usar veneno y el uso del fuego ha disminuido.

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A la pregunta ¿Qué ha cambiado? Los líderes campesinos y sindicales que recorren con frecuencia las comunidades respondieron de manera un tanto sorprendente: “el conocimiento de la gente”. El agricultor Joao Félix recuerda que “antes de Esplar era como si tuviera una cortina negra. Yo usaba veneno porque la Emater así lo indicaba. No sabía.” Eliane Lobo Ramos, Presidenta del Sindicato de Trabajadores Rurales de Choró, en el estado de Ceará, constató a su vez que “quien avanza más en la cuestión política y habla más en público es generalmente quien ha estudiado más y sabe leer y escribir. Pero entender la propuesta de los Consorcios Agroecológicos no depende de alfabetización: la técnica es clara.” En Choró los buenos resultados de los Consorcios Agroecológicos con plantas de algodón sirvieron también de barrera concreta contra los argumentos de la Secretaría Municipal de Agricultura, del banco y de Emater, para quienes el uso masivo de productos químicos en la agricultura constituye un sinónimo de progreso. Eronilton Buriti, Presidente del Sindicato en el municipio vecino de Quixadá, a su vez cree que lo que más ha cambiado es la “visión de las personas”. En consecuencia, “enfrentan la posibilidad de permanecer en el campo, para ellas y para sus hijos”.

¿Por qué algunas familias le apuestan a la transición agroecológica y otras no? Para el equipo técnico de Diaconía los avances se miden también por el hecho de que “es más fácil convencer al agricultor hoy que hace cuatro años”. Es verdad, pero quien visita las comunidades puede constatar que la transición hacia la agroecología está lejos de ser mayoritaria. Igualmente, entre las familias dispuestas a cambiar de sistema, lo más común es el cambio parcial. Tan es así que Assema diferencia entre “transición” y “evolución” agroecológica.

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“De las 1,500 familias con las cuales trabajamos, 110 están en proceso de transición”, dice Ronaldo Carneiro, Coordinador Técnico del Programa de Producción Agroextractora de Assema. “Estas familias intensifican las prácticas, asocian el babazú con frutales, plantan hortalizas, recuperan la tierra con leguminosas y dejan de usar el fuego, los agroquímicos y el tractor en buena parte de su tierra. Al mismo tiempo, hay aquellas que consideramos en proceso de “evolución” porque, por ejemplo, dejaron de usar veneno o tractores, pero todavía emplean el sistema de quema”. Viene entonces la pregunta: “¿por qué algunas familias realizan la transición agroecológica y otras no?” A continuación, algunas respuestas de los mismos agricultores y técnicos. La transición hacia la agroecología es motivada por necesidades emergentes. “El uso del fuego fue sostenible hasta los años 60. Después, con el aumento de la actividad pecuaria, el tamaño de las tierras para la agricultura disminuyó y el tiempo de rotación se redujo a cinco años. Hoy en día ya no es sostenible el uso del fuego, aún si ese hábito todavía permanece ”. Mucha gente todavía no conoce las experiencias exitosas, incluso quien las conoce y las ve, tales como parientes cercanos, puede no creer o no querer creer. “Las otras familias no creían cuando empecé, decían que yo estaba loco, que iba a matar de hambre a mi familia porque no pensaban que una tierra mala como esa podía llegar a producir. Hasta mi hermano y mi padre eran incrédulos”. Es necesaria una asistencia técnica especializada, de calidad, pero lamentablemente las capacidades de las ONG que la ofrecen en términos de recursos humanos son limitadas.

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“El Incra dejó el asentamiento, el cual quedó durante años sin asistencia. El pueblo se formó trabajando para los patrones, criando ganado, plantando maíz y fríjol. Solamente conoce esta forma de trabajar.” “A veces los mismos técnicos demuestran resistencia o desconfianza en relación con las nuevas técnicas; su formación se da en la práctica, después de años en escuelas agrícolas en las que no se valoraba la agroecología.” La agroecología demanda mucho trabajo, muchos cuidados y mucho tiempo. “Es necesario trabajar todos los días y participar en muchas reuniones. Hay gente que no quiere venir a las discusiones, piensan que eso es una pérdida de tiempo.” El control de plagas puede ser muy engorroso cuando se trabaja desde la perspectiva agroecológica. “En las plantaciones de algodón, el control manual del picudo (plaga) es el principal factor limitante. A pesar de que el veneno tiene altos costos, sus resultados son más rápidos.” La venta directa al intermediario en la comunidad y la integración con la agroindustria tienen sus ventajas. “La gente cree que es mejor plantar tabaco porque la compañía Souza Cruz financia todo lo que se necesita y compra toda la producción. No es necesario salir de la comunidad para comprar insumos o vender la producción”.

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Probar novedades implica riesgos. “He arriesgado, apostado, invertí mucho esfuerzo. Poca gente está dispuesta a hacerlo.” Las políticas asistenciales desalientan. “El Programa Bolsa-Familia ayuda a no producir.” De una manera más simple, hay siempre quien queda satisfecho con poco. “Quien ha logrado lo básico cree que está bien así, hay cierto conformismo.” Para compensar los riesgos y estimular la transición, las ONG adoptaron una política de incentivos que incluía subsidios monetarios o donación de material. Mientras tanto, muchas de ellas tuvieron que suspender los programas debido a que perdieron las condiciones financieras para mantener esa política y tuvieron que suspenderla. “La idea inicial era que las familias, al ver los beneficios de los paquetes técnicos de irrigación, decidieran buscar donaciones o financiación a través de políticas públicas. Desafortunadamente no hay políticas públicas para los más pobres y las mismas asociaciones locales priorizan a sus socios, que rara vez son los más pobres.” La fuerza del hábito es grande. “Igual que sucede con los insumos para los sistemas agroecológicos, algunos reproducen el sistema que se quiere cambiar”.

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Lecciones para la sostenibilidad de la producción con fines de comercialización Además de la asistencia técnica, el factor tiempo y la libre elección por parte del agricultor son elementos fundamentales de la sostenibilidad. “Es necesario dejar a la persona libre para escoger lo que quiere hacer”, dice Élson, técnico de Diaconía. “Libre hasta para equivocarse, y después discutir el error con ella. Hoy ya no ofrecemos el paquete completo de irrigación. El agricultor decide si quiere o no un motor o un tanque. Hay un fondo solidario para financiar esos equipos. Antes una familia tenía que invertir 3,000 reales para poder irrigar. Hoy se gastan 300 y se aprovecha todo el potencial de la familia.” Por estas razones, por lo general el trabajo es lento, toma varios años. Se trata de cambios de comportamiento. Se trata también de recuperar tierras muy desgastadas: “Siete años trabajando la propuesta agroecológica es poco”, calcula Valdemar, de Assema. “Aquí, antiguamente, la tierra era buena, pero ha sido muy maltratada: sufrió más de cuarenta incendios, fue (plantío de capim) invadida por malezas y pisoteada por el ganado…Va a necesitar tiempo para recuperarse.” Por otro lado, si la resistencia y la resiliencia de hecho están mejorando, incluso en las propiedades más avanzadas desde el punto de vista de la agroecología, nadie está preparado todavía para enfrentar tres años sucesivos de sequía, como ocurrió al inicio de los años 90. Habrá, con toda certeza, otras sequías prolongadas, probablemente con mayor intensidad debido a los cambios climáticos globales. Por lo tanto, las familias deberían capitalizarse de diversas maneras: bancos de

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proteínas para los animales, almacenamiento, reservas de agua, así como dinero en efectivo (ahorro individual, fondos comunitarios, o seguros públicos o privados). Las amenazas externas a la transición agroecológica también son múltiples: desde la adopción de los transgénicos hasta la incertidumbre en relación con la implantación del biodiesel; desde amenazas ya bien conocidas, como el rápido progreso de las plantaciones de eucalipto y de la soya (que ya se han extendido hasta el sur del estado de Maranhão), hasta amenazas menos evidentes como la cría industrial de aves, poderoso imperio económico que estrangula lentamente el mercado de gallina campesina41. Estos temas deberían ser discutidos con carácter de urgencia, tanto en Brasilia como al interior de las comunidades. A pesar de lo anterior, el principal desafío para las ONG y las organizaciones de agricultores es el mercado mismo. La comercialización, muy precaria, genera incertidumbres que constituyen una de las principales “barreras a la conversión42”. Sin duda es necesario hoy en día “desarrollar en el ámbito de la comercialización un esfuerzo equivalente al que docenas de ONG y grupos de agricultores organizados hicieron en el pasado en relación con el desarrollo de opciones técnicas para la conversión de la producción43”. Sin embargo, antes de analizar la comercialización, es preciso que le dediquemos un tiempo a la etapa intermedia de transformación, que busca agregar valor a la producción.

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Agregar valor a la producción: desafíos tecnológicos y organizacionales

El beneficio de la producción en unidades de tamaño mediano Las hortalizas y frutas de las parcelas productivas son vendidas en la feria. Como máximo, se aplican procesos caseros simples que buscan agregar valor, para transformar la guayaba en mermelada o el maíz en “canchita”. Sin embargo, de acuerdo con la experiencia de Espiar y de Assema, -beneficio del algodón y procesamiento del babazú44 -, la agregación de valor es más compleja. En Adec, en Tauá, el algodón en rama pasa por una deshuesadora que separa la rama de la fibra y de la semilla. La fibra es prensada antes de ser almacenada y vendida a empresas de comercio justo. En la Coppalj, Cooperativa dos Pequenos Produtores Agroextrativistas der Lago do Junco, en Maranhao, la castaña (semilla) del babazú también pasa por procesos sucesivos (calentamiento controlado, prensado, almacenamiento en toneles sellados). El aceite así producido tiene varios destinos: la mayor parte va para una fábrica local de jabón común; un 30% es vendido como aceite orgánico (certificado) a empresas de comercio justo y una pequeña parte constituye la materia prima principal de la fábrica de jabón “Babazú Libre”, dirigida y operada por mujeres quebradoras de castaña. En ambos casos, la capacidad operativa es incomparablemente inferior a la capacidad de las grandes industrias modernas. Aun así, tampoco se trata de procesos caseros: involucran volúmenes de producción relativamente importantes en la escala de la agricultura familiar, así como tecnologías de mediana envergadura que demandan una sólida organización para recolectar y

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transportar la materia prima de varios productores, operar las máquinas o atender la parte administrativa. Todos estos aspectos constituyen nuevos desafíos para la producción familiar. Antes de analizar estos desafíos, es importante recordar que el algodón, si bien constituye el principal producto comercializado por Adec, no es el único. El nim y el ajonjolí, que también forman parte de los Consorcios Agroecológicos, son transformados en productos con potencial de mercado como los aceites, que son explorados por algunos agricultores. De la misma manera, Coppalj comercializa también la torta, que es un subproducto del procesamiento del babazú, mientras la cáscara es usada o vendida por las familias como materia prima para producir carbón. Además, la Cooperativa dos Pequenos Produtores Agroextractivistas de Esperantinópolis (Coopaesp), que también es asesorada por Assema, aprovecha la parte más delicada del babazú, la pulpa, transformada en harina, acondicionada y vendida en tiendas de productos orgánicos, con excelente acogida45.

Un doble desafío: agregar valor y agregar gente En búsqueda de la tecnología adecuada a la escala de producción de la agricultura familiar. Las nuevas tecnologías pueden ser necesarias “para viabilizar económicamente la gestión de sistemas más complejos, como lo exigen las reglas de la gestión ecológica46”. Como hemos visto antes, las tecnologías de producción agrícola han avanzado significativamente en este aspecto. Ya fueron probadas diversas opciones para el manejo del agua, la tierra y la vegetación nativa, así como para el abono, la siembra, la selección y el almacenamiento de semillas. Si se compara con esta experiencia, se ve que se presentan enormes carencias durante la fase de beneficio y el procesamiento de la producción familiar (post cosecha).

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Entre las máquinas disponibles en el mercado, muy pocas están adaptadas a la escala familiar o comunitaria. El beneficio casero de la castaña del marañón (Anacardium occidentale L.) de la Serra do Mel (estado de Rio Grande do Norte), uno de los de más connotado éxito del semiárido, fue fruto de largos esfuerzos de adaptación por parte de las ONG, de agricultores y pequeños talleres mecánicos47. Lo mismo sucedió con Coppalj: cuando surgió la idea de procesar el aceite de babazú, Valdener, de Assema, visitó varias fábricas y buscó equipos en el mercado. “Las prensas más pequeñas, con capacidad de 600kg de semillas por hora, cuatro veces nuestra producción actual, quedarían sin uso la mayor parte del tiempo.” La salida fue entonces buscar los servicios de un tornero de Bacabal, ciudad ubicada a 100 km de Lago do Junco. Hasta hoy Coppalj continúa haciéndole ajustes a la prensa hecha sobre medidas, para mejorar poco a poco el desempeño de la máquina. Lograr una tecnología adaptada a las necesidades es un factor determinante para el éxito de la comercialización, tanto en términos de productividad como de bienestar y seguridad de los operadores. Por ejemplo, las quebradoras todavía usan un palo y un hacha para extraer manualmente la semilla de babazú. Assema no desea perpetuar ese proceso tradicional y “defiende el uso de la tecnología para aumentar la tasa de quiebra del babazú y disminuir el esfuerzo físico de las quebradoras”. Hay que tener en cuenta, además, el riesgo que representa el manejo del hacha: a pesar de haber adquirido desde niñas una gran habilidad, las quebradoras siempre terminan por cortarse. El problema es que ninguna de las soluciones tecnológicas evaluadas hasta hoy para sustituir el hacha ha sido satisfactoria.

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El desafío de agregar gente: carencia de apoyo especializado para organizar grupos de producción informales alrededor de cooperativas Coppalj recibe muchas visitas de las ONG y de grupos de productores rurales de otros estados, que desean transformar su producción. Todos se impresionan con la imponencia del galpón y de las máquinas de la cooperativa. El director de la cooperativa necesita siempre poner las cosas en su lugar: “Lo que llama primero la atención de los visitantes es la estructura, que no es lo más importante. Les explicamos la historia, toda nuestra lucha para constituir la cooperativa. Las máquinas son lo de menos, lo más importante es pensar en colectivo.” Al igual que sucede con los aspectos técnicos, la organización, que es la dimensión invisible de la producción, sufre de una enorme carencia de apoyo profesional. Tanto para el hardware (las máquinas) como para el software (la gestión y la organización de la producción), la investigación, la extensión y la capacitación se enfocan muy poco hacia las necesidades de la agricultura familiar. En ambos casos, el aprendizaje se da en la práctica, “a la fuerza”. Con la ausencia de apoyo especializado48 y de experiencias vivas, que resulta de la escasa tradición de cooperativismo en la región Nordeste, las ONG, los sindicatos y los grupos de agricultores tuvieron que improvisar también una dimensión organizacional. Debido a la importancia de esos aspectos organizativos vamos a dedicar un capítulo completo al tema más adelante, en la segunda parte del estudio.

Avances y dificultades en la transformación de la producción Diversificar los procesos de agregación de valor Por sí sola, la existencia de la Coppalj durante más de 15 años comprándole castaña de babazú a las quebradoras, administrando una red de cantinas en las comunidades, procesando 300 toneladas de

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babazú por año y equilibrando su gestión vendiendo la torta y el aceite - en los mercados local, nacional, e internacional - ya representa una enorme conquista de los agricultores familiares y sus asesores. Se puede decir lo mismo de Adec, en el estado de Ceará, que beneficia el algodón desde 1993 y hoy domina la operación hasta el punto de exportar el conocimiento adquirido a otros estados. Finalmente, el principio de diversificación, que es válido para la producción agrícola, es aplicable también para la comercialización. “Es necesario evitar limitarse a un solo producto y promocionar la diversidad de productos para el mercado”, insiste Pedro Jorge, agrónomo de Esplar, pionero en el apoyo a la producción de algodón orgánico en Brasil. De ahí la importancia del procesamiento del nim y del ajonjolí en aceite para uso propio y para la venta. El nim está siendo usado como insecticida natural en las plantaciones consorciadas y como vermífugo y garrapaticida en la cría animal. Su transformación en aceite concentrado puede facilitar la expansión de su uso en el vecindario y más allá de éste. Sin embargo, aún no existe el mercado. Pedro Jorge hace una observación importante sobre la adopción del aceite por parte de los agricultores: “Tuvimos ya dos capacitaciones sobre la forma de fabricar y usar el aceite de nim pero hasta ahora nadie lo ha adoptado. Quizás éste no sea un buen modelo para ellos, tal vez la mayoría solamente quiera ser agricultor y vender sólo semillas.” Vemos entonces, una vez más, que los aspectos técnicos y económicos son inseparables de los aspectos relacionales, culturales y organizacionales. No es suficiente que Esplar quiera crear un mercado que aún no existe si eso no es lo que desean o requieren los agricultores. El caso del aceite de ajonjolí es distinto: existe un mercado constituido, donde el alto precio (100 reales el litro) ha atraído a algunos productores, justificando así la inversión de Esplar en capacitación y equipos para el procesamiento casero.

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Esta situación, vivida por Esplar, suscita preguntas sobre las relaciones entre conocimiento tradicional, conocimiento científico e innovación. Están en juego actitudes, ideas y creencias tanto por parte de los agricultores como de los técnicos de las ONG y de los organismos gubernamentales dedicados a la enseñanza, la extensión y la investigación49.

En procura de una máquina para el aprovechamiento integral del babazú Assema sueña con lo que llama el “aprovechamiento integral del babazú” (almendra, cáscara, mesocarpio y endocarpio). Mientras tanto, Coppalj aprovecha sólo la almendra y Coppaesp, el mesocarpio (la pulpa). En ambos, la extracción de la almendra es realizada manualmente por las quebradoras con un hacha y con un machete amarrado a la mesa, respectivamente. Para los técnicos de Assema, la cuestión de la productividad sigue siendo uno de los principales cuellos de botella en la comercialización: “Con la extracción manual, aunque con el precio alto en el mercado, el valor que las quebradoras reciben es siempre bajo. Se necesitaría hacer grandes inversiones en investigación tecnológica. Se han realizado más de cien intentos de aprovechamiento integral, todavía sin éxito.” La Fundación Banco de Brasil, a través de su programa de Desarrollo Rural Sostenible, apoya diversas cadenas productivas, tales como la de miel o de castaña de marañón, ahora está invirtiendo en el babazú. Assema, principal interlocutor de la Fundación en ese contexto, considera que esa cadena abarca la producción agroecológica, el beneficio integral, el mercado justo y la consolidación de la legislación que garantice el acceso libre a los babazuales. Este debate planteado por Assema es de carácter político e involucra a las comunidades agroextractoras de la región.

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El apoyo de la Fundación Banco de Brasil puede resultar providencial para Coppaesp, que produce harina de pulpa de babazú. Por razones ligadas a la tecnología y a la productividad, esa cooperativa está pasando por una encrucijada: por un lado, la demanda tiende a crecer y el mercado ofrece un precio de venta relativamente elevado; por el otro, la producción no acompaña esa tendencia y tiende a caer, debido a que la extracción manual del mesocarpio demanda mucho trabajo y el valor de la hora trabajada no recompensa el esfuerzo invertido.

Sin un proceso agroecológico eficaz para controlar el bicudo, la producción y la productividad del algodón se estancan Para el algodón, el cuello de botella tecnológico es más evidente en la fase de cultivo. Ninguno de los controles naturales de plagas probados hasta ahora - ni el ajonjolí, ni el nim, ni las más sofisticadas feromonas - ha resultado eficaz contra las dos plagas que amenazan la producción de algodón: el bicudo, insecto que ataca botones florales; y la lagarta rosada. Como consecuencia, la productividad sigue siendo baja. El método que ha resultado más eficaz hasta ahora contra el bicudo ha sido atraparlo manualmente, siempre que esto se haga al inicio de la ocurrencia de la plaga, lo que supone un monitoreo cuidadoso, el cual no es siempre evidente cuando el área cultivada queda lejos de la vivienda. Este es el principal factor limitante, ya que el área productiva del consorcio algodonero se reduce a un máximo de dos hectáreas, que es el área en la cual una familia logra capturar el insecto manualmente. O sea que mientras no haya una solución agroecológica para controlar mejor el bicudo y la lagarta, la producción del algodón por unidad familiar se va a quedar estancada.

Tecnologías que permiten el aprovechamiento a gran escala pueden representar amenazas

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Para el agronegocio, la principal utilidad del babazú es el aceite obtenido a partir de la castaña, el cual es extraído manualmente por las quebradoras. En ese mercado, Coppalj logra competir, aunque con una producción relativamente baja, gracias al margen de ganancia que puede obtener en el precio de venta del mercado orgánico. Actualmente, la organización está tratando de promover tecnologías más eficaces que el hacha, a fin de que las quebradoras puedan obtener mejores ingresos. Pero si un día surge una máquina eficaz de extracción de castaña en gran escala, los propietarios de grandes babazuales (mil hectáreas o más) bien pueden decidir quebrar el babazú por su propia cuenta. Esta es la razón por la cual Assema siempre asocia el aspecto técnico a la lucha política y jurídica por el libre acceso a los babazuales que crecen en propiedad privada, de donde proviene el 85% de todo el babazú de la Coppalj. Si bien ya ha ganado varias batallas, en forma de leyes municipales, la guerra no se ha ganado todavía: a nivel federal la ley de la propiedad privada continúa en vigor. Otra amenaza es el riesgo de devastación del babazual en estado natural, debido al avance de las plantaciones de soya, maíz, palma africana y eucalipto. La estrategia de Assema consiste en buscar la aprobación de una ley de preservación de los babazuales como áreas de conservación forestal. En resumen, para mejorar la productividad y la seguridad (el hacha es peligrosa), los emprendimientos agroecológicos dependen tanto de avances tecnológicos como de la existencia políticas públicas que den cuenta de estos peculiares requerimientos. Hasta hoy en día no existen, en este contexto, políticas comparables con aquellas que benefician a la agricultura y la industria patronales. Las ONG y los productores necesitan, entonces, recurrir a inversiones propias muy limitadas en volumen, a trabajos conjuntos puntuales con las universidades, y a una serie de ensayos y pruebas de tecnologías de pequeña escala que pueden extenderse por años. Lo mismo sucede con la superación de los cuellos de botella organizacionales, ya que organizar una cooperativa supone calificaciones específicas, para las cuales el soporte, también en este caso, prácticamente no existe.

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SEGUNDA PARTE: Vender sin venderse: lecciones de las tres experiencias

En búsqueda de mercados diferenciados

Lidiar con el mercado para incrementar el factor “ingreso” en la economía familiar Cierta visión de la agroecología busca el máximo de autonomía en relación con el mercado capitalista50. Bajo esa óptica, la familia debería producir dándole prioridad a garantizar una alimentación de buena calidad. No produciría “para el mercado”; tan sólo vendería los eventuales excedentes. La menor dependencia de insumos externos, la solidaridad entre familias, los trabajos comunales y los intercambios contribuirían a minimizar la necesidad de recurrir al mercado. El Estado podría apoyar con financiamientos, incentivos, sistemas de compra garantizada, en fin, desempeñando su rol de redistribución más igualitaria. Mejor aún, los consumidores se unirían a los productores para fijar precios, aislando así el circuito económico capitalista y su lógica de competencia. Los protagonistas de las tres experiencias sistematizadas se inspiran en parte en esa visión. Su práctica, sin embargo, aportó una diferencia fundamental: saben que, quiéranlo o no, la comercialización de la producción agroecológica tiene lugar en el mercado capitalista (ver recuadro abajo “La monetarización creciente de las relaciones económicas”). Sin excluir los otros grandes principios del comportamiento económico (autoconsumo, redistribución y solidaridad), no niegan la fuerza del mercado capitalista y buscan vender, pero sin “venderse”. Teniendo lo anterior en cuenta, el desafío es doble: en primer lugar, enfrentar sin recelos la realidad del mercado, que tiene reglas y exigencias propias para las cuales las ONG y las organizaciones de agricultores en principio no están bien preparadas; y en segundo lugar, lidiar con ese universo vasto

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y complejo, manteniendo los valores éticos, políticos, sociales y ambientales, que son la razón de ser de las ONG y de los movimientos sociales. Además de las dimensiones políticas, sociales y ambientales, que son inseparables de la dimensión económica, es necesario tener en cuenta dos dimensiones más, que serán analizadas al final de este capítulo: la dimensión organizacional, con el desafío de la creación de nuevas configuraciones que vayan en consonancia con los valores proclamados, tales como cooperativas, asociaciones, tiendas de comercio justo, entre otras; y la dimensión de género, esencial para entender la relación de la familia campesina con el mercado. Hemos visto que las experiencias aquí examinadas, más que maximizar la ganancia, buscan la estabilidad, resistencia y resiliencia de los sistemas productivos, con base en la agroecología. Buscan también estabilizar los ingresos a un nivel capaz de liberar a la familia de la descapitalización crónica. Para Marcus Vinicius, de Esplar, en el semiárido es esencial disponer de varias fuentes de ingresos a lo largo del año: “Además del maíz y fríjol en la estación lluviosa, es necesario trabajar con un cultivo rentable (algodón o mamona, por ejemplo) durante la época de estiaje, en el segundo semestre”. Si la cría de animales ha sido tradicionalmente la principal fuente de ingresos en el interior del Nordeste, nos enfocamos aquí en otros componentes de la economía familiar: la actividad agroextractivista (mejorar el ingreso a partir del babazú), la producción alimentaria (producir hortalizas y frutas, no sólo para el consumo propio, sino también para vender) y la agricultura destinada a la generación de ingreso (algodón en Consorcios Agroecológicos). Veremos también en este capítulo que las tres vías de comercialización más prometedoras, de acuerdo con las experiencias estudiadas, han sido la feria local, el comercio justo y el mercado institucional.

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La monetarización creciente de las relaciones económicas La visión de Sabourin51 sobre las prácticas de economía solidaria en el medio rural brasileño concuerda con las experiencias de los protagonistas de las tres experiencias que visitamos. “Por cierto, se puede defender un proyecto renovado de agricultura campesina más autónoma frente al mercado capitalista, menos dependiente de insumos externos, más respetuoso del medio ambiente y de los recursos naturales. Esa postura, políticamente correcta y cada vez más divulgada en la ola del desarrollo sostenible, termina siendo un poco ideológica, además de exigir esfuerzos desproporcionados de parte de los menos dotados y capacitados. Sin embargo, las dificultades asociadas al crédito solidario, al igual que las relacionadas con la inserción de los agricultores familiares en los mercados, tienen que ver con la monetarización creciente de las relaciones económicas y sociales, inclusive en el medio campesino y con la diversificación de las necesidades. No se puede ignorar este problema y negar a los agricultores más pobres el acceso a los más básicos y elementales bienes de consumo o servicios. Caille52, aunque defiende las alternativas anti-utilitaristas, reconoce que la monetarización y la globalización de las relaciones económicas reducen la única perspectiva de la autoproducción. Este es un motivo más para preocuparse por el problema de la distribución de la producción y su valoración económica en los mercados (y no en el mercado)”.

Acceder a los mercados, enfrentarlos y desarrollarlos Para comercializar la producción agroecológica, las diferentes estrategias que observamos pueden ser divididas en tres categorías. La primera, es el “acceso al mercado” stricto sensu, en el sentido de aprovechar las estructuras existentes, sean públicas o privadas. Es el caso de Coppalj, cuando le vende la mayor parte de la producción del aceite de babazú a una fábrica de jabón de su misma región. Es el caso también de familias de Umarizal (RN) que venden pequeñas cantidades de frutas y verduras en un supermercado de la ciudad. En la misma categoría entra también el mercado institucional (venta directa de productos para programas gubernamentales).

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En la segunda categoría, la estrategia consiste más en “enfrentar” el mercado que en el acceso mismo a éste. El ejemplo más claro es de Coppalj en la permanente medición de fuerzas con poderosos intermediarios de castaña de babazú. La estrategia de la cooperativa agroextractora siempre fue la de forzar el aumento del precio de la castaña, obligando a los intermediarios a hacer lo mismo. En el tercer caso, la estrategia consiste más en desarrollar mercados que aún son inexistentes o que existen en forma embrionaria. Ya que los mercados existentes no permiten obtener buenos ingresos, el juego consiste en crear un mercado diferenciado, valorizando el producto (atribuyéndole un valor social y ambiental a las hortalizas, al aceite de babazú y al algodón) e intentando estabilizar el valor a un nivel elevado. Se trata, por lo tanto, de desarrollar espacios económicos hasta entonces inexistentes en la región, con una diferenciación, sea palpable (puestos de productos orgánicos en la feria) o no (certificación formal o informal del algodón y del aceite de babazú para el comercio justo).

Evitar los mercados convencionales y los intermediarios En términos generales, en las tres experiencias de comercialización se evita lidiar con los mercados convencionales, donde los productores agroecológicos y las organizaciones que los apoyan no tienen prácticamente ningún poder para determinar los precios. Esos mercados de maíz, fríjol, algodón, aceites vegetales, animales, etc. son también muy inestables. Los precios varían en función de la época (cosecha o entre cosechas), del clima (sequía, exceso de lluvias), de las fluctuaciones del mercado nacional e internacional (materias primas con cotización en bolsa), así como de las prioridades y políticas agrícolas del momento... La Adec no tendría cómo competir en el mercado internacional del algodón, una materia prima cotizada en la bolsa de Chicago, donde el valor es muy inferior al del algodón orgánico. De la misma manera, para la fábrica de jabón común de Pedreiras (MA), da lo mismo si el aceite de babazú es orgánico o no. El precio pagado a Coppalj corresponde al valor del aceite en la bolsa de Sao Paulo en el día de la transacción, vale decir, un

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tercio del valor ofrecido en los mercados de comercio justo. Es por esto que Coppalj procura aumentar la venta de aceite a empresas de cosméticos del mercado justo, que es más estable y financieramente más interesante. A pesar de los esfuerzos, en las tres regiones aquí destacadas, los mercados convencionales y los intermediarios continúan teniendo un peso bastante fuerte en las cadenas productivas trabajadas por las ONG (algodón, babazú) y, más aún, fuera de ellas. “La sandía va directamente al supermercado y buena parte del coco es comprado por los intermediaros”, observa Joseilton, coordinador del PAAF (Programa de Apoyo a Agricultura Familiar) de Diaconía. Algunos productos de la agricultura familiar abastecen los supermercados de la región; otros, como el marañón, son vendidos a medianas y grandes empresas especializadas en el beneficio de la producción. Sería un error considerar la presencia de los intermediarios como algo aberrante o irracional. Por el contrario, hay buenas razones para que el agricultor familiar les continúe vendiendo a esos intermediarios a pesar de que le pagan mal porque pagan de inmediato y le ahorran al agricultor el desplazamiento a la ciudad. Los técnicos del equipo de campo de Diaconía en Umarizal conocen esto muy bien. “Los depósitos esperan la llegada del agricultor, pero los intermediarios se desplazan hasta donde están las comunidades. El intermediario se mantiene como un eslabón fuerte porque las personas están acostumbradas a vender los productos sin salir de casa.” El agricultor acepta el bajo precio a cambio de los esfuerzos y las incertidumbres que le representa la comercialización. Esto fue precisamente lo que ocurrió en 2007, en el primer año de comercialización del algodón orgánico en Rio Grande do Norte, cuando algunas familias vendieron directamente su cosecha a los intermediarios. Diaconía, aunque prometiera un valor dos veces mayor, no tenía cómo pagarles a la hora de la entrega. O sea que, además del precio, factores

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como la necesidad inmediata, la confianza y la mayor o menor conciencia política también entran en juego (ver recuadro abajo).

“Eliminar al intermediario?” ¿Qué es lo que sabe el intermediario que el agricultor no? Es común escuchar, en la esfera no gubernamental, una retórica de lucha radical en contra de los intermediarios, considerados como enemigos absolutos que deberían ser “eliminados” del mercado. Sin embargo, a juzgar por los resultados, atrincherarse en la buena conciencia y emprender una guerra de palabras no ha servido de mucho. Mejor sería empezar por entender la función del intermediario y los conocimientos que él tiene, en los que radica su fuerza. Ricardo Abramovay, en su estudio “Mercados del Emprendimiento de Pequeña Escala en Brasil53, da una primera pista al afirmar que las relaciones entre productores e intermediarios son “mantenidas como forma de reducir el riesgo y la incertidumbre de los productores, aunque esa relación sea desventajosa para ellos”. Como resultado, “la gran mayoría de los agricultores venden sus productos a intermediarios y participan muy poco en la determinación de sus precios”. Y esto ocurre “inclusive en regiones donde hay asociaciones de productores”, ya que “el asociarse, por sí mismo, no garantiza la ruptura con las formas tradicionales de comercialización. Esto ocurre porque la cooperación, aunque sea una acción necesaria para mejorar la capacidad de inserción en el mercado, no es suficiente, pues puede estar simplemente reproduciendo las mismas estructuras de relaciones que había anteriormente”. Éste es el caso, por ejemplo, en los asentados en la Zona da Mata en su relación de dependencia con productores de caña.

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Un excelente artículo de Ricardo Costa, escrito con ocasión del I Encuentro Nacional de Agroecología54, ayuda a entender las razones de la omnipresencia de los intermediarios y por qué es tan difícil suplantarlos. El autor parte del siguiente principio: para que los agricultores familiares desarrollen la autonomía en la comercialización de la producción “uno de los pocos caminos es (…) crear un proceso de venta colectiva”. Ahora bien, “las organizaciones de agricultores familiares tienen larga experiencia en lidiar colectivamente con cuestiones de orden político (…) ya en las actividades económicas los agricultores familiares tienden a actuar individualmente.” A partir de ahí, el autor plantea dos grandes temas relacionados para el debate, respectivamente: las prácticas necesarias para vender y las relaciones que deben establecerse entre asociados. A continuación, hace una pregunta que nos interesa particularmente aquí: “¿Cuáles son los conocimientos que el intermediario tiene que nosotros no tenemos?”. En seguida se presenta la síntesis de las respuestas del autor. El conocimiento de la región “El intermediario conoce a cada productor, sabe dónde vive, cuánto produce y la calidad de su producción. (...) Es mucho más grande el número de asociaciones/cooperativas que no tienen ese conocimiento respecto a sus propios asociados. El intermediario sabe más sobre las organizaciones que ellas mismas!” El conocimiento de los precios y su comportamiento “Cuando el intermediario sale a comprar su mercancía, sabe de antemano cuál es el precio que puede pagar a los productores, porque tiene la información del precio al cual va a

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conseguir vender (…). Él está en constante contacto con sus compradores, busca informaciones sobre las cosechas, hace llamadas telefónicas, es decir, se mantiene informado”. Por otro lado, “muchos productores no conocen el valor real de sus productos”. El conocimiento de los compradores “Él sabe quiénes son y dónde están sus compradores. La pregunta que se plantea es: ¿Cómo él acumuló ese conocimiento? La respuesta es sólo una: viajando. Solamente es posible conocer el mercado saliendo a buscarlo. Sólo se aprende a vender vendiendo. (…) Aquí reside la inversión que debe ser hecha en forma colectiva: unos pocos productores que hagan viajes para conocer dónde están los compradores regresarán con información útil para todos los demás.” La importancia de la información “Lo que primero circula son las informaciones. No se mueve un producto sin antes tener la información sobre precio, flete, cantidades que cada productor tiene para vender, la cantidad que el comprador desea adquirir, etc. El producto sólo se desplaza al final…” El mito del camión “Existen muchos intermediarios que (...) trabajan con camiones de terceros. La ganancia del intermediario no está en el flete sino en la diferencia entre los precios que paga y los que recibe. (…) Él sabe que el camión parado genera pérdida, que tiene costos fijos elevados y los riesgos propios de cualquier vehículo, como accidentes y averías.

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El mito del capital de giro “Qué es lo que motiva a una asociación cuando ésta se preocupa por perfeccionar sus métodos de comercialización? Si el objetivo es simplemente mejorar los precios de venta, entonces sí es necesario conseguir capital de giro para financiar las compras. Si fuése sólo eso, la asociación no sería más que otro intermediario. Sin embargo, si la motivación es la de superar la dependencia, lo que se busca es apropiarse de los conocimientos necesarios para conducir de manera autónoma sus procesos de comercialización; ahí el capital de giro pasa a tener una importancia secundaria. (…) Es sólo a partir de la práctica concreta del comercio que los agricultores familiares van a descubrir una serie de derechos que poseen.”

Buscar mercados diferenciados Las tres experiencias intentan, de hecho, evitar los mercados convencionales y focalizan sus esfuerzos en tres mercados diferenciados: la feria orgánica local (Diaconía), el mercado internacional justo (Esplar y Assema) y la compra gubernamental garantizada (Diaconía). Las demás opciones pueden servir, bien sea como complemento (venta de verduras de puerta en puerta en la comunidad o en la ciudad o en el supermercado local, entrega de pequeñas cantidades de aceite de babazú en el mercado de comercio justo nacional). Pueden también representar la única alternativa en el momento (la mayor parte del aceite de babazú es vendida a la industria local). O incluso, pueden ser consideradas como intentos fallidos sobre los cuales todavía es necesario reflexionar (la tienda de Assema en São Luis). Por lo pronto, vamos a concentrar nuestra atención en la feria orgánica, en el mercado justo y en la compra garantizada. En estos tres mercados, los productores, además de valorar su producto, garantizar y estabilizar el precio, procuraron minimizar la competencia. Por ejemplo, los productores agroecológicos de Umarizal acuerdan entre ellos un precio único para las hortalizas orgánicas en el inicio de cada feria. En Ceará, el precio del algodón está garantizado por el principal

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comprador mediante contratos de tres años de duración y, en Maranhão, Coppalj intenta aprovechar su posición de única productora mundial de aceite orgánico de babazú. El ingreso a esos tres mercados diferenciados les permitió a agricultores familiares salir de la pobreza y ganar un poco más. Pero el principal factor, en términos de sostenibilidad, tal vez sea la estabilidad de esos nuevos mercados. La casi total certeza de poder vender el producto en los días, meses y años siguientes por un valor razonable, hace que se abra un nuevo horizonte económico y así la existencia resulta menos incierta para las familias y las comunidades. Cuando el futuro a mediano y largo plazo pasa a existir, adquiere sentido planificar la producción, y se vuelve factible arriesgarse más, contratar un crédito, invertir en la propiedad y en la casa. La principal diferencia entre esos tres mercados radica en su grado de complejidad. Es más fácil para una asociación de agricultores incentivar el cultivo de hortalizas y crear una feria orgánica, que lidiar con Consorcios Agroecológicos, máquinas pesadas y con el mercado internacional. Aún así, no se debe subestimar la dificultad de crear una “simple” feria. De modo general, desarrollar un nuevo mercado, por más local que sea, toma varios años. Un tiempo generalmente más largo que el ritmo electoral de cuatro años que establece las pautas en casi todas las políticas gubernamentales. Por ello, aunque el peso relativo de los gobiernos municipales, estatales y federal sea importante, los nuevos emprendimientos no deben depender únicamente de los apoyos públicos. Además de eso, aquí también es necesario buscar la diversificación, esta vez de los compradores. Ésta es una de las reglas básicas de la sostenibilidad en la comercialización, la cual no siempre es respetada. Por ejemplo, los agricultores de Umarizal, atraídos por los precios y la facilidad de entrega al programa gubernamental de compra directa, dejaron por un tiempo de priorizar la feria orgánica, con lo cual ésta llegó a debilitarse peligrosamente. Por un lado, no se puede contar ciegamente con el Estado. Por el otro, sin embargo, el mercado capitalista posee reglas propias, de las cuales es difícil escapar. La competencia es una de ellas, y no puede ser abolida por decreto. Hablaremos de esto más adelante.

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Los distintos mercados para la agricultura familiar en Brasil Continuando con el estudio para Cepal anteriormente citado55, Ricardo Abramovay hace un “Resumen de la importancia relativa de los distintos mercados y puntos de venta (formal e informal) para productores familiares (ferias, supermercados, agroindustria)”. He aquí su síntesis: ? “Las experiencias de intervenciones de mayor éxito son las que tienen el carácter sistemático, es decir, adoptan acciones que buscan coordinar todo el sistema productivo dentro y fuera de su cancha. Además, el aumento de poder de trueque con la unión de los productores se une a la estrategia de fuga hacia mercados diferenciados”. Entre los ejemplos citados figuran los agricultores de Capanema, en el Estado de Paraná. Integrados al mercado por medio de cooperativas y agroindustrias e inclusive, produciendo materia prima (commodities), hicieron la transición a labranzas orgánicas y al procesamiento de los productos. Abramovay cita también la experiencia de Esplar, con el algodón, y resalta la importancia de estimular la “organización de los agricultores y el aumento de la escala de producción”. ? Las ferias representan modos de inserción al mercado de los agricultores más pobres, de dos formas: “un circuito más largo incluye la figura del mayorista y del que vende en ferias, en general en plazas de mercado más grandes. La otra se refiere a circuitos más cortos en las que el propio agricultor comercializa pequeñas cantidades de sus productos”. ? El comercio minorista en el sector de alimentos ha aumentado en Brasil. Ese “comercio de proximidad”, por medio de las bodegas de barrios, refleja una posibilidad de inserción para los productores pobres.” ? Los grandes supermercados, que también crecieron demasiado a través de un movimiento

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de fusiones y adquisiciones, cumplen muchos requisitos de “transporte propio, calidad, puntualidad y sobre todo precio (…) En el caso de legumbres y frutas, la necesidad de volumen de producción y la falta de organización limitan mucho la participación de los productores más pobres.” Otro limitante es la exigencia de comprobante fiscal. ? De esta forma, “la producción de los más pobres está prácticamente destinada a los mercados locales y centrales de abastecimiento.” ? “Muchos de los agricultores familiares están integrados a la agroindustria, principalmente en el caso de los productores de soya, aves, porcinos y tabaco. Si, por un lado, la integración facilita la comercialización, una remuneración más estable y la ascensión a grupos de ingreso más elevados; por el otro, la gran especialización y reducción de autonomía generan una serie de conflictos que terminan por excluir a los productores más pobres, de los grupos sociales C y D. En la agroindustria artesanal una limitación importante es la ausencia de legislación sanitaria adecuada a la producción de pequeña escala. Otras dificultades son la exigencia de regularidad de oferta, además de la falta de organización y de capacitación. ? “La inserción de los productores al mercado externo ya presupone un grado mayor de coordinación frente a la burocracia involucrada en la exportación. La necesidad de información sobre las reglas y controles que rigen los diferentes mercados, tanto arancelarias (tales como impuestos, tasas, etc.) como no arancelarias (ej. el cumplimiento de requisitos sanitarios y control de calidad) trasciende los límites de las relaciones personales en las que se enmarca buena parte de las experiencias ya realizadas”.

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Foco en tres mercados: orgánico, institucional y justo

El mercado local de las ferias orgánicas En la feria libre de Umarizal, así como en muchas ferias del semiárido, la casi totalidad de los productos comercializados viene de grandes polos de agricultura irrigada, en particular aquellos situados en la ribera del río São Francisco. Los comerciantes que venden en la feria son simples intermediarios, no agricultores. Es verdad que debido al clima, en teoría, es mucho más difícil producir y abastecer una feria del Sertão durante todo el año. En la región de Umarizal, sin embargo, Diaconía ha hecho importantes inversiones en tecnologías de almacenamiento de agua, construyendo así la base que permitió el florecimiento de varias ferias orgánicas en esa parte muy seca del estado de Rio Grande do Norte. Sin embargo, si bien el agua es condición necesaria, no es suficiente. Neto, presidente de la Asociación de Agricultores y Agricultoras del Oeste Verde (AAOEV) explica por qué pasaron cinco años entre las primeras discusiones sobre comercialización de la producción y el establecimiento de la feria de Umarizal, en 2004. “Los agricultores innovadores estaban produciendo cada vez más. Fue de ahí que surgieron las primeras discusiones en 1999. AAOEV fue creada en 2002 con el apoyo de Diaconía, con el objetivo de comercializar la producción. Continuamos dos años más vendiendo en las comunidades y en la ciudad, de puerta en puerta, para no vender a los intermediarios que compraban por la mitad del precio. No se sabía cómo hacer para crear una feria. Teníamos muchas dudas: si había condiciones, si la producción era suficiente… Debíamos también proveer toda la infraestructura: puestos de venta, balanza, bolsas, carteles, transporte, hacer la respectiva divulgación…”

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Diaconía, con el apoyo financiero de Oxfam, acompañó todo el proceso, el cual incluyó un estudio de mercado, que mostró que la mayoría de las frutas y hortalizas comercializadas en la región venían de Petrolina, en la margen del río São Franciso, e indicó que los productos orgánicos cultivados localmente serían muy bien aceptados, siempre que su precio no fuera prohibitivo. Este estudio sirvió también para alentar y movilizar a un mayor número de familias de productores, de modo que la primera feria acabó siendo creada en Umarizal, en 2004. Hoy en día funcionan diez ferias en todo el estado de Rio Grande do Norte, de las cuales cuatro son iniciativa de los agricultores apoyados por Diaconía. En las tres principales, 27 familias oriundas de 17 comunidades venden semanalmente hortalizas, frutas, huevos, quesos y tortas. Una rápida encuesta al inicio de cada feria indica el valor de los productos el mismo día. Por ejemplo, la lechuga puede costar entre 30 y 65 centavos dependiendo de la época del año. De esta forma, el precio de las hortalizas orgánicas es siempre el mismo que el de las hortalizas comunes. La diferencia es que, en el caso del producto orgánico, una vez fijado el precio, éste no varía entre el inicio y el final de la feria. El ingreso bruto promedio por familia es del orden de R$ 400,00 por mes, sólo con la feria. Puede parecer poco comparando con las ferias orgánicas de las grandes ciudades (ver recuadro abajo), pero Joseílton, coordinador del programa de agricultura familiar de Diaconía, recuerda que esos emprendimientos son “muy diferentes a la feria agroecológica de una capital como Recife, donde ésta tiene espacio propio y una demanda por productos agroecológicos mucho mayor que en un pequeño pueblo del interior.” En efecto, en el sertão de Rio Grande, las ferias orgánicas se llevan a cabo como parte de las ferias libres, de modo que “la clientela no es de los grupos sociales A o B, como en Recife. En los pueblos, todo el mundo frecuenta la feria libre”. Los agricultores agroecológicos se diferencian de otros comerciantes solo porque ocupan un espacio aparte dentro de la feria y por los carteles que indican el carácter orgánico de la producción. Uno de los aspectos resaltados por Diaconía es la manera como se usó la feria para atraer a los cultivadores de tabaco de la región.

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“Hay más o menos cien productores de tabaco en la margen del río Umarí. El tabaco es un monocultivo que agota los suelos, utiliza grandes cantidades de agua y de sustancias tóxicas. Si bien es un producto bastante rendidor, tiene costos muy elevados. Los agricultores agroecológicos que venden en las ferias están sirviendo como ejemplo, lo que ha hecho que cada vez más personas estén dejando de producir tabaco. Si bien el tabaco da buenas ganancias durante el primer año, las cosas se complican en el segundo año, cuando el productor debe empezar a pagar el préstamo adquirido por el material de irrigación.” Hoy en día es más ventajoso vender hortalizas en la feria, producidas con costos relativamente bajos, que plantar y vender tabaco para Souza Cruz. Es menos engorroso, no genera la dependencia típica de la relación de integración con una gran empresa, la ganancia es mayor, más saludable y, con la consolidación de la feria, el ingreso pasó a ser tan seguro como el del tabaco: “Los productores siempre venden todo lo que llevan a la feria.” Aunque en una escala pequeña la experiencia muestra que para los productores agroecológicos, inclusive aquellos que viven en los lugares más remotos del Sertao, es posible mejorar en corto tiempo. Se presentan, sin embargo, señales de saturación de los productos de ciclo más rápido, como el culantro y la lechuga, que tienden a predominar en perjuicio de la diversidad de los productos. Esas dificultades tienen que ver con el rápido crecimiento del número de asociados y la fragilidad de AAOEV, la asociación de los productores. Esa asociación continúa siendo muy dependiente de Diaconía, en particular en cuanto a la organización de las reuniones y al transporte. Es cierto que no es fácil reunir agricultores de tres municipios, dispersos en 17 comunidades rurales muy distantes entre sí, en una región donde el transporte público es prácticamente inexistente. Esto es difícil, aunque indispensable, ya que hay mucho que discutir: la planificación de la producción para diversificar la oferta, el beneficio de las frutas, el régimen interno de la asociación, etc. En este último aspecto, por ejemplo, falta establecer las reglas que impidan la recurrencia de situaciones poco éticas entre los asociados. Alguien que

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dispone de mejor infraestructura de irrigación y tiene mayor capacidad de producción, decide vender lechugas a bajo precio a intermediarios que las revenden en la feria. Es decir, están surgiendo casos de competencia desleal entre quienes producen a gran escala y los productores orgánicos que sólo disponen de la parcela que tienen en su propia casa. Si la asociación no interfiere, la regulación va a ser hecha por el mercado, en detrimento de los más pobres.

La consolidación de las ferias agroecológicas es fruto de años de experimentación, reflexión y organización Las ferias de Rio Grande do Norte se inspiraron en buena parte en ferias más antiguas promovidas por el Centro Sabiá de Pernambuco. Una publicación de Sabiá56 cuenta la historia y hace el balance de diez años de ferias en Pernambuco, estado pionero que ya contaba, en 2006, con 25 ferias o “espacios agroecológicos”, entre el litoral y el Sertão profundo. Las tres primeras ferias surgieron en 1997, primero en Umarí y Gravatá, en el Agreste, y luego en la capital, Recife. Tomando prestados mostradores de la feria dominical tradicional, diez agricultores de Umarí iniciaron la venta de productos agroecológicos durante una semana. “Al inicio, se sentían incómodos, esperando a los compradores. (...) Las personas de la comunidad no entendían la diferencia entre los productos de aquel grupo y los otros de la feria tradicional. La comunidad tardó mucho en entender”. Varios problemas fueron identificados al inicio, tales como la debilidad en la divulgación, la disparidad de precios que ofrecían los productores o la limitada producción. Después de una evaluación de las tres ferias del estado de Pernambuco, se decidió incorporar cultivos de ciclo corto en las experiencias agroforestales, favorecer intercambios entre experiencias y crear una organización específica para la comercialización. Se constató también que los sindicatos de

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trabajadores rurales no tenían cómo asumir el rol de promotores de la feria. Además, la asesoría fortaleció su actuación en la planificación de la producción. Relaciones difíciles con la alcaldía y movilización de los consumidores. En Recife fue necesario tener en cuenta, desde el inicio, la ley municipal que prohíbe la realización de ferias en parques públicos. En la tercera feria, cuando venció el plazo de la autorización provisional, la policía intervino para impedir la comercialización. El hecho más interesante fue que “los consumidores se movilizaron e impidieron la acción policial”. O sea que al inicio, a pesar de que el “Espacio Agroecológico” no contaba con el apoyo de la Alcaldía, sí contó con el apoyo decidido de los clientes. A partir de 2000, con el cambio de administración municipal, se logró el apoyo efectivo de la alcaldía, especialmente en los aspectos de seguridad, organización del tránsito y divulgación de la feria. Sin embargo, Sabiá advierte que, “es necesario mantener un diálogo constante con la alcaldía”, ya que los cambios del personal responsable en las secretarías municipales generan siempre nuevos desafíos. En 1999, “las relaciones de solidaridad entre consumidores y agricultores permitieron el desarrollado de la experiencia del “Crédito Solidario”, que consistía en el pago anticipado de los productos “generando créditos que eran descontados a medida que se realizaban las ferias”. Gracias a este sistema, varios agricultores pudieron adquirir el material de comercialización (puestos de venta, rejas, etc.). En el año 2000, cuando los consumidores fueron encuestados, las principales preocupaciones giraban en torno a la calidad irregular de la atención, la poca oferta de productos, la suciedad de la feria y el precio de los productos.

? La consolidación de la feria: capacitación, régimen interno y manual de certificación. Después de la encuesta hubo una capacitación para “tratar con el cliente, aprender a conversar y tener cuidado con la higiene”. Se cuidó más la apariencia de los agricultores y de los puestos de venta, los cuales fueron estandarizados. Al finalizar cada feria había reuniones, además de otros encuentros donde se discutían los problemas. Las decisiones

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más importantes eran registradas en actas, facilitando así la “organización de un documento único que se convirtió en el Reglamento Interno del Espacio Agroecológico.” Este reglamento establece, entre otros aspectos, la política de precios y la creación de un fundo de feria alimentado por una tasa de adhesión y una tasa semanal, el cual es utilizado para invertir en el mejoramiento de la feria, pagar el transporte, además de facilitar pequeños préstamos y apoyos de emergencia. Con en ese mismo espíritu de organización, una comisión elaboró un manual de certificación. En los primeros años, Sabiá participaba activamente en las reuniones. Su participación fue disminuyendo hasta que los agricultores asumieron plenamente la coordinación de la feria. Hoy, sólo en “momentos críticos, se le solicita a la entidad una mayor participación.” ? Los resultados alcanzados por las ferias agroecológicas se dieron en términos de: seguridad alimentaria; cambios significativos en la alimentación y la salud de los agricultores; planificación de las unidades familiares para garantizar una oferta más estable; ingreso semanal de dinero, lo que trajo también momentos de ocio para las familias, control del dinero por parte de mujeres y jóvenes, además de los hombres; cambios en las relaciones de género debido a los cambios impulsados por mujeres en los sistemas de producción; profesionalización de su trabajo integrando responsabilidades como agricultores y como comerciantes. El éxito de las ferias pioneras, junto con los conocimientos acumulados generaron también la multiplicación de iniciativas en Recife, en otros municipios pernambucanos y otros estados del nordeste. ? El ingreso obtenido con la feria es muy distinto en la capital y en el interior. Una investigación realizada en agosto y septiembre de 2003 en Recife y Serra Talhada indica cuál es el ingreso de las familias que venden sus productos en una feria agroecológica semanal; muestra también una considerable diferencia de ingreso entre Serra Talhada, ciudad mediana del Sertão de Pernambuco, y Recife, la capital del mismo Estado. Dicha investigación se resume en la Tabla No. 1 a continuación.

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Tabla No. 1: Ingreso de los agricultores familiares en las ferias agroecológicas de Recife y Serra Talhada57 En R$ de 2003) (US$1=R1,75 em febrero de 2008)

Ingreso bruto (2 meses)

Transporte (2 meses)

Otros gastos (2 meses)

Ingreso líquido mensual

RECIFE

Familia de mayor ingreso Familia de menor ingreso Promedio de las familias

2.860

200

78

1291

1.030

320

85

312

2.542

356

91

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SERRA TALHADA

Familia de mayor ingreso Familia de menor ingreso Promedio de las familias

2.860

200

78

1291

1.030

320

85

312

2.542

356

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El mercado institucional Sabourin58 define los mercados institucionales como: “instrumentos con los cuales el Estado, a través de la administración pública, puede decidir priorizar la compra de bienes o servicios producidos [por los] emprendimientos [solidarios], eventualmente con precios mínimos garantizados. Este mecanismo protege este tipo de emprendimientos de la competencia del mercado capitalista; tiene la ventaja adicional de operar en varios niveles del Estado y poder ser administrado de manera descentralizada: a escala municipal (merienda escolar, nidos, mobiliario escolar); a escala estatal (hospitales,

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colegios, administración y empresas estatales); y a escala federal (mercados de administración federal y de la regulación de reservas (stocks)”. El gobierno de Lula creó el Programa de Adquisición Anticipada de Alimentos (PAA), un tipo de mercado institucional que, para Sabourin, “se convirtió en el mejor instrumento de apoyo a los agricultores familiares más pobres59 en el marco del Programa Hambre Cero”. La forma como se concretó el PAA en Umarizal (RN) confirma en parte esa evaluación, pero muestra también los límites del PAA y los riesgos de la interferencia de ese programa gubernamental en las ferias agroecológicas. En Rio Grande do Norte, donde el PAA se denomina “Compra Garantizada”, los productos adquiridos por el gobierno - miel, raíces, carne, queso, tortas y, principalmente, productos de huerta (frutas y verduras) - complementan la merienda escolar y las comidas de centros de ancianos, nidos y organizaciones de beneficencia en general. En Umarizal, más de la mitad de los diez mil habitantes de la ciudad ha sido beneficiada por el programa. El principio del PAA es simple: las organizaciones previamente catastradas van a buscar los productos hasta el lugar donde los productores los entregan. El valor total de las mercancías no puede sobrepasar los R$3.800 (US$ 2,170.00) por familia de productor. El Consejo Municipal de Desarrollo Rural (CMDR) selecciona los beneficiarios y responde por el control social de todo el proceso. La Emater Empresa de Assistência Técnica e Extensão Rural, se encarga de la logística, empadrona a los productores y emite las facturas, que son pagadas dos días después de la entrega. Este consejo investiga también los precios en el mercado para determinar los que tendrán los productos. En términos generales, el mejor precio sirve de referencia, lo que representa un atractivo muy fuerte para el productor. Por ejemplo, en 2006, el kilo de miel, vendido por R$5,00 (US$2,85) en la feria, era comprado por R$9,00 (US$2,85) por el PAA. En Umarizal, en ese mismo año, 150 productores se registraron en el catastro. El valor total disponible para pagar los productos era de R$180 mil. (US$103,000.00).

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El programa reúne todas las condiciones para ser un éxito, ya que funciona con la lógica del winwin, vale decir, donde todos ganan; hace circular dinero en el municipio; estimula la economía local y es menos exigente que los supermercados en cuanto a la cantidad y frecuencia de entrega de la producción. “El PAA adquiere productos de estación, garantiza el pago y paga mejor”, resume un técnico de Emater. Y para la asociación de productores, “es bueno tener una forma más de comercialización”. Lamentablemente, “la mejor política de Hambre Cero”, en su modalidad estatal, es sensible a la mala gestión y a la politiquería, particularmente en años electorales60. Se dieron casos de familias que lograron empadronar a más de una persona y hubo también presiones políticas sobre Emater para incluir familiares que no respondían a los criterios, pasando por encima del CMDR, que en teoría es el consejo encargado del empadronamiento. Al final, los R$180 mil inicialmente previstos para el año 2006 fueron insuficientes; algunos productores recibieron su pago con varios meses de retraso, hecho que generó demoras en la liberación del presupuesto del PAA para 2007. Existe otra versión del PAA, en la cual la Compañía Nacional de Abastecimiento (CONAB) prescinde de los intermediarios. En este caso, es la asociación de agricultores o la cooperativa la que se encarga de la logística de entrega a las entidades beneficiadas. La AAOEV de la región de Umarizal podría aplicar para realizar esta función, pero su presidente admite que la institución “aún no está lo suficientemente organizada para asumir este encargo”. Hemos visto que las políticas asistenciales del programa federal Hambre Cero, así como el Bolsa Familia, tienen efectos tanto positivos (al inyectar dinero en la economía local incentivan el consumo y desaceleran el éxodo rural) como negativos (desestimulan la producción y favorecen la compra en los supermercados) sobre la comercialización. En comparación, una política como el PAA, si es bien administrada, parece de hecho más sostenible. Por lo menos, esto es lo que demuestran los procesos de adquisición y redistribución de alimentos en Caraúbas y Lucrecia, municipios vecinos de Umarizal donde el PAA transcurrió sin mayores incidentes.

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Resta decir que el presupuesto del Bolsa Familia es muchas veces superior al del PAA. Según Marcus Vinicius, de Esplar, a pesar de las ventajas presentadas, es poco probable que esa política avance significativamente, debido a presiones internacionales: “El PAA es fundamental, pero si el monto de dinero que maneja llegara a aumentar, la Organización Mundial del Comercio lo frenaría. La OMC no admite políticas exclusivas que prioricen a un sector específico. Incluso en el ámbito nacional, si el PAA llegara a crecer, seguramente tendríamos un fuerte conflicto de intereses con el agronegocio”. Otro aspecto a mencionar es que el PAA es muy sensible a los vaivenes políticos (cambios de equipo de gobierno) y a la coyuntura político-administrativa (funciona razonablemente en Rio Grande do Norte y bastante mal en Ceará). En Umarizal, a pesar de las advertencias de Diaconía en cuanto a la volatilidad de los programas gubernamentales, el llamado del dinero ha sido más fuerte y reveló potenciales efectos negativos de ese programa. Varias familias dejaron de suministrar productos a la feria semanal para vender su producción al PAA, poniendo en jaque la buena atención y la fidelidad del consumidor en la feria orgánica. Al descuidar la diversidad, calidad y regularidad del suministro pusieron en riesgo la sostenibilidad de la feria. Además, el episodio muestra que si el término “diversificar los mercados” parece sensato, conlleva también desafíos organizacionales. ¿Cómo producir colectivamente para varios mercados (PAA, feria, puerta a puerta, supermercado, tienda propia) que tienen ritmos, lógicas y exigencias diferentes? Quienes deberían responder a esa pregunta son las asociaciones de productores como AAOEV, que tendrán cada vez mayores exigencias en términos de planificación de la producción, profesionalización de la comercialización y, en general, la administración de negocios, como lo muestra claramente la historia de las ferias agroecológicas en Pernambuco (ver recuadro arriba).

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El comercio justo del algodón Como se mencionó anteriormente, los Consorcios Agroecológicos de Esplar involucran entre tres y seis cultivos diferentes, agrupados en tres componentes: alimentario (maíz, fríjol, sandía, ajonjolí), ambiental (nim) e ingresos (ajonjolí, algodón). Desde los primeros experimentos en 1990, el algodón ha sido la estrella del consorcio. Pero debieron pasar catorce años antes de conseguir que el crecimiento de la producción encontrara una base firme, gracias al ingreso al comercio justo en 2004.

¿Qué es el comercio justo? Los primeros contactos del personal de Ceará con empresas de comercio justo ocurrieron en el local de producción y beneficio del algodón en Tauá, con dos empresas francesas, Veja y Alter Eco. Si bien fue Veja la que acabó cerrando un contrato con Adec, las dos empresas tienen mucho en común. Los agricultores todavía recuerdan la forma didáctica y transparente que Tristan Lecomte, de Alter Eco les presentó la cadena del algodón. Lecomte, además de ser empresario, es el autor de un libro sobre comercio justo61, del cual hemos extraído buena parte de la presentación que sigue a continuación. El comercio justo plantea que el comercio convencional es injusto, especialmente en relación con los pequeños productores de los países en desarrollo. Las causas de esa desigualdad son de dos tipos: hay factores locales (pobreza y aislamiento de los pequeños productores, precios bajos, poder de los intermediarios, mercados mal organizados, monopolios) y factores internacionales ligados a la organización del comercio mundial y a las condiciones desfavorables de intercambio entre el Norte y el Sur (precios bajos, fuertes variaciones de valor de las materias primas y de las tasas de cambio).

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Con base en este análisis, Lecomte define el comercio justo como una práctica que consiste en: “trabajar prioritariamente con los productores menos favorecidos, incentivando su desarrollo autónomo y sostenible a través de condiciones comerciales ventajosas, como la garantía del precio de compra, el contrato de largo plazo, la prefinanciación, la asignación de un incentivo de desarrollo, etc.” Uno de los supuestos básicos del comercio justo es que la mejor manera de ayudar a las familias a vivir con dignidad “pasa por el desarrollo económico y la justa remuneración de los actores involucrados en la cadena de agregación de valor”. Su objetivo sería entonces “el desarrollo local de los pequeños productores”, así como “la regulación de los mercados internacionales, el desarrollo de normas y una certificación social internacional”. En realidad, en el comercio justo hay dos grandes tendencias. La primera, más crítica frente al sistema capitalista, “circunscribe el comercio justo a un circuito alternativo especializado”. La segunda exige “ajustes en el proceso de generación de valor propio del sistema liberal”, absteniéndose de criticar sus fundamentos, y “propone la integración de los productos del comercio justo en los circuitos convencionales de distribución62.” Finalmente, Lecomte resalta que el comercio justo se inspiró en temáticas del desarrollo sostenible en sus cuatro dimensiones: económica (valorizar los productos, intensificar y diversificar los cultivos), social (remuneración suficiente para poder vivir dignamente en términos de nutrición, salud y educación), ambiental (agricultura orgánica, coherencia ambiental de la cadena productiva) y cultural (valoración de las culturas tradicionales).

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Los criterios de “exigencia” y “progreso” del comercio justo Veja Fair Trade, principal comprador de algodón orgánico de ADEC, es miembro de la Plataforma Francesa de Comercio Justo (PFCE), la cual define dos series de criterios para sus afiliadas63. A) Los criterios de “exigencia”, obligatorios para todas las organizaciones de comercio justo. 1. Solidario: trabajar prioritariamente con los productores menos favorecidos en forma solidaria y sostenible. 2. Directo: evitar los intermediarios para maximizar la ganancia del productor. 3. Justo: el precio de compra es calculado de modo que el productor pueda gozar de un ingreso digno, a la vez que garantizar la aplicación de determinados criterios sociales y ambientales. 4. Transparente: presentar todas las informaciones sobre el producto y el ciclo de comercialización. 5. Cualitativo: valorar los saberes tradicionales y el uso de insumos naturales. B) Los criterios de “progreso”, aplicados de acuerdo con las fases de desarrollo de la actividad económica. 1. Favorecer a organizaciones participativas, que no discriminan y respetan la libertad de expresión. 2. Eliminar el trabajo infantil, tolerado sólo si es transitorio o si está asociado a la escolarización o a la formación profesional. 3. Garantizar salarios y condiciones de trabajo decentes para los asalariados. 4. Incentivar la autonomía de los productores, diversificando las opciones de comercialización, en particular en el mercado local. 5. Compromiso de los actores con su entorno económico, social y ambiental: grandes avances en la región de Tauá a raíz del ingreso al Comercio Justo.

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Grandes avances en la región de Tauá a raíz del ingreso al Comercio Justo. La historia del algodón orgánico en Ceará empieza en 1990 con “el Grupo de Investigación del Algodón”, conformado por dos técnicos de Esplar y 12 agricultores de siete municipios, quienes realizaron los primeros experimentos del cultivo en Consorcios Agroecológicos. En 1993, la Asociación de los Productores de Tauá, Adec, adquiere una descorozadora, y durante tres años la fibra del algodón es vendida a una industria de Sao Paulo que confecciona camisetas orgánicas para Greenpeace. Durante los diez primeros años el interés de los agricultores por el consorcio fue es muy irregular. El número de interesados sube de 7 en 1997 a 154 en 200064. Durante el mismo período, el algodón recibe la certificación orgánica, financiada por dos compradores, Baobá Tecidos Artesanais (SP) y Tribal Company (PR). En el año 200070 la propuesta parece consolidada, faltando sólo asegurar el capital de giro para asegurar los pagos a los productores en el acto de entrega. El Banco del Nordeste de Brasil promete un crédito para el capital de giro, pero incumple su compromiso y el número de productores de algodón cae a 17 en 2001... para subir de nuevo a 119 en 2002, cuando Esplar decide prestarle capital de giro a Adec y pasa a ofrecer subsidios a quien esté dispuesto a cultivar algodón según el moldelo del Consorcio Agroecológico. Gracias al apoyo de Esplar la oferta vuelve a crecer, resolviendo la mitad del problema. La mitad, porque en aquel momento, es la demanda la que va a empezar a tener problemas. Cuando la empresa barileña Osklen adquiere 3,6 toneladas de algodón orgánico para confeccionar las ropas de un famoso desfile de moda en Sao Paulo en 2002, los técnicos de Esplar y los agricultores de Adec celebran: por esta vez, el emprendimiento está despegando en serio. Sin embargo, pronto ven sus expectativas frustradas cuando la misma empresa desiste repentinamente de comprar la cosecha en 2003, cinco meses depués de haber dado su palabra de comprar la fibra. La situación sólo se estabilizará con la llegada de la empresa francesa de comercio justo “Veja Fair Trade”, recién creada, buscando algodón orgánico para fabricar calzado deportivo en Brasil, destinado al

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comercio justo europeo. En 2004, después de una larga conversación con los agricultores en Tauá, Veja compra las 3 toneladas de la cosecha del 2003, que seguían almacenadas desde hacía más de un año, por un precio superior al doble del mercado internacional. En 2005, cierra un contrato de tres años con Adec. En el mismo año, Univens, empresa brasileña de comercio justo, lanza la Justa Trama, marca de cadena de algodón orgánico (ver el recuadro abajo). Pedro Jorge, ingeniero agrónomo de Esplar que buscó sin tregua nuevos mercados para Adec, resalta la importancia de ese momento, como un verdadero punto de inflexión en la trayectoria de comercialización del algodón orgánico: “Hasta entonces habíamos encontrado algunos compradores decentes, pero se trataba de empresas convencionales, no de comercio justo. Cuando entran Veja y Univens, cambian muchas cosas”, Desde entonces, el precio cambia: “Antes, el precio estaba ligado a la bolsa de Nueva York; hoy no, gracias al comercio justo. La propuesta hecha en 2004 (R$ 7,00) (US$3,40) el kilo de la fibra fue, en esa ocasión, 2,5 veces más alta que la cotización en bolsa.” Las relaciones también cambian: “A raíz de la primera visita a Tauá, recuerda Chagas Maia, gerente de Adec, el personal de Veja presentó a los agricultores el circuito de fabricación y comercialización de zapatillastennis. Con base en la información recibida discutimos lo que podría ser un precio justo. Nosotros siempre conversamos; nuestra relación es abierta y flexible. Aún con el éxito de la venta de las zapatillas-tennis y la escasez del algodón orgánico en el mercado, por solidaridad, Veja siempre cede una buena parte de su producción a Univens, de Justa Trama.”

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El contrato de tres años, al garantizar la demanda, proporcionó una base firme para ampliar la oferta. Esplar, que ya había incentivado la creación de Consorcios Agroecológicos en los municipios vecinos de Choró, Quixadá y Massapê, puede estimular su implantación en Canindé y en otros tres municipios de la región norte del estado: Sobral, Forquilha y Santana do Acaraú. Como resultado, en 2007, 245 agricultores produjeron 42 toneladas de algodón en rama en un área de 256 hectáreas. Una vez procesada, se obtuvo una producción 15 toneladas de fibra, de las cuales 13 fueron compradas por Veja, que pagó por adelantado el 40% del valor de la compra, resolviendo así buena parte de los problemas de Adec con el capital de giro. Las otras 2 toneladas fueron adquiridas por Univens, lamentablemente sin compromiso de hacer lo mismo que Veja. Con la extensión de la producción surgió una nueva institucionalidad, el Grupo Agroecología y Mercado (GAM), compuesto por representantes de la Adec de Tauá, de Esplar y de los sindicatos de los demás municipios productores de algodón ecológico. El GAM participa en las negociaciones con los compradores, discute los problemas técnicos y comerciales, planifica la producción e intenta estabilizar la tempestuosa relación entre Adec, con más experiencia y propietaria de las máquinas, y los sindicatos que recién incursionan en el mercado del algodón y son responsables de la organización de la producción en sus respectivos municipios. Juntos, GAM, Adec y Esplar, están contribuyendo en la construcción del primer eslabón de dos cadenas bastante distintas: por un lado, la venta de las zapatillas-tennis de Veja en tiendas especializadas, esparcidas por todo el mundo, la cual crece muy rápidamente, lo que prácticamente garantiza un precio alto y estable para el algodón durante los próximos años. Por otro lado, el esquema de venta de confecciones de la Justa Trama es bastante improvisado y no ofrece las mismas perspectivas. La diferencia es muy significativa, y el último eslabón de la cadena (la comercialización) tiene una fuerte incidencia sobre el primero (la producción). En efecto, la venta de zapatillas-tennis para la juventud del Norte, relativamente solvente aunque ambiental y socialmente consciente, garantiza el precio justo pagado a los agricultores familiares

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del Sertao de Ceará y, gracias al adelanto del capital de giro, permite esquivar a los intermediarios. A fin de cuentas, el contrato con Veja también contribuye a viabilizar el primer eslabón de Justa Trama. Sin el dinero adelantado por Veja, Adec no tendría cómo resistir los retrasos en los pagos de Univens y todos los eslabones de Justa Trama, del primero al último, quedarían sujetos a las condiciones irregulares e imprevisibles propias de la venta de las confecciones en las ferias de economía solidaria.

Los circuitos de comercialización de Veja y de Justa Trama65 En 2004 la Univens, una cooperativa de costureras de Porto Alegre (RS) articula una red de cooperativas y asociaciones de trabajadores de todos los eslabones de la cadena textil para fabricar confecciones, guiándose por las normas del comercio justo y del mercado solidario. Una de esas cooperativas, la CONES- Cooperativa Nova Esperança, de Nova Odessa (SP) al aceptar el desafío de producir hilos a partir de pequeños volúmenes de algodón (3 a 5 toneladas por año), remueve el principal obstáculo que había en el funcionamiento de las cadenas orgánicas de las zapatillas- tennis y de las confecciones. El primer eslabón de la cadena de zapatillas-tennis (Veja) y de las confecciones (Justa Trama) es el algodón orgánico de Adec, producido en Ceará. Con ese algodón, una única empresa, la CONES, fabrica los hilos, gruesos y delgados. Con el hilo grueso se fabrica la lona de la zapatilla-tennis de Veja en Americana (SP). En seguida, una industria de Nova Hamburgo usa la lona orgánica y el caucho originario de una reserva forestal extractivista de la Amazonia para montar las zapatillas, que son vendidas a un precio aproximado de 30 euros a tiendas de moda en Francia, España, Italia, Holanda, Inglaterra, Suecia y otros países, y llegan a los consumidores a cerca de 80 euros el par.

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Los hilos más finos se convierten en malla y tejido en Sant André (SP). Ahí, la cadena productiva de Justa Trama se divide. Por un lado, la Univens, cooperativa de costureras de Porto Alegre (RS) confecciona ropas, adornadas con semillas decorativas campadas a la Açaí, una cooperativa del Estado de Rondônia, que también integra la cadena Justa Trama. Esas ropas son vendidas en ferias de economía solidaria y la parte restante es dejada en consignación en algunas tiendas de Porto Alegre y Sao Paulo. Cabe anotar que la producción orgánica de Univens representa tan sólo el 10% de su producción total (el resto no es orgánico). Por otro lado, la Fio Nobre, cooperativa de Itajaí (SC), también miembro de Justa Trama, usa el hilo de algodón y las semillas para confeccionar ropas.

¿Cómo administrar el crecimiento? “La comercialización del algodón sólo se estructuró cuando el mercado ya estuvo garantizado - destaca Marcus Vinicius de Esplar -; pero es necesario tener cuidado, no podemos quedar dependiendo de un sólo comprador.” La propia Veja destaca siempre que no desea tener la exclusividad en la compra del algodón de Adec, pero es importante que tenga prioridad. Los contratos resaltan este aspecto, cuando definen un porcentaje de la producción total de Adec destinado a Veja. Felizmente, gracias a la amplia divulgación de los buenos resultados a través de los medios de comunicación, el algodón orgánico va viento en popa: un gran número de nuevos compradores estaba en fila de espera para adquirir la producción del segundo semestre de 2007. La pregunta ahora es: ¿cómo hacer para administrar el crecimiento? La ICCO, una importante agencia de cooperación holandesa que apoya cadenas productivas, le ha exigido a Adec la elaboración de un plan de negocios para los próximos años. La Fundación Banco do Brasil está interesada en financiar a fondo perdido un nuevo galpón y una máquina desmotadora. Sin embargo, no es tan

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fácil transformar agricultores en emprendedores. En Adec, por ejemplo, a pesar de la insistencia de Esplar, las planillas de costos todavía no hacen parte de la rutina. No se trata aquí de una cuestión sólo económica o administrativa. La pregunta, reformulada, podría ser: ¿Cómo resistir a la tentación de aumentar la producción, descuidando los otros parámetros políticos, sociales y ambientales-? “Vamos a crecer de acuerdo con el tamaño del mercado justo”, responde Pedro Jorge. El reto no es tan simple, ya que la productividad del consorcio familiar es limitada. Es decir, la única manera de aumentar la producción es aumentando el número de productores, lo que demanda más asistencia técnica y más formación de los agricultores. Ambas funcionan con base en momentos de capacitación, visitas de asistencia, intercambios de bienes, servicios y conocimientos, los cuales son lentos por naturaleza, mientras la demanda crece muy rápidamente. Cualquier descuido, así como la fuerte demanda por el algodón, pueden llegar a resquebrajar las bases mismas de los Consorcios Agroecológicos. A Chagas Maia, gerente de Adec, no le gustaría repetir lo que ocurrió en la cosecha de 2007, cuando algunas familias llegaron a plantar hasta 90% de algodón en sus consorcios. A Esplar tampoco: “Estamos volviendo a discutir con los sindicatos y con Adec el significado de un Consorcio Agroecológico. Tendrá que haber por lo menos tres cultivos, con un máximo de 60% de algodón. A partir de ahí vamos a retomar la capacitación.” Dos grandes amenazas externas son también objeto de preocupación: ¿De qué manera el algodón va a reaccionar ante la fuerte sequía que, irremediablemente, va a llegar, así como ha llegado innumerables veces desde que el Sertao es Sertao? “Creo que en caso de una sequía, la producción disminuiría pero no se agotaría”, contesta Chagas Maia. Necesitamos perseverar en la siembra del algodón arbustivo, que toma tres

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años, y no caer en la trampa de plantar sólo el herbáceo, que rinde más pero es anual. Y para dar sostenibilidad al algodón, debemos también poner mayor atención en la comercialización de otros productos del Consorcio, como el ajonjolí”. Pedro Jorge está de acuerdo y va aún más lejos: “Además de la diversidad de productos, vamos a cuidar la diversidad de los mercados: desde luego, trabajar en cuanto sea posible dentro del comercio justo, pero sin olvidarnos del mercado convencional, de las ferias, por ejemplo”. Otra gran preocupación es el algodón transgénico, que puede inviabilizar el cultivo orgánico. “Vamos a exigirle al gobierno federal que decrete al sertão como zona libre de transgénicos, como ya ha ocurrido en otras regiones como el Pantanal y la Amazonia”, continúa Chagas Maia. De paso, conviene destacar que los aspectos políticos, sociales y ambientales se relacionan en forma estrecha en la defensa del ecosistema de caatinga (característico de la transición entre la región amazónica y el semiárido). Esplar, una veterana ONG creada en 1974, no teme lidiar con el mercado. “En la década de los 80, ya se daba esta discusión. A diferencia de otras ONG, Esplar siempre defendió su tesis de que tanto la relación con el Estado como con el mercado son necesarias. Hoy, lidiar con el gran mercado es ya común para nosotros. No tenemos miedo porque hemos adquirido una gran claridad y porque sabemos que el agricultor se beneficia.”

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Si bien esto es cierto, las ganancias que recibe el agricultor familiar no son tan grandes e incluso desentonan con el ambiente entusiasta que existe alrededor del Consorcio Agroecológico, del comercio justo y del mercado internacional orgánico. Con una hectárea de consorcio, una familia obtiene un valor bruto del orden de 800 a 950 reales al año (US$ 460.00 a 540.00)66, lo que podría ser calificado, como máximo, como un ingreso complementario razonable. En efecto, el procesamiento del aceite de ajonjolí ofrece buenas perspectivas para incrementar el ingreso que proviene de los consorcios. Sin embargo, ese es un negocio totalmente diferente al del algodón: son otros tipos de máquinas y los mercados de ajonjolí necesitarían ser mejor conocidos. La ola de comercio justo plantea varios interrogantes. Autores como Lecomte insisten en el hecho de que “el comercio justo no es caridad”, porque se trata de “un nuevo modelo económico eficaz”. La propuesta consiste en introducir a los agricultores al mercado, con el objetivo de que se conviertan en emprendedores autónomos. Tal vez esto sea posible para algunos, organizados en cooperativas; no tenemos la certeza de que lo sea para la mayoría, ni siquiera de que estén interesados. Es como si los adeptos al comercio justo quisieran universalizar una única vía, la del mercado, dotada de mayores virtudes que las otras: la redistribución, el autoconsumo, la solidaridad para promover el desarrollo sostenible. Sin negar las virtudes del comercio justo, evidentes en la experiencia de Esplar y de Assema, la “hibridación” de varios principios económicos - mercado, redistribución por parte del Estado y solidaridad- tal vez sea una vía más flexible y prometedora67.

Los diversos mercados del babazú En Assema, dos técnicos trabajan exclusivamente en el apoyo a la comercialización y lidian con diferentes tipos de mercado. La principal organización de emprendedores es la de la producción de aceite de babazú por parte de Coppalj. El aceite es apenas uno de los productos de la línea “Babazú Livre”; hay otros productos importantes como la pulpa y los jabones y, a menor escala, se producen artefactos hechos de papel reciclado, remedios naturales a base de plantas, licores y dulces, entre otros.

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El aceite de babazú es vendido en el mercado justo nacional e internacional, y sobretodo en el mercado local. La torta de babazú es comercializada sólo en el mercado local. La pulpa, a su vez, ya ingresó en el mercado institucional, el PAA. Junto con los jabones y el papel reciclado, también es vendida en la “Embaixada do Babaçu Livre (Embajada del Babazú Libre)”, tienda de economía solidaria que Assema abrió en la capital del estado, São Luis do Maranhão. A partir de ésta tienda, los jabones y la pulpa son también redistribuidos a otras tiendas de la capital y a otras ciudades. Sin embargo, la casi totalidad de las ventas proviene de la comercialización del aceite de babazú, aquí también el comercio justo ha sido fundamental.

Dos cooperativas han sobrevivido, otras dos cerraron Al iniciar los años 90, Assema ya discutía la comercialización de los excedentes de arroz y harina de yuca. Pronto se dio cuenta de que había un mercado interesante para el babazú, sujeto a que se lograse salir de las garras del intermediario. La Coopalj nació en 1991, en Lago do Junco. Compraba a un precio más alto que el convencional, tanto la castaña del babazú como el carbón producido a partir de su cáscara, a través de una red de pequeñas tiendas de abarrotes esparcidas en las comunidades. En estas tiendas el productor podía recibir, a cambio de la castaña y el carbón de babazú, dinero o productos básicos como la sal, el café, el azúcar, el jabón o el arroz. En esa época, el intermediario compraba la castaña a 11 centavos el kilo. Gracias al capital de giro donado por Misereor, la cooperativa pudo ofrecer el doble, 22 centavos pagando inmediatamente. Entonces los intermediarios utilizaron una práctica llamada dumping: ofrecieron 27 centavos el kilo, cinco centavos más que Coppalj -es decir, aceptaron perder dinero durante un tiempo- hasta llevar a Coppalj a la quiebra, para después bajar de nuevo los precios. Y lo consiguieron: la Coppalj, ya sin aliento, acabó perdiendo esa lucha de poder y quebró. De ahí surgió, en 1993, la idea de fabricar su propio aceite de babazú.

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La Coppalj tardaría muchos años en conseguir su autosuficiencia. En sus inicios cometió errores, corrigió el rumbo, sufrió desviación de fondos, contrajo deudas, un accidente destruyó su camión, el numero de afiliados cayó y después subió de nuevo; en fin, la cooperativa pasó por varias crisis y largos procesos de evaluación para, finalmente, afirmarse como referencia nacional e internacional del movimiento agroextractivista. En 1992, un año después de la creación de Coppalj en Lago do Junco, otras tres cooperativas nacieron en tres municipios vecinos. Las dos que comercializaban la castaña de babazú quebraron, producto de una visión irreal del mercado y de la falta de compromiso de sus miembros. La Coopaesp de Esperantinópolis sobrevivió a las crisis y continúa vigente hasta hoy. Al inicio, sólo comercializaba los excedentes de la producción de arroz. El arroz les produjo pérdida, a raíz de lo cual los asesores de Assema se interesaron en la extracción de la pulpa del babazú, con la cual las mujeres acostumbraban a hacer el mingao, una especie de natilla tradicional de la región. Firmaron un acuerdo de trabajo conjunto con Embrapa, analizaron el producto, estudiaron el mercado y se lanzaron a la producción semi industrial de pulpa como un primer paso hacia el aprovechamiento integral del babazú.

El comercio justo fue fundamental para la estabilización de Coppalj La Coppalj empezó realmente a consolidarse a partir de 1995, cuando la empresa inglesa de cosméticos Body Shop decidió comprar 63 toneladas de aceite de babazú por año, a un valor tres veces superior al del mercado convencional. “En esa época, ese volumen representaba más de un cuarto de nuestra producción total, recuerda Valdener, el técnico de Assema encargado de la comercialización. Al inicio, Body Shop pagaba más de 3 dólares por kilo de aceite orgánico para ayudarnos en la estructuración. Después fue bajando progresivamente el precio hasta 2,7 dólares y nos exigió procurar otros mercados ¡para no crear dependencia! Recientemente, Body Shop fue

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adquirida por L`Oréal, la mayor multinacional de cosméticos del mundo; no obstante, su departamento de comercio justo continuó operando con los mismos técnicos”. Hoy, la Coppalj le vende un tercio de su producción de 150 toneladas de aceite a otras empresas de comercio justo como Natura, a un precio aproximado de 3 dólares el kilo. Los dos tercios restantes son vendidos en el mercado local a un dólar el kilo, que es el valor promedio de la cotización internacional. Gracias al comercio justo y a la práctica del pago adelantado ha sido posible superar uno de los más grandes cuellos de botella de las cooperativas populares: la falta de capital de giro. “Al inicio nuestra relación con Body Shop nos dio un respiro. Hoy, promediando las ganancias obtenidas en el mercado justo y el mercado local convencional, nos es posible enfrentar al intermediario.” Después de un tiempo, Body Shop cobró la certificación orgánica de todo el proceso de extracción de aceite. Mantener el sello orgánico implica cuidar cada vez más del ambiente, acabar con las quemas y el uso de insumos químicos en los cultivos. Con el sello internacional mejoró el precio de venta en el exterior. “Llegamos a distribuir entre los afiliados bonificaciones al final de cada año”, resalta João Valdeci, agricultor, ex-director de Coppalj, hoy secretario de agricultura de Lago de Junco. El monto de la bonificación que se entrega anualmente a cada uno de los 158 socios se establece en función de la cantidad de castaña entregada y la cantidad de mercancía adquirida por el socio en la cantina; puede llegar a más de mil reales. Este monto viene a sumarse al valor recibido por la castaña durante el año (las cantinas compran el kilo de castaña a R$ 1,00 y una quebradora produce hasta 12 kilos al día). Otra ventaja: el socio puede comprar fiado en la cantina, aunque haya retirado la cuota que le corresponde (200 kilos de castaña enregados a lo largo de dos años). Además, toda la comunidad se beneficia con el camión de la cooperativa, que recorre toda la zona rural, de cantina en cantina.

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Otros mercados de Assema Comparados con el mercado del aceite de babazú de Coppalj, que facturó más de un millón de reales en 2006, los demás mercados apoyados por Assema son muy pequeños. El segundo lugar lo ocupa el mercado de la torta de babazú, un subproducto de la extracción del aceite que se utiliza en la región como alimento para ganado (pienso). Las ventas de pienso de primera calidad, ofrecido prioritariamente a los afiliados, produjeron casi R$ 100 mil en 2006. La Coopaesp, que procesa la pulpa, vende una parte de su producción en el mercado institucional y otra parte en la tienda de Assema y en otras tiendas; en 2006 facturó cerca de R$ 50 mil. A pesar del fuerte aumento de la demanda, enfrenta grandes dificultades ya que no logra generar los beneficios suficientes para remunerar adecuadamente el trabajo. En la comunidad de Ludovico, los jabones que usan el aceite de babazú como materia prima principal, son fabricados por mujeres. Si bien algunas cajas han sido exportadas a los Estados Unidos, el principal mercado está en las tiendas de la capital de Maranhao. En 2006, la facturación fue del orden de R$ 40 mil; en 2007, la fábrica fue clausurada por la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA), que exigió reformas en la edificación ¡por un valor superior a R$ 100 mil! La fábrica, que tiene la capacidad suficiente para producir hasta 40 mil jabones por mes, facturados a un real la unidad, debió suspender su producción hasta encontrar una solución. Las quebradoras que trabajan en la fábrica no son remuneradas según el volumen de producción; reciben un jornal fijo de R$ 12,00 y trabajan por encargo. Por ejemplo, para atender un encargo de 9 mil unidades, fueron necesarias 60 jornadas de trabajo. Las seis personas que trabajaron durante dos semanas recibieron R$ 120 cada una. El mayor costo de producción es el de las esencias (100 a 600 reales por kilo, cantidad necesaria para fabricar algo más de mil jabones de 90gr). Por ello, las mujeres de Ludovico ya están capacitándose para producir las esencias localmente.

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La sostenibilidad del mercado justo orgánico y la insostenibilidad de la tienda de economía solidaria Coopalj, experiencia modelo de Assema, a pesar de que atraviesa un momento difícil debido a la caída del dólar, sigue siendo una empresa saludable. Es reconocida en el mercado por su seriedad y busca involucrar a los hijos de los agricultores en sus esfuerzos de profesionalización. Los mercados en los cuales actúa Coppalj funcionan bien: comercio justo orgánico, mercado local del jabón común y la red de cantinas. En contraste, los otros medios de comercialización tienen problemas. Al cabo de cuatro años de existencia, la Embaixada do Babaçú nunca logró despegar. Al final de 2007 los gastos de esa tienda seguían muchas veces superiores a los ingresos. Y a raíz de la finalización del apoyo financiero de Oxfam, su permanencia estaba en discusión. El jabón y la pulpa, a pesar de ser éxitos de venta, no constituyen éxitos de renta por diversos motivos internos: problemas de gestión, irregularidad de la producción (en el caso del jabón) y limitaciones técnicas (en el caso de la pulpa). El mercado justo nacional del aceite orgánico está creciendo. Según Valdener, de Assema, no ha sido fácil atender la demanda desde Maranhão: “El mercado justo nacional está conformado por pequeños grupos muy distantes, ubicados en el Sur de Brasil. Aquí en Maranhão el transporte es un problema. Por ejemplo, un grupo de Botucatu (SP) nos pidió 180 kilos de aceite al mes durante 4 meses. La cantidad es pequeña, pero la logística requerida para atender el encargo es muy compleja. Nos lleva un día entero trasladar la mercancía a São Luis, y en muchas ocasiones cuando llegamos allá la transportadora todavía no está”. A pesar de las dificultades, Assema evalúa la sostenibilidad del mercado agroecológico como buena, ya que “la Coppalj tiene el único aceite de babazú del mundo certificado como orgánico”.

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¿Cómo vender sin venderse? Las lecciones de la práctica

En este aparte hablaremos, inicialmente, de elementos inmodificables y de reglas inherentes al universo de la economía de mercado. Tendremos, enseguida, una idea sobre la manera como las entidades involucradas administran el equilibrio entre lo económico, lo político y lo ambiental, y sobre las tensiones que se presentan entre estas dimensiones. Después haremos énfasis en los desafíos de orden organizacional y, finalmente, reflexionaremos sobre la relación entre la economía y el género. Somos conscientes de la complejidad de cada uno de estos aspectos. La intención aquí es sólo extraer elementos de discusión, partiendo siempre de las prácticas concretas de las tres experiencias sistematizadas.

La dura realidad de la economía de mercado El comercio, por más “solidario” que sea, funciona dentro del mercado capitalista “La economía solidaria se realiza en el mercado. Aún cuando se trata de articular redes, éstas tienen que articularse con el mercado”, sugiere Armando de Melo Lisboa68. Esa fue, de hecho, la difícil lección aprendida por Assema en su tienda en São Luis, la Embaixada do Babazú Livre, que fue una iniciativa que fracasó. “La tienda está en el mercado capitalista y debe seguir las reglas del mercado”, reconoce Francinaldo, Secretario Ejecutivo de Assema. Una de esas reglas elementales es vender por encima del valor de costo, o por lo menos compensar la pérdida en un ítem con una ganancia en otro. Parece obvio, pero no lo es. En la práctica, esto no siempre ocurre por las más diversas razones. Una de estas razones es que nadie conoce exactamente el valor de los costos de producción. Otra tiene que ver con la fragmentación del circuito debido a la distancia geográfica y social entre quien produce y quien vende, con las consecuentes dificultades de comunicación.

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Francinaldo hace una clara diferenciación entre la venta en la tienda y la “relación con Body Shop, ésta última construida bajo los parámetros del mercado justo”. Hay de hecho una gran diferenciación entre el mercado justo, donde el intercambio se da “entre los actores organizados” y una tienda, donde los “productos de la economía solidaria apenas constituyen simples mercancías destinadas al mercado69” y son sometidos a sus reglas. Es preciso reconocer que “sólo es posible lograr precios totalmente justos cuando las transacciones han sido planificadas y coordinadas entre las empresas y los consumidores asociados”. Es decir, cuando el eslabón constituido por los consumidores hace parte también en la discusión sobre la distribución de los costos, las remuneraciones y los precios en cada etapa del circuito. Pero esa situación, de carácter excepcional, es difícil de construir70. En los casos de Assema y Esplar, los circuitos de comercio justo sólo contemplan a los consumidores en los casos en que los incluyen como clientes “conscientes”. Por ello, las reglas y el ritmo del mercado capitalista acaban contaminando también estos circuitos. “Natura quiere cerrar un contrato de compra de pulpa con nosotros para hacer productos cosméticos. Assema conversa entonces con la cooperativa pero todo se realiza en forma muy lenta. Natura espera un poco, intenta adaptarse, pero en el fondo juega en el mercado capitalista: cuenta con un cronograma para el lanzamiento del producto y quiere todo a corto plazo”. Sabemos también que si, por un lado, el comercio justo aporta una mayor estabilidad en los precios para beneficio de los productores, por otro, continúa enmarcándose en la economía capitalista y no está exento de influencias macroeconómicas. Fue por esta razón que el desmoronamiento del dólar en 2007 provocó una caída brutal en la facturación de Coppalj relacionada con al aceite de babazú.

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El mercado justo internacional es exigente y complejo La relación que inició Assema con Body Shop en 1994 la destacó como ONG pionera en la relación entre pequeños productores y grandes empresas internacionales de comercio justo. Desde entonces, uno de sus roles ha sido buscar nuevos mercados. Ahora, si bien es relativamente fácil venderle aceite de babazú a la fábrica local de jabón en barra, el mercado justo es mucho más complejo y exigente. “El problema radica en las tareas no planificadas que surgen sobre la marcha”, se queja Valdener, de Assema. Después de dos años de discusión con Natura, de muchas pruebas del uso de la pulpa de babazú en productos cosméticos, nos dedicamos los últimos seis meses a afinar el contrato. Descubrimos que, por tratarse de productos nuevos, era necesario hacer una declaración de patrimonio genético. Ahí, Assema tuvo que contratar un abogado para revisar las cláusulas de la declaración; un economista para hacer el levantamiento de la cadena y un antropólogo. Todo esto por un contrato de 30 mil reales al año, que si bien no resulta muy rentable, nos permite abrir nuevas puertas.” Fue exactamente de esta manera, enfrentando nuevos problemas a medida que se presentaban, que Assema fue acumulando conocimientos sobre las reglas y condiciones del mercado internacional.

Lidiar con el mercado exige habilidades específicas “Conocer las fuerzas del mercado nos lleva a identificar la necesidad de mejorar la capacidad de negociación de las organizaciones.” Ésta fue una de las lecciones aprendidas por Esplar después de quedarse con toda la cosecha de 2003 retenida, cuando la empresa Osklen, desistió a última hora de la compra. Saber negociar, comprar y vender, aprender a planificar la producción en función de la coyuntura y de las

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proyecciones de mercado, todo eso toma parte de la larga lista de habilidades requeridas por el mercado.

El poder en la cadena de abastecimiento es de quien fija el precio “El mercado tiene dueño: es quien fija el precio”, aprendió Marcus Vinicius a lo largo de los años de contacto con empresas capitalistas. “El precio del algodón convencional es dictado por la bolsa de Chicago y, el del marañón, por los grandes compradores”. La Coppalj también descubrió esa regla básica al inicio de los años 90, cuando quebró después de enfrentar durante meses el dumping por parte de los intermediarios. Después de ese episodio, buena parte de sus esfuerzos se concentraron justamente en la práctica inversa: imponer al mercado local un precio alto para la castaña de babazú. Se consiguió ese resultado gracias a la transformación de la castaña en aceite, pero tan sólo en su área de influencia directa, circunscrita a seis o siete municipios. Tendiendo en cuenta el casi nulo peso de la cooperativa en el mercado internacional, la capacidad para determinar el precio del aceite ni siquiera se tiene en cuenta. La dificultad para los administradores de la cooperativa es que el precio del aceite y el de la castaña están estrechamente vinculados: “para poder pagar a las quebradoras un real por kilo de castaña, la Coppalj necesitaría vender el aceite a más de R$ 3,15 el kilo”, calcula Valdener. Por esta razón, la Coppalj compensa eventuales pérdidas en el mercado local de aceite con márgenes mayores de ganancia en el mercado justo. Esta estrategia es similar a la del intermediario, quien compensa el precio alto de la castaña en la región de influencia de la Assema, pagando precios más bajos a las mujeres que trabajan como quebradoras fuera de esa región.

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Capital de giro: el gran cuello de botella Ya se ha hecho referencia al tema del capital de giro; resumiendo, se podría decir que a las familias pobres que entregan su producción el día de hoy ni les gusta ni están en condiciones de esperar hasta mañana para recibir su pago. “No puede tardar demasiado (en hacer su oferta), porque ellos acabarán vendiéndole más barato a los intermediarios; por esto se requiere el capital de giro”, constata Pedro Jorge. Los ejemplos abundan: ventas prematuras, deserción de afiliados, licores esperando por los frascos. “Sin capital de giro es imposible crecer y retener a los socios”, concluye Chagas Maia, de Adec.

El cliente es el que manda Calidad, regularidad, agilidad, atención: “La economía solidaria no es distinta de la economía clásica: tiene que atraer y satisfacer el cliente”, resalta Marcus Vinicius. En Umarizal, en el estado de Rio Grande do Norte, Ednardo, dueño de un supermercado, podría comprar más hortalizas y frutas producidas en la región pero requiere asegurar que cuenta con el abastecimiento regular y respuestas rápidas: “Cuando necesito un producto, llamo y llega el mismo día”.

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Lo mismo sucede en Maranhao: en 1995, cuando la Coppalj quebró y dejó de producir aceite durante seis meses, “el cliente de Fortaleza consiguió otros proveedores”. La competencia es parte del juego. Por un lado, consumidores cada vez mejor informados son clientes potenciales de los mercados orgánicos y justos. Por otro lado, nunca dejan de ser consumidores que a cambio de dinero esperan encontrar en los anaqueles los productos que buscan; les gusta ser bien atendidos y exigen calidad. De ahí la necesidad de desarrollar métodos de capacitación para los productores agroecológicos que tienen contacto directo con los consumidores en la feria y hacer regularmente investigaciones junto con los clientes.

Varias categorías de consumidores Todavía queda mucho camino por recorrer hasta llegar al “consumo solidario”, que busca “satisfacer las necesidades y deseos del consumidor” procurando, al mismo tiempo, “el bienestar de los trabajadores que producen y distribuyen los productos o servicios; el equilibrio de los ecosistemas y una sociedad justa y solidaria71.” El consumo solidario se diferencia del consumo “alienado” (influenciado por las manipulaciones publicitarias), del consumo “obligatorio” (cuando el consumidor dispone de pocos recursos y procura los precios más bajos) y del consumo de “bienestar” (aquél integrado por los consumidores más solventes a quienes les gusta destacarse sobre los demás a través del consumo). Se diferencia también del consumo “crítico”, en el que el consumidor procura no ser “cómplice de acciones inhumanas o ecológicamente nocivas”, pero eventualmente continúa comprándole a empresas capitalistas.

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Los riesgos son inevitables, mas pueden ser minimizados La Coppalj no resistió el dumping de los intermediarios y quebró. Los socios de Adec se distanciaron cuando la asociación no tuvo más dinero para comprarles su producción. Assema tuvo que buscar rápidamente una salida en el mercado convencional depués de que Mashai Company desistiera del encargo de dos mil cestos de paja de babazú, que había confeccionado un grupo de jóvenes agricultores. Errar, arriesgarse, forman parte del juego económico. No es posible evitar los riesgos pero sí minimizarlos, ya que, como Abramovay advierte, “poblaciones que viven en situación de pobreza difícilmente pueden aventurarse a participar en mercados de alto riesgo72”. Esta es, además, una de las principales razones por las que les venden a los intermediarios: “una forma de reducir el riesgo”. Por esto: “…se ve la necesidad de buscar un equilibrio, siempre dinámico, entre la especialización, cuya finalidad es precisar la oferta y lograr economías de escala, y la diversificación, que apunta a reducir riesgos inherentes al sistema”. Esto es lo que busca Esplar a través de los consorcios, que hasta ahora han estado centrados en el algodón, pero que ya se empiezan a abrir al comercio del ajonjolí, y esperan hacerlo a otros cultivos en el futuro.

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Diversificar los mercados puede ser una falsa buena idea La Assema, a pesar de contar con un sector totalmente dedicado a la comercialización, tiene dificultades para lidiar con varios mercados diferentes. Es un hecho que domina bien el mercado del aceite y sus múltiples aspectos asociados, del orden internacional, local y nacional. En relación con los demás mercados - PAA, tienda solidaria, comercio convencional, venta en la comunidad, etc. - al igual que con los demás productos - tan diversos como la pulpa, los jabones, cajas de papel, remedios basados en plantas, golosinas y compotas. Assema no siempre está a la altura de las necesidades de los productores y de las exigencias de esos mercados. ¿Y quién lo estaría, con toda esa diversidad? Para Assema, diversificar los mercados podría ser una falsa buena idea si esa diversificación fuera excesiva o escapara de su control. En Umarizal, por ejemplo, el mercado institucional, interesante aunque ocasional, puso en riesgo la feria, que tiene una clientela semanal estable. En la misma región, el directorio de la asociación de productores sueña con abrir un punto de venta fijo con cámara de frío, cuya producción pueda ser vendida diariamente. Toda cautela es poca para una tentación tan grande. Las inversiones y habilidades requeridas para ese nuevo modo de comercialización son muy distintas de las que exige una feria donde el productor trae y vende su propia producción. ¿Quién cuidará de la tienda? ¿Esa persona será remunerada? ¿Habrá un sistema de rotación? ¿Cómo garantizar la regularidad del abastecimiento? ¿Cómo distribuir el valor de la venta de los productos entre los productores? Y también ¿cómo harán los agricultores para distribuir su producción entre la feria semanal, la venta en la comunidad, el mercado institucional y la tienda? Ante todo, sería prudente seguir de cerca la experiencia de Caatinga, una ONG del Sertão del estado de Pernambuco, que abrió recientemente un depósito para la venta de productos de agricultura familiar.

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La logística y el transporte son un problema en municipios extensos con pésima infraestructura Los municipios del interior del Nordeste se caracterizan por tener una gran extensión, pésimas carreteras y un sistema de transporte precario. La distancia, el aislamiento y el costo del flete hacen muy difícil la comercialización de la producción rural. A pie, en bicicleta, en burro, en motocicleta, en carro, en camioneta o en camión, las familias hacen lo que pueden para dar salida a sus productos. Una alcaldía municipal con algo de visión conseguiría dinamizar su economía si invirtiera cualquier monto, por mínimo que sea, en el acceso a las comunidades y en el transporte público. Evitaría de esa manera que los Iranildos de la vida tuvieran que pedalear cada sábado 50 kilómetros bajo el sol del Sertao en sus bicicletas llenas atiborradas de cajas de icopor (tecnopor) y bolsas llenas de las frutas y verduras de su parcela. Y esto sucede sólo porque, debido a la distancia, contratar un carro no compensaría y no existe el servicio básico de transporte colectivo.

Certificaciones y registros traen ventajas comerciales Este es un tema amplio, que no vamos a agotar aquí. Sólo constatamos que tanto Esplar como Assema certificaron sus producciones orgánicas con sellos convencionales. Esto fue una exigencia de las empresas internacionales de comercio justo, que contribuyeron con la financiación, porque ese tipo de certificación es caro. Cabe mencionar que durante catorce años el algodón de Adec no necesitó sellos de ese tipo. La misma Veja, que produce zapatillas-tennis, no los exigió. Hasta ahora no ha habido problemas porque su relación con la Adec se basa en la confianza y la distribución de las zapatillas-tennis se realiza a través de pequeñas tiendas que venden al por menor. La Alter Eco, otra empresa francesa de comercio justo, ya está exigiendo el sello internacional FLO, como requisito indispensable para distribuir productos en los supermercados. En ese caso ya no es suficiente la confianza que surge del contacto directo; las grandes redes de distribución exigen contratos, garantías, sellos oficiales. Es su imagen la que está en juego: una imagen positiva como protectora del medio ambiente, solidaria con los más pobres, si todo fluye bien; pero si llega a

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presentarse un contratiempo, esa misma imagen puede volverse negativa y este es exactamente el tipo de riesgo que quiere evitar una multinacional expuesta a los medios. De ahí la obligatoriedad del sello en ese tipo de mercado. Chagas Maia, Gerente de Adec, valora la obligatoriedad de la certificación: “está en sintonía con los principios de la agroecología e impone una rápida adaptación”. Francinaldo, de Assema, también le encuentra varias ventajas: “Abre nuevos horizontes comerciales, mejora el precio y obliga a trabajar en los aspectos políticos y ambientales. El sello del Instituto Biodinámico exige que los trabajadores estén registrados y que todos los niños estén en la escuela.” A su vez, Valdener, también de Assema, emite sus críticas: “La certificación en Brasil está dominada por los grandes distribuidores y las grandes certificadoras, que hacen de la certificación un mercado bastante lucrativo. El alto costo de la certificación elimina al pequeño productor. El movimiento de economía solidaria está proponiendo la certificación participativa, pero esta propuesta todavía no ha sido debatida con la base.” Otro tema a ser discutido tiene que ver con los registros y otras exigencias legales. Si bien pueden ser prescindibles - o, por lo menos, se ha prescindido de ellos de hecho al inicio de la comercialización, cuando el volumen todavía es bajo, resultan imprescindibles para producir y vender a gran escala. “La red nacional de supermercados Pão de Açúcar está interesada en comprar 10 mil unidades de nuestros jabones al mes”, dice Valdener. “Para poder ingresar a ese mercado

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vamos a necesitar regularizar nuestra situación ante la Anvisa, que nos exige hacer adecuaciones en la fábrica. El problema es que esos trabajos ¡cuestan más de 100 mil reales! Estamos tratando de conseguir un financiamiento a fondo perdido de parte del Proyecto de Incentivo al Desarrollo Local del Gobierno de Maranhao”.

Problemas, factores de éxito y factores que limitan el acceso a los mercados Daniel Tygel, en el “Mapeo inicial de entidades que trabajan en la comercialización o el consumo de productos agroecológicos en Brasil73”, destaca los cinco problemas de la comercialización más citados por los entrevistados. 1. Dificultad de ingreso a los mercados 2. Falta de una red de distribución o de transporte propia o solidaria 3. Falta de regularidad y planificación en la producción y su entrega. 4. Poca conciencia de los consumidores sobre los impactos sociales y ambientales asociados a la compra de productos alimenticios 5. Falta de capital de giro. Abramovay, a su vez, habla de los factores de éxito y los factores limitantes de diversas “experiencias de integración de los pobres a los mercados”74. Los factores de éxito están ligados a la educación, la organización, la preservación ambiental, la asistencia técnica, la agregación de valor, la promoción de la comercialización y la valoración del producto orgánico. Los factores limitantes tienen que ver con organización, capital, cambios de gobierno, costos de certificación, pequeña escala, desagües y plagas.

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¿Ganando o perdiendo dinero? Un difícil balance económico (que pocos hacen) La contabilidad de Coppalj y de Adec son rigurosas. Balances mensuales y anuales de los recibos y gastos permiten monitorear el desempeño de la producción y la comercialización. A partir de estos datos podemos saber cuánto ganan las familias con la comercialización del babazú o del algodón. En otros términos, podemos calcular el valor del ingreso bruto promedio por familia asociado a determinado producto. Pero calcular los costos de producción y de comercialización para llegar a la renta líquida es mucho más difícil. Habría que tomar en cuenta las donaciones, investigaciones, horas de asesoría, intercambios y costos organizativos. Como anota Domingos Armane, en un libro que trata de movilización de recursos: “Es común que algunos costos relacionados con investigación, contratación de asesorías especializadas, intercambios, procesos organizativos, etc. no sean calculados adecuadamente en la definición del precio de los productos.” De hecho, nadie en Diaconía ni en la AAOEV puede decir cuál es el costo de producción de las hortalizas. Esto sucede también, a escala familiar, con la valoración de los costos de producción, transformación y comercialización del algodón o del babazú. Por otro lado, algunos beneficios no son fácilmente cuantificables en dinero: “¿Cuánto vale la masa orgánica que gana la tierra con la producción agroecológica?” pregunta Marcus Vinicius, de Esplar. A nivel individual, notamos un fenómeno curioso. Pocos son los productores que hacen a lápiz los cálculos de sus costos y beneficios. Aún así, dan la impresión de saber si están o no perdiendo dinero. El equipo de Diaconía notó, por ejemplo, que

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“El precio que fijan los productores no corresponde a lo que vale el producto agroecológico, que implica más trabajo y es más saludable. Pero cuando el intermediario quiere comprar la salsa de culantro a cinco centavos, le responden que prefieren dárselo de comer a los animales. Parece que, para ellos, el precio mínimo que compensa es 7 centavos. Para determinar el mínimo aceptable hacen las comparaciones con el precio en la feria, con el valor del día de servicio y con el valor de otros productos, como el tabaco.” Da la misma manera, cuando llegan a la feria, en Umarizal, se informan sobre el valor que tienen los productos en otros puestos de venta no orgánicos, y fijan el mismo precio para su mercancía. Cuando entrevistamos al dueño del supermercado más pujante de Umarizal, confesó que, al igual que los productores, él no lleva una contabilidad precisa: “hace siete años que abrimos, pero sólo hasta ahora el contador está organizando las cosas. Sé de mis ganancias por lo que logro comprar para mí, como el tipo de carro, por ejemplo. Sé también que necesito tener ocho productos básicos con precios mejores que los de la competencia, porque son éstos los que el consumidor más busca.” Parece ser que ese tipo de benchmarking en comparación con la competencia, muy utilizado por las grandes empresas, les permite a todos ubicarse, además de actuar, aparentemente, como regulador del mercado.

ONG y agricultores necesitan calificarse mejor para el mercado La escasez de información detallada proviene también del hecho de que para las ONG y los agricultores, el ingreso decidido en el mercado significa entrar en un universo enteramente nuevo, lleno de posibilidades, pero con exigencias propias para las cuales no se sienten bien preparados. De algún modo, las ONG están aún menos preparadas que los agricultores, cuyo ingreso siempre ha dependido del contacto con el mercado - intermediarios, depósitos, feria de animales - mientras que el flujo de dinero de las ONG proviene, en esencia, de proyectos y donaciones.

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Otro factor a considerar es que son pocas las ONG, incluyendo aquellas que obtienen buenos resultados, que se preocupan por medir esos resultados con precisión. El ingreso al mercado plantea una nueva pregunta, de orden cuantitativo: ¿el negocio es o no económicamente viable? La sanción del mercado es objetiva y constituye una novedad un tanto atemorizante en un universo todavía fuertemente marcado por lo político, que no ha incorporado en su rutina la eficiencia en el desempeño (y lo que no es raro, se rehúsa a hacerlo). También conviene destacar que los equipos técnicos de las ONG rara vez tienen la formación necesaria para lidiar con el mercado, es decir, para poder dar el apoyo que las cooperativas, asociaciones, tiendas y otras empresas “solidarias” requieren. Surge entonces un dilema: ¿Dónde encontrar aquél técnico que, además de tener alma de militante, compartir los valores políticos, sociales y ambientales, conozca el mercado, acepte las condiciones salariales poco atrayentes que ofrecen las ONG, posea las habilidades didácticas y de relaciones que requiere el diálogo con los agricultores y, finalmente, esté dispuesto a viajar Sertão adentro? Assema no logró encontrar la respuesta: seis vendedores de la Embaixada do Babazú desertaron en menos de cuatros años. “Tal vez un vendedor nato no sirva para nosotros”, se pregunta Francinaldo. “Assema no es una empresa; sin embargo, la tienda hace parte del mercado capitalista”. El mercado también le plantea mayores exigencias a todo del equipo de Assema: “Tenemos que profesionalizarnos más en términos de gestión, procesamiento, calidad y comercio”. En el mismo sentido viene el discurso de Diaconía: “Aún tenemos mucho por aprender. Además de la feria, estamos entrando ahora en el mercado del algodón. Nuestra formación como técnicos no cubrió eso.”

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Análisis de cadenas, cálculo de costos y beneficios, gestión comercial, logística de distribución, calidad: Fo tanto para el agricultor familiar como para las organizaciones que lo asesoran, queda todavía c mucho por aprender.

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No todo estrmercado: la solidaridad y reciprocidad también son necesarias para la es producción m

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ad de agricultores o de un asentamiento de la reforma agraria no depende La economía de una familia os sólo de transacciones en el mercado : o capitalista: la producción para el autoconsumo, los programas gubernamentales y los cambios ergintercambios entre vecinos juegan también un papel importante. án El sociólogo Jean-Louis Laville, retomando los trabajos del famoso economista Polanyi, define ic o cuatro principios de comportamiento económico: la administración doméstica (producir para el ,i n uso propio), la reciprocidad (en la que la dádiva st representa el “hecho social elemental” y “las itu humanas”), la redistribución (por parte de una transferencias son indisociables de las relaciones ci on (sitio de encuentro entre la oferta y la autoridad central) y el mercado propiamente dicho 81 aly monetaria, existen otras economías, no demanda ). Al lado de la economía capitalista, mercantil e mercantiles o no monetarias. Para ayudarnos a evitar una jdefinición demasiado estrecha de la us to palabra “mercado”, Armando de Melo Lisboa recuerda lo siguiente: |

“Originalmente, el mercado era el lugar donde se comercializaban artículos de primera necesidad, en pequeñas cantidades y con precios fijos. Los mercados de vecindad son tan antiguos como la propia humanidad. Es preciso que recordemos que el “ágora”, el espacio público central de las ciudades griegas donde nació la idea de la democracia y del autogobierno, era la plaza donde tenían lugar al mismo tiempo el comercio y las asambleas populares76.” Hay otro universo oculto de prácticas de reciprocidad en las tres experiencias en las que nos hemos enfocado, que casi siempre son ignoradas en la medida en que vienen mezcladas con las prácticas

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del mercado capitalista y de redistribución por parte del Estado. En Rio Grande do Norte podemos citar, entre otras prácticas solidarias, los fondos rotatorios para paquetes tecnológicos de irrigación y los intercambios de productos entre agricultores al final de cada feria. En Ceará, tampoco es la ganancia la que habla con voz más fuerte: la empresa de comercio justo Veja, a pesar de la alta demanda de algodón orgánico, insiste en no comprar toda la producción de Adec, incentivando así la diversificación de los compradores. En esa misma línea, Cones, de Justa Trama, acepta hacer la limpieza completa de sus máquinas para rodar, sólo durante apenas un día, todo el hilo del algodón orgánico de Adec. A su vez, en el estado de Maranhao, la Coppalj creó un fondo de asistencia social para otras entidades y Assema recibe el apoyo de decenas de voluntarios que escriben libros, filman, discuten y ayudan en la tienda. En esos tres estados al igual que en todo el Sertão, los agricultores agroecológicos reciben visitas, discuten, intercambian semillas y conocimientos… Para Sabourin, las prácticas económicas gratuitas como éstas no son ornamentales o simplemente complementarias. No “sustituyen el altruismo o cualquier tradición campesina. Son necesarias en el proceso de producción (…) y para garantizar la cohesión de la organización social a partir de la producción de valores humanos - éticos comunes77”. Advierte, sin embargo, que no se debe caer en el extremo opuesto, pensando que la solidaridad lo resuelve todo. El crédito solidario, por ejemplo, depende del voluntariado y de la reciprocidad, pero no puede prescindir de una buena capacidad operativa y técnica.

Equilibrio y tensión entre lo político, lo económico, lo social y lo ambiental Como bien dice Domingos Armani, “por su naturaleza social, los negocios hechos por las ONG tienen la obligación de producir efectos sociales y políticos, además de generar ingresos78”. Esos “negocios” permanecen en un equilibrio dinámico, inestable, debido a la influencia permanente de tensiones entre las distintas dimensiones del desarrollo sostenible: lo social, lo político, lo económico y lo ambiental. El peligro, según la fórmula de Lisboa, consiste en que “al aceptar el desafío del mercado, la economía solidaria pueda perder su esencia79”. En las tres experiencias

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examinadas aquí, los lideres campesinos y los técnicos no tuvieron miedo de enfrentar “el desafío del mercado” y no parece que se hayan presentado malos manejos. Aún así, en su esfuerzo cotidiano por equilibrar las distintas dimensiones, están experimentando tensiones y dilemas de todo tipo, algunos de los cuales se ilustran a continuación.

La estrecha relación entre lo político, lo económico, lo social y lo ambiental: el caso de Assema En Assema, la lucha política por el libre acceso al babazú no se disocia de la lucha económica para garantizar la materia prima para la fábrica de aceite, de la lucha social por mejores condiciones de vida en la región, ni de la lucha ambiental contra los agrotóxicos, las quemas y el uso del tractor. Las distintas dimensiones del desarrollo sostenible son inseparables en la Embaixada do Babaçu Livre, una tienda fuera de lo común, que es al mismo tiempo espacio económico de venta y distribución de la producción, espacio político de reuniones y debates y espacio de sensibilización social y educación ambiental, donde alumnos de escuelas y estudiantes universitarios van a conversar y a buscar materiales de investigación. Allí, Assema no sólo vende jabones; vende también una causa. De la misma forma, las mujeres quebradoras de babazú de la comunidad de Ludovico, donde hay una pequeña fábrica de jabón, buscan “mercados que valoren los productos que tienen una dimensión cultural, al igual que los productos ecológicos con sello social80”. En esa misma línea, para que Coppalj pueda mantener las ventajas comerciales del sello orgánico, es preciso realizar un largo trabajo político y ambiental, promover muchos debates y realizar sucesivas campañas, inclusive con los grandes propietarios de las haciendas que albergan los más grandes babazuales.

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A lo largo de más de quince años dedicados al apoyo a los emprendimientos económicos, “Assema nunca flexibilizó sus principios en función del mercado”, afirma Francinaldo. Pudo lograrlo porque su objetivo siempre ha sido claro; nunca fue el crecimiento económico: “Hemos rechazado muchos pedidos de grandes volúmenes de aceite orgánico. Varias empresas ya se molestaron con nosotros por ello, pero nuestro objetivo es mantener la base, que son los bosques naturales de babaza, los babazuales”. Para el gerente de la Coppalj, Toinho, el objetivo tampoco es crecer, aunque de cierta manera sí lo es: “es la calidad de vida de los socios”. Los socios de la cooperativa y los participantes de los programas de la Assema no son sólo “productores”; son personas política y socialmente comprometidas (ver cuadro). Para Francinaldo, “lo económico tiene que ir acompañado de lo político”. Para ser socio no es suficiente depositar los 200 kilos de babazú que les corresponden como cuota. El futuro socio necesita también responder a determinados criterios y probar, en la práctica, que está en sintonía con los principios políticos de la Coppalj. “La comunidad indica a la persona, que sólo entra a ser socia activa después de seis meses, con la condición de participar activamente en las reuniones”, explica Francinaldo. “Durante estos seis meses varias personas desisten y quienes se quedan todavía requieren ser aprobados por la asamblea de la cooperativa”. Por lo anterior, el número de socios activos de la cooperativa crece muy lentamente; tan sólo entran cuatro o cinco nuevos cooperativistas por año. A primera vista, los resultados son positivos: el compromiso político y la eficacia económica parecen progresar juntos.

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“Los tres mejores grupos en términos de organización política la Coppalj, la Coopaesp, y la fábrica de jabones son también los que están en mejores condiciones financieras”, constata Valdener. Por su lado, las quebradoras de la fábrica de jabones afirman que “la política no perjudica la producción; esto no representa un problema para nosotras, ya que el negocio es nuestro.” Pero la realidad, como siempre, presenta más matices. Como veremos más adelante, grupos de mujeres con mucha fuerza política no siempre consiguen buenos resultados en el ámbito económico. Sin embargo, antes de eso vamos a mostrar, a partir de estas tres experiencias, en qué forma es necesario manejar constantemente tensiones entre las dimensiones económicas, políticas, sociales y ambientales.

Los principios de Assema para la comercialización de los productos En su libro sobre movilización de recursos, escrito a pedido de Oxfam, Domingos Armani81 resume en un cuadro los principios de Assema para la comercialización de productos, el cual se reproduce a continuación: § Respeto al modo de vida de la población. § Uso del conocimiento tradicional. § Generación de ingreso a partir de las potencialidades de la comunidad. § Énfasis en la mejoría de la calidad de vida de las personas, en la mejora de los ingresos y en la reducción de las desigualdades. § Creación de nuevos sistemas de producción y nuevas relaciones de trabajo. § Instrumentos de gestión con significado para las personas de las comunidades y asociados a programas de capacitación para su uso consciente por parte de los involucrados.

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§ Plan de negocios como instrumento de transformación social, con discusiones políticas en su elaboración y adopción. § Sistematización de la tecnología social desarrollada, haciendo posible que más personas se incorporen al emprendimiento social. § Calidad del producto directamente relacionada al valor agregado social y ambiental. § El producto manejado como canal directo de comunicación con la sociedad y como herramienta para su sensibilización y movilización. § Empoderamiento y emancipación de la comunidad. § Fortalecimiento de la lucha por el reconocimiento de derechos. § Vínculo del emprendimiento con la acción política. § Lucha por la garantía del acceso a la tierra. § Visión de fomento al modelo de desarrollo anti hegemónico.

El mercado como regulador de los comportamientos: la fuerte tentación del beneficio económico inmediato Al ofrecer precios por encima del promedio del mercado, el programa de compra garantizada del Gobierno Federal atrajo a agricultores familiares, quienes empezaron a descuidar su clientela para atender esta nueva demanda, desabasteciendo por un tiempo la feria agroecológica semanal de Umarizal. En el mismo municipio, algunos agricultores, incluso algunos que pertenecen a la asociación, tienden a guiarse más por el beneficio rápido que por la ética. La falta de conciencia colectiva y la ausencia de una buena coordinación por parte de la asociación les impide resistir a la tentación de venderle a los intermediarios y comerciantes que le hacen competencia a la feria. En el estado de Ceará, a raíz de las dificultades que se presentaron con el capital de giro, hubo un año en que el número de socios de la Adec cayó de 350 a 50 en pocos meses. Fueron pocos los

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socios dispuestos a esperar tiempos mejores en aras de luchar por ideales más elevados. En Maranhao escasea la pulpa de babazú por razones semejantes: “Demanda mucho trabajo y los ingresos no son atractivos: es más fácil vender la castaña o inscribirse como beneficiario del Programa Bolsa-Familia”, lamenta Francinaldo. Peor aún: ya hubo casos de familias vendiendo sus gallinas orgánicas para comprar gallina “industrial”, un absurdo en términos agroecológicos, aunque no en términos económicos: una gallina orgánica vale por dos industriales. En los emprendimientos agroecológicos la función reguladora del mercado continúa siendo sólida. Para contrarrestar la atracción hacia los beneficios individuales inmediatos, las ONG, cooperativas y asociaciones cuentan con su fuerza política y organizativa. Las tensiones existentes hacen parte del día a día de las experiencias. Como dice Francinaldo: “Trabajamos con la familia la generación de ingreso de manera que integre el lado político, porque es el económico el que le atrae. La Assema tira para el lado político y la familia lo hace para el otro lado, el económico.”

Salir de la pobreza sin hacerse operario Gracias a la comercialización de su producción, salieron de la pobreza extrema muchas familias de los asentamientos y comunidades del interior del Nordeste de Brasil. “Yo trabajé con una familia que antes no tenía fríjol durante todo el año y que hoy en día tiene garantizada su seguridad alimentaria, su casa y un animal en su patio para vender en caso de necesidad”, cuenta la socióloga Silvianete, de Assema. “Pero por el otro lado, hoy están lidiando con la economía de mercado: o adquieren poder de competencia o no generan ingresos suficientes.”

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En la fábrica de jabones, por ejemplo, las mujeres quieren, por supuesto, generar ingresos para sus familias, pero también quieren continuar quebrando coco, criar gallinas y participar en reuniones políticas. “No quieren llegar a ser operarias y trabajar ocho horas por día en la fábrica”, continúa Silvianete. “¿Pero entonces sin convertirse en operarias de tiempo completo, cómo hacer para estar siempre al día en la entrega de la cantidad solicitada por el cliente?” Este es uno de los dilemas que no tienen solución concreta, sólo han surgido ideas cuya sostenibilidad todavía requiere ser verificada: “Podemos hacer turnos: somos más de 20 socias, no todas necesitan trabajar al mismo tiempo”, dicen las quebradoras-operarias. Y si llegara un pedido mayor que implicara meses de producción intensiva ¿cuál sería la decisión? ¿atenderlo o no? La respuesta de Coppalj y Adec, cuya fama les ha traído mucha demanda, es clara: atenderlo, pero en la medida de las posibilidades, que todavía son muy limitadas. Toda la cautela que se tenga es poca para evitar entorpecer un proceso de por sí lento, que supone tomar decisiones de manera colegiada, crecer de modo orgánico, priorizar el mercado justo… “Se trata de una construcción progresiva”, resume Chagas Maia, de Adec.

¿La ganancia económica es un buen punto de entrada a la agroecología? El ejemplo del algodón. El trabajo de los consorcios se hizo más fácil a partir de 2004, cuando el precio del algodón se estabilizó en un nivel atractivo. Sin embargo, al mismo tiempo creció tan rápido el número de Consocios Agroecológicos que la asistencia técnica no tuvo la capacidad para acompañar el

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movimiento. Resultado: en el 2007 hubo “transacciones agroecológicas irregulares”, con consorcios que presentaban tasas hasta de 90% de algodón. En esas condiciones, ¿será que la rentabilidad económica puede ser considerada un punto de entrada interesante para la conversión agroecológica? “El buen precio ayudó; fue probablemente el principal factor motivador para el aumento del área plantada en algodón en 2007”, contesta Pedro Jorge. “Hasta 2006 los principales avances correspondían a trueques o intercambios entre vecinos. Pero el beneficio económico no es tan significativo, no explica todo. La gente también toma conciencia de los beneficios de la agroecología a partir de la experimentación concreta. Además, los sindicatos han generado mucha sensibilización en las comunidades.” Eliane Lobo, presidenta del STR de Choró, también piensa que el dinero no constituye la única motivación “porque el cultivo del algodón es trabajoso y no siempre produce”. Otro factor es el aspecto altamente simbólico del algodón, una cultura más que centenaria en la zona agreste, que tiene la particularidad de reunir personas de los más variados horizontes, en una especie de unanimidad en la cual todos desean verlo producir abundantemente y convertirse de nuevo en el “oro blanco” de otras épocas. Chagas Maia, Gerente de Adec, comparte ese deseo pero se preocupa con el crecimiento anárquico de la producción, en perjuicio de la calidad del producto. “El problema es que el dinero que el cliente manda es para comprar algodón de la mejor calidad, y algunos sindicatos envían algodón de segunda.” Chagas Maia se muestra a favor de una cierta flexibilización durante el primer año de la transición agroecológica, para sensibilizar a los nuevos socios. “Pero si no hacen el consorcio de manera

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adecuada o si en el segundo año todavía siguen quemando, tienen que salir”. La certificación, además de ser un fuerte atractivo económico, también ayuda a trabajar los aspectos de calidad y respeto por el medio ambiente: “El agricultor va a tener que adaptarse, porque es del interés de todos trabajar la agroecología en toda la unidad de producción, no solo en el área de una hectárea que tiene el consorcio.” Entonces, ¿es buena estrategia atraer nuevos adeptos a la agroecología por el dinero? Pedro Jorge cree que sí, auque bajo ciertas condiciones: “Crecer de acuerdo con el tamaño del comercio justo, de las capacidades en materia de asistencia técnica y de capacitación de los agricultores. El intercambio también continua siendo fundamental.” Es decir, se trata de atraer nuevos adeptos con el fin de aumentar la producción, pero sin descuidar ni la calidad del producto ni el equilibrio en la formación de los consorcios. Sin embargo, Pedro Jorge reconoce que Esplar, al concentrase en los aspectos técnicos, organizativos y económicos, ha olvidado el aspecto político. “Los transgénicos son una gran amenaza, que puede acabar con nuestra cadena productiva. Pero su llegada puede ser vista también como una oportunidad para dar un salto cualitativo en el trabajo de Esplar, que se ha quedado mucho en lo económico y en lo organizativo, y poco en lo político.” Ahora, son precisamente las dimensiones políticas y ambientales las que hacen la diferencia. Sin ellas, Esplar o Adec no serían más que intermediarios, atrayendo al agricultor familiar con argumentos puramente económicos.

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¿Subsidios y bonificaciones individuales para atraer socios o capitalización del capital de giro? En la misma línea, Esplar está pagando subsidios a los agricultores para incentivarlos a crear consorcios y compensar los riesgos que implica toda experimentación. Assema usa una estrategia similar para incentivar la producción agroextractivista y la Coppalj ofrece bonificaciones a sus socios todos los fines de año. Los subsidios y las bonificaciones son importantes incentivos económicos. Sin ellos, el número de familias que practican la agroecología sin duda sería menor. Pero estos incentivos son también objeto de críticas por representar estímulos individuales y aleatorios, que impiden que los recursos se destinen a otras estrategias más colectivas y sostenibles. Por ejemplo, la Adec, por el hecho de pagar bonificaciones, nunca ha logrado acumular reservas para formar su capital de giro. Esplar se vio en la obligación de prestarle capital a Adec, en una estrategia poco sostenible, que al finalizar acabó también con las reservas de Esplar.

Capacitación política para combatir la tendencia a la desmovilización “Antes, en la época de las luchas, las personas hablaban a una sola voz y pensaban más en lo colectivo. Recorrían diez kilómetros a pié para participar en las reuniones sin recibir un céntimo. Hoy en día ya nadie lo hace, las personas están desmovilizadas.” Toinho, Gerente de la Coppalj, no sabe bien qué es lo que motiva a los socios hoy en día. “Antes era la opresión, los cooperativistas tenían principios políticos”. Y hoy, ¿es el dinero? Cuando la lucha política se debilita ¿resta la motivación del mercado? “Esa es una de las dificultades que enfrenta la Assema”, reconoce Francinaldo, de Assema. “Nuestra estrategia es la inserción consciente en el proyecto económico, la capacitación

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política a los asociados, la organización colectiva, la incidencia en las políticas públicas, todo con muchos debates. Los intercambios y la participación en eventos externos son también muy importantes.” Sin embargo, al mismo tiempo la Coppalj no tendría cómo sostenerse apenas con 156 socios “conscientes”. Bajo el punto de vista económico, la organización necesita asegurar a los dos mil proveedores no socios a quienes compra castañas de babazú. Es en esa tensión permanente entre lo político (la exigencia de que los socios estén realmente comprometidos) y lo económico (el volumen mínimo de castaña para que el negocio sea viable) que la Coppalj va creciendo, lentamente. Para Toinho, “debemos redoblar nuestros esfuerzos para aumentar el número de socios conscientes.”

Crear una dinámica de reequilibrio permanente de lo económico con lo político y lo ético La dimensión económica, que es nueva, compleja y desafiante, tiende a convertirse en el centro de atención. “Cuando Assema creó un área de comercialización, sólo se hablaba de la Coppalj en las reuniones. Se generó una gran expectativa, y tenía que funcionar”, recuerda Valdener. Por los lados de Adec y de Esplar, en Ceará, la decisiones giran más en torno a los aspectos técnicos, económicos y organizativos, que a los políticos. Para Valdener, ese tipo de desequilibrio representa un peligro: “Se requiere que lo económico y lo político anden juntos, o de lo contrario la cooperativa quiebra”. “Andar juntos” significa crear una dinámica de reequilibrio entre estos dos polos. Fue así que Assema se vio en la necesidad de revisar sus ideales y discutir algunos posicionamientos: ¿De

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quién aceptar recursos financieros? ¿A quién venderle los productos? Después de largas y a veces polémicas discusiones internas, Assema ya ha rechazado el dinero de grandes empresas. Lo mismo sucedió con Diaconía que, por razones éticas y políticas, no quiso recibir el dinero de una gran compañía de semillas y fertilizantes químicos para apoyar las ferias en Rio Grande do Norte. Discutir ese tipo de tensiones hasta conseguir consenso lleva tiempo y requiere también cierta flexibilidad para evitar inviabilizar los negocios.

Lo político puede entorpecer lo económico La valoración de la dimensión política tiene límites. Uno de ellos es cuando empiezan a resultar inviables las conquistas económicas. La Coppalj, a diferencia de Esplar, no sólo comercializaba el aceite de babazú en el comercio justo y tiene un margen de maniobra relativamente estrecho en términos comerciales. “No podemos escoger a los clientes a quienes les vendemos el aceite de babazú; si lo hiciéramos, la cooperativa entraría en quiebra. En el momento tenemos 30 toneladas almacenadas y estamos sin capital de giro. Vamos a venderle a quien aparezca”. En este caso, la Coppalj le vende a fábricas de jabón común, que no están interesadas en saber si el aceite es orgánico o no y, quizá, no sean exactamente empresas amigas del medio ambiente… Pero, por el momento, para la Coppalj, esto es lo que hay. La quiebra de la cooperativa sería peor y perjudicaría a miles de familias agroextractivistas. La Assema conoce muy bien hasta qué punto la aplicación ciega de principios utópicos puede perjudicar a cualquier tipo de negocio. Al inicio de los años 90, por respetar reglas igualitarias, se le daba el mismo tratamiento a todas las cantinas. Se les mandaba a todas la misma cantidad de

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mercancía, para ser intercambiada por castañas. Sin embargo, no todas esas cantinas recibían las mismas cantidades de castañas de las quebradoras. En pocos meses, el sistema, que ideológicamente era equitativo, resultó económicamente inviable. En la esfera no gubernamental, cuando se quiere lidiar con el mercado el cual muchas veces quiere respuestas rápidas, es preciso tener cierto cuidado con el tiempo que se dedica a reuniones y discusiones. Convivir con esa tensión es uno de los roles más delicados de las asesorías (Esplar, Assema o Diaconía). Se trata, por un lado, de resistir a las presiones del mercado para preservar la democracia interna y la ética, garantizando que esto, por otro lado, no impida una salida comercial que pueda beneficiar a los agricultores. Una tarea nada fácil debido a las dificultades de comunicación que suelen tener esas asesorías con las comunidades rurales y, sobre todo, a las apretadas agendas de los líderes. En Choró la presidenta del sindicato hace un retrato que nos deja sin comentarios: “Solo en un asentamiento tenemos reuniones del INCRA, del Proyecto Un Millón de Cisternas, del Proyecto Dom Helder, de los consorcios de Esplar, de Emater, de EMBRAPA… Es una reunión tras otra.”

¿Dónde vender y a quién? Hay controversias sobre dónde vender la producción agroecológica y a quién. ¿En tiendas más sofisticadas o en circuitos especializados frecuentados por “consumidores conscientes” que están en mejor situación económica? ¿En espacios militantes, no siempre muy representativos ni bien administrados? ¿En supermercados, frecuentados por todas las clases sociales, tratando de consolidar una imagen de empresa social y ambientalmente responsable?

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Los militantes de la economía solidaria tienen clara preferencia por la economía local y por los mercados no elitistas. Pero los técnicos de Assema y Esplar saben que la comercialización exige flexibilizar ciertos principios en beneficio de los agricultores familiares. Al final, es el comercio justo internacional, y no el mercado local, el que más contribuye a viabilizar el trabajo agroecológico de base, tanto en la experiencia del estado de Ceará, como en la realizada en el estado de Maranhao. Y las zapatillas-tennis orgánicas de Veja, a pesar de que no son artículos de lujo, tampoco son accesibles a todos. Tal vez esto no sea lo ideal, pero es lo que hoy es posible. Radicalizar la posición significaría quedarse sin tener a quién vender. Por otro lado, las tiendas de la economía solidaria pueden no ser tan solidarias como se piensa. Allí también encontramos juegos de poder, organizaciones defendiendo sus propios intereses económicos o simplemente desorganización. Cuando el Movimiento de los Sin Tierra (MST) abrió su propia tienda, retiró todos sus productos de la Embaixada do Babaçu, que perdió de esa manera dos beneficios: el valor de la consignación y la diversificación de sus productos. Existe también el caso de los productos como el marañón (castaña de cajú) que, sin ser de Assema, se convierten en éxitos de venta para luego desaparecer de los estantes durante varios meses, sin que se reciban noticias de los productores. Además, las tiendas de economía solidaria del Nordeste rara vez logran sostenerse con el producto de sus ventas. En el presente caso, los ingresos de la Embajada están muy lejos de cubrir los costos del alquiler, el consumo de energía y el salario de la vendedora.

Una pregunta paradójica: ¿quién va a financiar la comercialización? Si nos atenemos a los resultados económicos y al desempeño organizativo de la asociación que la dirige, la Embaixada do Babaçu Livre debería haber cerrado sus actividades hace ya tiempo. Si no lo ha hecho, es debido a sus otras funciones; sobre todo porque es muy importante desde el punto de vista político.

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Por otro lado, las ONG se refieren con frecuencia a su dificultad para encontrar quien financie proyectos de comercialización. Esplar es la excepción que confirma la regla. La institución se cree con suerte porque la ICCO, una de las pocas agencias que apoyan las cadenas productivas, escogió trabajar precisamente con la cadena de algodón. Aún así, Esplar está pasando por una situación financiera muy delicada, lo que la obligó a dejar de subsidiar los consorcios y de proporcionar capital de giro a la Adec. Otra fuente de ingreso sería la movilización de recursos nacionales con el apoyo de donantes privados, sean individuales o institucionales. A pesar de la insistencia en ese punto, con raras excepciones, los resultados de las ONG fueron muy inferiores a lo esperado. A juzgar por el volumen de recursos recaudado, el programa de movilización de recursos de Assema, por ejemplo, puede ser calificado como un fracaso. Como última opción, muchas ONG brasileñas están volcando su atención hacia las fuentes gubernamentales, con el riesgo nada despreciable de perder su autonomía política. Volveremos sobre ese tema en la Tercera Parte. Si tomamos en cuenta los costos de la asesoría por parte de las ONG, no estamos seguros de que las tres experiencias de comercialización en las que nos hemos enfocado sean capaces de sostenerse sólo a través del mercado. Esto es comprensible, pues no se trata de emprendimientos exclusivamente económicos. Las dimensiones políticas, sociales y ambientales de estos emprendimientos deben ser también tenidas en cuenta. Queda entonces una pregunta por hacer, fundamental en lo que se refiere a la sostenibilidad: ¿a quién le interesa el rol de esas experiencias de comercialización de agroecología en sus múltiples dimensiones, hasta el punto de financiarlas a largo plazo, sin interferir en su autonomía? En otros términos, ¿quién va a financiar en el futuro iniciativas de comercialización de este tipo?

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Desafíos y nudos organizacionales Para poder actuar colectivamente en el ámbito técnico y político, los agricultores familiares con el apoyo de sus asesores, crearon nuevas formas organizativas: cooperativas, asociaciones, tiendas “solidarias”, asociaciones de consumidores. Este es un enorme desafío en la región Nordeste, donde la historia del cooperativismo ha sido problemática. Es tal vez por esta razón que la dimensión organizativa sigue siendo, en la opinión de algunos técnicos, “la parte menos resuelta”.

Una historia convulsionada: los altibajos de las cooperativas y asociaciones Pujas de poder con intermediarios, falencias, deudas, desvíos de dinero, pérdida de socios: la Coopalj ha sobrevivido en mares revueltos antes de conocer un período de relativa calma. La Adec, en el estado de Ceará, también sufrió altibajos extremos hasta hace poco. De no haber sido por la persistencia de algunas personas, hace tiempo que habría cerrado: en el 2001, por ejemplo, cuando casi todos los socios salieron, o en 2003, cuando se encontró con muchos socios pero sin compradores y con una cosecha entera de algodón bloqueada. Fue en la adversidad que ambas organizaciones aprendieron y reforzaron su estructura. En el 2001, en lo más álgido de la crisis, la Adec, que hasta entonces trabajaba tanto con socios como con no socios, percibió que había muchos “pasajeros clandestinos”. Personas que no eran socias se beneficiaban de los apoyos y no avanzaban en la transición agroecológica. Desde entones, para tener derecho a la asistencia técnica, la adhesión a la Adec pasó a ser obligatoria. Un subsidio gradual fue instaurado: 204 reales por hectárea de consorcio para quien aplicara el conjunto de técnicas agroecológicas, y un valor menor si la familia dejara de aplicar una u otra de las técnicas que se han difundido. Con el comercio justo la Adec y la Coppalj estabilizaron la gestión y expandieron sus negocios. Pero no todo fue resuelto y antiguos problemas de democracia interna siguieron presentándose.

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Entre otros, la Adec quedó paralizada durante dos años por un empate electoral en la elección de su directorio. La expansión de los emprendimientos trajo novedades organizativas y, a su vez, trajo nuevos problemas. Cuando la producción de algodón se extendió de Tauá hacia los municipios vecinos, se creó una nueva organización, el Grupo Agroecología y Mercado (GAM), con representantes de la Adec y de los sindicatos de cada municipio. Ya en 2007, a raíz de la primera cosecha administrada en común, se presentaron disputas entre el GAM y la Adec en torno al peso y la calidad del algodón. En el fondo se vislumbraban conflictos de poder generados por la nueva configuración organizativa entre la Adec, por un lado, dueña de las máquinas y punto de acceso al mercado, y por el otro, el GAM, que al controlar buena parte de la nueva base de producción, retiene el poder para orientar la expansión. Ese episodio también puede ser visto como una especie de advertencia para los asesores de Esplar, que necesitarían adquirir o buscar fuera de su equipo una mayor capacidad en los aspectos organizacionales y de relaciones, de modo que sea capaz de ayudar a la Adec y al GAM a manejar mejor los inevitables momentos de conflicto. ASSEMA: un ente organizativo aparte ¿Qué es Assema? “Esta es una buena pregunta”, contesta Francinaldo, Secretario Ejecutivo de la organización. “Tratamos de no encasillarnos en una única definición. Assema es al mismo tiempo una red regional de organizaciones de agricultura familiar, una ONG que cuenta con un equipo técnico que asesora a otros grupos y cooperativas, y un movimiento social con fuerte capacidad de movilización. Además, es “nordestina” y “amazonense”, o tal vez no sea ni una ni otra, dependiendo del punto de vista. Si bien el estado de Maranhao hace parte de la región Nordeste, es también tenido en cuenta por diversos programas que benefician a la región Amazónica, por ser un estado donde se opera la transición entre el Nordeste y la región de la Amazonia.

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Assema es también una entidad donde trabajan juntos de manera muy estrecha técnicos, agricultores, directores de cooperativas y quebradoras, o sea la base y las “representaciones”, unidos por un mismo compromiso político: “la permanencia de las familias en condiciones dignas”. Su capacidad de resistir, renovarse, y evolucionar le debe mucho a esa convivencia tan cercana entre los más diversos sectores. ¿Cabrá la posibilidad, sin embargo, de que esa configuración tan singular y políticamente exigente esté hoy entorpeciendo la comercialización? Es difícil dar una respuesta a esta pregunta. Lo cierto es que se requeriría un capítulo aparte para presentar un estudio organizativo de Assema, cuya historia es extremadamente rica, con momentos de evaluación lúcida, renuncias en masa, cambios estructurales profundos, formas inéditas de democracia interna, criterios de desempeño para acabar con el corporativismo, con técnicos y administrativos trabajando conjuntamente.

La “cadena social”, pieza central, aunque frágil, de la sostenibilidad En las experiencias estudiadas, la cadena productiva mercantil (vinculada al mercado) lleva asociada una “cadena social” no mercantil (aunque sí monetaria) que tiene más o menos la siguiente estructura:

Financiadores ONG Agricultor familiar

Cooperativa / Asociación de productores

Sindicato

Agencias internacionales, como Oxfam, Icco y Action Aid son las principales fuentes de financiación de proyectos de comercialización de la producción presentados por las ONG, que son las encargadas de implementar y monitorear esos proyectos. El apoyo de esas ONG, cooperativas o asociaciones les permite cuidar más de cerca los procesos de beneficio y comercialización de la producción. El rol de los sindicatos de trabajadores rurales es más el de “difundir el nuevo modelo agroecológico, organizar y concientizar a los agricultores a través de intercambios, planes, campañas de movilización, muchas visitas y mucho diálogo en las comunidades y los

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asentamientos,” como explica Eronilton Burití, el joven director del Sindicato de Trabajadores Rurales de Quixadá, en el estado de Ceará. Eventualmente, otros participantes vienen a complementar esta cadena social. Se trata, entre otros, de investigadores, consultores autónomos o agentes gubernamentales. Así, el Proyecto Dom Helder Câmara (PDHC), del MDA Ministério do Desenvolvimento Agrário, es una contraparte importante para el desarrollo de la agroecología en el sertão de la región Nordeste. Por otro lado, investigadores de la Universidad Federal del Estado de Ceará están con Esplar desde el inicio, desde la primera hora, cuando en 1990 un entomólogo participó, al lado de las familias de agricultores, en el grupo de investigación del algodón. De esta manera se realizaron disertaciones y hasta se elaboraron fórmulas de productos basados en el nim, que son usados como insecticidas naturales. Actualmente, en esa cadena social, el primer eslabón, el financiador, está dando señales de debilitamiento, como se vio anteriormente (“¿Quién va a financiar la comercialización?”). En consecuencia, sin recursos financieros suficientes, las ONG no tienen cómo ofrecer a todos los proyectos la asistencia técnica, elemento esencial en las primeras etapas de consolidación de la cadena productiva mercantil; no tienen cómo acompañar todos los proyectos y menos aún la expansión productiva y comercial. El ideal, en términos de sostenibilidad, sería que el apoyo de las ONG se concentrara en el fortalecimiento de las organizaciones inclusive en el trabajo en redes- y que éste apoyo fuese disminuyendo gradualmente. Sabemos que este proceso es largo y difícil, que requiere una fuerte incorporación de calificaciones al interior de las mismas ONG de apoyo. Otros eslabones de la cadena social también presentan debilidades. Podemos citar, entre otros, la alta rotación de los técnicos en las ONG (es difícil atraer y garantizar la permanencia de técnicos con experiencia en municipios aislados en el medio del sertão, donde las opciones de estudio y esparcimiento son muy reducidas); la dificultad de encontrar sindicatos decididos a apoyar nuevas formas de producción (la mayoría prefiere seguir asegurando su jubilación); el enorme desafío

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político de la democracia, que trata de establecer un diálogo entre varias categorías de actores (ONG, cooperativas, sindicatos, agricultores, gobiernos), y la consecuente demora en los procesos de toma de decisiones.

La dependencia en relación con un pequeño grupo de personas comprometidas Tanto en Esplar como en la Assema, desde sus inicios hasta hoy, existe una figura sobresaliente. Sin la obstinación de un Pedro Jorge, en Ceará, o de un Valdener, en Maranhao, nadie sabe lo que sería de la Adec o de la Coppalj hoy. Articular, mediar en conflictos, sistematizar informaciones, procurar apoyos financieros, explorar nuevos mercados, cuidar los contactos internacionales, animar a los socios en los momentos en que todo parece perdido… a lo largo de más de quince años Pedro Jorge y Valdener se volvieron figuras imprescindibles. Pero lo que les dio su fuerza constituye también una debilidad de esas organizaciones, que se volvieron dependientes de un asesor externo sin par, con una experiencia única y que, por esto mismo, se volvió muy difícil de sustituir. Hoy, su salida probablemente no significaría el fin de la Adec o de la Coppalj (como habría sido el caso algunos años atrás), pero provocaría un enorme retroceso en términos de visión estratégica. Las cooperativas y asociaciones dependen dramáticamente de los buenos liderazgos…en plural. Mucho mejor que sea en plural, ya que se corre el riesgo de crear dependencia de una única persona. La Coppalj, con su consejo directivo integrado por productores comprometidos y sus reservas de liderazgos fuertes, algunos jóvenes y otros no tan jóvenes, hombres y mujeres, parece menos frágil que la Adec, donde la figura del actual gerente es omnipresente.

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ONG vs. Cooperativa / Asociación: ¿simbiosis natural o eterna dependencia? Más allá de la dependencia de individuos con determinada personalidad, se presenta con mucha fuerza en las tres experiencias la misma simbiosis entre la organización que comercializa y la ONG que asesora. Un síntoma de esta simbiosis es la declaración, hecha en primera persona del plural, por un técnico de Assema en relación con la producción de la Coppalj: “Nosotros producimos 300 toneladas de aceite este año”, como si no hubiera diferencia entre asesor y asesorado. En la Adec el propio gerente reconoce la dependencia institucional: “Si Esplar desapareciera sería una pérdida enorme, porque no se trata solamente de la asistencia técnica; se trata también de la asesoría en temas de género, medio ambiente, derechos… a lo largo de más de 30 años. Sería muy difícil encontrar otro socio como éste. Esplar es una compañera, una hermana, tiene compromiso y experiencia.” Sin embargo, agrega a continuación, “pero no podemos depender de Esplar…” Está bien resumido un dilema que, probablemente, no tenga solución a corto plazo. Diaconía, que ayudó a crear la AAOEV, en 2002, tiene la intención de que esa asociación se vuelva autónoma. El estatuto de la asociación fue alterado recientemente en esa dirección. Sin embargo, en la práctica continúa necesitando la capacidad de articulación y el apoyo financiero de Diaconía, además de su asesoría para diversificar y planificar la producción. De la misma manera, Assema va a continuar participando durante un buen tiempo en ferias internacionales de agricultura biológica y articulándose a iniciativas de economía solidaria. La estrategia consistente en asegurar la participación de un técnico y un agricultor o una quebradora en todos los espacios políticos y económicos; si bien contribuye a socializar los conocimientos, refuerza todavía más la simbiosis institucional.

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En Adec ocurre algo similar: el gerente que tanto valora la autonomía, reconoce que Esplar fue “esencial para encontrar el camino de la comercialización” y “generar confianza mutua con las entidades internacionales de comercio justo”. Además de la asesoría en los aspectos técnicos, de comunicación y comercialización, Esplar también ha garantizado durante varios años el capital de giro de la Adec y continúa actuando como su mediador ante el mundo académico. En los tres casos, la cooperativa / asociación de agricultores familiares y la ONG que asesora establecen una relación de simbiosis tan grande que una separación orientada a la “autonomía” de la primera es muy poco probable a corto plazo. Y quién sabe, ¿tal vez sea hasta poco deseable? ¿Será que el apoyo de largo plazo es la regla en ese tipo de emprendimientos? De ser éste el caso, sería mejor resignarse a aceptar este matrimonio que procurar salidas que por ahora resultan imposibles. Y reconocer también que la dependencia no es de una sola vía: el buen desempeño y el financiamiento de la ONG también dependen en buena parte de la cooperativa/asociación, cuya desaparición sería catastrófica para la entidad asesora.

La difícil experimentación de nuevos arreglos económicos Además de esas tres cooperativas o asociaciones con las cuales tienen esta relación de simbiosis, las tres ONG intentaron crear otros acuerdos vinculados a la comercialización de la producción. En todos encontraron dificultades. En Rio Grande do Norte, la asociación de consumidores “Amigos de la Feria” empezó con fuerza, visitando productores en las comunidades y sensibilizando a otras personas. Pero se marchitó rápidamente hasta casi desaparecer, como sucede hoy en día. El caso de mayor éxito, a pesar de que fue bastante problemático, fue el de GAM, en la región de Tauá. Esta organización, que constituyó la pieza central de la expansión de los Consorcios

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Agroecológicos, está pasando por tensiones relacionadas con la calidad y el peso del algodón, y con juegos de poder que requieren mediación. En Maranhao, está en crisis la cooperativa Babaçu Livre con sus 22 socios, que representan a todos los emprendimientos comerciales apoyados por Assema. En realidad, su situación de crisis ha sido permanente, tanto en el aspecto político como en el económico. Sin exigencias de cuotas de contribución a los socios, sin reuniones regulares, sin decisiones ni evaluaciones, la más joven cooperativa apoyada por Assema nunca despegó definitivamente. El objetivo de la cooperativa al abrir la tienda Embaixada do Babaçu, en la ciudad de Sao Luis, era independizarse de Assema; después de cuatro años de financiación de la tienda por parte de Oxfam, se ha visto la necesidad de reconsiderar la estrategia. Es probable que la tienda sobreviva por ser una importante vitrina política para Assema; sin embargo, no se puede decir lo mismo de la cooperativa Babaçu Livre, cuyo futuro es mucho más incierto. La cadena Justa Trama es emblemática en el mundo de la economía solidaria, por el hecho de haber producido las bolsas de algodón de una reunión del Foro Social Mundial. El equipo de Esplar la ve como una organización importante, aunque frágil, “con problemas estructurales”. Además de las dificultades en la comercialización de las piezas de confección y de la fragilidad de los eslabones intermedios82, la producción de algodón orgánico por la Adec también presenta fragilidades, capaces de afectar la cadena en su conjunto. En efecto, la Adec es el único productor que interviene en la cadena. Si llegara a fallar, en razón de adversidades climáticas, por ejemplo, toda la cadena resultaría afectada. Por ello, la expansión de la producción de algodón hacia otros estados del Nordeste es vital para Justa Trama.

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Asesoría permanente para subir de escala en el nivel organizativo La mayoría de las tentativas de apoyo mencionadas (el GAM, la Justa Trama, la Cooperativa Babazú Libre) han buscado superar la escala en la que han venido trabajando como cooperativa de producción y crear nuevos arreglos económicos que les permita trabajar en la articulación de varias organizaciones. Esos ejemplos demostraron que las ONG que se dedican a la asesoría están dando apenas sus primeros pasos en ese nuevo nivel. Al mismo tiempo, el cambio de escala que significa dejar de ser la única organización comercial de un sector para pasar al nivel de una cadena, red o agrupación comunitaria territorial parece ser una etapa ineludible en la búsqueda del desarrollo sostenible. Por otro lado, hemos visto también la importancia que tiene para una cooperativa o asociación, el apoyo continuado, de largo plazo, de una ONG, como elemento esencial para la sostenibilidad de la comercialización de los productos de la agroecología. Ciertamente, el reto de superar el nivel organizativo (Adec, AAOEV o Coppalj) para avanzar hacia los niveles comunitario o territorial, supone ese mismo tipo de apoyo permanente. Por lo menos, esa fue la conclusión a la que llegó Ana Maria Dubeax, Coordinadora de la Incubadora de Cooperativas Populares de la Universidad Federal Rural de Pernambuco, la Incubacoop: “Cambiamos por completo nuestro enfoque. Antes había un cronograma de preincubación, incubación y “desincubación” de los grupos, que duraba de dos a cinco años como máximo. Con las primeras experiencias vimos que, además de las dimensiones económicas y organizativas, era necesario trabajar todas las demás, y en particular, en el trabajo de aproximación a la vida comunitaria. De esta manera, entendimos que el proceso es mucho más lento y decidimos no “desincubar” más. Trabajamos el desarrollo local sin plazo para terminar. Cuando un grupo o una cooperativa llega a cierto nivel, pasa al siguiente. La perspectiva ahora es de articulación entre grupos: los más avanzados sirven de multiplicadores para otros y así en adelante.

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Género y mercado

El reconocimiento todavía limitado de las mujeres en la agricultura familiar nordestina Un estudio de Hildete Pereira, de la Universidad Federal Fluminense (Rio de Janeiro) revela la “invisibilidad del trabajo femenino en el medio rural”. En Brasil, “el 80% de las mujeres trabaja en el campo sin remuneración83”. Datos como ese todavía son raros dado que “falta una mirada feminista para develar el rol de la mujer en el medio rural” y que “gran parte de las estadísticas (…) no registra la diferencia entre las dinámicas femeninas y masculinas”. Otra constatación del estudio es la masculinización del medio rural, consecuencia del “éxodo de las mujeres para las ciudades en busca de mejores oportunidades de trabajo y estudio”. Resalta también que hasta hace poco tiempo la mujer tenía “grandes dificultades en obtener la titularidad de la tierra”. Esta situación mejoró a partir de 2003, cuando fue creado un mecanismo que facilita la obtención del título. Felipe Jalfim, a su vez, en su investigación sobre la cría de gallinas por parte de mujeres84, destaca la fuerza de la cultura patriarcal en el semiárido. En general, las mujeres tienen poca voz en la toma de decisiones, en particular en lo que se refiere a la comercialización de la producción. Otro elemento característico de esa cultura tradicional es la clara división sexual del trabajo, en la cual las mujeres cuidan más de la casa (labores domésticas, niños, agua…), de la parcela (hortalizas, frutas, plantas medicinales, manejo de los animales pequeños), así como de la comercialización de los productos

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en la comunidad y en la feria. Los hombres, “son responsables por los animales más grandes, los cultivos y sus respectivos procesos de comercialización”. Aún así, “las mujeres contribuyen con su mano de obra en diversas fases del cultivo, particularmente en algunos trabajos que se cuentan entre los más arduos, como la cosecha del fríjol. Sin embargo, ellas no tienen poder de decisión sobre qué, cómo y dónde cultivar.” En síntesis, las relaciones de género siguen siendo muy desequilibradas en el medio rural brasileño y en particular en el interior del Nordeste. Ahora, la ausencia de relaciones más justas y equilibradas no sólo afecta la calidad de vida de la familia; también compromete la producción y la comercialización que, atrapadas en la jaula de la cultura patriarcal, corren el riesgo de quedar estancadas. La conclusión de Jalfim en su análisis sobre la cría de gallinas resulta, sin duda, válido también para otras actividades económicas: “Los avances en ese ámbito dependen de procesos que contribuyan a la promoción de cambios favorables en las relaciones de poder de las mujeres.” Se trata entonces, de entender cómo las ONG y otras organizaciones contribuyen al “empoderamiento” de las mujeres. O, de modo más amplio, la forma como ellas trabajan la “cuestión de género”, un tema que Oxfam siempre ha considerado central en los proyectos de desarrollo.

Género en la familia, en los grupos productivos y en las organizaciones de mujeres A grosso modo, las tres ONG en las que se ha enfocado este documento abordan el tema de género desde tres perspectivas: a través de la familia, de los grupos productivos de mujeres y de los grupos de mujeres en general.

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En Diaconía, donde la “mirada de género es reciente”, el trabajo se lleva a cabo sobre todo “en el ámbito familiar” y tiene que ver con “los derechos de la mujer, del hombre y de los hijos”; es realizado “en conjunto, a diferencia de ciertas vertientes del movimiento feminista, que trabajan sin la presencia de hombres.” Diaconía también actúa junto a grupos de mujeres que producen y comercializan hortalizas en la feria. Esplar, a su vez, establece puentes entre política, agroecología y género, privilegiando el “empoderamiento de las mujeres, con un trabajo de organización política”. Asesora también a grupos productivos de mujeres que crían caprinos, cuidan parcelas productivas o participan en consorcios colectivos (no familiares) de algodón. Assema tiene un programa dedicado por entero a género, con estrategias más sofisticadas, donde la organización, la política y la producción van de la mano. El Programa de Organización de la Mujer Quebradora (POM) se desarrolla en tres líneas. La primera consiste en el apoyo a la organización de grupos productivos informales y su inserción en espacios políticos (asociaciones, sindicatos…). La segunda línea trata más específicamente de la generación de ingreso, con pequeños préstamos (el “Banco de la Mujer”) o fondos rotatorios donde, aunque sea toda la familia la que se beneficie, es la mujer quien asume la responsabilidad por el proyecto de avicultura, la huerta, la cría de caprinos y otros emprendimientos. El aspecto político está incorporado en los criterios de selección: para tener acceso a un préstamo es necesario participar activamente en una organización de mujeres. En la tercera línea de trabajo, el foco es la capacitación: especialistas en salud o en derechos de la mujer van a las comunidades a debatir, con el fin de propiciar también la participación de los hombres. Fue así como se formó el Grupo de Estudio de las Quebradoras, compuesto en su mayoría por mujeres jóvenes que se reúnen regularmente en un foro regional. Aquí también “el género es concebido a través de la familia, con los hombres.” Dos organizaciones de mujeres son particularmente importantes: el MIQCB (Movimiento Interestadual das Quebradeiras de Coco Babaçu), que ejerce la representación política de las quebradoras de varios estados, y la AMTR

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(Asociación de Mujeres Trabajadoras Rurales) compuesta por 120 mujeres de dos municipios85, de los cuales 50 representan a núcleos productivos tales como la fábrica de jabones, la farmacia viva o la producción de esencias. La AMTR se reúne cada dos meses para discutir temas de ciudadanía, preservación ambiental o ingreso familiar.

Mayor fuerza política, aunque beneficios económicos limitados para las mujeres Un claro empoderamiento político Los avances más evidentes en términos de género sucedieron en el campo político. Al interior de la familia poco evolucionó la división de trabajo, del las responsabilidades y de las decisiones, y el comportamiento de los hombres no cambió mucho. En el campo económico, los logros también han sido lentos, a pesar de la presencia cada vez mayor de grupos de mujeres que se organizan para producir y comercializar, de casos en que la mujer es jefe de familia, y de familias en las que es la mujer quien comercializa los productos en la feria. Hoy, ya no es extraño encontrar en el Sertão una mujer presidenta de una asociación o de un sindicato de trabajadores rurales. Tal vez haya una mayor concentración de liderazgos femeninos en las áreas de actuación de las tres ONG, que son regiones donde hay una importante tradición de movilización política y social. En Lucrecia, cerca de Umarizal, en el estado de Rio Grande do Norte, hay muchos grupos de mujeres con fuerte presencia en las asociaciones. En Canindé y Choró, en el Estado de Ceará, las presidentas de los sindicatos de trabajadores rurales coordinan el trabajo con los consorcios de algodón. “Se destacan dos liderazgos”, enfatiza Adriana, responsable del tema de género de Esplar. En la región del Medio Mearim, en el estado de Maranhao, las quebradoras siempre tuvieron un rol destacado. Assema actuó como una especie de incubadora de líderes, tanto masculinos como femeninos.

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“El MIQCB, que cubre cuatro estados, surgió de un grupo de estudio que se creó en Assema. Hoy está consolidado como fuerza política”, constata Valdener. Ivete Ramos Silva, actual presidenta de la Coppalj, también es una líder política conocida en la región, que participó en los programas de formación de Assema. Tanto Assema como Diaconía y Esplar, adoptaron un sistema de paridad entre hombres y mujeres en su planta de personal. La cuota de 30% de mujeres, adoptada por los sindicatos, también contribuyó al aumento en el liderazgo político femenino, lo que repercutió en otras instancias (consejos municipales, iniciativas de coordinación regional). Ese progreso, a su vez, les permitió a las mujeres tener una mayor movilidad, en la medida en que ellas requieren alejarse de sus familias durante algunas horas, o incluso por varios días, para participar en reuniones, encuentros y capacitaciones. En síntesis, en las tres regiones ha habido un claro empoderamiento político de las mujeres.

Progresos todavía tímidos en la familia y la producción En los Consorcios Agroecológicos de algodón en Ceará y en los babazuales de Maranhao, se registraron progresos económicos y en las relaciones familiares; sin embargo, estos resultan tímidos cuando se comparan con los avances políticos. La desigualdad de género se perpetúa en la relación con el mercado. El algodón, que es una cultura valorada, siempre es comercializado por los hombres. “El trabajo de género en los consorcios familiares apenas está dando sus primeros pasos. Las mujeres representan mano de obra para la limpieza, la siembra y la cosecha. Todavía hace falta hacer un mapeo, dar visibilidad a su trabajo e incluirlas en los procesos de capacitación. Sin embargo, en el contexto de los consorcios colectivos, las mujeres son una referencia importante en algunos municipios”, analiza Adriana, que coordina el trabajo de género en Esplar.

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Según Silvianete, responsable del programa de mujeres de Assema, en Maranhao la quebradora es reconocida: “Hoy en día, ella puede participar en las discusiones en eventos públicos, se posiciona, plantea su desacuerdo, se asume como quien produce - y no sólo como quien ayuda en la producción -, reconoce su propio trabajo productivo”. Aún así, “en la comercialización hubo pocos avances, todavía es hecha por los hombres. Las excepciones son los casos en que la mujer es jefa de familia (hay muchas en esta situación), la cría de pequeños animales y en la castaña de babazú, que valen menos dinero. Lo que vale más es el ganado, la cosecha grande continúa en manos de los hombres.” Por otro lado, las mujeres están al frente de muchos emprendimientos productivos, como la fábrica de jabones y de pulpa de babazú, donde toman todas las decisiones productivas. Pero ellas no están directamente involucradas en la comercialización de su producción y - ¿quizá por esa razón? - no lograron un retorno económico acorde con sus esfuerzos. En los grandes negocios relacionados con el aceite de babazú la situación es más equilibrada, según Silvianete: “Las mujeres están muy presentes en la Coppalj. La cooperativa ya tuvo dos mujeres como presidentes. Aunque su palabra valga mucho, quien toma las decisiones es un consejo compuesto por hombres y mujeres.” Si enfocamos ahora nuestra mirada en la región de Umarizal, en el estado de Rio Grande do Norte, podemos observar cambios más evidentes en las familias rurales a partir de la introducción de sistemas de captación de agua. Una investigación de la Articulación en el Semiárido (ASA) mostró que la proliferación de cisternas, gracias al Programa Un Millón de Cisternas que promueve ASA,

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tuvo un gran impacto en la liberación de tiempo para la mujer y, en menor grado, para el hombre también. En promedio, en la época de estío, la familia economiza tres horas de trabajo por día. Por otro lado, según Edjane, de Diaconía, la relación con el mercado estaría contribuyendo al empoderamiento de las mujeres. “En los tres municipios donde Diaconía trabajó apoyando la comercialización de la producción, hay mujeres cultivando huertas, mujeres en las ferias, e indicios de que las mujeres están comenzando a sentirse importantes.” De hecho, la Junta Directiva de la AAOEV, la asociación responsable por la producción y comercialización, cuenta hoy con 30% de mujeres. Hay que mencionar también que los progresos son lentos, especialmente por el lado de los hombres: “Unos pocos hombres encuentran interesante la participación de las mujeres en el mercado. Pero la mayoría todavía cree que es el hombre quien debe hacer esto. Tal vez 30% aceptan. Todavía no es tan común tener mujeres comercializando.” La misma formulación “los hombres no encuentran interesante la participación de las mujeres” es muy diciente del largo camino que falta todavía por recorrer. Mirando hacia el conjunto, se percibe que en las regiones donde las ONG invierten en el tema de “género”, los avances políticos parecen haber sido mayores. Sin embargo, a pesar de esta dedicación, los progresos en las relaciones familiares, así como en la comercialización de la producción, siguen siendo tímidos.

Las razones de los avances Si se puede decir que en términos generales hubo avances en las áreas de actuación de las tres ONG, tal vez no todos ellos sean imputables a las iniciativas de la asesoría. Omar Rocha,

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Coordinador del Programa de Medios de Vida Sostenibles en Oxfam GB, programa que sin duda contribuyó bastante en los avances en las relaciones de género, reconoce la existencia de otros posibles factores, entre los cuales figuran los nuevos programas sociales del Gobierno de Lula. “El Programa Luz para Todos expandió el acceso a la televisión en las zonas rurales. En asocio con los nuevos programas de educación, aumentó la frecuencia en las escuelas nocturnas. El Programa Salud de la Familia también trajo nuevos roles para las mujeres. Y el aumento de la sindicalización (para obtener la jubilación rural), junto con las cuotas de 30% de mujeres en los sindicatos, llevaron a muchas mujeres a la plaza pública.” Omar recuerda también que el movimiento de mujeres trabajadoras rurales es fuerte en el sertão y que todos los años la Marcha de las Margaritas lleva a centenares de productoras del sertão, junto con sus reivindicaciones, hasta Brasilia.

¿El mercado emancipa a las mujeres? ¡Sí!... y ¡no! Saber si el mercado contribuye o no a la emancipación (el mayor grado de libertad) de las mujeres no es tan obvio como parece (ver el recuadro abajo). Por un lado, nuestras interlocutoras respondieron en forma unánime: “sí, el mercado emancipa”; por el otro lado, pusieron tantas condiciones para que esa emancipación de hecho ocurra, que nos permitimos dudar de la primera respuesta afirmativa… A la pregunta “¿El mercado contribuye a emancipar a las mujeres?”, Edjane, de Diaconía, responde sin titubear: “Sin duda, las mujeres se sienten importantes cuando contribuyen a generar ingresos. También, cuando comercializan están dialogando fuera de la familia.”

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Adriana, de Esplar, ve en el mercado “un espacio público donde es importante que las mujeres estén.” Para Silvianete, de Assema, los grupos femeninos de producción empoderan a las mujeres. Y tener acceso al mercado y al dinero es un factor importante para la emancipación de la mujer. “El mercado emancipa y genera cambios en la estructura familiar. Cuando la familia ve que puede mejorar de vida, se presenta una apertura. El cambio en las relaciones pasa a ser un elemento importante para mejorar la calidad de vida. Las relaciones de género son relaciones de poder y el dinero da poder, le da seguridad a la mujer quien, en caso de una ruptura en la relación de pareja, tiene cómo mantenerse.” Pero existen varios “peros”. El principal es la “triple jornada” de la mujer. “Es ama de casa, trabaja en la roza y ahora viene a participar en la comercialización de la producción”, anota Edjane. En verdad, habría que hablar de una cuádruple jornada, si se tienen en cuenta también las nuevas funciones políticas que exigen su participación en un gran número de reuniones. Lo que está en juego aquí es la división del trabajo al interior de la familia. “Para poder estar en el mercado las mujeres van a tener que salir y alguien más va a tener que hacerse cargo de las tareas de la casa. El gran interrogante es la división del trabajo doméstico y productivo según los sexos. Es necesario discutir eso, porque puede suceder que en vez de liberarla, sólo se esté aumentando el trabajo de la mujer; ella va a terminar haciendo las tareas del hogar antes de salir para comercializar o discutir política”, dice Adriana, de Esplar.

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Por ello, ella cree que “no sirve de nada desarrollar un plan de negocios con mujeres que crían cabras si esa realidad no cambia”. Ahora bien, en el sertão del Nordeste, cambiar la realidad de género representa un largo trabajo, de lo que se puede deducir que avances realmente significativos en la producción y en la comercialización de la producción agroecológica pueden también lograrse en forma muy lenta. Hay por lo menos dos grandes frentes de trabajo para las ONG, asociaciones y cooperativas que desean contribuir a cambiar las relaciones de género de manera que tengan impacto en la comercialización de la producción. Una de ellas consiste en trabajar el aspecto organizacional, sea con grupos productivos de mujeres o con grupos productivos mixtos, donde la participación de la mujer hoy en día no existe o es débil. El otro frente contribuiría a desatar el gran nudo de la división desigual de las obligaciones familiares (tareas domésticas y cuidado de niños y ancianos). Al tratar el tema de “Economía solidaria y relaciones de género86”, Isabelle Guérin se refiere a esas obligaciones familiares y anota que “en nombre de esa responsabilidad, vista como verdadero deber, la libertad individual de las mujeres ha sido sacrificada en aras de la eficacia colectiva…” Guérin propone una salida original, que trasciende el ámbito estrictamente familiar. Su raciocinio es el siguiente: “Si reconocemos que la libertad femenina tiene el mismo valor que la libertad masculina, entonces debemos también reconocer que parte de las obligaciones familiares, en particular el cuidados de las personas dependientes, es un bien público, en el sentido en que beneficia al conjunto de los contribuyentes, (…). Administrar este bien público supone, por un lado, una división de responsabilidades entre la familia, las autoridades públicas, y también el mercado y la sociedad civil, y por el otro lado una división de las responsabilidades intrafamiliares.”

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Para promover una mayor equidad entre hombres y mujeres, Guérin propone, en primer lugar, “revalorar prácticas de reciprocidad y de cuidado del otro” como forma genuina de acción económica (por las cuales no están respondiendo ni el mercado ni el Estado) y, de esa manera, “reconocer que acciones no utilitarias participan en el bienestar individual y social”. Y en segundo lugar, incentiva la creación de “espacios intermedios” (ni de la familia, ni del Estado) para la “expresión y reivindicación de las necesidades (…) y la autogestión colectiva de problemas particulares.”

“La modificación de las relaciones familiares a través del micro crédito es sin duda una falsa idea”. Vale la pena prestar atención a los argumentos provocadores de la feminista belga Hedwige Peemans-Poulet, “una de las pocas voces que se han alzado en contra de la unanimidad en que se ha convertido la historia de éxito (…) del Premio Nobel de la Paz de 2006, Muhamad Yunus.” En la entrevista que concedió a la Revista del Tercer Sector, el 20 de septiembre de 2007, ella asocia “la selección de las mujeres como las principales receptoras del micro crédito” (75% a 100% en las experiencias alrededor del mundo) con la “feminización de la pobreza” (70% de los pobres son mujeres, según datos del PNUD). Hedwige Peemans-Poulet tiene palabras muy duras para iniciativas como el Graneen Bank, de Muhamad Yunus. A continuación se incluyen dos apartes de esta explosiva entrevista. “(…) con mi visión de feminista, veo que la idea de un “préstamo mínimo” solamente podría ir a un “objetivo mínimo”, en manos de las mujeres en una sociedad dominada por el patriarcado.” “El empoderamiento es una de esas palabras clave que crecen como una bola de nieve de significados, que hace que todo se le pegue por donde pasa. En el lanzamiento del modelo de

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microcrédito, el discurso planteaba que el acceso al recurso monetario les permitiría a esas mujeres independizarse del poder patriarcal, como si ese acceso fuera a modificar las relaciones intrafamiliares, por ejemplo. Evidentemente se trata de una idea falsa. Pero tras ese argumento hay una pregunta fundamental: ¿cómo van las mujeres a articular el cambio de un ingreso “in natura” (normalmente, ellas eran las encargadas de producir los alimentos para el autoconsumo de la familia) a un ingreso monetario, que tiene básicamente el mismo propósito? Y ellas tendrán que continuar realizando el trabajo doméstico, por el cual no obtienen ni remuneración, ni productos que pueden ser intercambiados, además de tener ahora que preocuparse por contar con una producción para vender en el mercado externo.”

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TERCERA PARTE: Más allá de lo local

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Ampliar el radio de acción más allá de la familia y de la comunidad

En las tres experiencias, el acceso a los mercados a través de los cuales se da la comercialización de la producción agroecológica: orgánico, institucional, justo, local, nacional e internacional , es esencial para la calidad de vida de las familias beneficiadas por los proyectos. Tiene también importantes repercusiones en las comunidades donde viven esas familias. Pero el impacto de esos modos alternativos de comercialización sigue siendo marginal a la economía municipal e insignificante en el contexto de la economía regional, por no hablar de lo que significan en el conjunto de la economía brasileña. ¿Cuáles son, entonces, las vías posibles que permiten ampliar el radio de acción, más allá de la familia y de la comunidad? Las tres ONG de este estudio constituyen importantes referencias regionales, nacionales e internacionales. Sus actividades son conocidas en el ámbito de las organizaciones públicas y privadas de la región, algunas de las cuales las han replicado o adaptado a su realidad. Para lograrlo, las tres ONG emplearon estrategias de multiplicación y difusión que les permitió crear una masa crítica de experiencias exitosas, capaces de interesar a los jóvenes, motivar a otros a realizar nuevos experimentos e influir en políticas públicas.

¿Qué futuro habrá para los jóvenes? El trabajo dirigido hacia los jóvenes rurales es al mismo tiempo indispensable y desafiante al máximo. La realidad de los municipios del interior ha cambiado mucho durante los últimos treinta años. Se destacan, por un lado, el éxodo y envejecimiento de la población rural, así como profundos cambios políticos y culturales, por el otro: el futuro de los pequeños municipios nordestinos no parece nada promisorio.

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El tiempo de las grandes luchas ya pasó. La inserción política de los hijos de los militantes tradicionales del mundo rural es tímida, y su motivación es distinta a la que llevó a sus padres a luchar. Este es el cuadro que nos presenta Didi, responsable por el Programa de Juventud Rural de la Assema: “Nuestros padres lucharon para cambiar la realidad y garantizar un cierto “modo de vida”. Hoy en día, esa motivación ya no es tan fuerte.” El Programa de Juventud de Assema llega a más de 600 jóvenes, apoya la organización de grupos, fomenta discusiones sobre temas como drogas, género o enfermedades de transmisión sexual, y financia pequeñas iniciativas productivas. Algunos de estos jóvenes quieren formarse para darle continuidad al trabajo en las organizaciones: Coppalj, Assema, la fábrica de jabones, organizaciones comunitarias, entre otras. Otros no se preocupan mucho por el bienestar colectivo: “Hay jóvenes que no están tan interesados en los aspectos políticos. Preguntan: “¿qué voy a ganar con eso?”, llegando en ocasiones a desanimar a los colegas.” La mayoría no quiere permanecer en el campo, que muchos asocian a una imagen de “atraso”. La falta de políticas públicas para la juventud rural y la apatía de los gobiernos municipales tampoco son de gran ayuda. “El éxodo no es tan catastrófico como algunos preveían”, diagnostica Marcus Vinicius, de Esplar. “Pero existe un problema real: los jóvenes no encuentran interesante identificarse como agricultores. La TV promueve otras cosas; a través de la antena parabólica llega un modo de vivir atractivo, aunque irreal. La vestimenta es la misma en Río de Janeiro y en Tauá, igual que las cabinas de acceso a internet y juegos electrónicos.

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O sea que la cuestión no se reduce sólo a la agricultura. Leonardo, representante de Diaconía en Umarizal, afirma que “los jóvenes preferirían permanecer en el campo, siempre y cuando contaran con buenas condiciones de vida, educación, esparcimiento e ingresos.” Por lo pronto, sin embargo, los jóvenes van a la ciudad en busca de educación, diversión e ingreso, y rara vez regresan a sus lugares de origen. La situación es preocupante y poco a poco han ido surgiendo algunas líneas de acción, particularmente en el ámbito de la educación. En ese aspecto, el trabajo de Assema es emblemático. Aprovechando políticas federales innovadoras como el Pronera, Programa Nacional de Educação na Reforma Agrária, y algunas fuentes privadas de financiación, Assema logró poner en marcha programas experimentales en todos los niveles educativos: preescolar, escuela-familia de educación básica, educación media y enseñanza superior de calidad, con profesores de la Universidad Federal de Maranhao que dialogan con personas de los asentamientos y con quebradoras. Además, las tres ONG - Assema, Esplar y Diaconía - ya están pensando en la integración de los jóvenes a los emprendimientos cooperativos y asociativos. Bien sea como productores, como administradores, comerciantes, investigadores o multiplicadores, todos saben que, sin la inclusión de los jóvenes no hay cómo sostener los avances en la agroecología.

Intensificación y expansión de las iniciativas agroecológicas Las experiencias de comercialización de la producción agroecológica tienen dos formas de expandirse para ganar legitimidad. La primera consiste en intensificar o afinar el trabajo existente, en una especie de “expansión hacia adentro” que tiene que ver con la experimentación de nuevas alternativas en las mismas áreas productivas. La segunda es la difusión o expansión hacia nuevas áreas fuera de lo que ya se considera como un trabajo consolidado.

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Antes de ilustrar esas dos vertientes de la expansión, cabe hacer la siguiente pregunta: ¿Expandir qué? Es necesario recordar aquí la doble faz de la tecnología social: la cara visible, sólida (el hardware); la otra, invisible, conceptual, organizacional, procesal, relacional (el software). Cuando Diaconía trae el consorcio de algodón de Ceará al estado de Rio Grande do Norte, no sólo está importando semillas o máquinas desgranadoras; está también tomando en cuenta un conjunto de saberes acumulados tanto por Esplar como por Adec a lo largo de más de 15 años de experiencia. Esos saberes tienen que ver, entre muchos aspectos, con la movilización de los agricultores, con la organización del proceso de beneficio de la producción, con las relaciones con el mercado o, aún, con los contactos con los financiadores. Ahí radica la preocupación que expresa Francinaldo, Secretario Ejecutivo de la Assema, cuando delegaciones de organizaciones populares quedan deslumbrados frente al galpón y las máquinas de la cooperativa: “Para replicar nuestra experiencia debemos darnos cuenta de que detrás de la fábrica de aceite de babazú existe toda una organización, un trabajo ambiental y social; la fábrica no es sólo lo que se ve a primera vista: un galpón con máquinas.”

Intensificar el trabajo Aclarado este punto, podemos volver al primer tipo de expansión de la experiencia, hacia adentro de los límites institucionales y geográficos existentes, intensificando lo que ya fue hecho, llenando los espacios vacíos y, sobre todo, ensayando nuevas alternativas de producción agroecológica. Por ejemplo, sin salir de los límites institucionales actuales ni de las áreas del consorcio ya cultivadas, Esplar pretende intensificar el trabajo con el ajonjolí y el nim y, en forma paralela, avanzar en la transformación y comercialización de esos dos productos. Podría también aumentar la densidad de los cultivos en los consorcios, adicionando una nueva forrajera, por ejemplo. En este sentido, Assema está incentivando la diversificación de la producción, haciendo consorcios de babazú con frutales y poniendo más cuidado en la seguridad alimentaria a través de huertos y parcelas

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productivas. También está buscando nuevos mercados para la producción de aceite de la Coppalj, en la perspectiva de aumentar el porcentaje de ventas para el comercio justo: “No se trata de aumentar la producción; estamos manteniendo el mismo volumen, pero trabajamos cada vez más con consumidores conscientes y buscamos mejorar el ingreso de los productores”, explica Valdener.

Expandirse más allá de los límites actuales El segundo tipo de expansión de las experiencias agroecológicas ocurre fuera de los límites actuales. Una de las principales dificultades para su logro es el hecho de que la calidad del trabajo de las ONG depende mucho de la calidad de la asistencia técnica junto a los agricultores familiares. Esa es la razón por la cual, en Assema, la expansión para nuevas áreas siempre ha sido complicada: “La tendencia es a concentrarse en la misma área o aprovechar programas como el ATES87 para trabajar en nuevas áreas. La asistencia técnica depende del financiamiento disponible”. Resultado: ampliación del equipo y expansión del trabajo hacia nuevas áreas cuando llegan nuevos apoyos financieros, y retracción cuando se acaba el financiamiento. A mediados de 2007, 13 de los 25 miembros del equipo eran financiados con los recursos federales de ATES, que se terminaron a finales de 2007. Ya se empiezan a percibir tímidas señales de cambio en la Empresa de Asistencia Técnica y Extensión Rural (Emater), el órgano federal encargado de la extensión rural. En Rio Grande do Norte, Elson, técnico de Diaconía, percibió la entrada de personas nuevas en los últimos años.

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“Se trata de personas que han trabajado antes en ONG y que concursaron para entrar a Emater. Hemos hecho una buena alianza con ellos para el algodón.”. Sin embargo, no es como para entusiasmarse demasiado, ya que “todavía hay mucha gente cerrada”. Es esta la razón por la que Diaconía se atiene, ante todo, a sus propias manos para difundir la agroecología en la región, cuya capacidad, paradójicamente, el éxito se ha encargado de reducir cada vez más... “En los años 80, Diaconía empezó a hacer algo en lo que nadie creía: recuperar suelos, diversificar la producción, cuenta Joseílton. Hoy, el número de familias conscientes y produciendo es muy grande, y Diaconía ya no se da abasto para apoyarlas a todas.”

Varias estrategias de expansión en el nivel local ¿Cómo hacer entonces? Las familias más experimentadas se están convirtiendo en multiplicadoras hacia otras familias con menos experiencia, siguiendo una lógica de descentralización de la asistencia técnica. De la misma manera, los técnicos de Diaconía ahora apoyan cada vez más a grupos de familias (y, cada vez menos, a las familias en forma individual) y están empezando a formar jóvenes como agentes multiplicadores en agroecología. Tanto en la producción como en la comercialización, continúan siendo utilizados los métodos de expansión que ya se volvieron clásicos. El intercambio entre comunidades, las visitas a los agricultores-experimentadores exitosos e incluso los fondos rotatorios, constituyen elementos esenciales de una estrategia de expansión que parte de lo que se podría llamar “islas agroecológicas”, dispersas por diversas comunidades en el territorio. Élson, de Diaconía, notó que muy rara vez una familia se interesa por un sistema completo o un conjunto de tecnologías, sino que “siempre empieza por un elemento, un dique subterráneo, por ejemplo”; después, va extendiéndose hacia otros elementos.

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Existen, entonces, dos grandes opciones estratégicas: actuar más en el sentido del desarrollo local, intensificando las actividades en un mismo territorio a fin de construir una referencia más “compacta” en un número limitado de comunidades, o, por el contrario, ir sembrando experiencias en un número cada vez mayor de comunidades y municipios, procurando que el poder público se sensibilice y pase a multiplicar el trabajo. Los medios de comunicación juegan también un papel importante. Las tres experiencias han sido materia de programas de televisión y artículos de prensa. El equipo de Diaconía también elabora un programa semanal que se difunde a través de una emisora de radio local que cubre más de 50 municipios. En otro frente de acción, cabe mencionar que las ONG del Nordeste tienen una larga historia de creación de redes regionales (agua, semillas, miel...) exitosas. En el caso de la comercialización del algodón, una nueva articulación está surgiendo entre Esplar (CE), Diaconía (RN y PE), Caatinga (PE), AS-PTA y Arribaçã (PB), la cual va a poder aprovechar las conexiones internacionales de Esplar en el ámbito del comercio justo. Para citar un ejemplo, Organic Exchange94 tiene previsto realizar una reunión en Tauá, ¡en pleno sertão de Ceará! Pedro Jorge, de Esplar, destaca además nuevas posibilidades de trabajo en asocio con investigadores de la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), a donde también entró gente nueva: “En Embrapa, hay veinte o treinta técnicos que están formulando un marco de referencia para la investigación en agroecología, lo que debe significar nuevos recursos presupuestales para el tema”.

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Todos los avances arriba citados son tímidos. Las ONG, para sustentar su trabajo y ampliar su radio de acción, al tiempo que tratan de intervenir en la arena política, continúan empleando métodos artesanales, tales como el intercambio con su insustituible “cara a cara”.

Conquistas políticas Como se vio anteriormente, las tres experiencias de comercialización de la agricultura familiar se beneficiaron de la existencia de una sólida base política previa a su nacimiento. Por otro lado, el sesgo político es inherente al trabajo de las ONG, cooperativas y asociación, las cuales buscan captar la atención de los gobernantes, desarrollar trabajos en asociación con poderes públicos e incidir en las políticas públicas a través de redes, foros, esquemas de coordinación, grupos de reflexión y de presión, cubriendo todos los niveles, del municipal al internacional. El contexto en el que se lleva a cabo ese trabajo político incluye factores favorables y desfavorables. Por un lado, la fuerza de la sociedad civil (asociaciones, sindicatos, “capital social”…), y por el otro, debilidad generalizada del poder municipal del interior del nordeste. Por un lado, políticas nacionales que privilegian la comercialización de la producción agroecológica (PAA, compra directa); por otro, iniciativas federales como la política de incentivo a la producción del biodiesel, mucho más controvertidas, que algunos, como Marcus Vinicius, de Esplar, perciben como “con capacidad de desestructurar la agroecología y la agrobiodiversidad”. Además, contar con el Estado para apoyar y expandir iniciativas de comercialización tiene sus problemas, al menos por dos razones: la primera es que los gobiernos son volátiles y no ofrecen garantía de continuidad administrativa. La segunda, que representa al mismo tiempo un desafío, es conseguir que los gobernantes, naturalmente apresurados y ávidos de resultados a gran escala, entiendan que para implantar nuevos esquemas de comercialización es preciso comenzar en pequeña escala y tener paciencia. Pedro Jorge recuerda que:

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“Esplar y Adec se rompieron la cabeza durante más de diez años hasta lograr estructurarse y abrir mercados interesantes”. Ciertamente, el nivel municipal es al mismo tiempo el más importante de todos y el menos receptivo frente a la acción política de las ONG. Hay, sin embargo, excepciones. En Rio Grande do Norte, el hecho de haber retomado la plantación del algodón está generando una movilización sin precedentes. “Conseguimos, por primera vez, el apoyo concreto del poder local”, recuerda Joseílton, de Diaconía. Aparte de ese caso excepcional, uno de los logros más relevantes hasta entonces fue haber logrado nombrar, a cambio de apoyo electoral, a cuadros surgidos bien sea del sindicato (en Rio Grande do Norte) o de la cooperativa (en Maranhão), como secretarios municipales de agricultura. Otra verdadera hazaña de Assema fue conseguir la aprobación de leyes municipales que ordenan la protección de los bosques de babazú y reconocen a las quebradoras el derecho de acceso a las propiedades privadas. Con el apoyo de un diputado federal, Assema está ahora organizando un lobby orientado a la expedición de una ley federal en el mismo sentido. Diaconía se convirtió también en una fuerza política en la región de Umarizal. En ese municipio, el Foro de Políticas Públicas, coordinado por la sociedad civil, consigue elaborar proyectos de calidad y de esa forma captar financiamientos estatales y federales importantes que benefician a toda la región. En 2008, el Foro va a priorizar los recursos hídricos. Está prevista la construcción de quince diques sucesivos, con los cuales se busca asegurar la disponibilidad permanente de agua a lo largo de cincuenta kilómetros del río Umarí. Ese proyecto se convirtió en la niña de los ojos de Diaconía, que ayuda a articular alianzas intermunicipales para la formación de un comité de cuenca, tarea delicada que supone, entre otras cosas, el diálogo con los plantadores de tabaco del río Umarí, que son financiados por la empresa Souza Cruz. Diaconía tiene también a su favor la buena relación construida con el gobierno estatal, alianza que le representó la posibilidad de construir más de cien diques subterráneos en todo el estado de Rio Grande do Norte, con el apoyo

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técnico de la Emater. Otra alianza interesante lograda por Diaconía es con el proyecto federal Dom Helder Câmara, que reúne en su Comité Territorial a actores importantes de varios municipios, con el propósito de discutir y apoyar proyectos de producción agroecológica y su comercialización. Assema, a su vez, ha sido una verdadera incubadora de liderazgos gracias al esfuerzo de capacitación política que incluyó en el proyecto cooperativista. La formación orientada hacia la construcción de asociaciones, las políticas públicas, la ecología y la organización colectiva, junto con la participación en muchos eventos externos, hicieron posible la creación de una masa crítica de personas conscientes de sus derechos y bien preparadas para reivindicarlos. Como resultado, Assema consiguió crear un foro regional que ha logrado tener peso en la toma de decisiones políticas en un área que abarca siete municipios. A la hora de revindicar ante el Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária (INCRA) la construcción de una vía rural, o de movilizar recursos estatales para la fábrica de jabones, no son los representantes del asentamiento ni la dirección de la fábrica los que negocian; lo hace el foro en su conjunto. El mismo principio vale para el Movimento Interestadual das Quebradeiras de Coco Babaçú (MIQCB). Finalmente, conviene recordar que las tres ONG, así como las asociaciones y cooperativas que las asesoran, son miembros de innumerables redes, foros y articulaciones. No las citaremos aquí a todas, ya que con el advenimiento de las redes virtuales se multiplicaron con creces. Dos de las más importantes están directamente vinculadas a la producción y comercialización agroecológicas: la ANA (Articulaçao Nacional de Agroecología y el FBES (Fórum Brasileiro de Economía Solidária). Más que pensar en su propia supervivencia, las experiencias y las organizaciones que las originaron deberían procurar trascenderse a sí mismas. Lo esencial ahora es perpetuar y multiplicar las experiencias en el espacio: ampliar el radio de acción a otros grupos y organizaciones, ensanchar el círculo de influencia más allá de la escala familiar y comunitaria, y con el tiempo, mediante la inclusión de la juventud. Introducir nuevas tecnologías sociales, experimentar,

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consolidarlas y difundirlas localmente, así como influenciar políticas públicas, son roles de las ONG. Salvo excepciones89, quien puede y debe actuar en una escala mayor es el Estado. Está surgiendo en el Brasil una generación de políticas públicas que orientan la comercialización de la producción agroecológica -la cual hasta ahora está dando sus primeros pasos- con base en un enfoque territorial innovador que integra la agricultura familiar, la agroecología y la economía solidaria.

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Nuevas políticas públicas en la confluencia entre agricultura familiar, agroecología y economía solidaria

El cuadro presentado hasta ahora muestra que las experiencias de comercialización de la producción agroecológica en el interior del Nordeste permanecen dispersas y carecen del apoyo requerido para su consolidación y expansión. El reciente acercamiento entre agricultura familiar, agroecología y economía solidaria en la forma de políticas públicas de comercialización, ofrece posibilidades prometedoras. No podemos estimar todavía su eficiencia, debido a que su implementación apenas empieza a dar los primeros pasos (en la región Sur de Brasil). Han sido registradas aquí como proyectos innovadores, al lado de otras sugerencias de apoyo a la comercialización, recogidas en las entrevistas de campo y en la literatura.

Agroecología y economía solidaria: objetivos comunes y estrategias complementarias La cercanía entre la economía solidaria y la agroecología vista como proyecto político Si bien en la práctica la agroecología ve mucho más que técnicas de manejo ecológico de los recursos naturales, algunos estudiosos van mucho más allá y llegan a considerarla como un proyecto completo, político, económico, social y cultural, de transformación de la sociedad. Así, Eros Marion Mussol considera que el futuro de la agricultura familiar es “prácticamente incompatible con el modelo de crecimiento económico actual90” y que “pasa por una revisión profunda del paradigma de desarrollo que, sin duda, destaca las dimensiones de la agroecología y de la sostenibilidad como factores fundamentales para la garantizar la viabilidad de un nuevo modelo agrario y de sociedad, ambientalmente sano y con justicia social”.

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De la misma forma, para el sociólogo español Eduardo Sevilla Guzmán, la agroecología se orienta a “establecer formas de producción y consumo que contribuyan a enfrentar la destrucción ecológica y social generada actualmente por el neoliberalismo91” La base de todo esto serían las sociedades rurales en su dimensión local, pues: “[Es en la dimensión local que] se encuentran los sistemas de conocimientos (local, campesino e indígena), portadores del potencial endógeno que permite potenciar la diversidad biológica y socio cultural. Tal diversidad es el punto de partida de sus agriculturas alternativas, a partir de las cuales se pretende diseñar, en forma participativa, métodos endógenos de mejoramiento socioeconómico para establecer dinámicas de transformación orientadas a la construcción de sociedades sostenibles”. Guzmán propone una verdadera metodología de transformación social a partir de la base agroecológica campesina. Ese cambio sería el “punto culminante” de un proceso gradual que incluye cambios en los ámbitos productivo (agricultura agroecológica), socio económico (control de circulación de bienes y de los sectores no agrarios en el nivel local) y político (cambios en las estructuras de poder). Su estrategia se basa en la valoración de los conocimientos locales y en el diseño, hecho en forma conjunta entre agricultor e investigador, de “acciones productivas y de cambio social”. Se basa también, en redes de intercambio entre agricultores, así como en la creación de mercados alternativos y de nuevas estructuras organizativas, “en una dinámica vinculada a los movimientos sociales rurales”.

La dificultad de controlar el conjunto de la cadena: radicalidad política y realidad económica Desarrollo local, lucha contra el neoliberalismo, participación, mercados alternativos, intercambios, redes: el discurso de la vertiente más política de la agroecología es acogido en forma positiva por los adeptos a la economía solidaria. Hay, en este caso, una gran proximidad entre la

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agroecología y la economía solidaria, las cuales, según Cassarino, tienen “objetivos comunes”, “estrategias complementarias”, y un gran desafío, que radica en “la articulación del público de agricultores ecologistas con las comunidades urbanas, de manera que se pueda conciliar la necesidad de comercialización de los agricultores con las iniciativas de consumo solidario de los trabajadores urbanos92”. Conviene hacer un alto en este punto para plantear algunas reflexiones críticas. La primera es que, hasta ahora, además de las fragilidades que hay en cada uno de los dos extremos (urbano y rural), las iniciativas de comercialización que responden al esquema descrito por Cassarino continúan siendo extremadamente aisladas. Esto fue lo que constató Daniel Tygel, investigador y militante de la economía solidaria, al concluir su estudio sobre la comercialización de la producción agroecológica en Brasil. (Ver el resumen del conjunto de las conclusiones en el recuadro abajo). “Llama la atención el reducido número de iniciativas en las que el consumidor tiene un papel activo: la idea del consumidor como “cliente” todavía es muy fuerte, lo que lo conlleva una asimetría que persiste aún en iniciativas de comercio directo93”. Tygel lamenta esa situación: “La cuestión de la concientización del consumidor apunta a la necesidad e importancia de adelantar acciones conjuntas con los consumidores, buscando resaltar los valores éticos, sociales y ambientales ligados al acto de comprar.” Significativamente, Tygel dedica seis de las nueve conclusiones de su estudio al rol del consumidor en “sistemas solidarios de comercialización” y “cadenas solidarias”, apelando a la disminución de la “asimetría entre quien consume y quien produce”. Reconoce, al mismo tiempo, que construcciones como las redes de distribución solidarias, exigirían una mayor complejidad (bastante exigente) de las entidades interesadas en buscar cambios sociales (lo cual involucra no

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sólo redes de comunicación, sino también de transporte, distribución y venta)”. Creemos que la razón de esa insistencia en el afianzamiento de la relación con el consumidor puede ser la siguiente: sin ese cierre de la cadena, que pasaría a incluir un consumidor consciente y solidario, la economía solidaria está condenada a permanecer anclada o por lo menos fuertemente vinculada al mercado capitalista. Como bien explica Lisboa: “Precios perfectamente justos sólo son posibles para transacciones planificadas y coordinadas en el marco de redes formadas entre empresas (o productores) y clubes de consumidores asociados (…). Pero el intercambio entre actores organizados es muy distinto a una situación en la que los productos surgidos de la economía solidaria pasan a constituir simples mercancías destinadas al mercado94” Ese último caso es el de todas las experiencias aquí descritas, sea a través de ferias, en el comercio justo o con el mercado institucional. Hay en ellas una cierta protección contra la competencia, aunque las reglas del mercado capitalista siguen permaneciendo vigentes. Esto no significa que no deba intentarse la multiplicación de iniciativas como la siempre citada Rede Ecovida95 en el Sur de Brasil. Pero es necesario tener en cuenta que esto es difícil de realizar. Esa concepción más radical de la economía solidaria deberá limitarse todavía durante un buen tiempo a ser considerada sólo como “una de las vías posibles”. Lo mismo sucederá con la primera conclusión del estudio de Tygel, la cual deberá seguir en vigencia por algún tiempo más: “El foco del trabajo de las entidades de productores o de asesoría es garantizar una vida digna al pequeño agricultor familiar, sin tener necesariamente a la economía solidaria como un fin”. En rigor, las iniciativas aquí descritas no encajarían en concepciones más conservadoras de la economía solidaria, tal como la que expresa Tygel en otra conclusión de su estudio: “Es preciso hacer un llamado de alerta en relación con las iniciativas que buscan el establecimiento de un comercio justo y solidario; se trata del peligro de reproducir la

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tendencia a ver a los consumidores como “clientes”; es decir, existe el peligro de concentrar el trabajo en la presión que se ejerce sobre los productores (sellos inflexibles, exigencia de que no tengan ánimo de lucro, que sepan organizarse y trabajar colectivamente, etc.) en lugar de enfocarse en los consumidores, con lo cual se termina alimentando una elitización de los productos agroecológicos y una profundización de las asimetrías entre quien consume y quien produce”. El personal de Assema (que es miembro del Fórum Brasileiro de Economia Solidária) conoce bien esto, pero sabe también que si es demasiado exigente al elegir los clientes, tendrá que cerrar la cooperativa. Para Assema, el ingreso al comercio justo internacional fue lo que hizo una gran diferencia, a pesar de los “sellos radicales” y las fuertes “asimetrías” entre productores y consumidores; más aún, uno de los objetivos de Assema es ampliar las ventas al comercio justo internacional. Entre “disputar con el capital96” (mejorar la calidad, aumentar el valor agregado, competir en los mercados), o “instaurar otra economía,” (crear redes autónomas de construcción conjunta de la oferta y la demanda), es la primera opción la que, por ahora, predomina ampliamente. Todavía está por demostrarse la posibilidad de expansión de la segunda en gran escala. A esta altura de la discusión, en la agroecología y más aún en la economía solidaria, se hace necesario reconocer que las realizaciones económicas no siempre están a la altura del discurso militante. Por esto mismo, el debate entre practicantes y militantes de la economía solidaria resulta extremadamente saludable. En este sentido, el intercambio de opiniones que se dio a mediados de 2007 en la red electrónica de la economía solidaria de Brasil fue muy afortunado. Uno de los participantes, miembro de una cooperativa, destacó que: “desde el punto de vista de la construcción teórica ya avanzamos bastante. Nos falta todavía verificar la eficacia de nuestras múltiples discusiones y continuar pensando teóricamente hacia adelante97”.

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Un respetado profesor universitario insistió en el mismo punto: “...aún siendo que la economía solidaria sea un proyecto de sociedad, un proyecto político (...), necesitamos prestar mayor atención a su dimensión (o parte) económica. Jamás podremos consolidar la economía solidaria sólo a partir de la política (…) Sin emprendimientos económicamente fuertes, no tendremos un movimiento social y político fuerte (…) Necesitamos divisar los agentes que hacen la economía solidaria, no sólo como sujetos políticos, sino, especialmente, como agentes económicos produciendo o consumiendo…98” Es decir, la economía solidaria, que tuvo en Brasil una rápida e impresionante trayectoria política99, necesita ahora confrontarse con sus prácticas económicas concretas, analizarlas y debatirlas abiertamente, sin dejarse cegar por su propio discurso político. Por lo tanto, los SECAFES, Sistemas Estaduales de Apoyo a la Comercialización de la Agricultura Familiar y Economía Solidaria, y el SCJS, Sistema Nacional de Comercio Justo y Solidario, dos programas gubernamentales que tienen que ver directamente con la comercialización de los productos de la agricultura familiar, los cuales fueron elaborados conjuntamente con el movimiento de economía solidaria, representan una oportunidad sin igual de maduración a través de la práctica.

Una mirada de la economía solidaria sobre la comercialización de productos agroecológicos Un estudio de Daniel Tygel realizado en 2003100 hace la lectura, bajo la óptica de la economía solidaria, de un conjunto de iniciativas de comercialización de productos agroecológicos en Brasil. Resumimos abajo las principales conclusiones, haciendo la salvedad de que la gran mayoría de las iniciativas con base en las cuales el autor formula sus conclusiones se concentra en las regiones Sur y Sudeste de Brasil.

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1) Entre los colectivos de productores, sobresale la búsqueda de vías para comercializar los productos, donde la perspectiva de economía solidaria es sólo una de las vías posibles para lograrlo: el foco de atención de las entidades de productores o de asesoría es garantizar una vida digna al pequeño agricultor familiar, sin considerar necesariamente la economía solidaria como fin (vemos, al mismo tiempo, que esos colectivos han tenido muchas dificultades con los esquemas convencionales de comercialización). 2) Al mismo tiempo, algunos caminos que apuntan claramente hacia una comercialización con características de economía solidaria no son tan comunes como alternativas de comercialización, lo que muestra el desarrollo todavía incipiente de la economía solidaria. 3) El problema de falta de constancia y planificación, tanto en la producción agroecológica familiar como en la entrega de la misma, parece estar relacionado con la fragilidad de los sistemas solidarios de comercialización. Este problema puede ser superado mediante una articulación de colectivos de productores orientada al abastecimiento colectivo de la producción, paso que es extremadamente complejo y por lo tanto exigente (no sólo para los colectivos de productores, sino también para los agentes intermediarios). 4) La cuestión de la concientización del consumidor apunta hacia la necesidad e importancia de realizar acciones conjuntas con los consumidores, en la perspectiva de resaltar los valores éticos, sociales y ambientales asociados al acto de comprar; indica también la vital necesidad de contar con políticas públicas que contribuyan a popularizar esos productos y abrir puertas para el consumo institucional. 5) Llama la atención la reducida cantidad de iniciativas en las que el consumidor juega un rol activo: la idea del consumidor como “cliente” aún es muy fuerte, y conlleva una asimetría que se reproduce aún en iniciativas de comercio directo. Sólo en el marco de un compromiso mutuo en la comercialización podrán surgir nuevas perspectivas de relación entre productor y consumidor.

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6) Es preciso dar una voz de alerta en relación con las iniciativas que buscan el establecimiento de un comercio justo y solidario; se trata del peligro de reproducir el hábito de ver a los consumidores como “clientes”; es decir, existe el peligro de trabajar mucho más en la presión que se ejerce sobre los productores (sellos inflexibles, exigencia de que no tengan ánimo de lucro, que sepan organizarse y trabajar colectivamente, etc.) que sobre los consumidores, alimentando una elitización de los productos agroecológicos y una profundización de las asimetrías entre quien consume y quien produce”. Además de eso, puede transmitirse la idea de que “consumir productos saludables” es uno más de los innumerables privilegios de quien es más rico. 7) Podemos percibir en el estudio la existencia de iniciativas que si bien son cuantitativamente poco significativas, cualitativamente incluyen elementos que proponen alternativas. Me refiero en particular a las entidades que involucran a los consumidores como agentes activos (colectivos de consumidores y colectivos mixtos), al igual que a las relaciones de comercialización que se establecen a través de cadenas éticas e involucran vínculos mutuos. 8) En el ámbito del mercado institucional y de las “cadenas éticas” hay otro universo, particularmente interesante y bastante inexplorado. Las “cadenas éticas” apuntan hacia la idea del fortalecimiento de “redes de distribución solidarias”, las cuales exigirían un importante aumento en los niveles de complejidad de las entidades interesadas en la búsqueda de cambios sociales, ya que no sólo involucran redes de comunicación, sino también los aspectos de transporte, distribución y venta. 9) Finalmente, se percibe en el estudio que las entidades de movilización popular y asesoría técnica tienen, además del rol de concientización y animación de los colectivos de consumidores, un papel importante en la lucha por el establecimiento de redes de comercialización y consumo solidario. Varias de esas entidades ya lidian con muchas agrupaciones de productores.

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SECAFES y SCJS: nuevas políticas públicas para la agricultura familiar y la economía solidaria En Brasil, las políticas de fomento a la agricultura familiar en el ámbito de la economía solidaria empezaron a concretarse hacia fines de 2007101. Se trata de los SECAFES, Sistemas Estaduais de Apoio à Comercialização da Agricultura Familiar e Economia Solidária, y del SCJS, Sistema Nacional de Comércio Justo e Solidário. A continuación reproducimos apartes de los primeros documentos que presentaron esas propuestas. El SECAFES, tal como fue puesto en operación experimental en el estado de Santa Catarina, en el Sur de Brasil, busca “articular las [sub]regiones en torno a la complementariedad de los productos, los servicios de gestión, la asistencia técnica y otros instrumentos de apoyo a la comercialización de productos provenientes de los emprendimientos solidarios de los medios urbano y rural, cooperativas, grupos y agroindustrias de base familiar102” Más concretamente, el proyecto piloto pretende, por ejemplo, “sensibilizar a los consumidores a través de talleres temáticos; buscar espacios para la realización de ferias libres, así como establecimientos comerciales interesados en adquirir productos ecológicos; estructurar rutas de productos, y dinamizar la logística de acceso a los productos y alimentos.” El SECAFES es el resultado de una unión de esfuerzos en torno al tema de la comercialización, entre la Secretaría de Desarrollo Territorial del Ministerio de Desarrollo Agrario (MDA/SDT), responsable de la producción familiar, y la Secretaría Nacional de Economía Solidaria del Ministerio del Trabajo y Empleo (MTE/SENAES). El documento que presenta los fundamentos conceptuales de los SECAFES109 se refiere explícitamente a las sinergias entre agricultura familiar y economía solidaria, al tiempo que destaca la agroecología, cuyos principios “constituyen el marco de referencia en la búsqueda de una mejor calidad de vida de los productores familiares (...) y fundamentan [la] propuesta como elemento no excluyente”.

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SECAFES en el nivel estatal y Bases del Servicio de Comercialización a nivel local En la propuesta se establecen dos categorías de emprendimientos: el Emprendimiento Familiar Rural (EFR) y el Emprendimiento Económico Solidario (EES); este último incluye los Grupos de Consumidores Organizados (GCO). A partir de ahí, se definen estructuras locales, denominadas Bases de Serviço de Comercialização (BSC) y estructuras estatales, llamadas SECAFES: “Los dos principales instrumentos presentados para la mejoría de la comercialización… (son): las Bases del Servicio de Comercialización (BSC), centradas en el ambiente local o territorio, y los Sistemas Estatales de Apoyo a la Comercialización de la Agricultura Familiar y Economía Solidaria (SECAFES), orientados a facilitar la coordinación de las acciones en el ámbito de las unidades federales104.” En el ámbito local, tenemos las Bases del Servicio de Comercialización (BSCs): “Las BSCs, que pueden ser organizaciones ya existentes o por construir, serán estructuradas de manera que suplan las limitaciones de los EFR, los EES y los GCO en las áreas de comercialización. Por esta razón, pueden especializarse en funciones tales como la logística, la organización del consumo y las centrales de compra, la organización y la planificación de la producción, las centrales o puntos de venta, las investigaciones y los sistemas de información, la comunicación y la promoción, el procesamiento u otras, o pueden también desempeñar diversas funciones al mismo tiempo. Pueden ser con o sin fines de lucro, y podrán actuar de varias maneras: como organizaciones de prestación de servicios - tales como el diseño de un rótulo o de un nuevo embalaje-; como unidades agroindustriales, como emprendimientos comercializadores con las más distintas formas, o de otras maneras que se consideren adecuadas. Una premisa de esa propuesta es que las BSC no pueden funcionar a mediano plazo solamente con la inyección de recursos gubernamentales. Independientemente de las funciones que vayan a cumplir, siempre

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deben lograr generar su sustentabilidad económica a partir de otros mecanismos, tales como la remuneración de sus servicios por parte de los emprendimientos o los grupos de consumidores que utilicen sus servicios, la construcción de alianzas que aseguren la prestación de esos servicios, u otros. (…) Esas organizaciones podrán asumir diversas formas, como asociaciones, cooperativas, empresas públicas y privadas, consorcios, redes solidarias y otros pertinentes, además de arquitecturas más complejas que combinen diferentes formatos”105. En el ámbito estatal, tenemos el SECAFES propiamente dicho: “Un SECAFE -Sistema Estatal de Apoyo a la Comercialización de la Producción Familiar y Solidaria- está conformado por unidades de producción, bases de servicio, asesorías, infraestructuras de agregación de valor y venta a organismos gubernamentales, redes solidarias y otras organizaciones e instituciones, los cuales se articulan entre sí para proporcionar el apoyo y los servicios de comercialización requeridos por los EFR, los EES y los GCO. El objetivo de los SECAFES es apoyar la coordinación de los flujos comerciales que van desde los EFR y de los EES hacia los más diversos mercados, así como de éstos hacia los grupos de consumidores organizados en el ámbito de los estados, con la contribución de las BSC. Los SECAFES han sido diseñados para facilitar los intercambios entre los excedentes producidos en los ambientes locales y la demanda identificada en otros ambientes a lo largo de la cadena de valor, tales como los ámbitos estatal, nacional y aún el mercado internacional.” Finalmente, el documento resalta el papel inductor y no ejecutor del Estado: “El apoyo a la estructuración de los sistemas estatales (al igual que sucede con las bases de servicio) debe buscar incentivar manifestaciones endógenas, procurando que la acción

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del estado solo tenga el carácter de inductora y catalizadora, y que todos los aspectos operativos relacionados con la ejecución sean realizados con un alto grado de autogestión de parte de los EFR, los EES y los GCO.”

El Sistema Nacional de Comercio Justo y Solidario (SCJS) es: “un sistema ordenado de parámetros dirigido a promover relaciones comerciales de base justa y solidaria, que articula e integra a los Emprendimientos Económicos Solidarios en todo el territorio brasileño106.” Este sistema, cuya implementación está prevista para el año 2008, está bajo la responsabilidad de la Secretaría de Economía Solidaria (SENAES). Se resumen a continuación sus siete directrices: · Difundir el comercio justo y solidario como un flujo comercial diferenciado. · Promover el establecimiento de una identidad nacional para el concepto y las prácticas. · Divulgar productos, procesos, servicios y organizaciones. · Favorecer la práctica del precio justo para quien produce, comercializa y consume los productos y servicios. · Reconocer diferentes mecanismos de garantía de credibilidad. · Subsidiar los Emprendimientos Económicos Solidarios y demás participantes con una base nacional, estatal y territorial de informaciones en economía solidaria y en temas afines a la comercialización. · Contribuir a los esfuerzos públicos y privados de promoción de acciones de mejoría de las condiciones de comercialización de los Emprendimientos Económicos Solidarios, a través de las Bases de Servicio de Comercialización. Como se ve en esa última directriz, los dos sistemas, SECAFES y SCJS, están interrelacionados.

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Elementos adicionales de políticas de comercialización de la agricultura familiar Las propuestas de los dos sistemas descritos, el SECAFES y el SCJS, que todavía requieren salir del papel, no agotan las posibilidades de políticas públicas de apoyo a la comercialización de la agricultura familiar. Como aporte complementario, presentaremos a continuación algunas de las propuestas de Eric Sabourin y Ricardo Abramovay. Sabourin107 hace tres grandes propuestas, dos de las cuales nos interesan más específicamente. La primera busca fomentar una mayor autonomía para la agricultura familiar y pide “…el reconocimiento, por parte de las políticas públicas, de situaciones y de sistemas de producción diferenciados. (…) Se trata de apoyar sistemas de producción más autónomos, menos dependientes del mercado capitalista y de insumos externos y, por lo tanto, mejor adaptados a ciertas situaciones económicas o geográficas; sistemas más rústicos para garantizar la reproducción de unidades familiares viables.” La segunda se refiere a la comercialización y calificación de los productos. Después de constatar que “el potencial de conquista sostenible de nichos de mercado especializados por parte de los agricultores familiares se exageró demasiado”, el autor afirma: “La verdadera diversificación pasa por la identificación y por la promoción de la diversidad de los mercados potenciales, locales, de proximidad, regionales, nacionales…y, sobre todo, por la diversidad en las modalidades de acceso a los consumidores. En ese sentido, se habla de la construcción social de esos mercados: venta directa, venta durante la roza, días de fiesta por producto típico, venta a las cooperativas de consumo, etc.”

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Por otro lado, “nada le impide al Estado crear mercados internos políticamente protegidos”, como el PAA. Otra línea de diferenciación de los productos sería “la calificación en función del origen, del proceso o de características específicas locales”, que constituye también una modalidad de reducción de la competencia y de creación de mercados territorializados, asociando relaciones de trueque y de reciprocidad108 (a este respecto, ver también el recuadro a continuación). Ricardo Abramovay, a su vez, concluye en su estudio de los “mercados del emprendimiento de pequeña escala en Brasil109” con la siguiente pregunta: ¿De qué manera transferir recursos hacia regiones y familias pobres, de manera que se estimule la revelación de sus capacidades productivas y la manifestación de estas capacidades en mercados promisorios?” Responde con cuatro propuestas de cambio: 1. “El Gobierno Federal debe poder establecer relaciones con grupos de municipios y no sólo con cada municipio, en forma aislada, (…) [ya que] un municipio de 10 mil habitantes no puede ser considerado como una unidad apta para planificar el proceso de desarrollo.” 2. “Es preciso que los proyectos involucren a diferentes segmentos sociales, profesionales y políticos. Los proyectos de desarrollo no se deben confundir con la experiencia piloto que se desarrolla con una determinada comunidad, ni con la transferencia de recursos que se hace para construir un hospital, una carretera o un conjunto de pozos. Este tipo de proyectos incluye la definición de un horizonte para la mejor inserción en mercados, en especial para los más pobres. Incluye la formación de vínculos concretos de conocimiento y confianza, que están a la base de los propios procesos de innovación. (…) El supuesto que hay tras esta propuesta de cambio es la formación de capacidades locales para la planificación, hoy prácticamente inexistentes. 3. “Es necesario que la relación entre las fuerzas vivas locales, ubicadas en el territorio, y quien financia su proyecto de desarrollo, sea objeto de contratos cuya evaluación va más allá del cumplimiento burocrático de los contenidos del contrato. (…) [Aún teniendo en cuenta los mejores proyectos existentes] casi nunca van más allá del intento de suplir enormes carencias, sin que adquieran la coherencia de un verdadero proyecto.

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4. “Se requiere que los proyectos sean aprobados por su mérito y no por la condición de precariedad en que se encuentra la población que justificó su elaboración.” Apuntando a las agencias internacionales, Abramovay envía también el siguiente mensaje: “Hasta aquí no se tiene noticia de proyectos cuya premisa sea la conjunción de las fuerzas vivas, conviene repetir: de los empresarios, del sector asociativo y de los electos locales, en torno a proyectos con base en los cuales se establezca un contrato que debe ser evaluado (y eventualmente renovado) a partir de sus resultados. Las organizaciones internacionales de desarrollo, tanto las agencias multilaterales como las que financian a las ONG, requieren replantearse tanto el formato de sus políticas de ayuda como los mecanismos de incentivo en los que se apoyan. (…) Formar técnicos y capacidades dirigidas hacia la formulación de proyectos que puedan caracterizarse, de hecho, como de desarrollo, tal vez sea la más importante contribución de parte de las organizaciones internacionales de desarrollo.”

Articular reciprocidad e intercambio capitalista: el matrimonio económico entre la economía solidaria y la agricultura familiar Si los SECAFES y el SCJS representan intentos de matrimonio político de la economía solidaria con la agricultura familiar, su casamiento económico podría darse en la articulación entre intercambio capitalista y reciprocidad. Constatar que la comercialización de la producción agroecológica de la agricultura familiar está inscrita en el mercado capitalista no significa que valores como la solidaridad, la confianza o la equidad estén ausentes de las iniciativas en curso. Con un abordaje original que articula reciprocidad e intercambio capitalista, Sabourin nos invita a modificar nuestra visión de las

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prácticas campesinas110. Se incluye abajo una síntesis del artículo de Sabourin, que concluye con la observación de que las políticas públicas “más exitosas son aquellas que reconocen y apoyan los arreglos colectivos y las estructuras institucionales de los actores rurales.” Para definir la reciprocidad, Sabourin cita a Godbout: “Podemos definir reciprocidad en una forma sencilla: cuando alguien recibe algo en forma de dádiva, él tiene la tendencia a dar a su vez…” Cita también a Temple: “La operación de intercambio corresponde a una permuta de objetos, mientras la estructura de la reciprocidad constituye una relación reversible entre sujetos.” Así, curiosamente, “la dádiva no es desinteresada, sino motivada por el interés por el otro o por las necesidades de la colectividad.” Partiendo de ese principio de solidaridad, Sabourin hace una lectura diferente de las “prestaciones económicas y sociales en el mundo rural”, sin negar la existencia de “relaciones de intercambio mediante el mercado capitalista”. Frente a esa realidad múltiple, el método de lectura consiste en “considerar cuál es el principio dominante, cuál es el proyecto de sociedad o de grupo en cuanto a los valores que se pretende privilegiar.” Para ilustrar este abordaje, el autor analiza prácticas como el mutirão (minga o trabajo colectivo), el manejo compartido de recursos comunes o, incluso, la renovación del cooperativismo en el campo con la creación de la Unión de Cooperativas de la Agricultura Familiar y de Economía Solidaria (UNICAFES) en 2005. Después de dedicar un capítulo al crédito solidario y sus límites, Sabourin aborda el tema de la comercialización para constatar que “a pesar de los procesos de mercantilización capitalista, existen todavía mercados socialmente controlados”, como las ferias locales. Las relaciones directas entre productor y consumidor en las ferias establecen “lazos de sociabilidad”. Son los valores que dieron origen al comercio justo, donde, sin embargo, no siempre logran ser reproducidos.

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“El comercio justo internacional propone, basado en valores humanos de equidad y justicia, una remuneración privilegiada, a falta de una relación humana directa entre productores y consumidores. Sin embargo, la búsqueda de la eficiencia conduce, muchas veces, al uso de los mismos sistemas y redes de intermediación que se utilizan para las commodities (materias primas) en el marco del libre mercado, lo que reduce o compromete la posibilidad de establecer relaciones de reciprocidad capaces de producir valores humanos.” Este último punto, la producción de valores humanos éticos y afectivos, hace toda la diferencia. Como “el capitalismo no se determina en función de valores humanos”, son necesarias “las interfaces entre sistemas regulados por el principio de la reciprocidad y los sistemas gobernados por el principio del libre mercado.” A modo de ilustración, Sabourin analiza tres “instrumentos públicos de desarrollo rural que permiten discutir esta interfaz”: la calificación de los productos (garantía del origen, del proceso y de la calidad de un producto); los mercados institucionales (como el Programa de Adquisición Anticipada de Alimentos, PAA) y los arreglos colectivos de los propios agricultores (manejo de recursos comunes como los bandos de semillas, fondos de pasto, reservas de agua, reservas extractivistas, babazuales); producción de informaciones (como los grupos de agricultores experimentadores, casas o escuelas familiares agrícolas, fondos rotatorios de construcción de cisternas). Otra política sería posible en Brasil para el caso de los dispositivos colectivos, a diferencia de lo que ocurrió en Europa, donde el reconocimiento de la multifuncionalidad de los espacios rurales se dio a través de compensaciones monetarias. “En vez de monetarizar y mercantilizar servicios que ya han sido realizados por el agricultor para dar lugar a una remuneración individual, el apoyo público (sea financiero o no) sería otorgado al arreglo institucional encargado de mantener la estructura de reciprocidad.”

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Sabourin anota, sin embargo, que no todo es rosado en las prestaciones reguladas por el mundo de la dádiva y la reciprocidad, puesto que “existen formas de alienación específicas de los sistemas de reciprocidad, las cuales deben ser criticadas y analizadas.” De la conclusión del artículo, podemos destacar dos elementos. En primer lugar: “En la propuesta de la economía solidaria existe una contradicción entre reciprocidad (al interior de la unidad de producción) e intercambio mercantil (fuera de la unidad), la cual requiere ser identificada, para poder plantear el tema de las articulaciones o interfaces entre los dos sistemas.” En segundo lugar, “en realidad, la práctica se anticipó a la teoría. Ya existen algunas interfaces de sistemas funcionando en el Brasil rural, en el nivel de los agricultores o de los instrumentos públicos(...)”; “las políticas públicas más exitosas y pertinentes relacionadas con la economía solidaria y de apoyo a la agricultura campesina o familiar son precisamente aquellas que reconocen y apoyan los arreglos colectivos e institucionales de los actores rurales. Mediante el reconocimiento público, jurídico, institucional o mediante el apoyo técnico, pedagógico o financiero, tales instrumentos permiten mantener o desarrollar también las estructuras de reciprocidad asociadas a estos arreglos, asegurando, a la par con su producción material, los valores de uso, pero también los valores humanos éticos que ellas generan.”

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Conclusión

El futuro de la agroecología en el Brasil Serias dificultades de viabilización de la comercialización se presentan desde la etapa de producción agroecológica y continúan en todas las etapas subsiguientes. A pesar de esto, las tres iniciativas en las que se ha enfocado este trabajo nos demuestran que sí es posible hablar de viabilidad de la producción agroecológica y de su comercialización en el ámbito de experiencias específicas (grupos de productores familiares o de asentamientos que cuentan con el apoyo significativo de parte de una ONG). Viabilizar la producción y la comercialización a una escala mayor depende en gran medida de políticas públicas que apenas comienzan a ser esbozadas. En la coyuntura actual, si bien se ha registrado un fuerte aumento del apoyo gubernamental a la agricultura familiar, y se destaca la presencia de fuerzas favorables a la agroecología en el gobierno federal, las orientaciones predominantes en el Brasil favorecen claramente el desarrollo económico strito sensu, el cual desconoce en la mayoría de los casos los aspectos ambientales y sociales. Las ONG y las organizaciones de agricultores están desempeñando un papel innovador en la comercialización de la producción agroecológica. Las tres iniciativas aquí destacadas, al igual que varias otras en el interior del Nordeste, están explorando nuevos caminos que, en principio, reúnen las condiciones para convertirse en vías principales. Como prueba de lo anterior, basta observar la rápida expansión de las ferias agroecológicas en el Nordeste, así como el crecimiento de las ventas en el comercio justo internacional y el gran potencial del Programa de Adquisición Anticipada de Alimentos. En cada uno de estos mercados los volúmenes son todavía pequeños y hay todavía mucho margen de crecimiento. Además, están todavía por explorar otros modos de comercialización: mercados municipales, tiendas de productos agrícolas, sitios de venta virtuales

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(internet), venta directa del productor al consumidor, entre otros. Son grandes las potencialidades de comercialización de la producción agroecológica. El presente estudio señaló factores que limitan la sostenibilidad de la cadena de producción / procesamiento / comercialización de productos agroecológicos, así como factores que la refuerzan. Desde la perspectiva ambiental, parece poco discutible la preeminencia del enfoque agroecológico en relación con otras líneas de acción (inclusive con respecto a la agricultura biológica). Desde el punto de vista económico, lo que dejan en claro éstas y otras experiencias es la posibilidad que se abre para la mayoría de las familias que apuestan por en la “transición agroecológica”, de aumentar rápidamente su seguridad alimentaria y salir de la pobreza. Se requiere todavía realizar balances económicos más precisos para el conjunto de los eslabones de la cadena, que tengan en cuenta todos los gastos, inclusive los gastos ocultos (asesoría técnica, investigación, etc), así como las externalidades positivas (beneficios para el suelo, el agua, el aire, la fauna, la salud de la familia y de la comunidad, entre otros) -si es que tiene realmente sentido contabilizar elementos naturales que en principio son inconmensurables-. Las mayores dificultades encontradas para consolidar y generalizar los avances, parecen ser del orden organizacional, cultural y de política. Las tres experiencias demuestran claramente que se requiere una gran perseverancia para crear, y sobre todo para mantener y desarrollar asociaciones y cooperativas. Tal vez el mayor de todos los desafíos consista en lograr, en la práctica, el equilibrio dinámico entre las exigencias implacables del mercado capitalista y los valores políticos, éticos y ambientales propios del enfoque agroecológico. En el ámbito social y cultural, el análisis desde el enfoque de género tiende a mostrar que, sin una mejor división de las tareas domésticas, sin el reconocimiento del trabajo “invisible” de la mujer y sin la discusión del lugar que ella ocupa en el sistema productivo, los avances en la producción familiar y en su transformación y comercialización seguirán siendo limitados.

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Desde el punto de vista político se verificaron progresos en las áreas de actuación directa de los tres proyectos. En cuanto al impacto más allá del radio de acción inmediato, constituido por las comunidades beneficiadas, también pudimos verificar varios avances puntuales tanto a escala municipal (leyes que benefician a la agricultura familiar, consejos, secretarías de agricultura ocupadas por representantes del movimiento social), como microrregional (nuevos foros, asociaciones y grupos de presión). Dicho lo anterior, el tema de la comercialización no deja de revelar a gritos la extrema desigualdad que reina en el Brasil rural. En términos generales, las instituciones y los servicios públicos más cercanos al mundo rural (agencias locales de bancos públicos, administraciones municipales, organizaciones educativas, servicios de investigación y extensión rural) no funcionan a gusto para la franja más pobre de la población nordestina. Lo que es aún peor: su acción es vista, muchas veces, como un obstáculo al desarrollo sostenible, ¡hasta el punto en que los agricultores ven su inercia como una bendición! (“Mejor que de verdad no hagan nada, por lo menos no entorpecen las cosas como antes”!). Las consecuencias para las ONG y las organizaciones de productores son dramáticas: no pueden contar con apoyo público en áreas de importancia estratégica. Hay, por ejemplo, una carencia enorme de apoyo al cooperativismo y al asociativismo, del mismo modo, la investigación, la capacitación y la extensión, tanto fuera como dentro del ámbito universitario, permanecen muy distantes de la realidad de la agricultura familiar. Estas carencias pueden haber conducido a las ONG a asumir una cantidad de tareas para las cuales estaban en principio muy poco preparadas - como es el caso de la asesoría a la comercialización para la agricultura familiar-. También es posible que las ONG se hayan cerrado, atribuyéndose capacidades que las hacen “insustituibles”, en un intento por garantizar su propia reproducción social, de lo cual se deduce que podrían invertir en la construcción de relaciones más abiertas y considerar con mayor frecuencia la posibilidad de colaborar con otros actores, más calificados que ellas mismas en materia de comercialización, por ejemplo.

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Este conjunto de factores tal vez explique la simbiosis existente, en las tres experiencias, entre la asociación /cooperativa y la ONG que la apoya, entre el emprendimiento económico y un tipo de asesoría técnica que cumple -improvisando, cometiendo errores y aprendiendo-, todos los papeles imaginables: desde el diseño y construcción de máquinas inéditas y la provisión de capital de giro hasta la apertura de contratos internacionales. En el ámbito de las ferias locales, la experiencia de Pernambuco demuestra la posibilidad de construir en forma progresiva la autonomía de las asociaciones de productores (después de varios años de asesoría muy cercana). En los casos más complejos de transformación de la producción (en este caso, de algodón y babazú) en unidades de tamaño medio y su comercialización en el mercado internacional, el binomio ONG - Asociación /Cooperativa se presenta como algo casi indisoluble. Si bien la asesoría de largo plazo, en principio indeterminado, ha permitido hasta ahora viabilizar la transformación y la comercialización de la producción agroecológica, esto no significa necesariamente que esa alianza deba perpetuarse para siempre con carácter de exclusividad. La simbiosis actual crea una dependencia que configura una fragilidad organizacional, por lo que este tipo de alianza debería ser visto como algo coyuntural, a ser discutido y evaluado y, en la medida de lo posible, superado. Bajo estas condiciones y con esas salvedades, surge la agroecología como uno de los caminos - tal vez no el único - viables para la agricultura familiar. Y la transición agroecológica cobra una importancia aún mayor en las tierras del semiárido, donde la degradación debido a prácticas inadecuadas de cultivo trae consigo serias amenazas de desertificación. Una vez que la necesidad, la posibilidad y la viabilidad de la agroecología han sido constatadas con base en experiencias familiares, comunitarias y microrregionales, se plantea el desafío de su expansión a través de las políticas públicas. En el nivel territorial, al interior del Nordeste, las

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experiencias son muy recientes y localizadas. Si bien Esplar/Adec y Assema/Coppalj ya operan más allá del ámbito municipal, las dinámicas económicas a esa escala son todavía demasiado incipientes para extraer de ellas conclusiones de cualquier índole. Otras políticas públicas están naciendo en la confluencia entre la agroecología y la economía solidaria, tales como los SECAFES y el Sistema Nacional de Comercio Justo, aunque en los territorios del semiárido nordestino todavía no han salido del papel. En el nivel territorial, que abarca varios municipios vecinos, se destacan los proyectos de la Secretaría de Desenvolvimento Territorial (SDT) del Ministério de Desenvolvimento Agrário (MDA), en particular el Proyecto Dom Helder Câmara (PDHC). Las acciones que realiza el PDHC como incentivo a la agroecología en el semiárido se fundamentan en alianzas con los actores locales, en las cuales las ONG juegan un papel determinante. Las políticas públicas favorables a la agroecología como el PDHC todavía son muy frágiles. Su alcance depende del resultado de disputas políticas entre tendencias opuestas de la sociedad, y de la forma como estas disputas se reflejen en el propio gobierno brasileño, sea entre ministerios, o entre secretarías al interior de un mismo ministerio. Es significativo, por ejemplo, que el PDHC, que constituye el mayor proyecto gubernamental de apoyo a la agroecología en el Nordeste, tenga un carácter simplemente demostrativo, limitado tanto geográficamente (8 territorios diseminados en seis estados) como en el tiempo (su financiación se extiende hasta 2009). Llama también la atención la operación del MDA, cuyas diversas secretarías operan como compartimentos estancos, cada una de las cuales está liderada por una tendencia política distinta, en disputa con las demás. Por esta razón, es poco probable que el PDHC logre cumplir su función de proyecto demostrativo, que consiste en influenciar las políticas de asesoría técnica (de Emater), de reforma agraria (del Incra) y de crédito para la agricultura familiar (Pronaf), aún teniendo en cuenta que todas las instituciones responsables hacen parte del mismo ministerio.

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Otra disputa, aún mayor, es aquella - ampliamente comentada- entre los dos ministerios brasileños de agricultura, el MDA y el MAPA. Esta esquizofrenia política se traduce, en el campo, en situaciones en las cuales una política pública (como el PDHC) puede favorecer el enfoque agroecológico, mientras otra, del mismo gobierno, puede resultarle nefasta a corto plazo (mediante la expansión rápida de cultivos transgénicos, por ejemplo). Lamentablemente, esta es una lucha muy desequilibrada: la agricultura familiar (apoyada por el MDA), a pesar de haberse beneficiado con presupuestos cada vez mayores en los últimos años, continúa estando a años luz del tratamiento preferencial que tiene la agricultura patronal (que cuenta con el apoyo del MAPA). El juego de las fuerzas políticas será determinante para el futuro de la agroecología en el Nordeste. Por ahora, los defensores de la agroecología constituyen una tendencia claramente minoritaria. En tiempos de globalización económica, el Brasil, gigante agrícola, fue claramente seducido por el mercado en su versión más primitiva, es decir, la búsqueda inmediata de lucro a corto plazo con enormes costos ambientales y sociales. Es con parte de las ganancias obtenidas con esa política que el gobierno brasileño financia sus políticas sociales compensatorias, en una apuesta que funciona bien dentro de los plazos electorales, pero que más allá de éstos puede llegar a ser catastrófica. En tiempos de calentamiento global, quien aporta las cartas más importantes ya no es el mercado: la propia naturaleza entra en juego y responde a las agresiones. En el semiárido brasileño, es preciso prepararse para convivir con sequías y crecientes más fuertes todavía que en el pasado, recordando que las grandes sequías más recientes ocurrieron en 1990-93 y en 1998 y que hubo crecientes devastadoras en 2004. Esta es, sin lugar a dudas, la principal razón por la cual, en este territorio cuya área tiene el tamaño de Francia y Alemania juntas, donde viven cerca de 20 millones de personas, muchas de ellas pobres y dependientes de la producción rural, lo lógico sería que la agroecología ocupara un lugar preponderante. Un lugar que sólo ocupará cuando Brasil pase a visualizarse no sólo como gigante económico, sino también como el gigante ambiental que, de hecho, es.

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Las notas abajo se refieren a cada número de nota de autor en el cuerpo del texto 1

Entre los documentos y autores citados en este estudio, podemos destacar: ABRAMOVAY, R. Mercados del emprendedorismo de pequeño porte no Brasil, CEPAL. Marzo de 2003. KÜSTER, J.; MARTÍ, F., FICKERT, U. (Org). Agricultura familiar, agro ecología y mercado de Norte y Nordeste de Brasil. DED. Fortaleza. 2004. TYGEL, D.. Levantamiento inicial de entidades que trabajan con la comercialización o consumo de productos agro ecológicos en Brasil (en búsqueda de iniciativas dentro de la perspectiva de economía solidaria). Caldas-MG, noviembre 2003. Disponible en http://www.fbes.org.br/component/option,com_docman/task,doc_download/gid,572/ visitado el 22 de noviembre de 2007. SABOURIN, E.. Economía solidaria en el medio rural brasileño: un análisis a partir de la noción de reciprocidad. VII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural (Alasru). Quito, 20-24 de noviembre de 2006, GT 09 “Asociación productiva, economía solidaria y cooperativas”. 2

(INSEE, 2007)

3

La definición usada por el Ministerio del Desarrollo Agrario (MDA) para que una familia pueda tener acceso al Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar (PRONAF) es la siguiente: producir en la tierra, bajo la condición de propietario(a), ocupante, arrendatario(a), contraparte o asentado(a) del Programa Nacional de Reforma Agraria y Programa Nacional de Crédito Agrario; máximo 4 módulos fiscales (o 6 módulos, en el caso de actividad pecuaria), cuyo tamaño varía conforme la región. Que parte de los ingresos sean generados en la propiedad familiar (de 30% hasta 80% a depender del tipo de crédito). Tener ingresos brutos anuales compatibles con la exigida para cada grupo de PRONAF (conforme a la tablilla del MDA). Referencia: http://www.mda.gov.br/saf/arquivos/1137912740.doc,visitado en 23/11/2007. 4

(ABRAMOVAY, 2007c)

5

(AZZONI, 2006)

6

(SABOURIN, 2007c)

7

(WILKINSON, 2007)

8

(FICKERT, 2004)

9

(SABOURIN, 2007b)

Agroecología y acceso a mercados

196

10

Más de 5.000 de los 5.561 municipios brasileros tienen menos de 50 mil habitantes. (Año 162000). Referencia: IBGE. 11

(ABRAMOVAY, 2007c)

12

(WILKINSON, 2007)

139

(PDHC, 2004)

14

(BLOCH, 1998)

15

(ABRAMOVAY, 2007A)

16

(ABRAMOVAY, 2003)

17

(MAIA GOMES, citado por ABRAMOVAY, 2003)

18

(SABOURIN, 2007b)

19

(ABRAMOVAY, 2007A)

20

(ANA, 2006)

21

Coolmeia, en Porto Alegre, tiene más de 20 años de existencia y cuenta con 800 socios, entre agricultores y consumidores. 22

Terra Preservada, una empresa de Paraná, brinda asistencia técnica, provee insumos, promueve la certificación y la compra de producción para más de 1.000 agricultores orgánicos. (Cf FICKERT, 2004). 23

Red Ecovida, en Rio Grande do Sul, “cuenta con 21 núcleos regionales, incluyendo cerca de 170 municipios. Su trabajo congrega, aproximadamente, a 200 grupos de agricultores, 20 ONGs y 10 cooperativas de consumidores. En toda el área de intervención de Ecovida, son más de 100 ferias libres ecológicas y otras formas de comercialización.” (www.ecovida.org.br) 24

Mayores detalles en http://www.asabrasil.org.br/.

25

(ABRAMOVAY, 2007b)

26

(ABRAMOVAY, 1998)

27

(ABRAMOVAY, 2007b)

Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

197

28

(GAMARRA-ROJAS, 2007)

29

El sueldo mínimo equivalía a 380 reales (cerca de U$210) en septiembre de 2007.

30

Estos consorcios agroecológicos son pequeñas áreas que se caracterizan sobre todo por la diversificación de los cultivos (el algodón, el maíz, el fríjol, los melones, el sesamus, el neem, y algunas otras especies arbóreas), plantados de forma intercalada. Más allá de promover esa diversificación, los agricultores emplean técnicas de conservación de suelos, abonos orgánicos y manejo ecológico de plagas. 31

(Ver ESPLAR)

32

(ESPLAR)

33

(ABRAMOVAY, 1998)

34

(CASSARINO, 2004)

35

(GUZMÁN, 2006)

36

Sin embargo, tendría dificultades en lograr una certificación porque las certificadoras orgánicas empezaron a incluir criterios sociales y ambientales más rigurosos. El Instituto Biodinámico, por ejemplo, “considera aspectos como el no uso de abonos solubles y agroquímicos en los últimos dos a tres años, la existencia de barreras vegetales cuando hay vecinos que practican agricultura convencional, la calidad del agua usada en la irrigación y en el lavado de los productos, las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores, el cumplimiento de las legislaciones sanitaria, ambiental y laboral, la correcta disposición de la basura y el bienestar de los animales”. (website del IBD, http://www.ibd.com.br/Info_Default.aspx?codigo=faq, visitado en 27/11/2007) 37

(YUSSEFI, 2007)

38

www.cabianca.net/social, visitado en 20/09/2007

39

(CZAPSKI, 2005)

40

(ROSSET, 2006)

41

Sobre eso ver (JALFIM, 2007)

42

(ROMEIRO, 2007)

Agroecología y acceso a mercados

198

43

(CASSARINO, 2004)

44

De modo general, se distinguen dos maneras de agregar valor. Tenemos, por un lado, el beneficio, que es la secuencia de operaciones requeridas para que un producto primario pueda ser consumido (por ejemplo, el descaroçamento del algodón o el descascaramiento del arroz) y, por otro lado, el procesamiento, voltado para la obtención de un subproducto (como en el caso de la extracción de aceite de babazú o del óleo de sesamus). 45

Ver en el Anexo 1 los flujogramas de aprovechamiento del babazú y del algodón.

46

(ROMEIRO, 2007)

47

Ver BLOCH, D., BARBOSA, E. Sistematización de la experiencia de la AACC en la Serra do Mel (RN). Mossoró. Enero 1999. 48

La situación está evolucionando lentamente. Hoy en día, por ejemplo, varias universidades ofrecen apoyo en la forma de un programa de extensión llamado “Incubadoras Tecnológicas de Cooperativas Populares (ITCP)”. Sin embargo ese apoyo permanece condicionado a limitaciones de dinero, recursos humanos y logística. Por ejemplo, la Incubacoop, en la Universidad Federal Rural de Pernambuco, solamente tiene condiciones de incubar dos o tres grupos de productores rurales, y apenas en municipios muy cercanos a Recife. 49

Este tema tan vasto no será tratado en este estudio. Ver por ejemplo (RÖLING, 1998).

50

Por ejemplo el caso de la permacultura. Ver (MOLLISON, 1990)

51

(SABOURIN, 2006)

52

(CAILLÉ, 2005)

53

(ABRAMOVAY, 2003)

54

(COSTA, 2004)

55

(ABRAMOVAY, 2003)

56

(SABIÁ, 2006)

57

Tabla elaborada con base en (SABIÁ, 2006)

58

(SABOURIN, 2006)

Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

199

59

(SABOURIN, 2006)

60

Elecciones estatales y federales ocurrieron en 2006.

61

(LECOMTE, 2004)

62

Oxfam, con su gran campaña “Make Trade Fair” (Comercio con Justicia) está más próxima a la primera tendencia, cuando presiona a organizaciones multilaterales como la OMC. Actúa también, más específicamente, en el comercio justo de café. 63

(LECOMTE, 2004). Mayor información en www.commercequitable.org

64

Ver (ESPLAR)

65

Más información en www.justatrama.com.br, www.veja.fr y http://blog.veja.fr/fr/

66

160 Kg. de algodón x R$1,66/Kg. + 50 Kg. de ajonjolí x R$13,00/Kg. + 2 sacas de fríjol x R$60,00/saca + 1 saca de maíz x R$30,00/saca. El maíz y el fríjol, cuando no son vendidos, dejan de ser comprados. Además de eso, el resto de las culturas sirve de forraje para animales, con valor estimado en cerca de R$100,00. (época del cálculo, febrero de 2008, U$1,00 = R$1,78) 67

Ver (LAVILLE, 2007)

68

(LISBOA, 2006)

69

(LISBOA, 2006)679 Uno de los ejemplos brasileros más citados es el de la red Ecovida. Ver CASSARINO, 2004. 70

71

Uno de los ejemplos brasileros más criados es el de la red Ecovida. ver CASSARINO, 2004. (MANCE, 2006)

72

(ABRAMOVAY, 2003)

73

(TYGEL, 2003)

74

(ABRAMOVAY, 2003)

75

76

(LAVILLE, 2007) (LISBOA, 2006)

Agroecología y acceso a mercados

200

77

SABOURIN, 2007a

78

(ARMANI, 2008)

79

(LISBOA, 2006)

80

(LISBOA, 2006)

81

(ARMANI, 2008)

82

La cooperativa de Santo André, que fabricaba las mallas quebró en 2006 y fue provisoriamente sustituida por otra, convencional, retrasando la producción en varios meses. 83

(NEAD, 2007)

84

(JALFIM, 2007)

85

Lago do Junco y Lago do Rodrigues.

86

(GUÉRIN, 2007)

87

ATES: Programa Federal de Asesoría Técnica, Social y Ambiental para asentamientos de la reforma agraria. 88

Organic Exchange es una asociación norteamericana, cuya misión es “catalizar las fuerzas de mercado con el fin de producir beneficios sociales, económicos y ecológicos a través de la expansión de la agricultura de fibras orgánicas”. Mayor información en http://www.organicexchange.org. 89

Articulación en el Semi-Árido (ASA), que ya construyó más de 200 mil cisternas en el semi-árido brasilero, es una excepción notable. 90

(MUSSOI)

91

(GUZMÁN, 2006)

92

(CASSARINO, 2004)

93

(TYGEL, 2003)

94

(LISBOA, 2006)

Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

201

95

Rede Ecovida se presenta de la siguiente manera: “Somos agricultores familiares, técnicos y consumidores reunidos en asociaciones, cooperativas y grupos informales que, juntamente con pequeñas agro industrias, comerciantes ecológicos y personas comprometidas con el desarrollo de la agroecología, nos organizamos alrededor de la Rede Ecovida” (Mayores detalles en www.ecovida.org.br) 96

(CARVALHO, 2006c)

97

Red electrónica y solidaria “Sobre comercialización entre emprendimientos en Latinoamérica”, Mensaje 6900, julio de 2007 98

Red electrónica y _ solidaria “Sobre comercialización: 3 cuestiones y dos sugerencias”, Mensaje 6897, julio de 2007 99

Ver por ejemplo (CARVALHO, 2006a)

100

(TYGEL, 2003)

101

Empezaron a ser probadas en la región Sur en septiembre de 2007. Ver por ejemplo http://www.ecovida.org.br/?sc=SA011&sa=SA000&codPublicacao=NOT00002&codIdioma=1 102

http://www.ecovida.org.br/?sc=SA011&sa=SA000&codPublicacao=NOT00002&codIdioma=1

103

(MDA, 2007a)

104

(MDA, 2007b)

105

(MDA, 2007a)

106

(SENAES, 2007)

107

(SABOURIN, 2007b)

108

Para mayores detalles sobre la certificación, en especial la certificación de grupos o participativa, ver (SABOURIN, 2007c). 109

(ABRAMOVAY, 2003)

110

(SABOURIN, 2006)

Agroecología y acceso a mercados

202

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Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

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Agroecología y acceso a mercados

206

ANEXO 1: FLUJOGRAMAS DE APROVECHAMIENTO DEL BABAZÚ Y DEL ALGODÓN

Etanol

Almidón Mesocarpio

Fertilizante Salvado

Fibras Epicarpio Combustible

Carbón activado Coque

Carbón

Gases combustibles

Coco Babazú

Gases combustibles

Acetatos

Endocarpio Gases condensables

Metanol

Ácido acético Acetona Alquitrán Fenol

Alquitrán Creosol Salvado Castaña

Torta

Aceite bruto

Aceite refinado

Benzol Margarina

Jabón Glicerina

Tres experiencias en la agricultura familiar de la región nordeste de Brasil

207

Coco babazú ? Mesocarpio, Epicarpio Endocarpio Castaña ? Almidón, Fibras, Combustible, Carbón, Gases combustibles, Gases condensables, Torta Aceite bruto ? Etanol, Fertilizante, Salvado, Carbón activado, Coque, Gases combustibles, Acetatos, Metanol, Alquitrán, Salvado, Aceite refinado, Jabón, Glicerina ? Ácido acético, Acetona, Alquitrán, Fenol, Creosol, Benzol, Margarina

PLUMA 35%

HILOS 85% PÉRDIDAS 15%

PEPA 38%

ACEITE 35 a 40%

SEMILLAS 25%

TORTA 60 a 65%

ALGODÓN EN RAMA

CONFECCIÓN ARTESANAL MERCADO

RACIÓN

PÉRDIDAS 2%

Algodón en rama ? Pluma (35%) Pepa (38%) Semillas (25%) Pérdidas (2%) ? Hilos (85%) Pérdidas (15%) Aceite (35% a 40%) Torta (60% a 65%) ? Confección artesanal Mercado Ración

Agroecología y acceso a mercados

208

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