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Protocolo del alumno Luis Enrique Ramírez Padilla A lo largo del texto se nota como las enseñanzas importantes que aparecen en él son dependientes unas de otras. Por ello, apelando a la dependencia recíproca de las enseñanzas, es menester traer a colación cada una de ellas, a saber, “la muerte de Dios, el superhombre, la voluntad de poder y el eterno retorno” y dar una visión general que abrirá las puertas de la clase, que es en síntesis de “la voluntad de poder que se expresa en la pureza del creador”. La primera enseñanza que Zaratustra otorga a los hombres es la muerte de Dios: devolverle a la tierra el lugar que ocupó Dios, y el ser humano deja de renunciar a ella. Si Dios ha muerto, entonces no hay promesa de vida eterna. Todo esto posibilita que se deje de erigir monumentos y levantar estatuas de cosas que surgen de la tierra misma. El hombre se convierte en destructor de aquello que quiere representar lo impensable. Por otra parte, el hombre deja de forjar-se cómo hombre virtuoso, es decir, deja de procurar al alma por encima de su cuerpo, ya que esta tenía el privilegio de ser la llave de acceso a la vida eterna. El hombre deja de ser escindido cuando pierde su privilegio el alma, en palabras de Zaratustra, deja de ser un hibrido de planta y fantasma1 porque reconcilia el cuerpo y su espíritu. En consecuencia, des-limita sus creaciones y las posibilidades de forjar y forjar-se se liberan de sus cadenas. Devolver a la tierra el lugar que le corresponde es volverla madre y no masilla de Dios, por eso se rompe con el olvido del cuerpo y se le otorga su primacía. Por esa razón, el cuerpo (los cuerpos) circundan en el seno de la tierra: transitan en ella y llegan a su ocaso. Por lo tanto, el devolver a la tierra el lugar que le corresponde es dejar de optar por un no-espacio y por la eternidad, volviendo al tiempo y al espacio algo pensable. Si el hombre deja de dirigir su mirada hacía las cosas celestes2 sus creaciones ya no son imágenes de la eternidad, y opta por dirigirlas hacia la tierra misma; por esa razón, su labor adquiere el carácter de las cosas mismas. Pero sólo llega a valorarlas3 cuando “sus ojos se posan” en el superhombre que es el sentido de la tierra. Si las cosas son perecederas y no hay Dios ¿para qué crear? Para forjar, y forjar-se libremente con vistas al superhombre que es su más grande esperanza. Por la tanto, el superhombre es la finalidad del creador. Lo anterior trae como consecuencia que el espíritu del ser humano deje a un lado su pesada carga, después se agote su destrucción hacía la liberación, y opte por hacer en su libertad y volverse niño4; es decir, volverse creador desde su inocencia. La tierra se convierte en el campo de juego del creador y el superhombre su más grande anhelo. Zaratustra ve en el creador la expresión más alta y pura de la voluntad de poder que quiere volver pensable5 todo lo que existe y elevar al creador desde sí mismo hacía alturas donde las águilas le den de 1

Prólogo de Zaratustra cap. 3, 46-49 de los trasmundanos 65-69. 3 De las mil metas, y de la <<única>> meta 115-119 4 De las tres transformaciones. Págs. 65-68 5 ¿podrías vosotros pensar en Dios? Más la voluntad de verdad signifique para vosotros esto, ¡que todo sea transformado en algo pensable para el hombre, visible para el hombre ¡vuestros propios sentidos debéis pensarlos hasta el final! En las islas afortunadas pág. 154 2

comer en la boca6. Gracias a que la voluntad de poder, en su estado puro, se proyecta en el creador, éste se vuelve invulnerable en su talón7. Su andar es hacia adelante porque mira con vistas a lo elevado. Pero, en el camino se da cuenta que se haya solitario; no sólo porque su andar es egoísta, se da cuenta que en el trasfondo de su vida se tiene que superar a sí mismo para pisar terreno elevado. Sin embargo, la voluntad de poder no sólo se proyecta en el espíritu del creador. Al ser expresión de todos los productos de la tierra, la voluntad de poder se puede proyectar en el espíritu del que no crea. Por tal motivo, en la segunda parte de los discursos, Zaratustra acepta la proyección de la voluntad de poder en los sacerdotes, en la chusma, los sublimes, los sabios famosos, los doctos, los adivinos y los poetas, etc... No obstante, ellos nos son creadores, sólo la voluntad de poder se adecua al creador, o sea, al niño que juega. Tomando lo anterior como precedente, la clase fijó su mirada hacia lo que el creador no es. Se otorgó el ejemplo del poeta, ya que, “para Nietzsche es poeta aquel cuya poiesis se orienta a la verdad originaria, al comienzo de una nueva comprensión del universo. Es decir: el poeta ha sido aproximado ya al pensador. El poeta es el que crea la verdad”8 El poeta, según Zaratustra, utiliza como metáfora lo imperecedero porque concibe a los Dioses como principio de todas las cosas. Piénsese en la teogonía de Hesíodo, que trata de ser una visión que explica el origen de la humanidad a partir de sus edades, y cómo la humanidad está a merced del capricho de sus creadores. Por lo tanto, el poeta trata de volver pensable, desde su vanidad, lo impensable: el origen. En éste caso, la voluntad de poder que se expresa en el poeta, no ha recibido la enseñanza de que Dios ha muerto, y sigue creando Dioses en lugar de romper con ellos. En torno a los adivinos, Zaratustra escucha el discurso de uno de ellos y cae en una profunda tristeza: la voluntad del adivino, es una voluntad que se posa en el espíritu que ni cargar quiere. La tristeza de Zaratustra lo lleva a la pesadilla: “Así se me iba y se me escaba el tiempo, si es que tiempo había todavía ¡qué sé yo de ello! Pero finalmente ocurrió algo que me despertó. Entonces un viento rugiente abrió con violencia sus hojas: y entre agudos silbidos y chirridos arrojó un negro ataúd: Y en medio del rugir, silbar y chirridos, el ataúd se hizo pedazos y escupió miles de carcajadas diferentes. Un espanto horroroso se apoderó de mí: me arrojó al suelo. Y yo grité de horror como jamás había gritado.”9

Uno de los discípulos de Zaratustra trata de interpretar ese sueño: “¿no eres tú acaso mismo el viento de chirriantes silbidos que arranca las puertas de los castillos de la muerte? En 6

De la chusma pág. 171. La canción del baile Pág. 187-. 8 Fink. E. La filosofía de Nietzsche. Pág. 73 9 El adivino pág. 232 7

verdad, semejante a mil infantiles carcajadas diferentes penetra Zaratustra en todas las cámaras mortuorias riéndose de esos guardianes nocturnos y vigilantes de tumbas, y de todos los que hacen ruido con sus sombrías llaves. (…) desde ahora brotarán siempre risas infantiles, desde ahora un viento fuerte vencerá siempre toda fatiga mortal”10 En la interpretación de su más amado discípulo parece tener la intención de alabar a Zaratustra por su posición elevada, como si Zaratustra fuera alguien capaz de pisar la cabeza del adivino; pero olvida que el discurso del adivino fatigó sus miembros y atribuló sus ensoñaciones. Parece ser que la interpretación tiene como finalidad reanimar a Zaratustra, sin embargo, sigue sin poder andar. No obstante, otro de sus discípulos trata de interpretar el sueño: “¡más, así como te despertaste de entre ellos y volviste en ti, así también ellos deben de despertar de sí mismos y volver a ti!”11 Esta interpretación tiene la misma dirección que la primera: reanimar a Zaratustra, comprendiéndolo como aquel que pisa la cabeza del adivino, cuando el deseo de Zaratustra es comer y beber con él12. Zaratustra se da cuenta que aquel que ama la vida está dispuesto a volver a ser un espíritu que ni cargar quiere. Por esa razón, los adivinos no vuelven a Zaratustra, Zaratustra está dispuesto a volver a ellos, por eso le pesan los miembros al escucharlos, ya que sus discursos no se equivocan. Prueba de ello son las enseñanzas de propio Zaratustra: ¿acaso no son ellas mismas expresadas por un hombre que desciende hacia los hombres? Por lo tanto, el que está en la cima de sus valles, supera el vértigo de la caída más peligrosa: vuelve a descender para poder reinventarse. Aquel que se reinventa es el creador, pero la voluntad de poder que se expresa en él entra en contradicción con lo que dejó atrás: ¿si la voluntad de poder es un querer hacia delante por qué el creador sufre al no poder ir hacia atrás? Trata de cambiar lo que ya pasó, cuando sólo puede transformar con proyección hacia delante: “Así la voluntad, el libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que puede sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás”13. La última enseñanza de la segunda parte es la redención del “Fue” en un “Así lo quise”. El creador busca la redención del pasado, justificándolo con un “Así lo quise”. Por ello, está dispuesto a volver a descender, pero ahora ya no a su pasado, ya que es imposible transformarlo y éste ha sido justificado, ahora el creador aspira al ascenso y a la caída cuyo movimiento es justificación de su propia existencia. Queda atisbada la última enseñanza de Zaratustra, pero ésta tiene como peculiaridad, no haber llegado íntegra a sus discípulos, sino, solamente ser una evocación de la más silenciosa de todas las horas. La última enseñanza de Zaratustra es el eco de su sí mismo que le reprocha a Zaratustra no haber sido expresada. ¡Oh, Zaratustra, tus frutos están maduros, pero aun no

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El adivino. Pág. 233. El adivino Pág. 233 12 El adivino Pág. 234 13 De la redención Pág. 238 11

estás maduro para tus frutos!14 Por tal motivo, Zaratustra tiene que volver a su soledad y despedirse de sus amigos.

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La más silenciosa de todas las horas Pág. 250