Aborigenes De Argentina

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ABORIGENES DE ARGENTINA: VIDA Y COSTUMBRES DE LOS PRIMEROS POBLADORES LOS ABORÍGENES DE ARGENTINA Cuando los navegantes y conquistadores europeos llegaron a las costas americanas llamaron a sus habitantes “indios”, porque estaban convencidos de haber llegado a las Indias, en las costas asiáticas. Los indios o aborígenes americanos llegaron al continente en varias épocas, algunas de las cuales se remontan, quizás, a períodos que oscilarían entre 25.000 y 40.000 años antes de Cristo, desde el Asia, atravesando el estrecho de Bering, pasando de Siberia a Alaska. aborigenes argentinos guaranies Después de 600 generaciones, unos 18.000 años más tarde (hacia el 10.000 antes de Cristo), alcanzaron el extremo sur del continente, la actual Tierra del Fuego, a unos 17.600 kilómetros del punto de penetración original en el Nuevo Mundo. Durante esta lenta expansión, de unos 29 kilómetros por generación, sus características hereditarias sufrieron, probablemente, considerables alteraciones. A éstas se sumaron los aportes de nuevos elementos llegados por vía marítima a la costa del Pacífico. Estos primitivos habitantes, o amerindios, tenían características mongoloides, propias de un tipo especial de una población que, durante algún tiempo, fue común a Asia y Europa. De dicha población restan descendientes en zonas marginales del Viejo Mundo, así como entre los aborígenes australianos y entre los aínas del Japón septentrional. Así, el probable “homo tipo indoamericano” era de piel cobriza, más que amarilla y quizás fuera producto de un cruce entre amurios y mongoloides. Resultado de sucesivos cruces y aportes inmigratorios fueron las tribus que habitaban el suelo argentino, a la llegada de los españoles, en los primeros años del siglo XVI. Estas tribus y grupos indígenas no lograron alcanzar el gran desarrollo y la civilización que sí habían alcanzado los mayas, aztecas e incas, en otras zonas del continente. Pueblos sedentarios: Los diaguitas se ubicaban en la zona de los valles calchaquíes de Salta y Tucumán, Catamarca, La Rioja y Norte de San Juan. Eran sedentarios y practicaban como principal actividad de subsistencia una agricultura de tipo intensivo con riego y mucha mano de obra. Construían terrazas en las laderas de las montañas y canales para el riego. Eran muy buenos alfareros. Sus piezas estaban decoradas con motivos guerreros o de felinos, de características similares a las de los incas.

Trabajaban los metales, como el bronce, que usaban para hacer las puntas de sus lanzas. Sus viviendas eran de piedra, con pisos de lajas y techos de ramas. Algunas, construidas en las zonas altas, parecían fortalezas, ya que estaban rodeadas por murallas. Estas construcciones recibían el nombre de pucará. Los comechingones se localizaban en las Sierras Centrales de Córdoba. Eran también pueblos agricultores; utilizaban el riego artificial y conservaban los cereales en silos subterráneos. Criaban llamas y recolectaban frutos. Eran buenos tejedores. En cuevas del cerro Colorado, en la provincia de Córdoba, se han encontrado pinturas con escenas de guerras, figuras humanas y de animales, realizadas por los comechingones. Los huarpes habitaron la región de Cuyo. Los que se ubicaban en las zonas montañosas tenían características similares a los pueblos del Noroeste: eran agricultores sedentarios, cultivaban maíz y quinoa. Sus viviendas eran de piedra. Crearon excelentes trabajos de cerámica. Los que se ubicaban cerca de las lagunas de Guanacache (entre las provincias de Mendoza, San Luis y San Juan) se alimentaban principalmente de la caza y de la pesca.

Se destacaron en la realización de cestas tejidas con fibras vegetales. A su vez, los que se localizaban cerca de las llanuras eran cazadores de liebres, ñandúes, guanacos y vizcachas. Sus viviendas eran toldos hechos con pieles de guanacos cosidas y sostenidas con palos. Eran nómadas y se trasladaban en busca de buenas zonas de caza. Pueblos nómadas Los grupos aborígenes conocidos como mocovíes, tobas y matacos se localizaron en las provincias de Chaco, Formosa y parte de Santa Fe.

Eran pueblos nómadas, dedicados a la caza, la pesca y la recolección de frutos y raíces. Practicaban las cacerías arrinconando a los animales por medio del ruido o del humo.

Los matacos se llamaban a sí mismos wichí, que quiere decir “nosotros mismos”. Agrupaban sus aldeas formando círculos; las chozas eran cilíndricas Los charrúas vivían en Entre Ríos y extendían sus dominios hasta el actual Uruguay. Cazaban empleando a la perfección las boleadoras. Los guaraníes se ubicaron en Misiones y parte de Corrientes, a lo largo del río Paraná.

Construían casas grandes de troncos, barro y paja para varias familias. ‘Si bien la pesca constituía su actividad más importante, eran muy buenos agricultores: cultivaban en zonas boscosas y selváticas, empleando el sistema de rozado. Cultivaban mandioca, batata, maíz, zapallo, poroto, maní, yerba mate y algodón y también hacían cerámicas decoradas de distintas formas.

Pescaban en ríos y arroyos usando líneas y anzuelos, redes o arcos y flechas. También empleaban otro método a través de la intoxicación del agua con ciertas plantas que usaban como venenos para paralizar a los peces, pero sin perjudicar su carne.

Los aborígenes que se ubicaban en la zona de Buenos Aires eran denominados pampas, que quiere decir “llanura” en quechua. Los que se encontraban al Norte de Buenos Aires, cerca de los ríos Paraná y de la Plata, se llamaban querandíes, que significa “gente que come grasa de pescado”, ya que ésta era una de sus formas de subsistencia.

Desde el río Colorado hacia el sur se encontraban los tehuelches. Y en la isla de Tierra del Fuego, los onas. En general, su cultura era bastante similar. Se especializaban en la caza de guanacos y ñandúes. Sus casas eran simples para vientos hechos con palos y cueros. A veces usaban las cuevas como refugios. Para cazar utilizaban el arco, la flecha y las boleadoras. Esta era una tarea exclusiva del hombre, como también lo eran la construcción de las viviendas y más tarde lo sería la doma de caballos.

Las mujeres curtían los cueros, hacían las vestimentas, recolectaban frutos y raíces , y cuidaban a sus hijos. Se vestían con un chiripá de cuero y un quillango o manta hecha con piel de zorro o guanaco. Usaban mocasines llamados “tamangos”. Consumían la carne de los animales que cazaban asándola en las brasas o como charqui, es decir, secada en finas tiras al sol, y así se podía conservar durante todo el año. Con la llegada de los españoles, su vida cambió, especialmente por la incorporación del caballo a su vida. La vivienda pasó a ser de cuero de caballo; empezaron a comer carne de yegua; cambiaron el chiripá por el poncho para poder montar con mayor facilidad, y los mocasines por la bota de potro: también emplearon la lanza para cazar desde arriba del caballo. Los onas, si bien practicaban la caza, se especializaron más en la pesca con arpones hechos de hueso y redes confeccionadas con tendones de guanacos. Sus viviendas estaban construidas con pieles de lobos marinos y en el centro preparaban fogones para mitigar el intenso frío. LA CUEVA DE LAS MANOS PINTADAS Un testimonio milenario del arte rupestre en la Argentina es la llamada Cueva de las Manos Pintadas, en el Departamento Lago Buenos Aires, al noroeste de la provincia de Santa Cruz y sobre la margen norte del alto río Pinturas. De tal importancia es el yacimiento, la imponencia del entorno geográfico y lo variado del repositorio arqueológico hallado en este lugar, que se han realizado muchas investigaciones según distintas disciplinas, a efectos de establecer el origen y la antigüedad del mismo. El clima, muy frío y árido ha contribuido, indudablemente, a la casi perfecta conservación del valioso testimonio. Los análisis radiocarbónicos han datado la antigüedad del tugaren alrededor de unos 10000 años y se prolongan los diversos niveles culturales hasta casi mil años antes del presente. Esta visión retrospectiva de quienes habitaron el lugar se divide en tres etapas bien definidas. La más antigua ocupación por grupos errantes de cazadores se remonta al octavo milenio antes de Cristo es decir a comienzos del Holoceno o inmediato posglaciar.

La impronta artística que han dejado los Integrantes del grupo humano que habitó el refugio durante este período, está representada esencialmente por palmas de manos pintadas sobre las paredes de la caverna, en negativo y en positivo, acompañando generalmente escenas de caza que se interpretan como figuras humanas y de carné/idos americanos del tipo del guanaco. El hecho de que estos dibujos no se superpongan a los restantes motivos que conforman el conjunto de antiquísimos frisos, índica que han sido los primeros realizados por aquellos artistas que la habitaron entre 9 500 y 7 500 años atrás.

Las manos, como las escenas realistas, están pintadas en varias tonalidades de amarillo, ocre, rojo claro, violeta y negro, logrados con carbón, hematita (óxido de hierro), yeso, arcilla y otros elementos aglutinados con grasa y sangre de animales. Estos primitivos artistas eran cazadores recolectores del Paleolítico americano, que conocían el manejo de herramientas y utilizaban instrumentos de hueso tallado y decorado. Una segunda etapa corresponde al período intermedio, centrado hacia los 2 500 años antes del presente. Hay falta de dinamismo y agilidad en los trazos y aparece un nuevo color, el blanco, que pone una nota predominante en el conjunto. Los grupos de manos se tornan más numerosos y abigarrados y hay figuras zoomorfas como el Matuasto, un lagarto muy común en la meseta patagónica.

La tercera etapa se identifica fácilmente por el empleo del color rojo muy intenso y ciertos motivos geométricos, muy parecidos a los empleados en los ponchos araucanos. Este período finalizó unos 500 años antes de la conquista de América. Después, la cueva permaneció deshabitada durante siglos.

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