Abuso Sexual.doc

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México registra altos índices de abuso sexual infantil, en donde las víctimas son en su mayoría niñas y el promedio de edad de los afectados es de 5.7 años, reveló Ruth González Serratos, especialista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Al participar en el Simposio Repercusiones Clínicas y Psicológicas del Abuso Sexual, en el tercer día de actividades del VII Congreso Latinoamericano y II Iberoamericano "Sobre la Violencia contra Niñas, Niños y Adolescentes", la especialista sostuvo que la sexualidad es utilizada como un instrumento que marca la imposición del poder y la ira sobre otro ser. En su ponencia Síndrome Postraumático Inmediato y Mediato en Menores y Sobrevivientes de Violencia Sexual en la Infancia, la catedrática de la Facultad de Psicología de la UNAM, refirió que de junio de 1994 a mayo de 2002 la institución atendió 894 casos, de los que el 48.9 por ciento son sobrevivientes de abuso sexual en la infancia que no recibieron ningún tipo de ayuda y el 21.8 por ciento tuvo acceso a apoyo. La edad promedio de la víctimas es de 5.7 años y el 77 por ciento son mujeres, mientras que en todos los casos la víctima conocía al agresor: el hermano en 19 por ciento; el padrastro en el 18 por ciento; el tío en un 16 por ciento y el padre en un 15 por ciento. González Serratos manifestó que los menores abusados sexualmente presentan un síndrome de estrés postraumático que se manifiesta en alteraciones en los hábitos escolares en el 40 por ciento de los casos; en hábitos del sueño 10 por ciento y presentan además miedo a salir en un 70 por ciento; miedo a algún hombre en específico, a adultos en general, a que la madre sea agredida y a salir a jugar en un 60 por ciento. Graves secuelas sicológicas La especialista dijo que en el síndrome de estrés postraumático en sobrevivientes de abuso sexual en la infancia, es decir las personas que fueron abusadas cuando eran menores y no recibieron ningún tipo de tratamiento, encontramos que el 85.3 por ciento hay una sensación de fealdad, sensación de no ser uno mismo 74 por ciento; usar ropa que esconda el cuerpo un 70 por ciento. Respecto a su sexualidad, añadió, el 73 por ciento experimenta dificultad para integrar la sexualidad con las emociones y se sienten sucias sexualmente. Hay autodevaluación en un 90 por ciento, sensación de ser diferentes 88 por ciento, enojo constante en un 91.3 por ciento, necesidad de controlar a otros 86.7 por ciento, incapacidad de decir "no" 86.7 por ciento, sentimiento de culpa en un 90 por ciento. Por otra parte el doctor Jorge R. Pérez Espinosa, del Centro de Atención Psicoterapéutico para Mamás (CAPSIM) de la Facultad de Psicología de la UNAM, expuso que el 90 por ciento de las madres violentas fueron abusadas en su infancia y fueron además maltratadas por su madre o padre. Expuso que estas madres tienen problemas para establecer el vínculo afectivo entre ellas y sus hijas e hijos, lo cual es resultado de la falta de atención que sufrieron cuando niñas. Su autoestima, añadió, es muy baja y se autodefinen con "demonios", "mala mujer", "chantajistas" y "perversas", ya que asumen conductas de intolerancia con sus hijos e hijas y porque muchas veces no han perdonado a sus padres y madres y a quienes abusaron de ellas. Sostuvo que es importante la perseverancia de estos programas ya que el problema de la madre que maltrata a sus hijos no es sólo un asunto relacionado con la condición económica o nivel educativo, sino que se presenta en todos los estratos sociales y académicos. En el mismo simposio, el maestro en Salud Pública, José Rubén Ramírez, indicó que la violencia hacia los niños, niñas y adolescentes es una obstrucción para el desarrollo de una sociedad con equidad. El suicidio como salida al dolor Expuso que es común encontrar que las niñas y los niños abusados sexualmente tengan repercusiones negativas como la muerte prematura por suicidio, homicidio o infecciones de transmisión sexual. Así como problemas de salud física como lesiones, discapacidad, baja autoestima, comportamiento sexuales de riesgos para su salud, embarazos no deseados, abortos en situaciones de riesgo, lo que incrementa la mortalidad infantil y adolescente. En este sentido, el especialista universitario consideró necesario crear modelos de atención multi-

interdisciplinarios que deben ser obligatorios para los hospitales que atiendan a niñas, niños y adolescentes.

http://www.todito.com/paginas/noticias/111769.html

Maltrato y abuso sexual infantil. Problemas clínicos, preventivos y terapéuticos.(*) Pr. J.A.Serrano Mercado

E.mail: [email protected]

Lic. M.Verónica Serrano Bascopé

Email: [email protected] (*)

Trabajo publicado en la Revista del Instituto Médico Sucre Año LXIV Nº 115      

Introducción Contexto actual de la problemática Necesidad de plantear correctamente el problema. Definir el abuso sexual Dinámica familiar del abuso sexual Dinámica social del abuso sexual infantil Impacto psicológico del abuso sexual

Introducción La violencia ejercida sobre el niño existe probablemente desde los albores de la historia humana. La ideología tradicional ha considerado corrientemente al niño como una propiedad del adulto (Wolfe, 1987) o como un adulto en miniatura sometido a exigencias de producción económica desde temprana edad, como es el caso en nuestro país, y en general, en los países más pobres. A nuestro parecer, estos factores contribuyen a una cierta ocultación del maltrato infantil y, por ende, del abuso sexual, considerado éste último como un tabú. Cuando se infringe éste tabú y se revelan algunas de esas situaciones, despierta respuestas enraizadas sobre todo en nuestro mundo emocional más que en un análisis científico, "comprometido" por supuesto, -no puede ser de otro modo-, de esos hechos.

En efecto, la tematización científica del maltrato físico y de la negligencia del menor se inicia recientemente, en el mundo anglosajón, con la descripción del “sindrome del niño maltratado” en el artículo princeps de Kempe, Silverman y col.,(1962). A partir de entonces se ha delineado progresivamente la “dinámica de la violencia familiar ejercida sobre el niño”. En cambio, el interés por el abuso sexual es aún más reciente, en torno a los años 70, quizás porque en ciertas culturas, las relaciones sexuales con menores de edad ha sido y es mejor "tolerada", cuando no objeto de mercancía.

El análisis de la dinámica de la violencia familiar y social ha permitido estudiar las características interactivas del sistema familiar (la calidad de la relación conyugal, la relación padres-hijos), así como el perfil psico-social de los padres maltratantes o incestuosos, el de los

adultos

abusivos

y

el

de

los

niños

maltratados

o

víctimas

de

abuso

sexual.

El presente artículo está consagrado a analizar el problema del abuso sexual esencialmente intrafamiliar, haciendo hincapié en algunos de sus aspectos clínicos psicopatológicos, preventivos y terapéuticos. Contexto actual de la problemática Hasta hace poco tiempo, la escasa difusión de los conocimientos adquiridos en ese campo, así como la importante connotación afectiva ligada a la violencia ejercida sobre el niño, ha contribuido a mantener la “ocultación” involuntaria del maltrato infantil y del abuso sexual. Así, en los medios médicos, imbuidos por el pudor propio a la naturaleza del secreto profesional, se prefería, no ha mucho, hablar de “sindrome de Silverman”, término “aséptico”, aceptable por el imaginario médico-social, para referirse al maltrato, y los antecedentes de abuso eran ignorados a la hora se establecer una anamnesis o de explicar un trastorno psicosomático o psicopatológico. Gracias a los esfuerzos realizados en defensa de la niñez, -culminados con la firma de la Convención de Naciones Unidas por los Derechos del niño (1989) y la Cumbre Mundial de la Infancia (1990)-, los diferentes países del mundo, y en particular los del mundo occidental desarrollado, han elaborado progresivamente políticas de detección, de prevención y de tratamiento, de denuncia y de sanción de aquellas relaciones intrafamiliares en las cuales predomina la violencia, el maltrato o el abuso sexual. Se entreteje así una estructura psicomédico-social y legal ciertamente funcional pero no exenta de malentendidos y de paradojas. El abordaje científico sistemático del problema que nos ocupa, así como la sensibilización de las organizaciones políticas y sociales, ha dado lugar entonces a acciones de mayor o menor envergadura destinadas a prevenir y a tratar las causas y las consecuencias de la violencia ejercida sobre el niño, sobre todo en su entorno familiar.

El Año Internacional de la Familia ha contribuido por su parte ha reforzar la convicción acerca de la necesidad de elaborar políticas de promoción de la estabilidad y de bienestar familiar. La familia, contrariamente a aquello que sugieren ciertos autores, constituye, nos guste o no, el espacio por excelencia de la socialización y de la educación del niño. La tarea educativa de la familia es tanto mayor cuanto que, en el mundo occidental desarrollado, asistimos a una cierta demisión del rol educativo de los profesores y, en el mundo no desarrollado, a la imposibilidad material de asumir tareas propiamente educativas por parte de los mismos. En la mayoría de países se han organizado servicios, hospitalarios o extrahospitalarios, públicos o privados, universitarios o no, en los cuales se busca prevenir los daños y disminuir la gravedad de las secuelas del maltrato y del abuso sexual del menor (Bowman, 1985; Calam y Slade, 1989; Deschamps, 1992; Goldfarb, 1987; Jehu, 1988; Palmer y col, 1990; Waller, 1991, 1992). Estas secuelas se expresan tanto a través de diversos cuadros psicopatológicos, como en la transmisión transgeneracional de la violencia familiar (Farrington, 1978, 1991) y por ende del maltrato y del abuso sexual. Necesidad de plantear correctamente el problema. Definir el abuso sexual El abuso sexual de menores ha sido definido como la utilización del niño o del adolescente como objeto de gratificación de las necesidades, deseos o fantasías sexuales del adulto. Schechter y Roberge (1976) han subrayado la dependencia y la inmadurez del niño o del adolescente implicados en esa situación. Para éstos autores, el niño y el adolescente son incapaces de consentir libremente o de comprender el sentido del comportamiento del adulto, quien, al actuar de ése modo, transgrede tabúes sociales y reglas familiares reconocidos tradicionalmente.

Finkelhor y Korbin (1988) han precisado las características del contacto sexual abusivo adulto/niño. Se trata de: 1°) Todo contacto sexual entre un adulto y un niño sexualmente inmaduro, con el propósito, para el primero, de obtener una gratificación de índole carnal. 2°) Todo contacto sexual con un niño mediante el uso de la fuerza, de la amenaza o del engaño. 3°) Todo contacto sexual con un niño incapaz de dar su consentimiento ya sea por su corta edad o por el poder y la autoridad (económica, psicológica o moral) del adulto. Estas características permiten incluir, como formas de abuso sexual, las experiencias sexuales entre el niño/adolescente y sus padres u otros adultos exteriores al medio familiar, como también las situaciones de prostitución o de pornografía en las cuales interviene un elemento de carácter económico.

Aún más, toda definición extensiva del abuso sexual abarcaría las experiencias entre menores de edad y otras formas de erotización de la relación adulto/niño que no impliquen necesariamente estimulación directa de los órganos genitales o penetración; abriría también la discusión acerca de cuestiones tales como la edad del niño implicado, la naturaleza del consentimiento, el concepto de “madurez” sexual, etc.

Por otra parte, conviene recordar la diferencia existente entre el incesto, “cohabitación entre personas emparentadas” cuyo grado de parentesco excluye toda relación permitida jurídicamente, y el abuso sexual extrafamiliar, es decir, aquel perpetrado por una persona que no posee lazos de parentesco con su “víctima”.

El adulto abusivo no busca necesariamente establecer una relación positiva con el niño. Como nos lo recuerda Hayez (1992), se trata, en general, de una satisfacción narcisista, casi autoerótica; el niño no está investido como tal, sino como superficie de proyección sobre la cual desfilan las fantasías del adulto. Ferenczi (1933) sostenía la existencia, en éstos casos, de una “confusión de lenguas” puesto que el adulto “habla” el lenguaje de la pasión y del amor genital, mientras que el niño tiene necesidad de contacto y de ternura.

Ciertas características epidemiológicas han sido destacadas a partir de investigaciones, sobre todo americanas. Por ejemplo, el abuso sexual de las niñas comprende el exhibicionismo, las caricias, el contacto genital, la masturbación y la penetración vaginal, oral o anal. Los niños son abusados mediante caricias, masturbación mutua, felación y penetración anal. En ciertos casos, la violencia sexual es ejercida por personas exteriores a la familia, perpretada por sujetos particularmente perturbados desde el punto de vista psicopatológico : psicópatas delincuentes, alcohólicos crónicos, caracterópatas. El abuso sexual se inscribe entonces el campo delincuencial como una manifestación más de la perturbación social a la cual ciertas grupos están condenados. Dinámica familiar del abuso sexual 1. Estructura de poder : dominación-sumisión.

La negligencia y el maltrato infantil se observan sobre todo en familias a múltiples problemas (o multiproblemáticas). Estas familias viven en un estado de crisis recurrente (Guay, 1999), en el cual la violencia comportamental es el recurso extremo empleado para huir del sufrimiento, para evitar la toma de conciencia de las emociones ligadas a traumatismos del pasado. Las familias abusivas, incapaces de manejar, orientan sus esfuerzos en mantener un estilo de interacción y de lazos parentales y conyugales disfuncionales. Se trata de familias donde no hay ganador (no-win position) : con frecuencia los miembros de la familia juegan todos a perder. Las crisis recurrentes, en vez de provocar el cambio refuerzan el estilo de funcionamiento familiar. Los padres abusivos consideran que es necesario utilizar la fuerza para hacerse obedecer y para resolver los conflictos.

Ciertas familias incestuosas pertenecen también a esta categoría de familia a problemas múltiples. Sin embargo, la mayor parte de esas familias han sido descritas como disfuncionales pues no es posible establecer una tipología bien definida. Existen por supuesto ciertos rasgos comunes como por ejemplo un desequilibrio en la estructura de poder de la pareja, . El abuso sexual se observa con frecuencia en estructuras familiares rígidas, patriarcales. En muchos casos, el padre ocupa una posición dominante, -despótica, según nuestra experiencia-, ejercida mediante la fuerza y la coerción. Algunos padres utilizan la violencia para reforzar su poder y su control sobre la familia (Weinberg, 1955), pero, en general, el adulto utiliza más bien la “presión” psicológica, social o económica para alcanzar sus propósitos (seducción, valorización del niño, regalos, recompensas diversas, chantaje, argumentos ideológicos ……) A éste respecto, el caso de la Sra. C. quien nos consultó por un problema alimentario de su cuarto hijo de 6 años, es revelador. La consulta revela la existencia de un importante conflicto de pareja, caracterizado por una descalificación mutua permanente, así como por una casi ausencia de vida sexual. Durante la entrevista con cada uno de los padres separadamente, la madre nos confía que fue “abandonada” por su propia madre cuando tenía 1 año (carencia afectiva y traumatismo de la separación) y confiada a un orfanato dirigido por religiosas, “donde fui feliz gracias a su cariño” -nos dice C.

Allí permaneció hasta sus 8 años y luego fue retirada por su madre para hacerse cargo de sus hermanos y hermanastros menores (reconocida como objeto). Un año después vuelve nuevamente al orfanato porque la madre había decidido separarse de su concubino, personaje tan violento y alcohólico como el propio padre de C. Pasados apenas dos años la madre la retira nuevamente del orfanato porque ha decidido rehacer su vida con el primer marido, es decir, el padre de C.

Poco tiempo después, apenas cumplidos sus 11 años, el padre decide iniciar su “educación sexual”, manteniendo relaciones con la joven C., más o menos una vez por semana, durante alrededor de 5 años, a vista y paciencia de la madre. A los 16 años encuentra a su marido actual quien la salva de situación. El padre se “consuela” “educando sexualmente” a otra de las hermanas de C. (padre despótico dueño de sus hijas y con derecho a hacer lo que le viene en gana). La familia de C. vive un destino de incesto. Hace algunos meses, su suegro se ha permitido ciertos comportamientos incestuosos con una de las hijas mayores de C. Comentando el comportamiento de su suegro, C. dice comprenderlo, haberlo perdonado, aunque reprocha a su marido de no haberse mostrado más firme con su padre. Otras veces se trata del modelo inverso, es decir, de una madre dominante y de un padre pasivo, quien no se siente seguro fuera de una relación incestuosa. El padre erotiza la relación con sus hijas, mezclando a la vez la ternura y la seducción. Se trata en esos casos de estructuras familiares donde predomina el aglutinamiento, con fronteras intergeneracionales demasiados laxas. El esposo de la Sra. C., antes mencionada pertenece a este tipo de familias. Padre preocupado

por las tareas escolares de sus hijas, cercano a ellas en toda circunstancias, tierno y seductor en su comportamiento, frustrado en su vida sexual, pues su esposa, ella misma antigua victima de abuso sexual, se muestra frígida en su relación conyugal. El Sr.C., sin llegar a tener relaciones sexuales con sus dos hijas mayores, ha ido mas allá de lo permitido en el acceso al cuerpo, bajo el pretexto de comprobar si sus hijas eran capaces de reaccionar como mujeres a ciertos gestos francos de sexualidad masculina. 2. Confusión de roles. En las familias incestuosas no es nada raro observar una confusión (o una inversión) de roles, ya sea cuando la madre delega sus roles maritales y domésticos a sus hijas mayores o cuando el padre se muestra afectuoso, y asume la atención y los cuidados domésticos. La relación incestuosa puede convertirse en la única fuente de intimidad, de ternura y de afección para el niño. 3. Relación con el entorno El Sr. N., de unos 4O años, viene de “urgencia” a nuestra consulta aconsejado por un colega. Nos dice que tiene miedo cometer un acto incestuoso con su niña de 4 años. N. vive solo con la niña desde que perdió a su esposa, fallecida accidentalmente, unos meses atrás. Últimamente la niña viene a su cama por las mañanas y él, la acaricia. Mientras la acaricia, entra en erección y reacciona bruscamente pidiéndole a la niña que deje la cama y se vista. Explica esta eclosión de deseos incestuosos como un signo más de su depresión, de su aislamiento social, de la dualidad de roles que debe asumir actualmente en su hogar. Por otra parte, la situación actual le recuerda a su hermano mayor quien le sometía a prácticas de felación durante su niñez.

El aislamiento social de ciertas familias, incapaces de establecer relaciones sociales gratificantes con el entorno, ha sido descrito como un factor de riesgo del “incesto endogámico” (Weinberg, 1955). Se trata de familias centradas sobre sí mismas, centrípetas, cerradas, que perciben el mundo exterior como hostil.

La promiscuidad y el aglutinamiento familiar favorecen la eclosión del incesto. La paradoja de esa situación es el contraste entre la rigidez de la fronteras familia/entorno social y la delincuencia de las fronteras intergeneracionales. Summit y Kriso (1978) han descrito ciertas formas de incesto en los “entornos rurales” en los cuales las relaciones incestuosas entre hermanos y entre generaciones son socialmente toleradas. La Sra X. llega a la consulta con su niño de algo más de un año quien presenta problemas de sueño. Llora toda la noche y X. no sabe muy bien como manejar la situación. Durante la consulta, el niño duerme placidamente (¡!) en su cuna y cuando preguntamos por el padre, la madre se lanza rápidamente a explicarnos las razones por las cuales prefiere que su marido no participe en la entrevista. “No tiene por qué estar en la consulta” -nos dice- puesto que “no es el padre de mi hijo, ni tampoco del otro en camino”, -añade. En realidad, confiesa X., “el padre de ambos es mi suegro” con quien ella mantiene regularmente relaciones íntimas. Las declaraciones de X. nos sorprenden por su crudeza y por la ausencia de crítica de su comportamiento. Las cosas “son así” y “para qué cambiarlas”. En su propio medio familiar de origen -Cuarto Mundo- el incesto -nos dice- es práctica corriente, tanto entre hermanos como entre padres e hijos.

La promiscuidad familiar se presta a la interpretación incorrecta de ciertas actitudes infantiles consideradas como “maniobras de seducción” por algunos adultos. Esta interpretación corresponde a una distorsión afectivo-cognitiva del adulto, por supuesto también presente en otros contextos socio-económicos. En realidad, se trata de actitudes asumidas por los (las)

niños (as) en pleno desarrollo, abocados a la búsqueda de consolidar su identidad sexual, que juegan a “mostrarse adultos”, sin que ello signifique la existencia de un “deseo sexual real” (Szaniecki, 1995). La confusión de lenguas señalada anteriormente se confirma una vez más. 4. La sexualidad de la pareja parental Los problemas sexuales de la pareja parental son frecuentes entre este tipo de familias. La madre rechaza las relaciones íntimas pretextando estar “indispuesta”, e invocando razones como malestar o enfermedad física, cansancio o depresión. La relación conyugal no satisface las necesidades de dependencia de ambos padres, quienes, en general, no han sido suficientemente investidos afectivamente durante su infancia. mutuas con su hija. Ella “pide el seno a su madre” y, en el La familia B., enviada por un colega pedíatra, consulta debido a la anorexia mental de su hija única. La impúber, de 12 años, “se atora” y tiene miedo de comer “alimentos sólidos”. Su madre tiene que licuar los alimentos y ocuparse de hacerle tomar una bebida nutritiva prescrita por el médico. La joven C. parece parapetarse detrás de los tarros vacíos de dicha bebida, como si quisiese protegerse de la violencia de las disputas de sus padres. Estos viven como “perro y gato”. La madre ha mantenido una relación extraconyugal, “justificada” por la ausencia de ternura de parte del marido, personaje un poco burdo y primario. En realidad, los padres duermen separados, el padre en el dormitorio de su hija, mientras que ésta última comparte la cama con la madre. Durante las entrevistas con la madre sola, ésta nos confiesa progresivamente la existencia de caricias intercambio de caricias, ambas alcanzan un estado de voluptuosidad importante. En algunos casos, la esposa -o concubina- se ausenta del hogar por causa de trabajo, precisamente durante los períodos más álgidos de la vida conyugal. La frustración sexual, resultante de esa situación, puede convertirse entonces en factor desencadenante del incesto, pues los padres se vuelcan hacia los hijos en vez de buscar gratificaciones exteriores a la pareja. Atrás Dinámica social del abuso sexual infantil Hasta aquí hemos expuesto los principios de una prevención del abuso sexual infantil teniendo en cuenta el sistema familiar y la situación individual. Existe sin embargo una dimensión social que interviene en éste campo. A nuestro parecer, existe actualmente una serie acumulativa de riesgos de violencia familiar y del abuso sexual infantil. Se trata de un iceberg, signo revelador de un malestar mucho más profundo de la familia y de la sociedad en general.Los niños constituyen las principales víctimas de una cierta degradación del entorno social. La banalización del divorcio y las “luchas” mortíferas que conlleva casi siempre, el desempleo, la pobreza, la marginalidad, la promiscuidad, y tantas otras lacras actuales y pasadas, como la corrupción y el uso de drogas, generan inestabilidad en el grupo familiar. La sociedad actual está marcada por el ansia de consumo y por la búsqueda inmediata y fácil de placer, por la precariedad del empleo y la inestabilidad conyugal. El sentido de la existencia, de su apertura trascendente, así como los valores de solidaridad, de responsabilidad o de compromiso, se han vuelto opacos, cuestionables, olvidados. A falta de un proyecto existencial sólido, el hombre de hoy corre el riesgo de transitar su existencia por callejones sin salida. La familia está amenazada por la ideología de la libertad y la permisividad sexual, par la banalización del divorcio, la expansión del concubinaje, el aumento de la maternidad en adolescentes solteras; la promiscuidad, la ausencia de los padres, las migraciones. A nivel internacional, la división entre países pobres y países ricos favorece actualmente el comercio sexual infantil el cual se traduce mediante el turismo sexual del cual son victimas miles de niños del Tercer Mundo, sobre todo en Asia y en ciertos países latino-americanos. La

prostitución infantil en gran escala, pedofilia y pornografía infantil, han sentado sus reales sobre las necesidades económicas y sobre el sufrimiento de los pobres. Vender su cuerpo, el de un niño o el de una niña, para procurar un momento de placer a adultos “bien pensantes” de los países ricos, encuentra su terreno de predilección en aquellos países culturalmente predispuestos a aceptar el comercio sexual del adulto con púberes de ambos sexos por razones culturales (promiscuidad, hacinamiento, miseria, gusto por el lujo) (abuso sexual extrafamiliar y extracultural "exótico") Atrás Impacto psicológico del abuso sexual Las observaciones clínicas a propósito de las repercusiones psicológicas del abuso sexual han comenzado hace apenas un lustro. Se describen las reacciones a corto plazo y las secuelas a largo plazo. Se trata, en ambos casos, de manifestaciones clínicas inespecíficas y por ende difíciles de identificar como emergentes del abuso sexual. 1. Reacciones a corto plazo. Las reacciones a corto plazo están relacionadas con la vivencia inmediata del traumatismo. Las manifestaciones ansiosas son frecuentes. Los niños experimentan un sentimiento de inseguridad, se muestran atemorizados, huidizos; temen la presencia del adulto de sexo masculino; evitan las situaciones análogas al traumatismo, o desarrollan a veces verdaderos estados fóbicos e incluso de pánico. La ansiedad se acompaña de síntomas depresivos tales como la tristeza, la culpabilidad, la vergüenza o las reacciones de cólera. Las adolescentes se muestran a veces incapaces de elaborar y de comprender la situación de abuso, el cual es sometido de éste modo a una especie de represión. Las manifestaciones ansiosas y depresivas modifican el comportamiento cotidiano del niño abusado a nivel del sueño, de la alimentación, de la actividad escolar y social. Las perturbaciones del sueño consisten en dificultades para dormir, insomnio, interrupción del sueño y pesadillas. Las pesadillas “reviven” a veces la situación traumática, la cual puede ser también “visualizada” durante el día, mediante fenómenos de pánico o de reviviscencia oniroide del traumatismo. Se observa también trastornos de la alimentación tales como la anorexia o la bulimia compulsiva (cfr. Waller, 1991, 1992), las cuales tienden a cronificarse. A nivel escolar suelen presentarse modificaciones bruscas en el rendimiento y dificultades de concentración en contraste con un estado de hipervigilancia frecuente en éstos casos. Las reacciones a corto plazo corresponden al Trastorno descrito por la DSM IV como Estado de Estrés Post Traumático.

http://indexmedico.com/publicaciones/journals/revistas/bolivia/instituto_sucre/edicion1/ dubravcic3.htm

La violencia sexual es uno de los problemas más graves de salud pública y de derechos humanos en Latinoamérica, según la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Los problemas tienen como víctima principal a las mujeres e incluyen casos de prostitución forzada, acoso sexual, violaciones y relaciones sexuales bajo coacción en el matrimonio. Dinys Luciano, asesora de la Unidad de Género y Salud, de la OPS, la oficina regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS), habló con BBC Mundo sobre la violencia sexual y el panorama en Latinoamérica.

¿Qué tipos de actos son considerados como violencia sexual? Incluye una diversidad de actos, como las relaciones sexuales bajo coacción en el matrimonio y en las citas, las violaciones por parte de extraños, las violaciones sistemáticas durante los conflictos armados, el acoso sexual, los abusos sexuales de menores, la prostitución forzada y la trata de personas, los actos violentos contra la integridad sexual de las mujeres como la mutilación genital y las inspecciones obligatorias de virginidad. ¿Cuál es la situación en América Latina en relación a la violencia sexual ejercida contra mujeres? La violencia sexual contra las mujeres en América Latina es uno de los problemas más graves de salud pública y derechos humanos en la región. Estudios de la OPS/OMS muestran que más del 36% de las chicas y el 29% de chicos han sufrido abuso sexual infantil. Una significativa proporción de mujeres jóvenes dijeron que su primer contacto sexual se produjo bajo coerción y hasta una tercera parte de las adolescentes ha sufrido una iniciación sexual forzada. Según estos mismos datos, en algunos países, casi una de cada cuatro mujeres casadas confesó haber sido víctima de violencia sexual por parte de su pareja.

Más del 36% de las chicas y el 29% de chicos han sufrido abuso sexual infantil en Latinoamérica

A esto se suma el tráfico de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, que es otro factor de la propagación del VIH/SIDA. A escala mundial, Colombia es el tercer país de origen en cuanto a tráfico de mujeres. Aproximadamente, 35.000 mujeres salen de Colombia al año, Efectos no mortales de la a través de Ecuador, para escapar de la violencia en su violencia sexual propio país, y allí las reclutan para que trabajen como Físicos: lesiones, alteraciones prostitutas en Asia y Europa. Mientras que se estima que más de 50.000 mujeres de República Dominicana están trabajando en el exterior en la prostitución. ¿Cuáles son las secuelas que pude provocar la violencia sexual contra mujeres? La violencia sexual reduce el poder personal y grupal en función de habilidades, capacidades, necesidades e intereses, impactando negativamente en la capacidad de las mujeres para evaluar sus opciones de vida y sus posibilidades de elegir, así como en la capacidad de tener control y poder sobre su propia vida y los recursos. ¿Por qué la violencia contra la mujer es también un problema de salud?

funcionales, obesidad severa, discapacidad permanente. Trastornos crónicos: intestino irritable, trastornos gastrointestinales, mialgia.

Salud mental: estrés postraumático, depresión, angustia, fobias, trastornos de la alimentación, problemas sexuales, baja autoestima. Comportamientos negativos para la salud: tabaquismo, abuso de alcohol y drogas. Salud reproductiva: embarazos no deseados, ITS/VIH, trastornos ginecológicos, abortos, etc.

La violencia sexual en la salud de las mujeres tiene consecuencias importantes que comprometen el bienestar, la integridad y la vida de sus víctimas. Puede tener efectos mortales como el homicidio, suicidio, mortalidad maternal, así como efectos relacionados con el SIDA. ¿Qué pueden hacer las mujeres que viven situaciones de violencia sexual, en especial, aquellas que lo viven dentro de la pareja? Aunque el silencio y la reticencia de las mujeres sobrevivientes de violencia sexual, particularmente, aquellas que la viven dentro de la pareja es sólo una forma de defenderse, es necesario que busquen apoyo. Las víctimas de violencia deben

La posibilidad de romper el silencio, y hablar sin censura es buscar la protección de su familia y organismos especializados. fundamental para enfrentar el problema. Las mujeres víctimas de violencia sexual deben buscar la protección de su familia, de redes naturales de sostén, de la policía o de la administración de justicia. También deben buscar ayuda emocional especializada para trabajar en las distintas secuelas generadas por la violencia sexual. ¿Hay una clara voluntad de los gobiernos latinoamericanos de luchar contra la violencia sexual contra la mujer? La Convención Interamericana sobre la Prevención, Sanción y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres obliga a los Las mujeres víctimas gobiernos a implementar y dar seguimiento a leyes y políticas de violencia sexual deben para sancionar la violencia contra las mujeres. buscar la protección de su Actualmente la mayoría de los países de la región han ratificado esta convención y cuentan con leyes sobre la violencia sexual.

familia, de redes naturales de sostén, de la policía o de la administración de justicia.

Pero a pesar de estos avances en el diseño de políticas, existen limitaciones en relación en relación a los presupuestos que les asignan y con los contenidos y la implementación de las leyes. Por ejemplo, algunas legislaciones no tipifican determinados delitos como la violación conyugal, ni el acoso sexual y las sobrevivientes enfrentan serios problemas de acceso a la justicia, debido a la cobertura de la protección que se les ofrece, la falta de patrocinio jurídico gratuito y limitados servicios especializados con asesoramiento psicológico, médico y legal para las sobrevivientes.

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